Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

30 oct 2011

El cine frustrado de Gabo y Buñuel

"Para Don Luis, cordialmente...". Don Luis era Buñuel. El autor de la dedicatoria, Gabriel García Márquez.
Dos genios del siglo XX. El objeto en cuestión: una sinopsis de comedia entre alegre, surrealista y ligera titulada Es tan fácil que hasta los hombres pueden. ¿El deseo del autor? Seducir al maestro para que la rodara. ¿El resultado? Papel mojado.






Según Javier Herrera, se trataba de un proyecto muy feminista Luis Alcoriza fue el lazo de unión entre el cineasta y el escritor



La copia inédita reposa en el archivo del cineasta, hoy en la Filmoteca La historia, sin pretensiones, estaba dedicada a Janet Riesenfeld

Pero existió. Y la copia inédita reposa en el archivo del cineasta que ahora custodia la Filmoteca Española. Javier Herrera, bibliotecario y experto en Buñuel, que ya dio cuenta de su existencia en la revista Litoral, lo ha estudiado ahora a fondo y ha llegado a una clara conclusión.
"Es muy probable que intentaran hacer algo juntos", asegura. Una pena que no surgiera.



Corría el año 1962. Gabriel García Márquez no era todavía Gabriel García Márquez para el mundo. Había publicado un par de novelas, La hojarasca y El coronel no tiene quien le escriba, un puñado de cuentos y trabajaba por entonces en La mala hora. Se ganaba las gachas con encargos que iban desde el destajo periodístico a los guiones de cine. Buñuel, en cambio, ya era Buñuel. Desprendía de lejos y de cerca esa estela mítica donde se adivinaba al iconoclasta irredento. Era toda una leyenda a quien veneraban los jóvenes talentos del momento a ambas orillas del Atlántico. Vivía exiliado por entonces en México, el país más surrealista del mundo, según su amigo André Breton, donde le dejaban hacer el cine que le daba la gana.



Ambos compartían vino, dry martinis, comidas, tertulias y amigos como Carlos Fuentes o Luis Alcoriza. Este último, guionista de Buñuel durante toda la etapa mexicana, fue el nexo cinematográfico. Con él, García Márquez también trabajó a fondo.



La historia era sencilla y sin pretensiones. García Márquez se la había dedicado a Janet Riesenfeld, la esposa de Alcoriza, para quien seguramente había imaginado uno de los tres papeles femeninos protagonistas: tal vez el de Licha, "la más guapa", señala él mismo en la sinopsis.



Empieza así: "Tres chicas guapas, alegres, emprendedoras, que, a pesar de ser primas hermanas no se conocen entre sí ,llegan a la capital desde distintos lugares de provincia, ilusionadas con la noticia de que su tío solterón les ha dejado una herencia...".



Las muchachas han dejado casi todo y se han metido en préstamos pensando que iban a heredar el dorado. Pero caen del burro cuando comprueban su fortuna. Una gasolinera cochambrosa, situada, para colmo, en una calle de escaso tránsito. Según Herrera, se trataba de un proyecto muy feminista: "El propio título lo indica". El desarrollo también. Porque las chicas sacan el negocio adelante mediante todo tipo de follones, triquiñuelas y hasta escándalos públicos.



Resulta una incógnita irresoluble para el arte universal lo que hubiera salido de aquella combinación.
 La posteridad y sus admiradores en todo el mundo puede que hoy lamenten que no llegara a concretarse.
El cineasta lo guardó en su archivo, todo un síntoma. Pero por aquel entonces andaba metido en El ángel exterminador.



Ahora, en manos de Buñuel, aquella historia disparatada propuesta por el escritor colombiano podía ser oro. Además de El ángel exterminador, don Luis vivía la promoción de otro de sus éxitos internacionales y sus coqueteos con un deseado regreso a España. Respecto a eso, el historiador de cine Román Gubern recuerda todavía cuál fue la reacción de Ricardo Muñoz Suay cuando recibió el guion de aquella película en cuestión, la que le proporcionaría parte de sus sueños:
 "Es una historia blanca sobre una novicia. Me parece una mierda, pero siendo de Luis, la película estará muy bien". Era Viridiana.



Quien sí lamenta que no cuajara lo de García Márquez es Carlos Fuentes.
 "En el caso de Buñuel, hacer una lista de lo que no hizo supone sumar más cosas de las que hizo", asegura. "Él fue una gran influencia para nosotros, sobre todo en Gabo y en mí, que íbamos a verlo constantemente".



Sin olvidar a Alcoriza, quien fue el absoluto lazo de unión. Cuando García Márquez recaló en México, el guionista y director español le ayudó mucho. Aterrizó en el país latinoamericano al estallar la guerra.
Escapó al sentirse señalado por pertenecer a una familia de cómicos de la legua con fuertes convicciones republicanas.
Una vez en México destacó como actor y se hizo famoso al interpretar a Jesucristo -cosa nada habitual en la época, algo cercano al sacrilegio para muchos- en María Magdalena, pecadora de Magdala y Reina de reinas: la virgen María.



Como guionista fue fundamental en la etapa mexicana de Buñuel. Javier Herrera lo resalta: "Era un gran dialoguista, conocedor del habla de los bajos fondos. Algo crucial para Buñuel, porque en México estuvo demasiado encerrado, no se llegó a adaptar y desconocía esos ambientes".



Pero allí estaba Alcoriza para dar voz y habla a las criaturas desheredadas de Los olvidados, a la cegadora neurosis del celoso en Él y a los aterrados burgueses de El ángel exterminador. "Siempre reconoció a un padre en Buñuel, un maestro en la vida y en su trabajo, pero, después, en su cine, llegó a ser mucho más radical en ciertos aspectos que su mentor", apunta Herrera.



Si Buñuel era padre, García Márquez fue hermano. Y siempre tiraba de ambos para que le alumbraran con ideas y sugerencias.
Alcoriza debió alentar a fondo la idea de que colaboraran juntos. Otro rastro descubierto por Herrera ha sido la huella que los dos dejaron en otro proyecto fallido: la adaptación de La casa grande, una novela de Álvaro Cepeda Samudio, amigo de García Márquez.



En el cuaderno donde Alcoriza, cuyo archivo también está en la Filmoteca, desarrolla la historia, el cineasta anota: "Hemos pensado que la obra debe pasar por manos de Buñuel, que haga una crítica severa, pero no gratuita, sino sugiriendo soluciones o mejoras. Lo mismo sucede con Gabo, creador de ese mundo. Tiene que leerla y dar opiniones e ideas. Él mismo se ofreció de motu propio.
 Es más, creo que sería magnífico que en un momento oportuno, cuando las cosas empiecen a caminar solas, vaya a Barcelona 3 o 4 días para hablar largamente con él y mejorar el guion".

29 oct 2011

La Europa que quiere Merkel

Ni Unión Europea, ni Unión Monetaria, ni Europa de Transferencias. Esa es la radiografía del Viejo Continente. En la UE cada uno va a su aire, ninguno de sus miembros transfiere ningún tipo de soberanía y acuden sólo a Bruselas en busca de dinero o como chivos expiatorios. En la Unión Monetaria, tres cuartas partes de lo mismo: cada país hace lo que le da la gana con sus presupuestos y no acepta supervisiones externas. Y en la Europa de Transferencias unos –los ricos, con Alemania a la cabeza- pagan resignados por los errores y los fastos de otros.

Alemania quiere, de una vez por todas, cambiar Europa. Y lo va a hacer obligada no sólo  por los momentos dramáticos que vivimos sino, sobre todo, por un Tribunal Constitucional que el pasado 7 de septiembre estableció que el Parlamento federal tiene que controlar todas y cada una de las decisiones en materia comunitaria del gobierno y muy específicamente aquellas que  suponen  gastos extra. Ese Bundestag se ha convertido –independientemente de quien gobierne hoy o en el futuro- en el auténtico defensor de los intereses de los contribuyentes germanos, quienes no darán un euro sin tener constancia que  será muy bien empleado y no regalado a quien no lo merece. Desde hace menos de dos meses, la República Federal se ha convertido en la democracia parlamentaria más fuerte de toda Europa.
Y esto es lo que obliga a la canciller Merkel (y, eventualmente, a su sucesor o sucesores) a imponer al resto de sus socios la llamada Cultura de la Estabilidad. Por su propio bien y por el egoísmo alemán. “A Alemania no le puede ir bien si Europa va mal -decía ayer la canciller en el pleno del Bundestag-. Por eso se hace preciso extender esa Unión de la Estabilidad”. Un primer paso es la introducción del límite legal de la deuda pública en las constituciones de todos los países de la eurozona. Algo que España ha hecho con una rapidez asombrosa y elogiable, como ha reconocido en numerosas ocasiones la canciller. El problema es que no hay en estos momentos mecanismos legales suficientes para sustentar este nuevo diktat alemán.
Esto explica por qué Merkel ha mencionado ya en varias ocasiones en estos últimos días que hay que cambiar los Tratados de la Unión. Nadie parece haberse dado cuenta de la trascendencia de esta iniciativa de Berlín. Se trata de modificar el Tratado de Lisboa, actualmente en vigor, añadiendo nuevos textos legales con instrumentos que ya han sido esbozados, además de por Merkel, por el ministro de Hacienda, Wolfgang Schäuble, el de Exteriores, Guido Westerwelle y el de Economía, Phillip Rössler, que es también el vicecanciller.
Delitos, castigos y nuevos Comisarios
Lo más urgente e inmediato es convertir el mecanismo de estabilidad del euro en un ente mucho más ejecutivo, que se pueda transformar, además de en una especie de Fondo Monetario Europeo -y si fuera preciso-, en un policía que investigue las cuentas de los socios díscolos, les obligue a declararse insolventes, les quite el derecho de voto en las reuniones comunitarias y les lleve, en último término, ante el Tribunal Europeo de Justicia como si fueran un estado delincuente. No se ha hecho hasta ahora con Grecia, pero se supone que puede servir de ejemplo la humillación que le supone a Atenas someterse cada tres meses a las inspecciones de la troika de la UE, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo
Esto explica por qué Merkel ha insistido tanto en la idea de crear un escudo protector o una muralla de defensa contra estos países cuyas cuentas públicas son un disparate. En la Europa de la Estabilidad habrá ghettos en los que se encerrará a los países que no se atengan a las normas comunes para evitar los efectos contagio. Y a esos países problemáticos ya no les comprará más deuda el BCE, quien deberá volver a la ortodoxia monetaria y a vigilar sólo la inflación. No interesa la posición discrepante de Francia al respecto.
En paralelo al mecanismo reforzado de estabilidad las autoridades alemanas han hablado ya en varias ocasiones de la figura del Comisario del Ahorro, el Sparkommissar, quien tendría un papel importante en esa vigilancia intensiva del nuevo espacio europeo. Esta figura despierta las simpatías de muchos alemanes temerosos de la hiperinflación y que exigen al gobierno alguna contraprestación al hecho de que su futuro y el de sus hijos y nietos se va a ver hipotecado con las ayudas previstas a los socios periféricos y el crecimiento brutal del endeudamiento de la República Federal.
El Elíseo, un aliado necesario
Dentro de este plan de actuación a corto y medio plazo, Alemania, aunque sólo sea para guardar las formas, tiene que contar con Francia. Ya no tanto con Sarkozy, quien a menos de siete meses de las elecciones presidenciales se da ya por amortizado, sino con el Elíseo como institución. Los gobiernos de París y Berlín se han comprometido en estrechar su gestión económica conjunta en los próximos meses  para hacer más creíble la idea de un gobierno económico europeo que tantos resquemores causa en algunos de los socios europeos, temerosos de ceder más soberanía.
Es esta la condición sine qua non para que Europa pueda tener algún día cosas tan evidentes como necesarias: un ministro europeo de Finanzas que trabajará, mano a mano, con el Comisario Europeo del Ahorro y la Estabilidad. Una Deuda Pública Europea. Una Agencia Europea de Rating. Unos políticos capaces de tomar decisiones en el momento en que son precisas. La alternativa, ya se sabe: el fin de la moneda única y/o la desaparición o la fragmentación definitiva de este proyecto cada vez más anquilosado que conocemos como Unión Europea.

Madrid me aterra

Un director de cine, un escritor de novela negra, un erudito del crimen, un ecologista... Diez personajes se adentran, lejos de los tópicos, en los sitios más terroríficos de la ciudad. La fecha obliga .
Pocas cosas hay tan subjetivas como el miedo (acaso el amor).
A Alex de la Iglesia le parecieron siniestras las Torres KIO cuando rodó en ellas el nacimiento de Satanás en El día de la Bestia. Después de 16 años, al escritor Lorenzo Silva, comisario de Getafe Negro, le dan mal rollo las Cuatro Torres de la Castellana.







1. Satanás con 'barbour'. "Tenían un grafismo claro, eran iconográficas y en aquel momento simbolizaban un gran escándalo financiero", dice Alex de la Iglesia sobre su elección de las Torres KIO, hoy Puerta de Europa, como portal de Belén satánico.
En El día de la Bestia, los malvados Reyes Magos eran pijos xenófobos, armados con barbours, bates y cultura del pelotazo.
"Hoy al Anticristo le quedarían pequeñas las torres", dice el director. Para su última película, Balada triste de trompeta, De la Iglesia rodó en el Valle de los Caídos. "Es un sitio siniestro y fascinante: representa el dolor, no es una cruz, sino un cuchillo que se clava en España.
 Me parece terrorífico, por un lado es la tumba faraónica de un dictador y por otra, la fosa de los 34.000 cadáveres que hay debajo".



Puerta de Europa. Plaza de Castilla.



2. Vampiros especuladores. "Las Cuatro Torres son nuestros vampiros".
Lorenzo Silva, escritor y comisario del festival Getafe Negro, tiene claro el paraje madrileño más siniestro: "Los rascacielos en los antiguos terrenos del Real Madrid son cuatro colmillos que se clavan en un espacio urbano que era de todos y cuya sangre se la han chupado los de siempre".
"Bajo las torres hay enterrados millones de euros", dice el escritor, que considera especialmente "estremecedor y aberrante" que "se vean desde cualquier punto de la ciudad, incluso desde la sierra: se han cargado el skyline". "Debajo no hay nada, es una zona fantasmagórica.
De noche produce escalofríos"
. Para Silva, que incluye el lugar en la última novela de su personaje Bevilacqua, las torres son "un símbolo de lo que de verdad asusta: la especulación, la corrupción, la codicia y esa megalomanía superflua y prescindible". "En el fondo todos los monstruos son metáforas", dice, y cuenta otra historia de miedo: "¿Dónde estábamos todos cuando los vampiros organizaban la crisis? ¿En qué estábamos pensando? ¿Por qué lo permitimos?...
 ¡Porque éramos zombis! Aturdidos y somnolientos, consumiendo sin pensar en nada más. Por eso triunfan las series de zombis, nos sentimos identificados".



Las Cuatro Torres de la Castellana



3. Un infierno delictivo. "La mayor incidencia de delitos se da en la zona de Azca y es así desde hace 20 años". El dato, que tanto la policía local como la nacional se niegan a dar ("para no estigmatizar"), lo ofrece Felipe Hernando, vicedecano de Geografía Humana de la Complutense, que lleva años cartografiando el crimen.
 "Azca es lo que los americanos llaman la ciudad de la muerte: un lugar con vida de día, medio vacío de noche, de concentración terciaria, céntrico, con locales de copas y una configuración física compleja llena de recovecos, desniveles y fondos de saco".
 "Hay carteristas y robos al descuido, robos con intimidación, peleas nocturnas y delitos de cuello blanco", dice el profesor, que considera Madrid "una ciudad muy segura".



Bajos de Azca. Nuevos Ministerios



4. Terror tras la normalidad.



"La mayoría de los crímenes son entendibles, aunque censurables, pero lo de esta señora no me entra en la cabeza". Marco Besas, coautor de De Madrid al infierno, recorre en su libro 10 crímenes terribles que marcaron la ciudad.
De los asesinatos de Jarabo al magnicidio de Canalejas. Pero el que más yuyu le da es el llamado misterio de la mano cortada.
En 1954, la señora Ruiz de Lihory mutiló el cadáver de su hija muerta. "Además de una mano, le cortó la lengua y le sacó los ojos; en un armario encontraron una olla llena de cabezas de perro... Todo espeluznante, muy mal rollo", dice Besas.
El suceso tuvo lugar en un piso de la calle de la Princesa (donde también vivió el barman Chicote). "Una casa de lo más normal, eso es lo más inquietante, que tras una fachada anodina, en lo que podría ser la casa de tu abuela, pasen esas cosas", opina Besas.
"No es un lugar siniestro, esa normalidad es lo que lo hace terrorífico".



Casa de la mano cortada. Princesa, 72



5. Veneno en el aire.



El punto con más contaminación de Madrid es un parque infantil: la plaza de Luca de Tena, en Delicias.
"Allí había una estación de medición de la contaminación que registraba, año tras año, los peores datos de la ciudad", explica Francisco Segura, de Ecologistas en Acción, "pero el Ayuntamiento decidió quitarla, alegando que las circulaciones pervertían su medición, que llegaba a quintuplicar los límites exigidos".
"Lo más espeluznante es que la estación estaba junto a un parque infantil", dice Segura. "Ya no está la estación, pero el parque y la contaminación siguen allí".



Plaza de Luca de Tena (Delicias)






6. La guerra, peor que el demonio. Lo más fácil, puestos a elegir una escultura siniestra en Madrid, sería optar por el demonio.
Pero para el historiador experto en escultura Luis Miguel Aparisi el ángel caído del Retiro es "un ejercicio académico". ¿Quizá alguna en un cementerio? "Son buenos lugares para ver escultura", concede.
El mejor: San Isidro, donde hay "ángeles lastimosos y figuras femeninas que son verdaderos fantasmas". También un "extrañísimo sarcófago suspendido por cadenas que sujetan unos ángeles cabeza abajo". Al final el experto se decide por una escultura que se sale del tópico tenebroso. Una obra de Aniceto Marinas en homenaje a los héroes del Dos de Mayo, escondida en un jardincillo cerca del Templo de Debod.
 Entre sus figuras -un cañón, un soldado, un cadáver- "hay un muchachito con una expresión de verdadero espanto porque sabe que le espera la muerte", dice Aparisi. "La guerra da mucho más miedo que el demonio".



Escultura en los jardines General Fanjul.



7. Un fantasma llamado paro.
Los números son implacables: en el barrio de San Cristóbal el paro llega al 24,6%, casi el doble de la media madrileña (12,92%). "Hay muchos factores que desequilibran un barrio", explica Víctor García, director general de Participación Ciudadana.
 "Causas históricas, ciclos que duran décadas, como la inmigración". En San Cristóbal los que llegan de fuera ahora son extranjeros, pero en los cincuenta llegaban, buscando alojamiento asequible, los emigrantes del campo.
Su falta de medios provocó una carencia de servicios, que llevó a un abaratamiento del barrio, que atrajo a más población desfavorecida...
 "Es una pescadilla que se muerde la cola", dice García. San Cristóbal, un barrio con personalidad y asociaciones vecinales peleonas, cuenta con un plan de barrio (186.000 euros al año de 2009 a 2012) que sufraga servicios sociales, educación, seguridad, formación, asesoramiento a parados de larga duración y tutorización en la búsqueda de empleo. "Pero para paliar un proceso histórico, no basta con un par de años", dice García.



Barrio de San Cristóbal



8. La muerte sin tabúes. "En el siglo XIX el sexo era tabú; en el XXI lo es la muerte", dice Asunción Cardona, directora del Museo del Romanticismo, donde se conservan muchos retratos luctuosos, comunes entre la burguesía decimonónica.
 Llama la atención la escultura de un bebé muerto, pero el que más impresiona a Cardona es un apunte de Bécquer en su lecho mortal. "Se nota la lividez del rostro y el rigor mortis, lo pintó su amigo Vicente Palmaroli". Retratar a un amigo recién fallecido puede parecernos terrible, "pero es en realidad un acto valiente y lleno de ternura. Palmaroli solo quiso captar, con rápidas pinceladas, el alma que se escapaba del poeta".
"Quizá lo más terrible es cómo hemos convertido algo natural en intocable", opina Cardona, "que nos resulte espeluznante lo que era, hace no tanto, una muestra de cariño".





Museo del Romanticismo. San Mateo, 13.






9. Tres patíbulos en la plaza. "En uno se degollaba, en otro se ahorcaba y en el tercero había un garrote". Concha de la Torre, guía turística del Ayuntamiento, arranca la visita guiada Crimen y Misterio en Madrid mostrando la cara más siniestra de la plaza Mayor donde "hubo tres patíbulos fijos y se realizaron autos de fe que la gente iba a ver como un espectáculo". La visita, que no recorre crímenes cualquiera sino los que tienen que ver con personajes históricos (mucho magnicidio), cuesta 3,90 euros pero el 1 de noviembre será gratis y, si se acude disfrazado, habrá premio.






Plaza Mayor.






10. Puertas abiertas en el cementerio. "Según los celtas, la fiesta del Samain, origen de Halloween, celebraba el final de la cosecha y el principio del tiempo oscuro, cuando los días eran más cortos", explica Miguel Blanco, director del esotérico



Espacio en blanco de RNE. "Era un momento en que la barrera que separa a los vivos de los muertos se diluía".
 Por ello el locutor recomienda un clásico: visitar el cementerio de la Almudena ahora que la puerta al otro lado está entornada.
 "Pero hacerlo de forma luminosa, no tétrica".

Leonard Cohen y su Hijo Adams

.Deben de ser entretenidas las fiestas familiares en la casa de Leonard Cohen, en Los Ángeles.
Adam, su primogénito, se presenta con su hijo llamado Cassius. "Sí, es por el boxeador", confirma en conversación telefónica. "Ali es mi ídolo pero, claro, bautizarle Muhammad Cohen habría quedado raro".
Luego está Lorca, la hija de Leonard, que acaba de tener una niña por encargo de dos amigos, la pareja formada por el sublime Rufus Wainwright y su novio Jorn Weisbrodt. "Se llama Viva Katherine Wainwright Cohen y promete", cuenta Adam, "es la unión de dos buenas estirpes musicales".





Así que los Cohen están de buen año.
Adam agradece profusamente el Premio Príncipe de Asturias concedido a su padre y confirma que sí, que su nuevo álbum ya está terminado, "y es una maravilla". También Adam acaba de publicar lo que llama "el disco de mi vida", Like a man (Cooking Vinyl / PIAS). Se explica: "Desde que era un adolescente, hacía lo mismo que mi padre: componía.
Solo tenía una regla: si el resultado sonaba demasiado a Leonard, me guardaba la canción. Así que fui acumulando un repertorio que me parecía demasiado íntimo para compartir con el público. Pero mis padres, mi hermana, mis amigos, todos me rogaban que grabara esos temas".



Atrás quedan tres discos en tres discográficas diferentes, señal evidente de que Adam nunca encontró su nicho en el mercado. "El primero, Adam Cohen (1998), fue una decepción. Quería triunfar pero estaba en la misma compañía de mi padre y hasta llegué a sospechar que me ficharon para complacerle. En realidad, eran años de vacas gordas y grababan a cualquiera que aparecía por el horizonte, aunque luego no supieran qué hacer con el disco. Una noche coincidí en una fiesta con el director del sello y ¡no sabía que yo era artista de su compañía! Ahora me río, pero fue muy humillante".



Para el siguiente, se permitió un capricho: "Melancolista (2004) está cantado en francés. ¿Los motivos? El francés suena bonito y creo que lo hablo mejor que mi padre. He vivido en Francia y siempre me siento más mediterráneo que americano.
 Pero el público francófono no lo entendió".



Casi simultáneamente, Adam se integró en un grupo, los Low Millions, y con ellos publicó Ex girlfriends (2004), donde hablaba de antiguos amores: "Comprobé que era cierto lo que me explicaba mi padre, que ninguna mujer se siente ofendida por inspirar una canción, aunque la relación terminara mal y ella no salga favorecida en la letra. En general, ellas tienen más generosidad que los hombres".



Todo suena demasiado deliberado, reflexiona Adam, "y no fue así". "En algún momento, asumí que estaba siguiendo la tradición familiar, que hacer música es un oficio aunque te hayan echado de tres discográficas. Con un hijo, aceptas todo, desde jingles de publicidad a música para películas porno.
También fui doctor de canciones. Sí, igual que se hace con los guiones de cine.
Te traen unas canciones y las redondeas, potencias su estructura, mejoras las rimas, lo que necesiten.
Es un trabajo modesto, te pagan una cantidad y te olvidas. Pero mejor eso que quedarte en casa renegando del negocio musical".



El nuevo trabajo de Adam, Like a man, fue una carambola. Conocía a Patrick Leonard, un productor que se enriqueció al lado de Madonna, y este le hizo la oferta que no podía rehusar: "Ya habíamos trabajado juntos y sabía lo de mi cancionero secreto. Me propuso grabarlo en su estudio, sin preocuparnos de quién lo iba a editar. Se registró al viejo estilo, con los músicos tocando a la vez. Queríamos que las canciones no se asfixiaran de tanto repetirlas. En el estudio me encontré con Don Was y se ofreció a tocar el contrabajo. También vino Jennifer Warnes, que había cantado con mi padre. Fue como si todos los planetas se conjuraran".



También había algo de revancha, reconoce. "Adoro todo lo que hace mi padre, pero tenemos nuestras discrepancias estéticas. Siento debilidad por sus primeros discos, cuando no usaba tantos sintetizadores. Así que quise recordarle que menos es más, que puedes basarlo todo en una vieja guitarra".



A los 39 años, Adam Cohen ha aprendido que no hay que impostar una personalidad. "Hubo una temporada en que quise ser Prince", admite, "empecé un disco funky con Nile Rodgers que espero nunca vea la luz. Me pasé demasiado tiempo negando lo obvio: que soy hijo de Leonard Cohen.
Tuve el mejor instructor posible. Y un buen padre. De joven, sufrí un accidente terrible, casi me quedo en una silla de ruedas. Mi padre estuvo constantemente a mi lado, empeñado en que no me rindiera".



Solo le pondría una objeción a su padre: "Era tan fascinante su trabajo que me quedé enganchado.
De alguna manera, no quiso enseñarnos el lado duro del negocio. Le veíamos triunfar, en unas épocas más que en otras, y nunca nos habló de los sacrificios y los compromisos. Eso lo tuve que descubrir por mi cuenta".