Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

4 sept 2012

¿Cómo puede afectar el estrés a nuestro aspecto externo?

Estar estresado es mucho más que estar cansado. También tiene numerosas consecuencias estéticas. 

Katie Holmes
Un divorcio como el de Katie Holmes puede estresar a cualquiera
'Tienes mala cara, ¿estás estresada?'. Seguro que esta pregunta te ha sorprendido en más de una ocasión, seguida de un rápido reconocimiento visual delante del espejo para confirmar lo que tu rostro parece indicar: que tienes estrés
. Este trastorno, tan típico en occidente y que en las últimas décadas es padecido en más alto grado que nunca, tiene consecuencias que se manifiestan por dentro y por fuera
 . En palabras del Dr. Ricardo Ruiz, dermatólogo y director de la Clínica Dermatológica Internacional, "la piel y la mente están estrechamente relacionadas". De ahí que nuestro órgano más grande, la piel, también achaque las consecuencias generadas por el estrés.
Existen comportamientos que podemos idenficar claramente con el estrés: cuadro ansioso por falta de sueño, falta de concentración y relajación, cuadros depresivos, ganas de llorar y falta de energía al comenzar el día... "Pero también se puede dejar ver en la piel de muchas maneras", nos cuenta el Dr. Ruiz: acné, rosácea, dermatitis seborreica, psoriasis, uñas quebradizas, hiperhidrosis (sudoración excesiva)... Pueden aperecer en un brote de estrés o empeorar si ya se padecían.
Las consecuencias del estrés sobre la piel, sin duda, la afean notablemente y reducen la autoestima por su efecto estético.
 Pero, además, esas lesiones cutáneas son en sí mismas una fuente de estrés. Es como la pescadilla que se muerde la cola: "el acné, la rosácea, la dermatitis o la psoriasis empeoran al estar estresado; pero, a su vez, hay cuadros cutáneos que producen estrés.
Por ejemplo, el vitíligo o una alopecia pueden disminuir mucho la calidad de vida de un paciente y estresar aún más.
 Por este motivo es importante que el dermatólogo sea capaz de percibir el componente psicológico de los pacientes.
Victoria Beckham
El rostro de Victoria Beckham parece decirnos que está estresada.
Foto: Gtres
Continuando con el círculo vicioso del estrés, quien lo padece, además, pierde la motivación (o directamente carece de tiempo) para desarrollar las rutinas necesarias para acabar con sus problemas cutáneos.
 Incluso, en algunos casos, los empeoran: "También hay pacientes con acné que tienen excoriaciones, es decir, pequeñas heridas que se hacen ellos mismos sobre las lesiones al arañárselas", completa el Dr. Ruiz.
Así, producen lesiones que dejan marcas permanentes.
El perfil de la piel estresada, además, está relacionado con la disminución de su barrera protectora. De ahí que sea habitual que el cutis se vuelva frágil, sufra cuadros de deshidratación, se vuelva hiperreactivo a los agentes irritantes y más proclive a padecer infecciones.
 En una piel permanentemente deshidratada se acentúan las arrugas y la flacidez por lo que se ve mucho más envejecida
. Sí, en efecto, el estrés envejece.
Cameron Díaz
El estrés te puede provocar estrés y piel apagada, como la de Cameron Díaz.
Foto: Gtres
Deshacer ese círculo vicioso de estrés y mal estado de la piel es esencial para empezar a mejorar por dentro y por fuera. Existe un estudio del Dr. Fried, de la Academia Americana de Dermatología, que concluye que controlar el estrés puede ayudar a la gente a mejorar el estado de la piel.
 Este especialista concluye que si se combinan las terapias dermatológicas tradicionales (como los alfa hidroxiácidos -AHA-, ácidos extraidos de las frutas con efecto peeling que combaten el acné, las arrugas y la piel apagada) con psicoterapia, meditación, hipnosis, tai chi, yoga o antidepresivos la mejora es sustancial.
 De este modo, el paciente que empieza a apreciar una mejoría externa también estará más seguro de sí mismo y se encontrará más motivado para seguir por este camino de recuperación.
Pero el estrés no solo afecta a nuestra piel. También lo hace a nuestro pelo en forma de alopecia o con la aparición de canas.
 Según un estudio de la Universidad de Kanazawa en Japón, el estrés "es capaz de volver el pelo blanco a través de los daños que causa en las células madre de los folículos pilosos"
. De ahí que muchos presidentes de Gobierno juren el cargo sin canas y dejen su cargo con el pelo completamente blanco.
 Y por si esto no fuera poco también puede favorecer la aparición de varices en las piernas. Está claro que no hay mejor truco de belleza que estar relajado.

 

3 sept 2012

GELU-CUANDO LLEGUE SEPTIEMBRE..wmv

Duo Dinamico - El Final Del Verano

Zenobia Camprubí, mujer sin sombra

Zenobia Camprubí, mujer sin sombra

No hay escritor que recibiera el premio Nobel con tanta tristeza como Juan Ramón Jiménez:
 Zenobia de su alma (véase la dedicatoria a la Tercera antolojía poética) agonizaba, ese día 21 de octubre y por una semana más, vencida por el cáncer de matriz contra el que batallaba desde hacía cinco años.
 Dos meses después en Estocolmo, en nombre del poeta –varado en Puerto Rico, hundido ya sin remedio en la depresión– agradecía el galardón Jaime Benítez, rector de la Universidad de Puerto Rico, con un breve discurso que incluía estas palabras:
 “Mi esposa Zenobia es la verdadera ganadora de este premio.
 Su compañía, su ayuda, su inspiración hicieron, durante cuarenta años, mi trabajo posible. Hoy, sin ella, estoy desolado e indefenso.” No contenían ni un gramo de retórica.
Es obvio y casi un lugar común cuando se trata de un escritor biencasado: la mujer es el lado izquierdo del cerebro que les lleva el mantel, la cama y las cuentas, quien les permite, en fin, dedicarse por entero y sin distracciones a su obra.
 Pero hay más en este caso: Zenobia Camprubí Aymar (Malgrat de Mar, 1887-San Juan de Puerto Rico, 1956), la más estrecha colaboradora en el trabajo de su marido, su primera y más útil editora, musa activa y enérgica, el equilibrio que lo mantenía en pie en sus periódicos ataques maniacodepresivos, fue también, por sí misma, alguien singular en su época.
 Escritora, traductora, empresaria, abanderada de la emancipación de las mujeres en España, el tratamiento de su figura ha oscilado casi siempre entre el ostracismo y el melodrama, a pesar de los denuedos de algunos estudiosos, liderados por Graciela Palau de Nemes, por darle su lugar. (Graciela Nemes, como la llama Zenobia en su Diario, no fue solamente exalumna, amiga y asistente personal en sus últimos días: también fue quien solicitó y envió toda la documentación necesaria a la Academia sueca para proponer a Jiménez por parte de la Universidad de Maryland.)
Hija de un próspero ingeniero catalán, Raimundo Camprubí, es la rama materna la que otorgaba a Zenobia la alcurnia cosmopolita: su madre, Isabel, nació de Augustus Aymar, cuya ascendencia figura en los orígenes de la ciudad de Nueva York, y de Zenobia Lucca, una rica portorriqueña de familia bilingüe.
 A Zenobia Camprubí la educaron tutores particulares en casa y en ambos idiomas, y de los diecisiete a los veintidós, años decisivos, vivió en Estados Unidos sola con su madre
. Las desavenencias entre Camprubí y Aymar, parece, sobresalieron desde siempre –Raimundo se quejaba, por ejemplo, de que Isabel no sabía llevar una casa­–, pero en el caso de esta separación fue decisiva una amena za de muerte recibida contra el hijo menor a cambio de dinero.
Según cuenta Nemes, ella pensaba que su marido se había puesto en peligro al endeudarse en la Bolsa de París.
 Reconciliado el matrimonio, en 1909, las mujeres volvieron a España, en concreto y curiosamente a La Rábida (a pocos kilómetros de Moguer), donde estaba destinado el ingeniero Camprubí y donde la joven Zenobia puso en marcha una escuela rudimentaria para alfabetizar a los niños del lugar.
 Ya en Madrid, un año después, era natural que Zenobia, extravertida y risueña, rubia de ojos azules para rematar, fuera un imán. No solo para los aristócratas y extranjeros que frecuentaba, sino para intelectuales y escritores.
Zenobia conoció a Juan Ramón en la Residencia de Estudiantes, en unas conferencias del verano de 1913. A él ya le habían hablado de la “Americanita” –ese era su apodo–, lo cual demuestra que sus cercanos veían una idea estupenda juntar sus caracteres disímiles, y se enamoró de inmediato. Una muestra de su puño y letra:
Ella es una muchacha que, claro, no diré que es mejor a las demás, porque en el mundo hay muchísimas mujeres de valía, pero uno ha de hablar en relación con aquellas que conoce, y yo de cuantas he encontrado es la mejor –no sé si a los demás les gustaría, y esto me tiene sin cuidado–, pero a mí sí. Es agradable, fina, alegre, de una inteligencia natural, clara, y que tiene gracia, esa gracia especial que se adquiere con los viajes, con la gran educación social del país norteamericano donde está educada; que sabe varios idiomas, ha viajado, ha visto muchísimo, ha leído también mucho, y con todo es muy joven.
A ella no solo no le gustó él, sino que el matrimonio le parecía fuera de lugar:
 “Yo soy la clase de mujer que no se casa (...) Todavía no he visto al hombre que me pudiera hacer más feliz de lo que creo poderlo ser siendo soltera”, le había escrito a su amiga María Martos.
 Se lo había dejado claro también al abogado Henry Shattuck, cuya historia de amor puede atisbarse entre las siguientes letras fácticas: pretendiente de Zenobia en su juventud, nunca se casó, y fue su contable, su albacea y su amigo fiel hasta la muerte.