7 feb 2012
Antoni Tàpies fallece a los 88 años
Antoni Tàpies, uno de los grandes maestros de la vanguardia del arte del siglo XX, falleció ayer en Barcelona a los 88 años, según un comunicado emitido por su familia
. El pintor catalán se encontraba delicado de salud desde hace tiempo. Con Tàpies desparece uno de los grandes referentes indiscutibles del arte contemporáneo mundial.
Nacido en Barcelona en 1923, en el seno de una familia burguesa, culta y catalanista, de gran tradición editorial y bibliófila que él heredará como una parte fundamental de su acervo, Tàpies no ha sido solo un gran pintor y escultor sino un intelectual de primer orden, teórico del arte y coleccionista.
El Rey le había otorgado en 2010 el título de marqués.
Su estilo se define por la palabra matérico, en referencia al uso de elementos de enorme y a veces chocante y humilde fisicidad, hasta vulgaridad, trascendidas por una dimensión espiritual cuyas raíces conectaban con lo más íntimo y ancestral del alma humana. Era un artista y al tiempo un sabio con ribetes a veces de un misticismo de corte telúrico.
Estaba muy influenciado por la espiritualidad oriental y especialmente el budismo zen. El contraste entre ese afán universalista y trascendente y su apego a lo cotidiano e incluso lo doméstico —el astro mundial Tàpies era también el senyor Antoni— articulaba lo que el artista tenía de más personal y único. También de entrañable. Pocos artistas de su talla, en toda la historia del arte, hubieran sido capaces de atisbar la grandiosa poesía íntima de un calcetín.
La obra de Tàpies está marcada por las rugosidades, las rasgaduras, las grietas, las cruces y números y signos de su mitología personal. Su trazo es enigmático, su voluntad intrincada, pero su estilo es inconfundible. Todo eso conforma la obra de un artista esencial.
Ayer tarde, en las horas de su muerte, la sede de su fundación en Barcelona, en el antiguo edificio de la Editorial Montaner i Simon, obra modernista de Lluís Domènich i Montaner, permanecía cerrada aunque con las luces encendidas dentro. Una metáfora de su obra, aparentemente críptica, preñada de iluminación. En lo alto, la emblemática escultura Núvol i cadira, (Nube y silla), se elevaba hacia el frío cielo como una voluta de genio deshaciéndose en la inmensidad del oscuro universo.
Tàpies, que vivió el pleno reconocimiento en vida, estaba en posesión de los más importantes premios españoles e internacionales. Realizó exposiciones desde los años cuarenta y fue uno de los fundadores de Dau al Set, movimiento del que se desvinculó en 1951.
Implicado siempre en los acontecimientos políticos y sociales de su época, se opuso a la dictadura franquista en los años sesenta y setenta y fue encarcelado por asistir a una asamblea clandestina en el monasterio de Montserrat en protesta por el Proceso de Burgos.En 1950 hizo su primera exposición individual, en Barcelona, y viajó a París becado por el Instituto Francés. Allí conoció a Picasso y al cubismo. Años después, en coincidencia con el arte povera europeo y el postminimalismo estadounidense, Tàpies profundizó en su trabajo con objetos, descontextualizándolos e incorporándolos a su lenguaje propio.
Influenciado también por Joan Miró, al que admiraba en grado sumo, su búsqueda artística pronto tomó derroteros muy personales en paralelo al interés por la nueva espiritualidad.
La condición humana, la rueda de la vida y sobre todo el insoslayable problema del dolor encuentran traslación directa en su plástica, rotunda y cargada a menudo de una dimensión trágica. El interés por la ciencia es otra constante en él, que coleccionó grandísimas obras científicas con pasión de bibliófilo.
La altura reflexiva siempre está en Tàpies matizada, como queda dicho, por el uso casi artesanal de la materia. Al contrario, era capaz de sublimar hasta un zapato o un pelo de axila incrustado en su cuadro.
En los años ochenta, el interés por la tela adquirió en Tàpies una fuerza renovada.
Entre los grandes momentos públicos del artista estuvo la polémica en torno al calcetín gigante que debía adornar la gran sala oval del Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) en Barcelona. El proyecto no salió adelante, en buena parte por un absurdo miedo institucional al ridículo que seguramente nos hubiese dejado también sin la Capilla Sixtina. Aquel asunto dio pie a una reflexión sobre el arte de Tàpies que acabó redundando en su valoración. Una versión más pequeña del calcetín adorna el patio de su fundación, uno de los grandes lugares del arte de la ciudad, faro como él lo quiso de arte, experimentación y conocimiento.
En septiembre de 2011 se inauguró en la sede una exposición ya casi con voluntad de revisión completa de su obra desde los años cuarenta. En esa muestra se podía apreciar la extraordinaria trayectoria del artista.
El de Tàpies es un arte en el que se dan la mano de manera especial occidente y oriente, lo particular y lo universal, ciencia y mística, lo vulgar y lo sublime. Artista polimórfico y completísimo, renacentista en la acepción más grandiosa de la palabra, deja la espiral de un astro humeante, una cicatriz, una grieta, sobre la superficie estremecida del arte contemporáneo.
. El pintor catalán se encontraba delicado de salud desde hace tiempo. Con Tàpies desparece uno de los grandes referentes indiscutibles del arte contemporáneo mundial.
Nacido en Barcelona en 1923, en el seno de una familia burguesa, culta y catalanista, de gran tradición editorial y bibliófila que él heredará como una parte fundamental de su acervo, Tàpies no ha sido solo un gran pintor y escultor sino un intelectual de primer orden, teórico del arte y coleccionista.
El Rey le había otorgado en 2010 el título de marqués.
Su estilo se define por la palabra matérico, en referencia al uso de elementos de enorme y a veces chocante y humilde fisicidad, hasta vulgaridad, trascendidas por una dimensión espiritual cuyas raíces conectaban con lo más íntimo y ancestral del alma humana. Era un artista y al tiempo un sabio con ribetes a veces de un misticismo de corte telúrico.
Estaba muy influenciado por la espiritualidad oriental y especialmente el budismo zen. El contraste entre ese afán universalista y trascendente y su apego a lo cotidiano e incluso lo doméstico —el astro mundial Tàpies era también el senyor Antoni— articulaba lo que el artista tenía de más personal y único. También de entrañable. Pocos artistas de su talla, en toda la historia del arte, hubieran sido capaces de atisbar la grandiosa poesía íntima de un calcetín.
La obra de Tàpies está marcada por las rugosidades, las rasgaduras, las grietas, las cruces y números y signos de su mitología personal. Su trazo es enigmático, su voluntad intrincada, pero su estilo es inconfundible. Todo eso conforma la obra de un artista esencial.
Fue un gran cultivador de nuevas técnicas de dibujo, litografía y 'collage' sobre nuevos soportes plásticos
Tàpies, que vivió el pleno reconocimiento en vida, estaba en posesión de los más importantes premios españoles e internacionales. Realizó exposiciones desde los años cuarenta y fue uno de los fundadores de Dau al Set, movimiento del que se desvinculó en 1951.
Implicado siempre en los acontecimientos políticos y sociales de su época, se opuso a la dictadura franquista en los años sesenta y setenta y fue encarcelado por asistir a una asamblea clandestina en el monasterio de Montserrat en protesta por el Proceso de Burgos.En 1950 hizo su primera exposición individual, en Barcelona, y viajó a París becado por el Instituto Francés. Allí conoció a Picasso y al cubismo. Años después, en coincidencia con el arte povera europeo y el postminimalismo estadounidense, Tàpies profundizó en su trabajo con objetos, descontextualizándolos e incorporándolos a su lenguaje propio.
Influenciado también por Joan Miró, al que admiraba en grado sumo, su búsqueda artística pronto tomó derroteros muy personales en paralelo al interés por la nueva espiritualidad.
La condición humana, la rueda de la vida y sobre todo el insoslayable problema del dolor encuentran traslación directa en su plástica, rotunda y cargada a menudo de una dimensión trágica. El interés por la ciencia es otra constante en él, que coleccionó grandísimas obras científicas con pasión de bibliófilo.
La altura reflexiva siempre está en Tàpies matizada, como queda dicho, por el uso casi artesanal de la materia. Al contrario, era capaz de sublimar hasta un zapato o un pelo de axila incrustado en su cuadro.
En los años ochenta, el interés por la tela adquirió en Tàpies una fuerza renovada.
Entre los grandes momentos públicos del artista estuvo la polémica en torno al calcetín gigante que debía adornar la gran sala oval del Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) en Barcelona. El proyecto no salió adelante, en buena parte por un absurdo miedo institucional al ridículo que seguramente nos hubiese dejado también sin la Capilla Sixtina. Aquel asunto dio pie a una reflexión sobre el arte de Tàpies que acabó redundando en su valoración. Una versión más pequeña del calcetín adorna el patio de su fundación, uno de los grandes lugares del arte de la ciudad, faro como él lo quiso de arte, experimentación y conocimiento.
En septiembre de 2011 se inauguró en la sede una exposición ya casi con voluntad de revisión completa de su obra desde los años cuarenta. En esa muestra se podía apreciar la extraordinaria trayectoria del artista.
El de Tàpies es un arte en el que se dan la mano de manera especial occidente y oriente, lo particular y lo universal, ciencia y mística, lo vulgar y lo sublime. Artista polimórfico y completísimo, renacentista en la acepción más grandiosa de la palabra, deja la espiral de un astro humeante, una cicatriz, una grieta, sobre la superficie estremecida del arte contemporáneo.
Imperio y boda de Marta Ortega
Debería ser el enlace del año, pero al dueño de Inditex no le gustan los grandes fastos. Se casa su heredera. Y lo hace con un gran jinete español, el mejor de 2011 y además de condición humilde.
Si las bodas se midiesen por la cuenta de resultados es indudable que el próximo enlace entre Marta Ortega Pérez y Sergio Álvarez Moya merece acaparar toda la atención de la prensa especializada, sea en papel cuché como en papel salmón.
Se casa la rica heredera, la única mujer en el mundo que estaría en disposición de competir en número de ceros con la mismísima reina de Inglaterra o estas nuevas ricachonas chinas de nombre impronunciable.
Y se casa con un joven humilde, todo sea dicho, un jinete criado en las cuadras asturianas.
Sin embargo, el enlace que debería ser el más difundido del momento camina por entre los ecos de sociedad con un perfil muy bajo por ausencia de novedades: desde hace meses no hay más noticia disponible que alguna que otra especulación acerca del vestido de novia.
Y es que la prensa, la rosa y la de cualquier color, lleva merodeando varios años sin obtener resultados alrededor de esta mujer que acaba de cumplir los 28 años: ni una palabra, una sonrisa hacia la cámara, siquiera una confidencia banal. Estamos a punto de llegar al día de la boda (18 de febrero) y no hay seguridad de que la novia vista de blanco tradicional o blanco roto. Bienvenidos al mundo Inditex, donde todo lo que está fuera del escaparate es asquerosamente discreto.
Desde que a finales de 2006 se dieron los primeros movimientos de carácter administrativo alrededor de Marta Ortega (su nombramiento como vicepresidenta de las sociedades patrimoniales Gartler y Partler) quedó despejada cualquier duda acerca de quién terminaría asumiendo en el futuro la gestión del inmenso capital de Inditex en manos de Amancio Ortega, casado dos veces y con tres hijos, Pablo, Sandra y Marta. Marta, la pequeña de los tres, la única de su segundo matrimonio, sería la heredera.
Como fue la de Amancio Ortega, una de las escasas ocasiones donde dicen que se puso corbata.
Pocos invitados, muy escogidos, y entre ellos los amigos de toda la vida. Nada se sabe sobre el viaje de novios. Cabe suponer que no será nada extraordinario.
Y es que nada es extraordinario dentro de esta casa, salvo la forma que tiene Inditex de hacer crecer su imperio. “De momento les basta con seguir implementando lo que ya tienen a la espera de la próxima gran idea”, dice un analista, “mientras el patrimonio de Ortega crece a razón de entre 500 y 800 millones al año”. Y nadie duda de que esa próxima gran idea llegará.
Se casa la rica heredera, la única mujer en el mundo que estaría en disposición de competir en número de ceros con la mismísima reina de Inglaterra o estas nuevas ricachonas chinas de nombre impronunciable.
Y se casa con un joven humilde, todo sea dicho, un jinete criado en las cuadras asturianas.
Sin embargo, el enlace que debería ser el más difundido del momento camina por entre los ecos de sociedad con un perfil muy bajo por ausencia de novedades: desde hace meses no hay más noticia disponible que alguna que otra especulación acerca del vestido de novia.
Y es que la prensa, la rosa y la de cualquier color, lleva merodeando varios años sin obtener resultados alrededor de esta mujer que acaba de cumplir los 28 años: ni una palabra, una sonrisa hacia la cámara, siquiera una confidencia banal. Estamos a punto de llegar al día de la boda (18 de febrero) y no hay seguridad de que la novia vista de blanco tradicional o blanco roto. Bienvenidos al mundo Inditex, donde todo lo que está fuera del escaparate es asquerosamente discreto.
Desde que a finales de 2006 se dieron los primeros movimientos de carácter administrativo alrededor de Marta Ortega (su nombramiento como vicepresidenta de las sociedades patrimoniales Gartler y Partler) quedó despejada cualquier duda acerca de quién terminaría asumiendo en el futuro la gestión del inmenso capital de Inditex en manos de Amancio Ortega, casado dos veces y con tres hijos, Pablo, Sandra y Marta. Marta, la pequeña de los tres, la única de su segundo matrimonio, sería la heredera.
A pocas semanas del enlace no hay más noticia disponible que alguna especulación acerca del vestido de la novia
Pero quedaba por dilucidar si sería también la sucesora, si sería ella quien sustituiría a su padre al frente de la gestión de la compañía.
Así que durante cuatro años, estos cuatro últimos, Marta ha recorrido todos los confines de la empresa, que así puede decirse porque incluyó una larga estancia de cuatro meses en las oficinas de Shangai (China), más otras estancias en Francia, Italia e Inglaterra, con vistas a perfeccionar sus conocimientos y, porque no decirlo, a explorar sus cualidades para el mando.
Durante todo este tiempo, la prensa se ha repartido el trabajo.
El papel salmón estuvo especulando con su ascenso a una presidencia, mientras el papel cuché buscó la foto más codiciada: ella, doblando prendas en una tienda como empleada de Berskha. Ninguno de esos dos fenómenos se ha producido.
Para obtener la foto habría que saber en cual de las 700 tiendas de Berskha alrededor del mundo trabajaba la hija del gran jefe. Y alguien estuvo a punto de conseguirlo, a alguien le llegó el soplo de que Marta trabajaba en la tienda de Oxford Street en Londres. Lo hizo entre Septiembre y Mayo de 2008. En ese punto, la empresa tuvo los reflejos oportunos, por decirlo de alguna manera, para evitar la foto.
La noticia que sí se divulgó, por el conducto ordinario y sin filtraciones, fue el nombramiento de Pablo Isla como presidente de Inditex en sustitución de Amancio Ortega.
Todo un bombazo: el consejero delegado se convertía en el número uno.
Quedaba entonces claro que la gestión iría por un lado y el capital por otro. Es decir, Marta Ortega sería la heredera pero no la sucesora. “”Pablo Isla queda como referencia de la gestión y es quien lleva toda la estrategia en esa dimensión””, señala un portavoz de la empresa con ese lenguaje tan cuidadoso marca de la casa, “con lo cual cierta incertidumbre queda resuelta””. Amancio Ortega, una vez más, ha sabido manejar los tiempos.
¿Significaba esta decisión que había fracasado la formación de Marta Ortega diseñada por expertos de escuelas de negocio? ¿O acaso habría mostrado Marta falta de vocación o talento para dirigir una compañía de la complejidad de Inditex?
”Todavía habrá más novedades relacionadas con su formación”, explica el portavoz oficial. “Su futuro no se plantea en esos términos, gestión-administración”, añade enigmático. Lo que es evidente es que el mercado se ha dado por enterado y no plantea incertidumbre acerca del futuro de la compañía una vez producido el nombramiento de Pablo Isla. "Inditex es un imperio que se puede duplicar en cinco años”, afirma José Luis Nueno, profesor del IESE y experto en la industria de la moda.
“Es un modelo que viaja muy bien, que no supera el 3% de cuota de mercado en ningún país y que en muchos sitios está apenas por encima del 1%. Quiere ello decir que, con abrir más tiendas dobla su cuota. Esa ropa asequible con aire de moda se va a vender más porque el mundo va a ser más pobre”, concluye Nueno.
La primera empresa de venta de moda del mundo (hace tiempo que Inditex dejó atrás a H&M, GAP, Benetton y un largo etcétera, de alguna manera se ha quedado sin competidor) es por otra parte la firma con menos glamour fuera de lo que es estrictamente el producto.
La discreción y el anonimato es un sello de la casa, casi una religión, que instituyó en su día Amancio Ortega (no hubo una imagen suya hasta 1998 y una de las últimas cosas que se han sabido de él es que su plato favorito son los huevos fritos con patatas y chorizo) y que cumplen a rajatabla todos cuantos le rodean. Pablo Isla, como en su día lo fue José María Castellano, el primer consejero delegado, están cortados por el mismo patrón.
Así los define un catedrático que no autoriza a desvelar su nombre: “hombres de apariencia gris, de camisa azul, de cara triste, de sólida formación académica y excelentes gestores”.
Inditex es una marca de influencia global, pero su corazón está en Arteixo, una localidad a las afueras de A Coruña, de donde apenas se mueve Amancio Ortega y donde ahora trabaja su hija Marta todos los días. Es decir, Arteixo y A Coruña se han convertido en un microcosmos donde se ha desarrollado la vida de este singular hombre y su singular familia, que en ningún momento ha caído en la tentación de alejarse de Galicia (algo parecido ha sucedido con su primera mujer, Rosalía Mera, dedicada a una fundación y a inversiones en empresas de biotecnología).
De esa manera, Marta Ortega ha llevado una especie de doble vida controlada. Una prácticamente anónima, muy familiar y muy dentro de la empresa. Y otra pública, reducido al entorno de los concursos hípicos. No se puede decir que haya sido precisamente un ejemplo de glamour, lujo y esplendor.
Marta ha tenido una formación muy tradicional, muy casera. Amancio no compartió la idea de enviarla a estudiar a Estados Unidos. Se inclinó por un buen colegio de A Coruña y unos estudios de empresariales en el European Business School de Londres.
Eso y algunos cursos especializados fueron el preámbulo a su periodo de formación de cuatro años en la universidad de Inditex. En casa.
Su vida en la superficie ha estado prácticamente monopolizada por su afición a la hípica, de tal suerte que a Marta solo era posible verla y fotografiarla en los concursos ecuestres.
Sabido es que su padre, en uno de sus pocos excesos, mandó construir el centro hípico de Casas Novas en la localidad coruñesa de Larín, un complejo que no tiene nada que envidiar a los mejores de Europa.
Allí se celebran grandes competiciones, allí ha podido desarrollar su hija su gran afición.
Y en esos reducidos entornos, tan selectos y pijos, es donde se le han conocido amistades con glamour (desde Athina Onassis hasta Carlota Casiraghi, hija de Carolina de Mónaco) a toda suerte de pretendientes, algún novio y, finalmente, quien va a ser su marido
. Mientras su formación discurría por un territorio tan ortodoxo como discreto, en ese pequeño reducto de vida pública tonteaba con la frivolidad. Pero sin excesos.
De ese escenario tan reducido la prensa del corazón ha tenido que alimentarse durante años y explotar todo tipo de especulaciones, algunas más o menos afortunadas.
Se celebraban presuntos romances de Marta Ortega con hijos de banqueros o con el vástago del político socialista José Bono, que también tenía pasión por la hípica
. La vida sentimental de Marta Ortega pareció estabilizarse con el catalán Gonzalo Testa, un buen jinete a secas sin demasiado porvenir en los concursos pero un hijo de buena familia al fin y al cabo cuya imagen parecía encajar como consorte de una rica heredera.
Sin embargo, la novedad saltó un buen día entre los centros hípicos: ya no era Testa su acompañante, sino el joven Sergio Álvarez.
Para el resto del mundo, aquello no se ha trató mas que de un cambio de jinete.
Sin embargo, el reducido mundo de la hípica extrajo otra interpretación. Si Testa, Bono Jr. o cualquiera de los otros pretendientes conocidos no pasaban por ser hijos de, Sergio Álvarez significaba un cambio radical de perfil: es justo el jinete que ha llegado más alto con medios más modestos.
Sergio Álvarez no es hijo de buena familia sino el típico hombre que se ha formado “haciendo cuadras”, que ha sido mozo antes que cualquier otra cosa, calificado en el ambiente de los circuitos como “un tipo sencillo”, un “tío intachable” o una “bellísima persona”, según la forma de expresarse de cada entrevistado. Objetivamente, su posición no es dudosa: en la clasificación oficial de 2011 de la Federación Española de Hípica es el número 1 de España en la especialidad de saltos. Y como gran jinete es, a juicio de los consultados en el sector, de los que saben mantener el tipo cuando hay que beber.
Hace tiempo que Marta desistió de hacer una carrera como amazona.
Posiblemente fue su gran sueño. El aparato de propaganda de Inditex, siempre prudente, cometió algunos excesos en este terreno y sobrevaloró sus cualidades. Suele suceder entre gente de poderío económico que se mete a deportista: los medios superan el talento
. Marta no es una notable amazona (lo dicen los expertos, eso sí, bajo juramento de anonimato), pero monta con caballos (Madame Pompadour, entre otros) que cuestan un millón de euros. “Son caballos ganadores, con un árbol genealógico repleto de campeones olímpicos”, explica un experto. Son caballos que no se paran nunca. Para llegar a ciertas verdades hay que dejar el palco y acercarse a las cuadras. Por ejemplo, que la infanta Elena tuvo buenos caballos pero le sobraba miedo.
O que Cayetano Martínez de Irujo no ha tenido suerte: era un buen jinete pero se ve que la duquesa de Alba era un poco tacaña y no le compró buenos caballos.
Eso al menos corre de sitio en sitio en el mundo de la hípica. Como se difunde que Marta Ortega ha tenido buen gusto al elegir marido.
Marta no es una notable amazona, según los expertos, pero monta caballos que valen un millón de euros
¿Y cómo es ella, a todo esto? La versión oficial la describe como una mujer normal, sencilla y accesible. Hay discrepancias en torno a si es tímida, simpática, distante, humilde o sosa, que de todo ello se escucha en los sitios por donde se mueve. ¿Y por dónde se mueve? No busquen muy lejos.
En el microcosmos de Arteixo. Trabaja en Zara y come en Zara, donde acude, según lo describe un empleado que se encuentra con ella todos los días “con blusa y vaqueros cada mañana, con gabardinas de Dutti a la medida y con algunas concesiones a otras marcas”. ¿Qué otras marcas? “A lo que no renuncia”, dice con total seguridad, “es a los bolsos de Cloé y Celine y a las bailarinas de Chanel”.
Así viste Marta Ortega en el lugar de trabajo, en pleno corazón de Zara mujer, donde se definen las tendencias de moda, donde se identifica por dónde evolucionarán los diseños. Es uno de esos puntos neurálgicos donde se vive realmente la moda. Es el lugar más sofisticado del mundo Inditex.
“Hay que tener en cuenta que Marta se ha criado entre dos personas que han vivido la moda intensamente, que han hecho de la ropa su modo de vida”, explica un amigo de la familia. “Ha mantenido sus amigos del colegio, se la ve en cualquier restaurante de A Coruña. No ha hecho ninguna extravagancia y lleva una vida muy familiar”. Vamos: es una Ortega.
Y allí, dentro del cuartel general, se decide cómo será su vestido de novia. Una decisión importante, a lo que se ve, que se ha tomado como un secreto de Estado, como si Zara se jugase su prestigio en este detalle. ¿Lo diseñará alguien de Zara? ¿Algún diseñador externo? ¿Un amigo diseñador, como se dice por Arteixo? La empresa solo ha abierto los labios para negar que ese vestido suponga que Zara saque una línea de vestidos de novia.
Ningún interés ha ocasionado el vestido del novio. Lo diseñarán en Massimo Dutti. Como el de los niños.
La boda será un discreto evento muy del estilo Inditex.Como fue la de Amancio Ortega, una de las escasas ocasiones donde dicen que se puso corbata.
Pocos invitados, muy escogidos, y entre ellos los amigos de toda la vida. Nada se sabe sobre el viaje de novios. Cabe suponer que no será nada extraordinario.
Y es que nada es extraordinario dentro de esta casa, salvo la forma que tiene Inditex de hacer crecer su imperio. “De momento les basta con seguir implementando lo que ya tienen a la espera de la próxima gran idea”, dice un analista, “mientras el patrimonio de Ortega crece a razón de entre 500 y 800 millones al año”. Y nadie duda de que esa próxima gran idea llegará.
MATERIA DE LA POESÏA.....JUAN CRUZ
Materia de la poesía
Por: Juan Cruz | 07 de febrero de 2012
Hay en la obra de Antoni Tàpies una reclamación de la armonía; el caos de la materia convocado por una mano poderosa a hallar en algún rincón del arte el sosiego de la mirada.
Es como un puñetazo y de pronto un susurro, un grito asombrado, como aquel cuadro de Munch.
Recogió de todas partes los despojos de un tiempo tachado, gris y difícil, y convirtió su pintura en un arma, en un emblema, en una manera de expresión en cuyo espejo se vieron tres generaciones, la del estupor, la de la esperanza, la del desencanto.
No era preciso entenderle, pues la pintura, como la poesía, no se hace ser entendida sino para entender, y creó telas que fueron concebidas desde su propia sorpresa, mientras hallaba, como hacía su amigo Pablo Picasso.
Iba rebuscando en los tesoros de la conciencia, y de la memoria, y alcanzó su propia X, su mayor interrogante, y por ese rumbo siguió librando batallas que ya fueron también del espectador.
Pasa con él, con Twombly, con Hopper, con todos los pintores literarios, se sale de ellos (y se entra) sabiendo que la materia de la que tratan es la de la palabra, son poetas del lienzo, su materia no convoca a otras materias; en el caso de Tàpies, lo que el pintor busca es la palabra, y por eso tacha, mientras viene la palabra precisa.
Y no es imprescindible que la palabra diga directamente; la palabra puede puede ser un circunloquio, el núcleo de un silencio.
Esa combinación de palabra, silencio, tachadura hace el milagro de la armonía, el mundo que Tàpies edificó como si estuviera creando un nuevo mundo que ahora ya alcanza, en el tiempo, la palabra fin, pero que perdurará en los que vean en su obra la expresión de una época que se entiende mejor mirando su estupor, su esperanza y su desencanto.
Un retrato que jamás dejaba la realidad ilesa.
Es como un puñetazo y de pronto un susurro, un grito asombrado, como aquel cuadro de Munch.
Recogió de todas partes los despojos de un tiempo tachado, gris y difícil, y convirtió su pintura en un arma, en un emblema, en una manera de expresión en cuyo espejo se vieron tres generaciones, la del estupor, la de la esperanza, la del desencanto.
No era preciso entenderle, pues la pintura, como la poesía, no se hace ser entendida sino para entender, y creó telas que fueron concebidas desde su propia sorpresa, mientras hallaba, como hacía su amigo Pablo Picasso.
Iba rebuscando en los tesoros de la conciencia, y de la memoria, y alcanzó su propia X, su mayor interrogante, y por ese rumbo siguió librando batallas que ya fueron también del espectador.
Pasa con él, con Twombly, con Hopper, con todos los pintores literarios, se sale de ellos (y se entra) sabiendo que la materia de la que tratan es la de la palabra, son poetas del lienzo, su materia no convoca a otras materias; en el caso de Tàpies, lo que el pintor busca es la palabra, y por eso tacha, mientras viene la palabra precisa.
Y no es imprescindible que la palabra diga directamente; la palabra puede puede ser un circunloquio, el núcleo de un silencio.
Esa combinación de palabra, silencio, tachadura hace el milagro de la armonía, el mundo que Tàpies edificó como si estuviera creando un nuevo mundo que ahora ya alcanza, en el tiempo, la palabra fin, pero que perdurará en los que vean en su obra la expresión de una época que se entiende mejor mirando su estupor, su esperanza y su desencanto.
Un retrato que jamás dejaba la realidad ilesa.
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