Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

12 nov 2012

Mari Alcaldesa

Hoy no estoy para florituras, así que resuelvo rapidito, que tengo prisa.
 He pasado una semana que no se la deseo a nadie por motivos que me callo, que luego todo se sabe, pero en cuanto facture estas líneas me ingreso dos días en un balneario que tengo visto en un polígono de la M-40 a desenchufarme del mundo, exfoliarme las células muertas, y volver a conectar con mi propio yo, om, que digo yo que debe de andar por algún sitio. ¿Que cómo tengo el rostro de quitarme de en medio con la que está cayendo en este oficio? ¿A mí me lo preguntas? ¿No se piró Ana Botella a un spa de lujo de Portugal en medio de la peor crisis de su carrera y sigue siendo Mari Alcaldesa de la capital del reino con toda su corte de esbirros y maceros? Pues eso.
Había que verla en la rueda de prensa que tuvo que convocar cuando la pillaron con todo el equipo y se le echó todo cristo encima.
 De cutis vendría suave, no voy a poner aquí en duda las bondades de las cabinas lusas, pero el careto de cemento armado no se lo quitaba nadie.
 Que tenía reservada desde hacía siglos una escapada familiar por Todos los Santos y que, en cualquier caso, eso pertenece a su vida privada, le espetó a la prensa, menuda es la doña.
 A la regidora no le estropea un puente ni un luto oficial, ni cuatro niñas muertas, ni Todos los Ídem de la letanía, que para eso es excelentísima señora.
 Si acaso, a unas malas malísimas, acatará lo que dicte su compañera de filas Soraya Sáenz de Santamaría, que ya ha amenazado con borrarlos del mapa para el año que viene. Los puentes, digo.
Isabel Preysler. / JESÚS M. IZQUIERDO (CORDON PRESS)
Para lo que quiere, Botella es una superwoman.
  Mientras muchas palmamos dos horas diarias en llegar de casa al curro en transporte público, va ella y se hace dos veces el trayecto Madrid-Lisboa-Madrid en 48 horas para conciliar trabajo y familia, y eso que no hay puente aéreo
. Con chófer, escolta y coche oficial de puerta a puerta, eso sí; híbrido, para más señas, que queda más enrollado y ecológico de cara al voto indeciso.
 Ella se iba, se estaba un ratito con los suyos en el hotelazo luso; volvía al Ayuntamiento, anunciaba que se acabaron las macrofiestas en la villa y corte, y con las mismas regresaba al spa de Sintra a tiempo para cenar con su maridito.
 Dieta blanda, se supone, que el expresidente Aznar acaba de pasar una gastroenteritis de cágate lorito, el hombre. 
Total, una maratoniana nata, doña Ana.
 Lo malo es que ha debido de verle las orejas a los lobos de Génova, que a raíz del episodio han amagado con no presentarla de candidata en las próximas municipales, y ha tenido la pobre que sacrificar el puente de la Almudena.
 Ahí la tenías ayer, toda compungida, presidiendo la eucaristía en la catedral de la Ídem madrileña con el cardenal Rouco Varela y toda la curia, digo yo que si comulgó se habría confesado antes.
En fin, dirás que hoy estoy intensita y me he ido por los cerros de la política, pero es que el quiosco rosa está que aburre a las ovejas.
 Ni la boda de Julio José Iglesias, ni el advenimiento al mundo de Francisco Rivera III, primogénito que es de Kiko y Jessi, y primer nieto de la Pantoja, me provocan lo más mínimo.
 Lo segundo porque no hay documentos gráficos, ya los dará ¡Hola! exclusiva mediante la semana que viene.
 Y lo primero, porque al final el bodón del milenio se quedó en bodorrio de provincias.
Que si tul ilusión, que si marco incomparable, que si tarta nupcial de tres pisos, en fin, un coma diabético.
 Y hay semanas en que, con tanto ERE, tanto paro y tanto suicidio por deshaucio, las bobadas de Tamara francamente nos la sudan.

La quiebra de la amistad

No hace tanto en toda España ser catalán era disponer de un plus

10 NOV 2012 - 02:12 CET

 
Pla hablaba de la quiebra de la amistad y la liquidación de la confianza. / FRANCESC CATALÀ-ROCA
Escrito en el AVE: vengo de Madrid, donde he estado hablando de mi libro. Novedad: los periodistas y los blogueros me preguntaban sobre el separatismo, y hasta de madrugada en el Cock tuve que explicarles la “cosa” a aquellas dos chicas tan simpáticas, Teresa y Carmen, a las que en realidad el tema no debería interesarles nada, y que estaban algo sulfuradas.
 Nunca me habían preguntado tanto por semejantes chorradas. Pero también hay que saber que en las chorradas se nos va la vida.
 Recuerdo una página en Notas para Silvia donde Pla recuerda el 80º aniversario de Carner, en Bruselas, y cita un soneto que con tal ocasión el poeta les dio a quienes pasaban a felicitarle por su domicilio. Poema tristísimo, sobre el franquismo y la “noche que durará cien años”, que si mi memoria no me falla concluye así: “Pugui jo caure incanviat/ tot fent honor, per via dreturera,/ amb ulls humits i cor enamorat/ a un esquinçall, en altre temps bandera”.
 En fin, ¡siempre estas cochinadas del amor, el honor y la bandera!
Acabo de llegar a casa, busco en la estantería y encuentro el libro y el comentario de Pla: “Este soneto terrible de Josep Carner se debería dar a todo el mundo para que todo el mundo lo meditase.
 Pero quizá hubiera sido mejor que este soneto no se hubiese tenido que escribir nunca, haciendo de forma que las personas que formaban parte de las clases dirigentes en el periodo anterior a este periodo hubiesen tenido un poco más de cuidado con las personas con las que se jugaban los cuartos —por decirlo con la vulgaridad natural del país—”.
Con lo de “el periodo anterior” Pla se refería, claro está, a la II República, y a la insensatez de una clase dirigente catalana demasiado inclinada a la gesticulación y al capricho, hasta provocar por fin la terrible expiación de la Guerra Civil.
 A esta idea se vuelve en Notas para Silvia una y otra vez: ha habido mucha lírica, incluso, si se quiere, buena lírica, porque el poema de Carner no está mal. Pero a este precio, al precio pagado por tanto lirismo, ¡cada rima nos ha salido carísima!
Eso es lo que dice Pla a su manera más o menos despeinada y lateral.
Gracias a Dios nuestros tiempos son menos bárbaros, en todas las exclamaciones fanáticas el exaltado de turno está mirando con el rabillo del ojo a ver el efecto que causa su cantada, y por mucho que el señor Mas reúna a 300 altos cargos y les diga que son “los generales de un ejército que es la Generalitat” (sic), y que el señor Puig galvanice a los mossos para que viertan en la defensa de no sé qué hasta la última gota de sangre, y a pesar de muchas otras actitudes y pronunciamientos al filo de la irracionalidad, de la puerilidad y del disparate, todos sentimos que no es más que business as usual, retórica para distraer al rebaño mientras le sisas los haberes, le endosas un nuevo impuesto y le haces pasar por la ITV de la familia Adams.
Aquí no estamos hablando de guerra, todo lo más de una guerrilla de los botones.
 Pero no nos engañemos. Salvando las distancias históricas, y la lógica de la historia que quiere que los acontecimientos que se produjeron primero como tragedia se repitan ahora como farsa —según la sentencia de Marx en El 18 Brumario de Luis Bonaparte, enmendando la observación de Hegel sobre el repetirse de los acontecimientos históricos—, una vajilla carísima ya se ha roto
. Citaré otra vez a Pla, con perdón: “El mayor drama que la Guerra Civil proyectó sobre este país no ha sido ni la miseria, ni el miedo, ni el cambio de léxico, ni la despersonalización general: fue la quiebra de la amistad, la liquidación de la confianza”.
La quiebra de la amistad ya se ha producido, y no por el cepillado de un Estatut concebido ya precisamente a tal objeto, por más que esa falsedad se repita otras diez mil veces hasta que parezca una verdad goebbelsiana
. Entre esas mentiras, la supuesta animosidad de “Madrit” hacia los catalanes. Por más que la repita Rubert de Ventós, al que en el foro le trataron, cuando era senador, “como a un colonizado”, es falsa de toda falsedad, como sabemos todos los que hemos vivido alguna vez en la capital, aunque no como senadores. No hace tantos años en toda España ser catalán era disponer de un plus —no siempre justificado, por cierto-—de eficacia, de trabajo, de seriedad y de modernidad.
A condición claro, de no ir por ahí diciendo “yo soy catalán y vosotros unos borricos mesetarios”. Siempre había sido así. Siempre.
Pero ahora he constatado que ya no
. Ahora, con esa permanente quejumbrosa ofensa, ese victimismo exigente, esa xenofobia regional, esa lluvia de agravios y ofensas a los andaluces gandules, a los extremeños miserables, a España la ladrona cuando no “genocida cultural”, con esos escupitajos y amenazas y quema de banderas y bramidos futboleros y modositas chulerías de Mas, que aquí ni siquiera percibimos como ofensas, o que si las percibimos nos hacen gracia porque las pronuncia un radiofonista de CiU contra Federico Losantos (“¡habría que colgarle!”), pero que serían piedra de escándalo y motivo de rasgarse las vestiduras si fueran en dirección contraria, se ha producido el resquemor. La gente ya no se fía. El aura se ha perdido.
Se ha quebrado la amistad, y a algún imbécil le parece un asunto insignificante…

La Pedrera: 100 años y 10 secretos


Collage de La Pedrera de Barcelona a partir de varias fotografías. / JOAN SÁNCHEZ
El pasado 31 de octubre, la Casa Milà, conocida como La Pedrera, cumplió 100 años desde que Antoni Gaudí terminó de construirla.
 El edificio, que nació entre críticas y burlas de los barceloneses, se ha convertido un siglo después en uno de los mayores iconos de la ciudad.
 La vivienda encargada por Pere Milà y su mujer, Roser Segimon, para residir en la nueva arteria del paseo de Gràcia celebra su centenario con una serie de actos que arrancaron el viernes con un concierto de la Escolanía de Montserrat y prosiguen mañana con la inauguración de una exposición en la que este edificio se mide con otros de la misma época y de todo el mundo.
 Pese a la fama del edificio, son muchas las historias apenas conocidas
. Estas son 10:
Catalunya Caixa ha invertido en restaurar el edificio 53,5 millones en euros
La Pedrera de Gràcia. Es un icono de Barcelona, pero en realidad está construida en el término de Gràcia, la villa anexionada en 1897, justo en su límite inferior, junto al Camino de Jesús, la ruta romana que, con el tiempo, acabó siendo el paseo de Gràcia.
La Pedrera ilegal. La Casa Milà se encuentra en el solar en que ocupó el chalet con jardín de Josep Antoni Ferrer-Vidal que compraron los Milà en 1905.
 Tras construir la Casa Batlló y la farmacia Gibert y decorar el bar Torino (los dos últimos, desaparecidos), en 1906 se solicita permiso para comenzar a construir. Al año, el Ayuntamiento detuvo las obras porque un pilar ocupaba la acera sin respetar el alineamiento de las fachadas, pero Gaudí no hizo caso. En 1909, el Consistorio reclamó 100.000 pesetas de multa a cambio de no derribar los 4.000 metros cúbicos que, según las ordenanzas, se habían superado.
 El derribo hubiera supuesto acabar con el desván y la terraza. Al final, las autoridades no cumplieron la sanción teniendo en cuenta el carácter monumental del edificio.
La Pedrera durante su construcción, en una imagen poco conocida del edificio.
La Pedrera moderna, no modernista. Gaudí construyó un edificio que contaba con todas las ventajas de la vida moderna, como ascensor, agua caliente, gas y garaje subterráneo, que lo convertían en una de las más confortables de la ciudad. Normalmente se adscribe al modernismo por ser ese el periodo artístico del momento.
 Sin embargo, La Pedrera es un edificio inclasificable, en el que naturaleza y geometría se unen a la libertad creativa y la imaginación desbordada de su autor. En opinión de Joan Bassegoda y Daniel Giralt Miracle, dos de las autoridades sobre Gaudí, es un edificio cercano al naturalismo organicista.
La Pedrera inacabada. Hay quien mantiene que el edificio no se ha terminado e incluso que no tiene pleno sentido. La asociación Amics de Gaudí emprendió una campaña en 2010 para coronar el edificio con una escultura de la Virgen de bronce y cuatro metros de altura. Incluso presentaron el boceto en yeso creado por Etsuro Sotoo a partir de un dibujo conservado. Según la asociación, Gaudí encargó en 1909 al escultor Carles Maní que hiciera la maqueta para colocar el conjunto sobre la puerta de acceso. Por eso en la cornisa escribio: “Ave, gratia plena, Dominus tecum”. La Semana Trágica, o el hecho de que no gustara el proyecto, hizo que no se materializara.
 A los dos años la asociación sigue apostando por realizar la enorme escultura. Fundación Catalunya Caixa, propietaria del edificio, dice que el tema no está sobre la mesa.
La Pedrera criticada e imaginada. La construcción de un edificio suele ir acompañada de críticas. Pocos han recibido tantas como La Pedrera, mote que hace referencia al aspecto rocoso del edificio. Los humoristas gráficos del momento se cebaron. Picarol la imaginó en L’Esquella de la Torratxa como un garaje de dirigibles; Junceda, como una mona de Pascua, e Ismael Smith, como el fruto de un terremoto. Junto a las críticas crecieron las fantasías.
 Hubo quien sostuvo que era solo la base para construir el conjunto de la Virgen y quienes creyeron que los cimientos eran tan profundos como su altura. Y la más extendida: que en su interior las rampas permitían que los automóviles ascendieran hasta las viviendas.
Amics de Gaudí lucha para coronar la Casa Milà con una Virgen de cuatro metros
La Pedrera: dos edificios y tres fachadas. El enorme edificio, en el que parece que está prohibida la línea recta, lo forman dos bloques independientes de seis plantas de altura, más un sótano, un desván y la azotea, unidos solo por su parte inferior y articulados alrededor de dos patios interiores, uno circular y uno oval. La fachada de este macroedificio es la que da unidad a las dos construcciones y uno de los mayores logros de Gaudí.
Pero en realidad son tres fachadas: las de la calle de Provença, la del chaflán y la del paseo de Gràcia (que, por cierto, no tiene puerta de acceso). Las tres, construidas en piedra calcárea, son un mero revestimiento que no soporta ningún tipo de carga. Por eso Gaudí pudo abrir 150 ventanas que dan gran luminosidad a las viviendas.
La Pedrera habitada. La Casa Milà se proyectó como un edificio de viviendas: para los propios Milà, que se reservaron el piso noble, de 1.323 metros cuadrados, y para 15 inquilinos más, y pese a las críticas, tuvieron una gran aceptación desde el principio.
 En la actualidad, siguen viviendo cuatro vecinos en el edificio, que pagan un alquiler de renta antigua a Catalunya Caixa. En la planta baja continúa una de las tiendas que pronto ocuparon el semisótano donde estaba la carbonera. Es la sastrería Mosella, instalada desde 1928, que pronto cerrará, como anuncia en su escaparate.
La Pedrera: todo en una. Los muros de este edificio han vivido muchas historias en su siglo de vida. Durante la Guerra Civil fue ocupado por el PSUC, cuyo secretario, Joan Comorera, se instaló en el piso principal. En 1946, la viuda de Milà vendió el edificio a CIPSA, que construyó 13 apartamentos en el desván. En 1966 el piso noble se transformó en oficinas. También hubo un bingo, una academia, una fonda donde se servían cientos de comidas y ahora un centro cultural.
La Pedrera restaurada. Hasta hace unos años la imagen de la Casa Milà era la de un edificio gris y sucio lleno de musgo y hongos debido a la contaminación
. En 1986 Caixa de Catalunya compró el edificio e inició un completo programa de restauración, que ha comportado invertir 53,5 millones de euros (sumados los cinco de la compra), de todo el edificio, desde la azotea hasta el sótano.
La Pedrera del futuro. En 1984 la Unesco la reconoció como Patrimonio de la Humanidad, junto con otras tres obras de Gaudí; en 1986 la compró la entidad financiera y en la actualidad es sede de un centro cultural. La Fundación Catalunya Caixa, en proceso de transformación hacia una fundación de régimen especial, tiene en el edificio su principal activo.
 De los 35 millones de presupuesto con que contará, 15 provienen de la venta de entradas para visitarlo.
 El futuro no está asegurado, aunque en el nombre de la nueva entidad no podrá faltar el nombre de La Pedrera, mote que ha acabado siendo una marca de referencia en la ciudad.

Los Bancos son dueños de nuestro sufrimiento

El caso de Mohamed Aziz amenaza con tumbar la ley hipotecaria española.

Mohammed Aziz, en su actual casa de Martorell. / CARLES RIBAS
Mohammed Aziz lee con atención el dictamen que ha dejado herida de muerte la ley hipotecaria española. Su abogado le explica con detalle el contenido del texto y le informa de las repercusiones que puede tener para él y para otras miles de personas en su misma situación, en caso de que la sentencia del Tribunal de Justicia de la UE confirme que la norma, de principios del siglo XX, no garantiza la protección a los consumidores.
 “Estoy muy contento porque es una situación que no solo estoy sufriendo yo, sino muchas familias en España”, relata Aziz, un obrero marroquí que vive en Cataluña con su mujer y dos de sus hijas y que está orgulloso de que su caso pueda implicar cambios en las ejecuciones.
A la espera de la sentencia —que podría acabar con las cláusulas abusivas de los bancos en las hipotecas—, la situación del hombre y de su familia sigue siendo dramática
. Los cuatro viven en un piso de protección oficial en un municipio del cinturón metropolitano de Barcelona. Pagan un alquiler de 370 euros al mes
. Pero los ingresos apenas les dan para cubrir el arrendamiento y unos pocos gastos más: en casa solo entran 426 euros que percibe Aziz porque sufre una incapacidad del 33%.
 “Se me ha concedido también la renta mínima, pero han pasado ya dos meses y aún no la he empezado a cobrar”, explica. ¿Cómo subsiste entonces la familia? “Con ayuda de amigos”, explica sin precisar más.
Las cosas nunca habían ido tan mal.
 A diferencia de otros tantos inmigrantes de su país llegados en la ola migratoria que trajo la bonanza, Aziz vivía y trabajaba en España desde mucho antes.
 En 2003, pidió un préstamo para comprar su vivienda.
 Tres años más tarde, la empresa donde trabajaba como soldador le hizo fijo. Y, en 2007 —el último año del boom económico que puso por las nubes el precio de los pisos— decidió volver a hipotecar su casa con otra entidad bancaria.
Caixa Tarragona —ahora integrada en CatalunyaCaixa— le concedió en verano de ese año un préstamo por 138.000 euros.
 Aziz debía devolver esa cantidad, más los intereses, en 33 años. La cuota, al principio, rondaba los 700 euros.
 Esa cantidad suponía, entonces, poco más de la mitad de los ingresos de la familia, ya que el hombre cobraba 1.341 euros al mes.
 El contrato contenía una serie de cláusulas que, ahora, la abogada general del Tribunal de Justicia de la UE, Juliane Kokott, ha considerado abusivas
. Entre otras cosas, el contrato establece que, si Aziz deja de pagar una cantidad, el banco le aplicará unos intereses del 18,75% “desde el día siguiente a aquel en el que se haya tenido que hacer el pago”.
La hipoteca  que firmó contenía presuntamente cláusulas abusivas
Y los impagos llegaron pronto. Aziz apenas pudo abonar las 10 primeras cuotas de la hipoteca.
 En las últimas cuotas impagadas, por cierto, la entidad ya había incluido los intereses de demora del 18,75%. Como tantos otros, perdió su trabajo y la familia se quedó sin su único ingreso.
Al año siguiente, el piso fue subastado.
 El banco se lo quedó por la mitad del precio de tasación: apenas 90.000 euros.
 Y la deuda de más de 40.000 euros seguía vigente
. El 20 de enero de 2011, la comitiva judicial se dirigió al domicilio y expulsó a los Aziz de su casa
. Antes de que eso ocurriera él se había movido para no perder el techo.
 Había contactado con un abogado y éste encontró un camino inexplorado: pidió la nulidad del contrato de préstamo por cláusulas abusivas.
 No lo sabía entonces, pero dio en el clavo.
El titular del juzgado mercantil número 3 de Barcelona, José María Fernández, admitió a trámite la demanda y elevó una pregunta ante el Tribunal de Justicia de la UE.
Suspendió temporalmente el proceso para preguntar a Luxemburgo si el ordenamiento jurídico español “cumple con el marco jurídico de protección a los consumidores frente a cláusulas abusivas” y, en ese caso, “cuál debe ser el grado de intervención del juez por dichas cláusulas”.
“He visto que esta semana se han movido mucho los políticos y los jueces…
Tendrían que haberlo hecho antes, y no esperar a que la gente se suicide”, dice Aziz.
 “Las familias se van a la calle y los pisos están vacíos.
 Los bancos viven de nuestro sufrimiento”, añade.
Todos los bancos cometen esas cláusulas abusivas, llegan a pedirte una cantidad a parte de los intereses del minuto uno que te demoras en el pago, pero es que así mismo tienes que pagar los dos meses de pretámo que no has podido hacerlo, dos o tres meses más gastos de demora e intereses, que pueden ser de un 30% y el dinero que depositas por tu deseo e intención de seguir pagando te puede salir por más de 3.00 Euros. y es una cantidad de 18.ooEuros lo que debes y te falta menos de un año para terminar con ese crédito. Pues te embargan y respondes con el crédito inicial, no solo con lo que debes en ese momento, sino todo.
Luego te seguiran pidiendo a medida que estás casi al final del mismo crédito, si te quedan 3.00Euros se convierten en 6.ooo por demora, y eso puede ser abusivo?, claro que lo es, falta una ley que proteja a quien sufre esos abusos.