Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

8 ene 2012

A sus pies, señora Streep por Boyero

Esa dama rubia y pálida llamada Meryl Streep, que nunca ha parecido ni joven ni vieja, luminosa y secreta, imagen sublime del control y de la técnica, alguien que debe de alcanzar el éxtasis profesional cuando le exigen meterse en la piel y en el alma de un montón de personajes que no guardan el menor parecido entre ellos, es desde hace cuarenta años una de las escasas actrices cuyo trabajo justifica el precio de la entrada independientemente de la calidad de la película.
Cualquier espectador con ojos y oídos medianamente receptivos y educados tendrá que aceptar el arte y la veracidad que esta impresionante actriz regala cada vez que la enfoca la cámara.
No es una mujer que me enamore pero su talento me inspira reverencia. Es tan buena actriz que si se lo propone, a pesar de una frialdad genética, puede resultar sexy.
Como en su juego de miradas hacia De Niro y Walken en la boda de la preciosa El cazador, en ese sensual lavado de cabello de Memorias de África, devorando con los ojos el mojado torso de Eastwood en Los puentes de Madison. Puede parecer y ser lo que le dé la gana para regocijo de sus directores y de los mirones.
Meryl Streep, caracterizada como Margaret Thatcher
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Margaret Thatcher y su marido Denis Thatcher., en el 10 de Downing Street, en 1979. Abajo, Meryl Streep, en su papel de La dama de hierro.- GETTY / AP

LA DAMA DE HIERRO

Directora: Phyllida Lloyd.
Intérpretes: Meryl Streep, Jim Broadbent, Anthony Head.
Género: Drama / Biografía
Reino Unido / Francia, 2011. Duración: 105 minutos.
Ella es una de las escasas actrices que justifican el precio de la entrada
Imaginas los nervios y la satisfacción de esta mujer cuando le ofrecen encarnar a Margaret Thatcher, a un personaje histórico al que debe interpretar en su madurez y en su vejez, imitar su voz y su acento, adueñarse de sus gestos y de sus andares, su seguridad y sus miedos, su sentido de la responsabilidad y su coraje para imponerse en un mundo de hombres, sus trascendentes decisiones y sus recuerdos, sus alucinaciones y su demencia. Y, cómo no, borda a la Dama de Hierro desde fuera y desde dentro. Están justificados todos los premios que va a recibir.
Aclarado mi admirativo pasmo ante la protagonista de La Dama de Hierro, el entusiasmo se limita a eso. El resto es indiferencia ante una historia y unos personajes cuyos problemas no logran implicarme. Ni la menor empatía ante la relación supuestamente compleja y conmovedora entre esa mujer dominante y su comprensivo marido. La directora Phyllida Loyd, que ya dirigió a Meryl Streep en la supuestamente hilarante y juguetona Mamma mia!, está fatigosamente empeñada en hacer una exaltación feminista con la figura de Margaret Thatcher. De acuerdo, tiene mucho mérito lo que logró la disciplinada hija del tendero, conseguir y mantener el poder en un universo que siempre iba a mirar de reojo a una mujer conservadora y de clase media baja dirigiendo el timón del convulsionado país, acechada por las intrigas internas en su propio partido y detestada, temida y progresivamente respetada por los laboristas, alguien que asume el brutal desgaste que le supone su inflexibilidad negociadora ante las huelgas mineras, el sangrante conflicto de Irlanda (qué hambre debieron de pasar Bobby Sands y otros diez presos del IRA antes de palmarla) y una guerra fulminante y victoriosa contra Argentina por un quítame allá unas islas que ella logró hacer popular en su país.
Nadie duda de la energía, dotes de mando y capacidad resolutiva de esa gobernante, pero demasiada gente se preguntará por el precio que tuvieron que pagar por esa personalidad autoritaria.
Mi problema con esta película no es mi antipatía hacia la Thatcher. Tampoco le tengo ningún cariño a la reina Isabel ni a su difunto padre y tanto The Queen como El discurso del rey me parecen brillantes. El problema es que al contármelo en imágenes y sonidos me da igual el pasado, presente y futuro de esta trascendente mujer.
Otra vez coincido con Boyero, hasta en ese lavado de cabeza por Robert Reford, en Memorías de Africa, encuentro que ya está llena de tics y de la ministra, cuyo momento ha sido de los mas duros en los que tuvo para gobernar, me da igual, Pero era una mujer y eso si es destacable en la puritana corte de Isabel II una Reina, una mujer y todas las mujeres de esa realeza y mandatarias tienen por lo menos que aparentar ser cursis, aunque luego sean diosas , o no. Lady Dee por ejemplo tuvo que morirse para seguir estando en 1ª linea. En Fin.

Fallece Bob Anderson, maestro de armas de Hollywood El esgrimista y actor instruyó a los actores y montó las coreografías de 'La guerra de las galaxias', 'El señor de los anillos' y 'La princesa prometida'

Bob Anderson es uno de esos mitos de Hollywood que nadie conoce por su nombre y sí por su trabajo.
Con sus coreografías de esgrima, Darth Vader le cortó la mano a Luke Skywalker en Star Wars, en la trilogía de El señor de los anillos cada 'cultura' tiene su estilo de lucha y en La princesa prometida se pudo ver uno de los mejores duelos de la historia del cine, entre dos espadachines diestros que se hacen pasar por zurdos. Esgrimista -participó en los Juegos Olímpicos de 1952- y actor, Anderson falleció el 1 de enero a los 89 años.
Díaz Yanes: "Tenía muchos conocimientos sobre el cine. No ocultaba nada, al revés, lo explicaba todo".
Nacido en 1922 en Gosport, al sur de Inglaterra, tras sobrevivir por poco a la II Guerra Mundial (su barco, el HMS Coventry, fue hundido en el Mediterráneo), representó a Gran Bretaña en los Juegos Olímpicos de Helsinki, donde consiguió una meritoria quinta plaza, y en los Mundiales del 50 y el 53. Fue durante la celebración de los Juegos cuando fue reclutado por Hollywood para ayudar al actor Errol Flynn en las escenas de esgrima de El señor de Balantry (1953) y Espadas cruzadas (1954).
Comenzó su carrera en el cine como doble de actores en escenas de lucha en películas como Los cañones de Navarone (1961) o Desde Rusia con Amor (1963), y acabó siendo un maestro de la esgrima cinematográfica: Barry Lyndon (1975), la trilogía original de La guerra de las galaxias (1977-1983), Los inmortales (1986), La princesa prometida (1987), La máscara del Zorro (1998), la trilogía de El señor de los anillos (2001-2003) o el Alatriste (2006) de Díaz Yanes.
Precisamente Alatriste fue su último trabajo. Díaz Yanes, en conversación telefónica, recuerda cómo fue trabajar con él: "Era un genio, fue maravilloso
. Un inglés auténtico, pero con retranca". El director recuerda con cariño no solo la ayuda recibida como maestro de armas, sino lo mucho que todo el equipo aprendió del cine en general con él y cómo colocar las cámaras para rodar las escenas:
"No ocultaba nada, al revés, lo explicaba todo. Aprendimos mucho de cine con él".
La adaptación de la obra de Arturo Pérez Reverte fue el último trabajo de Anderson, cuando ya estaba enfermo de cáncer.
Díaz Yanes cuenta que el maestro no paró de decir durante todo el rodaje lo mucho que estaba disfrutando con ese trabajo en España. "Le quise mucho. Es un genio, un monstruo del toreo".
En El imperio contraataca fue el actor encargado de ponerse bajo la capa y casco de Darth Vader en el famoso duelo con Luke, clímax de la película y de casi toda la saga.
Un poco más bajo que el actor que representaba el papel de Vader, tuvo que hacer toda la coreografía con alzas en las botas.
Para la trilogía de El señor de los anillos de Peter Jackson se estudió a fondo los libros de Tolkien para crear un estilo diferente para cada 'cultura': enanos, elfos, orcos...
El documental Reclaiming the blade, de Daniel McNicoll, le rinde homenaje como el maestro de espadas de Hollywood.

7 ene 2012

"Los críticos no sirven para nada"

David Fincher carga contra la prensa cinematográfica tras la polémica ruptura de un embargo por parte de la revista 'The New Yorker' - El director estrena 'Millennium'.

En un mundo lleno de películas infantiloides en las que los protagonistas dudan sobre qué vestido de boda ponerse, intercambian sus cuerpos con su amigo solterón o trabajan como agentes secretos que escalan hoteles gigantescos en Dubai, un puñado de creadores aún luchan por hacer cine de Hollywood para adultos, con personajes complejos y traumas familiares, y sin dejar ni un momento que el espectador se aburra. En ese terreno, David Fincher (Denver, 1962) es Dios, más aún, es el Coppola del siglo XXI.
"No quiero que nadie analice y destripe una película", declara a EL PAÍS
"Lograr que un niño vaya de asombro en asombro... eso es hacer cine"
Y lo mismo le da el showbusiness informático (La red social) que un relato corto de Fitzgerald (El curioso caso de Benjamin Button) o una panoplia de asesinos en serie (Alien 3, Seven o Zodiac). Fincher habla del hombre, de sus contradicciones, y era lógico que el productor Scott Rudin le ofreciera la versión estadounidense de Millennium: los hombres que no amaban a las mujeres. Si hablamos de traiciones, periodismo de investigación, venganza, dolor y violaciones, Fincher parece la opción correcta.
Millennium, que se estrena en España el viernes 13, está protagonizada por Mikael Blomkvist, ese periodista íntegro que probablemente jamás firmaría un embargo de crítica de cine... hecho habitual en el reino de los grandes estudios de Hollywood y que el crítico de la revista The New Yorker, David Denby, se saltó para publicar antes que nadie su reflexión sobre Los hombres que no amaban a las mujeres, para escándalo de Sony, la productora de la película... y para gran cabreo del director, que explica airado mediante una interminable perorata: "Entiendo el mundo en el que vivimos, de velocidad constante y de dar el primero la noticia. De acuerdo, pero no deberíamos reventar ese placer al espectador. Más aún, es que a mí no me interesa la crítica en absoluto. No quiero que nadie analice y destripe una película. Solo quiero que me digan 'tienes que verla' esas cinco o seis personas cuyo criterio y gusto respeto. Los embargos están hechos para ayudar en una labor. He hablado con Denby de esto, e incluso entiendo la labor de Harry Knowles [creador de la web destripadora de secretos de Hollywood Ain't it cool news]. Pero no ayudan a este negocio, ni a sus creadores. No es cierto que democraticen las múltiples voces que se escuchan en el mundo del cine. La crítica de Denby fue buena, pero ese no es el asunto. El asunto es que si valoras el sentarte en una sala a oscuras con otras 750 personas a disfrutar de una experiencia emocional, no debes reventarla. Cuanta más gente cuchichee sobre la película, más se degrada la experiencia para el resto. Y por dios, los críticos hablan de los filmes cuando ya están rematados. Su opinión no sirve de nada.
Cuando se estrena una película, estate seguro de que alguien ya sabe cómo recuperar su presupuesto. Y en esos planes no entran los críticos".
El cineasta descansa tras un día de mesas redondas con la prensa y entrevistas televisivas. Desecha una inmensa mesa preparada para la entrevista y decide ni levantarse del sofá donde descansa su cuerpo de oso grizzly. Lo que sigue es un intento poco fructífero por transcribir y comprimir 35 minutos de charla en los que Fincher solo respondió a seis preguntas: si su cine es complejo, sus respuestas aún más
. No existe el sí o el no en su mundo, sino el discurso prolijo, repleto de secuencias de títulos míticos que explican visualmente lo que quiere contar. Y lo que quiere contar, normalmente, es duro, serio. "Crecí en una época en la que nos moríamos de ganas de que estrenaran El padrino o Alien. Me gustaba aquel sentimiento, aquellas colas esperando a comprar la entrada... Ya sé que el cine ha cambiado. Todo hoy se centra en franquicias, en juguetes... y yo me muevo en otra... No sé escoger una palabra, porque formo parte de Hollywood, y tampoco creo en eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor. He tenido una suerte enorme, trabajo con grandes presupuestos, con quien quiero, y me gusta lo que dirijo.
Algunos lo llaman arte porque no recauda 1.000 millones de dólares, y no es cierto: a La red social le fue increíblemente bien en taquilla -en EE UU recaudamos el doble de lo que nos costó-, aunque en cambio El club de la lucha supuso un desastre en su estreno. El truco es filmar algo que a ti te interese, y mirar más allá de los personajes y de lo obvio".
Fincher rechaza conscientes ecos shakespearianos en su obra: "Gracias, pero no lo conozco tanto. Por supuesto que hablar de amigos que traicionan a amigos es un tema clásico, o que en Seven había reflexiones sobre el mal como puro mal. Pero creo que añado toques posmodernos, al menos sin tanto alarde como en mis inicios, cuando era un bebé de 30 años.
Me gustan los clásicos, pero me gusta más hacer disfrutar a esa persona que se sienta en una butaca, tras haber visto un tráiler, que se deja llevar por una experiencia emocional creada por gente que pretende ser otra, y que jugará con sus sentimientos".
En Millenium, rodada en sus escenarios naturales suecos, pero con un reparto hollywoodiense comandado por Daniel Craig, Robin Wright, Christopher Plummer y, derrotando a un puñado de actrices que se pegaron por su personaje, Rooney Mara como Lisbeth Salander (Mara encarnó a la chica que deja a Zuckerberg al inicio de La red social), el mal anida en la familia Vanger.
"Me he centrado en el thriller. Cuando salió la novela, claro que se acentuó su crítica social o su ataque antimisógino. Pero es necesario saber cómo Suecia superó la II Guerra Mundial, y eso es el background de los personajes, no la historia. La historia está ahí, los sentimientos están ahí. Va de hombres, de mujeres, de una chica que está más allá del dolor, que no siente, que es la costra de una herida que ya se cerró...".
La charla llega a su fin: tras confesar que no sabe cuál es su siguiente proyecto, si 20.000 leguas de viaje submarino o Cleopatra, con Angelina Jolie, "porque en Hollywood nadie sabe qué estará de moda", el cineasta aún recuerda cómo le sorprendió La ventana indiscreta a los 11 años, cuando su padre le llevó a un cine a verla. "Lograr que un niño vaya de asombro en asombro, que descubra lo que pasa en el edificio de enfrente en un viaje emocional para el público... Eso es hacer cine".
Opino lo mismo, hacernos vivir una historia sin pestañear, eso es cine, es el lenguaje bien entendido entre proyección y espectador.
Cada uno es crítico de lo que ve y como lo ve.

 

La incógnita eterna sobre Caravaggio

Que fue un pintor especial y esencial en el tenebrismo, nadie lo puede poner en duda, que su obsesión era jugar con La Lauz, el claro-oscuro tampoco, que sus obras nos hacen quedarnos observándolas sin que el tiempo pase tampooco, esa genialiadidad que deja en su Obra contrasta con su vida, los genios son eso "genios" en su obra, como personas son contradictorias y si no nos dicen quién es puede que hasta no nos interesen.
Pero al ver su Obra son todo una maravillosa experiencia, algo que no se puede olvidar y no recordar.