8 may 2012
La eternamente recordada Diana de Gales
La eternamente recordada Diana de Gales
Quienes se han dedicado a estudiar la vida de Diana de Gales afirman que la malograda princesa nació para convertirse en una promesa de amor para toda una generación, pero un accidente de coche en agosto de 1997 en París truncó su vida para siempre y la convirtió en un personaje de leyenda. De no haber sido por ese trágico acontecimiento, en el que también falleció su pareja por aquel entonces, el millonario egipcio Dodi Al-Fayed, ayer, día 1 de julio, la ex mujer de Carlos de Inglaterra hubiera cumplido 50 años, una edad muy especial en la vida de toda mujer.
A pesar de haberlo tenido todo, la vida de Diana Spencer estuvo marcada por la angustia y la infelicidad y, tanto durante su matrimonio como después de su separación, fue objeto continuo de la atención de millones de seguidores y tema recurrente del papel couché. Todas sus apariciones en público recibieron un tratamiento especial por parte de los medios de comunicación e incluso su peinado y su modo de vestir fueron imitados hasta la saciedad. Todo lo que hacía se miraba con lupa y llenaba páginas y páginas de diarios y semanarios.
De icono a santa
Según la revista «Majesty», Diana generó cerca de quince millones de libras en publicidad a los fabricantes de los artículos que utilizaba. Su popularidad superó en mucho a la de su marido, fue siempre considerada una madre ejemplar y tras su muerte hubo propuestas de canonización que, finalmente, no se llevaron a cabo.
Pues bien, catorce años después de su muerte, la llorada «princesa del pueblo» vuelve a protagonizar una portada. El próximo número de la revista «Newsweek», que saldrá a la venta el lunes, recoge una imagen creada digitalmente que muestra a Lady Di a los 50 años junto a la duquesa de Cambridge, esposa de su primogénito, quien no llegó a conocer a su suegra. Pero la publicación va más allá y asegura en un reportaje firmado por Tina Brown, autora de una biografía sobre la princesa y actual directora del semanario, que Diana hoy en día sería una experta en moda y recurriría al bótox, se habría casado al menos dos veces y quizá se hubiera mudado a Nueva York.
Conjeturas aparte, lo que sí está claro es que esta tímida princesa de ojos lánguidos, que consiguió modernizar la monarquía, se mantendría en un lugar destacado al lado de sus hijos y en el corazón del pueblo británico. Obligada como madre del futuro Rey de Inglaterra a entenderse con su ex y la actual esposa de éste, Camila Parker Bowles, las comparaciones entre una y otra harían correr ríos de tinta y es fácil imaginar quién saldría peor parada de las dos. A pesar de los años transcurridos, Diana sería incapaz de olvidar que la condesa de Cornualles jugó un papel vital en el fracaso de su matrimonio, que culminó con el divorcio de la pareja real en 1996. Tras aquella resolución, la Princesa de Gales perdió su condición de Alteza Real, aunque conservó el título de nobleza.
La sombra de la sospecha
La muerte de Lady Di sigue provocando heridas en la sociedad británica e incluso hay algunos que, años después, continúan manejando la «teoría de la conspiración», alimentada por el estreno del documental «Muerte ilícita», dirigido por Keith Allen y coproducido por Mohamed Al-Fayed, padre de Dodi, en el que el magnate quema los escudos de la Familia Real. En el filme, presentado fuera de concurso en la pasada edición del Festival de Cannes, y que no se estrenará en el Reino Unido por cuestiones legales, Al Fayed califica al duque de Edimburgo de «nazi» y a la Reina de Inglaterra de «gángster con tiara», y culpa a la monarquía de conspirar para asesinar a la princesa. Por su parte, Allen también critica a la prensa por culpar del accidente «solo» a lospaparazzique seguían al coche en el que viajaba la pareja y que se estrelló la madrugada del 31 de agosto en el túnel de Alma frente a la Torre Eiffel en París.
Resulta curioso que años atrás y meses antes del fallecimiento de Gracia Kelly, fuera precisamente la Princesa de Mónaco, ante el acoso de un enjambre de fotógrafos, quien aconsejara a Diana que no se asustara por la fama porque «irá a peor». Ni una ni otra imaginaban por aquel entonces que ambas acabarían sus vidas de la misma manera trágica, convertidas en mito y permaneciendo en el recuerdo de todos eternamente jóvenes.
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