20 nov 2011
Un Dios Salvaje
¿Qué hace de Un dios salvaje un estreno repleto de espectadores (oscilando en edades a partir de la treintena y un cierto nivel cultural) en esta etapa de crisis metastásica en la que la mayoría de las productoras apuestan por un producto manipuladamente sentimental o directamente cutrejuvenil?
Lo que siempre hace fuerte a lo bueno frente a lo mediocre, calidad y buen hacer, artesanía y comunicación. Es decir, un argumento con algo que decir (o que recordarnos), un grupo de actores sólidos y magníficos, una raíz de peso para el guión (la dramaturga francesa Yasmina Reza y su obra Le dieu du carnage) y una dirección como la del genial Roman Polanski rodeado del mejor equipo de profesionales del mundillo.
La última película del cineasta francés/polaco es un paraíso entre tanta memez artística.
Es una osadía. Es un recordatorio de la herencia del ser humano, la inevitable rebeldía de sus genes más lejanos, en un tiempo en que se quiere llegar a la pacificación o domesticación máxima de nuestros instintos animales más primigenios; el ataque, la observación del rival, la actitud defensiva, el miedo, la decepción, o la defensa del territorio.
Animales enjaulados y domesticados que han hecho de la hipocresía su tarjeta de convivencia. Algo de lo que todos somos socios, por supuesto.
Pero ¿qué ocurre cuando una nimiedad levanta la alfombra y se descubre toda la mugre escondida? Que nos quedamos como dios. Un dios salvaje.
Eso disecciona Polanski, enamorado de la obra de teatro de Reza, quien ha colaborado con el director en la adaptación al cine de su obra. Interiores bien aprovechados, algo común a los proyectos del cineasta. Un tiempo corto y cuatro actores, además de un par de planos del parque bajo el glamoroso puente de Brooklyn. Trasladada a Nueva York, la historia de Reza es la de dos matrimonios que “civilizadamente” discuten el agresivo golpe que el hijo de uno de ellos ha propinado al chico del otro matrimonio. Dos chavales de once años envueltos en una pelea, cuyos padres intentan solucionar con educación y respeto. Esto en principio.
Polanski y Reza van escalonadamente calentando la situación con pequeñas pullas que en realidad se sustentan, más que en el pequeño problemilla de los niños, en los diferentes caracteres y ocupaciones de los personajes y en sus propias frustraciones personales largo tiempo soportadas. Fiel a sus atmósferas opresivas, interiores bien delimitados y angustias interiores, Polanski nos convierte en voyeurs como si miráramos desde el hueco de la cerradura de la casa de los Longstreet (Jodie Foster y John C. Reilly) en una pelea de gallos frente a los Cowan (Kate Winslet y Christoph Waltz), encerrados en un habitáculo del que parece que no logran salir.
Palabras que son como dardos, palabras escogidas, cínicas en algunos casos (Waltz, superior en su papel), reprimidas en otros (Foster), falsamente pacíficas también (Reilly).
Cuatro caracteres y cuatro ocupaciones, unos más liberales otros más conservadores, envuelven con dosis de humos la cinta que resulta en conjunto muy gratificante. Ver con humor nuestras debilidades, que son las de siempre.
De nuevo estamos frente a cine-teatro, que últimamente parece estar de moda. Quizá por la necesidad de profundizar más en los temas y hacer hincapié en los diálogos.
Curioso comprobar la evolución de la guerrilla, como lo que comienza con una rivalidad de familias, se va convirtiendo en una guerra de sexos, para derivar en batallas individuales de unos contra otros, y todos contra sí mismos.
Un final sin final. Otra artesanía de este gran cineasta.
Título original: Carnage
Dirección: Roman Polanski
Guión: Roman Polanski, Yasmina Reza
Intérpretes: Kate Winslet, Christoph Waltz, Jodie Foster, John C. Reilly
Fotografía: Pawel Edelman
Música: Alexandre Desplat
Año: 2011
Duración: 79’
País: Francia
Productora: Coproducción Francia-Polonia-Alemania; France 2 Cinema / Versatil Cinema /Constantin Film Produktion / SBS Productions / SPI Poland
Web oficial: http://www.sonyclassics.com/carnage/
Premios:
Festival de Venecia 2011: Sección oficial a concurso
Lo que siempre hace fuerte a lo bueno frente a lo mediocre, calidad y buen hacer, artesanía y comunicación. Es decir, un argumento con algo que decir (o que recordarnos), un grupo de actores sólidos y magníficos, una raíz de peso para el guión (la dramaturga francesa Yasmina Reza y su obra Le dieu du carnage) y una dirección como la del genial Roman Polanski rodeado del mejor equipo de profesionales del mundillo.
La última película del cineasta francés/polaco es un paraíso entre tanta memez artística.
Es una osadía. Es un recordatorio de la herencia del ser humano, la inevitable rebeldía de sus genes más lejanos, en un tiempo en que se quiere llegar a la pacificación o domesticación máxima de nuestros instintos animales más primigenios; el ataque, la observación del rival, la actitud defensiva, el miedo, la decepción, o la defensa del territorio.
Animales enjaulados y domesticados que han hecho de la hipocresía su tarjeta de convivencia. Algo de lo que todos somos socios, por supuesto.
Pero ¿qué ocurre cuando una nimiedad levanta la alfombra y se descubre toda la mugre escondida? Que nos quedamos como dios. Un dios salvaje.
Eso disecciona Polanski, enamorado de la obra de teatro de Reza, quien ha colaborado con el director en la adaptación al cine de su obra. Interiores bien aprovechados, algo común a los proyectos del cineasta. Un tiempo corto y cuatro actores, además de un par de planos del parque bajo el glamoroso puente de Brooklyn. Trasladada a Nueva York, la historia de Reza es la de dos matrimonios que “civilizadamente” discuten el agresivo golpe que el hijo de uno de ellos ha propinado al chico del otro matrimonio. Dos chavales de once años envueltos en una pelea, cuyos padres intentan solucionar con educación y respeto. Esto en principio.
Polanski y Reza van escalonadamente calentando la situación con pequeñas pullas que en realidad se sustentan, más que en el pequeño problemilla de los niños, en los diferentes caracteres y ocupaciones de los personajes y en sus propias frustraciones personales largo tiempo soportadas. Fiel a sus atmósferas opresivas, interiores bien delimitados y angustias interiores, Polanski nos convierte en voyeurs como si miráramos desde el hueco de la cerradura de la casa de los Longstreet (Jodie Foster y John C. Reilly) en una pelea de gallos frente a los Cowan (Kate Winslet y Christoph Waltz), encerrados en un habitáculo del que parece que no logran salir.
Palabras que son como dardos, palabras escogidas, cínicas en algunos casos (Waltz, superior en su papel), reprimidas en otros (Foster), falsamente pacíficas también (Reilly).
Cuatro caracteres y cuatro ocupaciones, unos más liberales otros más conservadores, envuelven con dosis de humos la cinta que resulta en conjunto muy gratificante. Ver con humor nuestras debilidades, que son las de siempre.
De nuevo estamos frente a cine-teatro, que últimamente parece estar de moda. Quizá por la necesidad de profundizar más en los temas y hacer hincapié en los diálogos.
Curioso comprobar la evolución de la guerrilla, como lo que comienza con una rivalidad de familias, se va convirtiendo en una guerra de sexos, para derivar en batallas individuales de unos contra otros, y todos contra sí mismos.
Un final sin final. Otra artesanía de este gran cineasta.
Título original: Carnage
Dirección: Roman Polanski
Guión: Roman Polanski, Yasmina Reza
Intérpretes: Kate Winslet, Christoph Waltz, Jodie Foster, John C. Reilly
Fotografía: Pawel Edelman
Música: Alexandre Desplat
Año: 2011
Duración: 79’
País: Francia
Productora: Coproducción Francia-Polonia-Alemania; France 2 Cinema / Versatil Cinema /Constantin Film Produktion / SBS Productions / SPI Poland
Web oficial: http://www.sonyclassics.com/carnage/
Premios:
Festival de Venecia 2011: Sección oficial a concurso
19 nov 2011
TANTO CAMINO QUE RECORRER TODAVÍA
Aunque han pasado un par de días y ya se ha hablado de estas declaraciones del presidente de Bolivia, entiendo que la agencia EFE me ha escrito el post de hoy. Me limito a transcribir la nota de agencia:
"El presidente boliviano, Evo Morales, recomendó hoy miércoles a los jóvenes que dejan a sus novias embarazadas que se refugien en los cuarteles militares, de los que saldrán como soldados intocables.
"Inclusive ustedes saben, generales, almirantes, oficiales, cuando un jovenzuelo embaraza a su compañera, es preferible escapar al cuartel y cuando sale del cuartel, es intocable ese soldado", afirmó el mandatario.
"Eso pasa porque las Fuerzas Armadas es imagen de servicio a la patria", aseguró Morales en un discurso en la Academia de Historia Militar.
También dijo que la base social de las Fuerzas Armadas de Bolivia son los campesinos e indígenas, pues "son los que más van al cuartel", y pidió a la Academia recuperar la historia de los indígenas que lucharon contra la "invasión" española hace cinco siglos."
Pues eso, ni me molesto en comentar porque la nota se comenta sola. Como es día de reflexión, reflexionemos sobre el avance de cangrejo de la igualdad entre hombres y mujeres.
18 nov 2011
"Tras 60 años en el negocio, Polanski es un artista en el sentido más puro"
En Un dios salvaje dos parejas dirimen sus diferencias como si no hubiera mañana.
Ellas son Kate Winslet y Jodie Foster, ellos Christoph Waltz y John C. Reilly.
El primero es conocido por su papel en Malditos bastardos, de Quentin Tarantino, donde interpretaba al malvado pero -de algún modo- irresistible coronel Hans Landa, de las SS. El segundo, Reilly, es uno de esos rostros reconocibles para cualquier cinéfilo en cuya percha cuelgan trabajos como Magnolia o La tormenta perfecta.
Los dos pasearon sus respectivos currículos por Venecia, donde separados apenas 10 metros el uno del otro atendían a la prensa.
Winslet andaba ocupada con otros menesteres, Foster no pudo acudir a la ciudad de los canales, así que les tocó a ellos hablar de cine, teatro, discusiones y Polanski. "¿Que cómo es Polanski en un rodaje?
Nosotros trabajamos, no ponemos etiquetas, ni adjetivos, no ese nuestro trabajo: Polanski es un maestro, lleva 60 años en el negocio, es un artista en el sentido más puro.
Teniendo eso en mente llegas a la conclusión de que es un hombre que no puede equivocarse.
Quizás no te guste lo que hace o no lo entiendas, pero no intentes discutir con él porque no tiene sentido. ¿Que si he discutido alguna vez con él? ¿Por qué discutiría con él? Mira, a mí no me va todo ese asunto de la deconstrucción del proceso creativo, yo no soy ningún teórico.
No hago mi trabajo sobre algo, hago ese algo, así que no me paso el día haciendo preguntas sobre mi personaje.
Si tienes la suerte de trabajar con alguien como Polanski y quieres discutir con él sobre algo es que eres un estúpido.
No estamos hablando de un rodaje estudiantil donde tratamos de explorar no-sé-qué. Esto es Polanski", decía Waltz, un hombre que parece esconder muchas cosas tras esa sonrisa afable que se tuerce cuando no le gustan las preguntas.
"Creo que -si puedo hablar por todos- cuando llegamos al rodaje tanto Kate como Jodie, Christoph y yo mismo nos preguntamos qué hacíamos allí, no entendíamos cuál era la razón por la que nos había escogido Roman. 'Yo no soy así', 'Yo no tengo problemas con la bebida'... repetíamos.
Hacía el final del rodaje, Christoph y yo fuimos un día a cenar y recuerdo que él me miró y me dijo: 'Creo que empiezo a entender por qué nos ha escogido Roman'.
De alguna manera supongo que todos teníamos algo de nuestros personajes y por eso fuimos escogidos.
No lo sé, quizás", comentaba Reilly, tocado con un sombrero y mucho más dicharachero que su colega alemán. Un dios salvaje es la adaptación de la celebérrima obra de teatro de Yasmina Reza, involucrada directamente en la película aunque al parecer no lo suficientemente entusiasta para el gusto de Waltz, que lo confesaba sin pelos en la lengua:
"Nuestra película es más ligera, más rápida, menos literaria y más divertida. Yasmina tenía miedo de que el guion hubiera perdido peso en el filme, pero en eso disiento de ella: es mi convicción más absoluta de que significado y profundidad deben estar ocultos y no parecer obvios.
La comedia es el mejor género para hacer eso". "Y además nos lo pasamos rematadamente bien, especialmente cuando empezamos a beber whisky", concluía Reilly, dueño y señor de su carcajada.
Ellas son Kate Winslet y Jodie Foster, ellos Christoph Waltz y John C. Reilly.
El primero es conocido por su papel en Malditos bastardos, de Quentin Tarantino, donde interpretaba al malvado pero -de algún modo- irresistible coronel Hans Landa, de las SS. El segundo, Reilly, es uno de esos rostros reconocibles para cualquier cinéfilo en cuya percha cuelgan trabajos como Magnolia o La tormenta perfecta.
Los dos pasearon sus respectivos currículos por Venecia, donde separados apenas 10 metros el uno del otro atendían a la prensa.
Winslet andaba ocupada con otros menesteres, Foster no pudo acudir a la ciudad de los canales, así que les tocó a ellos hablar de cine, teatro, discusiones y Polanski. "¿Que cómo es Polanski en un rodaje?
Nosotros trabajamos, no ponemos etiquetas, ni adjetivos, no ese nuestro trabajo: Polanski es un maestro, lleva 60 años en el negocio, es un artista en el sentido más puro.
Teniendo eso en mente llegas a la conclusión de que es un hombre que no puede equivocarse.
Quizás no te guste lo que hace o no lo entiendas, pero no intentes discutir con él porque no tiene sentido. ¿Que si he discutido alguna vez con él? ¿Por qué discutiría con él? Mira, a mí no me va todo ese asunto de la deconstrucción del proceso creativo, yo no soy ningún teórico.
No hago mi trabajo sobre algo, hago ese algo, así que no me paso el día haciendo preguntas sobre mi personaje.
Si tienes la suerte de trabajar con alguien como Polanski y quieres discutir con él sobre algo es que eres un estúpido.
No estamos hablando de un rodaje estudiantil donde tratamos de explorar no-sé-qué. Esto es Polanski", decía Waltz, un hombre que parece esconder muchas cosas tras esa sonrisa afable que se tuerce cuando no le gustan las preguntas.
Hacía el final del rodaje, Christoph y yo fuimos un día a cenar y recuerdo que él me miró y me dijo: 'Creo que empiezo a entender por qué nos ha escogido Roman'.
De alguna manera supongo que todos teníamos algo de nuestros personajes y por eso fuimos escogidos.
No lo sé, quizás", comentaba Reilly, tocado con un sombrero y mucho más dicharachero que su colega alemán. Un dios salvaje es la adaptación de la celebérrima obra de teatro de Yasmina Reza, involucrada directamente en la película aunque al parecer no lo suficientemente entusiasta para el gusto de Waltz, que lo confesaba sin pelos en la lengua:
"Nuestra película es más ligera, más rápida, menos literaria y más divertida. Yasmina tenía miedo de que el guion hubiera perdido peso en el filme, pero en eso disiento de ella: es mi convicción más absoluta de que significado y profundidad deben estar ocultos y no parecer obvios.
La comedia es el mejor género para hacer eso". "Y además nos lo pasamos rematadamente bien, especialmente cuando empezamos a beber whisky", concluía Reilly, dueño y señor de su carcajada.
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