24 nov 2012
El nuevo belén......Por Boris Izaguirre
La tragedia del Madrid Arena ha puesto en jaque la apertura del rastrillo de Nuevo Futuro, que colinda con el pabellón. Hasta que la infanta Pilar intervino.
Esta vez la Iglesia católica y su santidad el Papa han actuado de acuerdo a los tiempos: el belén, como casi todo en Europa, se somete a recortes.
Ni burra, ni vaca, ni ángeles, y si se ponen muy estrictos, a lo mejor
hasta ni Reyes Magos
. Siempre se nos olvida que Benedicto, además de
gran teólogo, también es alemán, como Angela Merkel, y que de doctrina y
disciplina sabe latín.
Desde el barroco centroeuropeo, la ostentación
en la Iglesia es algo más propio de aquellos bodorrios de antes que de
los apresurados tiempos que vivimos. Por eso debemos celebrar la vuelta
de campana del Papa con su decisión de reconvertir el belén en una oda
al minimalismo sajón.
Con su control del gasto y su déficit cero. Todo
viene bien documentado en el best-seller papal sobre la infancia de Jesús que se publicará urbi et orbe
para la próxima campaña de Navidad.
Tampoco están las cosas en Tierra
Santa como para recrear una escena navideña, que también se nos olvida
con frecuencia que Jesucristo nació en un pesebre más cerca de Gaza que
de Wall Street.
Y es que el camino que lleva a Belén se había convertido
en un éxodo hecho de rápidos viajes a Suiza de aristócratas y políticos
autonómicos, un aquí cabe de todo, y cuanto más, mejor, una liquidez
desbordada, un maximalismo que seguro le ponía el terciopelo de punta a
Benedicto XVI.
Desde luego, la decisión carece de diplomacia
comercial. ¡Cómo deben estar los grandes almacenes y las pequeñas y
medianas empresas de venta de souvenirs y merchandising
navideño! Clamando al cielo.
El próximo recorte fulminante ¿será el fin
de las cabalgatas? Ya lo predijo el Rey de verdad, Juan Carlos I: “La
crisis nos obligará a cambiar muchas de nuestras más arraigadas
tradiciones”.
Los trágicos sucesos del Madrid Arena han puesto en jaque la apertura del tradicionalísimo Rastrillo
de Nuevo Futuro. La Pipa, el simpático recinto donde se congregan la
caridad y el buen comer, no solo colinda con el trágico Madrid Arena,
sino que tampoco cumple las normativas de seguridad
. Los madrileños
hemos visto a las señoras de Nuevo Futuro hechas unos zorros temiendo
que este año el rastrillo no tendría futuro.
Doña Pilar, la hermana del Rey, intervino como
una infanta sabe hacerlo, presionando con bravura para que el
Ayuntamiento solucionara. “Se ha acelerado todo para que podamos abrir”,
confirmó doña Pilar.
Los empleados municipales se vieron obligados a
trabajar toda la noche. De labios de la alcaldesa no sabremos si hubo
riña, porque ella solo habla lo que lee con muchísima calma, pero queda
demostrado que cuando se quiere, se puede. Y que doña Pilar debería
postularse para la alcaldía, ¿por qué no?
Siempre han existido tradiciones y belenes
diferentes.
Este año, en el hogar de los Urdangarin podrían hacer uno
viviente, reservando especial sitio al abogado Pascual y la secretaria a
prueba de fianzas Julita Cuquerella. El abogado se presentó ante los
periodistas con su inseparable casco, convirtiéndose así en el Darth
Vader de la abogacía catalana.
El casco protector deja entrever que
espera algún tortazo tanto fuera de la mansión de Pedralbes como dentro.
Porque resulta evidente que Pascual no acertó
del todo en su estrategia de defensa
. Presuntamente, convenció a los
duques de que regresar a casa les ganaría cierta solidaridad y que todo
se normalizaría con el tiempo.
Olvidó Pascual, y desde luego la
acomodada pareja Urdangarin-Borbón, que la crisis tiene a la gente muy
quemada. No, señor Pascual, lamentablemente este regreso no ha
conquistado cariño alguno para sus clientes. Una vez conocida la fianza
de ocho millones, la prensa ha decidido convertir las inmediaciones de
la mansión de Pedralbes en una mezcla de Belén y Gaza ofreciendo un
amplio surtido de imágenes de la familia.
La infanta saliendo, con la
misma cara de desconcierto que las damas de Nuevo Futuro; los niños
entrando aferrados a sus mochilas, y el duque paseando al perro en plena
noche, quizá la imagen mas desamparada que le hayamos visto
últimamente. El perro es blanco y casi brilla en la oscuridad,
Urdangarin medio camina entre los focos, tanteando.
El perro y su dueño
parecen dos seres que han perdido el norte y el belén.
Karl Lagerfeld, también alemán, corta sobre
todo trajes, una figura y estilo entre el siglo pasado y el que somos.
Su presencia en la décima entrega de los Prix de Marie Claire confirmó que es la mejor fiesta fuera o dentro de la burbuja.
Todo es bueno y todo es divertido; para empezar, en la Embajada de
Francia aún no hay nuevo embajador, y quizá eso hizo que la fiesta
terminara hacia las tres de la madrugada.
Más que Lagerfeld, la estrella fue la fascinante presencia del
director general de Lancôme, Youcef Nabi, que fue presentado como Sue. Nabi nació en Argel y el mundo de la belleza le transformó en mujer y directivo.
Su apariencia es la de una bella y muy alta mujer y nada convencional jefe de una multinacional. “Hay que vivir todos los riesgos”, pronunció, sabiendo que todas las miradas estaban más en ella que en el propio Lagerfeld
. Ella sí que es el nuevo futuro, pensamos muchos. Superación personal y la perfecta alianza entre la cirugía y la alta cosmética.
El camino hacia el nuevo belén.
Muere Tony Leblanc
Parece que este 2012 se lleva a mucha gente.Ayer se habló de Borau y de otros muchos.
El intérprete, Goya de honor en 1994, fallece a los 90 años a consecuencia de un fallo cardíaco, en su casa a las afueras de Madrid.
Hay una España de sonrisa por encima de los sinsabores; de “al mal
tiempo, buena cara”; y de saber sacar lo mejor de los golpes de la vida
. Y a esa España le puso rostro Tony Leblanc, uno de los cómicos más populares del siglo XX, el protagonista de títulos como El día de los enamorados, Los tramposos, El hombre que se quiso matar, Las chicas de la Cruz Roja, Historias de la televisión o El tigre de Chamberí, y que acabó ganando el Goya al mejor actor secundario por su labor en Torrente: el brazo tonto de la ley, después de recibir el de honor cuatro años antes, en 1994.
Hoy, Leblanc ha fallecido en su casa de Villaviciosa de Odón (Madrid) a los 90 años víctima de un cáncer: no por esperado su final no es menos doloroso.
La vida de Leblanc rebosa de anécdotas que él desgranó en sus memorias, Esta es mi vida, publicadas en 1999. Empezando por sus inicios, ya que Ignacio Fernández Sánchez, su auténtico nombre, nació en el museo del Prado, en un sofá, contaba él, de la sala de los Cartones de Goya: su padre era conserje de la puerta principal. Leblanc se jactaba de estas y de otras cosas, como que era el vigente campeón de España de claqué, porque tras ganarlo él no volvió a celebrarse.
Para ganarse la vida hizo de todo en el mundo artístico… y en el deportivo. Actuó en la compañía de Celia Gámez a los ocho años, fue bailaor y cantante en la compañía de Lola Flores y Manolo Caracol, protagonizó 77 películas y actuó en casi medio centenar más, dirigió otras tres, actuó en todo tipo de obras teatrales, revistas y espectáculos…
En el lado deportivo queda su época como portero de fútbol en el Fuyma, filial del Atlético de Aviación y boxeador en unos 50 combates. También tenía fama de mujeriego, que él resumió, en una entrevista a este diario, con esta declaración, cuando presentó su autobiografía: “Fui mujeriego 18 años, desde los 12, cuando perdí el virgo con una puta en la Cuesta de Moyano, hasta los 30, cuando me casé con Isabel. Iba de bailarina de clásico español en la compañía de Enrique El Cojo, me entregó su rosa en Jerez y yo le di mi amor.
Luego me colocaron muchas novias que no he tenido. Concha Velasco, por ejemplo.
Desgraciadamente, nunca he tenido nada con ella. Ya me hubiera gustado. Fui novio de Nati Mistral, eso sí lo cuento. La llevaba en mi Harley Davidson por ahí, había tres en Madrid, pero no nos llevábamos bien y lo dejamos.
Luego, estando en Barcelona, Isabel se quedó un poquito embarazada y, a partir de ahí, solo me interesó su amor”.
En otro de sus grandes momentos, Tony Leblanc, que participaba en el programa de televisión de José María Íñigo Martes de fiesta, sacó un plato, un cuchillo y una manzana, y con gesto adusto peló y comió la fruta en un sketch de nueve minutos que demostraba el talento que escondía una carrera sobreexplotada por los productores del cine español de los años cincuenta y sesenta: “La noche anterior había visto a mi hija Silvia comiéndose una manzana mientras veía la tele y se me ocurrió hacerlo. Fue muy difícil, una cosa histórica, salió hasta una crítica en el Times”.
El nombre artístico de Tony Leblanc –que era uno de sus apellidos- se le ocurrió al hijo de un joyero en cuyo taller entró el actor como aprendiz a los 14 años.
Antes había trabajado ya en el Museo del Prado.
La guerra la pasó más bien que mal porque, según cuenta en sus memorias, fue lo suficientemente pícaro. “Eso me inspiró para papeles posteriores”. Y aunque el cine le dio fama y dinero, su carrera arranca y se alarga en el tiempo en los escenarios: tras actuar en decenas de espectáculos para los soldados republicanos debutó profesionalmente en 1944 con la compañía de Nati Mistral.
Un año después, entró en el cine con Eugenia de Montijo y Los últimos de Filipinas y, a lo largo de los años cincuenta y sesenta, participó en títulos míticos, y otros no tanto, como El tigre de Chamberí, Muchachas de azul, Los tramposos (uno de sus mejores trabajos, con la soberbia secuencia del timo de la estampita), Las chicas de la Cruz Roja, Tres de la Cruz Roja, Historias de la televisión, El hombre que se quiso matar (su película favorita) o El astronauta. Incluso dirigió tres películas entre 1961 y 1962: El pobre García, Los pedigüeños y Una isla con tomate.
Su rostro solía aparecer con el de otros grandes como Manolo Gómez Bur, José Luis Ozores y Concha Velasco, la más joven de una generación irrepetible de cómicos españoles.
Parece increíble que le sobrara tiempo con su prolífica carrera fílmica, pero efectivamente Leblanc lo tuvo para compaginarla con la televisión –donde realizó multitud de galas y programas especiales- y sobre todo con la revista. Leblanc aseguraba que, además de ser empresario de compañía, protagonista y director de múltiples revistas, compuso unos 500 pasodobles y todo tipo de canciones.
Y en su vida privada, tuvo siete hijos con Isabel, que ha cuidado de él hasta sus últimos segundos, y que como asegura su hijo Tony: “Él sin ella no hubiera sobrevivido estos últimos tiempos”.
En los años setenta empieza a decaer su carrera y se retira del cine en 1975 con Tres suecas para tres Rodríguez, para centrarse en teatro y televisión.
Pero en mayo de 1983, volviendo de Alicante, un coche en sentido contrario invade su carril y embiste contra su Mercedes
. Casi fallece, y tras tres años de rehabilitación, acaba recibiendo la declaración de inutilidad total por parte de la Seguridad Social, por lo que con 63 años se retira.
“He tenido una vida con mucha suerte. La vida es un purgatorio muy parecido al infierno, y yo soy un creyente de andar por casa”.
En 1994, recibió el Goya de Honor a toda su carrera, en un acto en el que apareció muy castigado –su rodilla derecha nunca se recuperó del accidente de tráfico-. Pero siguió apareciendo en diversos actos y premios.
Santiago Segura, que le había conocido durante la entrega del goya, ya le ofreció en el backstage, con la estatuilla al mejor cortometrajista en la mano, "un papel en una comedia en la que usted haría un personaje en silla de ruedas".
Ese personaje fue un secundario y así volvió al cine en 1998, con Torrente, el brazo tonto de la ley, con la que ganó el Goya al mejor actor de reparto: es el único actor español que después del honorífico se ha llevado el galardón por un trabajo, como le pasó a Paul Newman con sus dos oscars.
Después también actuaría en Torrente 2, Misión en Marbella, Torrente 3: el protector y Torrente 4: lethal crisis.
En esta última, Segura, que le había ‘matado’ en la tercera, le resucitó inventado a un hermano de su personaje, el tío Gregorio.
Desde 2001 a 2010, y gracias a la saga Torrente, encarnó al quiosquero en la serie de televisión Cuéntame.
En los últimos meses se acumularon sus problemas de salud tras una rotura de cadera. Leblanc decía de sí mismo que era el actor más querido de España, aunque no el mejor… pero se reservaba la coletilla “pero sí de los mejores”. En todo tenía razón.
Yo vi Torrente , Santiago Segura lo rescató para el Cine y le devolvió la sonrisa que siempre él nos había regalado. Descansa en Paz, no vas a estar solo hoy muchos te esperan con los brazos abiertos.
. Y a esa España le puso rostro Tony Leblanc, uno de los cómicos más populares del siglo XX, el protagonista de títulos como El día de los enamorados, Los tramposos, El hombre que se quiso matar, Las chicas de la Cruz Roja, Historias de la televisión o El tigre de Chamberí, y que acabó ganando el Goya al mejor actor secundario por su labor en Torrente: el brazo tonto de la ley, después de recibir el de honor cuatro años antes, en 1994.
Hoy, Leblanc ha fallecido en su casa de Villaviciosa de Odón (Madrid) a los 90 años víctima de un cáncer: no por esperado su final no es menos doloroso.
La vida de Leblanc rebosa de anécdotas que él desgranó en sus memorias, Esta es mi vida, publicadas en 1999. Empezando por sus inicios, ya que Ignacio Fernández Sánchez, su auténtico nombre, nació en el museo del Prado, en un sofá, contaba él, de la sala de los Cartones de Goya: su padre era conserje de la puerta principal. Leblanc se jactaba de estas y de otras cosas, como que era el vigente campeón de España de claqué, porque tras ganarlo él no volvió a celebrarse.
Para ganarse la vida hizo de todo en el mundo artístico… y en el deportivo. Actuó en la compañía de Celia Gámez a los ocho años, fue bailaor y cantante en la compañía de Lola Flores y Manolo Caracol, protagonizó 77 películas y actuó en casi medio centenar más, dirigió otras tres, actuó en todo tipo de obras teatrales, revistas y espectáculos…
En el lado deportivo queda su época como portero de fútbol en el Fuyma, filial del Atlético de Aviación y boxeador en unos 50 combates. También tenía fama de mujeriego, que él resumió, en una entrevista a este diario, con esta declaración, cuando presentó su autobiografía: “Fui mujeriego 18 años, desde los 12, cuando perdí el virgo con una puta en la Cuesta de Moyano, hasta los 30, cuando me casé con Isabel. Iba de bailarina de clásico español en la compañía de Enrique El Cojo, me entregó su rosa en Jerez y yo le di mi amor.
Luego me colocaron muchas novias que no he tenido. Concha Velasco, por ejemplo.
Desgraciadamente, nunca he tenido nada con ella. Ya me hubiera gustado. Fui novio de Nati Mistral, eso sí lo cuento. La llevaba en mi Harley Davidson por ahí, había tres en Madrid, pero no nos llevábamos bien y lo dejamos.
Luego, estando en Barcelona, Isabel se quedó un poquito embarazada y, a partir de ahí, solo me interesó su amor”.
En otro de sus grandes momentos, Tony Leblanc, que participaba en el programa de televisión de José María Íñigo Martes de fiesta, sacó un plato, un cuchillo y una manzana, y con gesto adusto peló y comió la fruta en un sketch de nueve minutos que demostraba el talento que escondía una carrera sobreexplotada por los productores del cine español de los años cincuenta y sesenta: “La noche anterior había visto a mi hija Silvia comiéndose una manzana mientras veía la tele y se me ocurrió hacerlo. Fue muy difícil, una cosa histórica, salió hasta una crítica en el Times”.
El nombre artístico de Tony Leblanc –que era uno de sus apellidos- se le ocurrió al hijo de un joyero en cuyo taller entró el actor como aprendiz a los 14 años.
Antes había trabajado ya en el Museo del Prado.
La guerra la pasó más bien que mal porque, según cuenta en sus memorias, fue lo suficientemente pícaro. “Eso me inspiró para papeles posteriores”. Y aunque el cine le dio fama y dinero, su carrera arranca y se alarga en el tiempo en los escenarios: tras actuar en decenas de espectáculos para los soldados republicanos debutó profesionalmente en 1944 con la compañía de Nati Mistral.
Un año después, entró en el cine con Eugenia de Montijo y Los últimos de Filipinas y, a lo largo de los años cincuenta y sesenta, participó en títulos míticos, y otros no tanto, como El tigre de Chamberí, Muchachas de azul, Los tramposos (uno de sus mejores trabajos, con la soberbia secuencia del timo de la estampita), Las chicas de la Cruz Roja, Tres de la Cruz Roja, Historias de la televisión, El hombre que se quiso matar (su película favorita) o El astronauta. Incluso dirigió tres películas entre 1961 y 1962: El pobre García, Los pedigüeños y Una isla con tomate.
Su rostro solía aparecer con el de otros grandes como Manolo Gómez Bur, José Luis Ozores y Concha Velasco, la más joven de una generación irrepetible de cómicos españoles.
Parece increíble que le sobrara tiempo con su prolífica carrera fílmica, pero efectivamente Leblanc lo tuvo para compaginarla con la televisión –donde realizó multitud de galas y programas especiales- y sobre todo con la revista. Leblanc aseguraba que, además de ser empresario de compañía, protagonista y director de múltiples revistas, compuso unos 500 pasodobles y todo tipo de canciones.
Y en su vida privada, tuvo siete hijos con Isabel, que ha cuidado de él hasta sus últimos segundos, y que como asegura su hijo Tony: “Él sin ella no hubiera sobrevivido estos últimos tiempos”.
En los años setenta empieza a decaer su carrera y se retira del cine en 1975 con Tres suecas para tres Rodríguez, para centrarse en teatro y televisión.
Pero en mayo de 1983, volviendo de Alicante, un coche en sentido contrario invade su carril y embiste contra su Mercedes
. Casi fallece, y tras tres años de rehabilitación, acaba recibiendo la declaración de inutilidad total por parte de la Seguridad Social, por lo que con 63 años se retira.
“He tenido una vida con mucha suerte. La vida es un purgatorio muy parecido al infierno, y yo soy un creyente de andar por casa”.
En 1994, recibió el Goya de Honor a toda su carrera, en un acto en el que apareció muy castigado –su rodilla derecha nunca se recuperó del accidente de tráfico-. Pero siguió apareciendo en diversos actos y premios.
Santiago Segura, que le había conocido durante la entrega del goya, ya le ofreció en el backstage, con la estatuilla al mejor cortometrajista en la mano, "un papel en una comedia en la que usted haría un personaje en silla de ruedas".
Ese personaje fue un secundario y así volvió al cine en 1998, con Torrente, el brazo tonto de la ley, con la que ganó el Goya al mejor actor de reparto: es el único actor español que después del honorífico se ha llevado el galardón por un trabajo, como le pasó a Paul Newman con sus dos oscars.
Después también actuaría en Torrente 2, Misión en Marbella, Torrente 3: el protector y Torrente 4: lethal crisis.
En esta última, Segura, que le había ‘matado’ en la tercera, le resucitó inventado a un hermano de su personaje, el tío Gregorio.
Desde 2001 a 2010, y gracias a la saga Torrente, encarnó al quiosquero en la serie de televisión Cuéntame.
En los últimos meses se acumularon sus problemas de salud tras una rotura de cadera. Leblanc decía de sí mismo que era el actor más querido de España, aunque no el mejor… pero se reservaba la coletilla “pero sí de los mejores”. En todo tenía razón.
Yo vi Torrente , Santiago Segura lo rescató para el Cine y le devolvió la sonrisa que siempre él nos había regalado. Descansa en Paz, no vas a estar solo hoy muchos te esperan con los brazos abiertos.
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