Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

23 dic 2011

Toca ilusionarse david trueba

Lo decente es ilusionarse siempre con la formación de un nuevo Gobierno, que la cortesía rija las relaciones políticas en este país. Es hora de ser constructivos y aguardar lo mejor.
Para empezar, la crispación se reduce cuando la derecha está en el Gobierno, de manera similar a como se apagan las bombillas cuando amanece.
Ya es algo. Y hasta lo de Ana Botella puede venir a remediar la debacle de la paridad femenina en el Gobierno, dejando la capital del Estado en cuatro manos de mujer.
También anima que el ministro del Interior sea ultrarreligioso. Es probable que sea necesario aplicar un cilicio a las tentaciones ciudadanas si siguen fantaseando con derechos sociales.


Falta por conocer piezas fundamentales del escalafón, directores generales y secretarías de Estado, así que lo peor puede que haya sido esa primera comparecencia de Rajoy, sin admitir preguntas en la rueda de prensa. Como si el mensaje quisiera ser: aquí van a sobrar las explicaciones.
Sin embargo, en el mundo cultural se ha recibido como un zapatazo la disolución del ministerio, absorbido por Educación y Deportes. Habrá que aguardar para juzgar. Rajoy sostuvo un ministerio similar, así que conocerá las razones del acto, más allá de que el ahorro es insignificante, existiendo un edificio funcionarial independiente.
Para muchos se entiende como un castigo, pero la palabra cultura en España lleva demasiado tiempo asociada a urgencias en campaña electoral para recabar apoyos relevantes y poco más.
El verdadero castigo es el discurso sobre las subvenciones, explotado interesadamente, donde nadie asocia las ayudas a ese sector con las que existen en todos los demás
. Así que hasta intentar liberarse de esa tinta de calamar será bienvenido
. Puede que el modelo cultural norteamericano sea incluso más beneficioso en un país que, al contrario de los vecinos europeos, no vive la cultura como un tesoro nacional.
Al otro lado del Atlántico, se extrema la vigilancia para frenar la concentración de poder y se estimula el mercado cultural logrando que esté repartido y escalado.
Claro que Estados Unidos jamás ha tenido miedo a marcar los límites a las tentaciones de monopolio de gigantes industriales como los estudios de Hollywood, las cadenas televisivas, Microsoft o, recientemente, Apple, ATT y Google. Se busca, pues, un valiente.

El triste y solitario ocaso de la diosa de la fuente romana

Anita Ekberg cumple 80 años ingresada en una humilde residencia.

 

Su nombre evoca una sola imagen: la de una rubia inconfundible, escandalosamente rotunda y sensual, joven, llena de vida y con el agua de la Fontana di Trevi empapándola hasta la altura de las rodillas. Pero para Anita Ekberg esos años quedaron atrás. La protagonista de La dolce vita, firmada por Federico Fellini en 1960, acaba de celebrar su 80º cumpleaños ingresada en una residencia de ancianos de Roma. No puede andar debido a una reciente fractura de fémur y se angustia constantemente con los números rojos de sus apretadas cuentas, que ni siquiera puede administrar, ya que un tribunal de la ciudad italiana de Velltri le adjudicó un tutor al verla sola, sin hijos ni ningún familiar que pueda hacerse cargo de sus necesidades.

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Anita quisiera volver a su casa, una inmensa residencia sumergida en la campiña que rodea la capital italiana, pero tampoco puede.
La mansión fue incendiada y desvalijada durante su estancia en el asilo y su precaria economía no le permite reformarla.
Un epílogo que resulta demasiado triste para una mujer que tuvo el mundo a sus pies: dos maridos, una propuesta de matrimonio de Frank Sinatra y romances con los hombres más famosos y ricos de su época de juventud (entre los que se contaban el empresario Gianni Agnelli y el director de cine Dino Risi).
Al verla desesperada, su tutor, Massimo Morais, envió hace unos días una carta a la Fundación Fellini, dedicada al legado del director.
Pero el resultado ha sido nulo. Las cuentas de la asociación -ubicada en el Rimini natal del cineasta, donde en 1973 ambientó su nostálgico Amarcord- tampoco se hallan en su mejor momento.
"Todos los fellinianos le debemos mucho a esta mujer impetuosa, fuerte hasta rozar la impertinencia.
Sin embargo, con los recortes que sufrimos en esta época no podemos hacer mucho", se queja el director de la fundación, Paolo Fabbri. Asegura que no quieren "contestar a este SOS con un mero detalle de Navidad" y por eso intentan por todos los medios involucrar a las instituciones y "a todo aquel que esté dispuesto a echar una mano".
La Fundación Fellini tiene previsto rendir un gran homenaje colectivo a la actriz y proyectar en Rimini el filme Entrevista.
Según explica Fabbri, se trata de un largometraje a medio camino entre el documental y la ficción, rodado en 1987 y en el que Fellini y Mastroianni acuden a la finca de Ekberg.
Ella, rodeada de perros, enorme y con un absurdo turbante que le recoge el pelo, los acoge y los tres dan una fiesta para recordar viejos tiempos viendo juntos una última proyección de La dolce vita. "En la escena del baño en la fuente", cuenta Fabbri, "Anita se enjuga una lágrima". Lloraba la madura Ekberg al admirarse, con 30 años de distancia, en la gran pantalla donde Fellini la consagró para siempre joven y bella.
Pero la verdad es que hoy, aquella mujer fatal que invitaba a Marcello a entrar en la fuente más famosa del mundo durante una desierta noche de la Roma de hace medio siglo recuerda más a la estrella caída que Billy Wilder retrató con poesía y ternura en El crepúsculo de los dioses.

La ruta del doble éxito

Cincuenta y siete críticos y colaboradores de Babelia han elegido los mejores libros de 2011. Un año dominado por grandes escritores, novelas en diferentes idiomas y ensayos literarios. Los enamoramientos, de Javier Marías, ocupa el primer lugar. La obra ha conseguido reunir a un tiempo el reconocimiento de la crítica y el favor de los lectores.

 No es insólito pero tampoco muy común el que una novela reciba una buena acogida por parte de la crítica y también del público lector. Los enamoramientos es uno de estos casos y, una vez manifestada mi alegría, trataré de desglosar las razones de este doble éxito.

Nacido en 1951, con una dilatada (por temprana, su primera novela apareció en 1971, Los dominios del lobo) carrera literaria a sus espaldas, un sólido prestigio nacional e internacional e incontables premios en su haber, Javier Marías acomete la escritura de Los enamoramientos después de haber concluido la trilogía de Tu rostro mañana, una obra titánica que seguramente tiene que haberle producido la sensación de haber saldado de una vez por todas cualquier debate sobre su capacidad y sus méritos, de no tener que demostrar nada ni a los demás ni a sí mismo; quizá también la sensación de haber agotado el capital productivo y las expectativas, de que todo cuanto pudiera hacer en el futuro no contribuiría en nada a su prestigio
. Ignoro si fueron éstas las circunstancias que acompañaron la escritura de la novela, pero tanto si lo fueron como si no, el resultado es que Los enamoramientos parece una novela escrita sin presión externa ni interna, con absoluta libertad, una de las más claras y redondas de su autor, tal vez, por usar un término coloquial, la más suelta. Sólo así se explica que haya podido adoptar sin aparente esfuerzo ni artificio una voz femenina y la haya mantenido sin fisuras a lo largo de cuatrocientas páginas.
Y lo mismo ocurre con la trama de esta singular historia, a la que me referiré enseguida.
Antes, sin embargo, quisiera detenerme en el título, que, a mi modo de ver, y de una forma muy típica de su autor, aclara y despista por partes iguales. Porque la novela no habla del amor, sino del enamoramiento. Y aunque nada se dice taxativamente al respecto, cabe la posibilidad de que el enamoramiento del título no se refiera a la turbulenta historia pasional que ocupa la parte central de la novela, sino a la atracción inicial, la que la protagonista contrae, casi como una infección, respecto de la pareja todavía anónima que coincide con ella por motivos triviales o, al menos, fáciles de imaginar en un mundo de hábitos triviales.
Y es este enamoramiento el que lleva a María Dolz, apodada no sin ironía La Joven Prudente, a inmiscuirse en un asunto que en circunstancias normales sólo le habría afectado de un modo tangencial y pasajero y cuyo carácter oscuro, por no decir siniestro, resulta evidente desde el principio para el lector y también para ella.
Nada es convencional en la novela.
El suceso desencadenante es un hecho violento de una gratuidad que roza lo inverosímil, un homicidio tan brutal como absurdo que choca con las convenciones no ya del género de la novela policial, sino de cualquier novela, un crimen sin móvil cuyo autor es conocido en todo momento y cuya culpabilidad nunca es puesta en duda.
Y es precisamente esta dislocación de la lógica literaria y también de la lógica real la que mueve al escritor y a la protagonista del escrito a no dejar pasar el suceso como uno más de los hechos terribles pero ajenos que ocurren en la periferia de lo cotidiano
. Un desconocido muere, otro aparece por causas razonables. "Fue entonces cuando decidí acercarme a ella", dice la protagonista como si con esta frase justificara abrir la puerta a un mundo de misterios y peligros.
Nada más típico de la temática de Javier Marías a lo largo de toda su obra: no el azar, sino una elección, sólo a medias voluntaria, hecha a partir del azar. Algo que sintetiza a la perfección el célebre principio de Corazón tan blanco: "No he querido saber pero he sabido". Esta elección azarosa lleva a la protagonista de Los enamoramientos a un estado de ánimo obsesivo, que le ciega pero al mismo tiempo le impulsa a indagar y penetrar en la verdad más opaca. De esta indagación surge el descubrimiento de algo que no es tanto engaño como doblez. No hay engaño por parte de las personas, sino de las apariencias tras las que se ocultan. Y si hay engaño, este engaño no va destinado a quien indaga, aunque en definitiva su descubrimiento le afecte de un modo profundo. Tal es el caso de María Dolz, La Joven Prudente, que, en contra de lo que parecerían indicar sus largas reflexiones, actúa de un modo absolutamente irreflexivo y a quien sólo la acción va relevando su sentido y sus consecuencias.
A este tema, que recorre toda la obra narrativa de Javier Marías, se une otro no menos recurrente: la obstinada persistencia de los muertos en la vida de los vivos; no sólo en el recuerdo, donde tienen reservado un alojamiento hecho de afecto y de pesadumbre pero circunscrito al territorio de la memoria, sino en todos los aspectos de la realidad cotidiana de los vivos, donde ejercen un influjo decisivo sobre la conducta y las emociones de éstos.
Como en un juego de espejos, se insertan en la novela dos referencias literarias: el asombroso y bárbaro episodio de la fallida ejecución en Los tres mosqueteros, de Alejandro Dumas, y la maravillosa novela corta de Balzac El coronel Chabert. Las dos historias refieren casos de amor desmedido y en ambas uno de los protagonistas de la pareja amorosa regresa de un más allá falso desde el punto de vista clínico, pero no por ello menos real para el que permaneció en el mundo de los vivos.
Todo lo que acabo de decir es, por supuesto, una interpretación personal, no una clave para la lectura de Los enamoramientos. Las novelas de Javier Marías, como sus personajes, tienen varios rostros y admiten varias lecturas, en todos los sentidos del término. ¿Qué ha sucedido exactamente? ¿Qué hay de verdad en lo que los personajes han acabado revelando? ¿Qué saben cuando dicen saber y qué ignoran cuando pretenden no saber? Para obtener este efecto, Marías recurre a su habitual estilo. En esta ocasión, la contención es mayor que en otras novelas, quizá porque el tema es más patético y más doloroso. Dosifica el sentido del humor y lo utiliza con sordina, incluso en el habitual y esperado cameo del profesor Rico. En cambio no faltan las digresiones y el análisis minucioso y matizado de las emociones que lleva el relato más allá de la simple peripecia argumental. Como es habitual en él, Marías no escribe de un modo lineal ni ortodoxo: desparrama el texto, de tal modo que la narración no circula por canales bien trazados, sino por un cauce natural, accidentado, a lo largo del cual se producen meandros, remolinos y desbordamientos, sin perder nunca el rumbo ni el control último del discurso. Esta mezcla de caos y rigor requiere un envidiable dominio de la técnica narrativa, como demuestra el recurso al medido anacoluto como recurso literario, que tanto escandaliza a maestrillos e inspectores, pero que tan bien refleja la percepción de la realidad sobre la marcha, una percepción precipitada, a la vez sagaz y contradictoria, en la que intervienen la inteligencia, las emociones, los prejuicios y las limitaciones de un modo complementario y antagónico. Todo pertenece, en palabras del autor al "vagoroso universo de las narraciones, con sus puntos ciegos y contradicciones y sombras y fallos, circundadas y envueltas toda en la penumbra o en la oscuridad, sin que importe lo exhaustivas y diáfanas que pretendan ser, pues nada de eso está a su alcance, la diafanidad ni la exhaustividad".

Ponga un canario en su biblioteca


z2canarios-amarillos-istock[1].jpgSoy parte interesada, lo sé, pero en estas fechas, cuando uno de los regalos más frecuentes es un libro, entiendo que la gente se vaya a las pilas de Ruiz Zafón, Vázquez Figueroa, Pérez-Reverte o los premios Planeta, los grandes bet-sellers y, por supuesto, los clásicos. 

Es una manera de asegurarse de que se va sobre lo seguro, y con los clásicos es verdad, no tanto con los libros vendidos por kilos, pues el éxito no asegura la calidad. Creo que siempre habrá un hueco para los libros de autores canarios, que los hay muy interesantes y en todas las vertientes de la literatura. Alexis Ravelo hace lo mismo en su blog (le copio la foto), y yo me sumo a su proclama, porque para tener una mente abierta hay que conocer lo que fuera y lo de aquí. La literatura es la que va levantando acta de la idiosincrasia de los pueblos, y por eso no podemos obviar lo que se escribe en Canarias, donde, por supuesto, hay bueno, malo y mediopensionista, como ocurre con todo.
He tenido en mis manos libros de gran éxito de critica, premiados en el extranjero y leídos a mansalva, y luego sucede que en realidad son flojitos pero con un gran soporte publicitario. Hay otros que sí, que responden a las expectativas.
Y esa es otra, cuando se regala un libro hay que pensar en quien va a leerlo, porque puede ser muy bueno pero si el lector no es aficionado a ese género o si trata un tema que viene mal traído por su historia personal, hemos patinado. En realidad, no es tan sencillo elegir qué libro regalar. Los autores lo tenemos más fácil, porque obsequiamos un ejemplar de nuestra última criatura y ya está. Aunque, la verdad, no suelo regalar libros míos
. El caso es que es importante no olvidarse de los libros de autores canarios, que en las grandes superficies están casi siempre junto a los de cocina y bricolage, pero aun así los hay muy buenos.