19 mar 2012
La Pepa se hace sentimiento
Casi dos años después de su retirada temporal y sobre las mismas tablas, las del Gran Teatro Falla gaditano, Sara Baras regresa a los escenarios el lunes 19 con el estreno de una obra inspirada en el tiempo en el que en Cádiz se aprobaba la Constitución española de 1812, a la que se le llamó La Pepa
. Ese es también el nombre del espectáculo, que podrá verse hasta el día 23, y de su personaje protagonista, que encarna la propia bailaora.
La galería de mujeres que componen tres de sus obras anteriores —Juana La Loca, Mariana Pineda y Carmen— se amplía ahora con esta nueva que Baras defiende y hace suya. "Las otras tres han marcado mi vida de una manera bestial, pero ahora yo soy La Pepa", asegura con la rotundidad de quien se ha metido en el cuerpo de un ser virtual que siente ya como propio.
A ella, a su personaje, la bailaora la ve con todos los atributos de la mujer que es, pero consciente a la vez de que es producto de una abstracción, una alegoría.
"Nuestra Pepa es un sentimiento, una forma de ser, algo que lleva el aire, es la voz del pueblo en cuerpo de mujer, pero —advierte de forma categórica— una mujer que tiene piel". La artista describe a su personaje con una convicción que le agranda los ojos.
Le ha llevado unos meses concebirla, pero ahora le cuesta parar cuando habla de su carácter, del mando de esa Pepa que hasta seduce de alguna forma, "lo envuelve, lo provoca", al propio presidente de las cortes gaditanas, el personaje que encarna su pareja y artista invitado, José Serrano.
Por último, a la creación del personaje se añade la percepción nueva de las cosas que la artista se reconoce tras su reciente maternidad
. "Este año y medio es lo mejor que me ha pasado en la vida", afirma sin que se le olvide mencionar a su bebé, por si quedaba alguna duda.
Sara admite que esta ha sido la vez que más tiempo ha tenido para leer, pensar y "la libertad más grande del mundo para soñar".
Pero pese a que para este espectáculo se ha documentado de una forma que no había hecho en otras obras, asegura que lo que más le ha inspirado ha sido el aire de la tierra y "lo especial de la gente de aquí". De Cádiz, la artista salió aún adolescente, pero nunca ha perdido de vista su bahía. Aunque la bailora y coreógrafa recuerda que su compañía nació en Cádiz con Sensaciones (1998), lo de ahora lo relata como una experiencia nueva y única.
A ello, sin duda, contribuye el hecho de que el espectáculo se haya ido gestando en sus primeros pasos en el corazón del barrio más flamenco de la ciudad, el de Santa María. Allí, al centro flamenco de La Merced ha estado llegando la compañía todas las mañanas, desde el pasado mes de diciembre, y a unas horas que la artista reconoce que no son nada flamencas.
Es la Sara exigente, "la Barosky", como la definió Lluis Pascual, que se levanta a las siete de la mañana y exige a la compañía el mismo esfuerzo que ella hace; pero también la Sara sensible, que reconoce haberse emocionado montando esta obra casi desde el principio.
A esas emociones no es ajeno tampoco el hecho de que la bailaora se haya rodeado de un elenco joven y casi enteramente gaditano que la tiene impresionada.
Puede hablar de las sorpresas que le ha dado el cuerpo de baile o de los cantaores, pero no puede evitar detenerse en la persona en la que ha delegado la música del espectáculo, el guitarrista Keko Baldomero, del que subraya, además de su flexibilidad, su capacidad para hacer sonar nuevo lo antiguo.
Porque el espectáculo La Pepa se plantea de manera diacrónica y viaja, a través de una línea argumental, un guión que es obra de la propia bailaora, desde la Guerra de la Independencia y el Cádiz de Las Cortes, con su puerto, sus cafés y sus tertulias, hasta la actualidad.
Sobre esa trama argumental se han ido colocando "de forma natural", subraya su autora, diferentes estilos flamencos, los que la acción iba demandando: seguiriyas y guajiras, martinetes y zapateado, malagueña o soleá por bulerías,
Para Sara Baras, la motivación histórica del espectáculo y su inspiración tan gaditana no deben ser ningún obstáculo para la proyección de la obra más allá de la tierra que la va a ver nacer, porque "algo tan grande como la capacidad de sentirte libre nace de aquí".
"La Pepa lleva ese espíritu. Su energía y su corazón van a llegar hasta el último rincón", pronostica ilusionada.
. Ese es también el nombre del espectáculo, que podrá verse hasta el día 23, y de su personaje protagonista, que encarna la propia bailaora.
La galería de mujeres que componen tres de sus obras anteriores —Juana La Loca, Mariana Pineda y Carmen— se amplía ahora con esta nueva que Baras defiende y hace suya. "Las otras tres han marcado mi vida de una manera bestial, pero ahora yo soy La Pepa", asegura con la rotundidad de quien se ha metido en el cuerpo de un ser virtual que siente ya como propio.
A ella, a su personaje, la bailaora la ve con todos los atributos de la mujer que es, pero consciente a la vez de que es producto de una abstracción, una alegoría.
"Nuestra Pepa es un sentimiento, una forma de ser, algo que lleva el aire, es la voz del pueblo en cuerpo de mujer, pero —advierte de forma categórica— una mujer que tiene piel". La artista describe a su personaje con una convicción que le agranda los ojos.
Le ha llevado unos meses concebirla, pero ahora le cuesta parar cuando habla de su carácter, del mando de esa Pepa que hasta seduce de alguna forma, "lo envuelve, lo provoca", al propio presidente de las cortes gaditanas, el personaje que encarna su pareja y artista invitado, José Serrano.
Por último, a la creación del personaje se añade la percepción nueva de las cosas que la artista se reconoce tras su reciente maternidad
. "Este año y medio es lo mejor que me ha pasado en la vida", afirma sin que se le olvide mencionar a su bebé, por si quedaba alguna duda.
Sara admite que esta ha sido la vez que más tiempo ha tenido para leer, pensar y "la libertad más grande del mundo para soñar".
Pero pese a que para este espectáculo se ha documentado de una forma que no había hecho en otras obras, asegura que lo que más le ha inspirado ha sido el aire de la tierra y "lo especial de la gente de aquí". De Cádiz, la artista salió aún adolescente, pero nunca ha perdido de vista su bahía. Aunque la bailora y coreógrafa recuerda que su compañía nació en Cádiz con Sensaciones (1998), lo de ahora lo relata como una experiencia nueva y única.
A ello, sin duda, contribuye el hecho de que el espectáculo se haya ido gestando en sus primeros pasos en el corazón del barrio más flamenco de la ciudad, el de Santa María. Allí, al centro flamenco de La Merced ha estado llegando la compañía todas las mañanas, desde el pasado mes de diciembre, y a unas horas que la artista reconoce que no son nada flamencas.
Es la Sara exigente, "la Barosky", como la definió Lluis Pascual, que se levanta a las siete de la mañana y exige a la compañía el mismo esfuerzo que ella hace; pero también la Sara sensible, que reconoce haberse emocionado montando esta obra casi desde el principio.
A esas emociones no es ajeno tampoco el hecho de que la bailaora se haya rodeado de un elenco joven y casi enteramente gaditano que la tiene impresionada.
Puede hablar de las sorpresas que le ha dado el cuerpo de baile o de los cantaores, pero no puede evitar detenerse en la persona en la que ha delegado la música del espectáculo, el guitarrista Keko Baldomero, del que subraya, además de su flexibilidad, su capacidad para hacer sonar nuevo lo antiguo.
Porque el espectáculo La Pepa se plantea de manera diacrónica y viaja, a través de una línea argumental, un guión que es obra de la propia bailaora, desde la Guerra de la Independencia y el Cádiz de Las Cortes, con su puerto, sus cafés y sus tertulias, hasta la actualidad.
Sobre esa trama argumental se han ido colocando "de forma natural", subraya su autora, diferentes estilos flamencos, los que la acción iba demandando: seguiriyas y guajiras, martinetes y zapateado, malagueña o soleá por bulerías,
Para Sara Baras, la motivación histórica del espectáculo y su inspiración tan gaditana no deben ser ningún obstáculo para la proyección de la obra más allá de la tierra que la va a ver nacer, porque "algo tan grande como la capacidad de sentirte libre nace de aquí".
"La Pepa lleva ese espíritu. Su energía y su corazón van a llegar hasta el último rincón", pronostica ilusionada.
“No he conseguido ser feliz ni un día en toda mi vida”
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“Pues claro que me va a cambiar la vida
. Es como si a alguien que nace sin nariz, o sin boca, y vive gracias a un mecanismo artificial, un día le implantan lo que le faltaba y empieza a respirar o a comer”. C.T.G.A. no quiere que salga su nombre porque tras la operación que (según recoge la sentencia del Tribunal Superior de Xustiza) va a “acomodar su físico a su yo psíquico”, tiene la esperanza de empezar de cero.
Que alguien, por primera vez en 39 años, le dé trabajo.
Que alguna persona, aparte de su madre, quiera ser su amiga. Que un hombre se enamore de ella y entienda, como uno que ya pasó no entendió, que los hijos también se pueden adoptar.
El Superior acaba de condenar al Sergas a pagarle a esta viguesa nacida a finales del 72 la reasignación física de sexo en una clínica privada, una intervención de seis horas que costará entre 15.000 y 25.000 euros, según la técnica que sea necesaria.
Ella prepara el cuerpo desde hace dos años para entrar en quirófano, supervisada por un especialista de Madrid que espera operarla este año. Había 10 días para recurrir y el plazo expiró sin que la Xunta lo aprovechase.
“Mi década de juventud será la de los 40”, promete, aún sumida en la depresión, su compañera de viaje desde no se sabe cuándo, que la ata a un tratamiento psicológico desde 1991.
Su síndrome ansioso-depresivo está asociado, y así lo reconocieron tanto el TSXG como el juzgado de lo Social número 1 de Vigo (que desestimó la demanda en 2008), a otro síndrome de carácter genético.
Al comienzo de la gestación, en plena ebullición hormonal de la madre, se altera un determinado gen que interviene en la diferenciación sexual.
Entonces se desencadena una enfermedad rara, reconocida por la OMS desde los años 60, que afecta aproximadamente a uno de cada 30.000 bebés. Es el llamado síndrome de Harry Benjamin, el médico alemán que lo definió hace ya más de medio siglo: niños que nacen con útero y vagina y niñas que vienen al mundo con pene y testículos.
Según C.T.G.A., fundadora y responsable de la página de internet, traducida a 10 idiomas, que informa a diario, desde hace siete años, de los estudios y los avances que van surgiendo en todo el planeta referidos al síndrome (shb-info.org), en Galicia puede haber alrededor de 20 personas con el mismo problema, también niños que con dos años ya no están cómodos en su piel.
El sistema sanitario “está perdiendo millones en tratamientos hormonales que, además, arruinan la salud”.
En estos casos, para optar a una operación, los pacientes recurren únicamente a la vía administrativa, y así no lo logran. C.T.G.A., que en internet es conocida por el seudónimo de Charlotte Goiar, también probó esta posibilidad y siempre le dieron largas
. Desde tiempos del bipartito, y en ese ambiente propicio en el que el Gobierno central aprobaba la posibilidad de cambiar el nombre (por otro más adecuado al sexo real) en el DNI, el consejo interterritorial de sanidad decidió incluir la reasignación quirúrgica de sexo en su cartera.
Hoy cumplen la medida Andalucía, la pionera, Madrid, Cataluña y Euskadi, pero Galicia aún no ha concertado el servicio.
Goiar fue la primera persona que se trató en Vigo (a los 16 años, con una endocrinóloga del Xeral) con hormonas, y también la primera en Galicia que reclama (y gana, “con abogada de oficio”) al Sergas a través de la vía judicial por este asunto.
Hay dos precedentes en España, ambos del año 2003 y de tribunales superiores, en Madrid y Barcelona.
Tenía que demostrarse, como se ha demostrado con seis informes médicos, que la demandante sufría un “síndrome de intersexualidad patológico”, no el simple “transexualismo” que reconocía el juzgado vigués, término que rechazan los que nacen con síndrome de Harry Benjamin.
C.T.G.A. cuenta que ha vivido siempre “encogida”.
“No he sido feliz ni un solo día de mi vida”, dice, “detesto las fiestas, los cumpleaños. Siento que he perdido tanto tiempo... Me encuentro cada vez peor. Me molesta hasta la luz”.
Una vez intentó suicidarse. Es bastante habitual. Esto y las automutilaciones. Porque “verse desnuda es terrible”, continúa: “No me puedo imaginar mayor defecto físico para una mujer que tener pene”.
Ella siempre fue “muy femenina”. “No podía” disimularlo.
En el colegio Nebrija, a los siete años, el psicólogo diagnosticó lo que había: “Vuestro niño se siente como una niña”, les anunció a sus padres por si no se habían dado cuenta.
La adolescencia “fue horrible”: era peor ser hombre que niño. Y en el instituto Santa Irene, antaño conocido como “el masculino”, no fue capaz de acabar los estudios por las incesantes vejaciones de alumnos y profesores.
“Me veían como una loca. Me escupían. Solo me hablaba una chica”.
Ya había empezado con las inyecciones de estrógenos y antiandrógenos.
Ahora son tres potentes pastillas al día, cargadas de efectos secundarios. Los antiandrógenos podrá dejarlos tras la operación.
. Es como si a alguien que nace sin nariz, o sin boca, y vive gracias a un mecanismo artificial, un día le implantan lo que le faltaba y empieza a respirar o a comer”. C.T.G.A. no quiere que salga su nombre porque tras la operación que (según recoge la sentencia del Tribunal Superior de Xustiza) va a “acomodar su físico a su yo psíquico”, tiene la esperanza de empezar de cero.
Que alguien, por primera vez en 39 años, le dé trabajo.
Que alguna persona, aparte de su madre, quiera ser su amiga. Que un hombre se enamore de ella y entienda, como uno que ya pasó no entendió, que los hijos también se pueden adoptar.
El Superior acaba de condenar al Sergas a pagarle a esta viguesa nacida a finales del 72 la reasignación física de sexo en una clínica privada, una intervención de seis horas que costará entre 15.000 y 25.000 euros, según la técnica que sea necesaria.
Ella prepara el cuerpo desde hace dos años para entrar en quirófano, supervisada por un especialista de Madrid que espera operarla este año. Había 10 días para recurrir y el plazo expiró sin que la Xunta lo aprovechase.
“Mi década de juventud será la de los 40”, promete, aún sumida en la depresión, su compañera de viaje desde no se sabe cuándo, que la ata a un tratamiento psicológico desde 1991.
Su síndrome ansioso-depresivo está asociado, y así lo reconocieron tanto el TSXG como el juzgado de lo Social número 1 de Vigo (que desestimó la demanda en 2008), a otro síndrome de carácter genético.
Al comienzo de la gestación, en plena ebullición hormonal de la madre, se altera un determinado gen que interviene en la diferenciación sexual.
Entonces se desencadena una enfermedad rara, reconocida por la OMS desde los años 60, que afecta aproximadamente a uno de cada 30.000 bebés. Es el llamado síndrome de Harry Benjamin, el médico alemán que lo definió hace ya más de medio siglo: niños que nacen con útero y vagina y niñas que vienen al mundo con pene y testículos.
Según C.T.G.A., fundadora y responsable de la página de internet, traducida a 10 idiomas, que informa a diario, desde hace siete años, de los estudios y los avances que van surgiendo en todo el planeta referidos al síndrome (shb-info.org), en Galicia puede haber alrededor de 20 personas con el mismo problema, también niños que con dos años ya no están cómodos en su piel.
El sistema sanitario “está perdiendo millones en tratamientos hormonales que, además, arruinan la salud”.
En estos casos, para optar a una operación, los pacientes recurren únicamente a la vía administrativa, y así no lo logran. C.T.G.A., que en internet es conocida por el seudónimo de Charlotte Goiar, también probó esta posibilidad y siempre le dieron largas
. Desde tiempos del bipartito, y en ese ambiente propicio en el que el Gobierno central aprobaba la posibilidad de cambiar el nombre (por otro más adecuado al sexo real) en el DNI, el consejo interterritorial de sanidad decidió incluir la reasignación quirúrgica de sexo en su cartera.
Hoy cumplen la medida Andalucía, la pionera, Madrid, Cataluña y Euskadi, pero Galicia aún no ha concertado el servicio.
Goiar fue la primera persona que se trató en Vigo (a los 16 años, con una endocrinóloga del Xeral) con hormonas, y también la primera en Galicia que reclama (y gana, “con abogada de oficio”) al Sergas a través de la vía judicial por este asunto.
Hay dos precedentes en España, ambos del año 2003 y de tribunales superiores, en Madrid y Barcelona.
Tenía que demostrarse, como se ha demostrado con seis informes médicos, que la demandante sufría un “síndrome de intersexualidad patológico”, no el simple “transexualismo” que reconocía el juzgado vigués, término que rechazan los que nacen con síndrome de Harry Benjamin.
C.T.G.A. cuenta que ha vivido siempre “encogida”.
“No he sido feliz ni un solo día de mi vida”, dice, “detesto las fiestas, los cumpleaños. Siento que he perdido tanto tiempo... Me encuentro cada vez peor. Me molesta hasta la luz”.
Una vez intentó suicidarse. Es bastante habitual. Esto y las automutilaciones. Porque “verse desnuda es terrible”, continúa: “No me puedo imaginar mayor defecto físico para una mujer que tener pene”.
Ella siempre fue “muy femenina”. “No podía” disimularlo.
En el colegio Nebrija, a los siete años, el psicólogo diagnosticó lo que había: “Vuestro niño se siente como una niña”, les anunció a sus padres por si no se habían dado cuenta.
La adolescencia “fue horrible”: era peor ser hombre que niño. Y en el instituto Santa Irene, antaño conocido como “el masculino”, no fue capaz de acabar los estudios por las incesantes vejaciones de alumnos y profesores.
“Me veían como una loca. Me escupían. Solo me hablaba una chica”.
Ya había empezado con las inyecciones de estrógenos y antiandrógenos.
Ahora son tres potentes pastillas al día, cargadas de efectos secundarios. Los antiandrógenos podrá dejarlos tras la operación.
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