Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

1 mar 2012

La complicada vida

La complicada vida

Por: | 24 de febrero de 2012
Un día Alejandro decide lanzarse y va a casa de Julia y le dice con torpeza que si ella aceptara ser su mujer, él se lo daría todo.
 La joven, una hermosa mujer de provincias, hija del médico del lugar y con su punto de beatería, se queda pálida y le contesta que imposible. "Dentro de su alma se operó una metamorfosis brusca, decisiva, como si súbitamente la luz se apagara en ella", escribe Antón Chéjov sobre la reacción que tiene ante la abrupta negativa Alejandro, un joven adinerado que está de visita allí por la enfermedad de su hermana. "Y salió de la casa sintiéndose avergonzado, humillado, despreciado. Se sentía un personaje desagradable y hasta repugnante". Chéjov lo va acompañando mientras camina por la calle y va contando lo que le pasa.
 Explica, por ejemplo, que luego le invadió "una indiferencia semejante a la de los criminales después de una condena severa, mientras piensan que, gracias a Dios, todo ha terminado".
 Y es verdad, se acabó la incertidumbre, el penar día tras día pensando en cómo iba a reaccionar Julia.
 Con ella no existe futuro alguno, lo sabe por fin, todo ha sido un desastre, no hay vuelta atrás.
 "Estaba bien claro que debería renunciar a cualquier esperanza de felicidad, que habría de vivir sin deseo, que no debía esperar más", escribe Chéjov y, tras dar noticia del desdén con que decide afrontar cuanto hay en el presente, apunta: "La cabeza era un peso enorme y tenía la impresión de que de un momento a otro se le saltarían las lágrimas".
 Llega Alejandro a casa de Julia preso de la excitación y llenó de energía, declara su amor a aquella bella mujer y ella lo rechaza; se siente entonces una piltrafa, luego respira aliviado por haber dejado atrás la incertidumbre, enseguida renuncia al deseo y la felicidad, se precipita en la indiferencia.
 Y, justo ahí, es cuando está a punto de ponerse a llorar. ¿Hay alguien que se aclare? ¿Cómo es posible que ande ese muchacho subiendo y bajando en esa disparatada montaña rusa de emociones por las cosas de una jovencita? ¿Será posible? Lo es, y uno de los que mejor ha sabido contarlo ha sido desde siempre el escritor ruso Antón Chéjov.
 El momento narrado pertenece a su nouvelle Tres años (Espasa, 2005; traducción de R. Galiart), pero los nombres de los personajes son los que ha elegido Juan Pastor en la particularísima versión que ha realizado de esta obra para su compañía de la Guindalera.
 La trama se ha trasladado a la España de los años treinta y los personajes vuelven de aquellos remotos días para dirigirse al espectador de hoy y preguntarle si también lo siguen embrollando la felicidad y el amor y los celos y el afán de triunfar y el miedo a la soledad y la pobreza: todo eso que atrapa a los mortales.
Anton chejov tres años alicia gonzalez
La Guindalera es un proyecto que desde ya unos años llevan adelante Teresa Valentín-Gamazo y Juan Pastor. Reivindican la proximidad, el formato pequeño, la idea de que debe crearse entre actor y espectador una atmósfera especial donde pueda surgir el verdadero teatro.
 Así que han montado una sala en Madrid, en la que tienen cuidado cada minúsculo detalle, y trabajan con una compañía en la que los actores se involucran al máximo.
 Tres años, por ejemplo, se sostiene sobre la novela breve de Chéjov pero, conservando su espíritu, la han adaptado a su gusto y en el proceso todos han incorporado experiencias propias para aproximarla a España y a su historia
. La representación dura una hora y cincuenta minutos y pasa en una exhalación.
 Juan Pastor sabe mover a los personajes, tiene sentido del ritmo, consigue subrayar aquello que le parece relevante. Los actores cumplen su cometido, destacando Raúl Fernández (Alejandro) y Alicia González (Paulina) (en la imagen, un momento de la obra; la fotografía es de Alicia González).
Buena parte de la responsabilidad, en cualquier caso, es de Chéjov.
Y de su manera de aproximarse a las criaturas de este mundo y a sus pequeños dramas.

En el prólogo que escribió para presentar la antología Cuentos imprescindibles del escritor ruso que él mismo seleccionó (Lumen, 2001), el novelista estadounidense Richard Ford comentaba que Chéjov le parecía, en realidad, un escritor para adultos, "un escritor cuya obra llega a ser provechosa, y también espléndida, cuando consigue dirigir la atención hacia sentimientos maduros, hacia complicadas reacciones humanas y casi imperceptibles alternativas morales circunscritas en dilemas mayores, cualquier parte de las cuales, si las encontráramos en nuestra compleja y precipitada vida con los demás, probablemente pasaría inadvertida incluso a la observación más sutil.
El deseo de Chéjov es complicar y poner en tela de juicio nuestra impresión sobre personajes que, erróneamente, uno se creería capaz de comprender a primera vista".

Viendo ahí en la Guindalera a los personajes de Chéjov, observando sus vaivenes emocionales y sus quiebras, sus rotos espirituales y su ineptitud a la hora de buscar la felicidad es como si al final nos encontráramos nosotros también ahí, como uno más de aquellos a los que, erróneamente, creímos haber comprendido alguna vez.

¿Por qué nunca dicen que Galdós era Canario? de Gran Canaria?

Así contó Pérez Galdós la voladura de La Mercedes

Por: Tereixa Constenla01/03/2012
Mucho antes de que Odyssey sacara a la luz el tesoro de La Mercedes, que voló por los aires tras un certero cañonazo sobre su santabárbara lanzado por un barco inglés frente a las costas del Algarve el 5 de octubre de 1804, el novelista Benito Pérez Galdós (1843-1920) recreó el suceso en la novela Trafalgar
. Los detalles citados por el escritor se ajustan a lo recogido en los documentos históricos conservados en los archivos de la Armada española, lo que resalta el gran rigor histórico con que Pérez Galdós abordó su creación literaria.
Una lección para algunos autores de novela histórica que pretenden apuntalar sus ficciones sobre hechos reales que han investigado superficialmente. Images
En este fragmento de Trafalgar, que se publica en 1873, se relata la explosión de la fragata de guerra Nuestra Señora de las Mercedes y el apresamiento de los tres barcos que componían la escuadra española, que viajaban de América a Cádiz.
Eran tiempos de paz (formal) con Inglaterra, pero en realidad fue el preludio de la gran batalla de Trafalgar, que estaba a la vuelta de la esquina y a la que Pérez Galdós dedica la obra. La novela fue la primera entrega de los Episodios Nacionales.
“-¿Pues y la captura de las cuatro fragatas que venían del Río de la Plata? -dijo D. Alonso animando a Marcial para que continuara sus narraciones.
-También en esa me encontré -contestó el marino-, y allí me dejaron sin pierna. También entonces nos cogieron desprevenidos, y como estábamos en tiempo de paz, navegábamos muy tranquilos, contando ya las horas que nos faltaban para llegar, cuando de pronto... 
Le diré a usted cómo fue, señora Doña Francisca, para que vea las mañas de esa gente.
 Después de lo del Estrecho, me embarqué en la Fama para Montevideo, y ya hacía mucho tiempo que estábamos allí, cuando el jefe de la escuadra recibió orden de traer a España los caudales de Lima y Buenos Aires. El viaje fue muy bueno, y no tuvimos más percance que unas calenturillas, que no mataron ni tanto así de hombre...
 Traíamos mucho dinero del Rey y de particulares, y también lo que llamamos la caja de soldadas, que son los ahorrillos de la tropa que sirve en las Américas. 
Por junto, si no me engaño, eran cosa de cinco millones de pesos, como quien no dice nada, y además traíamos pieles de lobo, lana de vicuña, cascarilla, barras de estaño y cobre y maderas finas... 
Pues, señor, después de cincuenta días de navegación, el 5 de Octubre, vimos tierra, y ya contábamos entrar en Cádiz al día siguiente, cuando cátate que hacia el Nordeste se nos presentan cuatro señoras fragatas. Anque era tiempo de paz, y nuestro capitán, D. Miguel de Zapiaín, parecía no tener maldito recelo, yo, que soy perro viejo en la mar, llamé a Débora y le dije que el tiempo me olía a pólvora... 
Bueno: cuando las fragatas inglesas estuvieron cerca, el general mandó hacer zafarrancho; la Fama iba delante, y al poco rato nos encontramos a tiro de pistola de una de las inglesas por barlovento.
Entonces el capitán inglés nos habló con su bocina y nos dijo... ¡pues mire usted que me gustó la franqueza!... nos dijo que nos pusiéramos en facha porque nos iba a atacar. Hizo mil preguntas; pero le dijimos que no nos daba la gana de contestar. A todo esto, las otras tres fragatas enemigas se habían acercado a las nuestras, de tal manera que cada una de las inglesas tenía otra española por el costado de sotavento.
-Su posición no podía ser mejor -apuntó mi amo.
Fgtanc2aasc2aa_delasmercedes_1804_libro_hc2aa_dela_mc2aaespac3b1ola-Eso digo yo -continuó Marcial-. El jefe de nuestra escuadra, D. José Bustamante, anduvo poco listo, que si hubiera sido yo... 
Pues, señor, el comodón (quería decir el comodoro) inglés envió a bordo de la Medea un oficialillo de estos de cola de abadejo, el cual, sin andarse en chiquitas, dijo que anque no estaba declarada la guerra, el comodón tenía orden de apresarnos. 
Esto sí que se llama ser inglés. 
El combate empezó al poco rato; nuestra fragata recibió la primera andanada por babor; se le contestó al saludo, y cañonazo va, cañonazo viene... lo cierto del caso es que no metimos en un puño a aquellos herejes por mor de que el demonio fue y pegó fuego a la Santa Bárbara de la Mercedes, que se voló en un suspiro, ¡y todos con este suceso, nos afligimos tanto, sintiéndonos tan apocados...!, no por falta de valor, sino por aquello que dicen... en la moral... pues... denque el mismo momento nos vimos perdidos. 
Nuestra fragata tenía las velas con más agujeros que capa vieja, los cabos rotos, cinco pies de agua en bodega, el palo de mesana tendido, tres balazos a flor de agua y bastantes muertos y heridos.
 A pesar de esto, seguíamos la cuchipanda con el inglés; pero cuando vimos que la Medea y la Clara, no pudiendo resistir la chamusquina, arriaban bandera, forzamos de vela y nos retiramos defendiéndonos como podíamos. 
La maldita fragata inglesa nos daba caza, y como era más velera que la nuestra, no pudimos zafarnos y tuvimos también que arriar el trapo a las tres de la tarde, cuando ya nos habían matado mucha gente, y yo estaba medio muerto sobre el sollao porque a una bala le dio la gana de quitarme la pierna.
 Aquellos condenados nos llevaron a Inglaterra, no como presos, sino como detenidos; pero carta va, carta viene entre Londres y Madrid, lo cierto es que se quedaron con el dinero, y me parece que cuando a mí me nazca otra pierna, entonces el Rey de España les verá la punta del pelo a los cinco millones de pesos”.

29 feb 2012

PIER PAOLO PASOLINI

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Para que un gran intelectual italiano
quede vivo en la memoria

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Pier Paolo Pasolini (Bologna 1922-Roma 1975) es uno de los más grandes escritores italianos del siglo XX; se dedicó también al cine. Desde la literatura más íntima hasta el cine más popular, Pasolini siempre ha sido firmemente poeta con una clara huella de lo real y de lo cotidiano.
“...En general mi vida social depende exclusivamente de lo que es la gente. Digo “gente” con conocimiento de causa, refiriéndome a lo que es la sociedad, el pueblo, la masa, en el momento en que entra existencialmente (y acaso sólo visualmente) en contacto conmigo. Es de esta experiencia existencial, directa, concreta, dramática, corpórea, de la que nacen en el fondo todos mis discursos ideológicos...”
Con su compromiso político, civil y artístico Pasolini tuvo como objetico principal el de denunciar y contrastar la homologación cultural y el cambio antropológico de los italianos. El detectó dramáticamente estos dos aspectos en el consumismo exasperado, en el condicionamiento llevado a cabo por los medios de comunicación de masas, en las condiciones del subproletariado urbano.
“Tal compromiso provocó, ante todo, una difusa hostilidad hacia él, la cual reveló también el obscurantismo de aquellos que siempre intentaron obstaculizarle.” “...Me han detenido, procesado, perseguido, linchado durante casi dos décadas. Todo eso un joven no puede saberlo... Puede que yo haya tenido la suficiente dignidad como para esconder la angustia de uno que durante años y años esperaba cada día la llegada de una citación del tribunal, y mirar a los quioscos con el pánico de leer en los periódicos atroces noticias escandalosas acerca de su persona...”
A pasar de eso, el poeta “intensificó progresivamente sus intervenciones, imprimiendo más incisividad a unos blancos cada vez más terriblemente concretos, y engrosando tanto las filas de sus amigos (aquellos movimientos políticos y culturales que sintieron la necesidad de su presencia: todos los que han querido dialogar con él más allá de polémicas desviadas o incluso de diferencias de fondo) como las de los enemigos (los depositarios o los siervos de un poder que primero le despreciaron como intelectual y homosexual, confinándole al limbo, y después, viendo que el esfuerzo de encerrarlo en un gueto resultaba inútil, decidieron mostrarle sus dientes).
Sin embargo, ni los unos ni los otros podrán recordarle hoy, ya que su pensamiento estaba en constante devenir y se apartaba de cualqier esquema, inspirándose a la vida, de la que aceptaba las burlas más horribles, y con la que compartía las contradicciones más pesadas.
“Siempre he pagado, y he ido desesperadamente hasta el final en todo.

He cometido muchos errores, pero desde luego no tengo remordimientos”. Y ello porque, según escribe en un poema de 1969: “De nuestra vida soy insaciable / porque algo único en el mundo jamás puede agotarse”.
“Pasolini ha sido definido muchas veces como ‘un testigo provocador’, pero la sublime maldición no fue dictada ni por un narcisismo del poeta, ni por el estro publicitario de un editor: en esta especie de eslogan había una verdad instintiva, inmediata, casi epidérmica, pero profunda e implacable […].
En las dos palabras ‘testigo provocador’ hay, para empezar, un elemento-clave que ilumina, no ya la personalidad de Pasolini sino, esencialmente, su fundamental relación con la colectividad, a la que le sigue la grabación ‘en caliente’ de una sensación rápida, todavía por codificar, que es justamente lo ‘provocador’. Sobre un individuo en cierto modo ‘público’ a menudo se arriesgan legítimos pronósticos, y la carrera para adivinar con antelación sus pensamientos y sus reacciones frente a ésto o aquello puede resultar incluso poco vivaz. En el caso de Pasolini –osaríamos decir sólo en su caso- este juego no empezaba; con él no. Ha sido justamente esta característica suya la que le ha hecho conquistar sobre el terreno el adjetivo ‘provocador’, un juicio obtuso pero sincero, y desarmante en el sentido de que cada uno puede leerlo, en positivo o en negativo, según su perspectriva, pero en cualquier caso sin conseguir asirlo nunca verdaderamente.
Este hombre, este artista, fue asesinado en la noche entre el 1 y el 2 de Noviembre de 1975.
 “Pier Paolo Pasolini ha dejado de existir, y desde entonces, en los discursos de los amigos, en los de los enemigos y en los de los amigos-enemigos, siempre se le ha echado gravemente en falta, y ello sin mencionar lo mucho que su personalidad esté ausente en el epitafio ingrato ofrecido por este delito, y en el recuerdo demasiado enturbiado y controvertido de los últimos dramáticos momentos de su vida, recogidos por los apiadados ojos y orejas de quien estaba, y de quien no estaba, de quien podía o de quien no quería estar. 
El cadáver de Pasolini ha sido devorado por nuestra sociedad y por nuestro tiempo: es ésta la nemesis que, como por una agotable regla narrativa, cierra el apólogo.
“En toda mi vida jamás he ejercido una acción violenta, ni física, ni moral. No porque yo soy un fanático de la no-violencia. La cual, si es una forma de autocostricción ideológica, también es violencia. Nunca he ejercido en mi vida violencia alguna, ni física ni moral, simplemente porque he confiado en mi naturaleza, es decir en mi cultura...”

El arte erótico occidental, contado en '69 historias de deseo'

Jean-Manuel Traimond muestra la gran impronta que ha dejado el deseo carnal en la Historia del Arte de Occidente.

L a pasión por disfrutar del cuerpo del amante es tan antigua como el mundo. 

El deseo del amor íntimo, de la amatoria, de lo erótico y lo sensual ha sido, es y será fuente de inspiración constante para los artistas.

Una muestra de la gran impronta que ha dejado el deseo carnal en la Historia del Arte de Occidente lo constituye el libro que acaba de llegar a las librerías, 69 historias de deseo. Un museo del imaginario erótico, del investigador francés Jean-Manuel Traimond.
A través de diversos géneros y soportes artísticos, desde lienzos hasta fotografías, pasando por grabados, esculturas y cerámicas, Traimond ha esbozado sus 69 historias de deseo occidentales con 69 piezas.
Con esa cifra, en alusión a la postura sexual, el estudioso presenta las variantes de la práctica amatoria, desde explícitas felaciones y cunnilingus hasta imágenes que ilustran la entrega previa al orgasmo en obras culmen de la Historia del Arte de Francia, Alemania o España, y que siguen inspirando a las musas.

Pasiones eternas

Las 69 historias de deseo (Editorial Electa) relatan cuáles son las pasiones carnales que se repiten eternamente en la Humanidad a través de una presentación de las obras en fotos maquetadas a sangre y a doble página como mínimo.
Algunas presentaciones, como la "Vasija de figuras rojas" de la etapa de pintura negra de la Grecia Antigua (siglo VI a.C., Museo del Louvre, en París), que exhibe motivos con felaciones de y por hombres, sirven para que el autor se cuestione "¿gozaban griegos y romanos de más libertad sexual que nosotros?".
"El arte erótico occidental siempre se ha movido entre la carne y el cilicio"
Para Traimond, "el arte erótico occidental siempre se ha movido entre estos dos polos": "la carne y el cilicio, don Carnal y doña Cuaresma, enseñar y ocultar", de ahí que en "69 historias de deseo" abunden imágenes del deseo masculino por medio de pechos perlados que se escapan de corsés o de miradas anhelantes.
Lo que demuestra una vez más que la tradición histórica y cultural otorgó más libertad al numen del artista hombre para expresar sus deseos carnales a través de los medios plásticos que a las mujeres artistas, que fueron forzosamente más recatadas hasta finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX.
Este punto evidentemente ha marcado la producción de este volumen, en el que hay más piezas anónimas que realizadas por mujeres artistas, es decir, que hay más estampas de mujeres deseosas y deseantes pintadas por hombres.

Lo políticamente correcto

No quiere decir que todos los artistas fueran heterosexuales, pero sí que lo "políticamente correcto" también influyó en la Historia del Arte, incluso en las estampas más lacivas y provocadoras de deseo.
A pesar de ello, cabe celebrar que "69 historias de deseo" recoja una obra de una relación sexual lésbica de la argentina Léonor Fini, considerada la primera artista que pintó un desnudo masculino erótico.
En su libro, este autor rompe con la habitual presentación cronológica de los tratados de Historia del Arte y, en su selección, dictada por una mirada caprichosa pero refinada, hay obras también de artistas vivos como David Hamilton, Jean-Robert Iposutéguy, Eric Fischl, Milo Manara o Tom Wesselmann.
Pero en él están también los más consagrados, como Picasso, Lucas Cranach El Viejo, El Bosco, Miguel Ángel, Tiziano, Caravaggio, Rubens, Rembrandt, Velázquez, Ingress, Manet, Gustave Coubert, Gustav Klimt, Amedeo Modigliani, Auguste Rodin, Balthus, René Magritte, Robert Mapplethorpe o Marcel Duchamp.