Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

2 abr 2012

Con la fiambrera a cuestas


Una muestra de algunos productos especiales para celiacos. / JOSÉ JORDÁN
Ir a un cumpleaños con un bocadillo envuelto en papel de aluminio, evitar las citas para cenar o llenar una caja con productos especiales antes de emprender un viaje.
 Estos son algunos de los hábitos a los que se tienen que acostumbrar las personas con enfermedad celíaca, un trastorno digestivo que consiste en la intolerancia al gluten, una proteína que se encuentra en cereales como el trigo, la cebada o el centeno
. Son algunas de las conclusiones a las que ha llegado Cristina Pelegrí Calvo, profesora adjunta de la Universitat de València, en una tesis sobre la incidencia de esta enfermedad en la Comunidad Valenciana.
El estudio, que comenzó “casi por casualidad, para no tener que pasar ocho horas delante de un microscopio”, se hizo sobre 166 personas, 68 niños y 98 adultos.
 En los primeros, hasta un 66% se ha sentido diferente a los demás niños y aseguraba tener problemas a la hora de realizar actividades sociales. En personas de mayor edad, el diagnóstico había tardado hasta 11 años y la mayoría había pasado por seis médicos de media antes de dar con el diagnóstico:
 “Como los síntomas son tan diversos, en salud primaria les derivaban a especialistas”, comenta la autora.
“Cuando estoy con gente, se lo hago pasar mal”, resume Karina Seghin, “porque les condiciono a la hora de ir a algún sitio. Además, hay que pensarlo con mayor tiempo, porque casi siempre tienes que avisar a los restaurantes”.
 Esta mujer de 40 años fue diagnosticada hace 10 debido a desajustes emocionales
. Por eso, a pesar de sus inconvenientes a la hora de planificar su vida social, reconoce estar “mucho mejor en todos los sentidos”.
“Nosotros empezamos a ofrecer platos para celíacos por un estudio de mercado”, comenta Antonio, un encargado del restaurante La Papardella, en Valencia, “pero sí que hemos notado que, al saberlo, vienen padres con sus hijos, parejas o empresas con reservas para este tipo de intolerancia”, explica.
Este establecimiento es uno de los locales que se están uniendo a la posibilidad de ofrecer una opción sin gluten. Juanjo Devis, encargado de la sección de celíacos del herbolario Navarro, asegura que los clientes suelen acudir en busca de nuevos productos y para comprar en grandes cantidades “que luego mantienen en casa”.
 En este establecimiento reconocen que mucha gente sigue acudiendo debido a la fiabilidad del etiquetado. Y es que, según la investigadora, “hasta un 95% de los preguntados afirmó tener dificultades a la hora de leer los ingredientes”.
La finalidad de esta profesora no era crear un manual sobre la enfermedad, sino poder divulgar estos conocimientos, empezando por los médicos: “Cuanto antes sea el reconocimiento, mejor será la salud y, por tanto, la calidad de vida”, concluye Pelegrí.

Sencillamente mejor

Sencillamente mejor

Por: | 02 de abril de 2012

Sencillamente1La sencillez es deseable, la simpleza, no. En tiempos difíciles y complejos, lo razonable parece ser reorganizar la escala de valores y, como cuando se complica la salud, aprender a apreciar lo que en la vida resulta más determinante. Incluso hace falta que el comportamiento, las maneras y el estilo se depuren hacia un modo de ser menos engolado y pomposo. Quedan más en evidencia las grandilocuencias y los engreimientos.
 Y, sobre todo, las complicaciones son una ocasión para apreciar lo que realmente merece la pena, para buscar lo que nos reconforta y precisamos.
La necesaria organización del tiempo, de los recursos y de las fuerzas obliga a una reorientación que no conviene dejar simplemente en manos de la coyuntura de los momentos.
 Se trata de establecer prioridades
Y no es preciso insistir en que suelen resultar decisivos los afectos, los entornos, la proximidad cordial. Y las condiciones dignas de vida. La sencillez es también la búsqueda de lo fundamental.
La sencillez es un saber, no un acopio de conocimientos, sino una forma de vida.
 Podríamos decir sin exceso que es una sabiduría que se busca. Resulta extraordinariamente agradable encontrarse con quien la entiende como una forma de  de entrega, sin ostentación, de dedicación intensa sin aspavientos, sin reclamar permanentemente reconocimiento, y sin medir permanentemente el poder de los demás o el interés. 
Pero sencillo no significa falto de exigencia o tibio.
Por eso resulta tan llamativa la autosuficiencia. También se es incauto, que es un modo de ser simple, por exceso de confianza o por prepotencia.
 No faltan quienes aún hablan como si ya estuviera todo claro, como si no dudaran, como si siempre supieran perfectamente lo que hay que hacer, como si todo estuviera en sus manos, todo y todos, como si fuera la gran ocasión para la frase ocurrente, la determinación que todo lo zanja. Tal vez no es sólo falta de sencillez, también lo es de modestia.
 Otra cosa es que, por lo visto, es importante dar una imagen de contundencia, de dominio, pero la sencillez no impide la cuidada firmeza.

Sencillamente3La sencillez no es una forma de resignación, ni de conformismo.
 No es una claudicación ante la complejidad, ni un desinterés por lo sofisticado o de múltiples raíces, ni la incapacidad para el análisis pormenorizado
. Sin ostentación ni artificios, es cuestión de expresar con naturalidad los conceptos. 
La sencillez no ha de ser una coartada para la indiferencia, ni desatención para con lo refinado, ni falta de implicación.
Nos sentimos respetados por quienes son sencillos, por quienes no se dirigen a nosotros exhibiéndose, propalando sus conocimientos, sino ofreciéndonos caminos o solicitando compañía para procurárnoslos conjuntamente.
 En el peor de los casos, algunos nos dictan permanentemente lo que ha de hacerse, lo que nos conviene, lo que es y cómo es, porque a su juicio somos nosotros quienes hemos de cambiar. Su supuesta superioridad carece de sencillez.
La sencillez es un desafío para todos.
 Nos permite tratar de comprender el alcance y el sentido del vivir, y el carácter pleno y efímero de la existencia, que se expresa en las experiencias cotidianas
. Este saber tan sentido y labrado en personas admirables nos enseña a no pretender el permanente deslumbramiento de una presunta brillantez, siempre con acciones de impacto.
 Ello nos conduciría a la parálisis que Hegel atribuye al alma bella. Tan convencida está de la importancia de las acciones determinantes, que no encuentra ninguna que esté a la altura de su voluntad. Y así, con su arrogancia, no hace nada y “el alma bella se deshace en una nostálgica tuberculosis”.
Detalles8 RogerMcLassus
Esa supuesta ambición es finalmente más ineficaz que la tarea permanente, diaria, pormenorizada, cuidadosa, de lo sencillamente bien hecho. Es difícil lograrlo
. Es un desafío para todos ya que, como señalamos, precisa gran sabiduría. E intensidad. E insistencia.
En definitiva, ello nos permite escuchar limpiamente lo que nos dice el oráculo de Delfos, “conócete a ti mismo”, no como una llamada anacrónica a la introspección, sino como la convocatoria a asumir los propios límites y limitaciones de nuestra condición humana que, por cierto, no es poca cosa. 
Pero el oráculo nos recuerda que no somos dioses. Así es, somos mortales.
 Puede resultar llamativo que nos veamos en la necesidad de recordárnoslo.
 Nos ayuda la reescritura y la relectura entonada de las conocidas preguntas de Kant, que todo ilustrado ha de plantearse: ¿Qué otra cosa se puede esperar si somos seres humanos, sencillamente humanos?
 Y esto no nos frena, nos convoca.
En lugar de una mirada precipitada, atolondrada, excesiva, obsesiva en acaparar, dominar y consumir, se requiere la intensidad sencilla, y no menos ambiciosa, de vivir libre, adecuada y justamente.
 Cuando eso ocurre, se distingue más claramente lo que nos falta y lo que nos sobra.
 No es preciso enmascarar ni envolver cada acción con más de lo que es. A ver si queriendo otra cosa, acabamos deseando ser antes simples que sencillos. 
Como el agua moja, el sol brilla y el verso dice, la sencillez tiene su propia elocuencia.
(Imágenes: Kitagawa Utamaro ( 1753-1806), Pescadoras de mariscos;  cuadro de Lola Abellán;  y fotografía de Roger McLassus)

Frans Masereel: sin palabras

Una ilustración de 'La ciudad' de Frans Masereel.
¿Qué unió a gente tan variopinta como Thomas Mann, George Grosz, Stephen Zweig, Hermann Hesse, Art Spiegelman, Will Eisner o Romain Rolland? La pasión por la obra de Frans Masereel (Blankenberge, Bélgica, 1889 – Aviñón, Francia, 1972), uno de los más grandes creadores de su generación —la de la primera y segunda décadas del siglo XX— a quien sin embargo la Historia (oficial) del Arte decidió no reservarle una casilla de honor.
Sí lo haría, curiosamente, la Historia del Cómic, cuyos autores, manuales, clasificaciones y recordatorios han coincidido de manera recurrente en concederle todos los honores.
 Entre ellos, el de considerarle el precursor de un subgénero fascinante, incrustado allá en el cruce de caminos entre la literatura, el cine y la ilustración: la llamada novela en imágenes, a su vez inspiradora de las hoy muy en boga novelas gráficas, aunque sin bocadillos de texto ni viñetas al uso.
La reciente publicación de La ciudad (Nórdica Libros), joya de misterio, angustia y precisión y una de las obras cumbre en la producción gráfica de Masereel, recupera la figura de este electrón libre del mundo de la narración a través de la imagen.
 A sus 36 años, este pacifista convencido, enamorado perdidamente de la obra de Goya y nacido en el seno de una acomodada familia de Gante, ya había firmado varias obras maestras: Mon livre d’heures (1919), Un fait divers (1920) y Souvenirs de mon pays (1921), entre otros títulos, aunque nada de ello, ni siquiera la relación personal con artistas y escritores consagrados como Grosz o Mann, le habían catapultado a la fama.
 En todas esas obras, pero de manera destacada en la escalofriante La cité (La ciudad, 1925) Masereel bebe de las amargas fuentes temáticas del expresionismo: angustia, soledad, miseria, rebelión, violencia, sexo, muerte.
También de sus fuentes estéticas. Tanto, que Masereel podría haber sido uno más en las paredes de los abundantes museos y exposiciones a la mayor gloria de dioses del expresionismo alemán como Kirchner, Meidner, Pechstein o Heckel. Quizá le faltó a Frans Masereel militar en las filas de movimientos serios como Die Brücke o Der Blaue Reiter en lugar de dedicarse a colaborar en periódicos de Ginebra y París y exhibir, a partir de los años treinta, una indisimulada fascinación por el comunismo de los sóviets.
Pero el caso es que la dimensión de algunos de sus trabajos —y desde luego el escalofriante La ciudad— nada tiene que envidiar, bien al contrario, a los de alguien como Ernst Ludwig Kirchner, quien, como él, engrandeció técnicas como el grabado en madera o la xilografía, aprendidas en el París de principios de siglo.
Un libro como La ciudad y, en general, la obra de Masereel, ha de ser enmarcada en el concepto de lo que el estadounidense Will Eisner, el creador de The Spirit, llamó en su día el arte secuencial (El cómic y el arte secuencial, libro de referencia para cualquiera que quiera entender por fin y para siempre la dimensión del cómic como medio de expresión).
También ha de quedar constatada la clara influencia del cine mudo expresionista en la obra de Masereel: es imposible separar los grabados en madera ejecutados por Masereel para La ciudad con las imágenes de películas como El gabinete del doctor Caligari, de Robert Wiene (1920) o el Nosferatu, de Murnau (1922). Por no hablar de la que sin duda observa unos paralelismos más evidentes ya no con el estilo sino con la temática de este libro: Metrópolis, dirigida por Fritz Lang.
 Pero aquí habría que hablar de influencias a la inversa: la legendaria sinfonía urbana de Lang fue rodada en 1927, es decir, dos años después de la publicación de La ciudad y cuando las pinturas y los grabados de Kirchner eran ya unos clásicos.
El hecho de que, por regla general, los libros de imágenes de Masereel estuvieran vertebrados a razón de una obra por página, como si fueran fotogramas si se van pasando a toda velocidad, no hace más que reforzar esa relación de cercanía con el cine.
 No por casualidad, le preguntaron a Thomas Mann en 1919 cuál era la película que más le había impresionado hasta la fecha, y el autor de La montaña mágica contestó que Mon libre d’heures, de Frans Masereel… que no era ninguna película sino un libro, un libro que el propio Mann acabaría prologando.
Dueño de un universo tan tenebroso como fiel a la realidad social y política del período de entreguerras, y tan horrible como fascinante, Frans Masereel brinda en este libro, La ciudad, el desolador retrato de lo mejor y de lo peor de que es capaz el ser humano
. Es, en ese sentido, un autor de una modernidad que no se agota.
No hay textos, para qué. Tan solo un dantesco blanco y negro para plasmar en toda su crudeza la violencia física y psicológica, la miseria frente a la opulencia, las putas bajo su yugo y las señoronas bajo sus sombreros, y el hollín tiñendo de negro las fábricas y las ventanas de las casas de los pobres.
La ciudad según Masereel tiene ya 87 años, pero sigue vigente.
 Es lo que, entre otras cosas, define a las obras maestras: la perdurabilidad de su discurso.

Karl Lagerfeld para todos los públicos


Autorretrato del diseñador alemán, Karl Lagerfeld. / KARL LAGERFELD
“Es un reto lanzar algo nuevo en estos tiempos considerados difíciles”, dice Karl Lagerfeld (Hamburgo, 1933).
Al diseñador alemán no le tiemblan las gafas de sol ante el desafío y vuelve a prestar el talento creativo -y el nombre- para una línea de moda. Karl Lagerfeld Group, cuyo principal accionista es el grupo de capital riesgo Apax Partners, presentó el pasado enero Karl, una nueva marca con dos pilares básicos: las prendas cuestan entre 20 y 1000 euros y solo está disponible a través de Internet.
 A pesar de que la tienda online Net-A-Porter se encargó del lanzamiento internacional, la web oficial www.karl.com, empieza hoy a ofrecer su producto a los clientes españoles, como ya hacía desde enero con franceses, alemanes, italianos y británicos.
Uno de los diseños que se venderán en la web del diseñador.
“El hecho de que la colección tenga precios más accesibles que los de las propuestas más lujosas de Karl es una ventaja y un recurso inteligente, la hace más atractiva”, apunta la presidenta ejecutiva de Net-A-Porter Natalie Massenet (Los Angeles, 1965).
 La marca y la tienda electrónica se asociaron para su lanzamiento, y la alianza se plasmó de un modo simbólico con Massenet y Lagerfeld trasteando con un iPad en la parisiense plaza de Saint Germain des Prés el día de la inauguración.
 “La respuesta del público ha sido fantástica. El miércoles 25 de enero fue uno de los días con más tráfico en toda la historia de Net-A-Porter, y en las primeras horas de la colección, cuatro de cada cinco compras en la web eran de Karl”, confirma Massenet.
La red se confirma como un laboratorio de pruebas relativamente económico para dar con la fórmula del éxito comercial.
 “Llegas a todo el mundo de una forma mucho más fácil. Es inverosímil empezar con tiendas propias si antes ha sido un desastre, supondría una gran inversión sin saber si la colección se venderá”, cuenta Inmaculada Urrea, consultora de moda en Sofocomedia.
 Tras las diferentes etapas por las que ha pasado la marca de Lagerfeld desde su creación en 1984, parece que por fin ha encontrado su rumbo. Pier Paolo Righi, presidente del Grupo Karl Lagerfeld, ya sabe los próximos pasos del proyecto: “En junio lanzaremos la línea masculina de Karl con un socio digital exclusivo, en www.karl.com y algunos distribuidores seleccionados a lo largo del mundo.
 Creemos además que los accesorios se convertirán en una gran parte de nuestro negocio, principalmente los bolsos y los zapatos.
 Así que en los últimos meses hemos formado un equipo ex profeso, que trabaja con Karl para su lanzamiento en la primavera de 2013. Una pequeña selección de ellos ya estarán disponibles este otoño”.
 La próxima temporada también verá la luz una nueva marca con precios más altos, Karl Lagerfeld Paris, porque “el consumidor espera que Karl Lagerfeld le ofrezca una línea selecta, particularmente en mercados como China o Rusia”, añade Righi.
A la pregunta de si esta aventura creativa le recuerda la colaboración que hizo con H&M en 2004 -las prendas de ambas colecciones son una réplica en femenino del fondo de armario del Káiser y él mismo describe este nuevo lanzamiento como “mi gusto personal”-, el polémico diseñador duda:
“Sí y no. Cuando hice lo de H&M (fui el primero) es cierto que vi un nuevo camino que podría coexistir al 100% con mis actividades en el sector del lujo”.
 Además de esta nueva etapa en su marca, Lagerfeld es director creativo de Chanel (desde 1982), Fendi (desde 1965) y se atreve con otros proyectos, como la fotografía o el vídeo.
 No se puede decir que, a sus 78 años, esté pensando en la retirada.