Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

31 ago 2011

Venecia: se ha cocinado un crimen

Un día entre libros y fogones con Donna Leon, una de las autoras de novela negra más exitosas .
."Muchas cosas han cambiado en Venecia en los últimos 40 años, y pocas para bien". Lo dice, y con conocimiento de causa, Donna Leon (Monclair, Nueva Jersey, 1942), una de las escritoras estadounidenses de género negro más populares del mundo. Vive en Venecia desde 1981 y allí parió a su personaje estrella, el inspector Brunetti, que ha acabado inspirando visitas guiadas por la ciudad tras los pasos del personaje.





La cocina huele a madera, guiso y guerras libradas con el tomate y la cebolla

Pero el último libro de Leon no habla de casos sin resolver, de misterio o de cuerpos que aparecen flotando en un canal.
 En su última incursión literaria ha dejado la soledad de la autora para trabajar a cuatro manos en una faceta que conoce muy bien: la cocina veneciana.
Su cómplice en este trabajo ha sido su amiga Roberta Pianaro, quien acompaña los minirrelatos de Leon con un impecable recetario que huele a pescado, a pasta, a aperitivos elaborados con materias primas de esas que solo se sirven en lugares como el mercado de Rialto.
Un oasis de comida a pocos metros del famoso puente, pero asombrosamente alejado del meollo de las masas.



Allí es, precisamente, donde EL PAÍS se cita con las sospechosas. El volumen en cuestión se llama El sabor de Venecia (editado en España por Seix Barral), con el que miles de fans han saciado su apetito de nuevos casos de Brunetti, a la espera de la próxima entrega de la saga, prevista para principios de 2012. Las páginas de El sabor de Venecia rezuman la "simplicidad" de la comida de las calles estrechas de la ciudad de los canales.



Pianaro, veneciana de pro, cocinera, pintora y joyera, conoce esa otra urbe como la palma de su mano y recorrerla con ella es saludar a troche y moche, un bella por aquí, otro por allí: a la pescadera que lleva 30 años guiándola por los vericuetos de gambas, lubinas y doradas; la verdulera con los tomates más jugosos y la menta más verde... Incluso al tipo que vende los vinos y se enfada cuando le piden permiso para hacer fotos pero que después sonríe y da su consentimiento en uno de esos ademanes inequívocamente venecianos.



Leon firma autógrafos y se hace fotos con al menos media docena de turistas a lo largo de un recorrido que finalizará en una pequeña bodega de cuatro palmos y vinos exquisitos donde dos personas ya ocupan el aforo completo. "Esta es la Venecia que nos gusta, la que amamos. No sé lo que están haciendo con ella, con toda esas tiendas insulsas, quitando bancos donde podías sentarte para poner tenderetes. Cada vez somos menos los que resistimos aquí [censo de Venecia en 2011: 59.000 almas]. Los extranjeros se compran una casa, están una semana aquí y luego se cansan, se dan cuenta de lo difícil que es vivir aquí, sin ascensores, con problemas cada dos por tres, sin aires acondicionados, con la suciedad que dejan los turistas... Así es como están descuidando esta ciudad maravillosa. ¿Crees que hay algo en el mundo como Venecia?", clama Pianaro en flagrante pregunta retórica.



"Mira, yo trabajaba en Arabia Saudí como profesora de literatura inglesa para mujeres y ya no podía más con aquellos aires y aquel machismo. Un día llamé a unos amigos para que me ayudarán a buscar otro sitio donde vivir. Me encontraron una casa y me fui. Estuve yendo y viniendo hasta principios de los ochenta cuando me instalé definitivamente.
No soy veneciana pero me siento como en casa", explica la escritora en lo que parece ser un respetuoso turno de palabra.



Leon es más callada que su amiga, más observadora, más "anglosajona", remarca ella misma, pero las dos parecen formar un binomio indivisible en la que Pianaro marca el tempo y Leon la pausa.
El paseo hasta la casa de la primera, un precioso apartamento pegado al canal pero alejado de las hordas de turistas, es otro rosario de saludos y bendiciones. La cocina de Pianaro, que se ha propuesto demostrar al periodista las bondades de la gastronomía local, es casi tan pequeña como aquel garito visitado al principio y huele a madera, a guiso, a guerras libradas con el tomate y la cebolla, las zanahorias o los calabacines.



Cuando la veneciana se pone el delantal no quiere ayudantes ni curiosos, así que desalojar el campo de batalla es prioritario. "Berta lleva dándome de comer desde hace 40 años, no sé ya cuántas veces me he sentado en esta mesa", cuenta Leon mientras Pianaro trae una botella de Prosecco frío. "La literatura es impredecible", dice Leon, "nunca sabes qué va a funcionar o no.
 Recuerdo cuando me enviaron las galeradas de El código Da Vinci, de Dan Brown. Leí 20 páginas y lo tiré a la basura.
 Al cabo de un año era el autor más vendido del mundo. Quién sabe cómo funciona esto, yo ya he dejado de intentar averiguarlo".



Es la una y media y el aroma que llega de la cocina empieza a ser peligroso.
 Pianaro está en su salsa, peleándose con una avispa, una cacerola, una paella y dos bandejas: "Es una maravilla verla cocinar. Lo mejor es que ella se cocina cada día algo para sí misma". Por fin llegan a la mesa los higos con jamón, las bases de alcachofa al pesto y una bandeja de calamares rellenos en jugosa salsa de tomate con gambas. "¿Ves? Es muy simple.
 Es lo que tiene la cocina veneciana: gran materia prima y simplicidad". Ante la cara de circunstancias del periodista por lo de "simple", la cocinera se ríe con ganas. "Bueno, en Venecia también hay que tener algo de dinero".



Leon anda ahora metida en un proyecto orquestal y habla de batutas y cantantes entre patas de calamar y trozos de pan bañados en salsa. Pianaro anda metida en probar el vino Vermentino que hay en la mesa y en mostrar la traducción de su libro al finlandés mientras reconoce no entender ni papa.
Con la clásica grappa encima de la mesa, toca preguntarle a la cocinera por el mejor cocinero del mundo: "¿Ferran Adrià? ¿Y ese quién es? No había oído hablar de él.
Yo es que nunca voy a restaurantes".

30 ago 2011

NEW YORK,NEW YORK- FRANK SINATRA


Chavez y sus 'cadenas' BORIS IZAGUIRRE

La última semana de agosto me encuentro en Caracas, rodeado de las distintas tormentas tropicales que conforman el temible huracán Irene.
Las tormentas tropicales no asustan a los caraqueños, al aparato eléctrico lo llaman rayos y la lluvia es algo que destroza favelas en buena parte de la ciudad y peinados en la otra parte.
 Pero en la creencia de que el sistema montañoso que rodea la urbe les protege de cualquier contrariedad meteorológica, los caraqueños van de un sitio a otro, consumiendo gasolina casi gratis.
 Es cierto que la inseguridad les trae de cabeza, y reaccionan ante ella con una insólita mezcla de resignación y violencia.
Asumen que el hecho de ser asaltado por bandas de armamento semimilitar "forma parte de una estadística" que engorda titulares periodísticos donde se asegura que en Caracas en los últimos años han muerto más personas que en la guerra de Irak.







El presidente no puede evitar que sus discursos en la tele parezcan un 'reality'






La oposición comenta que se le detectó el cáncer en una liposucción


En medio de todo ese bululú tropical, Caracas tiene sus otras preocupaciones y distracciones. Por ejemplo, las llamadas Cadenas, los discursos televisados del presidente Hugo Chávez.
Ocupan sin límite de tiempo toda la programación televisiva y radiofónica, tanto pública como privada.
El jueves 24 pude ver una Cadena donde se entregaban en directo pisos de 72 metros cuadrados a oficiales del Ejército nacional, al mismo tiempo que se emitía el Consejo de Ministros de esta semana.
 A pesar de ser un discurso presidencial, Chávez no puede evitar que la televisión lo convierta en un reality político-militar, con apetitosos ingredientes como la visita en directo al piso de 72 metros que enseña el ministro de Defensa con la propietaria, una teniente de apenas 26 años, casada, con un hijo y padres minusválidos.
La cámara va enseñando las tres habitaciones con idéntico mobiliario y colchas (los caraqueños, chavistas o no, militares o civiles, duermen bajo potente refrigeración), mientras Chávez interroga a la afortunada sobre sus valores, su año de graduación y qué perspectivas ve para el socialismo de su país. "Excelente", responde la teniente.
Y el ministro marca una equis inmensa en la carpeta que lleva en sus manos.
 La emisión regresa al Consejo, donde Chávez arremete contra el capitalismo: "Causante de todo lo que está pasando ahora en Europa y en Estados Unidos.
He estado viendo cómo el presidente de Francia y la cancilleresa (sic) alemana están obligando a constitucionalizar un tope de gasto para la obra social, mientras nosotros, humildemente, lo estamos ampliando".
 Los ministros presentes, que son más de veinte en torno a una mesa ovalada de brillante caoba, le aplauden. Chávez pregunta, porque no le ve, dónde está el vicepresidente de Finanzas.
"Tiene gripe", informa otro de los vicepresidentes (hay más de seis) y el líder bolivariano se contraria. "Que se cure y pronto", ordena.





Hugo Chávez tiene cáncer y recibe radioterapia en La Habana.
 Se ha rapado el pelo y su aspecto actual es... difícil de definir porque es la viva imagen del cuento infantil El traje del emperador.
Nadie se atreve a describir cómo se ve.
Porque está enfermo, porque se le teme mucho o porque a líderes como él se les termina por construir una burbuja donde flotan sin saber realmente qué se piensa de ellos.
La oposición a su régimen insiste en que su enfermedad no es cierta.
"Es una estrategia para presentarlo como superviviente en las próximas elecciones", asegura una voz disidente desde su programa de radio. ¡Un líder superviviente! Otros dejan colar que Chávez detectó su cáncer durante el posoperatorio de una liposucción.
 A esa parte de la oposición no le asombra el hecho de que el líder socialista no se resistiera a la vanidad capitalista. "Lo indignante es que, siendo el presidente del país de las misses, se opere en otro régimen", declaran.





En Caracas atienden las Cadenas esperando oír qué va pasar con Gadafi.
 Pero Chávez no suelta prenda sobre si lo acogerá o no en Venezuela.
Decepcionados, la oposición venezolana se ha volcado en la boda de la duquesa de Alba, que por esas maravillas del mundo es una nueva líder global para mujeres y hombres maduros también en esta parte del mundo.
 "Tiene lo que hay que tener", asegura una madre divorciada de 46 años. "Una se pasa la vida creyendo que el verdadero amor es el primero, el de muchachita, y ahora con la duquesa te das cuenta de que te puede llegar a los 80 años". Otro alaba su capacidad negociadora: "Ha hecho concesiones, a 100 millones de euros por hijo, pero ha conseguido lo que quería".
 A chavistas y opositores les ha apasionado la lista de invitados de la boda en la Casa de Alba.
Enloquece que la duquesa invite a su enlace a todos sus hijos, pero también a los ex de sus hijos y los actuales cónyuges.
Algunos recuerdan que a la reina Sofía no le gustan este tipo de familias que son mezcolanza y afecto.
 "Cayetana Fitz-James es tan aristócrata que lo es también para este tipo de relaciones", detalla un boliburgués, que son los nuevos ricos del régimen bolivariano. "La duquesa necesita este matrimonio para comprobar en primera persona cómo ha cambiado su país desde su último matrimonio", expone un chavista experto en ¡Hola! "Si en los años setenta todavía se podía mantener una cierta privacidad, hoy la cultura de la celebridad democratiza hasta a la Casa de Alba", afirma.
 "Esta boda debería ser una Cadena", concluye.

La hija del 'grunge' se hace mujer

Frances Bean Cobain se convierte en la nueva 'it girl' de la moda estadounidense .
. .Hijos de famosos hay muchos.
La última cosecha incluye entre los galanes a Jack Huston, 28 años y parte de una saga donde John era su abuelo y Angelica es su tía; a Max Iron, 25 años e hijo de Jeremy Irons; o a Henry Hopper, que a sus 20 años es el retrato de su padre, Dennis Hopper. Pero ninguna de estas nuevas estrellas ha tenido la entrada de Frances Bean Cobain. La hija de Kurt Cobain y Courtney Love lo ha hecho por la puerta grande.





Los principales blogs del mundo de la moda reclaman: "Más Frances, por favor"


No se cimentado en ningún escándalo como los que jalonaron la carrera de su familia. El rey del grunge se suicidó en la cúspide de la fama, y su viuda sigue empeñada en cargarse su trayectoria con drogas, peleas y exabruptos.
 Sencillamente, Frances Bean Cobain se ha limitado a dejarse ver.
Y el mundo entero no puede retirar la vista de las fotografías que ha difundido en la Red.
Su mirada intensa, su piel pálida y ese aire que embruja recuerdan a su padre, aunque en ella no hay ni una gota de grunge.
Su voluptuosidad, la determinación de su gesto y sus tatuajes devuelven a la memoria a su madre en sus mejores épocas, pero en ella tampoco hay nada de rocker.
A sus 19 años, recién cumplidos, Frances Bean Cobain ya ha sido bautizada como la nueva chica it, esa que tiene lo que hay que tener.
Las fotografías pertenecen a Heidi Slimane y a Rocky Schenck, y son dos sesiones que no se han publicado en ninguna revista, pero que circulan por muchas ediciones de los medios digitales.






El lanzamiento es oportuno, dado que en septiembre se cumple el 20º aniversario de Nevermind, álbum de Nirvana con el que su padre se dio a conocer y que ha vendido más de 30 millones de copias hasta la fecha.
Sin embargo, aquellos que la conocen dudan que se trate de una operación de marketing.
 La joven Cobain nunca ha buscado la fama. Al menos hasta ahora. "Solo entiendo que alguien se interese por mí si es un seguidor de Nirvana o de Hole.
Pero yo no soy mis padres", declaró cuando solo tenía 15 años a la revista Harper's Bazaar en una de las pocas entrevistas que ha concedido.



Frances Bean Cobain ha cambiado en este tiempo. Desde luego, físicamente, perdiendo la inocencia e incluso sus formas de adolescente a favor de un glamour desconocido para sus padres. Desde la página web de la MTV la petición es unánime: "Más Frances, por favor". Un reclamo que recorre los principales blogs y perfiles de Twitter del mundo de la moda. "Nos dejó a todos con la boca abierta", dijo Amina Ahktar, directora de moda de FashionEtc.com.



Hay algo de escandaloso en esta aparición de la precoz Cobain, al devolver a la memoria las trifulcas de esta nueva ninfa con su madre.
La joven acabó bajo la tutela de su abuela paterna y de la hermana de Courtney cuando solo tenía 17 años.
"Mi hija no siempre es honesta", la criticó entonces Love desde Facebook.
 Por el momento, la joven Cobain siempre ha preferido mantenerse al margen de ambas situaciones, inmersa en el mundo de la moda y del arte siempre desde el anonimato, incluso recurriendo a seudónimos para presentar sus trabajos.
 Pero eso ha sido hasta ahora, cuando su nombre aún no se había dado claramente a conocer.