20 nov 2012
Gramola galáctica: 10 cosas que no sabía sobre Leonard Cohen Por: Marcos Ordóñez | 20 de noviembre de 2012
Y yo lo adoro.
Veterano quiere decir que escuché su
primer disco a poco de publicarse (una tarde de invierno: se fundía
insólita y majestuosamente con la penumbra y la lluvia), que corrí a
comprar El juego favorito y Los hermosos vencidos
cuando aparecieron traducidas en Fundamentos, que estuve en su primer
concierto en España (aquel escalofrío cuando dijo “Mi guitarra ha vuelto
a casa”) y que le sigo con fervor desde entonces, pero leyendo Soy tu hombre,
la biografía escrita por Sylvie Simmons y publicada en Lumen, he
descubierto que, por supuesto, había unas cuantas cosas (pongamos 550
cosas) que no sabía de su vida ni de su obra.
Recomiendo el libro. Falta índice, lástima. De Sylvie Simmons había leído la biografía de Gainsbourg, que publicó Reservoir Books hace cinco años, y me pareció un libro corto y apresurado, como si hubiera tenido que entregarlo a la carrera.
Recomiendo el libro. Falta índice, lástima. De Sylvie Simmons había leído la biografía de Gainsbourg, que publicó Reservoir Books hace cinco años, y me pareció un libro corto y apresurado, como si hubiera tenido que entregarlo a la carrera.
Soy tu hombre es todo lo contrario. 800 páginas,
multitud de entrevistas, y un estilo mucho más maduro. Más fluido, y sin
voluntad de lucirse, de ponerse por delante del biografiado, que suele
ser el pecado habitual. Y con algunos capítulos logradísimos, como el
20, "Desde esta rota colina", centrado en la búsqueda espiritual de LC.
Selecciono algunas de las cosas que he descubierto en este libro.
(por orden de aparición).
1) No sabía nada (o poco) acerca de la larga relación de LC con los excesos. Pues muchos si lo sabíamos, era una manera tb de estar contra el Capitalismo, con aquella forma de vida "Burguesa".
Selecciono algunas de las cosas que he descubierto en este libro.
(por orden de aparición).
1) No sabía nada (o poco) acerca de la larga relación de LC con los excesos. Pues muchos si lo sabíamos, era una manera tb de estar contra el Capitalismo, con aquella forma de vida "Burguesa".
Pensaba que bueno, que vale, que porros en su lejana juventud y alguna
copa de oporto ante la chimenea a partir de los cuarenta. Nanay. Enumero
sin la menor intención moralista. Alcohol (desde la adolescencia):
vino, whisky, mayormente bourbon, y, ya en la madurez, Ng Ka
Pay, un licor dulce coreano con un setenta por ciento de alcohol, la
bebida favorita de Roshi, su amigo y maestro budista
. Ácido: ingestas
crecientes desde 1964 hasta más o menos 1970. Hash y marihuana: lo
mismo, mayormente durante su estancia en Hydra (Grecia). Pastillas:
Maxiton (o dexanfetamina, el clásico speed, vulgo anfeta)
combinado con Mandrax (sedante hipnótico). Durante un buen tiempo se
vendían (en Europa) sin receta, y LC le dió fuerte al cóctel (o en
alternancia) hasta finales de los 70. A partir de entonces entra en
escena la amplia gama de antidepresivos pre-Prozac: Demerol.
Desipramina. Inhibidores de la MAO. Zoloft. Wellbutrin. (A juzgar por su
trayectoria musical y vital, se diría que la factura presentada por
todo lo anterior ha sido sorprendentemente reducida ). Absenta, cocaina, y más cosas como la centramina, un coctel de sustancias como lo tomaban todos no solo los Rolling iban colgados como una percha, Bob Dylan, tb, Joan Baez no sé que se metia, Janis Joplin le gustaba mucho los "Caballos" y el alcohol en cada actuación se bebía dos o tres botellas de Whisky.Jimi Hendrix tb jugaba a los caballos y puesto de Coca y alcohol, y murieron, pero entre ellos Leonard como otros sobrevivieron.AH y el LSD, que todos tomaban, todos lo de esa generación como una experiencia religiosa, muchos viajes hicieron.
Y eso me da que pensar, alguien escribe esto, supongo que viviría o conocía ese tipo de vida, pero no, lo escribe el que parece que la única sustancia que ha tomado es la aspirina, si lo demás es así mejor no hubiera escrito nada.
2) Cumbre negra de su época más colocada: el concierto de Hamburgo. Primera gira europea. 4 de mayo de 1970, día de la matanza de la universidad de Kent, Estados Unidos. Neil Young dedicó al hecho la canción Ohio (“Tin soldiers and Nixon coming/four dead in Ohio”), que cantaron los CSN & Y, instantáneamente prohibida en todas las emisoras americanas. LC, furioso y puesto hasta las cejas, ideó otra forma de respuesta: salir al escenario entrechocando los talones y haciendo el saludo nazi. Recordemos: en Hamburgo, Alemania. Acto seguido, y para acabarlo de arreglar, se puso a bailar sobre una pierna, al estilo judío, cantando una canción en yiddish. Los de seguridad atraparon a un tipo que blandía una pistola cuando estaba a punto de llegar al escenario, pero el resto de la audiencia parecía dispuesta a acciones semejantes, a juzgar por la mezcla de gritos e insultos.
LC salió vivo de milagro, y varios músicos de la banda le amenazaron con abandonarle si persistía en sus improvisados actos de agit-prop.
3) Cumbre blanca: tampoco sabía que durante esa gira hizo (para desesperación de su manager) otra gira paralela en manicomios de Inglaterra, Estados Unidos, y Montreal. Sesiones impresionantes, según Ron Cornelius, su director musical, que habla de un LC mesmérico, cantando y hablando durante horas con los internos. ¿No hay nada grabado o filmado de todo ese material?
4) Ignoraba también que New Skin for the Old Ceremony (1974), para mí el equivalente del Segundo Advenimiento, fue un clamoroso fracaso comercial en Estados Unidos. Como la mayoría de sus discos hasta The Future (1992), por otro lado.
5) Para no hablar de su "disco perdido": Songs for Rebecca, grabado entre 1974 y 1975. En este caso, la culpa se la pueden repartir LC y Marty Machat, su representante de entonces.
Por esas fechas, LC y John Lissauer, productor y arreglista de New Skin, decidieron hacer un nuevo álbum. Lissauer se encargó esta vez de componer algunos de los temas. Temas memorables: algunos de ellos (I Came So Far For Beauty, The Traitor, The Smokey Life) irían a parar a Recent Songs; los otros, a Death of a Ladie's Man. En primeras versiones, por supuesto. Grabaron las maquetas, se estrecharon las manos, se sintieron felicísimos. Y entonces, cuenta Lissauer, “Leonard desapareció. Ni él ni Marty contestaron a mis llamadas. El disco se desvaneció, sin palabra de nadie”. También desaparecieron los masters. Al parecer, Marty Machat se llevó las cintas. Lissauer tardó años en averiguar lo que había sucedido.
Que venía a ser lo siguiente: MM era también el representante de Phil Spector. Cobraron ambos un anticipo enorme de la Warner (dos millones de dólares), pero Spector no grabó nada. Los de la Warner le dijeron a MM: “O Spector se presenta con un álbum o recuperamos nuestro dinero”. Según Lissauer, MM dijo: “A la mierda con Songs for Rebecca: pondré a Phil y Leonard a trabajar juntos”.
Y así es como nació Death of a Ladie’s Man (1977). Gigantesco disco, por otra parte, del que también LC salió vivo de milagro: Spector tenía una afición desmedida a las declaraciones de amor fraternal a punta de pistola. Tan desmedida que en 2009 fue acusado de la muerte de la actriz Lana Clarkson y condenado a cadena perpetua. Para más amplia información sobre la tormentosa grabación del álbum, véase el capítulo 15 ("Leonard, te quiero").
6) Pasan diez años. En 1984, LC vuelve a llamar a Lissauer como si nada hubiera pasado, se reconcilian y graban Various Positions. Y aquí viene otra cosa que yo ignoraba y de las que más me han pasmado: la CBS dice que no. Repito, por si no ha quedado claro: Que no. Que se lo confite. Que no lo quiere ni para hacer peinetas. La respuesta de Walter Yentnikoff, el jefe del departamento de música de CBS, merece ser citada textualmente: “Leonard, sabemos que es usted grande, pero no sabemos si es bueno”. Señalemos, para quien no haya escuchado Various Positions, que en el álbum había canciones tan enormes como Hallelujah, If It Be Your Will (su canción favorita) o Dance Me To the End of Love. Y se lo rechazan. Yentnikoff le dice luego que el mercado de LC era tan pequeño “que no justificaba la maquinaria de distribución que habría que emplear”, así que el disco se puso a la venta en todo el mundo menos en Estados Unidos. Se publicó finalmente en enero del 86, en un pequeño sello llamado Passport.
7) Y entonces tuvo lugar uno de esos golpes de suerte (o de justicia divina, como prefieran) que han menudeado en la carrera de LC. Jennifer Warnes, corista de su banda (y segunda voz en diversos cortes de Various Positions), se emperró en sacar un álbum de canciones de LC. Capital simbólico: el éxito de sus dúos con Joe Cocker (Up Where We Belong) y Bill Medley (The Time of My Life). Clive Davis, su jefe en Arista Records, le dijo lo mismo que Yentnikoff a LC: que ni de verano.
Pero Jennifer Warnes y su marido, Roscoe Beck, músico en la banda de LC durante la gira del 79, se liaron la manta a la cabeza y grabaron el álbum con Cypress Records, un sello independiente (en España lo distribuyó RCA) y un elenco de lujo: más de cuarenta músicos, entre ellos David Lindley, Sharon Robinson, Stevie Ray Vaughan, Bobby King y Van Dyke Parks. Famous Blue Raincoat: The Songs of Leonard Cohen salió en 1987 y, en una enésima prueba del gran olfato de las jerarquías del mundo discográfico, vendió tres cuartos de millón de copias solo en Estados Unidos. Ahí es donde realmente arranca el renacimiento de LC y su popularidad en Norteamérica.
(Y un recordatorio para mr. Yentnikoff: desde su aparición, Hallelujah ha sido versioneada por más de trescientos intérpretes).
8) Una gran idea. Por esas mismas fechas, Iggy Pop está en su casa y le llama LC. “Hola, Iggy. Tengo aquí el anuncio de contactos de una chica que pide un amante que combine la dura energía de Iggy Pop con el elegante ingenio de LC. ¿Qué te parece si formamos un equipo?”. Dicho y hecho, se retratan juntos en la cocina de LC y envían la polaroid a la chica. Según ambos, no pasó nada. Que levante la mano quien lo crea.
9) Un milagro (o casi). En 1993, el hijo de LC, Adam, sufre un accidente de coche y entra en coma. Los médicos dicen que podría ser irreversible. LC viaja a Toronto y pasa cuatro meses a su lado, en el hospital, velándole.
2) Cumbre negra de su época más colocada: el concierto de Hamburgo. Primera gira europea. 4 de mayo de 1970, día de la matanza de la universidad de Kent, Estados Unidos. Neil Young dedicó al hecho la canción Ohio (“Tin soldiers and Nixon coming/four dead in Ohio”), que cantaron los CSN & Y, instantáneamente prohibida en todas las emisoras americanas. LC, furioso y puesto hasta las cejas, ideó otra forma de respuesta: salir al escenario entrechocando los talones y haciendo el saludo nazi. Recordemos: en Hamburgo, Alemania. Acto seguido, y para acabarlo de arreglar, se puso a bailar sobre una pierna, al estilo judío, cantando una canción en yiddish. Los de seguridad atraparon a un tipo que blandía una pistola cuando estaba a punto de llegar al escenario, pero el resto de la audiencia parecía dispuesta a acciones semejantes, a juzgar por la mezcla de gritos e insultos.
LC salió vivo de milagro, y varios músicos de la banda le amenazaron con abandonarle si persistía en sus improvisados actos de agit-prop.
3) Cumbre blanca: tampoco sabía que durante esa gira hizo (para desesperación de su manager) otra gira paralela en manicomios de Inglaterra, Estados Unidos, y Montreal. Sesiones impresionantes, según Ron Cornelius, su director musical, que habla de un LC mesmérico, cantando y hablando durante horas con los internos. ¿No hay nada grabado o filmado de todo ese material?
4) Ignoraba también que New Skin for the Old Ceremony (1974), para mí el equivalente del Segundo Advenimiento, fue un clamoroso fracaso comercial en Estados Unidos. Como la mayoría de sus discos hasta The Future (1992), por otro lado.
5) Para no hablar de su "disco perdido": Songs for Rebecca, grabado entre 1974 y 1975. En este caso, la culpa se la pueden repartir LC y Marty Machat, su representante de entonces.
Por esas fechas, LC y John Lissauer, productor y arreglista de New Skin, decidieron hacer un nuevo álbum. Lissauer se encargó esta vez de componer algunos de los temas. Temas memorables: algunos de ellos (I Came So Far For Beauty, The Traitor, The Smokey Life) irían a parar a Recent Songs; los otros, a Death of a Ladie's Man. En primeras versiones, por supuesto. Grabaron las maquetas, se estrecharon las manos, se sintieron felicísimos. Y entonces, cuenta Lissauer, “Leonard desapareció. Ni él ni Marty contestaron a mis llamadas. El disco se desvaneció, sin palabra de nadie”. También desaparecieron los masters. Al parecer, Marty Machat se llevó las cintas. Lissauer tardó años en averiguar lo que había sucedido.
Que venía a ser lo siguiente: MM era también el representante de Phil Spector. Cobraron ambos un anticipo enorme de la Warner (dos millones de dólares), pero Spector no grabó nada. Los de la Warner le dijeron a MM: “O Spector se presenta con un álbum o recuperamos nuestro dinero”. Según Lissauer, MM dijo: “A la mierda con Songs for Rebecca: pondré a Phil y Leonard a trabajar juntos”.
Y así es como nació Death of a Ladie’s Man (1977). Gigantesco disco, por otra parte, del que también LC salió vivo de milagro: Spector tenía una afición desmedida a las declaraciones de amor fraternal a punta de pistola. Tan desmedida que en 2009 fue acusado de la muerte de la actriz Lana Clarkson y condenado a cadena perpetua. Para más amplia información sobre la tormentosa grabación del álbum, véase el capítulo 15 ("Leonard, te quiero").
6) Pasan diez años. En 1984, LC vuelve a llamar a Lissauer como si nada hubiera pasado, se reconcilian y graban Various Positions. Y aquí viene otra cosa que yo ignoraba y de las que más me han pasmado: la CBS dice que no. Repito, por si no ha quedado claro: Que no. Que se lo confite. Que no lo quiere ni para hacer peinetas. La respuesta de Walter Yentnikoff, el jefe del departamento de música de CBS, merece ser citada textualmente: “Leonard, sabemos que es usted grande, pero no sabemos si es bueno”. Señalemos, para quien no haya escuchado Various Positions, que en el álbum había canciones tan enormes como Hallelujah, If It Be Your Will (su canción favorita) o Dance Me To the End of Love. Y se lo rechazan. Yentnikoff le dice luego que el mercado de LC era tan pequeño “que no justificaba la maquinaria de distribución que habría que emplear”, así que el disco se puso a la venta en todo el mundo menos en Estados Unidos. Se publicó finalmente en enero del 86, en un pequeño sello llamado Passport.
7) Y entonces tuvo lugar uno de esos golpes de suerte (o de justicia divina, como prefieran) que han menudeado en la carrera de LC. Jennifer Warnes, corista de su banda (y segunda voz en diversos cortes de Various Positions), se emperró en sacar un álbum de canciones de LC. Capital simbólico: el éxito de sus dúos con Joe Cocker (Up Where We Belong) y Bill Medley (The Time of My Life). Clive Davis, su jefe en Arista Records, le dijo lo mismo que Yentnikoff a LC: que ni de verano.
Pero Jennifer Warnes y su marido, Roscoe Beck, músico en la banda de LC durante la gira del 79, se liaron la manta a la cabeza y grabaron el álbum con Cypress Records, un sello independiente (en España lo distribuyó RCA) y un elenco de lujo: más de cuarenta músicos, entre ellos David Lindley, Sharon Robinson, Stevie Ray Vaughan, Bobby King y Van Dyke Parks. Famous Blue Raincoat: The Songs of Leonard Cohen salió en 1987 y, en una enésima prueba del gran olfato de las jerarquías del mundo discográfico, vendió tres cuartos de millón de copias solo en Estados Unidos. Ahí es donde realmente arranca el renacimiento de LC y su popularidad en Norteamérica.
(Y un recordatorio para mr. Yentnikoff: desde su aparición, Hallelujah ha sido versioneada por más de trescientos intérpretes).
8) Una gran idea. Por esas mismas fechas, Iggy Pop está en su casa y le llama LC. “Hola, Iggy. Tengo aquí el anuncio de contactos de una chica que pide un amante que combine la dura energía de Iggy Pop con el elegante ingenio de LC. ¿Qué te parece si formamos un equipo?”. Dicho y hecho, se retratan juntos en la cocina de LC y envían la polaroid a la chica. Según ambos, no pasó nada. Que levante la mano quien lo crea.
9) Un milagro (o casi). En 1993, el hijo de LC, Adam, sufre un accidente de coche y entra en coma. Los médicos dicen que podría ser irreversible. LC viaja a Toronto y pasa cuatro meses a su lado, en el hospital, velándole.
No hacía otra
cosa: se sentaba a su lado y leía la biblia para él, día tras día. Una
noche, cuando se dispone a salir, escucha de repente, a su espalda, la
voz de Adam: “Papá ¿me puedes leer un poco más?”.
10) Un gran retorno (y una gran frase). O de cómo Jehovah escribe recto con renglones torcidos.
Esta es una historia sobradamente conocida (con algunos elementos nuevos), de modo que la resumiré. Tras la tormentosa gira de The Future y su separación de Rebecca de Mornay, LC decide abandonar el mundo de la música y se retira durante cuatro años al monasterio budista de Mount Baldy, en California. En 1996 es ordenado monje con el nombre de Jikan. En enero del 99 sufre una violenta crisis de ansiedad con ataques de pánico.
10) Un gran retorno (y una gran frase). O de cómo Jehovah escribe recto con renglones torcidos.
Esta es una historia sobradamente conocida (con algunos elementos nuevos), de modo que la resumiré. Tras la tormentosa gira de The Future y su separación de Rebecca de Mornay, LC decide abandonar el mundo de la música y se retira durante cuatro años al monasterio budista de Mount Baldy, en California. En 1996 es ordenado monje con el nombre de Jikan. En enero del 99 sufre una violenta crisis de ansiedad con ataques de pánico.
Deja el monasterio y viaja a la India en busca de un nuevo
maestro. Se llama Ramesh S. Balsekar y tiene 81 años.
Fue presidente de
un importante banco de la India, hasta que en 1970 lo dejó todo y se
hizo maestro de la escuela advaita de filosofía hindú. LC se instala en
Bombay y se convierte en su discípulo. Su primera estancia dura un año,
tras el que vuelve a Estados Unidos.
Luego, cinco meses más, en 1999. A
su retorno constata que ha desaparecido la depresión que le acompañó
desde su adolescencia.
Rebrota la pasión por componer, cantar y grabar, y
se suceden – cosa insólita en él – dos discos: Ten New Songs (2001) y Dear Heather (2004).
Y en estas, tiene lugar un repentino twist of fate, que diría Dylan.
En octubre del 2004 descubre que Kelly Lynch, su representante (y ex-amante) le ha tangado a lo grande: es lo que tiene otorgar plenos poderes notariales sobre tus fondos. Miss Lynch no solo había vendido a Sony los derechos de 127 canciones de LC, sino que desde 1996 se había embolsado la bonita suma de doce millones de dólares. Así, poco a poco, como quien no quiere la cosa.
Ese es, no hace falta subrayarlo, el renglón torcido.
El renglón derecho es que la tangancia obliga a LC, a sus 75 años, a volver a esa carretera que se había jurado no pisar de nuevo.
Y entonces pasa que la gira (que de hecho serán tres, una por año) le permite constatar que le adoran en todas partes. Adorar es poco: le veneran. O sea que va a recuperar el dinero perdido y el afecto de varias generaciones, las “de antes” y las nuevas. Y la calma que parecía a punto de esfumarse. No hay más que verle en escena: esa sonrisa que brota de sus ojos e ilumina toda la cara, esa mano que lleva el sombrero al corazón en señal de gratitud. Un hombre feliz, al fin reconciliado consigo mismo.
¿Y la gran frase? Casi se me olvidaba.
En uno de sus conciertos, dos muchachas suben al escenario para ofrecerle unas flores. LC las contempla y dice: “Ah, quién tuviera dos años menos”.
Y en estas, tiene lugar un repentino twist of fate, que diría Dylan.
En octubre del 2004 descubre que Kelly Lynch, su representante (y ex-amante) le ha tangado a lo grande: es lo que tiene otorgar plenos poderes notariales sobre tus fondos. Miss Lynch no solo había vendido a Sony los derechos de 127 canciones de LC, sino que desde 1996 se había embolsado la bonita suma de doce millones de dólares. Así, poco a poco, como quien no quiere la cosa.
Ese es, no hace falta subrayarlo, el renglón torcido.
El renglón derecho es que la tangancia obliga a LC, a sus 75 años, a volver a esa carretera que se había jurado no pisar de nuevo.
Y entonces pasa que la gira (que de hecho serán tres, una por año) le permite constatar que le adoran en todas partes. Adorar es poco: le veneran. O sea que va a recuperar el dinero perdido y el afecto de varias generaciones, las “de antes” y las nuevas. Y la calma que parecía a punto de esfumarse. No hay más que verle en escena: esa sonrisa que brota de sus ojos e ilumina toda la cara, esa mano que lleva el sombrero al corazón en señal de gratitud. Un hombre feliz, al fin reconciliado consigo mismo.
¿Y la gran frase? Casi se me olvidaba.
En uno de sus conciertos, dos muchachas suben al escenario para ofrecerle unas flores. LC las contempla y dice: “Ah, quién tuviera dos años menos”.
19 nov 2012
Conejillas de Indias
Seguro que le suena: “Mamá, tú cuando tenías mi edad, ¿no tenías
picores?… Ya sabes… ahí”.
La frase, pronunciada por una adolescente que charla con su madre tumbada en la cama de su cuarto así, en confianza, de mujer a mujer, es un clásico de la publicidad en televisión.
Concretamente, el eslogan del anuncio de Dermovagisil, un ungüento para el prurito genital, que, aunque no esté hoy en antena, se repone periódicamente y se emite a discreción durante una temporada para luego desaparecer y volver meses o años después, invariable, a provocar la perplejidad, la vergüenza ajena o, directamente, la carcajada de parte de la audiencia que, por mucho que lo vea, nunca acaba de dar crédito a lo que escucha.
“Antes lo evitaba; ahora, lo busco”, suelta, mirando picarona a cámara se supone que refiriéndose a su pareja, otra mujer que canta las alabanzas de Vaginesil, otra pomada lubricante que promete mejorar las relaciones sexuales de las interesadas, en su correspondiente spot.
“¿Tú qué tomas para el estreñimiento?”, le espeta una chica a su amiga en el metro antes de que vengan dos especies de geos y la evacuen del suburbano para obligarla a soltar lastre, en el comercial de un enema llamado Micralax.
“Lo normal no es sentirse hinchada, sino sentirse bien”, pontifica Carmen Machi a un grupo de supuestas íntimas, en el del yogur Activia.
La lista es larga. Y jugosa.
Los anuncios de productos farmacéuticos o alimentarios relacionados con las molestias e incidencias de salud de, digamos, cintura para abajo, pueden ser buenos, regulares o pésimos. Pretenciosos o chabacanos. Sonrojantes o divertidos
. Pero tienen algo en común. Prácticamente el 100% están protagonizados por mujeres.
Jóvenes, de mediana edad, ancianas venerables.
Casi siempre son ellas las protagonistas activas o pasivas de estos microrrelatos de 20 segundos en los que, indefectiblemente, les pican sus partes, están a reventar de gases, quieren y no pueden defecar a sus horas, se les escapa la gotita del pis, les pesan las piernas comiditas de varices, luchan contra los penosos efectos colaterales de su menstruación, no lubrican como es debido sus genitales para disfrutar de relaciones sexuales satisfactorias y, para colmo de males, sufren en silencio sus hemorroides, otra perla entre la nutrida colección de frases legendarias del gremio.
Incluso cuando es él, inequívocamente, el que necesita ayuda para su disfunción eréctil, es ella la que la pide, o le anima a pedirla, aislados ambos en lo alto de un árbol y asumiendo solidariamente las consecuencias, como sucede en el muy gráfico caso del spot de Lilly. Sin embargo, más allá del hecho cierto, cabría preguntarse qué razones subyacen en esa prevalencia absoluta.
Por qué son siempre las mujeres las que ejercen de conejillas de Indias de este nicho de mercado de la industria alimentaria, farmacéutica y publicitaria. ¿Acaso son los hombres seres asexuados, puros y limpios de polvo y paja de cintura para abajo?
“Sí, es cierto que recurrimos más a la mujer”, admite Lourdes de Pablo, presidenta de Ogilvy Common Health, la mayor agencia especializada en campañas de productos relacionados con la salud. “Pero por una razón muy simple: aparte de que, estadísticamente, ellas están más afectadas por determinadas afecciones como las pérdidas de orina o el estreñimiento, nuestro objetivo es llegar al público consumidor, y al prescriptor.
Y, aquí y ahora, es la mujer la que compra estos artículos, la que aconseja a los demás su uso, y la que cuida mayoritariamente de sí misma y de la familia. ¿Sexismo? No lo veo de esa manera. Tenemos asumido ese rol. Sencillamente, es así”, sostiene la responsable última de campañas como la de Dormidina, unos comprimidos para favorecer el sueño que, por supuesto, también protagoniza una mujer
. Moderna, trabajadora, elegante, pero mujer. E insomne.
Emilia Bailón, médica del centro de salud Albaicín de Granada, y coordinadora del Grupo de Atención a la Mujer de la Sociedad de Medicina de Familia, discrepa y no discrepa.
Por una parte, corrobora que son las mujeres las que más solicitan —y compran— ayuda para aliviar ese tipo de molestias. “Un hombre no viene a consulta por estreñimiento si no está que explota”, ilustra. Y, por otra, opina que esos anuncios “constituyen un uso abusivo y una manipulación de la imagen de la mujer. Evidentemente, menstruamos, pasamos la menopausia y tenemos ciclos biológicos distintos a los de ellos. Pero, a partir de cierta edad, la prevalencia de muchas de esas afecciones es similar.
Por no hablar de asuntos específicamente masculinos.
Ellos también retienen gases, van estreñidos, se les escapa el pis, tienen hemorroides y les pica lo suyo.
Lo que ocurre es que todo lo relacionado con los bajos resulta vergonzante, incómodo, no está bonito hablar de eso. Entonces, que lo anuncien las mujeres, que lo llevan en el género”.
En realidad, uno de los primeros en pregonar, aunque fuera elípticamente, sus problemas de tránsito intestinal y lo bien que le iba cierto yogur con bífidos fue un galán, José Coronado, a finales de los ochenta. La campaña de Bio —“te renueva por dentro”— fue una apuesta de alto riesgo para Danone —“había que decirle a la gente que el yogur tenía bichitos vivos, y eso, entonces era anatema”, recuerda un histórico de la casa—, pero el recurso al entonces símbolo sexual que era Coronado resultó tal bombazo de notoriedad, y ventas, que la estrategia de fichar a celebridades como vendedores de la marca continua.
Solo que ahora —salvo excepciones como Manolo Escobar y Vicente del Bosque, imagen ambos de Danacol, un lácteo anticolesterol—, la escuadra de prescriptores Danone es abrumadoramente femenina. A Carmen Machi, con Activia, se han ido añadiendo Verónica Forqué (“con la menopausia siento el cuerpo un poco loco”), la veterana Lola Herrera (“¿han desayunado tus defensas?”) y, el último fichaje, la comunicadora estrella Ana Rosa Quintana (“mujeres fuertes, huesos fuertes”), flamante imagen de Densia, un yogur que promete prevenir la osteoporosis tradicionalmente asociada a la menopausia.
“Para nada. Al revés, me gusta esa idea de mujeres fuertes, y de darle visibilidad a las mujeres de esta edad, y de todas” responde Quintana, de 56 años, madre de dos niños pequeños, a la pregunta de si dudó en aceptar la oferta por el supuesto riesgo de asociar su imagen con un estadio vital, como la menopausia, considerado casi un tabú social por muchos, y muchas, hasta no hace tanto.
“En eso soy una militante. Siempre animo a mi audiencia a que la vida no se acaba ahí, porque además creo que las mujeres, hoy, envejecemos mejor que ellos en todos los sentidos.
Y ni es sexismo esto que digo, porque es una evidencia, ni es sexismo constatar que las que compramos este y otros productos somos nosotras”.
“El objetivo de una marca es conseguir que el consumidor se identifique con ella, le tenga cariño y aspire a formar parte de su aura. En ese sentido, los personajes con tirón popular son imbatibles”, arguye Carlos Bosch, director de Medios de Danone. “Si aciertas con la celebrity y el producto funciona, porque la gente no es tonta, la apuesta es perfecta.
Las mujeres, además, son más abiertas a la hora de hablar de ciertas cosas y probar ciertos productos.
No es sexismo.
El 90% de las decisiones de compra en el supermercado las toma la mujer, por eso nos dirigimos a ellas a través de otras”, concluye el responsable de las campañas de esta firma, la segunda que más se anuncia en televisión.
Teniendo en cuenta los millones de espectadoras del Programa de Ana Rosa, y los miles de lectoras de AR, su revista homónima, que acaba de cumplir 11 años en el mercado, ese efecto multiplicador parece asegurado.
Que la venta de este tipo de productos alimentarios y farmacéuticos y, por tanto, su publicidad, mueve mucho dinero es un hecho.
Las llamadas especialidades farmacéuticas publicitarias (EFP) —medicamentos que no necesitan receta— son, a las farmacias y parafarmacias, como los productos de gran consumo a los supermercados. Género de salida diaria.
Con sustanciosos márgenes de beneficio en toda la cadena.
Y más ahora que el Gobierno ha excluido alguno de los correspondientes genéricos —como los laxantes— de la lista de productos subvencionados por Sanidad. Son, admite Lourdes de Pablo, de Ogilvy, cuentas muy golosas para una agencia. “En absoluto es un marrón para un creativo abordar una campaña de este tipo”, niega la mayor De Pablo. “Al revés, es un reto.
Lo que sucede es que es una publicidad muy regulada por Sanidad, que, a la mínima, no te da el preceptivo Código Publicitario Sanitario”. Ese hecho, y no otras consideraciones escatológicas, o sexistas, podría estar detrás, sostiene, de la, digamos, escasa elegancia de algunos anuncios.
Para Belén Cambronero, experta en comunicación y salud de la Universidad de Alicante que firma, entre otros, un estudio de la Sociedad Española de Salud Pública que concluye que la imagen de los roles de la mujer en la publicidad de medicamentos se mantienen invariable en los últimos 30 años, el sesgo sexista es incuestionable.
“Es cierto que el Código de Buenas Practicas para la Promoción del Medicamento es exigente.
Pero no dice una palabra sobre la sobreutilización de la imagen de la mujer, considerada exclusivamente como nicho de consumo y prescripción, independientemente de la prevalencia que tenga la afección entre ellas”.
La directora de la Cátedra de Género de la Universidad Rey Juan Carlos, Laura Nuño, entona, sin dejar de constatar el hecho, un cierto nostra culpa al respecto. “Estamos tan acostumbradas a ser ofendidas que ni nos lo tomamos mal. Hasta a nosotras nos chocaría ver un anuncio de dos tíos hablando de su estreñimiento, o de su próstata. Nos ocupamos de nuestras pérdidas, y de las suyas. De nuestra sequedad vaginal, y de su impotencia. Este es un sexismo de baja intensidad. Ya no es la rubia despampanante desnuda sobre un cochazo, pero cala, es una lluvia fina, que socializa y eterniza estereotipos”.
Cuenta una histórica socióloga y feminista española, hoy en la sesentena y casada desde hace décadas con su novio de toda la vida, que, de jovencita, la única forma de conseguir preservativos —prohibidos por el franquismo— en Madrid era acudir a determinados establecimientos que los vendían bajo cuerda sin más publicidad que el boca a boca: “A mí me daba corte, pero a él todavía más, así que me tenías que ver, toda moderna y feminista, yendo muerta de la vergüenza a Gomas La Discreta de la calle Jardines, a comprar condones para mi chico”.
La frase, pronunciada por una adolescente que charla con su madre tumbada en la cama de su cuarto así, en confianza, de mujer a mujer, es un clásico de la publicidad en televisión.
Concretamente, el eslogan del anuncio de Dermovagisil, un ungüento para el prurito genital, que, aunque no esté hoy en antena, se repone periódicamente y se emite a discreción durante una temporada para luego desaparecer y volver meses o años después, invariable, a provocar la perplejidad, la vergüenza ajena o, directamente, la carcajada de parte de la audiencia que, por mucho que lo vea, nunca acaba de dar crédito a lo que escucha.
“Antes lo evitaba; ahora, lo busco”, suelta, mirando picarona a cámara se supone que refiriéndose a su pareja, otra mujer que canta las alabanzas de Vaginesil, otra pomada lubricante que promete mejorar las relaciones sexuales de las interesadas, en su correspondiente spot.
“¿Tú qué tomas para el estreñimiento?”, le espeta una chica a su amiga en el metro antes de que vengan dos especies de geos y la evacuen del suburbano para obligarla a soltar lastre, en el comercial de un enema llamado Micralax.
“Lo normal no es sentirse hinchada, sino sentirse bien”, pontifica Carmen Machi a un grupo de supuestas íntimas, en el del yogur Activia.
La lista es larga. Y jugosa.
Los anuncios de productos farmacéuticos o alimentarios relacionados con las molestias e incidencias de salud de, digamos, cintura para abajo, pueden ser buenos, regulares o pésimos. Pretenciosos o chabacanos. Sonrojantes o divertidos
. Pero tienen algo en común. Prácticamente el 100% están protagonizados por mujeres.
Jóvenes, de mediana edad, ancianas venerables.
Casi siempre son ellas las protagonistas activas o pasivas de estos microrrelatos de 20 segundos en los que, indefectiblemente, les pican sus partes, están a reventar de gases, quieren y no pueden defecar a sus horas, se les escapa la gotita del pis, les pesan las piernas comiditas de varices, luchan contra los penosos efectos colaterales de su menstruación, no lubrican como es debido sus genitales para disfrutar de relaciones sexuales satisfactorias y, para colmo de males, sufren en silencio sus hemorroides, otra perla entre la nutrida colección de frases legendarias del gremio.
Incluso cuando es él, inequívocamente, el que necesita ayuda para su disfunción eréctil, es ella la que la pide, o le anima a pedirla, aislados ambos en lo alto de un árbol y asumiendo solidariamente las consecuencias, como sucede en el muy gráfico caso del spot de Lilly. Sin embargo, más allá del hecho cierto, cabría preguntarse qué razones subyacen en esa prevalencia absoluta.
Por qué son siempre las mujeres las que ejercen de conejillas de Indias de este nicho de mercado de la industria alimentaria, farmacéutica y publicitaria. ¿Acaso son los hombres seres asexuados, puros y limpios de polvo y paja de cintura para abajo?
“Sí, es cierto que recurrimos más a la mujer”, admite Lourdes de Pablo, presidenta de Ogilvy Common Health, la mayor agencia especializada en campañas de productos relacionados con la salud. “Pero por una razón muy simple: aparte de que, estadísticamente, ellas están más afectadas por determinadas afecciones como las pérdidas de orina o el estreñimiento, nuestro objetivo es llegar al público consumidor, y al prescriptor.
Y, aquí y ahora, es la mujer la que compra estos artículos, la que aconseja a los demás su uso, y la que cuida mayoritariamente de sí misma y de la familia. ¿Sexismo? No lo veo de esa manera. Tenemos asumido ese rol. Sencillamente, es así”, sostiene la responsable última de campañas como la de Dormidina, unos comprimidos para favorecer el sueño que, por supuesto, también protagoniza una mujer
. Moderna, trabajadora, elegante, pero mujer. E insomne.
Emilia Bailón, médica del centro de salud Albaicín de Granada, y coordinadora del Grupo de Atención a la Mujer de la Sociedad de Medicina de Familia, discrepa y no discrepa.
Por una parte, corrobora que son las mujeres las que más solicitan —y compran— ayuda para aliviar ese tipo de molestias. “Un hombre no viene a consulta por estreñimiento si no está que explota”, ilustra. Y, por otra, opina que esos anuncios “constituyen un uso abusivo y una manipulación de la imagen de la mujer. Evidentemente, menstruamos, pasamos la menopausia y tenemos ciclos biológicos distintos a los de ellos. Pero, a partir de cierta edad, la prevalencia de muchas de esas afecciones es similar.
Por no hablar de asuntos específicamente masculinos.
Ellos también retienen gases, van estreñidos, se les escapa el pis, tienen hemorroides y les pica lo suyo.
Lo que ocurre es que todo lo relacionado con los bajos resulta vergonzante, incómodo, no está bonito hablar de eso. Entonces, que lo anuncien las mujeres, que lo llevan en el género”.
En realidad, uno de los primeros en pregonar, aunque fuera elípticamente, sus problemas de tránsito intestinal y lo bien que le iba cierto yogur con bífidos fue un galán, José Coronado, a finales de los ochenta. La campaña de Bio —“te renueva por dentro”— fue una apuesta de alto riesgo para Danone —“había que decirle a la gente que el yogur tenía bichitos vivos, y eso, entonces era anatema”, recuerda un histórico de la casa—, pero el recurso al entonces símbolo sexual que era Coronado resultó tal bombazo de notoriedad, y ventas, que la estrategia de fichar a celebridades como vendedores de la marca continua.
Solo que ahora —salvo excepciones como Manolo Escobar y Vicente del Bosque, imagen ambos de Danacol, un lácteo anticolesterol—, la escuadra de prescriptores Danone es abrumadoramente femenina. A Carmen Machi, con Activia, se han ido añadiendo Verónica Forqué (“con la menopausia siento el cuerpo un poco loco”), la veterana Lola Herrera (“¿han desayunado tus defensas?”) y, el último fichaje, la comunicadora estrella Ana Rosa Quintana (“mujeres fuertes, huesos fuertes”), flamante imagen de Densia, un yogur que promete prevenir la osteoporosis tradicionalmente asociada a la menopausia.
“Para nada. Al revés, me gusta esa idea de mujeres fuertes, y de darle visibilidad a las mujeres de esta edad, y de todas” responde Quintana, de 56 años, madre de dos niños pequeños, a la pregunta de si dudó en aceptar la oferta por el supuesto riesgo de asociar su imagen con un estadio vital, como la menopausia, considerado casi un tabú social por muchos, y muchas, hasta no hace tanto.
“En eso soy una militante. Siempre animo a mi audiencia a que la vida no se acaba ahí, porque además creo que las mujeres, hoy, envejecemos mejor que ellos en todos los sentidos.
Y ni es sexismo esto que digo, porque es una evidencia, ni es sexismo constatar que las que compramos este y otros productos somos nosotras”.
“El objetivo de una marca es conseguir que el consumidor se identifique con ella, le tenga cariño y aspire a formar parte de su aura. En ese sentido, los personajes con tirón popular son imbatibles”, arguye Carlos Bosch, director de Medios de Danone. “Si aciertas con la celebrity y el producto funciona, porque la gente no es tonta, la apuesta es perfecta.
Las mujeres, además, son más abiertas a la hora de hablar de ciertas cosas y probar ciertos productos.
No es sexismo.
El 90% de las decisiones de compra en el supermercado las toma la mujer, por eso nos dirigimos a ellas a través de otras”, concluye el responsable de las campañas de esta firma, la segunda que más se anuncia en televisión.
Teniendo en cuenta los millones de espectadoras del Programa de Ana Rosa, y los miles de lectoras de AR, su revista homónima, que acaba de cumplir 11 años en el mercado, ese efecto multiplicador parece asegurado.
Que la venta de este tipo de productos alimentarios y farmacéuticos y, por tanto, su publicidad, mueve mucho dinero es un hecho.
Las llamadas especialidades farmacéuticas publicitarias (EFP) —medicamentos que no necesitan receta— son, a las farmacias y parafarmacias, como los productos de gran consumo a los supermercados. Género de salida diaria.
Con sustanciosos márgenes de beneficio en toda la cadena.
Y más ahora que el Gobierno ha excluido alguno de los correspondientes genéricos —como los laxantes— de la lista de productos subvencionados por Sanidad. Son, admite Lourdes de Pablo, de Ogilvy, cuentas muy golosas para una agencia. “En absoluto es un marrón para un creativo abordar una campaña de este tipo”, niega la mayor De Pablo. “Al revés, es un reto.
Lo que sucede es que es una publicidad muy regulada por Sanidad, que, a la mínima, no te da el preceptivo Código Publicitario Sanitario”. Ese hecho, y no otras consideraciones escatológicas, o sexistas, podría estar detrás, sostiene, de la, digamos, escasa elegancia de algunos anuncios.
Para Belén Cambronero, experta en comunicación y salud de la Universidad de Alicante que firma, entre otros, un estudio de la Sociedad Española de Salud Pública que concluye que la imagen de los roles de la mujer en la publicidad de medicamentos se mantienen invariable en los últimos 30 años, el sesgo sexista es incuestionable.
“Es cierto que el Código de Buenas Practicas para la Promoción del Medicamento es exigente.
Pero no dice una palabra sobre la sobreutilización de la imagen de la mujer, considerada exclusivamente como nicho de consumo y prescripción, independientemente de la prevalencia que tenga la afección entre ellas”.
La directora de la Cátedra de Género de la Universidad Rey Juan Carlos, Laura Nuño, entona, sin dejar de constatar el hecho, un cierto nostra culpa al respecto. “Estamos tan acostumbradas a ser ofendidas que ni nos lo tomamos mal. Hasta a nosotras nos chocaría ver un anuncio de dos tíos hablando de su estreñimiento, o de su próstata. Nos ocupamos de nuestras pérdidas, y de las suyas. De nuestra sequedad vaginal, y de su impotencia. Este es un sexismo de baja intensidad. Ya no es la rubia despampanante desnuda sobre un cochazo, pero cala, es una lluvia fina, que socializa y eterniza estereotipos”.
Cuenta una histórica socióloga y feminista española, hoy en la sesentena y casada desde hace décadas con su novio de toda la vida, que, de jovencita, la única forma de conseguir preservativos —prohibidos por el franquismo— en Madrid era acudir a determinados establecimientos que los vendían bajo cuerda sin más publicidad que el boca a boca: “A mí me daba corte, pero a él todavía más, así que me tenías que ver, toda moderna y feminista, yendo muerta de la vergüenza a Gomas La Discreta de la calle Jardines, a comprar condones para mi chico”.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)