El descubrimiento del busto de Nefertiti por el egiptólogo alemán Ludwig Borchardt, cumple un siglo.
El gran interés por el busto de Nefertiti
cumple mañana un siglo, como su descubrimiento por parte del egiptólogo
alemán Ludwig Borchardt, que escribió en su libro de notas:
“Describirlo no sirve de nada, hay que verlo”. Su centenario es motivo
de una gran exposición en el Neues Museum de Berlín, cuya ala norte alberga desde su reapertura en 2009 las piezas principales del viejo Museo Egipcio berlinés.
Los interiores estupendamente remozados por el arquitecto inglés David Chipperfield dignificarían a cualquier reina, pero con Nefertiti le pasa lo que a un gran teatro cuando acoge a una estrella de ópera. Los aficionados agradecen que esté bien hecho y que los asientos sean cómodos, pero la diva acaparará la atención y el disfrute. Berlín mantiene con su reina una relación así desde tiempos del káiser Guillermo II, quien en 1913 se hizo fabricar una réplica exacta que, quizá como vínculo sentimental con la capital de su propio imperio derrotado y abolido, se la llevó consigo al exilio en 1918.
Todo interesado en asuntos culturales en Berlín desarrollará algún grado de intimidad con la vieja reina. Cualquier cosa relacionada con ella es un titular: su traslado al Neues Museum en 2009, su reclamación por parte de los egipcios, las constantes investigaciones sobre su origen o sobre su descubrimiento el 6 de diciembre de 1912
. Esta semana, el influyente Der Spiegel le ha dedicado un buen número de páginas a la reina berlinesa, porque todos los medios se fijan ahora en la exposición sobre que abrirá el viernes
: En la luz de Amarna.
Toca visitar de nuevo a Nefertiti y sorprenderse con su intacta belleza tuerta y milenaria mientras uno se hace más viejo y recuerda a sus descubridores, a su escultor Tutmose, a su esposo el faraón Akenatón, todos muertos. Otra vez correrán ríos de tinta sobre la reina del Nilo.
Los interiores estupendamente remozados por el arquitecto inglés David Chipperfield dignificarían a cualquier reina, pero con Nefertiti le pasa lo que a un gran teatro cuando acoge a una estrella de ópera. Los aficionados agradecen que esté bien hecho y que los asientos sean cómodos, pero la diva acaparará la atención y el disfrute. Berlín mantiene con su reina una relación así desde tiempos del káiser Guillermo II, quien en 1913 se hizo fabricar una réplica exacta que, quizá como vínculo sentimental con la capital de su propio imperio derrotado y abolido, se la llevó consigo al exilio en 1918.
Todo interesado en asuntos culturales en Berlín desarrollará algún grado de intimidad con la vieja reina. Cualquier cosa relacionada con ella es un titular: su traslado al Neues Museum en 2009, su reclamación por parte de los egipcios, las constantes investigaciones sobre su origen o sobre su descubrimiento el 6 de diciembre de 1912
. Esta semana, el influyente Der Spiegel le ha dedicado un buen número de páginas a la reina berlinesa, porque todos los medios se fijan ahora en la exposición sobre que abrirá el viernes
: En la luz de Amarna.
Toca visitar de nuevo a Nefertiti y sorprenderse con su intacta belleza tuerta y milenaria mientras uno se hace más viejo y recuerda a sus descubridores, a su escultor Tutmose, a su esposo el faraón Akenatón, todos muertos. Otra vez correrán ríos de tinta sobre la reina del Nilo.