¿Cómo hemos llegado a esta situación?
El miedo de España ha tenido un recorrido que se puede trazar.Primero fueron las empresas multinacionales con filiales en este país las que empezaron a preocuparse por sus inversiones en caso de la salida del euro; después la inquietud llegó a las compañías que tienen fondos de inversión extranjeros (sobre todo estadounidenses) sentados en los consejos de administración, y ahora se ha trasladado a las grandes cotizadas españolas
. Estas últimas lo que quieren es “una foto genérica de los riesgos que corren para llevarla al consejo, y en función de los resultados, tomar o no medidas”, revela Asís Velilla.
“Pues la ruptura también puede ser una oportunidad para comprar compañías competidoras a bajo precio”.
También se preparan para lo peor las grandes fortunas españolas, agrupadas en los principales family office del país, aunque con su particular interpretación de lo que es un plan de contingencia.
Su forma de protegerse, explica Juan Esquer, socio de GBS Finanzas, ha sido abrir cuentas en los países del euro que estiman más seguros (Luxemburgo, Alemania o Francia), en naciones que operan cerca, pero fuera, de la divisa europea (Reino Unido o Suiza) o marcharse a territorios más lejanos (EE UU)
. En esta situación, no es de extrañar que hasta mayo pasado hayan salido 163.000 millones de euros del país. Eso sí, revela Juan Esquer, “cada vez hay más problemas de compliance, o sea, justificar el origen y destino de esos fondos”.
Consultoras, empresas y analistas llevan un año largo diseñando planes de contingencia por si el euro se rompe parcial o totalmente.
Estos trabajos han corrido sotto voce por diversos consejos de administración y dan a muchos un enorme dolor de cabeza.
“Solo los cambios legales que requieren son una verdadera pesadilla”, reconoce el responsable jurídico de una gran cotizada española.
A pesar de que Jean-Claude Juncker, presidente del Eurogrupo, asegure que la salida de Grecia es “manejable” y que expertos como Claudio Ortea, director de inversiones de Lombard Odier, precisen que “el debate no es si lo hará, sino cuándo”, el Tratado de Lisboa no establece ningún mecanismo de abandono del euro. Antes hace falta cambiar la normativa.
Y pese a la complejidad, los analistas están de acuerdo en que un país que deje la divisa europea necesitará introducir una nueva legislación para asegurarse de que los contratos denominados en euros continúen siendo válidos. Tampoco resultará fácil discernir si esos contratos están respaldados en la divisa europea o en la nueva moneda.
De hecho, serán tan interpretables que dependerán de factores como la jurisdicción legal, la localización de los activos o el lugar de los pagos.
Por ejemplo, si Grecia quisiera salir del euro, primero tendría que dejar la Unión Europea y después volver a solicitar su entrada, pero no su admisión en la moneda europea.
“La Eurozona se diseñó como una cazuela de langostas”, ironiza en una nota Simon James, socio del bufete británico Clifford Chance. “Para los miembros es fácil entrar, pero una vez dentro prácticamente no hay salida”.
Sin embargo, en este escenario en el que lo inimaginable se ha vuelto casi real, ya hay quien ha propuesto cómo debería ser esa complicada salida.
La consultora británica Capital Economics ganaba el mes pasado el premio Wolfson de Economía con el ensayo Leaving the euro
: A practical guide (Abandonando el euro: una guía práctica). En él se traza esa hoja de ruta del abandono que, la verdad, asusta.
Los autores proponen que los países que abandonen la moneda única introduzcan una nueva divisa que tenga paridad 1-1 con el euro desde el primer día de la salida y que todos los salarios, precios, préstamos y depósitos se vuelvan a denominar con relación a esa proporción.
Además, los billetes y monedas en euros seguirían usándose para pequeñas transacciones durante no más de seis meses. El país que deje la eurozona tendría que anunciar inmediatamente un plan de control de la inflación supervisado por una institución independiente, prohibir la indexación de los salarios y emitir bonos ligados a la inflación. Y para evitar fugas de fondos, tras el anuncio, los mercados de capitales estarían cerrados.
Corralito a la europea
. Toda esta guía práctica está pensada en principio para Grecia. ¿Y España? “Son válidos los mismos argumentos”, confirma Jonatham Loynes, economista jefe para Europa de Capital Economics y uno de los autores del estudio.
Así que en el caso del hipotético corralito español, la música suena de esta forma.
“El Tratado de Lisboa permite restringir la libre circulación de capitales por motivos, por ejemplo, de orden público. Por lo tanto, si se llega a esta situación —algo que no creo posible— se establecería un control de cambios para evitar la salida de dinero.
Esta normativa podría aplicarse antes, incluso, de que España dejará el euro. Algo en lo que tampoco creo”, desgrana Íñigo Berricano, managing director del bufete Linklaters.
¿Y al otro lado del Atlántico? La onda sísmica de preocupación llegó hace tiempo a los grandes bancos de Wall Street. Firmas como JP Morgan Chase, Goldman Sachs, Morgan Stanley, Citigroup o Bank of America se están cubriendo las espaldas frente a una posible ruptura del euro renegociando los contratos que tienen con sus clientes europeos, y a la vez usando seguros de impagos, como los credit default swaps (CDS), para reducir su exposición a los países con mayores dificultades.
Entre bastidores, hay un esfuerzo para evitar que si España o Grecia salen del euro estos bancos no reciban sus créditos en pesetas o dracmas devaluados.
Por ahora, su exposición a Irlanda, Italia, Portugal, Grecia y España oscila, según cifras recopiladas por el Financial Times, entre los 5.400 millones de dólares (4.400 millones de euros) de Morgan Stanley y los 20.000 millones de dólares de JP Morgan Chase.
“Unas cifras limitadas, que demuestran la gran velocidad a la que han limpiado sus balances de deuda periférica”, apunta el director de un banco suizo con sede en España.
Desde luego, “nadie quiere recibir pagos en una moneda devaluada, porque eso es perder dinero”, ahonda Soledad Pellón, analista de IG Markets.
Al final, como señala Douglas J. Elliott, exvicepresidente de JP Morgan, hay tres escenarios con sus probabilidades en toda esta pesadilla.
Una “resolución gradual de los problemas (10% de probabilidades), que las cosas vayan peor antes de mejorar (65%) y que todo se desmorone (25%)”.
En caso de colapso absoluto, “Grecia podría verse forzada por las circunstancias a salir de euro y es probable que también otros países.
Europa caería en una profunda recesión,
EE UU en una suave y el crecimiento de naciones como China se frenaría considerablemente.
El único ganador real, si todo esto sucede con la suficiente rapidez, puede ser el candidato republicano Mitt Romney, a quien una economía estadounidense hundiéndose podría darle la Casa Blanca”.