Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

28 oct 2011

Los cuentos de este mundo de Muñoz Molina

El autor de 'Plenilunio' presenta su colección de relatos, un género que le hace sentirse "más tranquilo y desahogado" .
Nada del otro mundo (Seix Barral) reúne 14 cuentos de Antonio Muñoz Molina escritos entre 1988 y 2011.
De ellos, uno (Apuntes para un informe sobre la Brigada de la Realidad) se publicó en EL PAÍS en 1999 y otro (El miedo de los niños), último del volumen, es un inédito. Un libro, en definitiva, con todos los cuentos del autor de El jinete polaco, quien esta mañana ha explicado su larga e intensa relación con un género que le hace sentirse "más tranquilo y desahogado".




En los reinos del cuento: una cronología personal

Antonio Muñoz Molina






"Hoy hay más literatura en un vagón de metro que en un suplemento cultural"

"El cuento es una máquina que tú ves. Es como la maqueta de un edificio racionalista. Se ve todo el proceso de la construcción narrativa, pero de una manera sintética".
Para Muñoz Molina, el cuento (tocado de más misterios y fantasías que la novela) se rige por el mismo pulso que la poesía y eso lo convierte en impredecible.
"Siempre recuerdo el momento, o el proceso, en el que surgió cada uno de ellos, como el último, que llegó repentinamente, por equivocación, en una noche de insomnio. Yo había empezado a escribir otro pero se hacía cada vez más y más largo. Tuve que dejarlo. Hasta que una noche surgió El miedo de los niños, lleno de ciertas sensaciones de la infancia, de pequeños detalles". Una fuerza emocional que, según el escritor, empuja a los grandes relatos que él admira, como El nadador, de Cheever, o Un día perfecto para el pez plátano, de Salinger: "En los grandes cuentos parece que no pasa nada pero siempre pasa algo decisivo".



Sin embargo, para el escritor el cuento no pasa por su mejor momento, al menos en España.
 Algo que para él tiene relación directa con los periódicos, que han ido relegando el espacio del cuento al del "microcuento".
"Los directivos de los periódicos españoles viven con la extraña convicción de que el mejor público posible son las personas a las que no les gusta leer, lo cual es casi como que los bodegueros enfocaran sus vinos a seducir a los abstemios", escribe en el epílogo de Nada del otro mundo, en el que reconoce que para ser un genio de lo breve hay que ser Monterroso.



El espacio del cuento



"El cuento", ha explicado esta mañana el autor de Plenilunio, "necesita un espacio que acaba siendo el del libro pero que no empieza en el libro.
En un ecosistema literario saludable, las revistas y los periódicos eran ese lugar de nacimiento".
 En ese sentido, apunta hacia el clásico ejemplo para cualquier amante de la lectura: The New Yorker, la revista semanal que desde 1925 se mantiene fiel a si misma y a sus principios publicando un relato de ficción y en cuyas páginas han crecido algunos de los mejores escritores del siglo XX.
"Pero tristemente los medios españoles no son hospitalarios con el cuento".
Crítico con una información que mira con "abatimiento y desdén" la cultura ("y yo tengo mucho respeto por la inteligencia de los lectores"), añadió: "Hoy hay más literatura en un vagón de metro que en un suplemento cultural".



Siguiendo con sus relatos, el autor confesó que al reencontrarse con sus textos de hace 30 años ha vencido la tentación de corregirse. "¿Pero hasta qué punto puede corregirse el pasado. La energía hay que concentrarla en lo nuevo. Yo no volvería a escribir un cuento de entonces, entre otras cosas porque ya no soy el mismo. Pero he aprendido a convivir con esa mirada angustiada al escritor que fui".



Muñoz Molina explicó su gusto por lo fantástico en la distancia corta: "Ni como lector, ni como espectador, me interesa lo fantástico, desconecto; sin embargo me interesa mucho lo fantástico como atisbo o como golpe en el relato.
En un contexto naturalista, me gusta introducir un quiebro de misterio". Desde el cuento, añadió, le resulta más cómodo acercarse al presente. "Siempre me apetece escribir más sobre mi época.
 Tengo sed de contemporaneidad".

Un orgullo para los vascos

Justo una semana después de que ETA anunciara el cese definitivo de la violencia ha muerto Juan María Bandrés.
Parece como si hubiera decidido irse después de que se haya logrado ese objetivo que perseguía desde hace 30 años.
 Bandrés fue, sobre todas las cosas, un luchador por la libertad. Primero contra la dictadura de Franco. La película, dedicada a Marío Onaindia El precio de la libertad, refleja su papel como abogado de los presos de ETA –aquella ETA de 1970 que solo tenía en común el nombre con la que hemos conocido después- en el Proceso de Burgos, que puso en jaque a la dictadura franquista.




Brillante senador y diputado por Euskadiko Ezkerra, con la democracia su siguiente gran batalla política fue desactivar el terrorismo de ETA.
Fue artífice con Mario Onaindia de la desaparición de ETA político militar, en 1982, tras sus negociaciones secretas con el ministro de Interior de UCD Juan José Rosón.
Posteriormente participó en el movimiento cívico de protesta contra el terrorismo de ETA militar, incluso cuando una hemorragia cerebral le apartó de la vida pública hace más de 15 años.
Se le podía ver en silla de ruedas participar en manifestaciones de protesta por las calles de San Sebastián, la ciudad en la que siempre vivió.



Bandrés es un símbolo por la lucha por las libertades en Euskadi y un orgullo para muchos vascos que ven en él el reflejo de que el final de ETA es el resultado de que en algún momento gritamos como Bandrés: "Basta ya".

Bandrés supo que la batalla en Euskadi era también por la libertad





Últimamente solo hablaba por los ojos, por los ojos y por las manos con que nos atraía hacia sí y nos abrazaba y besaba cuando nos lo encontrábamos por la calle en su silla de ruedas, conducido y también escoltado.
Quería decirnos que aunque se encontraba al otro lado de la frontera marcada por su enfermedad, en un territorio nebuloso invisible para nosotros, no había perdido la memoria, que reconocía perfectamente nuestros rostros y voces y necesitaba de nuestro contacto, nuestro roce, que le transmitiéramos cariño.
 Hablaba por los ojos, con la sonrisa puesta, mientras nos apretaba muy fuerte las manos, sin prisa, detenido en cualquier punto del centro de la ciudad, pero con sus escoltas atentos.
 Y es que en esta Euskadi-Saturno tan capaz de comerse a sus hijos, ni siquiera él, en su estado, podía sentirse libre de la vesania asesina cuando paseaba por San Sebastián, entre el Boulevard y la avenida de la Libertad, preferentemente, y recogía muestras de afecto de amigos y conocidos.



Bandrés había perdido el habla a resultas de un derrame cerebral, pero antes de eso ya había apagado prácticamente su voz política, decepcionado por la evolución y división del país, dolido también por aquellos de sus compatriotas que le habían retirado la palabra.
 El abogado antifranquista, clave en la estrategia del Proceso de Burgos a los primeros militantes de ETA que puso al régimen de Franco contra las cuerdas en la esfera internacional, el político que junto a Mario Onaindia más empujó para que ETA político-militar se disolviera, el diputado que trazó en el Congreso la raya entre quienes consentían y no consentían la tortura y soportó un 23-F particularmente amenazante, acaba de morir justo cuando en Euskadi se abre el tiempo de silencio para las pistolas por el que tanto luchó y sufrió.
Porque, cargada de amenazas, de la extrema derecha y de ETA, y de descalificaciones de los nacionalistas españoles y vascos, su vida estuvo demasiado marcada por el desgarro de una sociedad vasca violenta y violentada.



Le quedó siempre el alivio reconfortante de haber peleado honestamente contra el fundamentalismo totalitario y la violencia terrorista, de no haber sucumbido a la visión estrecha y criminal de un nacionalismo que justificaba el exterminio del adversario o la limpieza étnica.
 Frente a los personajes nefastos que determinaron la deriva del país, Bandrés fue de los políticos responsables que en los tiempos más convulsos tiró del carro de la democracia y el autogobierno cuando los aventureros locos empujaban hacia el despeñadero y los expendedores de carnés de la autenticidad vasca trabajaban a pleno rendimiento.



Brillante, inteligente, afable, educado, la “corbata de Euskadiko Ezkerra” fue un hombre bueno y un político de bien que contribuyó a hacer mejores a los vascos que lucharon contra el último franquismo.
 Desde su compromiso militante con las libertades y los derechos humanos supo ennoblecer y encauzar las alborotadas luchas de buena parte de la juventud vasca durante la Transición política y ayudó a vencer las inercias del pasado, a practicar la democracia y a guiarse de la moral y la ética a la hora de contener la violencia.
A sus esfuerzos se debieron en gran medida la desarticulación de los grupos de extrema derecha del Batallón Vasco Español y demás que empezaron a practicar un terrorismo de respuesta al de ETA.



Fue de los primeros en comprender que los perros guardianes del caserío pueden convertirse en nuestros carceleros y asesinos y que la batalla que se libraba en Euskadi no era solo por la paz, sino también por la libertad.
 Al igual que Mario Onaindía, a quien defendió en el Proceso de Burgos y con quien compartió el liderazgo en Euskadiko Ezkerra, Juan María Bandrés sostuvo que la patria no es el lugar donde se nace sino donde se es libre.
 Ha muerto cuando se retira la amenaza sobre la paz y la libertad, aunque sin tiempo de haberla disfrutado.
Descanse en paz, Bandrés, siempre libre.

27 oct 2011

La cineasta Josefina Molina, premio Goya de Honor 2012

La Academia le concede el galardón honorífico por su contribución al cine español .
Josefina Molina será la tercera mujer en la historia de la Academia del Cine, y la primera no intérprete, que recibirá el Goya de Honor.
Esta tarde, la Junta de la Academia ha decidido otorgarle el premio a una cineasta que ha abierto camino, y que ha sabido compatibilizar con éxito el cine (Función de noche) y la televisión (la serie Teresa de Jesús). "Lo agradezco muchísimo, y aunque a mí estas cosas me abruman me he puesto muy contenta.
Es un honor muy grande que los compañeros se fijen en ti. Cuando [el presidente de la Academia] Enrique González Macho me lo ha comunicado, le he preguntado si se lo habían pensado bien.
Y él me ha contestado que muy bien. Yo ahora estoy un poco asustada", ha declarado esta tarde tras recibir la llamada de rigor con las buenas noticias.




Josefina Molina: "Este no es un país de matices"

Josefina Molina estrena en Sevilla una versión actualizada del texto de 'La lozana andaluza'

Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de España










Será la tercera mujer en recibir este homenaje, tras Rafaela Aparicio e Imperio Argentina

Será la tercera mujer en recibir este homenaje, tras Rafaela Aparicio (1988) e Imperio Argentina (1989), y por lo tanto la primera directora. "Lo mejor de todo esto es que represento a una generación de directoras y está muy bien que a las mujeres nos den premios".



La cineasta nació en 1936 en Córdoba.
Tras estudiar Ciencias Políticas, en 1962 fundó el Teatro de Ensayo Medea. Se mudó a Madrid, donde, en 1969, fue la primera mujer que se licenció en la Escuela Oficial de Cinematografía. Josefina Molina entró a trabajar en Televisión Española y allí dirigió diversos programas de Estudio 1, hasta que en 1973 debutó en la gran pantalla con Vera, un cuento cruel.
 Su mejor filme lo dirigió cuatro años después: Función de noche, con Lola Herrera, en el que entra como un bisturí en la relación entre Herrera y su expareja, el también actor Daniel Dicenta.



'El camino'



En cuanto a su labor televisiva, El camino, adaptación de la novela de Miguel Delibes, con Amparo Baró; la serie Teresa de Jesús, con Concha Velasco, y Esquilache, basada en la obra de Antonio Buero Vallejo Un soñador para un pueblo, en la que estaban Fernando Fernán-Gómez, Adolfo Marsillach, Amparo Rivelles y Concha Velasco, conforman una trilogía fundamental para la pequeña pantalla en España.



Sus últimas dos películas, Lo más natural (1990), con Charo López, y La Lola se va a los puertos (1993), con Rocío Jurado, no estuvieron a su altura.
Este año ha recibido el premio Mujer de Cine, que otorga el Instituto de la Mujer, y en la actualidad, es presidenta de honor de la Asociación de Mujeres Cineastas (CIMA).



Desde esta edición, el Goya de Honor se entregará en la recepción de candidatos que cada año se celebra en la sede de la Comunidad de Madrid, en la Puerta del Sol.
 Así se siguen los pasos de los Oscar, que ha sacado el galardón de honor de la gala principal desde hace tres años.
 Aunque la Academia asegura que servirá para realzar el trofeo, ese cambio ha provocado numerosas críticas negativas: da la sensación de que hay premios de primera y otros de segunda. En la ceremonia grande, el 19 de febrero, un vídeo recordará los mejores momentos de ese homenaje.