30 ago 2011
Chavez y sus 'cadenas' BORIS IZAGUIRRE
La última semana de agosto me encuentro en Caracas, rodeado de las distintas tormentas tropicales que conforman el temible huracán Irene.
Las tormentas tropicales no asustan a los caraqueños, al aparato eléctrico lo llaman rayos y la lluvia es algo que destroza favelas en buena parte de la ciudad y peinados en la otra parte.
Pero en la creencia de que el sistema montañoso que rodea la urbe les protege de cualquier contrariedad meteorológica, los caraqueños van de un sitio a otro, consumiendo gasolina casi gratis.
Es cierto que la inseguridad les trae de cabeza, y reaccionan ante ella con una insólita mezcla de resignación y violencia.
Asumen que el hecho de ser asaltado por bandas de armamento semimilitar "forma parte de una estadística" que engorda titulares periodísticos donde se asegura que en Caracas en los últimos años han muerto más personas que en la guerra de Irak.
El presidente no puede evitar que sus discursos en la tele parezcan un 'reality'
La oposición comenta que se le detectó el cáncer en una liposucción
En medio de todo ese bululú tropical, Caracas tiene sus otras preocupaciones y distracciones. Por ejemplo, las llamadas Cadenas, los discursos televisados del presidente Hugo Chávez.
Ocupan sin límite de tiempo toda la programación televisiva y radiofónica, tanto pública como privada.
El jueves 24 pude ver una Cadena donde se entregaban en directo pisos de 72 metros cuadrados a oficiales del Ejército nacional, al mismo tiempo que se emitía el Consejo de Ministros de esta semana.
A pesar de ser un discurso presidencial, Chávez no puede evitar que la televisión lo convierta en un reality político-militar, con apetitosos ingredientes como la visita en directo al piso de 72 metros que enseña el ministro de Defensa con la propietaria, una teniente de apenas 26 años, casada, con un hijo y padres minusválidos.
La cámara va enseñando las tres habitaciones con idéntico mobiliario y colchas (los caraqueños, chavistas o no, militares o civiles, duermen bajo potente refrigeración), mientras Chávez interroga a la afortunada sobre sus valores, su año de graduación y qué perspectivas ve para el socialismo de su país. "Excelente", responde la teniente.
Y el ministro marca una equis inmensa en la carpeta que lleva en sus manos.
La emisión regresa al Consejo, donde Chávez arremete contra el capitalismo: "Causante de todo lo que está pasando ahora en Europa y en Estados Unidos.
He estado viendo cómo el presidente de Francia y la cancilleresa (sic) alemana están obligando a constitucionalizar un tope de gasto para la obra social, mientras nosotros, humildemente, lo estamos ampliando".
Los ministros presentes, que son más de veinte en torno a una mesa ovalada de brillante caoba, le aplauden. Chávez pregunta, porque no le ve, dónde está el vicepresidente de Finanzas.
"Tiene gripe", informa otro de los vicepresidentes (hay más de seis) y el líder bolivariano se contraria. "Que se cure y pronto", ordena.
Hugo Chávez tiene cáncer y recibe radioterapia en La Habana.
Se ha rapado el pelo y su aspecto actual es... difícil de definir porque es la viva imagen del cuento infantil El traje del emperador.
Nadie se atreve a describir cómo se ve.
Porque está enfermo, porque se le teme mucho o porque a líderes como él se les termina por construir una burbuja donde flotan sin saber realmente qué se piensa de ellos.
La oposición a su régimen insiste en que su enfermedad no es cierta.
"Es una estrategia para presentarlo como superviviente en las próximas elecciones", asegura una voz disidente desde su programa de radio. ¡Un líder superviviente! Otros dejan colar que Chávez detectó su cáncer durante el posoperatorio de una liposucción.
A esa parte de la oposición no le asombra el hecho de que el líder socialista no se resistiera a la vanidad capitalista. "Lo indignante es que, siendo el presidente del país de las misses, se opere en otro régimen", declaran.
En Caracas atienden las Cadenas esperando oír qué va pasar con Gadafi.
Pero Chávez no suelta prenda sobre si lo acogerá o no en Venezuela.
Decepcionados, la oposición venezolana se ha volcado en la boda de la duquesa de Alba, que por esas maravillas del mundo es una nueva líder global para mujeres y hombres maduros también en esta parte del mundo.
"Tiene lo que hay que tener", asegura una madre divorciada de 46 años. "Una se pasa la vida creyendo que el verdadero amor es el primero, el de muchachita, y ahora con la duquesa te das cuenta de que te puede llegar a los 80 años". Otro alaba su capacidad negociadora: "Ha hecho concesiones, a 100 millones de euros por hijo, pero ha conseguido lo que quería".
A chavistas y opositores les ha apasionado la lista de invitados de la boda en la Casa de Alba.
Enloquece que la duquesa invite a su enlace a todos sus hijos, pero también a los ex de sus hijos y los actuales cónyuges.
Algunos recuerdan que a la reina Sofía no le gustan este tipo de familias que son mezcolanza y afecto.
"Cayetana Fitz-James es tan aristócrata que lo es también para este tipo de relaciones", detalla un boliburgués, que son los nuevos ricos del régimen bolivariano. "La duquesa necesita este matrimonio para comprobar en primera persona cómo ha cambiado su país desde su último matrimonio", expone un chavista experto en ¡Hola! "Si en los años setenta todavía se podía mantener una cierta privacidad, hoy la cultura de la celebridad democratiza hasta a la Casa de Alba", afirma.
"Esta boda debería ser una Cadena", concluye.
Las tormentas tropicales no asustan a los caraqueños, al aparato eléctrico lo llaman rayos y la lluvia es algo que destroza favelas en buena parte de la ciudad y peinados en la otra parte.
Pero en la creencia de que el sistema montañoso que rodea la urbe les protege de cualquier contrariedad meteorológica, los caraqueños van de un sitio a otro, consumiendo gasolina casi gratis.
Es cierto que la inseguridad les trae de cabeza, y reaccionan ante ella con una insólita mezcla de resignación y violencia.
Asumen que el hecho de ser asaltado por bandas de armamento semimilitar "forma parte de una estadística" que engorda titulares periodísticos donde se asegura que en Caracas en los últimos años han muerto más personas que en la guerra de Irak.
El presidente no puede evitar que sus discursos en la tele parezcan un 'reality'
La oposición comenta que se le detectó el cáncer en una liposucción
En medio de todo ese bululú tropical, Caracas tiene sus otras preocupaciones y distracciones. Por ejemplo, las llamadas Cadenas, los discursos televisados del presidente Hugo Chávez.
Ocupan sin límite de tiempo toda la programación televisiva y radiofónica, tanto pública como privada.
El jueves 24 pude ver una Cadena donde se entregaban en directo pisos de 72 metros cuadrados a oficiales del Ejército nacional, al mismo tiempo que se emitía el Consejo de Ministros de esta semana.
A pesar de ser un discurso presidencial, Chávez no puede evitar que la televisión lo convierta en un reality político-militar, con apetitosos ingredientes como la visita en directo al piso de 72 metros que enseña el ministro de Defensa con la propietaria, una teniente de apenas 26 años, casada, con un hijo y padres minusválidos.
La cámara va enseñando las tres habitaciones con idéntico mobiliario y colchas (los caraqueños, chavistas o no, militares o civiles, duermen bajo potente refrigeración), mientras Chávez interroga a la afortunada sobre sus valores, su año de graduación y qué perspectivas ve para el socialismo de su país. "Excelente", responde la teniente.
Y el ministro marca una equis inmensa en la carpeta que lleva en sus manos.
La emisión regresa al Consejo, donde Chávez arremete contra el capitalismo: "Causante de todo lo que está pasando ahora en Europa y en Estados Unidos.
He estado viendo cómo el presidente de Francia y la cancilleresa (sic) alemana están obligando a constitucionalizar un tope de gasto para la obra social, mientras nosotros, humildemente, lo estamos ampliando".
Los ministros presentes, que son más de veinte en torno a una mesa ovalada de brillante caoba, le aplauden. Chávez pregunta, porque no le ve, dónde está el vicepresidente de Finanzas.
"Tiene gripe", informa otro de los vicepresidentes (hay más de seis) y el líder bolivariano se contraria. "Que se cure y pronto", ordena.
Hugo Chávez tiene cáncer y recibe radioterapia en La Habana.
Se ha rapado el pelo y su aspecto actual es... difícil de definir porque es la viva imagen del cuento infantil El traje del emperador.
Nadie se atreve a describir cómo se ve.
Porque está enfermo, porque se le teme mucho o porque a líderes como él se les termina por construir una burbuja donde flotan sin saber realmente qué se piensa de ellos.
La oposición a su régimen insiste en que su enfermedad no es cierta.
"Es una estrategia para presentarlo como superviviente en las próximas elecciones", asegura una voz disidente desde su programa de radio. ¡Un líder superviviente! Otros dejan colar que Chávez detectó su cáncer durante el posoperatorio de una liposucción.
A esa parte de la oposición no le asombra el hecho de que el líder socialista no se resistiera a la vanidad capitalista. "Lo indignante es que, siendo el presidente del país de las misses, se opere en otro régimen", declaran.
En Caracas atienden las Cadenas esperando oír qué va pasar con Gadafi.
Pero Chávez no suelta prenda sobre si lo acogerá o no en Venezuela.
Decepcionados, la oposición venezolana se ha volcado en la boda de la duquesa de Alba, que por esas maravillas del mundo es una nueva líder global para mujeres y hombres maduros también en esta parte del mundo.
"Tiene lo que hay que tener", asegura una madre divorciada de 46 años. "Una se pasa la vida creyendo que el verdadero amor es el primero, el de muchachita, y ahora con la duquesa te das cuenta de que te puede llegar a los 80 años". Otro alaba su capacidad negociadora: "Ha hecho concesiones, a 100 millones de euros por hijo, pero ha conseguido lo que quería".
A chavistas y opositores les ha apasionado la lista de invitados de la boda en la Casa de Alba.
Enloquece que la duquesa invite a su enlace a todos sus hijos, pero también a los ex de sus hijos y los actuales cónyuges.
Algunos recuerdan que a la reina Sofía no le gustan este tipo de familias que son mezcolanza y afecto.
"Cayetana Fitz-James es tan aristócrata que lo es también para este tipo de relaciones", detalla un boliburgués, que son los nuevos ricos del régimen bolivariano. "La duquesa necesita este matrimonio para comprobar en primera persona cómo ha cambiado su país desde su último matrimonio", expone un chavista experto en ¡Hola! "Si en los años setenta todavía se podía mantener una cierta privacidad, hoy la cultura de la celebridad democratiza hasta a la Casa de Alba", afirma.
"Esta boda debería ser una Cadena", concluye.
La hija del 'grunge' se hace mujer
Frances Bean Cobain se convierte en la nueva 'it girl' de la moda estadounidense .
. .Hijos de famosos hay muchos.
La última cosecha incluye entre los galanes a Jack Huston, 28 años y parte de una saga donde John era su abuelo y Angelica es su tía; a Max Iron, 25 años e hijo de Jeremy Irons; o a Henry Hopper, que a sus 20 años es el retrato de su padre, Dennis Hopper. Pero ninguna de estas nuevas estrellas ha tenido la entrada de Frances Bean Cobain. La hija de Kurt Cobain y Courtney Love lo ha hecho por la puerta grande.
Los principales blogs del mundo de la moda reclaman: "Más Frances, por favor"
No se cimentado en ningún escándalo como los que jalonaron la carrera de su familia. El rey del grunge se suicidó en la cúspide de la fama, y su viuda sigue empeñada en cargarse su trayectoria con drogas, peleas y exabruptos.
Sencillamente, Frances Bean Cobain se ha limitado a dejarse ver.
Y el mundo entero no puede retirar la vista de las fotografías que ha difundido en la Red.
Su mirada intensa, su piel pálida y ese aire que embruja recuerdan a su padre, aunque en ella no hay ni una gota de grunge.
Su voluptuosidad, la determinación de su gesto y sus tatuajes devuelven a la memoria a su madre en sus mejores épocas, pero en ella tampoco hay nada de rocker.
A sus 19 años, recién cumplidos, Frances Bean Cobain ya ha sido bautizada como la nueva chica it, esa que tiene lo que hay que tener.
Las fotografías pertenecen a Heidi Slimane y a Rocky Schenck, y son dos sesiones que no se han publicado en ninguna revista, pero que circulan por muchas ediciones de los medios digitales.
El lanzamiento es oportuno, dado que en septiembre se cumple el 20º aniversario de Nevermind, álbum de Nirvana con el que su padre se dio a conocer y que ha vendido más de 30 millones de copias hasta la fecha.
Sin embargo, aquellos que la conocen dudan que se trate de una operación de marketing.
La joven Cobain nunca ha buscado la fama. Al menos hasta ahora. "Solo entiendo que alguien se interese por mí si es un seguidor de Nirvana o de Hole.
Pero yo no soy mis padres", declaró cuando solo tenía 15 años a la revista Harper's Bazaar en una de las pocas entrevistas que ha concedido.
Frances Bean Cobain ha cambiado en este tiempo. Desde luego, físicamente, perdiendo la inocencia e incluso sus formas de adolescente a favor de un glamour desconocido para sus padres. Desde la página web de la MTV la petición es unánime: "Más Frances, por favor". Un reclamo que recorre los principales blogs y perfiles de Twitter del mundo de la moda. "Nos dejó a todos con la boca abierta", dijo Amina Ahktar, directora de moda de FashionEtc.com.
Hay algo de escandaloso en esta aparición de la precoz Cobain, al devolver a la memoria las trifulcas de esta nueva ninfa con su madre.
La joven acabó bajo la tutela de su abuela paterna y de la hermana de Courtney cuando solo tenía 17 años.
"Mi hija no siempre es honesta", la criticó entonces Love desde Facebook.
Por el momento, la joven Cobain siempre ha preferido mantenerse al margen de ambas situaciones, inmersa en el mundo de la moda y del arte siempre desde el anonimato, incluso recurriendo a seudónimos para presentar sus trabajos.
Pero eso ha sido hasta ahora, cuando su nombre aún no se había dado claramente a conocer.
. .Hijos de famosos hay muchos.
La última cosecha incluye entre los galanes a Jack Huston, 28 años y parte de una saga donde John era su abuelo y Angelica es su tía; a Max Iron, 25 años e hijo de Jeremy Irons; o a Henry Hopper, que a sus 20 años es el retrato de su padre, Dennis Hopper. Pero ninguna de estas nuevas estrellas ha tenido la entrada de Frances Bean Cobain. La hija de Kurt Cobain y Courtney Love lo ha hecho por la puerta grande.
Los principales blogs del mundo de la moda reclaman: "Más Frances, por favor"
No se cimentado en ningún escándalo como los que jalonaron la carrera de su familia. El rey del grunge se suicidó en la cúspide de la fama, y su viuda sigue empeñada en cargarse su trayectoria con drogas, peleas y exabruptos.
Sencillamente, Frances Bean Cobain se ha limitado a dejarse ver.
Y el mundo entero no puede retirar la vista de las fotografías que ha difundido en la Red.
Su mirada intensa, su piel pálida y ese aire que embruja recuerdan a su padre, aunque en ella no hay ni una gota de grunge.
Su voluptuosidad, la determinación de su gesto y sus tatuajes devuelven a la memoria a su madre en sus mejores épocas, pero en ella tampoco hay nada de rocker.
A sus 19 años, recién cumplidos, Frances Bean Cobain ya ha sido bautizada como la nueva chica it, esa que tiene lo que hay que tener.
Las fotografías pertenecen a Heidi Slimane y a Rocky Schenck, y son dos sesiones que no se han publicado en ninguna revista, pero que circulan por muchas ediciones de los medios digitales.
El lanzamiento es oportuno, dado que en septiembre se cumple el 20º aniversario de Nevermind, álbum de Nirvana con el que su padre se dio a conocer y que ha vendido más de 30 millones de copias hasta la fecha.
Sin embargo, aquellos que la conocen dudan que se trate de una operación de marketing.
La joven Cobain nunca ha buscado la fama. Al menos hasta ahora. "Solo entiendo que alguien se interese por mí si es un seguidor de Nirvana o de Hole.
Pero yo no soy mis padres", declaró cuando solo tenía 15 años a la revista Harper's Bazaar en una de las pocas entrevistas que ha concedido.
Frances Bean Cobain ha cambiado en este tiempo. Desde luego, físicamente, perdiendo la inocencia e incluso sus formas de adolescente a favor de un glamour desconocido para sus padres. Desde la página web de la MTV la petición es unánime: "Más Frances, por favor". Un reclamo que recorre los principales blogs y perfiles de Twitter del mundo de la moda. "Nos dejó a todos con la boca abierta", dijo Amina Ahktar, directora de moda de FashionEtc.com.
Hay algo de escandaloso en esta aparición de la precoz Cobain, al devolver a la memoria las trifulcas de esta nueva ninfa con su madre.
La joven acabó bajo la tutela de su abuela paterna y de la hermana de Courtney cuando solo tenía 17 años.
"Mi hija no siempre es honesta", la criticó entonces Love desde Facebook.
Por el momento, la joven Cobain siempre ha preferido mantenerse al margen de ambas situaciones, inmersa en el mundo de la moda y del arte siempre desde el anonimato, incluso recurriendo a seudónimos para presentar sus trabajos.
Pero eso ha sido hasta ahora, cuando su nombre aún no se había dado claramente a conocer.
El arte y la tormenta
En un par de meses se estrenará entre nosotros el remake de La cosa. Los hay que afirman que en realidad es el remake de un remake, ya que el original, El enigma que vino de otro mundo, es de Christian Nyby, estrenado en 1951, y La cosa, el clásico de John Carpenter, llegó 31 años después. Lo cierto es que no: lo primero es una obra con el filtro de Howard Hawks (las malas lenguas dicen que dirigió la película) que parece un western en la Antártida y donde los indios son alienígenas.
El filme de John Carpenter es una adaptación más fiel (y salvaje) del libro de John W. Campbell, Who goes there?, inspiración del original.
La tercera entrega, que se prevé innecesaria, es entonces el remake de La cosa, que no de El enigma que vino de otro mundo. ¿Y a qué tanto rollo? Para empezar, en la película de Nyby-Hawks todos/as trabajaban en grupo para acabar con el monstruo. Ya de paso estaba muy claro quién o qué era el monstruo. Por haber, había tiempo hasta para el romance. En la de Carpenter el malo podía ser uno o quizás todos, la paranoia era el eje central de la historia, eso y la idea de que el enemigo se esconde a plena vista, donde es imposible encontrarlo.
La película de Hawks fue un triunfo, un taquillazo, grandes críticas y colas por doquier. Lo de Carpenter provocó su despido fulminante y descalificaciones varias como la que le tildaba de pornógrafo de la violencia. No le llamaron asesino, pero casi. Aun así, La cosa es ahora un gigantesco filme de culto y su mensaje, respecto a la fragilidad de nuestras estructuras sociales, emocionales y jerárquicas, sigue intacto. En la sociedad de la información todo es más vulnerable que antes y estamos dispuestos -a la de tres- a degollar al enemigo aunque no sepamos muy bien quién es, basta con que nos lo señalen con el dedo y allí que vamos: la justicia es lenta y no tenemos tiempo que perder. Nos hemos cargado la equidistancia: el que no esté en mi bando es -automáticamente- mi enemigo.
De eso sabían mucho ciertas órdenes paramilitares en la Segunda Guerra Mundial cuyo lema rezaba Con nosotros o contra nosotros.
Visto así no parece alocado pensar que tratar de sumarizar el estado de las cosas con una película de terror nihilista dirigida por un señor holandés (Matthijs van Heijningen Jr) al que no conoce nadie, sería una buena idea.
Al fin y al cabo estamos tan mal que está bien que nos recuerden que podríamos estar peor.
Sin embargo, todo hace sospechar que el mensaje despiadado del filme de Carpenter habrá pasado aquí por el tamiz maximalista de un gran estudio de Hollywood y que todo saldrá bien.
De momento ya han puesto en la película una señorita de buen ver y han tirado de CGI. Seguro que el mensaje primerizo de Carpenter sobre la soledad, la desconfianza y el pánico que genera una amenaza (in)visible ha sido borrado en beneficio del público.
Quizás, al final, toda especulación quede en agua de borrajas y la película sea un fenomenal recordatorio de lo cerquita que estamos del abismo. Quizás esta metacrítica cognitiva sea una gigantesca metida de pata.
Quizás La cosa sea una disección en clave minimalista de todo lo que nos falta para sobrevivir, de lo que nos une y lo que nos separa. Ojalá.
Si es así, si es una gran película, prometo rectificar e invocar aquella frase de Vargas Llosa: "La vida es una tormenta de mierda y el arte nuestro único paraguas".
El filme de John Carpenter es una adaptación más fiel (y salvaje) del libro de John W. Campbell, Who goes there?, inspiración del original.
La tercera entrega, que se prevé innecesaria, es entonces el remake de La cosa, que no de El enigma que vino de otro mundo. ¿Y a qué tanto rollo? Para empezar, en la película de Nyby-Hawks todos/as trabajaban en grupo para acabar con el monstruo. Ya de paso estaba muy claro quién o qué era el monstruo. Por haber, había tiempo hasta para el romance. En la de Carpenter el malo podía ser uno o quizás todos, la paranoia era el eje central de la historia, eso y la idea de que el enemigo se esconde a plena vista, donde es imposible encontrarlo.
La película de Hawks fue un triunfo, un taquillazo, grandes críticas y colas por doquier. Lo de Carpenter provocó su despido fulminante y descalificaciones varias como la que le tildaba de pornógrafo de la violencia. No le llamaron asesino, pero casi. Aun así, La cosa es ahora un gigantesco filme de culto y su mensaje, respecto a la fragilidad de nuestras estructuras sociales, emocionales y jerárquicas, sigue intacto. En la sociedad de la información todo es más vulnerable que antes y estamos dispuestos -a la de tres- a degollar al enemigo aunque no sepamos muy bien quién es, basta con que nos lo señalen con el dedo y allí que vamos: la justicia es lenta y no tenemos tiempo que perder. Nos hemos cargado la equidistancia: el que no esté en mi bando es -automáticamente- mi enemigo.
De eso sabían mucho ciertas órdenes paramilitares en la Segunda Guerra Mundial cuyo lema rezaba Con nosotros o contra nosotros.
Visto así no parece alocado pensar que tratar de sumarizar el estado de las cosas con una película de terror nihilista dirigida por un señor holandés (Matthijs van Heijningen Jr) al que no conoce nadie, sería una buena idea.
Al fin y al cabo estamos tan mal que está bien que nos recuerden que podríamos estar peor.
Sin embargo, todo hace sospechar que el mensaje despiadado del filme de Carpenter habrá pasado aquí por el tamiz maximalista de un gran estudio de Hollywood y que todo saldrá bien.
De momento ya han puesto en la película una señorita de buen ver y han tirado de CGI. Seguro que el mensaje primerizo de Carpenter sobre la soledad, la desconfianza y el pánico que genera una amenaza (in)visible ha sido borrado en beneficio del público.
Quizás, al final, toda especulación quede en agua de borrajas y la película sea un fenomenal recordatorio de lo cerquita que estamos del abismo. Quizás esta metacrítica cognitiva sea una gigantesca metida de pata.
Quizás La cosa sea una disección en clave minimalista de todo lo que nos falta para sobrevivir, de lo que nos une y lo que nos separa. Ojalá.
Si es así, si es una gran película, prometo rectificar e invocar aquella frase de Vargas Llosa: "La vida es una tormenta de mierda y el arte nuestro único paraguas".
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