Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

25 nov 2011

"No la mató a ella, nos mató a todos" Cuatro familiares de Lucía Montes, apuñalada a los 47 años, retratan el dolor de las

"Cobardes, cobardes de mierda, que las matan a traición. No tienen la dicha de ir a arreglar las cosas. Si quieres algo, pídelo, pero no te lleves a mi niña, que le has robado media vida. Cualquier cosa yo te doy, pero no la acorrales". Ana García, de 74 años, estalla al recordar a su hija. Lucía Montes murió con 47 años, asesinada de 15 puñaladas por su expareja el 19 de septiembre en la estación de tren de su pueblo, Lora del Río (Sevilla).
"No somos de nadie. Por muchas veces que te pida perdón, no caigas"
En una casa pequeña, fría, modesta, lejos del centro, casi en un polígono, más allá de una gasolinera de las afueras, está la vivienda de Ana García. Ahí, frente a una estufa eléctrica, relatan su dolor cuatro mujeres que rodeaban la vida de Lucía: sus dos hijas, que tuvo con un exmarido, su madre y una de sus hermanas.
Viven atormentadas por los condicionales: "¿qué podríamos haber hecho para poder evitarlo?" A la madre de Lucía le queda un corazón con tres operaciones y una hija de menos. Delira al preguntar: ¿por qué no la llevasteis a la sierra y la metisteis en un agujero? Ahí no la encontraría".
Son preguntas sin respuesta. No encuentran razones ni justificaciones que las calmen. "¿Cómo la mano del hombre puede cegar tantas cosas a la vez? ¿Cómo nos arrancamos esta pena tan grande?", se pregunta su hermana Carmen. "No solo han asesinado a una persona. ¡La de ilusiones y proyectos que se ha llevado! ¡Nos ha matado a todos en vida! Tenemos miedo".
La hija pequeña de Lucía, que lleva su mismo nombre, cumplió los 18 años y siempre iba con su madre en coche a recoger aceitunas. "Ahora no me puede llevar, no puedo trabajar", dice la hija, que aún sigue en tratamiento psicológico. "¡No voy a ver a mi madre nunca más porque él se ha cruzado en su camino! ¡No me ha dado tiempo ni de despedirme! Me la ha quitado."
La hija mayor, Setefilla, se ha quedado sin abuela para su bebé. "No puedo amamantarle bien. Nació 15 días antes de que mataran a mi madre y del disgusto no siempre baja leche. Por si acaso, solo tomo valerianas y tila". Los llantos del pequeño la mantienen en duermevela, pero las pesadillas la martillean. "Mi madre estaba contentísima con mi niño, decía que ya lo tenía todo para ser feliz".
Las manos en la cara, las miradas perdidas, las cabezas bajas, el silencio, el llanto, la ira. "Queremos la cadena perpetua. ¿Cuándo va a pagar la lacra que ha dejado? Nunca está pagada la muerte de una mujer", dicen casi al unísono.
El agresor, que tenía antecedentes por violencia de género, mantuvo una relación de casi nueve años con Lucía. "Pero cortaron meses antes", asegura Carmen, que fue a reconocer el cadáver a esa estación que no es capaz de volver a pisar. "El criminal le dio hasta 15 puñaladas, y después se entregó a la Guardia Civil. Por eso le rebajan cinco años (...) Esto es una pesadilla de esas que ves en la tele. Después de asesinar a mi hermana fue a su casa, se duchó, se despidió de su madre y se fue al cuartel a inculparse. Hasta al perro lo dejó a buen recaudo", cuenta.
Y quedan más víctimas por el camino. "Su madre y su hermano vinieron a darme el pésame. Yo les recibí en mi casa", cuenta García sin dilación.
Sus hijas confiesan que el asesinato ha hecho que no puedan confiar en ningún hombre, ni siquiera en sus parejas. "Si se lo han hecho a nuestra madre, nos lo pueden hacer a nosotras". "Yo fui con ella a poner la denuncia, pero no la ratificó porque le dio pena", cuenta la pequeña.
Y aprovechan para lanzar un aviso a otras mujeres.
No somos propiedad de nadie. A la más mínima que te sientas humillada, no lo aguantes. Por muchas veces que te diga perdóname, no caigas". "Y si él siente esos instintos, que vaya al psicólogo, o que se mate", dicen con rabia. Setefilla se anima a proponer un mayor esfuerzo en labores de concienciación. "Tenían que estudiar en el colegio derechos humanos e igualdad".
La salita ha entrado poco a poco en calor. Ana García toquetea nerviosa sus anillos. "Y yo, como una gilipollas, cosiéndole los bajos de los pantalones al asesino", termina diciéndose a sí misma con un hilo de voz.

B S O STAR WARS

Rihanna consigue un puesto de diseñadora en Armani

Rihanna estrecha su relación con Armani. Después de convertirse en su musa y en modelo para la colección de vaqueros y ropa interior de la firma italiana, la cantante barbadense ha ido más allá y ha entrado en el equipo de diseñadores de la prestigiosa marca. Las líneas Emporio Armani Underwear y Armani Jeans contará a partir de diciembre con modelos creados por ella misma, que ha lanzado una colección cápsula para la casa.
"Si usted estuviera de compras con Rihanna, ¿qué elegiría ella?", se pregunta en la web oficial de la firma italiana, que ha dado a conocer el próximo lanzamiento de la colección. "Cualquier chica sabe que un look impresionante empieza por un gran par de vaqueros".
Así presenta los dos modelos que diseñó Rihanna para Armani: uno pitillo, para utilizar en cualquier momento del día, y otro estilo boyfriend, "el preferido" de la cantante.
Masculino, pero con las piernas ajustadas.
La pequeña (pero previsiblemente exitosa) colección se completa con dos modelos de camisetas estampadas, dos tipos de jeans, la clásica chaqueta negra (que la firma describe como motera, de cuero, llena de cremalleras, pero muy femenina) y un bolso.
En cuanto a las creaciones de la línea de lencería, Armani cuenta en su web que se trata de prendas innegablemente femeninas, de precios razonables y perfectas para usar todos los días, pero no por eso ordinarias.
En gris y azul cobalto, los sujetadores y braguitas diseñados por Rihanna prometen darle a sus usuarias el estilo sensual de la joven de Barbados.

CONCHA CABALLERO Las ilusiones perdidas

No se van en trenes con maletas de cartón pero llevan sus bienes más preciados: un portátil, un móvil de última generación regalado por un familiar o conseguido a base de una lucha de puntos sin cuartel. Suelen tomar un vuelo de bajo coste, cazado pacientemente en las redes de Internet.
Se van a hacer un máster, o han logrado una mal llamada beca Erasmus que costará a la familia la mitad de sus ahorros.
Otras veces van a hacer de au-pair, de auxiliar de conversación, o a cualquier trabajo temporal. La familia va a despedirlos a la puerta de embarque y mientras se alejan disimularán unos su pena y otros su incipiente desamparo. "Es por poco tiempo -se dicen-. Dominarán el idioma, conocerán mundo... Regresarán en pocos meses".
Hasta hace poco era un privilegio de los nuevos tiempos que les permitía gozar de una libertad sin límites, de un mundo sin fronteras, de una capacidad casi infinita de aprendizaje...
Hasta que llegó la crisis y la maleta pareció distinta, la espera en la fila de embarque más embarazosa, la despedida más triste y el fantasma de la ausencia definitiva más cercano.
No. No llevan maletas de cartón, ni hay aglomeraciones en el andén de la despedida. No se marchan en grupo, sino uno a uno. Aparentemente nada les obliga. Ha sido una cadena invisible de acontecimientos. Estuvieron allí hace unos años, o tienen una amiga que les ha informado de que puede encontrar algún trabajo con facilidad. No pagarán mucho, eso es seguro, pero podrán ganarse la vida con cierta facilidad... A fin de cuentas aquí no hay nada.
Y se marchan poco a poco, sin alboroto alguno. Un goteo incesante de savia nueva que sale sin ruido de nuestro país, desmintiendo la vieja quimera de que la historia es un caudal continuo de mejoras.
No hay estadísticas oficiales sobre ellos. Nadie sabe cuántos son ni adonde se dirigen. No se agrupan bajo el nombre oficial de emigrantes. Son, más bien, una microhistoria que se cuenta entre amigos y familiares. "Mi hija está en Berlín", "se ha marchado a Montpellier", "se fue a Dubai" son frases que escuchamos sin reparar en el significado exacto que comportan. Escapan a las estadísticas de la emigración porque suelen tener un nivel alto de estudios y no se corresponden con el perfil típico de lo que pensamos que es un emigrante. Quizá en las cuentas oficiales figuren como residentes en el extranjero, pero deberían aparecer como nuevos exiliados producto de la ceguera de nuestro país.
En los tiempos de crisis que detallan cada euro gastado nadie computa los centenares de miles de euros empleados en su formación y regalados a empresarios de más allá de nuestras fronteras con una torpeza sin límites, con una ignorancia sin parangón. Menos aún se cuantifican el esfuerzo de sus familias, las ilusiones perdidas y sus sueños rotos en mil pedazos.
No llevan maletas de cartón, pero componen un nuevo éxodo que azota especialmente a Andalucía, que dispersa a nuestros jóvenes por toda Europa y gran parte del mundo, que nos priva de su saber, de su aportación y de su compañía. Pero, aparentemente nadie se escandaliza por esta fuga de cerebros, lenta pero inexorable, que nos privará de muchos de nuestros mejores talentos.
Nadie protesta por esta nueva oleada de exiliados que son una acusación silenciosa del fracaso y de engaño. Se van en silencio por el túnel de embarque en el que les alcanzará la melancolía por la pérdida temprana de su tierra.
No son, como dicen, una generación perdida para ellos mismos
. No son los socorridos ni-nis que sirven para culpar a la juventud de su falta de empleo. Son una generación perdida para nuestro país y para nuestro futuro. Un tremendo error que pagaremos muy caro en forma de atraso, de empobrecimiento intelectual y técnico. Aunque todavía no lo sepamos.