Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

8 jun 2012

¿te acuerdas? la vimos en aquel Cine

Fue en ese cine, ¿te acuerdas?

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Es probable que no fuese la primera vez, pero sí es la primera que recuerdo haber visto una película en el cine. A la pantalla se asomaba un extraterrestre feo y cabezón que buscaba su casa, y mi hermano pequeño temblaba de miedo en su butaca.
 Todavía hoy, 26 años después, se me pone la piel de gallina desde el minuto uno de la película.
De la pantalla de aquel cine no recuerdo más que otras dos películas: Blancanieves (produce Disney, 1938), y La leyenda de Greystoke (Hugh Hudson, 1984). Supongo que habría más, porque aún pasaron unos años hasta que la sala se convirtió en pisos
. ¿Qué fantasmas habitan el solar de un cine?
No se me olvidan otras primeras veces menos convencionales. Robin Hood (otra vez Disney, 1973) en el Rena, en sesión de mañana, donde hoy solo quedan piedras y maleza nada parecidas al bosque de Sherwood.
 El último tango en París (Bernardo Bertolucci, 1973) en el Cine Yago de Santiago, versión original en una sala casi para mí sola. Amores perros (González Iñárritu, 2000) en el cine más cutre de Irlanda. Apocalypse Now versión Redux (Francis Ford Coppola, 1979) en una diminuta sala lisboeta.
 Y una pura cuestión de suerte: mi primera vez con Paul Newman y Robert Redford en Dos hombres y un destino (George Roy Hill, 1969), en la Filmoteca de Lisboa, en un día de agosto con demasiado calor para pisar la calle.
Hay más primeras veces a golpe de pequeña pantalla… pero no es lo mismo.
Yo ya he desvelado muchos estrenos, me toca preguntar: ¿recordáis la primera película que visteis en el cine?
PD. Mis disculpas a Aute, por robarle el verso, y a la señora Robinson, por robarle pierna. Las mías, os lo puedo asegurar, no valen ni la mitad.

Dedicatoria

A ti sola, en cumplimiento de una promesa que habrás olvidado como si fuera tuya

Otro de M.H. que me gusta especialmente

En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como el rayo Ramón Sijé, a quien tanto quería.)
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

Me voy, de Miguel Hernández

Yo sé que ver y oír a un triste enfada
cuando se viene y va de la alegría
como un mar meridiano a una bahía,
a una región esquiva y desolada.

Lo que he sufrido y nada todo es nada
para lo que me queda todavía
que sufrir, el rigor de esta agonía
de andar de este cuchillo a aquella espada.

Me callaré, me apartaré si puedo
con mi constante pena, instante, plena,
a donde ni has de oírme ni he de verte.

Me voy, me voy, me voy, pero me quedo,
pero me voy, desierto y sin arena:
adiós, amor, adiós, hasta la muerte.