Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

16 mar 2012

La naturaleza del mal

El filme, una alegoría de la estupidez de ciertas familias, demuestra que Ramsay es una directora superdotada.

Tilda Swinton y Jasper Newell (Kevin de crío), en un fotograma de 'Tenemos que hablar de Kevin'
Ante una película como Tenemos que hablar de Kevin, tercer largometraje de la escocesa Lynn Ramsay, tras las provocadoras Ramcatcher y Morvern callar, ambas inéditas en los cines españoles, y basada en una novela de Lionel Shriver, se pueden pergeñar tres tipos de comentarios críticos:
1) Ramsay demuestra que es una directora superdotada en el manejo de los recursos formales y en la creación de estados ánimo en el espectador a través de extraordinarios juegos de montaje, sonido y música: un simple plano detalle en el momento justo puede trastocar el tono de una secuencia; un inserto, convertir en terrible lo que parecía amable, y en amable lo que parecía terrible; la supresión del sonido ambiente, en un ensordecedor y paradójico ruido; la introducción de una canción aparentemente feliz, en un terrible contraste de modulaciones emocionales (Everyday, de Buddy Holly, nunca sonó tan repulsiva).
 La prosa de Ramsay es un magnífico compendio de las posibilidades narrativas del cine, esas que se alejan de la convencional estructura aristotélica con un planteamiento, un nudo y un desenlace.
2) Tenemos que hablar de Kevin es una alegoría de la estupidez de buena parte de las familias contemporáneas, ese lugar donde los padres más preparados intelectualmente pueden llegar a ser auténticos tullidos emocionales, donde las excesivas expectativas respecto de los hijos suelen transformarse en reveladoras inseguridades en los críos.
 La película, alejada del realismo, reflexiona sobre lo que puede haber detrás de determinados criminales y elucubra, por medio de metáforas y analogías, sobre algo tan etéreo como la naturaleza del mal como concepto general (¿nace o se hace?), y sobre su progresivo desarrollo en la personalidad de un ser humano, desde que es bebé hasta que es rescatado por la sociedad para su (intento de) curación y/o para su punición.
3) Puesto que el tono dramático de la película no es el de los juegos con el inconsciente ni el del onirismo, sino el de la conciencia plena respecto de lo que se está contando, Tenemos que hablar de Kevin es un relato presuntamente realista que en realidad está alejado de cualquier verosimilitud, donde todo lo que ocurre no tiene el menor sentido (¡¿cómo va a tener otro hijo esa mujer?!).
 Lo que hay en ella es psicologismo de barraca de feria alrededor de la educación y de la maldad, además de, algo imperdonable en la escritura, un inconcebible maltrato de personaje: el de la madre, que más que hundirse por los actos de una sociedad enferma, es masacrada por unos creadores despiadados, los de la película, que no parecen saber lo que es la maternidad ni por el forro, y a los que como mínimo se les podría calificar de personas despreciables.
Ahora vayan al cine y elijan una de las tres opciones anteriores, o incluso dos de ellas, pues no son excluyentes.
 Este crítico se apunta a la 1) y a la 3).

 

Clasicismo es usted, Padrino...Vito Corleano

Francis Ford Coppola dirige a Marlon Brando el 30 de abril de 1971
Era octubre del 72 cuando vi por primera vez El Padrino.
 En su estreno en el cine Palacio de la Música, en aquella Gran Vía que olía a cine, que podías recorrer incansablemente observando los enormes y aromáticos cartelones que anunciaban las películas.
 Conocí a principios de los años setenta los rincones más exóticos de aquel Madrid inmenso y que desconocía buscando el infatigable atracón de cine a través de los programas dobles en los infinitos cines de barrio.
 Hice involuntario exhaustivo turismo en función del amor al cine. También hubiera intentado recorrer de punta a punta el Amazonas o la Antártida no para descubrir sus exóticos y maravillosos paisajes, sino porque allí se programara la mejor historia del cine.
Aunque no dispusiera de dinero para frecuentar las salas de estreno, me las ingenié para disfrutar de El Padrino el día de su estreno, y el siguiente y el siguiente.... Y por supuesto, había leído la critica en la sagrada revista Triunfo que la calificaba de película fallida, convencional producto de Hollywood y otras negativas certidumbres que sonaban a manifiesto dadaísta.
 Cuarenta años más tarde, cuando se empiezan a difuminar en el recuerdo personas y cosas que consideraba imprescindibles, habiendo renunciado por voluntad propia o por necesidad de supervivencia a enganches que parecían eternos, sigo frecuentando con renovada fascinación e inmarchitable amor, cada seis meses más o menos, antes en el cine y progresivamente en vídeo, DVD y Blu-Ray, esta saga de casi diez horas titulada El Padrino.
 Ese conocimiento tan exhaustivo como obsesivo que te permite reconocer de memoria cada palabra que va a salir de la bocas de protagonistas y secundarios, el tono en el que van a pronunciarlas, sus gestos histriónicos o leves, lo que va a ocurrir en cada secuencia, los momentos que van a estar ambientados con música y las imágenes desnudas, lo que pretende ser realista y lo que se limita a sugerir, el armonioso empleo del flash-back y las elocuentes elipsis, la violencia evidente o subterránea y un intimismo que llega a ser doloroso, la mezcla de espectáculo, lírica y reflexión, la simultánea empatía, comprensión y horror que te hacen sentir esos personajes complejos y sus casi siempre siniestras circunstancias, no priva jamás de su encanto ni de su hipnosis a esta obra perfecta, no te cansa, te sigue removiendo, divirtiendo y emocionando igual que la primera vez, tienes la sensación de que es imposible contar mejor esa historia de múltiples ramificaciones aunque siempre arranque con una celebración y acabe con una tragedia.
Coppola, que nunca ha demostrado demasiado entusiasmo por su criatura más prodigiosa (independientemente de que esta le hiciera el justo favor de convertirle en millonario a perpetuidad), que declara haberse sentido mucho más realizado con otras de sus películas, concebidas con vocación y amor y que no alcanzaron el éxito, consiguió algo que está más allá del elogio, sin la menor relación con eso tan efímero y frívolo de las modas, clásico, vivo, apasionante, intemporal.
No te cansa, te sigue removiendo, divirtiendo y emocionando igual que la primera vez
El Padrino habla con lenguaje inoxidable y hermoso de cosas que siempre han alimentado a las tragedias más profundas.
 Habla de la familia como refugio presuntamente invulnerable y de su lacerante quiebra, de las grandezas y miserias del poder, de las barbaridades que hay que cometer para no perderlo, de la fatalidad y el destino obligando a asumir responsabilidades y metas opuestas a lo que habías pretendido que fuera tu vida, de la traición y la venganza, del crimen organizado y sus múltiples tentáculos de corrupción, incluido el soborno de los pilares de la ley, la política, la justicia y el orden, de los inmigrantes forzosos y sus códigos de supervivencia en ese mundo nuevo y hostil, de rituales ancestrales y violentos, de la mentira cotidiana intentando disfrazar la hipocresía y salvar los asideros vitales, de las pérdidas y las rupturas más brutales que impone el mantenimiento de un trono permanentemente amenazado por las conjuras, de la soledad cósmica a la que está destinado el monarca de la jungla.
Todo ello está descrito con una visión profunda que te hace comprender las razones de todos para ser como son y actuar como actúan.
 La primera parte de El Padrino es modélica, pero lo que narra en la segunda y la forma de hacerlo, incluida la costumbrista y maravillosa reconstrucción de la infancia y juventud de Vito Corleone, posee el aliento, la atmósfera, la intensidad y la lírica de las mejores tragedias de Shakespeare.
Y hay un bajón en la tercera, la incómoda sensación en algunos momentos de que Coppola está autoplagiándose y repitiendo una una fórmula infalible, también sobra la empalagosa interpretación de su hija Sofia, pero tiene secuencias grandiosas.
El genial Brando solo aparece durante media hora, pero su aplastante presencia flota durante toda la saga. La interpretación de un contenido y sutil Pacino es una obra de arte. Como la de Duvall y De Niro.
 Pero hasta el último de los secundarios construye un personaje veraz. Si juntas a diez amantes de El Padrino es probable que difieran los momentos y los personajes que más les impresionan.
Pero todos te confesarán que esta saga tan larga les parece muy corta. Que si durara cien horas en vez de diez, su felicidad sería completa.

15 mar 2012

La vida de Felipe González Presidente del 1º Gobierno Socialista

Veo ahora a Felipe González, y ha pasado mucho tiempo que vivimos la llegada del Socialismo a esta España nuestra después del Franquismo, todos erámos más jóvenes, y teníamos mucha espeeranza e ilusiones, ël, un muchacho con prestancia para atraer a las masas, supongo que ser un gran analista lo consigue con el tiempo y porque es un hombre de Gran Valor Político, es decir, no es Supermán, los poderes los tiene por ser un hombre inteligente que ha sabido rodearse de gente valiosa, si miramos a nuestro alrededor, el tendría en nº 1, como Político, ya retirado, y eso me cuesta creerlo.
Nunca voté Socialista y soy una mujer de Izquierdas, que incluso ese socialismo me parecía muy poco izquierdoso.
Por eso Hablo de un hombre, eso que siempre se dice, con luces y sombras.
Y para mi la sombra no la achaco a tantas cosas por las que tuvo que pasar, la achaco a su actual pareja, y no me queda más remedio que compararla con su ex.esposa Carmen Romero, me gusta Carmen porque es una mujer de media sonrisa y no de ir con melena al viento y Bolso de 3.000 Euros por ejemplo, porque siempre quiso estar detrás de Felipe, no le interesaba tantos fastos, le costó vestirse como lo exigia su cargo, quiso seguir dando clases hasta que vió que era imposible, luego surgian murmullos si él o ella tenían otras personas en su vida, nunca se supo.
No sé como verá ella a su ex, o si tienen amistosas relaciones o no lo puede ver, los hijos son mayores para elegir ver a sus padres cuando puedan, parece que como casi siempre ella los ve más, pero no sabemos nada de su vida actual, de él naturalmente si, va a cenas entre las que está esa mujer de escándalos y ahora algo alejada del mundanal ruido, Mar Flores, ya ven como es la vida, y no lo digo por esa Mar sino por Felipe,
No puede él seguir analizando un poco nuestra situación política y económica, ¿Por qué esta como de vacaciones perpetuas en Marruecos, tomando el Sol.
Es un Hombre de Buena Presencia, y se dedica a diseñar joyas, eso dicen, no sé los Bonsais que habrá sido de ellos.
No sé pero hoy pensé en él, y tb en sus malos momentos cuando perdió las elecciones, estaba ya desganado, quizás su vida era la actual y el ceyó que era la anterior, y en realidad no deja de ser un Pijo, pero fue un Presidente y eso lo debería tener en cuenta, y...¿Que será de la cara oculta? El era el amable y el trabajo sucio lo hacía Guerra, Que será de él?, aquel gobierno haría algo por quitar ese Euro de las recetas? acabaría con el fantasma del Paro? o se ven y se dicen !De buena nos hemos librado!!. Quiero ccreer que no.

“Quiero mucho a Iñaki y a Cristina, pero yo no ‘urdangarineo”

Pregunta. Tras varias novelas, publica Viví años de tormenta, con algo que conoce más de cerca.
Respuesta. Yo creo que es porque llevaba años dándole vueltas, en círcu­los concéntricos, y lo anterior que había publicado era un trocito de Vietnam, otro de Egipto, otro de Francia…
P. Para acabar en el madrileño barrio de Salamanca.
R. Era inevitable.
P. ¿Por pijerío?
R. No. Porque yo ese barrio lo conozco bien. 
Y me quedaba una cosa por resolver en la historia de la Transición: la de una familia de megarricos, nobles, del barrio de Salamanca, acotados en un lugar de extrema elegancia y riqueza. Y de conservadurismo.

A corta distancia

Ni toca la bandeja de cruasanes que la editorial ha puesto de ‘atrezo’ en uno de sus despachos, donde nos encontramos. Es un gran conversador, con aire de galán con poso, fajador de vieja data, reidor y ‘bon vivant’, al que gusta “leer, navegar, andar y charlotear”. Su próxima novela irá sobre la corrupción. Pero no va a hacer “una de Matas, una ‘campsada”, porque esos, dice, son ‘amateurs’, aficionadillos, sin un muerto que echarse a la boca”. Cielos. Que tiemble el misterio.
P. Una familia a la que no le falta ni su cura rojo.
R. Pero esas familias yo las he visto: la mamá desesperada porque el niño le había salido cura para irse al Pozo del Tío Raimundo en vez de salirle obispo.
P. La foto de la solapa la firma su señora. ¿Todo se queda en casa?
R. Claro [ríe], sí. Me encantaba que me la hiciera ella. Pues venga, ella.
P. Cuando dejó Canal + dijo querer “descansar, navegar y escribir”. ¿Cómo logra navegar sin dar un palo al agua?
R. Porque cuando se navega intentas estar por encima del agua. 
Y entonces no se da el palo. Se cambia de velas.
P. Para vivir en Mallorca un poco del cuento, ¿qué le ha ayudado más: ganar premios como el Planeta o casarse con una prima del Rey?
R. Yo creo que el Planeta, no solo porque me dio dinero, y vendí muchísimo, sino porque me permitió colocarme en un lugar donde aceptan que escribas, y te pagan por ello.
P. Con estos paralelismos de familia del Rey, Mallorca… ¿no le ha dado nunca por urdangarinear?
R. No. Yo quiero mucho a Iñaki, y a Cristina, también. Pero urdangarinear, no. Yo no urdangarineo.
P. Dijo que entre las señoras maduritas con las que se iría a Tahití estaban Sigourney Weaver, Concha Velasco y Ana Belén. ¿Llegó a llevarlas de excursión?
R. Hice la excursión, pero con mi señora.
 Con las anteriores, me temo que nada. Eso sí: cuando hacía Lo más Plus, Shirley MacLaine, al terminar el programa, me dio un beso en la boca. No era lo mismo, pero en fin.
P. Eso que se llevó por delante.
R. Eso ha iluminado mis días.
P. A usted, ¿de qué edad para abajo ya ni le miran?
R. Uy, de 35 para abajo ya no me mira nadie. Soy absolutamente transparente.
P. En alguno de sus libros muestra su distancia con los hippies. ¿No les ve con la óptica del chico bien?
R. No, porque yo me apeé del chico bien hace muchos años. Creo que dejé de serlo de verdad cuando entré a trabajar en EL PAÍS. Ahí comprendí que la vida estaba hecha de otra cosa. Había que currar. Y currar… eso, lo mínimo [risas].
P. Dice que la belleza es imprescindible en el ser humano. Pero si le toca ser pariente de Berlusconi o del cardenal Rouco, ¿qué hace, aguantarse?
R. Claro, qué vas a hacer. Aguantarte y emigrar. Marcharte a otro país. No sé. ¿Qué es peor: ser primo de Berlusconi o de Rouco? Yo creo que de Berlusconi, porque te mancha con su magma. 
Y Rouco hay un sitio donde se para, que es donde está tu conciencia y le dice: “Usted, gracias a Dios, no manda en España, pues mire qué pena me da que se lo tome usted tan a mal”. En cambio el otro…
P. ¿Cree que los diplomáticos son una casta especialita?
R. Yo creo que ya no. Lo hemos sido. Todavía hay mucha gente que está convencida de que lo es. Pero ahora somos unos funcionarios como los de Correos. Y además hacemos más o menos lo mismo.
P. Ahora se va al Camino de Santiago. Llegados a Galicia, ¿es más eficaz rezar al Apóstol o a Rajoy?
R. Yo creo que a Rajoy. Manda mucho. Manda más que el Apóstol. Cada día manda más. Y cuando ganen las andaluzas, no le quiero ni contar lo que va a ser esto. Madre mía.
P. ¿Preferirá tirarse a la penitencia o a la empanada de berberechos?
R. A la empanada de berberechos, sin dudarlo un solo instante.
P. ¿Su pasión por las gominolas le ayuda a crear?
R. No, me ayuda a engordar, qué a crear. Pero es una pasión realmente malsana. Me escapo a comprarlas, sobre todo las italianas, que son muy buenas. Las hacen de una manera que no es nada gominosa, sino que se deshace. Y eso es muy serio.
P. ¿Está más loco por su perro o por Charlize Theron?
R. Ja, ja, ja. Me pone en un aprieto. Mi perro es adorable, y es compañero; Charlize Theron es adorable, pero no es compañera. Y lo lamento.