Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

7 dic 2011

Descargo DAVID TRUEBA

La vodevilesca conclusión de la aplicación de la ley sobre descargas ilegales en la Red culmina una legislatura socialista que ha provocado el desaliento de muchos de sus votantes.
Quizá una de las razones tenga que ver con su pintoresca afición a los coitus interruptus, leyes que prometen, generan debate público, radicalizan las posiciones sociales y finalmente no se promulgan, generando una sensación de hastío y desapego cuando no de traición y abandono.
Del Estatut de Catalunya a la reforma del Valle de los Caídos, habrá que pensar que muchos votantes bajaron los brazos fatigados de tanta expectativa incumplida.
Las descargas ilegales descorcharon un debate ruidoso, ajeno a la dinámica del resto del mundo, donde se mezclaron conceptos irreconciliables como industria y cultura, entre otros galimatías patrios.
Eso sí, sirvió para retratar el arte de la ambigüedad política, con esa incapacidad de enfrentarse a la crítica ajena con la fuerza de las convicciones propias.
Al final, solo ganaron los que nadan en seco y hablan con palabras vacías.
Jaron Lanier, en su libro You are not a gadget, traducido al castellano con excesiva contundencia Contra el rebaño digital, propone una lectura particular del universo de Internet donde al menos nos libera de las homilías sobre lo que es moderno y lo que es antimoderno, y evita la edulcorada confianza en el futuro, como si el futuro no hubiera de ser, siempre, un esfuerzo colectivo de justicia, igualdad y mejora y no una mera sumisión tecnológica.
Con espíritu de controversia, compara el autoritarismo de los militantes digitales con el castigo maoísta contra intelectuales y artistas, a los que una vez teñidos de desprecio social forzó a la reeducación castradora. Reeducación que hoy obliga a pasar por el aro de la grandes marcas tecnocomunicativas.
Pero quizá la más esclarecedora conclusión surge cuando afirma que robar casas y coches es fácil, pero pocas personas lo hacen. "Las cerraduras son amuletos de un contrato social que aceptamos porque nos beneficia a todos.
Es solo la elección personal la que hace que el mundo funcione. Las restricciones que nos imponemos compensan los fallos de la naturaleza humana.
Debemos comprometernos para convertirnos en mejores personas". Es decir, un debate individual mucho más ambicioso que el vodevil patético al que nos convocan.

La Reina visita a los Urdangarin en Washington

Ni una palabra de la investigación ni de la inminente imputación. Tampoco de las lógicas preocupaciones por las que debe estar pasando la familia Urdangarin. Nada.
El reportaje gráfico en el que ¡Hola! de la escapada de la Reina a Washington para visitar a la infanta Cristina, su marido y sus hijos es totalmente tácito.


Las imágenes lo dicen todo. Doña Sofía ha aprovechado la gala de entrega de premios del instituto neoyorquino que lleva su nombre para visitar a su familia, con la que no coincidía hacía bastante tiempo. Sonrisas, paseos y complicidad en los momentos que Semana y Diez Minutos, aunque sin saber de la visita real, sí se atreven a calificar de los más difíciles en la relación de los duques de Palma.
"Cristina ve peligrar su matrimonio", dice Diez Minutos en su portada y acompaña la frase con un gesto de preocupación de la infanta en primer plano.
La revista publica un completo informe de la investigación que involucra a Iñaki Urdangarin y especula con la posible crisis de la pareja, que podría tener que decidir entre seguir siéndolo o la Corona.
Lo mismo hace Semana, que se decanta por analizar las próximas navidades de los Urdangarin y la dificultad de la Infanta al tener que enfrentarse a sus deberes como hija del Rey y el amor por su marido.
Lecturas, en tanto, se olvida completamente del tema duques de Palma y dedica su portada, como tantas veces, a su preferida: Belén Esteban.
La tertuliana, que llevaba meses sin aparecer por las tapas de las cabeceras del corazón, vuelve a sus comienzos y carga contra Jesulín de Ubrique, quien, según ella, "no quiere igual a sus tres hijos". El aludido, como era de esperar, aprovecha la ocasión. Y, de paso, su actual mujer también.
Tallullah Willis y Carlota Casiraghi cierran el círculo. No hay revista que no haga mención de ambas jovencitas que han protagonizado sendas fiestas esta semana.
Mientras la hija de Bruce Willis y Demi Moore ha estado junto a sus hermanas y su padre en el Baile de Debutantes del hotel Crillon, la heredera de Carolina de Mónaco se vistió de hippie chic durante un torneo de hípica, convirtiéndose automáticamente en la anécdota más bonita de la jornada.

Marilyn Monroe, ganadora de todas las subastas

Si hay alguien que lo vende todo en las subastas es Marilyn Monroe.
Fotografías, vestidos, objetos personales... Todo lo que una vez perteneciera o simplemente tuviera que ver con la estrella más rutilante del universo de Hollywood se coloca en el mercado a precios de escándalo.
Si se trata de algunas de las primeras imágenes que se tomó cuando apenas era una joven modelo castaña, los precios se dispara
Monroe ha ocupado la mitad del programa de la última venta de la casa de subastas estadounidense Julien's Auction, cuyo nombre ha sido Icons and Idols (Ídolos e iconos).
La primera parte estuvo dedicado por completo a la actriz de Con faldas y a lo loco (que, de hecho, protagonizaba la portada del catálogo), ya que se pusieron a la venta más de 200 lotes sobre ella; mientras que la segunda se centró en personajes del mundo de la música como Michael Jackson, John Lennon, Bono (una cantante del vocalista del grupo de U2 recaudó 135.000 euros) y Lady Gaga, además de otros objetos históricos.
Por ejemplo, el único boceto en papel de una botella de Coca Cola, realizado en 1915, se ha vendido por 170.000 euros, y un prototipo de botella de la misma bebida -que jamás llegó a fabricarse por ser demasiado inestable- y que encontró comprador por 180.000 euros.
Otro de los objetos que alcanzó un precio astronómico fue el Globo de Oro conseguido por Elizabeth Taylor en 1974 gracias a su interpretación en Miércoles de ceniza, que recaudó más de 43.000 dólares (unos 32.000 euros).
La fotografía más cara de Monroe fue la del lote 762, que alcanzó los 28.800 dólares (más de 21.500 euros). Se trata un retrato de la actriz de su primera época, en tonos sepia, firmada por ella misma. En la dedicatoria para su entonces vecino, Phil Hooper, se puede leer: "Para Phil, mis mejores deseos siempre. Sinceramente, Marilyn Monroe (Norma Jean)".
Esta era una de las ventas más esperadas, ya que se trataba de una colección de más de 300 lotes con imágenes de Marilyn Monroe, entre ellas algunas de los inicios de su carrera, que al salir a la venta incluyeron tanto los negativos como los derechos de autor. Las fotografías lograron recaudar más de 260.000 euros.
Además, también se han subastado prendas de la actriz, que suelen colocarse fácilmente en el mercado.
Así, uno de sus vestidos consiguió venderse por 79.950 dólares, casi 57.000 euros, y una estola de piel por más de 12.000 (9.000 euros).
No es la primera vez que esto ocurre, ya que en verano de 2010 el vestido de satén fucsia que la estrella lucía en Los caballeros las prefieren rubias superó los 250.000 euros.
Aunque la auténtica locura se desató el pasado mes de junio, cuando la pieza corta, blanca, de pronunciado escote y falda plisada que lució en La tentación vive arriba recaudó 4,6 millones de dólares, más de 3,4 millones de euros. ¡Si hasta su tórax causa sensación en las subastas!
Pero no todo lo que ha salido a la venta de Norma Jean, fallecida en agosto de 1962 a los 36 años, ha sido vendido.
Un vestido de la actriz con el que posó como Cleopatra y un tríptico que incluía una carta y su foto preferida, la que tenía en el salón de su casa, se han quedado en el desván.
Queda esperar a que sean desempolvados para la próxima.

La contracultura como marca Thomas Frank analiza la influencia de las empresas en los cambios estéticos

Todo cambió en 1959, cuando el publicista Bill Bernbach recibió en su agencia, la mítica DDB, el encargo de una campaña para Volkswagen en EE UU.
La compañía alemana era percibida, además de como un residuo de la Alemania nazi, como la empresa que fabricaba coches pequeños, de formas peculiares, mecánica convencional y, sobre todo, que se repetían año tras año, en contra de la lógica de Detroit de forzar en el público la necesidad de adquirir un modelo cada 12 meses
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"En los sesenta se libró una gran batalla que benefició a las corporaciones"
Bernbach hizo una campaña en la que, en vez de camuflar o combatir esta mezcla de defectos y estereotipos, los resaltaba.
El éxito de la campaña no solo propulsó las ventas del fabricante alemán en EE UU, sino que contribuyó a que la publicidad, hasta entonces concebida como una ciencia -se habían incluso desarrollado fórmulas matemáticas alrededor de la efectividad de un anuncio-, se convirtiera en aquella arma de seducción masiva que el capitalismo necesitaba.
Los jóvenes ya no tendrían que colmar sus pulsiones revolucionarias en lo bolchevique, las podrían satisfacer con cualquier producto que el sistema les ofreciera.
Más de 50 años después, los preceptos que sentó Bernbach en su campaña siguen vigentes, levemente corregidos y exponencialmente aumentados.
Thomas Frank, periodista y escritor estadounidense, quien en 1997 escribió La conquista de lo cool (Alpha Decay) no se sorprende por este hecho. Lo que le maravilla es que su libro se acabe de editar en España.
"No es que crea que es tarde, es que uno jamás piensa que este tipo de hechos pueden ser relevantes más allá de su país. Supongo que me equivoco.
Los sesenta siguen siendo un lugar por muchos idealizado, lleno de buena música y prosperidad económica. Pero los sesenta, al menos en EE UU, fueron el momento en que tanto demócratas como republicanos giraron a la derecha, empezando a destruir el país que Roosevelt había levantado en los años treinta.
Se libró una gran batalla cultural y los grandes beneficiados fueron las corporaciones".
Frank incide durante buena parte del libro en otorgar un papel protagonista a la empresa en el desarrollo de las subculturas juveniles y en recordarnos que, en demasiadas ocasiones, cuando se piensa en los agentes que hicieron que el mundo cambiara durante los sesenta, se obvia a la empresa.
"Hoy es lo más normal del mundo ver a los más guays del planeta en una agencia de publicidad, pero el cambio que sufrió la industria durante esos años fue brutal.
La capacidad de adaptación del capitalismo a los retos propuestos por la sociedad se ejemplifica en la evolución que ha tenido el mundo de la publicidad desde el inicio de esos años".
Para Frank la última esperanza se perdió en los noventa.
"Con todo el asunto del grunge, la MTV y demás, pensé que aquello era una broma, que ninguna marca sería capaz de vender todo eso. Me equivoqué. Ahí empecé a interesarme por lo que se narra en este libro.
Aquello que estaba sucediendo era una réplica exacta de lo ocurrido en los sesenta, solo que incluso peor.
Mi conclusión es que la juventud ha ido perdiendo interés en la organización del trabajo y en los valores asociativos de la izquierda.
El interés revolucionario ya no se encuentra ahí, y la última oportunidad de recuperarla se fue con los noventa. Ahora las marcas han asumido por completo los valores contestatarios", apunta.
Tras La conquista de lo cool, Thomas Frank editó One market under one god (Un mercado bajo un dios), al respecto de la revolución embotellada de los años noventa y la forma en que la publicidad se apropió del underground.
Sobre la coyuntura actual, marcada por el desarrollo del supuesto consumidor inteligente, la marca amiga y la fiebre por la personalización del producto y el mensaje, Frank tiene, obviamente, sus dudas: "Creo que el consumidor moderno, incluso el hipster, es alguien más culto que el de hace 50 años
El problema es que para gustarse se ha vuelto exigente hasta rozar el ridículo. El mejor ejemplo es la comida. Cierto segmento de la población cree que, para comprar bien, hay que saber el árbol genealógico del pollo que se adquiere.
Llevo toda la vida comprando el pollo en el súper y no por eso me considero un idiota".
Según Frank, al sistema se lo combate exigiendo los derechos laborales de quienes trabajan en la granja donde se cría el pollo, no exigiendo un pollo criado con música de Chopin y masajes en la papada.