Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

12 dic 2011

Intelectuales de melancolía irritante El catedrático Jordi Gracia ataca en un panfleto a los apocalípticos de la cultura

El nivel de los estudiantes es bajísimo; las editoriales solo publican lo que les pide el mercado; el arte no es más que pura broma sin ton ni son; los niños no cogen un libro ni que los torturen y se pasan el día con los ordenadores...
En definitiva, la cultura occidental está al borde de la extinción; los tiempos pasados sí fueron los buenos... Desesperado, "irritado", dice, de escuchar este estribillo que va in crescendo desde hace 25 años, el catedrático de Literatura española de la Universidad de Barcelona Jordi Gracia ha decidido denunciar "esta senectud moral o ideológica" que sufren quienes defienden ese discurso en El intelectual melancólico (Anagrama).


La autora aprendió a volar y bucear para narrarlo con autenticidad
Otrora amiga de los Bush, evolucionó hacia posiciones más progresistas
El libro está subtitulado Un panfleto, pero fuera de lo de opúsculo, no responde a ello: el volumen tiene más de vehemente que de agresivo y más de provocador que de denigrante.
"Pretendo atrapar una actitud de algunos grandes intelectuales que se sienten hostigados por lo nuevo", apunta Gracia, que desmiente que el libro sea una respuesta a Adiós a la universidad, de su colega Jordi Llovet, donde este lamenta la degradación del sistema educativo español
. "No es una batalla entre catedráticos, si bien su escrito me llevó al mío.
También se dice que si retrato a personajes como Rafael Argulloll, Arcadi Espada y Fernando Sánchez Dragó... Pero esa lista no es mía: solo hablo de una tipología de intelectuales".
En verdad, en el opúsculo no hay ni un solo nombre propio.
Gracia apunta a lo absoluto: "Nunca en la historia de España hubo un momento cultural, social e institucional tan dulce como el presente", afirma el autor de ensayos como A la intemperie. Exilio y cultura en España y, junto a Domingo Ródenas, Derrota y restitución de la modernidad.
Y pone como ejemplo las nuevas tecnologías:
"La digitalización favorece la difusión de los mejores trabajos; las revistas científicas estarían muertas por problemas de costes y difusión en otros momentos de la Historia...
De que los niños se enganchen a Internet, como antes a una pelota, ¿culparemos al Estado?
No, los problemas de esos intelectuales melancólicos provienen de sus dificultades para adaptarse a los cambios", sentencia Gracia.
Le preocupa "el impacto mediático de este discurso, la atracción morbosa de los medios que potencian ese concepto que de sí mismo tienen ciertos intelectuales que creen serlo por visionarios, que auguran ese final de la cultura occidental que no es más que una fantasía morbosa".
Alarmas que, para él, tienen "efectos terroríficos en la universidad, en las escuelas y en la literatura".
Y en los propios intelectuales: "Su visión negativa les hace perder reflejos para analizar la sociedad y no salir a la búsqueda de lo bueno".
Al final, Gracia defiende la socialdemocracia, objeto de las iras de muchos intelectuales melancólicos por "extender una formación que ha vulgarizado la cultura; sí, quizá haciéndola insuficiente pero la alternativa era y es peor".

Segura, al margen Boris Izaguirre

Algo queda bastante claro en la polémica portada de la revista ¡Hola! de esta semana crucial para el euro: la infanta Cristina está al margen.
En la foto, y en su vida en la irreducible familia real, la infanta es ahora Cristina y está al margen.
Al margen de la realidad de las operaciones que efectuaba la empresa de la que compartía titularidad con su marido. Al margen de las decisiones que puedan derivarse de la inculpación de su marido
. Y al margen, como ahora es lo correcto, en la polémica foto de portada.
Lo primero que vemos es a la Reina ejecutando a la perfección su papel de madre. Más madre que reina. Ausencia de la figura paterna. En el medio, el yerno de la discordia, el antiguo gerente general del Instituto Nóos, y ligeramente separada, al margen, Cristina
. La pregunta que uno se hace es esa: ¿no ha estado siempre un poco apartada de todo la infanta Cristina?
¿Debe el amor perdonar la mentira? ¿qué se siente cuando te acostumbras a estar al margen? ¿Es mejor que el centro?
Cristina es la hija mediana, no necesariamente mediadora, cero protagonista.
La hemos visto crecer al lado de sus hermanos, un pelín más alta que Elena, más rubia que el Príncipe, casi más próxima, de aspecto como más romántico. En aquellos felices años ochenta se dijo que era ella la que más televisión consumía de los tres hermanos.
En la primera potencia exportadora de telenovelas, Venezuela, siempre se dijo que fue Cristina quien invitó a Carlos Mata, galán de Cristal y La dama de rosa, a cenar en palacio y descubrir que la monarquía también se dejaba engullir por el sentimiento de los culebrones.
Años más tarde sería ella la que bailaría los éxitos de Miguel Bosé en sus conciertos en Barcelona. Mientras que su hermana se casaba con un aristócrata, ella lo hacía con un deportista olímpico y además vasco. Mientras que su hermana se olvidaba de pedir la venia paterna a su boda, Cristina subrayó que sí lo hizo en la suya. Elena fue una novia quizá sobrevestida,
Cristina optó por la sobriedad de corte historicista. Elena se lanzó a la conquista de Versalles por el camino del glamour sin complejos que otorgaba ser esposa de un miembro del consejo del LVMH, el conglomerado internacional del chic.
Cristina se redefinió como madre yuppie en Barcelona, olímpica y al margen.
Y con el tiempo entró de lleno en otro sueño español: ser millonaria, y tener un palacete, al margen de cualquier inspección, cualquier contrariedad que la despertara de ese tan generalizado estilo de vida.
Como muchas damas reales o normales,
Cristina se hizo millonaria gracias a su marido. Ya todos sabemos cómo lo consiguió el yerno del Rey.
Con extraordinaria educación, casi acertada elección de corbatas (que combinaba con el traje, en un dandismo español geométrico que en otras clases, toreros y políticos, se remata combinando zapatos con cinturón), sorprendiendo a posibles inversores con su altísima presencia, el fuerte apretón de la mano balonmanista mientras que la otra extendía toda su palma sobre el hombro del inversor.
Caían como moscas presidentes autonómicos, alcaldes, cajas de ahorros, todos aceptaban hacer algo con el duque de Palma.
Cristina, al margen de la gestión, sin siquiera tener tiempo a resistirse al burbujeo del amor, firmaba documentos sin revisar. ¿Qué más podía hacer?
Su vida la ha disfrutado así, en un privilegiado margen. De niña, de hermana, de esposa. Al margen.
En esta próxima Nochebuena, después de que su padre se haya dirigido a los españoles, esto incluye también a las españolas, estará sentada un poco al margen en la mesa, aunque no lejos de su madre.
Desde luego, todos quisiéramos participar esta Nochebuena en esa cena. Es la celebración de la familia real como familia señera de España.
Nos representan tanto y tan bien que hasta ofrecen un conflicto familiar en estas dulces fechas este año con menos burbujas.
El discurso de esta Nochebuena romperá audiencias. ¿Se dirigirá el Rey a su pueblo con las gafas de sol puestas?
Como mujer al margen, Cristina es una incomprendida. Igual que su madre, que en realidad es una buena actriz desperdiciada. La sonrisa Gioconda de la Reina en la foto de ¡Hola! debería garantizarle al menos su presencia numismática en las monedas del nuevo euro.
Es lógico que ante una encrucijada, Cristina haya solicitado la presencia materna.
Porque en un duro mundo de hombres, solo una madre puede orientarte y a la vez fastidiar al padre.
A la Reina se le ocurrió tranquilizar a su hija acercándose al yerno, manteniendo a su hija, como siempre, al margen.
Y a todos en jaque.
¿Comparten Cristina e Isabel Pantoja y Maite Zaldívar eso que las lleva al margen mientras sus compañeros abren cuentas en Belice o esconden bolsas de plástico con dinero? ¿Es esa circunstancia producto del machismo o del amor? ¿Debe el amor perdonar la mentira? ¿Qué se siente cuando te acostumbras a estar en el margen? ¿Es mejor que el centro?
Zaldívar es ahora una señora en paro.
Pantoja prepara su resplandeciente aparición en las campanadas de fin de año en Telecinco.
Ha sobrevivido al escarnio, la noche en la cárcel, la persecución mediática. Se confesó engañada, aceptó que haber estado al margen la perjudicaba.
Cristina, en cambio, fiel a su destino, sorberá la sopa de almendras en la cena real de Nochebuena en silencio, sin derramar una lágrima, tranquila de saberse, un año más, segura al margen.

La moda coquetea con la anorexia

La agencia Elite elige a una adolescente flaquísima como nueva imagen 

 

Abrir las páginas de una revista y encontrarse con una modelo bellísima con un cuerpo perfecto no es ninguna novedad. Sobre todo cuando de ese cuerpo cuelgan prendas de ensueño diseñadas por algún gran modisto que ayudan a darle volumen y forma y contribuyen a que el resto de las mortales lo observe con envidia.
Lo que no es tan común es ver a esas mismas modelos enseñando su cuerpo sin la ayuda de esa ropa divina con la que se trata de crear tendencias en las revistas dedicadas a la mujer.
De ahí la fuerte polémica que explotó recientemente tras la publicación de un reportaje gráfico en la revista Vogue Italia, en el que la modelo Karlie Kloss, una de las grandes de la pasarela, mostraba su delgadez extrema en unas imágenes tomadas por uno de los dioses de la fotografía de moda actual, Steven Meisel, en las que entre otras cosas se la veía desnuda de cintura para arriba.
Muchas de las lectoras pusieron el grito en el cielo y denunciaron que aquellas instantáneas fueran una oda a la anorexia, mientras los editores de la publicación defendían su decisión con uñas y dientes alegando que su modelo luce un cuerpo "musculoso y tonificado".
Pero como en el mundo de la moda nada parece ocurrir por casualidad, otro nombre ha contribuido esta semana a que el debate sobre la delgadez extrema vuelva a estar sobre la mesa: la ganadora del codiciado concurso anual de modelos de la agencia Elite ha sido precisamente una mujer tan delgada que cabe preguntarse si la tendencia a adular los cuerpos anoréxicos que marcó el final de la década de los noventa no se estará volviendo a convertir en moda.
Julia Schneider, la ganadora del concurso, es una sueca de 15 años de cuerpo esquelético cuya absoluta delgadez salta inmediatamente a la vista.
Y que la agencia Elite escoja a una mujer tan flaca como cuerpo y rostro del año es muy significativo, puesto que es una de las dos grandes empresas de modelos desde las que se marca la tendencia estética que luego llega a las revistas y los anuncios publicitarios.
Y aunque en los últimos años ha habido intentos variados de dignificar la belleza de las carnes a través de campañas en las que se utilizaban modelos rellenitas o desfiles en los que se escogía a maniquíes con sobrepeso, todo parece indicar que aquello era solo una declaración de buenas intenciones y que tanto diseñadores como fotógrafos las prefieren flacas.
Es la tendencia que parece volver a imperar: basta mirar hacia atrás y recordar que el pasado septiembre, durante la Semana de la Moda de Milán, Gianfranco Ferré escogió para su desfile a un grupo de mujeres delgadísimas a las que maquilló con aire enfermo y que provocó titulares precisamente porque el espectáculo parecía un claro elogio a la anorexia.
Y aunque en pasarelas como Cibeles o la propia Milán se impuso hace años la norma de que la masa corporal de las modelos tenía que tener unos mínimos, las flacas parecen estar volviendo al epicentro de la moda.
Y con ellas la polémica.

"Nadie debe vivir en el miedo" ENTREVISTA: PATRICIA CORNWELL Escritora

La entrada de Patricia Cornwell en la habitación de un hotel londinense se ajusta, de la cabeza a los pies, a la imagen que la reina del thriller forense viene proyectando a lo largo de dos décadas de éxito.
Tan profesional como distante, la mirada fría de los ojos azules destaca en un físico delgado y fibroso, embutido en pantalones, botas y cinturón vaqueros.
Como en todos sus desplazamientos, un guardaespaldas le ha escoltado hasta la entrevista de promoción de su último libro, Niebla roja, la entrega número 19 de la saga que protagoniza la doctora Kay Scarpetta. "Nunca me aburro de mi personaje", asegura una de las autoras más vendidas del género de intriga, "porque va cambiando a la par que nuestro mundo, y creo que la forma en que se enfrenta a diferentes situaciones es lo que atrapa al lector, por encima de la trama".


Cornwell traslada el marco de su nueva novela -que acaba de estrenarse en España como Premio RBA de Novela Negra- a la ciudad sureña de Savannah (Georgia) para someter a su heroína a la máxima presión.
La patóloga forense afronta una cadena de asesinatos, en la que víctimas y verdugos son mujeres, lejos de los adelantos científicos y tecnológicos que le brinda su habitual laboratorio de Massachusetts.
Si la saga de Scarpetta fue precursora de productos tan populares como la serie televisiva CSI, centrada en sofisticadas técnicas forenses para resolver casos criminales, la protagonista de Niebla roja deberá guiarse ahora principalmente por su intuición.
Las concomitancias entre la escritora y su criatura no solo se traducen en el pelo rubio, el color de los ojos o esa seguridad que nace de la convicción en la propia valía profesional.
Ambas nacieron en Miami con solo dos años de diferencia (Cornwell, en 1956) y arrastran una biografía difícil que definió sus respectivas singladuras.
El lento declive de un padre aquejado por la leucemia marca la infancia de Scarpetta, que acaba convirtiendo la muerte en materia de su oficio.
En el caso de Patricia Cornwell, el abandono de su progenitor a temprana edad, la depresión de la madre y la niñez infeliz en otros hogares de acogida, que incluyó la declaración ante un gran jurado contra un guardia que había abusado de ella, forjaron todo un carácter.
Ejerció de periodista de sucesos y de analista en la oficina del jefe médico forense de Virginia, para debutar con el primer caso de la patóloga, Postmortem, en 1990.
"Scarpetta es una médica forense que colabora con el estamento militar, y yo soy solo una escritora.
Hay la suficiente distancia entre nosotras como para mantenerme interesada en ella, aunque sí tenemos los mismo valores sobre la naturaleza humana", concede. ¿Comparte la autora, cuya fascinación por las armas es bien conocida, el tajante rechazo de su personaje a la pena de muerte? "Es una forma inapropiada de castigar el crimen. Las ejecuciones no lo detienen, son incivilizadas y además el sistema condena a falsos culpables".
Antigua contribuyente del Partido Republicano y otrora amiga de la familia Bush, la evolución de Cornwell hacia postulados más progresistas en lo social ha ido pareja con su exposición a la luz pública como gay en años recientes. Hoy reniega de la agenda conservadora sobre las opciones sexuales o el control de la natalidad, porque "nadie debería imponer a la gente cómo debe ser", y confirma su apoyo al presidente Barack Obama. Cuando ya contaba con millones de seguidores, sacó del armario a uno de los personajes fijos de la saga, la sobrina de la forense (Lucy), sin importarle el impacto que ello pudiera tener.
"Ni ella ni nadie debe vivir en el miedo", apostilla la autora, casada desde 2005 con una neuropsicóloga tras el matrimonio fallido con un antiguo profesor suyo.
Cornwell aclara que esa Lucy bisexual, aficionada como ella a los helicópteros, las motos de alta cilindrada y los deportes de riesgo, no ejerce de su alter ego, sino más bien al contrario. "Aprendí a volar y a bucear para que ella pudiera hacerlo en mis novelas.
Quiero escribir con autenticidad", subraya una novelista que planea minuciosamente la idea general de sus libros, pero luego se deja "llevar sobre la marcha porque funciona mejor para el suspense".
Hasta las últimas páginas, ni ella misma sabe cuál va a ser el desenlace.
El éxito comercial de la doctora Scarpetta va a trasladarse a la gran pantalla con los rasgos de la actriz Angelina Jolie, una elección sorprendente (para empezar ambas se llevan 20 años) que, según Cornwell, "aportará una nueva dimensión al personaje". Hollywood ha llamado finalmente a la puerta de una autora que publica un título cada año, es presencia habitual en la televisión como experta en temas forenses y se sienta en el consejo directivo de varios hospitales psiquiátricos.
Aunque famosa y muy rica, Cornwell nunca da el éxito por sentado: "Incluso si eres una autora superventas, siempre te sientes insegura y sufres con el nuevo libro".