Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

9 ene 2012

De niña jugaste en la Playa

Supongo que, como yo,
de niña jugaste en la playa,
y puede que escondido
entre sus amargas aguas
yaciera tu primer amor.
Puede que, como los versos
del querido cantautor,
acabase ahogado
entre la espuma
a golpe de roca,
pero lejos del Mediterraneo,
en la fría alma del Atlántico.
El océano del verde espejo
que separa las profundidades
en las que me ahogo
del celeste cielo
en cuyo seno alzas el vuelo.
Supongo que, como yo,
a diario miras su oleaje,
dejando atrás soledades,
y el vacío de la mar bravía.
Sólo,pues, nos separa
esa breve lengua arenosa
sobre la que posamos
húmedos nuestros piés.

Desmontando a La Pepa

La Constitución de 1812 fue un icono liberal, que celebra su bicentenario aligerada de su halo mítico por los historiadores.

A La Pepa le ocurrió lo que a James Dean.
Murieron jóvenes, cargados de promesas y alcanzaron similar podio: tanto el protagonista de Al este del Edén como la Constitución de Cádiz de 1812 son mitos en sus respectivos parnasos.
¿Fueron en realidad el mejor actor de su generación y el arranque de la democracia en España? Dean aparte, los historiadores tienen una respuesta clara a propósito de la Carta Magna de 1
La protección del individuo es una de las premisas jurídicas del texto
"Fue mítica a pesar de que estuvo pocos años vigente porque marcó dos pasos decisivos que son la base del sistema político liberal: la soberanía nacional y la división de poderes", reflexiona Emilio La Parra, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alicante.
"No se puede decir que es el inicio de la democracia, porque no reconoce derechos políticos a todos, excluye a las mujeres, a los indígenas, a los negros y a los esclavos, pero probablemente sea uno de nuestros textos jurídicos referenciales", añade.
El Consorcio del Bicentenario de la Constitución de 1812 conmemora con múltiples actividades los dos siglos desde la aprobación de un texto que, según el presidente del organismo, Francisco Menacho, "estableció que las personas dejasen de ser súbditos y pasasen a ser ciudadanos".
Por vez primera la soberanía reside "en la nación", aunque el catedrático La Parra aclare que la soberanía "popular", base de la democracia, no se reconoce hasta 1931.
A la efeméride se llega después de unas décadas de revisiones historiográficas que han puesto las cosas en su sitio. En 1812, como ya se ha dicho, no nació la democracia aunque se asentaron pilares de un modelo político que rompía con el antiguo régimen.
A pesar de que solo se aplicó 15 meses en un territorio que convalecía de una guerra de liberación contra Napoleón y, de nuevo fugazmente, entre 1820 y 1823, se incrustó en el imaginario liberal y popular como icono de la libertad. "Tiene una carga simbólica muy fuerte, durante el XIX y el XX encarnó una idea del mito democrático, aunque tuviese resabios del siglo XVIII", sostiene Isabel Burdiel, premio Nacional de Historia en 2011 por su biografía sobre la reina Isabel II (Taurus).
"Es una Constitución que hace de puente, se plantea los derechos y la idea de ciudadanía (masculina), pero su mundo de reflexión pertenece al XVIII", añade.
"Hoy sabemos que la Constitución se lee mucho más acertadamente si se advierte que en ella hay más de mantenimiento del tradicional mundo de las corporaciones y de los pueblos del antiguo estado jurisdiccional, que de establecimiento de un Estado liberal de nueva planta", plantea Javier Barrientos, miembro de la Academia chilena de la Historia.
Del pasado se arrastra igualmente la monumental injerencia eclesiástica: la nación se declara católica, se prohíbe el culto de cualquier otra religión y se otorgan fueros privilegiados al clero.
Sobre La Pepa, mote acuñado por la fecha de su aprobación (19 de marzo de 1812, san José), elegida a su vez como guiño al rey Fernando VII que arrancó su reinado el 19 de marzo de 1808, han corrido algunos bulos históricos inherentes a los mitos.
A la ya falsa idea de que fue la primera constitución democrática española, se suman otras como la prohibición de la Inquisición. Emilio La Parra, que hizo su tesis doctoral sobre el tema, es rotundo: "Es mentira. La Inquisición se suprime el 23 de febrero de 1813, casi un año después, aunque es verdad que los diputados se plantean la supresión de la Inquisición tomando como punto de partida la Constitución de 1812".
En su artículo 303, la Carta Magna aprobada en Cádiz prohibía expresamente las torturas a los detenidos, lo que casaba mal con las técnicas usadas en procesos inquisitoriales. La protección del individuo es una de las premisas jurídicas que recorre el espinazo del texto gaditano.
En España, sin duda supone la primera consagración de los derechos humanos (entendidos en su contexto histórico, esto es, sin mujeres, negros ni indios).
Se reconocen la libertad de expresión e imprenta y otros derechos como el de propiedad o la seguridad personal. Se establece como objetivo del Gobierno "la felicidad de la nación".
"La consecución de la felicidad es una de las utopías de la Ilustración", explica Alberto Ramos, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Cádiz y coordinador de un proyecto de investigación de historia comparada. "Cádiz se convirtió en una escuela política que influyó en América y Europa, como modelo de un país que lucha por su independencia contra un ejército invasor y al tiempo es capaz de hacer una revolución política", indica Ramos.
Para el historiador chileno Javier Barrientos, el momento más relevante para la América hispana arranca con la convocatoria de las Cortes porque introduce la discusión política entre las élites para elegir a sus diputados y porque el debate sobre la Constitución permite discutir "cuestiones americanas que habían permanecido en el olvido: se es consciente de la existencia de una mayoría de población indígena respecto de la cual hay que tomar una posición política frente a su declaración como ciudadanos, se es consciente de la diversidad americana, de la existencia de castas, se es consciente del peso económico de América en la monarquía...". Contribuyó en muchos casos, añade, a los procesos de independencia.
En el caso de Chile, fue uno de los textos que nutrieron la Constitución liberal de 1828. Hasta aquí lo real, pero el mito tuvo tal auge que hasta Albert Camus situó en el Cádiz de la época su obra El estado de sitio.

 

8 ene 2012

A sus pies, señora Streep por Boyero

Esa dama rubia y pálida llamada Meryl Streep, que nunca ha parecido ni joven ni vieja, luminosa y secreta, imagen sublime del control y de la técnica, alguien que debe de alcanzar el éxtasis profesional cuando le exigen meterse en la piel y en el alma de un montón de personajes que no guardan el menor parecido entre ellos, es desde hace cuarenta años una de las escasas actrices cuyo trabajo justifica el precio de la entrada independientemente de la calidad de la película.
Cualquier espectador con ojos y oídos medianamente receptivos y educados tendrá que aceptar el arte y la veracidad que esta impresionante actriz regala cada vez que la enfoca la cámara.
No es una mujer que me enamore pero su talento me inspira reverencia. Es tan buena actriz que si se lo propone, a pesar de una frialdad genética, puede resultar sexy.
Como en su juego de miradas hacia De Niro y Walken en la boda de la preciosa El cazador, en ese sensual lavado de cabello de Memorias de África, devorando con los ojos el mojado torso de Eastwood en Los puentes de Madison. Puede parecer y ser lo que le dé la gana para regocijo de sus directores y de los mirones.
Meryl Streep, caracterizada como Margaret Thatcher
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Margaret Thatcher y su marido Denis Thatcher., en el 10 de Downing Street, en 1979. Abajo, Meryl Streep, en su papel de La dama de hierro.- GETTY / AP

LA DAMA DE HIERRO

Directora: Phyllida Lloyd.
Intérpretes: Meryl Streep, Jim Broadbent, Anthony Head.
Género: Drama / Biografía
Reino Unido / Francia, 2011. Duración: 105 minutos.
Ella es una de las escasas actrices que justifican el precio de la entrada
Imaginas los nervios y la satisfacción de esta mujer cuando le ofrecen encarnar a Margaret Thatcher, a un personaje histórico al que debe interpretar en su madurez y en su vejez, imitar su voz y su acento, adueñarse de sus gestos y de sus andares, su seguridad y sus miedos, su sentido de la responsabilidad y su coraje para imponerse en un mundo de hombres, sus trascendentes decisiones y sus recuerdos, sus alucinaciones y su demencia. Y, cómo no, borda a la Dama de Hierro desde fuera y desde dentro. Están justificados todos los premios que va a recibir.
Aclarado mi admirativo pasmo ante la protagonista de La Dama de Hierro, el entusiasmo se limita a eso. El resto es indiferencia ante una historia y unos personajes cuyos problemas no logran implicarme. Ni la menor empatía ante la relación supuestamente compleja y conmovedora entre esa mujer dominante y su comprensivo marido. La directora Phyllida Loyd, que ya dirigió a Meryl Streep en la supuestamente hilarante y juguetona Mamma mia!, está fatigosamente empeñada en hacer una exaltación feminista con la figura de Margaret Thatcher. De acuerdo, tiene mucho mérito lo que logró la disciplinada hija del tendero, conseguir y mantener el poder en un universo que siempre iba a mirar de reojo a una mujer conservadora y de clase media baja dirigiendo el timón del convulsionado país, acechada por las intrigas internas en su propio partido y detestada, temida y progresivamente respetada por los laboristas, alguien que asume el brutal desgaste que le supone su inflexibilidad negociadora ante las huelgas mineras, el sangrante conflicto de Irlanda (qué hambre debieron de pasar Bobby Sands y otros diez presos del IRA antes de palmarla) y una guerra fulminante y victoriosa contra Argentina por un quítame allá unas islas que ella logró hacer popular en su país.
Nadie duda de la energía, dotes de mando y capacidad resolutiva de esa gobernante, pero demasiada gente se preguntará por el precio que tuvieron que pagar por esa personalidad autoritaria.
Mi problema con esta película no es mi antipatía hacia la Thatcher. Tampoco le tengo ningún cariño a la reina Isabel ni a su difunto padre y tanto The Queen como El discurso del rey me parecen brillantes. El problema es que al contármelo en imágenes y sonidos me da igual el pasado, presente y futuro de esta trascendente mujer.
Otra vez coincido con Boyero, hasta en ese lavado de cabeza por Robert Reford, en Memorías de Africa, encuentro que ya está llena de tics y de la ministra, cuyo momento ha sido de los mas duros en los que tuvo para gobernar, me da igual, Pero era una mujer y eso si es destacable en la puritana corte de Isabel II una Reina, una mujer y todas las mujeres de esa realeza y mandatarias tienen por lo menos que aparentar ser cursis, aunque luego sean diosas , o no. Lady Dee por ejemplo tuvo que morirse para seguir estando en 1ª linea. En Fin.

Fallece Bob Anderson, maestro de armas de Hollywood El esgrimista y actor instruyó a los actores y montó las coreografías de 'La guerra de las galaxias', 'El señor de los anillos' y 'La princesa prometida'

Bob Anderson es uno de esos mitos de Hollywood que nadie conoce por su nombre y sí por su trabajo.
Con sus coreografías de esgrima, Darth Vader le cortó la mano a Luke Skywalker en Star Wars, en la trilogía de El señor de los anillos cada 'cultura' tiene su estilo de lucha y en La princesa prometida se pudo ver uno de los mejores duelos de la historia del cine, entre dos espadachines diestros que se hacen pasar por zurdos. Esgrimista -participó en los Juegos Olímpicos de 1952- y actor, Anderson falleció el 1 de enero a los 89 años.
Díaz Yanes: "Tenía muchos conocimientos sobre el cine. No ocultaba nada, al revés, lo explicaba todo".
Nacido en 1922 en Gosport, al sur de Inglaterra, tras sobrevivir por poco a la II Guerra Mundial (su barco, el HMS Coventry, fue hundido en el Mediterráneo), representó a Gran Bretaña en los Juegos Olímpicos de Helsinki, donde consiguió una meritoria quinta plaza, y en los Mundiales del 50 y el 53. Fue durante la celebración de los Juegos cuando fue reclutado por Hollywood para ayudar al actor Errol Flynn en las escenas de esgrima de El señor de Balantry (1953) y Espadas cruzadas (1954).
Comenzó su carrera en el cine como doble de actores en escenas de lucha en películas como Los cañones de Navarone (1961) o Desde Rusia con Amor (1963), y acabó siendo un maestro de la esgrima cinematográfica: Barry Lyndon (1975), la trilogía original de La guerra de las galaxias (1977-1983), Los inmortales (1986), La princesa prometida (1987), La máscara del Zorro (1998), la trilogía de El señor de los anillos (2001-2003) o el Alatriste (2006) de Díaz Yanes.
Precisamente Alatriste fue su último trabajo. Díaz Yanes, en conversación telefónica, recuerda cómo fue trabajar con él: "Era un genio, fue maravilloso
. Un inglés auténtico, pero con retranca". El director recuerda con cariño no solo la ayuda recibida como maestro de armas, sino lo mucho que todo el equipo aprendió del cine en general con él y cómo colocar las cámaras para rodar las escenas:
"No ocultaba nada, al revés, lo explicaba todo. Aprendimos mucho de cine con él".
La adaptación de la obra de Arturo Pérez Reverte fue el último trabajo de Anderson, cuando ya estaba enfermo de cáncer.
Díaz Yanes cuenta que el maestro no paró de decir durante todo el rodaje lo mucho que estaba disfrutando con ese trabajo en España. "Le quise mucho. Es un genio, un monstruo del toreo".
En El imperio contraataca fue el actor encargado de ponerse bajo la capa y casco de Darth Vader en el famoso duelo con Luke, clímax de la película y de casi toda la saga.
Un poco más bajo que el actor que representaba el papel de Vader, tuvo que hacer toda la coreografía con alzas en las botas.
Para la trilogía de El señor de los anillos de Peter Jackson se estudió a fondo los libros de Tolkien para crear un estilo diferente para cada 'cultura': enanos, elfos, orcos...
El documental Reclaiming the blade, de Daniel McNicoll, le rinde homenaje como el maestro de espadas de Hollywood.