¿Qué hay de nuevo, viejos? La semana pasada
tuve un percance y no pude estar con vosotros: osé mojarme un poquito el
culo a estas alturas del otoño y me quedé afónica severa.
Vamos, lo que
se dice muda.
Me puse malísima, pero aquí me tienes, de vuelta al redil
de mi tricotosa, con un fular monísimo tapándome la boca para no coger
frío, eso sí, no sea que recaiga.
Yo, a mis labores, que para eso me
pagan. Llámame gallina, pero, en cuestión de heroínas, ni Juana de Arco, ni Agustina de Aragón, ni Mariana Pineda: yo soy más de Rosa Benito, que no pierde ocasión de criticar a su legítimo, Amador Mohedano, pero no se separa ni a tiros. Ahora, si hablamos de nadar y guardar la ropa, Isabel Preysler y sus cachorros me dan sopas con honda.
Hay semanas en que el ¡Hola! habría que estudiarlo en el colegio y esta es una de ellas.
La portada no es nada del otro miércoles: el Colectivo Preysler posando en los Fastos de Porcelanosa en Hollywood, este año con George Clooney
de maestro de ceremonias.
Las habituales dieciséis (16) hojas de
autobombo contándonos lo guapos que son y lo encantadísimos que están de
conocerse
. La única novedad reseñable es que sale Cindy Crawford
de comparsa en páginas interiores, yo que ella estaría negra: ser un
símbolo sexual intergeneracional y una supermodelo planetaria para
acabar de atrezo de unos hispanos superpijos
. Ah, y otra primicia: el
niño Julio José Iglesias –40 tacos le contemplan–
aprovecha la coyuntura para calentar el ambiente de cara a la boda del
milenio: la suya propia con la presunta modelo belga Charisse Verhaert.
Con tan magno motivo, Preysler e Hijos, SA,
nos facturan aparte otras cuatro planchas de imprenta con el novio, mamá
Isabel y la hermanísima Chabeli paseando por Rodeo Drive con tal pasote de Photoshop estilizándoles el body
que parecen tres watusis euroasiáticos con las piernas hasta los
sobacos, perdón, axilas.
Que conste que Julito Júnior me cae
supersimpático, pero está claro que hay otros mundos, y no son el
nuestro: dime si no cómo te quedas sabiendo que el chico viene de quemar
Las Vegas (Nevada) en su despedida de soltero, mientras que tú te las
ves y te las deseas para escaparte un fin de semana de chicas a una casa
rural de Campillo de Ranas (Guadalajara).
Se podría pensar que, tal y como está el
patio, semejante despilfarro de medios incitaría a algunos a la lucha de
clases y a quemar cajeros. Pues no. Ahí es donde ¡Hola! se
sale a la hora de dar una de cal y una de arena, compensar la balanza y,
de paso, lavar su conciencia. Un par de páginas más allá tenemos a Tamara Fenomenal Falcó, cubriendo el flanco piadoso y solidario de la familia.
Dos veces, por lo menos, fue sorprendida
esta semana por los fotógrafos pintada como una puerta yendo a oír misa
y dando limosna a los pobres mientras su madre y sus hermanos hacían
caja en Los Ángeles. Yo que Rouco iría agilizando los trámites para hacerla beata súbita. ¿No dice el obispo Munilla que hay que evangelizar a los jóvenes? Tamara, desde luego, está haciendo su parte.
Y dicho esto, te dejo, que tengo mucho lío.
Ya
he comentado que soy más bien gallinácea y estoy que no vivo. Por culpa
de una directiva europea que obliga a los granjeros a que las gallinas
tengan más espacio en sus cubículos, ya se ha reducido la población aviar española en un 22%. De esa purga, por lo menos, me he librado.
Así que aquí estoy de nuevo: empollando a destajo.