Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

1 sept 2012

Y Chukri desenmascaró el Tánger mítico de Bowles

Aparece en español la ácida crítica del escritor marroquí al autor de ‘El cielo protector’.

Paul Bowles, en su casa de Tánger en enero de 1989. / BERNARDO PÉREZ
“Cualquiera puede pasar aquí unas semanas y escribir un librito”.
 El escritor Mohamed Chukri (Beni Chiker, 1935-Rabat, 2003), autor de la frase, lamentaba la superficialidad con la que algunos literatos abordaron el retrato de Tánger.
 Y lo que es más grave:
“El odio, el racismo y el desprecio con que se trata al humilde pueblo”Pero Jane tuvo relaciones amorosas con su criada, y decía que la iba envenenando, perdida la razón BWoules la tuvo que trae a un Hospital Español.. Las reflexiones forman parte de Paul Bowles, el recluso de Tánger, recuerdos recogidos en 1996 y que publica en español Cabaret Voltaire.
Virginia Woolf, Capote, Ginsberg, Kerouac, Gore Vidal, Tennessee Williams o Paul y Jane Bowles fueron algunos de los ilustres que hicieron parada y escribieron sobre el cuadrilátero vital de Chukri.
“Defiendo mi clase, a los marginados y ejerzo mi venganza contra una época determinada, humillante y miserable”, se justificó una vez el autor de El pan desnudo, una de las autobiografías más crudas, por lo sincera, que se conocen.Era una exravagancia intelectual de aquellos años , pasar por Tanger, admirar su cielo, y tomar sustancias, con la mente "IDA" se podía escribir cualquier cosa.
La extraña pareja formada por los Bowles, instalada en la ciudad desde 1947, es el epicentro de un universo literario que Chukri retrata con ácida sinceridad.
 Al primero le conoce muy bien tras 25 años de trato. A él le dicta por las tardes, frase por frase, en español, las páginas que escribía por las mañanas de su autobiografía, entonces titulada Por un trozo de pan, y que Bowles traducía al inglés.
 Será un foco de tensión entre ambos.
Con descarnada naturalidad retrata al personaje, consumidor de kif para escribir, pero que en la calle solo fuma cigarrillos. Homosexual de discreción proverbial, “acordó con Jane no ocultarse nada”. Chukri lo trata de elitista y racista (“Le gustaba Marruecos, pero no los marroquíes”) y concluye que necesita aislarse del mundo.
'Memorias de un nómada' es, en su opinión, “una sucesión de monótonos y aburridos interludios para pagar los gastos de hospitalización de Jane”
Aún es más sagaz Chukri cuando disecciona la vida literaria de Bowles y la coteja con la real.
 Critica una de sus obras clásicas (Memorias de un nómada es, en su opinión, “una sucesión de monótonos y aburridos interludios para pagar los gastos de hospitalización de Jane”) y se fija en que el sexo es la causa de las desgracias de sus protagonistas: “La sexualidad siempre va ligada al crimen o al desenfreno. Paul Bowles es un criminal sexual en potencia”
. Unos personajes, en consecuencia, “destinados a la autodestrucción o a un doloroso final”, en el contexto de una obra que “envejeció mucho” con la enfermedad de Jane, que hizo que Bowles se volcara en las traducciones de autores árabes, concediendo entrevistas o iniciando el diario personal…
Ese esquivar la ficción de Paul molestaba a una Jane que, señala Chukri, no podía reprochar gran cosa a su marido: “Lo que le faltaba a ella no eran aptitudes sino perseverancia”.
 Amargada por la indiferencia o inquina con que se recibió su Dos damas muy serias (Anaïs Nin se le presentó con una lista inmensa de errores ortográficos), Jane se ahogó no tanto en alcohol como en su ambición, que no cuajó.
 A partir de los 50 se alejó de la escritura. Eso reforzó su componente autodestructivo canalizado, en parte, con aventuras homosexuales intensas y pasajeras.
 Paul desviaba fobias hacia sus personajes; ella, hacia sí misma.
El libro disgustó sobremanera a Bowles, según Miguel Lázaro, editor de Cabaret Voltaire
. Pero menos que a Jean Genet ver publicadas las confidencias que le había hecho a Chukri en otro inédito en castellano que costó la amistad entre ambos.
 La editorial lo publicará en la primavera de 2013, añadiendo al volumen un opúsculo, también de Chukri, sobre Tennessee Williams en el volumen Jean Genet y Tennessee Williams en Tánger.
La recuperación de su obra es fruto del acercamiento de Lázaro y de la traductora Rajae Boumediane
 El Metni al hermano de Chukri, Abdelaziz.
 El escritor no dejó testamento formal,pero el heredero guarda en un garaje, no en las mejores condiciones, su biblioteca personal y otros legados. Mientras, Cabaret Voltaire recuperará Rostros, amores, maldiciones y Tiempo de errores (sobre su sacrificio para aprender a leer).
 Y en octubre se atreve con su famosísima El pan desnudo, que se titulará El pan, por imposición de Juan Goytisolo, autor del prólogo del libro sobre Bowles y conocedor, como pocos, de esos paraísos del norte de África.

 

La mujer del billón de dólares

Frida Giannini está cambiando las pautas de una industria, la de la moda, de egos desmedidos

En tan solo un lustro, ha batido las cifras de su predecesor en Gucci, Tom Ford, con ventas récord

Anoche concedió en la Mostra de Venecia el Gucci Award for Women in Cinema.

 

La directora creativa de Gucci, Frida Giannini / 
La moda es un negocio sensible.Es un negocio sin pudor, (lo digo yo) te meten como necesidad una firma, en este caso Gucci no me gusta, toda la paraafrenalia que la rodea menos, pero en tiempos en que mucha gente debe vivir con 400E no me parece etico hablar de billones de E. es una bofetada a la sociedad, los muy ricos contra los más pobres y en medio los que nadamos sin flotador, un Gucci guste o no no se puede comprar, los muy ricos ni se lo cuestionan, y las marcas van cambiando, las de que representan que llevarlo es decir que eres rica y a las que no se le ocurre.
Bueno el Corte Inglés creo que aplazado te lo deja, aunque habrá un tope, y un bolso no es como una casa, o un coche. El mundo al revés.
 Una pequeña salida de tono puede devenir en catástrofe. 
Tras experiencias como la de las desafortunadas palabras que apartaron a John Galliano de Dior, la paranoia en la liga de las grandes marcas es tal que resulta complicado leer entrevistas a diseñadores que interesen a nadie más que a los equipos de comunicación que las gestionaron. 
Por eso, charlar con la diseñadora de Gucci resulta refrescante.
 Frida Giannini (Roma, 1972), famosa por poco más que su trabajo, ostenta uno de los cargos más importantes de la industria. Y pese a ello, le gusta hablar. Es franca. Capaz de reconocer ciertos errores e inseguridades, algo particularmente infrecuente.
 Y hasta referirse sin demasiados complejos al hombre con quien comparte su vida, mínimo, desde octubre del año pasado, Patrizio di Marco. Nada menos que el consejero delegado de la empresa en la que ella lleva 10 años trabajando
Me molesta como mujer que se haga gala de serlo para llevarte al hombre que te respaldará siempre y los dos serán cada vez más ricos.
Una Sociedad de lucha de Clases, los que compran en Gucci y los que compran en "los Chinos".
El mundo cambia, la economía no..
Recibe en una suite del exclusivo hotel Cipriani de Venecia. 
Con un aparatoso collarín. En un fotogénico evento trufado de celebridades y al que han invitado a EL PAÍS. “Me caí de mi caballo la semana pasada. Tengo dolores de cabeza y estaré así un par de semanas más, pero estoy bien, no hay nada roto”, ríe con sorna. Después del cierre de esta edición, Giannini ejercerá de anfitriona de la segunda gala del Gucci Award for Women in Cinema, un premio que busca dar visibilidad a mujeres que trabajan en la industria del cine tras las cámaras (“yo misma me di cuenta de lo mucho que ignoraba su existencia”) y al que este año están nominadas cinco luminarias (las oscarizadas diseñadora de vestuario estadounidense Colleen Atwood y la montadora de La invención de Hugo, Thelma Schoonmaker, entre otras), de las que la diseñadora habla con pasión
. No es su única contribución a esta industria: en el marco de la muestra ha presentado también El caso Mattei (cinta de 1972 de Francesco Rosi, que ayer recibió un homenaje en el festival).
 Es la novena joya clásica del celuloide de cuya restauración se ha hecho cargo la marca italiana como patrocinadora de The Film Foundation.
 Una entidad capitaneada por Martin Scorsese que ha devuelto esplendor a películas como El gatopardo, La dolce vita o Érase una vez en América.
“Con Madonna siempre me enzarzo en discusiones. Si quieres defender tus ideas ante ella sin que te destruya, tienes que ser firme ”
Horas antes de que la artista Marina Abramovic, el cineasta Wim Wenders, la actriz Salma Hayek o Carlota Casiraghi desembarcaran en la exclusiva isla veneciana libre de paparazis que alberga la gala, Giannini recuerda sus primeros encuentros con la lista infinita de celebridades que han colaborado con la firma. “Al principio, me sentía como una adolescente conociendo a su ídolo, un shock.
 No quiero decir que ahora esté más relajada, porque nunca lo estoy: frente a una personalidad tan fuerte, nunca sabes cuál será la reacción. Madonna fue de las más duras”, reconoce.
“Tiene una opinión sobre todo, siempre nos enzarzamos en discusiones.
 Si quieres defender tus ideas sin que te destruya, tienes que mantenerte fuerte en tu posición. Resulta de lo más inspiradora. Es una máquina”(Que stress)
Nadie sabe muy bien cómo la diseñadora consiguió embarcar a Carlota Casiraghi en una campaña de publicidad que, como Giannini admite, “es la envidia de mucha gente”. 
“Surgió de manera muy natural. Me buscó y quedamos en Roma.
 Quería prendas especiales para competir como jinete.
 Empezamos a trabajar juntas y un día me trajo algunas piezas antiguas de Gucci personalizadas para su abuela y su madre.
 Yo estaba embarcada en la celebración del 90º aniversario de la firma y creímos que sería interesante una colaboración que rescatara los iconos legendarios del pasado, sin fines estrictamente comerciales”. Tras la etapa de Ford, que ignoró la italianidad de la firma, reivindicar la herencia ha sido la obsesión de la diseñadora.
 “Sentía que faltaba respeto por el pasado de la compañía.
 Creativamente, creo que la decisión más acertada que he tomado ha sido poner el acento en la artesanía, en la calidad, en el made in Italy, actualizar iconos de la casa, como el bolso Bamboo o el Jackie”.
 Y en ese viaje al pasado, ¿cómo eludir los detalles más oscuros de la familia Gucci?
 Un culebrón de asesinatos, pasiones y altas traiciones que enfrentó durante generaciones a padres e hijos y a maridos y mujeres, y que Ridley Scott ha proyectado llevar al cine
. “Estoy enamorada de la historia de la familia: es como una novela de romance y pasión”.(Recuerdo cuando la mujer envió unos sicarios para matar al marido) no recuerdo como fue que dieran con ella, estaban separados y su ex iba a casarse con otra, y claro lo de la firma Gucci se tambaleaba para su 1ª esposa. El caso es que dieron con ella.
 Con todo, reconoce “muchos” errores en su propia gestión revivalista. 
 “El principal: abusar de los logotipos al principio. Aunque las cifras de venta fueran buenas”.
“Si después de explicarle la colección repetidas veces a alguien, sigue obsesionado con Tom Ford, no hay nada que hacer”
Con una facturación en el primer semestre de 2012 de 1.727 millones de euros y un ritmo de crecimiento anual próximo al 20%, la etapa de Giannini ha sido la más exitosa de la historia de Gucci.
 Por encima de la de Tom Ford y pese a la coyuntura económica actual.
 Sin embargo, la crítica fue dura con ella en sus inicios. “A lo mejor tenían razón. Pues si, con ese dinero se puede acabar casi con la Crisis o darnos la Paga extraordinaria, que es lo que cuestan unos zapatos.
Quizá yo tampoco entendía lo que estaba haciendo”, reflexiona. Pero ¿importa lo que escriba un periodista cuando los números te respaldan? 
“Soy muy cuidadosa con las críticas. De algunas he aprendido. La percepción mediática es ahora muy buena, pero al principio sí pudo ser muy negativa. Pensaba en esos artículos, los releía. En alguna ocasión ha habido gente realmente grosera.
 Y cuando ha reincidido tres, cuatro, cinco veces, he decidido dejar de invitarla al desfile, porque es completamente inútil.
 Si después de explicarle la colección repetidas veces, una persona sigue obsesionada con Tom Ford, qué se le va a hacer. Honestamente, esto solo ha ocurrido una vez.
 Pero lo cierto es que miro mis primeros años en Gucci y creo que podían tener cierta razón. 
Estoy creciendo con la compañía, ahora tengo más experiencia, me siento más segura. No es tan fácil, requiere tiempo desarrollar una visión”.
El pasado octubre, Giannini y el jefe, Patrizio di Marco, hacían pública una relación que podría haber generado controversia
. No fue así. “Estoy muy contenta. En el pasado estuve con alguien a quien no le importaba nada la moda ni lo que yo hacía, y a veces era frustrante”. El proceso de hacerlo público no fue sencillo.
 “En el momento en que nos dimos cuenta de que esto era mucho más que un rollo de verano, fuimos a informar al dueño [François-Henri Pinault].
Ambos estábamos preparados para abandonar la compañía si así lo creía necesario. No queríamos estar en la clandestinidad, somos dos profesionales, no estábamos bromeando
. Y él respondió que le sabía mal por nosotros, ya que significaba que íbamos a estar aún más horas trabajando
. Eso no es ningún problema. Todo ha ido bien. Puede que nosotros nos peleemos, pero eso no tiene por qué afectar a la empresa”.

Nunca Borja se imaginó que su Ecce Homo se convirtiera en un Cristo


El antes y el después del 'Ecce Homo' original del artista Elías García Martínez / AFP
El culebrón artístico más surrealista del verano está protagonizado por un eccehomo de un siglo de antigüedad y escaso valor artístico, que hace unas semanas sufrió una peculiar restauración por parte de una vecina de la localidad zaragozana de Borja
. El resultado de la intervención no solo es catastrófico, borroso e irreconocible, sino que también se ha convertido en objeto de parodia, carne de fotomontaje.
 Hasta han aparecido falsos perfiles en las redes sociales en las últimas 48 horas. Tamaña está siendo la repercusión de la noticia que ya encabeza las listas de lo más leído y más reenviado en las webs de diarios como Le Monde, el Telegraph o la BBC.
La artífice del estropicio es Cecilia Giménez, una mujer octogenaria que actuó de forma espontánea y “sin pedir permiso a nadie”, aunque “con buena intención”, explica el concejal de Cultura del Ayuntamiento del municipio, Juan María de Ojeda. Cuando se dio cuenta de que “se le había ido de las manos” avisó al responsable del patrimonio para confesar los daños que había causado.
Este concejal ha explicado que el templo en el que está el eccehomo pertenece a la Fundación Sancti Espíritu, que en su origen era una entidad para pobres. Por tradición, el alcalde es el presidente de esta fundación y los concejales sus patronos. "Nuestra figura es la de protectores y respondemos con nuestros bienes de la gestión de esa fundación". La única función del párroco es el culto en esa iglesia, sin responsabilidad ni criterio sobre los bienes que alberga el lugar.
La obra original, una pintura mural de unos 50 centímetros de alto por 40 de ancho atribuida a un artista del siglo XIX, Elías García Martínez, natural de Requena y profesor de la Escuela de Arte de Zaragoza, iba acompañada de una leyenda que rezaba algo así como “Este es el resultado de dos horas de trabajo a la Virgen de la Misericordia”.
 Así lo recuerda el concejal, por lo que se deduce que el pintor no tardó más de un par de horas en realizar la ya celebérrima obra.
A pesar de ser una obra descatalogada sin gran importancia, y que tampoco forma parte de ningún conjunto pictórico ni retablo, el pueblo lamenta el destrozo de la pieza, que sí tenía cierto valor sentimental. “La familia solía venir aquí a pasar las vacaciones. Durante un verano el artista realizó el retrato y lo legó al pueblo”, cuenta De Ojeda.
Una de las nietas del artista declaró ayer a TVE que estaba al corriente de que Cecilia Giménez llevaba años retocando la pintura: “Hasta ahora solo pintaba sobre la túnica, el problema es que ahora se ha metido en la cabeza y, claro, ha destrozado el cuadro”.
Como no podía ser de otra manera, Esperanza Giménez, hermana de la singular interventora de la obra, salía en defensa de esta: “Lo hizo con toda la buena fe del mundo.
 Solo quiso darle un poco de color, ya que la iglesia está en muy malas condiciones, hay goteras y salitres y el Cristo se estaba deteriorando”. Según su hermana, Cecilia Giménez ya había intervenido el eccehomo en más ocasiones. Hay quien dice desde hace unos cuatro años. “Siempre ha tenido la pasión de la pintura. Y lo hizo para que la iglesia quedara más bonita, para ayudar”, informa Tommaso Koch.
La protagonista de la historia, por su parte, “está desesperada”, aseguraban desde el Ayuntamiento. Aunque en declaraciones a la televisión pública explicó que nunca había actuado a escondidas: “El cura lo sabía, el cura lo sabía. ¿Cómo lo voy a hacer yo sin que me lo diga alguien? Además todo el mundo que entraba en la iglesia me veía pintando”.
La noticia salió a la luz el pasado 7 de agosto, en el blog del Centro de Estudios Borjanos, donde se documenta con fotografías la evolución de la obra y la relación que tenía la familia del pintor con la capital de la comarca de Campo de Borja. El Ayuntamiento se puso en contacto con los familiares del pintor, que en las próximas semanas iban a hacer una donación del boceto de esta misma obra, y que ahora están evaluando los daños.
Una Universidad de EE.UU se interesa por la señora restauradora. Creo que no hay bares suficientes para tanta gente que se acerca a verlo. Solo queda que hagan un agujero en la cara y pongas la tuya y te hagas un retrato, mas dinero y más gente.La señora restautadora amateur nunca se imaginó que srría ellala que sacara de la Crisis a su Pueblo. Ya ven, Dios escribe derecho con renglones torcidos.
Mueve el ratón sobre la imagen lateralmente para comparar. Moviéndolo a la derecha podrás ver la pintura original, y hacia la izquierda el estado actual
El Consistorio ha convocado al equipo de restauración con el que trabajan habitualmente, que estudiará la pintura a principios de la semana que viene. Los expertos tratarán de cuantificar los daños y averiguar, con la colaboración de la espontánea restauradora, si se puede recuperar la pintura original, aunque el concejal no se muestra muy optimista al respecto, puesto que la pintura ya se encontraba “muy deteriorada” al tratarse de un óleo pintado sobre la pared sin ser tratada previamente.

IDA Y VUELTA Una plaza de Ámsterdam Por Antonio Muñoz Molina

No hay muchas cosas que sean de verdad imprescindibles en la vida, pero quizás una de ellas sea una buena plaza

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Imagen captada en 2010 en la plaza Spui de Ámsterdam. / Foto: Jean-Pierre Lescourret / Corbis
Llegué a Ámsterdam a mediodía y me senté en la terraza de un café a esperar a la persona con la que estaba citado. La sombra del toldo aliviaba el calor de agosto, mucho más respirable que el de Madrid, con un punto de humedad en el aire.
Pedí una cerveza y un sándwich de salmón ahumado viendo pasar junto a mí el río continuo y tranquilo de las bicicletas. En la plaza de forma irregular predominaban los toldos de varios cafés y los de una gran librería que se llama Athenaeum, que tiene al lado una de esas grandes tiendas de revistas y periódicos internacionales tan estimulantes para la mirada como puestos de fruta.
Los carriles espaciosos de las bicicletas discurren junto a las aceras y están muy bien marcados.
 Aparte de los carriles la plaza tiene un adoquinado en forma de abanico cruzado por los raíles relucientes de los tranvías. En su centro hay una escultura sobre un pedestal, pero es la escultura menos imponente del mundo: un niño de bronce de menos de un metro de altura. Como el pedestal tampoco es muy alto a lo largo de los días la gente se sube a la estatua a colgarle cosas.
 El fin de semana pasado unos juerguistas le pusieron un gorro de lana con orejas de gato. Hacia media mañana un camarero del café Luxembourg se acercó con una silla del café y se subió a ella para quitarle el gorro a la figura de bronce. Hace un par de días vinieron a ponerle una camiseta roja, con unos letreros en holandés de los que sólo pude deducir que anunciaban un teatro.
No hay muchas cosas que sean de verdad imprescindibles en la vida, pero quizás una de ellas sea una buena plaza. Una plaza que abarque el mundo y a la vez le ponga límites razonables.
 Una plaza que sea un paréntesis y también un cauce, porque uno quiere que las cosas estén ordenadas y sean familiares y al mismo que fluyan; uno quiere ver caras conocidas y caras desconocidas, confortarse con lo reconocido y estimularse con lo nuevo, sentirse en casa y también sentirse un poco o bastante extranjero. Yo me siento por la mañana a desayunar en el café donde me senté el primer día y al repasar con la mirada todos los elementos de la plaza a los que ya me he acostumbrado —los toldos, las bicis, los tranvías azules y blancos que se cruzan en dos direcciones, la librería, el muro de la iglesia cerrada, la gente que charla a mi alrededor en varias lenguas y la que pasa más bien perdida, mirando mapas, acercándose a la estatua— me acuerdo de algunas de las plazas en las que más he disfrutado en la vida, y me parece que ésta hubiera sido diseñada de acuerdo con mis indicaciones más precisas.
Es armoniosa, pero no es uniforme. En algunas plazas mayores españolas o francesas muy celebradas hay una monotonía algo cuartelaria
. En ésta la armonía proviene de las variaciones, no de la repetición; variaciones sobre temas muy definidos: los cafés, las alturas de tres o cuatro pisos, las tonalidades del ladrillo rojizo, los ángulos de las esquinas, ninguno de los cuales es un ángulo recto, los árboles. Grandes lámparas como de los años veinte o treinta cuelgan de cables tendidos de un lado a otro por encima de la trama de cables de los tranvías. Pasan coches, motos, camiones de reparto, pero pasan pocos y a poca velocidad y ninguno se queda aparcado. Hay en seguida algo fantasmal en las calles peatonales: si el tráfico se limita de manera estricta no creo que sea un inconveniente. Tampoco es una plaza que esté arquitectónicamente detenida en el tiempo: el tono visual lo dan las casas estrechas y altas del siglo XVII, las casas torcidas en diversas direcciones como en un cuadro de Chagall, pero hay también una que tiene la opulencia burguesa de principios del XX, y otra en una esquina con las líneas de sólido racionalismo de los años cincuenta.
 Sobre algunas fachadas hay letreros luminosos con nombres de cafés o de marcas de cerveza. Todas las casas tienen ventanas muy grandes, con marcos de madera blanca que establecen un ritmo visual binario con el rojo de los ladrillos. Los árboles llegan a la altura de los tejados puntiagudos.
 Cuando una nube oscurece el día y sopla el viento que anuncia un breve chaparrón las copas de los árboles adquieren una movilidad como de grandes organismos submarinos.
Hacia un lado en el que la plaza se estrecha aparecen mercados distintos casi cada día. Mercados de alimentos, de libros de segunda mano, de cerámica, de láminas de arte. También hay un kiosco en el que unas señoras maduras con mandilones impolutos venden comida rápida holandesa para tomar sobre la marcha, croquetas, patatas fritas, arenques ahumados.
 En la zona del mercado o al pie de la pequeña estatua se instalan a veces músicos callejeros.
 El otro día empezó a tocar un guitarrista de jazz y al rato se le había añadido otro guitarrista, y luego un contrabajista que suele andar por aquí, y por fin un saxo alto.
 Mientras seguía la música encontré un libro del que había tenido referencias aquí y allá, pero que nunca había visto: The Fatal Impact, de Alan Moorehead, una crónica del efecto devastador que tuvo sobre las sociedades de la Polinesia la llegada de las expediciones europeas, empezando por el viaje de Cook a Tahití en 1769. Terminaron de tocar y el contrabajista se echó su instrumento a cuestas, como una puerta o un armario, y se marchó haciendo equilibrios sobre su bicicleta.
En las terrazas de los cafés la gente se sienta mirando hacia la plaza, en varias filas de veladores y sillas, como el público en un teatro. En los bancos del centro se sientan los que no tienen dinero para sentarse en el café o no quieren gastarlo. Alguna mañana, muy pronto, se sienta en un banco una de esas parejas de almas perdidas que hay en todas las ciudades, yonquis de cierta edad con el pelo sucio y chaquetas vaqueras, hombre y mujer, liándose un porro con manos temblonas y expertas.
La rueda de las horas va trayendo gente distinta y nuevas tareas y sonidos a la plaza
. Según cae la tarde y se encienden los luminosos, al ruido intermitente de los tranvías se mezcla el de los bebedores que desbordan las mesas de los cafés y toman cerveza de pie en la acera.
 No molestan porque no hay música amplificada.
 El clamor de las voces es el sonido de fondo del que me olvido mientras escribo, junto a una ventana alta que da a los tejados de la plaza, una de esas obras maestras de la arquitectura urbana que se ha ido haciendo a lo largo de los siglos, sin que la planificara nadie, casi con la indeterminación reglada de un ecosistema saludable, según decisiones singulares que se van agregando en un vago propósito común, en un acuerdo implícito sobre la fisonomía de la ciudad y las maneras diversas de vivir y trabajar y moverse y no hacer nada que caben en ella. Una plaza es un acuerdo que ha salido bien y que lleva durando mucho tiempo.
antoniomuñozmolina.es/

Bueno, esto es un retrato desde el aburrimiento de una ciudad desarrollada del Norte de Europa. No se como bien, el pescado es gelatinoso, hablan como si se hubieran tragado una espina.

Alguien dijo de Luemburgo que era como un Valium gigante y se enfadaron mucho, pero es que a las 4 de la tarde es de noche, donde vas?.

Comer no se come bien esa austeridad es tacañería, no ponen postres, la fruta no abunda, La gente no viste bien en casi ninguna ciudad Europea. y son cursis.

La Plaza, de Amsterdam es una plaza para los yonkis que de tan colgados que están no saben salir de ella, yonquis que debieron empezar hace más de 40 años y ahí siguen.

Para comer bien vestir bien y pasarlo en grande mejor no ir muy al Norte. UFFF!!! aburrimiento terrible!!, y no hablas Antonio de los Diamantes rojos, por la sangre, en la famosa fábrica de Diamantes justo delante del museo de Van Gohc