En el capítulo final de la archiconocida novela El perfume
(1985), de Patrick Süskind, el protagonista, Jean-Baptiste Grenouille,
dispuesto a morir, se unió a un grupo de vagabundos, ladrones y
prostitutas. En medio de ellos, derramó sobre sí mismo un frasco donde
guardaba las fragancias de decenas de personas a las que había
asesinado. En ese momento, los pordioseros, enajenados por el singular
perfume y con ánimo de poseer el alma de Grenouille, se abalanzaron
tumultuosamente sobre él. En una auténtica orgía de violencia, lo
despedazaron y devoraron hasta hacerlo desaparecer de la faz de la
Tierra.
Este pasaje literario, crudo e irresistible,
está ambientado en el París del siglo XVIII. Salvando todas, todas las
distancias, en la Marbella de 2010 se vivió una escena que a algunos
testigos recordó al pasaje final de la novela. El 14 de octubre de ese
año, Isabel Pantoja acudió por última vez a los juzgados de Marbella. La
cantante debía recoger en persona la notificación de apertura de juicio
oral por el caso de blanqueo de capitales derivado de la Operación
Malaya,por el que fue detenida en mayo de 2007. Un puro trámite de un
cuarto de hora. A la puerta del edificio judicial y en sus inmediaciones
aguardaban unos 80 periodistas, entre cámaras de televisión, fotógrafos
y redactores, y varias decenas de curiosos.
Cuando el Mercedes gris metalizado de la cantante asomó por la
avenida del Mayorazgo, donde se ubican los juzgados marbellíes, los
reporteros, hasta ese momento dispersos, se convirtieron en un enjambre
que –codazo va, flasazo viene– cercó el vehículo. El Mercedes tardó casi
10 minutos en recorrer apenas 50 metros cuesta abajo. Una vez ante las
escaleras de acceso al edificio, la cantante tuvo que esperar otros
cinco minutos dentro del coche antes de que los periodistas le
permitieran salir.
Pocos meses antes, en mayo de 2010, el fiscal
anticorrupción había acusado a Pantoja de blanquear 1,84 millones de
euros procedentes de la actividad delictiva del exalcalde gilista de
Marbella, Julián Muñoz, su antigua pareja. Ella siempre lo ha negado. En
cuanto la cantante puso el pie en el asfalto fue el delirio. Gritos y
empujones se multiplicaron: cada televisión quería colocar a su
reportero con el mejor tiro de cámara al lado de Pantoja, mientras esta
subía por las escaleras, impávida y con el rostro oculto tras unas gafas
de sol. La mêlée de reporteros que lanzaba preguntas del tipo “Isabel:
¿te sientes una víctima?”, inició el ascenso a los juzgados. Los apenas
20 escalones fueron las estaciones de un viacrucis colectivo: caídas,
gritos, empujones, más caídas, más gritos, más preguntas estúpidas de
urgencia (“Isabel: ¿eres inocente?”, “Isabel, dinos algo”). Los seis
agentes del Cuerpo Nacional de Policía que trataban de proteger a la
cantante no pudieron impedir que el periodismo convertido en turba le
rompiera el vestido a la folclórica.
El caos fue tal que el juez encargado de la
causa, Sergio Ruiz, ordenó que Pantoja saliera del edificio en coche
“para salvaguardar su integridad física”. El magistrado, en un acto sin
precedentes, formuló una queja oficial, a través del gabinete de
comunicación del Tribunal Superior de Andalucía, sobre el comportamiento
salvaje de los reporteros esa mañana.
Un acuerdo complicado
El próximo 28 de junio, en la Ciudad de la
Justicia de Málaga, Isabel Pantoja será juzgada por la trama de
blanqueo. En el banquillo, junto a ella, se sentarán, entre otros,
Julián Muñoz, que alcanzó la fama gracias a su relación sentimental con
la artista, y Mayte Zaldívar, la exesposa burlada del regidor y
conocedora de sus secretos financieros, simbolizados en las bolsas de
basura con dinero negro que supuestamente entraban en el domicilio
familiar. La vista oral será un suculento manjar para los programas del
corazón. Para calentar motores, Telecinco contrató a Pantoja a finales
de 2011. Muchos consideran que el millonario fichaje por su antigua
cadena enemiga es una forma de recaudar fondos en caso de que salga
malparada de su paso por la Audiencia de Málaga. Fuentes próximas a la
cantante lo niegan: “Ella gana suficiente con su trabajo y sus galas”,
sostienen.
Isabel Pantoja (Sevilla, 1956), lleva 33 años
en el foco de la prensa rosa, que empezó a interesarse por ella en 1979
cuando, con apenas tres elepés en el mercado, inició un romance con el
futbolista del Sevilla Pablo Blanco. Los avatares de su vida sentimental
se han acabado por imponer en el interés popular a su faceta artística,
de una calidad indudable pese a su sometimiento a los intereses
comerciales de sus discográficas. De hecho, en la última década las
televisiones apenas si se han interesado por su música.
María Isabel Pantoja Martín ha pasado de ser
conocida familiarmente como Maribel a labrarse el derecho, reservado a
las más grandes de la canción española, a ser reconocida por su apellido
precedido del artículo la. Según los entendidos, la gracia y
el temperamento de su voz, sus dotes para el baile y la personalidad
propia que desprende en el escenario le hubieran bastado para abrirse un
hueco de privilegio en el universo de la copla. Pero su leyenda se
forjó más en el papel cuché que en los teatros de España y América,
donde siempre le espera una legión de incondicionales.
En su biografía se mezclan a partes iguales
hechos ciertos –generalmente confesados en exclusivas– con un inagotable
caudal de rumores, leyendas, mitos y cotilleos. Su matrimonio con
Francisco Rivera, Paquirri, al que puso fin la muerte del
diestro en la plaza de Pozoblanco (Córdoba) el 29 de septiembre de 1984,
la convirtió en el personaje más buscado de la prensa del corazón
durante años. “Estaban las tres isabeles: la Preysler, la
Sartorius y la Pantoja. Una foto de ellas te resolvía entonces un
verano”, recuerda el fotógrafo Diego Arrabal, que ha obtenido algunas de
las imágenes más comentadas de la tonadillera con algunas amigas, como
la cantante María del Monte o la fallecida locutora Encarna Sánchez.
El inicio del romance con Julián Muñoz, en
secreto entre enero y junio de 2003 y público desde entonces hasta enero
de 2009, supuso una devaluación del personaje en las revistas. “Ese
morbo que producía Isabel Pantoja se perdió porque pasó a exponerse
mucho y las fotos perdieron valor. Pero tuvo un boom muy fuerte en la televisión, sobre todo en Aquí hay tomate, donde vieron que ella disparaba la audiencia”, recuerda Arrabal. La Panto, como la degradaron en el programa, era un filón.
A la cantante se la presentaba como una mujer
solo interesada en el poder y el dinero que podía generar su nueva
pareja en una ciudad que, desde entonces, ha visto su nombre unido a la
corrupción y todavía lucha por sacudirse el estigma. Muñoz se empeñó en
convertir a Pantoja, heroína televisiva del votante medio marbellero que
dio el poder al GIL durante 15 años, en imagen de la ciudad. Los modos
desabridos de la folclórica y de su político amante ante las cámaras no
hicieron más que alimentar esta imagen antipática y temperamental. Los
amigos de la cantante, no obstante, describen un ser entrañable en la
intimidad. “Los que dicen que es manipuladora no la conocen. No es ni
tan fría ni mucho menos tan altiva. Es muy confiada y primaria, sin
dobleces en sus sentimientos, y muy divertida. Luego, se pone la careta
de la Pantoja”, afirma la periodista Chelo García Cortés.
La artista, que nunca había reconocido
públicamente más amor que hacia Paquirri, se confesó en aquellos tiempos
enamorada del regidor
. La relación entre el político y la tonadillera
sobrevivió a los primeros tiempos del caso Malaya
. En julio de
2006, el juez Miguel Ángel Torres envió a prisión a Julián Muñoz por la
segunda fase del caso. Pantoja guardó las formas –un par de visitas a la
cárcel de Alhaurín– hasta que ella misma fue detenida en mayo de 2007.
El mismo juez Torres ordenó su arresto en el marco de una investigación
patrimonial a Muñoz derivada de la gran trama de corrupción en Marbella.
El juez entendía que la cantante había utilizado sus sociedades para
ocultar dinero de su pareja.
Un indicio fundamental llevó a su
imputación: entre los documentos incautados al supuesto cerebro de la
trama corrupta, el exasesor urbanístico Juan Antonio Roca, la policía
encontró, en una carpeta naranja con las iniciales I. P., J. M y M. Z.,
la escritura de propiedad del apartamento 105 del hotel de lujo
Guadalpín, propiedad de la promotora Aifos
. El inmueble fue adquirido en
febrero de 2003 por la sociedad Franbel Artis, SL, de Isabel Pantoja.
Los agentes no dudaron en vincular las iniciales a los nombres Isabel
Pantoja, Julián Muñoz y Maite Zaldívar.
Era el principio del fin.
En abril de 2008, Pantoja todavía afirmaba a ¡Hola!
que seguía “queriendo” a Muñoz. Con todo, la relación hacía aguas
.
Desde el inicio de su carrera, cuando el maestro Rafael de León le pedía
que le contara sus vivencias, sus anhelos y sus sueños para componerle
las letras, ella ha lanzado mensajes personales en sus canciones.
En el
otoño de 2008, la cantante mandó en sus recitales una serie de estos
avisos a navegantes que presagiaban el naufragio sentimental.
Por
entonces, el ya exregidor entraba y salía con frecuencia de la cárcel,
tras sus condenas acumuladas por decenas de obras sin licencia en
Marbella tanto cuando fue alcalde como cuando era el número dos del fallecido Jesús Gil. La ruptura de la pareja se formalizó en enero de 2009.
Los trámites judiciales seguían su curso,
lentos pero imparables.
Mientras tanto, la tonadillera seguía con sus
galas
. “Algunas veces tuvimos que subirla al escenario rota de dolor,
angustia y depresión”, afirma una amiga suya. En mayo de 2010, el fiscal
anticorrupción emitió su informe de calificación, en el que pide para
Pantoja tres años y medio de prisión y una multa de 3,68 millones de
euros –el triple de lo supuestamente blanqueado–
. En octubre, se le
entregó el auto de procesamiento en aquella mañana tumultuosa marbellí.
Los apuros judiciales llegaban.
Dentro de pocas semanas, Pantoja –una
especialista en caerse y volver a levantarse– se someterá a juicio. El
fiscal, en su escrito, describe cómo Muñoz se sirvió de su entorno para
ocultar una fortuna de más de 3,5 millones de euros lograda a base de
recibir sobornos.
El representante del ministerio público considera que
la cantante era “perfectamente conocedora del origen ilícito de los
fondos y bienes que recibió” del exalcalde de Marbella.
El dinero de la Cantora
Isabel Pantoja es el eje de un negocio que va más allá de lo artístico. La cantante, que en su niñez y adolescencia vivió estrecheces económicas, lleva en los escenarios desde los 13 años.
La segunda de cuatro hermanos, hija del cantaor Juan Pantoja, ‘Chiquetete’, y la bailaora Ana Martín –su sombra durante años–, Isabel Pantoja ha enfocado siempre su carrera más hacia la fama que hacia la satisfacción artística.
Cuenta Manuel Román en su ‘Memoria de la copla’ que al entrar a formarse en canto y música de la mano del maestro Juan Solano, Isabel Pantoja tenía una idea metida en la cabeza: “Yo quiero ser como Rocío Jurado. Tan famosa como ella”.
En una época –el final del franquismo– en la que la canción española languidecía frente al pop anglosajón, la artista apartó –aunque nunca del todo– su gusto por lo flamenco y se centró en pasodobles y boleros, con más salida comercial.
Según los informes contables que su defensa aportará en el juicio del próximo junio, entre 1999 y 2009 la cantante y las empresas que figuran a su nombre han recibido ingresos por 19 millones de euros.
Además de las galas y los discos, Isabel Pantoja se ha embarcado en algún negocio de hostelería poco rentable.
El restaurante Cantora de Fuengirola (Málaga), inaugurado en 2001 en un inmueble de titularidad municipal con una concesión de 25 años, cerró sus puertas cuatro años después
. El célebre pollo a la Pantoja no funcionó, pero tras el cierre la artista ingresó hasta 2006 un total de 194.700 euros por el traspaso del local, según sus abogados.
Otra fuente de ingresos han sido las exclusivas por contar asuntos de su vida privada.
Fuentes próximas a la artista cifran en al menos un millón de euros libre de impuestos la oferta que rechazó de Antena 3 por una entrevista previa al juicio.
Las mismas fuentes señalan que el contrato con Telecinco, que se inició con las campanadas de Nochevieja y la participación en diferentes programas de la cadena, ronda esta cantidad. Tras la emisión del ‘biopic’ de tres capítulos ‘Mi gitana’, que ha arrasado en los audímetros en las últimas semanas y que es un compendio audiovisual y apenas velado de todas las especulaciones, mitos y leyendas que rodean a la artista, la entrevista previa al juicio ha quedado en suspenso.
En el caso concreto de la cantante, el
ocultamiento, según el fiscal, se produjo por tres vías: la
inmobiliaria, la financiera y la ganadera. El apartamento 105 del famoso
hotel Guadalpín es uno de los indicios más comprometedores. El
inmueble, de 180 metros cuadrados, costó 353.695 euros, con una rebaja
del 33%. Sin embargo, en las cuentas de la sociedad de Isabel Pantoja
Franbel Artis solo había un saldo de 15 euros y de las cuentas
personales de la cantante tampoco salió el dinero para el pago del
inmueble.
El fiscal sostiene que el apartamento “fue abonado en su
integridad por Julián Muñoz con cargo a fondos ocultos de procedencia
delictiva”.
La defensa de Pantoja rechaza esta
posibilidad.
Según los abogados de la tonadillera, Graciela Otondo
–civilista– y José Ángel Galán Cáceres –penalista–, Aifos rebajó el
precio por el interés comercial de que una artista famosa se alojara en
el Guadalpín. Respecto al abono del precio del apartamento, la defensa
sostiene que la propia artista lo pagó en metálico.
“No nos explicamos
que [la Policía] no pueda entender que la señora Pantoja pudiera tener
esa cifra en efectivo”, señalan los letrados en su escrito.
Según un
informe de un censor jurado de cuentas incorporado al escrito de
defensa, entre los años 1999 y 2002, los ingresos de la cantante
ascendieron a 7,58 millones de euros, gran parte de los cuales fueron en
metálico.
El fiscal también se fija en la adquisición,
en abril de 2004, del chalé Mi Gitana, un inmueble de 650 metros
cuadrados en la urbanización marbellí de La Pera.
La casa fue comprada
por 3,36 por la sociedad Panriver (Pantoja-Rivera), SL, a los
empresarios Carlos Sánchez y Andrés Liétor, procesados en el caso Malaya
y figuras muy próximas al cerebro de la corrupción en Marbella, Juan
Antonio Roca. Según el fiscal, la cuenta con la que se pagó la hipoteca
del chalé era alimentada con ingresos en efectivo de Muñoz. Tras el
ingreso en prisión del exalcalde, las cuotas del préstamo empezaron a
quedar impagadas.
En este caso, la defensa de Pantoja aduce que
“la hipótesis delictiva que construye la Policía no se corresponde con
la realidad”. Los abogados recuerdan que la cantante era “avalista con
todos sus bienes” del importe del préstamo para adquirir el chalé, y que
los ingresos para pagar las cuotas proceden principalmente de cobros de
arrendamientos de bienes propiedad de la cantante y sus sociedades, de
la venta de los derechos de la concesión de la discoteca Cantora Kopas y
de facturas emitidas por galas y exclusivas de prensa.
Respecto a la compra de ganado, el fiscal
relata que Julián Muñoz inyectó fondos a la sociedad Franbel Artis de
Isabel Pantoja para arrendar explotaciones ganaderas y adquirir cabezas
de vacuno. La defensa niega rotundamente que la cantante comprara
ninguna res.
Finalmente, durante los tres años de relación con el exalcalde,
señala el fiscal, Pantoja recibió en sus cuentas personales y
societarias un total de 1,12 millones de euros. Gran parte de este
dinero se ingresó en fracciones de 3.000 euros –técnica denominada pitufar o structuring
en la jerga antiblanqueo–. Con el ingreso de cantidades pequeñas se
buscaba evitar el control de los organismos de prevención del fraude.
Según la defensa, no hay prueba de que Pantoja conociera los tejemanejes
ilegales de su entonces pareja (“en aquella época no había ninguna
condena ni procedimiento grave y público investigándose, y Julián Muñoz
acababa de ser elegido alcalde por mayoría absoluta”, argumentan los
letrados). Además, niegan la mayor: “Nuestra defendida jamás cambió su
comportamiento y en absoluto manejó, ocultó o disfrutó de otro dinero
que no fuera el suyo”