Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

10 mar 2012

Oficio de contar..........Antonio Muñoz Molina

En un fotograma de 'Esto no es una película', Jafar Panahi delimita en el suelo de su vivienda la supuesta habitación de la joven que iba a protagonizar su próximo filme.
Contar historias y escucharlas no es un lujo intelectual al que se entreguen unas cuantas personas con poco sentido práctico: es una fatalidad genética de la especie.
 Desde que empieza a tener un cierto dominio del idioma un niño no para de preguntar y de inventar y de exigir que le cuenten y de marearle la cabeza con relatos a quien ande cerca.
 Queremos algunas veces que nos digan la verdad y otras que nos mientan, y con el mismo empeño miramos a alguien a los ojos y le contamos lo que hemos guardado en secreto durante mucho tiempo, y también miramos con fijeza o apartamos ligeramente la mirada para improvisar una mentira.
 Contamos con palabras y contamos por señas cuando las palabras nos faltan o cuando creemos que ocultamos algo y nuestros gestos o nuestra entonación nos traicionan.
Miramos por casualidad una película o una serie de televisión y aunque no tengamos ningún interés si tardamos unos segundos más en pulsar el mando a distancia ya nos quedamos atrapados por una historia, no porque sea buena o mala, sino porque es una historia, porque nos propone una intriga y nos tienta con el cebo infalible de una solución.
 Contamos en voz alta y contamos por escrito, y algunos cuentan dibujando imágenes o tomando fotos o haciendo películas, o más primitivamente aún, más despojadamente, arañando un nombre en un tronco de un árbol, en el muro de un templo egipcio, en la pared de una celda, imprimiendo una mano abierta en la arcilla húmeda de una cueva paleolítica o en una de esas losas de cemento de las que están hechas las aceras de Nueva York.
Para que no quedara constancia escrita de los poemas que podían mandarlo a prisión Osip Mandelstam los componía enteros en su cabeza y se los recitaba a su mujer para que ella los aprendiera de memoria. La métrica y la rima facilitan una escritura solo mental. Cuando se iba quedando ciego Borges compuso poemas mucho más medidos y rimados que los de su juventud. En vez de aquellas hojas rayadas de cuaderno escolar en las que escribía con una letra de una pequeñez inverosímil, con una pulcritud de ejercicio caligráfico y de miniatura, Borges ensayaba versos en voz alta y medía las sílabas golpeando suavemente con las yemas de sus dedos blancos de ciego. A Emil Nolde, que se sentía tan cercano a los nazis y sin embargo fue incluido por ellos en la etiqueta infamante del arte degenerado, le prohibieron exponer, y también comprar lienzos, pinceles y óleos: lo que hizo fue pintar acuarelas en láminas de cartulina del tamaño de postales, y la pobreza de medios y la limitación del espacio agregaron una fuerza más concentrada a sus visiones sombrías de horizontes marinos y playas abandonadas. Matisse hizo sus prodigiosos collages cuando la penuria de los años de la ocupación lo dejó sin otros materiales.
Jafar Panahi decidió hacer una película sobre su mismo encierro, sobre la mordaza que le impedía salir de casa y del país y hacer películas
Estamos tan hechos para contar historias que en cuanto nos dormimos lo primero que hacemos es empezar a segregarlas. El yo no es una figura sólida y estable sino un relato en marcha que la mente está contándose siempre a sí misma, una tentativa permanente por otorgar coherencia y continuidad al laberinto simultáneo de las operaciones cerebrales y a la multiplicación alucinante de los estímulos de los sentidos. El juego infantil del cuéntame un cuento recuento que nunca se acabe con pan y pimiento es la traslación poética y rítmica de esa narración incesante. En un solo vagón de metro, entre las conversaciones de la gente y las divagaciones de los solitarios de mirada perdida y las historias de los que se sumergen en un libro, hay más novelas posibles que en toda una biblioteca.
Los sordos hablan tumultuosamente con las manos. Las historias que no les llegan por los ojos los ciegos las urden con el tacto, el olfato, el oído. El que ha perdido el uso del habla por un accidente o un ataque lo recupera poco a poco, palabra por palabra, como el que aprende a caminar de nuevo, con el mismo empeño sin desánimo.
En un momento dado deja caer el guión sobre sus rodillas y hace un gesto de capitulación. Entre decir una película y hacerla hay un abismo irreparable
No callamos ni debajo del agua. No callaríamos ni bajo la tierra. Al cineasta iraní Jafar Panahi lo condenaron en 2009 a seis años de cárcel, a no dirigir películas y a no salir del país durante veinte años. Con la condena en suspenso lo forzaron a quedarse encerrado en su casa, con la amenaza constante de volver a prisión. Cuando lo condenaron, Panahi acababa de someter a la censura un guión sobre la vida de una chica que quiere ir a la universidad a estudiar arte, pero a la que sus padres encierran porque son muy religiosos y les ofenden esas aspiraciones.
 El permiso de rodaje fue negado. Jafar Panahi no iba a hacer esa película ni ninguna otra. Tenía prohibido salir de su casa. Tenía que quedarse aguardando las noticias probablemente fatídicas que le traerían los abogados.
Entonces decidió hacer una película sobre su mismo encierro, sobre la mordaza que le impedía salir de casa y del país y hacer películas.
Sobre la mesa del desayuno puso una cámara digital. Se filmó a sí mismo desayunando y mirando por el balcón hacia la calle que no podía pisar y hablando por teléfono con la abogada que lo mantenía al tanto de sus negras perspectivas penales.
 Vino a verlo otro amigo cineasta, Mojtaba Mirtahmasb, y le pidió que fuera él quien manejara la cámara. También filmó con la cámara de su iPhone.
Filmó a una iguana que anda por su casa con lentitudes de criatura prehistórica y al portero que llama a la puerta para recoger la basura, y a una vecina que quiere dejarle un rato su perro mientras ella sale.
Como no podía hacer su película leyó el guión delante de la cámara, se lo contó a su amigo, puso cintas adhesivas en el salón de su casa para delimitar los espacios de las habitaciones en las que vivía encerrada la protagonista de su historia.
Describe lo que se vería en cada uno de los planos que no puede rodar: una ventana que da a un callejón, una mujer anciana que se acerca caminando despacio, un hombre joven que la ayuda y que parece que está enamorado de la chica encerrada, pero que tal vez es un agente de la policía secreta…
 En un momento dado el cineasta deja caer el guión sobre sus rodillas y hace un gesto de capitulación. Entre decir una película y hacerla hay un abismo irreparable.
En las ventanas va atardeciendo, anochece. El amigo se va y la cámara que manejaba queda en marcha sobre la mesa de la cocina. De la calle vienen los ruidos del tráfico y los de los fuegos artificiales de una fiesta de fin de año.
Lo que estamos viendo se titula Esto no es una película: no es una broma intelectual, sino un hecho. La última imagen es la calle a oscuras que el cineasta no puede atreverse a pisar.
No hay música, casi no hay créditos. El material filmado salió de contrabando de Irán. Proscrito, encerrado, silenciado, de un modo o de otro Jafar Panahi seguirá dedicado al oficio y al vicio de contar.
Esto no es una película (2010), de Jafar Panahi y Mojtaba Mirtahmasb, se estrenará en España el 30 de marzo. http://www.thisisnotafilm.net.
antoniomuñozmolina.es

Fallece Moebius, gigante del cómic europeo

Jean Giraud, 'Moebius', en París en 2010. / FRANCK FIFE (AFP)
El dibujante francés Jean Giraud (París, 1938), más conocido como Moebius, creador del teniente Blueberry y del Mayor Fatal, artífice de uno de los universos de cómic más personales, reconocibles y fascinantes del noveno arte, ha fallecido hoy en París a la edad de 73 años tras sufrir una larga enfermedad.
Giraud visitó Barcelona en mayo de 2010 para asistir al Salón Internacional del Cómic de la ciudad, donde presentó su última obra, Inside Moebius, que se convierte en la despedida del padre del teniente Blueberry, la serie del Incal y otro buen puñado de títulos de referencia. "El talento es un regalo de los dioses pero siempre tengo que correr detrás de él para poder estar a la altura", señaló entonces.
Jean Henri Gaston Giraud nació el 8 de mayo de 1938 en Nogent-sur-Marne, localidad a las afueras de París, y a los 18 años publicó sus primeros dibujos para el sector de la publicidad y la moda, antes de debutar en las colaboraciones en revistas ilustradas.
Tras regresar de la guerra de Argelia, publicó una serie de western en la revista Spirou y poco después lanza el que se sería su personaje más famoso, el teniente Blueberry.
Su incursión en el género de la ciencia-ficción llega a finales de la década de los 60, cuando empieza a ilustrar una serie de revistas y libros especializados en la fantasía futurista, trabajos que empieza a firmar con el sobrenombre de Moebius, en honor al matemático alemán del mismo nombre.
 Con ese nombre publicó dos de sus series más célebres, la de Arzach y el Incal.
Giraud colaboró con algunas de las publicaciones más prestigiosas del cómic, además de las ya citadas, como Hara Kiri o Echo des Savanes, en Francia.
Asimismo, trabajó junto a algunos destacados dibujantes japoneses y en EEUU ilustró una aventura coescrita junto al factótum de la Marvel, Stan Lee, sobre el personaje Estela Plateada.
Su prolífico universo también atrajo al mundo del cine.
De su mesa de trabajo surgieron los diseños del algunos de los personajes de las películas Alien, de Ridley Scott, El quinto elemento, de Luc Besson, y Abyss, de James Cameron, entre otros.
En 2010, la Fundación Cartier para el arte contemporáneo, en París, consagró una gran retrospectiva a toda su trayectoria.

TU RISA.- POEMA DE PABLO NERUDA

PABLO NERUDA....QUÍTAME EL PAN SI QUIERES::::::::::::::.

Quítame el pan, si quieres,
quítame el aire, pero
no me quites tu risa.

Mi lucha es dura y vuelvo
con los ojos cansados
a veces de haber visto
la tierra que no cambia,
pero al entrar tu risa
sube al cielo buscándome
y abre para mi todas
las puertas de la vida.

Quítame el pan, si quieres,
quítame el aire, pero
no me quites tu risa.

Amor mío, en la hora
más oscura desgrana
tu risa, y si de pronto
ves que mi sangre mancha
las piedras de la calle,
ríe, porque tu risa
será para mis manos
como una espada fresca.

Quítame el pan, si quieres,
quítame el aire, pero
no me quites tu risa.

Ríete de la noche,
del día, de la luna,
ríete de las calles
torcidas de la isla,
niégame el pan, el aire,
la luz, la primavera,
pero tu risa nunca
porque me moriría.

Quítame el pan, si quieres,
quítame el aire, pero
no me quites tu risa...