Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

5 abr 2012

Jesús de Nazaret, indignado. Por eso lo mataron

Cristo adoptó una actitud de rebeldía frente al sistema y el orden establecido.

 

Tras acusar a Dios de ser “nuestra más larga mentira”, calificar a los evangelios de “testimonio de la ya incontenible corrupción existente dentro de la primera comunidad”, definir a Pablo de Tarso como de “disangelista” y dirigir la “maldición sobre el cristianismo en El Anticristo, Nietzsche hace el siguiente retrato idílico de Jesús de Nazaret:
 “Él no opone resistencia, ni con palabras ni en el corazón, a quien es malvado con él… No se encoleriza con nadie, ni menosprecia a nadie. No se deja ver en los tribunales, ni se deja citar ante ellos (‘no jurar’)… Lo que él legó a la humanidad es la práctica: su comportamiento ante los jueces, ante los sayones, ante los acusadores, ante toda especia de calumnia y burla, su comportamiento en la cruz
Él ora, sufre, ama con quienes, en quienes le hacen mal.
No defenderse, no encolerizarse, no hacer responsable a nadie”.
De ser cierta la versión de Nietzsche, Jesús habría huido del conflicto como de la quema y se habría instalado en una religión conformista, sin que nada ni nadie le turbara.
Pero nada más lejos de la realidad. Jesús fue un Indignado que adoptó una actitud de rebeldía frente al sistema y se comportó como un insumiso frente al orden establecido.
 El conflicto, nacido de la indignación, define su modo de ser, caracteriza su forma de vivir y constituye el criterio ético de su práctica liberadora.
 La insumisión y la resistencia fueron las opciones fundamentales durante los años de su actividad pública, tanto en el terreno religioso como en el político, ambos inseparables en una teocracia y la clave hermenéutica que explica su trágico final.
Indignado con la religión oficial. Se indigna con la religión oficial y sus intérpretes, que anteponen el cumplimiento de la ley al derecho a la vida e incitan a la venganza en vez de llamar al perdón.
Cuando está en juego la vida y la libertad de las personas infringe a conciencia las leyes judías del ayuno, del sábado, de la pureza, etc. y justifica que sus discípulos las incumplan. Come con pecadores y publicanos y osa afirmar que las prostitutas preceden a los escribas y fariseos en el reino de Dios
. El centro de la religión está en la práctica de las bienaventuranzas, carta magna de la nueva religión.
Indignado con los poderes religiosos.
 Las autoridades religiosas vivían una escisión entre la realidad y la apariencia. Su actitud no podía ser más hipócrita: decían y no hacían, absolutizaban la Torá e imponían al pueblo cargas legales que ellos mismos no cumplían.
 Jesús les echa en cara la falsedad de su magisterio y su falta de coherencia. No les reconoce autoridad, ni sigue sus enseñanzas.
El conflicto, nacido de la indignación, define su modo de ser, caracteriza su forma de vivir
Indignado con los poderes económicos. La acumulación de bienes es quizá la causa más importante de la indignación de Jesús, convencido como estaba de la incompatibilidad entre servir a Dios y al dinero y de que toda riqueza es injusta y se convierte en un medio de dominación y de opresión que genera pobreza en derredor.
 Cuestiona las raíces materiales y religiosas –generalmente unidas- de la exclusión y lucha por erradicarlas. Se pone del lado de los grupos marginados social y religiosamente: publicanos, pecadores, prostitutas, enfermos, posesos, paganos, samaritanos y gente de mal vivir.
Indignado con el poder político. La indignación de Jesús sube de tono cuando se enfrenta con los poderosos, a quienes acusa de opresores, y con la tiranía que imponía Roma a su pueblo.
 Precisamente la condena a muerte de Jesús, y muerte de cruz, dictada y ejecutada por la autoridad romana, fue la consecuencia lógica de la indignación contra con el poder político, a quien niega legitimidad, y contra el Imperio, a quien considera invasor.
 No se trató, por tanto, de un error, como creía Bultmann. ¡Se lo tenía merecido!
Indignado con la religión y la sociedad patriarcales, Jesús denuncia las múltiples marginaciones a las que eran sometidas las mujeres por mor de la religión y de la política, se opone a las leyes que las discriminaban (lapidación adulterio, libelo de repudio) y las incorpora a su movimiento en igualdad de condiciones que a los varones y con el mismo protagonismo
Es en el movimiento de Jesús donde ellas recuperan la dignidad que les negaba la religión oficial y la ciudadanía que les negaba el Imperio.
Indignado con el Dios autoritario. Es sin duda la indignación más dolorosa, la que más desgarro interior le provoca y la que pone a prueba su fe y su esperanza.!!Padre por qué me has abandonado? grito desde las entrañas, no lo ve como el sacrificio de Dios de ofrecer a Jesus al mundo, Cristo lo ve como ese vengativo Dios del Antiguo  Testamento, esa voz que recrimina siempre a todos, esa voz que no da misericordia, esa voz de un Todopoderoso que pudiendo evitar no evita el Dolor ni el sufrimiento.
El conflicto con Dios se muestra en toda su radicalidad en los momentos finales de su vida, cuando el agua le llega al cuello. Jesús pide cuentas a Dios por no estar de su lado en el proceso, la condena y la ejecución, como antes su correligionario Job, le expresa su más profunda decepción y lanza un grito de protesta: ”¿Por qué me has abandonado?”.
 La indignación de Jesús de Nazaret con los poderes económicos, religiosos, políticos y patriarcales constituye un desafío para los cristianos y cristianas de hoy y una llamada a incorporarse al movimiento de los Indignados.
Y no para sacralizarlo, ¡en absoluto!, sino para sumar fuerzas y aportar nuevas razones a la lucha por “Otro mundo posible”.Lean El testamento según Jesucristo, !Perdonen a mi Padre, que no sabe lo que hace!
Juan José Tamayo es teólogo y autor de Otra teología es posible (Herder, 2012. 2ª ed.).

4 abr 2012

Botticelli y Van Gogh se desnudan en alta definición


Presentación de Google Art en el Museo de Orsay / 
Quizá Seúl, Johanesburgo o Los Ángeles le queden un poco a desmano. Para salvar la distancia entre el arte —confinado dentro de las paredes de los museos— y el público —esparcido a lo largo y ancho del mundo—, Google dio en 2011 con una solución virtual: la plataforma Art Project.
Aunque ya existía desde febrero del año pasado, el proyecto, de libre acceso, se lanzó ayer mejorado y ampliado exponencialmente.
Google eligió París como símbolo internacional de la cultura para presentar la segunda fase del programa, que ahora permite a los internautas contemplar 30.000 obras de arte de los mejores museos y fundaciones del mundo en alta resolución.
 La puesta de largo fue en el Museo de Orsay, templo recién reformado del impresionismo y uno de los 151 socios de 40 países que se han sumado al proyecto de la compañía estadounidense.
'El nacimiento de Venus', de Sandro Botticelli
El éxito de un experimento llevado a cabo en 2009 a medias entre Google y El Prado de Madrid supuso el germen de lo que dos años después sería Art Project.
 La empresa propuso al museo registrar algunas de sus piezas más destacadas para colgar las imágenes en su página web, y tras comprobar el interés que despertó la iniciativa se creó la plataforma, que hasta hoy albergaba algo más de mil imágenes en alta resolución procedentes de 17 museos de Europa y EE UU.
La versión renovada, además de haber multiplicado el número de obras y sus lugares de origen, incluye en su abrumadora página web la posibilidad de realizar visitas virtuales con tecnología street view, esto es, con una visión de 360º, a 385 salas de 46 museos de todo el mundo.
 De las 30.000 piezas que se han digitalizado, además, una selección de 46 obras maestras, como El nacimiento de Venus de Botticelli, La noche estrellada de Van Gogh o el retablo de San Vicente Mártir de Bernat Martorell, podrán apreciarse en una resolución de dos gigapíxeles, que permite observar detalles ocultos para el ojo desnudo.
La máquina que fotografía las obras fue la estrella de la sesión de presentación en París
. El Carro Google es un flaco artilugio blanco con ruedas, un visor, un teclado, y en la cabeza tiene una especie de bola redonda y negra que fotografía todos los ángulos posibles.
Si hasta el momento el tipo de obras a las que se podía acceder se limitaba fundamentalmente a las pinturas, ahora se pueden consultar además esculturas, arte urbano y fotografías, artes decorativas islámicas o arte rupestre africano. “Es un proyecto vivo que tiene que seguir creciendo.
 Todavía quedan muchos museos por participar, y también otros tipos de arte, como mobiliario, restos arqueológicos…”, señaló David Robles, Director de Alianzas Estratégicas de Google Maps en España.
La cámara que realiza fotos para el Google Art Project / EFE
El programa, que ya ha atraído a 20 millones de usuarios este último año, permite explorar el contenido por el nombre del artista, el de la obra, su tipología, el museo al que pertenece, el país o la época.
También pueden crearse colecciones personales de obras o de sus detalles, que pueden compartirse con otros internautas
. “Ya existen 180.000 de esas colecciones”, apuntó Robles, “lo que significa que la gente no accede al Art Project de manera pasiva”.
Algunas incorporaciones de prestigio son la National Gallery y la Tate Gallery de Londres, o el Metropolitan y el MoMA de Nueva York.
 Pero hay además obras procedentes de decenas de museos alemanes, brasileños, cataríes, argentinos, japoneses, colombianos, surcoreanos, sudafricanos, griegos…
En España, el Museu Nacional d’Art de Catalunya, el Museo de Bellas Artes de Bilbao, el Museo Art Nouveau y Art Déco Casa Lis de Salamanca, la Fundación Banco Santander y el Instituto Valenciano de Arte Moderno forman parte de esta nueva fase, mientras que el Museo Thyssen-Bornemisza y el Centro Nacional Museo de Arte Reina Sofía repiten experiencia.
Según Amit Sood, el director del Art Project, la intención de esta segunda edición recoge el fruto del compromiso hacia todos los tipos de arte, cultura y civilizaciones del mundo: “Ya no solo se trata de ayudar al estudiante indio a visitar el MoMa de Nueva York, sino de proponer al estudiante de Estados Unidos que visite la Galería Nacional de Arte Moderno en Delhi”.

"Los náufragos del Batavia" y "La felicidad de los pececillos"

Simon Leys "Los náufragos del Batavia" y "La felicidad de los pececillos"


Estos dos libritos son dos joyas.
 El primero cuenta, de manera concisa, una historia impactante: el naufragio del Batavia, un barco holandés del XVII, cerca de Australia. 
Una tragedia atroz, no tanto por los que murieron en el accidente como por los que murieron a manos del psicópata que se hizo con el poder entre los supervivientes.
 Parece ser que la, para mí sobrevalorada, novela El señor de las moscas, de William Golding, se inspiró en este episodio. Es una historia que, igual que otros episodios reales espeluznantes (como el de Lope de Aguirre), solo pide ser contado, no comentado.

El segundo es una colección de artículos publicados originalmente en prensa, en los que el autor reflexiona sobre múltiples asuntos, sosteniendo siempre opiniones sensatas (a mi juicio), incluso sabias. Son ensayos un poco a lo Montaigne. El autor se declara en contra de la movilidad de los cuadros de los museos de pintura, por ejemplo, y en favor del talento, del tabaco, de la contemplación (del puro no hacer nada, ahora que se ha generalizado el elogio a la cultura del esfuerzo), de la creación como estado de inspiración, como gracia, no como trabajo, de pagar a algunos profesores universitarios para que no produzcan libros, como se hace con los campesinos cuando no se quiere que produzcan más mantequilla, etc. Su discurso, discreto, bienhumorado, sereno, se ilustra con multitud de anécdotas, unas curiosas, otras sorprendentes, otras humorísticas, siempre magníficas. Por ejemplo, cuenta que cuando Eichmann estaba en la cárcel se puso a leer Lolita, de Nabokov, y acabó arrojándolo lejos. “¡Es algo repugnante!”, dijo. Nos enteramos de que Patrick O’Brien no había navegado nunca, o que Conrad no sabía nadar y se mareó durante su viaje de novios (en barco). O de que Pancho Villa, cuando iba a ser fusilado, le dijo, angustiado, a un periodista: “Escriba usted que he dicho algo”. O de lo que le dijo cuando iba a morir aquel escritor irlandés del IRA a la monjita que lo cuidaba: “Gracias, hermana. 
Ojalá que sus hijos lleguen a obispos”. O de lo que decía Mark Twain de la música de Wagner: “Pierde mucho si se la escucha”.
 O de que al dictador portugués Salazar, cuando ya estaba enfermo, le ocultaron que él ya no gobernaba y siguieron representando para él consejos de ministros y reuniones de un gobierno que ya no existía (un poco la idea de Goodbye, Lenin).
 Pero no todas son divertidas. En las memorias de un escritor (no recuerdo si dice el nombre) lee que cuando era adolescente fue a ver un concierto de una pianista que hizo una interpretación sublime. 
Al acabar, ella le preguntó si le había gustado y él contestó: “Sí, señor”. Y durante mucho tiempo se sintió avergonzado por aquella equivocación. Un día, siendo ya mayor, encontró de nuevo a la pianista, y entonces ella le contó que hacía muchos años un chico tras un concierto, confundido por la emoción, la había llamado “señor”. Y para ella no había un testimonio mayor de admiración.
 También cuenta, otra vez a propósito de Conrad –que se declaraba escritor impresionista-, que nunca valoró los cuadros de pintores impresionistas (más tarde muy conocidos) que tenía el tío de una novia que tuvo de joven. Cuenta también que Claudel cuenta a su vez en su diario (lo nombra varias veces a lo largo del libro; habrá que leerlo) que un vecino suyo taló un árbol que a Claudel le daba sombra y le permitía escuchar al ruiseñor, con estos argumentos: quitaba la luz y estaba infestado de pájaros ruidosos
. Una anécdota que encantará a los fumadores: durante un viaje en tren por Bélgica, iba en su mismo compartimento una pareja de jóvenes que se pusieron a besarse con tal pasión que acabaron echando un polvo a la vista de todos. 
Cuando acabaron, fueron a encender un cigarrillo y los que iban en el compartimento les dijeron que no se podía fumar. Pero mi anécdota favorita es una que revela la compleja manera en que funciona la mente humana. 
Cuenta que cuando él estuvo en el sur de África, había un comerciante griego que recorría la zona proyectando películas en los poblados. Películas de Hollywood, de gánsteres y mujeres fatales y ambientes lujosos. 
No eran mudas, pero como si lo fuesen, porque los indígenas solo hablaban su propia lengua. 
A partir de las imágenes que veían imaginaban historias fabulosas.
 En aquellas películas los papeles principales los tenían personajes blancos. Los pocos negros que salían tenían personajes marginales, insignificantes. Sin embargo, para los indígenas eran los protagonistas, los personajes realmente importantes. Cada vez que aparecían eran recibidos con ovaciones. Y el hecho de que aparecieran poco no hacía sino confirmar su importancia oculta, divina. Necesitaban aparecer poco para llevar a cabo los grandes actos que los indígenas imaginaban.
Los náufragos del Batavia (Barcelona: El Acantilado)
La felicidad de los pececillos (Barcelona: El Acantilado, 2011)

Prostitutas de novela



Pintadas, cantadas, filmadas, esculpidas y, especialmente, escritas, las prostitutas han sido reflejadas en las artes desde diferentes ópticas que van desde la degradación y el poder sutil, pasando como refugio de amores frustrados
. Mujeres tan señaladas por la sociedad como inspiradoras de personajes artísticos en una gama que las muestran como personas liberadas, o como viles pecadoras; o como influyentes hetairas y cortesanas; o como crueles mentirosas y ambiciosas; o como seres que se abren paso en la vida; o como consuelo de los hombres.
 Muchas veces, lejos de la denuncia periodística, la literatura ha dado visos de normalidad e idealización a la prostitución.
Desde la María Magdalena bíblica de la cual san Lucas dice que Jesús la curó de espíritus malignos y le sacó demonios, hasta la Delgadina de Memorias de mis putas tristes, de Gabriel García Márquez, las prostitutas siempre han acompañado a las obras literarias.
 Una presencia que ahora recuerda la reedición de El Libro de Monelle, de Marcel Schwob (publicado por Demipage con traducción y prólogo de Luna Miguel), cuyas narraciones combinan la fantasía del cuento de hadas con la poesía más macabra. Un libro entre tierno y terrible que le fue inspirado al crítico y escritor francés por la joven prostituta Monelle (Louise en la realidad) que falleció prematuramente de tuberculosis dejándole a Schwob el corazón destrozado.
En la literatura grecolatina hay varias formas de ver la prostitución, desde la más modesta y miserable hasta la más sublimada”
Emilio Suárez, catedrático de Literatura
“En la literatura grecolatina hay varias formas de ver la prostitución, desde la más modesta y miserable hasta la más sublimada”, explica Emilio Suárez, catedrático de Literatura de la Universidad Pompeu Fabra
. No hay que olvidar que en aquellos tiempos ellas podían ser desde esclavas (alguna se ganaban su libertad prostituyéndose) hasta poderosas hetairas, como Aspasia “que tuvo gran influencia sobre Pericles y, según Plutarco, lo llevó a iniciar la Guerra del Peloponeso.
Estas mujeres no eran exactamente prostitutas pero eran músicos o bailarinas, con otras habilidades, que estaban en los simposios de los mandatarios donde no llegaban las mujeres de a pie”, aclara Suárez.
En la comedia griega y latina, agrega el catedrático, "aparecen personajes de prostitutas (y prostitutos), generalmente se refieren a ellos de manera irónica y les meten puyas.
 En el Satiricón de Petronio se describe a veces el mundo más sórdido y masivo de los lupanares romanos.
Y el poeta Arquíloco difama a sus enemigos atribuyéndoles a sus hijas prácticas propias de la prostitución”. Sin olvidar a las prostitutas sagradas, como las sacerdotisas en el templo fenicio de Astarté donde “la pasión se veía como el ámbito de dioses como Eros o Afrodita, y Gorgias disculpa así el adulterio de Helena de Troya”.
Las épocas posteriores fueron difíciles para los temas eróticos debido a la preeminencia del poder eclesiástico, pero la prostitución aparece en obras medievales como Los Cuentos de Canterbury de Chaucer o el Decamerón de Bocaccio, en los que frecuentemente se ve a las prostitutas como mujeres que engañan, enamoran y se llevan la fortuna de los burlados.
 También aparecen obras como La Celestina con presencia, en tono de picaresca, de las meretrices
. En el Romanticismo “la eclosión de la mujer y sus derechos, incluso antes de las sufragistas, da una visión idealista de la prostituta. En la novela gótica, por ejemplo, como mujer dueña de su cuerpo y de su destino.
 La literatura las ve con simpatía, como libertarias”, explica Javier Aparicio, profesor de literatura de la Universidad Pompeu Fabra.
Un ejemplo podría ser la Clarissa de Samuel Richardson.
"En todas las épocas en las que la literatura ha tenido carácter social, la figura de la prostituta ha sido frecuente", recuerda Aparicio, quien añade que "en los realismos del XIX se asocia la prostitución al mundo de la marginalidad, como producto de la degradación de la sociedad”, como es el caso de Naná, de Émile Zola.
 La situación cambia a principios del siglo XX, con la llegada de las vanguardias histórica, donde la prostituta suele aparecer como una mujer liberada y culta, dueña de su cuerpo.
 “En los años 20 y 30 del siglo pasado vuelve la mujer liberal, que no es necesariamente una prostituta que cobra por sus servicios, pero sí una mujer que frecuenta el sexo de manera natural, algo que no encaja en la burguesía, que tienen una vida fuera de los cánones”, asegura Aparicio.
 Ya en el siglo XX, algunos ejemplos de su presencia son La Romana, de Alberto Moravia; El palacio de las bellas durmientes, de Yasunari Kawabata; Pantaleón y las Visitadoras de Mario Vargas Llosa; o El lugar sin límites, de José Donoso.
En la literatura siempre ha habido interés por las putas. Como decía Engels, la prostitución no es una amenaza para el matrimonio burgués, sino parte de él”
Rafael Reig, escritor
 
'Naná', de Manet.
“Por lo demás, en la literatura siempre ha habido interés por las putas, sin duda porque, como decía Engels, la prostitución y el adulterio no son una amenaza para el matrimonio burgués, sino parte de él”,
 explica el escritor Rafael Reig, cuya tesis doctoral fue Mujeres por entregas: la prostituta en la novela del XIX. “A mí, en literatura, lo que me interesa de las putas es que ofrecen de inmediato su cuerpo, a cualquiera, pero sus sentimientos son inaccesibles para todos.
 El símbolo de esto es la leyenda de que las putas no se dejan besar en la boca.
 Esto me parece fascinante y una visión que se subleva contra la norma: la intimidad no está entre las piernas, sino dentro de una misma. En ese sentido, las putas llevan al extremo la alienación que provoca el capitalismo, la ponen en evidencia al convertir su cuerpo en herramienta de trabajo, como cualquier albañil”.
* Recientemente han salido dos ensayos generales sobre el tema de la prostitución: Las ocultas. Una experiencia de la prostitución, de Marta Elisa de León, editado por Turner; y La sabiduría de las putas. Burócratas, burdeles y el negocio del sida, de Elizabeth Pisani, editado por Sexto Piso.