Es el director de cine español de mayor reconocimiento mundial. Cada estreno de una de sus películas se convierte en un acontecimiento en la industria cinematográfica nacional e internacional.
En esta entrevista, Pedro Almodóvar -que está a punto de estrenar su largometraje número 18, 'La piel que habito', probablemente su película más sombría y dura- se explaya sobre temas de actualidad, desde la previsible victoria electoral de la derecha hasta el Movimiento 15-M, la reivindicación de la memoria histórica, el agobio de la proliferación de paparazzi aficionados y la necesidad de proteger con mayor convicción legal al autor frente a la piratería.
"las que me han dado más prestigio son mis películas oscuras"
"el 15-m nos ha traído a la izquierda nuevas energías"
"su rostro debía estar invadido por un miedo absoluto"
"El futuro nos ha cogido en bragas. Y hay que espabilarse"
"tengo avanzado un proyecto propio que será en inglés"
Usted escribió en la promoción de esta película sobre la importancia de una frase de Elías Canetti de 'El libro de los muertos': "... el interrumpido ir y venir del tigre ante los barrotes de su jaula para que no se le escape el único y brevísimo instante de su salvación", en referencia a la actitud del personaje de Elena Anaya, prisionera desde hace años en una jaula de oro.
Sin embargo, esa sensación de vivir encerrado también se podría aplicar a su propia vida, condicionando la evolución de sus películas, que de aquellas comedias iniciales ha pasado a un cine más dramático.
Pero yo no estoy cautivo, o si lo estoy es de mí mismo.
Y si busco incesantemente una rendija por la que evadirme, se debe a que continuamente busco elementos que me inspiren y me estimulen a contar nuevas historias. Y ese ir y venir forma parte de mi vida y mi trabajo.
Pero no hay barrotes, o si los hay son meramente biológicos.
El paso del tiempo. Respecto a La piel que habito, es cierto que probablemente sea la película más negra que haya hecho hasta la fecha.
A pesar de que tiene lo más parecido a un final feliz. Pero hay una zona de la película en que el género dominante es el terror, pero un terror de verdad, sin artificio, sin sangre, ni sustos, nada que ver con la manera en que ahora se hace este género.
Y esa zona terrorífica pesa mucho sobre la emoción que experimenta el espectador al verla. Al menos entre los cientos con los que he tenido la ocasión de hablar, casi todos periodistas. Pero no es una película sombría.
Hay mucha luz, no he querido recurrir a una estética expresionista con sombras recortando las paredes, etcétera.
He buscado mi propio camino, que justamente no es el de las sombras. En esto tengo que agradecerle a José Luis Alcaine el magistral trabajo como director de fotografía. Se merece el premio que le dieron en el Festival de Cannes a la película con mejor fotografía del festival.
Una de las características de su cine es la mezcla de géneros.
Esa mezcla también se da en La piel... La película transita entre el drama, el cine de anticipación científica, el thriller, el terror y el melodrama. Sin renunciar del todo al humor, que también lo hay y siempre lo habrá. Eso es marca de la casa.
Una mezcla de géneros en la que no respeta las reglas de ninguno de ellos. En esta nueva obra tienen especial presencia las pantallas y los circuitos de televisión interna. ¿Significa eso un reconocimiento a los tiempos que vivimos en los que se ha perdido completamente la inocencia de la mirada en aras de un obsesivo control?
Lo que yo quería subrayar es que vivimos rodeados de pantallas, de imágenes en movimiento, tanto en la calle como dentro de nuestras casas. O dentro de nuestros ordenadores. El ordenador se ha convertido en un artefacto dentro del que vivimos, que nos refleja y por el que no solo entra la realidad, sino que nos sirve para relacionarnos con los demás, aunque también puedan controlar nuestra intimidad a través de él, y sin pedir permiso. El peligro de vivir al desnudo frente a todos estos artefactos es una sensación real. Pero para un director, esta masiva proliferación de imágenes en movimiento, como cotidianidad absoluta, es muy interesante. Porque la imagen es nuestro instrumento de trabajo, y ahora mismo, para un narrador, o para la policía o para los detectives, oficios que se parecen mucho al de narrador de historias, se han enriquecido enormemente las herramientas que utilizamos y los modos de investigar / documentar/ desarrollar una historia. Bien es cierto que el control que se puede hacer de las andanzas de cualquier persona, en los tiempos que corren, es exhaustivo. Desde que sale de su casa hasta que vuelve. Hemos perdido grandes dosis de intimidad. El personaje de mi película no tiene ninguna.
Está siendo siempre observada como un ratoncillo con el que se está experimentando. Además de las imágenes de control, con pantallas en blanco y negro en la cocina, está el inmenso plasma que tiene el doctor Ledgard, el personaje de Antonio, que le ocupa la mitad de la pared que da a la habitación de Vera-Elena.
Mi intención es dar la impresión de que casi viven juntos. Y cuando Antonio atrae la imagen hacia sí con un zoom y el rostro de Elena es tan grande como las tres cuartas partes de Antonio, quiero decir que aunque él sea el dueño de las llaves, Elena es la que está controlando la relación.
Los distintos tamaños de las pantallas donde aparece ella tienen un interés puramente narrativo, además de representar la vida misma.
Hablando de imágenes robadas, ¿qué opinión le merecen los 'paparazzi'?
No son santo de mi devoción, a no ser que te llames Ron Galella.
Pero eso es algo que solo se descubre 'a posteriori'.
Es verdad. Cuando fotografiaba a Jacqueline Kennedy por la calle, no creo que ella imaginara que esas fotos iban a ser colgadas en los museos del siglo XXI.
Si hubiera hecho hoy 'Mujeres al borde de un ataque de nervios', tendría que haber utilizado los teléfonos móviles.
Ese es el peor tipo de paparazzi, el que te encuentras por la calle a cualquier hora del día o de la noche y te graba y te fotografía, sin llamar antes a un maquillador y a una peluquera.
Yo soy un tipo cercano, estoy dispuesto a hablar con toda la gente que me encuentro por la calle. Me gusta.
Tengo muy buena relación con el caminante urbano. Pero hay días en que no soporto más de 10 irrupciones, con foto incluida.
¿Cree que eso repercute en su cine o en su vida?
No, hombre. Repercute en la longitud de mi zancada, en el ritmo de mi caminata. Ten en cuenta que es el único deporte que hago, caminar. Ya estoy en ese plan. Pensando en el ritmo cardiaco y en la tensión arterial. Tengo máquinas en casa, pero prefiero que me dé el aire. Ya vivo con un gato, y estoy a punto de comprarme un perro para que me saque a pasear. Yo mismo estoy sorprendido de estos cambios.
Muchos cambios desde que subía al escenario de Rockola cantando con Fabio McNamara 'Me voy a Usera' en bata de boatiné y un grueso collar de perlas de bisutería.
No entiendo de piedras preciosas.
Siempre he preferido la bisutería.
Pues sí, muchos cambios y muchos años. Treinta. Estoy muy orgulloso de la bata de boatiné, y del perrerío de las noches y los días de la década de los ochenta, pero si hubiera seguido así no estaríamos haciendo esta entrevista.
También su cine ha cambiado.
Gracias.
Quiero decir que de aquellas comedias disparatadas a la negrura de 'La piel que habito' hay un abismo.
Puede ser. Yo he llegado a La piel que habito de un modo natural, día a día. Película a película. Para mí es un cambio tan natural como el biológico.
Me alegro de que mi cine haya cambiado.
Reconozco que las historias que ahora cuento son más graves que las de hace 30 años.
Es lo que me sale, pero hay cosas que no han cambiado, quiero ser entendido, que mis películas se entiendan, a pesar de sus complejidades, y quiero ser ante todo y sobre todo entretenido.
Desde Pepi... hasta La piel... Es cierto que además no hago ninguna concesión, que hago lo que quiero hacer y como quiero hacerlo.
Y a veces eso es un reto para mí y para el espectador.
Necesito un espectador vivo, despierto, sin prejuicios y dispuesto a sorprenderse con alegría ante los giros imprevistos. Y aunque mi paleta se haya ensombrecido, son justamente las películas más oscuras, las que he rodado esta última década, las que mayor prestigio y reputación me han dado internacionalmente.
Lo digo como mera información, sin engreimiento.
Tal vez fuera de aquí, como no soy de la familia, valoren mejor los cambios.
En 'La piel que habito', la familia de Marisa Paredes y sus dos hijos son originarios de Brasil, un país que elige porque no tiene una tradición judeocristiana. 'La mala educación' es una clara muestra de lo que supone una educación cristiana. Ahora vivimos tiempos en los que se vislumbra un nuevo triunfo electoral de la derecha, de la que la imagen más inquietante es esa de María Dolores de Cospedal en la procesión del Corpus de Toledo. ¿Le preocupa el porvenir inmediato?
Te sorprenderás, pero me gusta la mantilla.
En La Mancha es muy popular, mis hermanas se ponen mantilla en Semana Santa y yo mismo tengo una foto preciosa, de adolescente, con mis dos hermanas vestidas de negro y con mantilla, que guardo como oro en paño.
No quiero ser agorero y mucho menos jugar a futurólogo en un momento en que todo cambia en cuestión de horas.
Cada día ocurre algo importante, un día dimite Camps, al día siguiente muere Amy Winehouse, la junta directiva de la SGAE está dispuesta a cambiar sus estatutos y hacernos partícipes a todos los miembros, y poco después salen siete miembros de la misma junta directiva negándolo; un día, el PP aventaja en más de diez puntos al PSOE y en este instante la diferencia se acorta en tres puntos por el efecto Rubalcaba; el Papa vuelve a enfrentarse con nuevos casos de abusos y torturas en Irlanda, por enésima vez. Strauss-Kahn un día es un cerdo, y al siguiente, una pobre víctima.
Durante semanas ha estado condenado al más indigno ostracismo, y de pronto la mitad del pueblo francés desea que vuelva a la política. El tabloide The News of the World cierra por un escándalo de espionaje salvaje, con ramificaciones que implican a políticos ingleses, la policía, Scotland Yard... y el propio señor Murdoch, por fin, muestra su verdadera y horrible faz.
Es imposible abarcar el presente, mucho menos determinar el futuro. ¿Que si me preocupa? Por supuesto. Mucho. En este momento podemos hablar con temor de la llegada de la derecha en laspróximas elecciones, pero no quiero anticiparme.
El presente va a toda hostia, arrastrando a su paso antiguos miedos y nuevas esperanzas. Creo, por ejemplo, que el 15-M nos ha traído a la izquierda española nuevas energías. Encuentro en la ciudadanía mucha más conciencia y deseos de participar, y de unirse, ojalá, que hace nueve meses.
En las próximas semanas van a ocurrir muchas cosas. Yo participaré en lo que pueda, pero estaré más centrado en el estreno de La piel que habito en Europa y poco después en EE UU. Me temo que gran parte de lo que acontezca en España este otoño me lo perderé porque estaré un largo periodo en Nueva York y Los Ángeles. Pero estaré al loro.
Otra de las críticas más comunes a la etapa socialista es, precisamente, esa falta de voluntad por aplicar la Ley de la Memoria Histórica. ¿Qué opina de esto?
Lo han hecho muy mal. Cuando esa ley se aplicó en las distintas comunidades, demostró su ineficacia y falta de reglamentación.
A mí me preocupa mucho el tema, no tengo ningún familiar cercano enterrado en ninguna cuneta, pero me duelen mucho las dificultades y la ausencia de ayudas que están recibiendo los familiares de las víctimas del holocausto franquista. No se abren heridas, como dice la derecha, sino que se cierran.
Y es importante hacerlo ahora. Es un asunto que quedó pendiente y es urgente y muy importante que se aborde de una vez, con eficacia.
Y ya que lo ha mencionado antes, ¿qué le parece este otro movimiento grande, heterogéneo, espontáneo y peculiar, pero muy curioso sociológicamente hablando, en el que se juntan varias generaciones, que es el 15-M?
Creo que afortunadamente tumba la idea del joven apolítico que teníamos hasta ahora. Los chicos que han nacido en plena democracia se lo han encontrado todo hecho, no guardan memoria de que a veces hay que luchar para mejorar las propias condiciones de vida.
Ese apoliticismo ocurría más con la primera generación de la democracia, la generación que se ha quedado viviendo con sus padres, sin necesidad de emanciparse ni a los 40 años.
Sin embargo, los más jóvenes, sin previo aviso, se instalan un día de mayo en la Puerta de Sol y nos demuestran que no son como sus hermanos mayores.
Son chicos preparados, pero sin perspectiva de futuro, y no están dispuestos a marcharse a Alemania a trabajar, sino que se reúnen en asamblea callejera para clamar por los problemas que les afectan y que a los políticos parecen no preocuparles. Por fin, estos miles de jóvenes han representado de modo emocionante la desafección que muchos españoles sentimos como ellos, la falta de identificación con los políticos que nos gobiernan, su repulsa a los desahucios, el modo en que se aborda la solución de la crisis, su oposición al bipartidismo, la necesidad de una nueva ley electoral, el empequeñecimiento de una democracia que debe evolucionar para seguir siéndolo. El 15-M es nuestro Mayo del 68, solo que aquí no se piden utopías, casi todo lo que denuncian y reclaman es dramáticamente real, posible y necesario.
¿No estamos exagerando entre todos la importancia de este movimiento?
Puede ser. Personalmente estoy dispuesto a cogerme a esa exageración como a un clavo ardiendo. No es que el 15-M nos vaya a arreglar elfuturo, no es un partido político, pero sí creo que han conseguido despertarnos.
Es muy importante la concienciación y la participación de la sociedad civil.
Creo que la solución está en el dinamismo de la ciudadanía. Aunque Franco arruinó la idea del referéndum, hay muchos temas que los políticos pueden consultar a los ciudadanos; la democracia no puede consistir exclusivamente en que cada cuatro años vayamos a votar, en casos como el actual, a dos partidos con los que no nos sentimos identificados.
En las relaciones de los políticos y la ciudadanía hay que incorporar las nuevas tecnologías.
Ya no sirve eso de "mejor no hacer una consulta sobre este tema, porque no lo van a entender". Ese paternalismo de los políticos no se puede mantener en la actualidad. La vida se ha dinamizado enormemente. Y ese nuevo ritmo todavía no ha llegado a la política. Y tienen que ponerse al día. Vivimos en pleno torbellino de un cambio de época, y a cada uno le toca cambiar en lo suyo. Da vértigo, pero no queda más remedio. El futuro nos ha cogido en bragas. Y hay que espabilarse.
Enormes cambios en el último momento, como se titulaba una novela de Grace Paley. Usted también se ha distinguido en ese afán de refundar la SGAE después de las noticias judiciales de este verano. Eso entronca con un problema grave en España: la lucha contra la piratería. Parece que se ha instalado la cultura de lo gratuito, pero, curiosamente, solo en los terrenos de la cultura y el ocio...
El menosprecio a la cultura y a sus creadores viene de antiguo. Me gustaría matizar la relación de los creadores con Internet. En primer lugar, todos somos internautas. Si yo estuviera empezando ahora, en vez de superochos, haría vídeos que colgaría gratis en YouTube y me daría a conocer globalmente sin necesidad de intermediarios.
Y explotaría de felicidad si un millón de internautas se hubieran descargado mi corto gratis. Esto es un milagro con el que no podíamos ni soñar.
Creo que este siglo se diferencia del anterior por la irrupción de Internet en nuestras vidas. Es algo tan importante que para medir el grado de libertad que existe en un país, del mismo modo que en el siglo pasado era la libertad de prensa, ahora la medida es el libre acceso a Internet, algo que no ocurre en Cuba o en China. Internet ha conseguido que montones de personas con problemas similares se pongan en contacto y se organicen, por poner solo un pequeño ejemplo.
Todo eso es maravilloso, pero hay aspectos en la red que necesitan una regulación. El asunto de las descargas ilegales.
Pero va a ser difícil modificar determinados hábitos que ya están tan arraigados...
Yo entiendo que a los chicos que se han descargado todo tipo de materiales gratis es muy difícil convencerles de que determinados contenidos tienen un dueño, y que bajártelos alegremente equivale a un robo. Las películas tienen un dueño, alguien ha pagado un montón de millones de euros para producirlas. Pero además del perjuicio económico, que es descomunal, a mí me preocupa el derecho moral de los autores. La gente compra películas en la manta, o se las baja en el ordenador, con una calidad técnica ínfima. Durante meses, un montón de gente, artistas y técnicos, han dado lo mejor de sí mismos para crear un producto de máxima calidad, independientemente de que la película sea buena o mala, que al cliente de la manta le llega convertido en subproducto: imágenes oscuras, sin foco, con gente que pasa por delante de la pantalla, el sonido desincronizado, etcétera. Se me cae el alma a los pies. Nadie tiene en cuenta el derecho moral del autor de que su obra se vea tal cual fue concebida. El autor tiene que añadirse a una larga lista de "los seres más desprotegidos" de esta sociedad. La antigua lucha contra la censura se ha sustituido por la lucha contra la infracalidad a que se ven condenadas las películas pirateadas. Y no es cierto que la Red haya terminado con el mercado, que todo es gratis y que todos salimos ganando, y que nadie se está lucrando. Eso es una falacia. Con las descargas ilegales, algunos están ganando mucho dinero, y no son los dueños de los contenidos, sino las operadoras telefónicas que venden al usuario las herramientas para poder descargarse todo.
Y esto solo puede impedirse desde el Gobierno. Y no lo han hecho, como tantas cosas, por una razón muy sencilla: el miedo. Para la industria cinematográfica, las descargas son un verdadero cáncer.
'La piel que habito' supone también el reencuentro con Antonio Banderas, con el que no había vuelto a trabajar desde 'Átame', un largo periodo en el que, además, los dos se han internacionalizado. En la película, Banderas tiene un extraordinario sentido de la contención, apenas mueve un músculo de la cara. ¿Cómo resultó trabajar de nuevo con él?
No mueve ningún músculo porque así se lo impuse. Antonio es muy expresivo y aquí le pedí lo contrario. Desde el principio había decidido que como la historia de La piel... es tan bestia, el tono debía ser muy austero. Aséptico. Y Antonio se ajustó perfectamente a lo que le pedía. Se sorprendió al principio, pero se sometió de inmediato. Recuerdo que durante la preparación le di un DVD de Círculo rojo, de Jean-Pierre Melville, uno de mis directores fetiche. Mucho antes que el irregular Kitano, Melville ya había inventado el silencio de los violentos y la inexpresividad facial.
Los actores de Círculo rojo, una banda de sofisticados ladrones y policías obsesivos, esos sí que no mueven un solo músculo de la cara.
Antonio lo entendió enseguida. Su personaje es un psicópata, el psicópata por definición está incapacitado para ponerse en el lugar del otro, por eso es capaz de las mayores atrocidades, porque no tiene conciencia del dolor.
No sabe lo que es. Y para expresar esa incapacidad, lo mejor era vaciar el rostro de todo tipo de emoción, por mínima que fuera.
Antonio no debía mostrar el menor sentimiento. Hasta que se enamora de Elena.
El amor lo humaniza.
Con Jan Cornet, que interpreta el papel de Vicente, utilicé una fotografía muy especial que había aparecido en los periódicos cuando estábamos ensayando. Al personaje de Vicente le ocurre algo terrorífico, que no vamos a desvelar. No conozco a nadie al que le haya ocurrido nada semejante. Por lo que no podía ponerle a Jan un ejemplo real como referencia. Su rostro debía estar invadido por el miedo, un miedo absoluto, consustancial a su piel, algo que se ha instalado en sus ojos desde hacía tiempo. En realidad utilicé como referencia dos fotos; en una se veía una cogida del torero Julio Aparicio; se veía claramente cómo uno de los cuernos le atravesaba la barbilla y le salía por la boca. La otra foto, la que le puse realmente como referencia, estaba tomada dos semanas más tarde. Con esa capacidad sobrehumana de recuperación que solo poseen los deportistas y los toreros, Julio Aparicio salía por su propio pie del hospital. Contento, por supuesto, pero en sus ojos había algo que está más allá del miedo.
En su película hay también algo del Hitchcock de 'Vértigo'...
Si eres director, la influencia de Hitchcock es inevitable. Hitchcock es el gran padre del cine, y Vértigo, una película madre de muchas películas. En toda historia en la que un hombre intente modificar a una mujer, ya está incluida Vértigo. Yo recibo con alegría esa referencia. Para mí, además, la obsesión de James Stewart de darle forma a una nueva Kim Novak representa la obsesión del director con el aspecto de los actores.
Nada representa más a un director, al menos a mí, que James Stewart cambiando el color y el peinado de Kim Novak, o acompañándola de tiendas y decidiendo qué tipo de ropa debe llevar.
Me veo a mí mismo con Penélope o con Elena Anaya. Respecto a la imagen del director, también me identifico mucho con Luis Aragonés o Pep Guardiola.
El lenguaje corporal del entrenador de fútbol cuando está viendo un partido, esa tensión y concentración absoluta es la misma que siento cuando estoy rodando. No soy futbolero, pero cuando veo una foto de ellos me reconozco a mí mismo.
Por cierto, recuerdo el enorme interés que tiene Mortier para que dirija una ópera en el Real. ¿No se lo ha planteado seriamente?
No me siento capacitado, no sé lo suficiente de ópera, no soy lo suficientemente fanático para entrar en la convención. Me preocupa la inmovilidad del espectáculo, la edad y las hechuras de los cantantes. Aunque debo confesar que he visto una ópera de Shostakóvich, The nose (La nariz), en el Metropolitan de Nueva York, la misma producción que ha triunfado, creo, en el pasado Festival de Aviñón, que desdice todo lo que afirmo.
Es el espectáculo más dinámico que haya vistojamás sobre un escenario. Algo maravilloso. Está dirigida, y se ha hecho también cargo de la escenografía, por el artista William Kentridge.
Si dirijo ópera algún día, sería con la condición de que este hombre se ocupara de los decorados y todo lo que apareciera sobre el escenario. Pero antes creo que debería dirigir teatro. Es algo que todavía tengo pendiente.
Pero no lo hace porque no quiere.
Cada día lo veo más cerca. De todos modos, creo que esta película me ha quitado un lastre. Me siento más ligero, más próximo a emprender nuevos proyectos lejos de Madrid, en otra lengua.
¿En EE UU? ¿Han vuelto a tirarle los tejos?
No, es un proyecto que yo mismo genero.
Usted ya había recibido muchas propuestas de Hollywood...
Sí, pero en esta ocasión, y por primera vez, tengo un proyecto propio, que me gusta mucho y que ya está bastante avanzado, cuya lengua es el inglés.
Podría ser el próximo, pero con producció
n nuestra, quiero decir, europea.
21 ago 2011
"¿Qué hiciste, abuelo Vincenzo?"
Un documental reconstruye, un siglo después, el robo de 'La Mona Lisa' del Louvre con el testimonio de la familia del caco .
Hace un siglo que el italiano Vincenzo Peruggia se llevó bajo su chaqueta La Mona Lisa del Louvre. Fue un lunes 21 de agosto. La pinacoteca cerraba ese día, así que había pocos empleados. A la mañana siguiente se descubrió el robo del retrato más célebre de la historia del arte. Cien años después, el cineasta estadounidense Joe Medeiros está a punto de estrenar un divertido documental sobre Peruggia, muerto en 1947, a los 66 años . Para realizar The missing piece, Medeiros fue a Dumenza (norte de Italia) y habló con Celestina, la hija de Vincenzo, fallecida hace cinco meses. "Admiro a mi padre por el coraje que tuvo", dice Celestina entre lágrimas en el tráiler.
¿Dónde está el 'Códice'?
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Peruggia era un antiguo empleado del museo que justificó su fechoría por las burlas que sufría como inmigrante
Una marea humana quería ver el hueco dejado por 'La Mona Lisa', ahora cuatro ganchos de hierro
Cuando La Mona Lisa desapareció se pensó que el ladrón sería un tipo refinado, pero Peruggia era un antiguo empleado del museo que justificó su fechoría por las burlas que sufría como inmigrante: le llamaban "macarrón" y había parisienses que le echaban sal y pimienta en el vino. Peruggia, vestido con la bata blanca de los trabajadores del Louvre, descolgó el cuadro -él mismo había fabricado el marco de cristal- se lo escondió y pidió a un empleado que le ayudara a salir por una puerta que estaba sin pomo y daba al hueco de la escalera.
El manitas le abrió y el ladrón se marchó.
A la ola de calor que sufría París se sumó, cuando reabrió el museo una semana después, la marea humana que quería ver el hueco dejado por La Mona Lisa, ahora cuatro ganchos de hierro. La policía cerró las fronteras y empleó las novedosas huellas dactilares como método detectivesco.
En sus archivos estaban las de Peruggia por una pelea.
Pero no se presentó a la citación cuando le llamaron y nadie lo vio sospechoso. ¡Y eso que dejó una huella dactilar junto al hueco del cuadro! En sus pesquisas, los agentes sospecharon de dos jóvenes y provocadores artistas: un poeta, Guillaume Apollinaire, y un pintor, Pablo Picasso. Ambos genios acabaron llorando en el interrogatorio y se demostró que no tenían nada que ver con el caso.
La investigación no halló otro hilo y Lisa Gherardini, la mujer de enigmática sonrisa pintada por Leonardo da Vinci a comienzos del XVI, fue dada por desaparecida.
'El robo de la sonrisa'
El caso Mona Lisa fue novelado por la escritora R. A. Scotti en El robo de la sonrisa (2009, Turner). Scotti contó cómo la prensa, para aumentar su tirada, aventó teorías disparatadas y ofreció suculentas recompensas.
El libro narra que Peruggia, en su delirio -"me enamoré de ella", dijo de la tabla-, facilitó la recuperación del cuadro a fines de 1913.
Envió una carta firmada como "Leonardo" al marchante Alfredo Geri, de Florencia, que se la enseñó al director de la galería de los Uffizzi. "Leonardo" decía que el cuadro estaba listo para volver a Italia, porque si el maestro del sfumato había nacido en la provincia florentina, la obra debía regresar al país de la pasta.
Pero Vincenzo sabía poco de La Gioconda, que el verdadero Leonardo vendió al rey Francisco I de Francia. Medeiros explica en su documental que Peruggia estaba convencido de que "las tropas de Napoléon robaron la obra de Italia".
Varias cartas después, el caco se reunió con los dos hombres en la habitación de su hotel. Allí abrió un maletín y, tras un falso fondo, sonrió La Mona Lisa.
Como el dinero lo mueve todo, el hotel fue rebautizado años después como La Gioconda. Pasen y vean, en la habitación número 20 se alojó el ladrón del cuadro al que solo le faltaba "el don de la palabra", como dijo el mecenas Cassiano del Pozzo en el siglo XVII. El director del museo florentino alertó a la policía y Peruggia fue detenido.
¿Sería factible robar hoy La Mona Lisa? "No es imposible, pero lo difícil sería decidir qué hacer con el cuadro, cómo darle salida", señala Robert K. Wittman, fundador de la brigada del FBI contra este tipo de delitos, donde trabajó 20 años y recuperó "obras por valor de 210 millones".
Wittman dirige ahora una consultora que sigue el rastro a objetos robados y colabora con gobiernos, museos y particulares.
Al final del caso Mona Lisa, Peruggia fue condenado a unos meses de cárcel que apenas cumplió porque el psiquiatra le tildó de "deficiente mental" y porque, juzgado en su país, se apiadaron de él.
De hecho, en la celda recibía dulces y cigarrillos de sus paisanos.
Su hija Celestina siempre pensó que a su padre solo le movió el patriotismo. A inicios de 1914 la obra volvió a París. Joe Medeiros, que vive "fascinado" por este caso, ha reconstruido el robo en su documental: "Filmamos en el Louvre y Silvio, un nieto de Vincenzo, reprodujo los pasos de su abuelo.
Además, visitamos el apartamento de París en el que tuvo el cuadro dos años, y en Florencia estuvimos en el hotel donde fue arrestado".
Allí, sentada en una cama, Graziella, la nieta del protagonista, exclama entre bromas: "¡Abuelo, abuelo Vincenzo, pero qué hiciste!".
Hace un siglo que el italiano Vincenzo Peruggia se llevó bajo su chaqueta La Mona Lisa del Louvre. Fue un lunes 21 de agosto. La pinacoteca cerraba ese día, así que había pocos empleados. A la mañana siguiente se descubrió el robo del retrato más célebre de la historia del arte. Cien años después, el cineasta estadounidense Joe Medeiros está a punto de estrenar un divertido documental sobre Peruggia, muerto en 1947, a los 66 años . Para realizar The missing piece, Medeiros fue a Dumenza (norte de Italia) y habló con Celestina, la hija de Vincenzo, fallecida hace cinco meses. "Admiro a mi padre por el coraje que tuvo", dice Celestina entre lágrimas en el tráiler.
¿Dónde está el 'Códice'?
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Peruggia era un antiguo empleado del museo que justificó su fechoría por las burlas que sufría como inmigrante
Una marea humana quería ver el hueco dejado por 'La Mona Lisa', ahora cuatro ganchos de hierro
Cuando La Mona Lisa desapareció se pensó que el ladrón sería un tipo refinado, pero Peruggia era un antiguo empleado del museo que justificó su fechoría por las burlas que sufría como inmigrante: le llamaban "macarrón" y había parisienses que le echaban sal y pimienta en el vino. Peruggia, vestido con la bata blanca de los trabajadores del Louvre, descolgó el cuadro -él mismo había fabricado el marco de cristal- se lo escondió y pidió a un empleado que le ayudara a salir por una puerta que estaba sin pomo y daba al hueco de la escalera.
El manitas le abrió y el ladrón se marchó.
A la ola de calor que sufría París se sumó, cuando reabrió el museo una semana después, la marea humana que quería ver el hueco dejado por La Mona Lisa, ahora cuatro ganchos de hierro. La policía cerró las fronteras y empleó las novedosas huellas dactilares como método detectivesco.
En sus archivos estaban las de Peruggia por una pelea.
Pero no se presentó a la citación cuando le llamaron y nadie lo vio sospechoso. ¡Y eso que dejó una huella dactilar junto al hueco del cuadro! En sus pesquisas, los agentes sospecharon de dos jóvenes y provocadores artistas: un poeta, Guillaume Apollinaire, y un pintor, Pablo Picasso. Ambos genios acabaron llorando en el interrogatorio y se demostró que no tenían nada que ver con el caso.
La investigación no halló otro hilo y Lisa Gherardini, la mujer de enigmática sonrisa pintada por Leonardo da Vinci a comienzos del XVI, fue dada por desaparecida.
'El robo de la sonrisa'
El caso Mona Lisa fue novelado por la escritora R. A. Scotti en El robo de la sonrisa (2009, Turner). Scotti contó cómo la prensa, para aumentar su tirada, aventó teorías disparatadas y ofreció suculentas recompensas.
El libro narra que Peruggia, en su delirio -"me enamoré de ella", dijo de la tabla-, facilitó la recuperación del cuadro a fines de 1913.
Envió una carta firmada como "Leonardo" al marchante Alfredo Geri, de Florencia, que se la enseñó al director de la galería de los Uffizzi. "Leonardo" decía que el cuadro estaba listo para volver a Italia, porque si el maestro del sfumato había nacido en la provincia florentina, la obra debía regresar al país de la pasta.
Pero Vincenzo sabía poco de La Gioconda, que el verdadero Leonardo vendió al rey Francisco I de Francia. Medeiros explica en su documental que Peruggia estaba convencido de que "las tropas de Napoléon robaron la obra de Italia".
Varias cartas después, el caco se reunió con los dos hombres en la habitación de su hotel. Allí abrió un maletín y, tras un falso fondo, sonrió La Mona Lisa.
Como el dinero lo mueve todo, el hotel fue rebautizado años después como La Gioconda. Pasen y vean, en la habitación número 20 se alojó el ladrón del cuadro al que solo le faltaba "el don de la palabra", como dijo el mecenas Cassiano del Pozzo en el siglo XVII. El director del museo florentino alertó a la policía y Peruggia fue detenido.
¿Sería factible robar hoy La Mona Lisa? "No es imposible, pero lo difícil sería decidir qué hacer con el cuadro, cómo darle salida", señala Robert K. Wittman, fundador de la brigada del FBI contra este tipo de delitos, donde trabajó 20 años y recuperó "obras por valor de 210 millones".
Wittman dirige ahora una consultora que sigue el rastro a objetos robados y colabora con gobiernos, museos y particulares.
Al final del caso Mona Lisa, Peruggia fue condenado a unos meses de cárcel que apenas cumplió porque el psiquiatra le tildó de "deficiente mental" y porque, juzgado en su país, se apiadaron de él.
De hecho, en la celda recibía dulces y cigarrillos de sus paisanos.
Su hija Celestina siempre pensó que a su padre solo le movió el patriotismo. A inicios de 1914 la obra volvió a París. Joe Medeiros, que vive "fascinado" por este caso, ha reconstruido el robo en su documental: "Filmamos en el Louvre y Silvio, un nieto de Vincenzo, reprodujo los pasos de su abuelo.
Además, visitamos el apartamento de París en el que tuvo el cuadro dos años, y en Florencia estuvimos en el hotel donde fue arrestado".
Allí, sentada en una cama, Graziella, la nieta del protagonista, exclama entre bromas: "¡Abuelo, abuelo Vincenzo, pero qué hiciste!".
Siento escalofríos.....
Siento escalofríos
al tocar tu amor
tan sólo con los labios.
Pero lo toco,
lo acaricio
eternamente,
con miedo
a que se vaya de nuevo,
y comienzo a amar
las palabras con denuedo.
El amor
sé escribirlo,
pero no hablarlo.
Es algo complicado.
Soy insensible,
y a la vez vulnerable,
tozudo hasta el límite,
enamoradizo,
y hasta volátil.
Un verbo.
El único.
Un alma que linda
con tu universo,
que disfruta
acariciando tus alas,
buscando delfines
cerca de tu horizonte,
descubriendo tornados
en lugar de amar.
Tú, la medusa,
con la que mi corazón,
de ahogado
que pertenece
a la mar,
se funde
y entremezcla
en cada poema.
Tú, las tardes
en las que ese mar
se comió mi tierra,
horadando los castillos
que hice sobre su arena.
De nada estaban hechos,
y la nada es nada,
pero soñaba con hacerlos,
amando,
en tu isla árida,
amarrando mi imaginación
al noray de tus quereres,
a tus redondeces bellas,
a tus ojos de cielo
con el fondo encalado,
sencillos de altivez.
Tú, tu isla,
la poesía,
la magia
que te hace volar,
el paraiso,
sus flores,
su sueño,
su espíritu,
el velo
de las palabras
que esconde
tu geometría,
el halo
de una tierra de fuego
-coronada de nieve
y fundida de amor-
bramando fuerte.
al tocar tu amor
tan sólo con los labios.
Pero lo toco,
lo acaricio
eternamente,
con miedo
a que se vaya de nuevo,
y comienzo a amar
las palabras con denuedo.
El amor
sé escribirlo,
pero no hablarlo.
Es algo complicado.
Soy insensible,
y a la vez vulnerable,
tozudo hasta el límite,
enamoradizo,
y hasta volátil.
Un verbo.
El único.
Un alma que linda
con tu universo,
que disfruta
acariciando tus alas,
buscando delfines
cerca de tu horizonte,
descubriendo tornados
en lugar de amar.
Tú, la medusa,
con la que mi corazón,
de ahogado
que pertenece
a la mar,
se funde
y entremezcla
en cada poema.
Tú, las tardes
en las que ese mar
se comió mi tierra,
horadando los castillos
que hice sobre su arena.
De nada estaban hechos,
y la nada es nada,
pero soñaba con hacerlos,
amando,
en tu isla árida,
amarrando mi imaginación
al noray de tus quereres,
a tus redondeces bellas,
a tus ojos de cielo
con el fondo encalado,
sencillos de altivez.
Tú, tu isla,
la poesía,
la magia
que te hace volar,
el paraiso,
sus flores,
su sueño,
su espíritu,
el velo
de las palabras
que esconde
tu geometría,
el halo
de una tierra de fuego
-coronada de nieve
y fundida de amor-
bramando fuerte.
20 ago 2011
LA DIETA DEL AGUACATE BORIS IZAGUIRRE
Siempre que viene el Papa, pasan cosas. Por ejemplo, el fin de semana pasado, un periódico publicaba la dieta que seguía Mick Jagger a sus casi setenta años para estar tan indiscutiblemente en forma: cero psicotrópicos, puro aguacate.
Sí, el aguacate que durante los últimos años fue tratado como mantequilla vegetal, es lo que consigue que Jagger esté delgado y saltarín en sus macroconciertos.
Una reflexión sobre los vampiros: para ser eterno, debes rodearte de jóvenes Mourinho es el líder de los malos oficiales sin los que no podemos vivir
Hay diferencias y coincidencias entre Jagger y Ratzinger, tanto en el escenario como fuera de él.
Jagger ha sido hombre de muchos amores; Ratzinger de solo uno.
Ambos poseen ese magnetismo único para llenar estadios o cualquier extensión grande de terreno. En los años sesenta, creíamos que Jagger se inflaba de todo para rendirle su simpatía al diablo, mientras que Ratzinger le daba vueltas a la neoescolástica y a cómo salir de ella. Ahora, para poder cantarla a pleno pulmón, Mick engulle un pequeño aguacate al día.
La fibra vegetal afina su garganta canalla. Y aunque no lo podamos constatar, porque el Vaticano es muy hermético, el aguacate no debe ser frecuente en la dieta del Sumo Pontífice.
Allí son muy reacios a los cambios, seguirán pensando que el aguacate engorda. Hasta que se les aparezca Mick y les convenza de lo contrario diciendo: "El aguacate es la comunicación entre el bien y mal a través de mí mismo".
Ratzinger ha tenido un momentazo hablándoles al Rey en italiano y a la Reina en alemán. A Su Majestad por haber nacido en Roma y porque un romano es para siempre. El alemán a la Reina es un ejercicio de complicidad. El Papa infiere que Alemania salvará a Europa. Y los que lo hablan ya tienen el cielo ganado.
Con las divorciadas, ¿en qué idioma hablaría?
Ha sido energizante ver a Madrid inundada de jóvenes.
En el centro de la ciudad no se había visto esa excitación desde que se rumoreó que Madonna iba a comprarse trapitos en Chueca, el barrio gay de la capital, que es un dolor de cabeza para los organizadores de la JMJ, precisamente porque, como Dios, es omnipresente.
En Madrid los taxistas sugieren a los jóvenes que visiten el barrio para ver "algo diferente".
Agobiados por el calor infernal, los jóvenes católicos se encontraron dentro, y Chueca, con sus tiendas, su rollo cool y permisivo, les atrapó un poco.
Deambulaban uniformados y portando banderas en tonos pastel, mientras en cada esquina les esperaban carteles ofertando sexisaunas o espectáculos de striptease masculino con chicos depilados a lo Capitán América.
Cuando consiguieron alejarse de tanta tentación, en otro barrio un célebre local de showgirls les abrió sus puertas a una hora tempranera, regalando refrescos y un pequeño atisbo a su universo de mobiliario rojo y barras donde en la madrugada rumanas y búlgaras encantadoras enseñan sus pechos a caballeros deseosos de morder un aguacate. Dad de beber al sediento y de comer al hambriento.
Todo el mundo quería ser amable con los JMJ, hasta que Dios les puso a prueba con la manifestación de los laicos. Descubrieron que su mundo pastel se teñía de oscuro. A pesar de ello, no deberíamos dejar pasar el talento de algunos de los eslóganes coreados en la manifestación: "Menos crucifijo y más trabajo fijo", tiene la virilidad de un coro de obreros en una ópera de Verdi. El "Sí, sí, sí, Benedicto ya está aquí", de la parte creyente, parecía coreado por esas fervorosas showgirls del bar donde les ofrecieron piadosos avituallamientos.
Antes de terminar con los JMJ, deberíamos extraer una conclusión sobre la imagen de toda esa juventud global en torno a unos cardenales octogenarios. Una reflexión acerca de los vampiros.
Para ser eterno, tienes que rodearte de jóvenes. Y hacerles creer que puedes gestionarles correctamente la vida y el aguacate. Dejad que los niños se acerquen a mí.
De pronto, Madrid se vio atrapada en el redil de la violencia.
Y la violencia se extendió, como el aguacate en el guacamole, hasta el gran evento futbolístico que milagrosamente coincidió con las jornadas. Mucho se ha comentado el dedazo de Mourinho en el ojo de Vilanova, pero convendría observarlo, por el otro ojo, como uno de los grandes momentos del verano.
Lo primero es el perfecto sentido de orientación del técnico portugués para inferir daño. Uno practica meterle el dedo a alguien en casa y no consigue semejante puntería.
No debería extrañarnos que se desatara violencia en el partido.
Vivimos necesitando acontecimientos permanentes, no nos basta con ganar o perder, anhelamos el plus gigantesco de la emoción súper fuerte que nos haga creer que formamos parte de algo inmenso, extraordinario, que está sucediendo en directo delante de nosotros.
Se ha vuelto una demostración de Dios en el mundo, la clave de la cultura de masas. Lástima que Ratzinger no se refiriera a ello en su homilía, porque es la creación de una fascinación por el mal: nos enloquece todo lo que transpire mal rollo, barullo y agresión.
Mourinho, sin necesidad de dietas, es el líder indiscutible de los malos oficiales, sin los cuales no podemos vivir.
Si Aída Nízar es la villana oficial de Telecinco; Mourinho es su réplica testosterónica.
Todo parece estar guionizado para satisfacer esa necesidad de agitación caliente que hemos aceptado para sentirnos también protagonistas y menos mediocres.
Un día de estos alguien dirá: la culpa de todo es la falta de aguacate.
Sí, el aguacate que durante los últimos años fue tratado como mantequilla vegetal, es lo que consigue que Jagger esté delgado y saltarín en sus macroconciertos.
Una reflexión sobre los vampiros: para ser eterno, debes rodearte de jóvenes Mourinho es el líder de los malos oficiales sin los que no podemos vivir
Hay diferencias y coincidencias entre Jagger y Ratzinger, tanto en el escenario como fuera de él.
Jagger ha sido hombre de muchos amores; Ratzinger de solo uno.
Ambos poseen ese magnetismo único para llenar estadios o cualquier extensión grande de terreno. En los años sesenta, creíamos que Jagger se inflaba de todo para rendirle su simpatía al diablo, mientras que Ratzinger le daba vueltas a la neoescolástica y a cómo salir de ella. Ahora, para poder cantarla a pleno pulmón, Mick engulle un pequeño aguacate al día.
La fibra vegetal afina su garganta canalla. Y aunque no lo podamos constatar, porque el Vaticano es muy hermético, el aguacate no debe ser frecuente en la dieta del Sumo Pontífice.
Allí son muy reacios a los cambios, seguirán pensando que el aguacate engorda. Hasta que se les aparezca Mick y les convenza de lo contrario diciendo: "El aguacate es la comunicación entre el bien y mal a través de mí mismo".
Ratzinger ha tenido un momentazo hablándoles al Rey en italiano y a la Reina en alemán. A Su Majestad por haber nacido en Roma y porque un romano es para siempre. El alemán a la Reina es un ejercicio de complicidad. El Papa infiere que Alemania salvará a Europa. Y los que lo hablan ya tienen el cielo ganado.
Con las divorciadas, ¿en qué idioma hablaría?
Ha sido energizante ver a Madrid inundada de jóvenes.
En el centro de la ciudad no se había visto esa excitación desde que se rumoreó que Madonna iba a comprarse trapitos en Chueca, el barrio gay de la capital, que es un dolor de cabeza para los organizadores de la JMJ, precisamente porque, como Dios, es omnipresente.
En Madrid los taxistas sugieren a los jóvenes que visiten el barrio para ver "algo diferente".
Agobiados por el calor infernal, los jóvenes católicos se encontraron dentro, y Chueca, con sus tiendas, su rollo cool y permisivo, les atrapó un poco.
Deambulaban uniformados y portando banderas en tonos pastel, mientras en cada esquina les esperaban carteles ofertando sexisaunas o espectáculos de striptease masculino con chicos depilados a lo Capitán América.
Cuando consiguieron alejarse de tanta tentación, en otro barrio un célebre local de showgirls les abrió sus puertas a una hora tempranera, regalando refrescos y un pequeño atisbo a su universo de mobiliario rojo y barras donde en la madrugada rumanas y búlgaras encantadoras enseñan sus pechos a caballeros deseosos de morder un aguacate. Dad de beber al sediento y de comer al hambriento.
Todo el mundo quería ser amable con los JMJ, hasta que Dios les puso a prueba con la manifestación de los laicos. Descubrieron que su mundo pastel se teñía de oscuro. A pesar de ello, no deberíamos dejar pasar el talento de algunos de los eslóganes coreados en la manifestación: "Menos crucifijo y más trabajo fijo", tiene la virilidad de un coro de obreros en una ópera de Verdi. El "Sí, sí, sí, Benedicto ya está aquí", de la parte creyente, parecía coreado por esas fervorosas showgirls del bar donde les ofrecieron piadosos avituallamientos.
Antes de terminar con los JMJ, deberíamos extraer una conclusión sobre la imagen de toda esa juventud global en torno a unos cardenales octogenarios. Una reflexión acerca de los vampiros.
Para ser eterno, tienes que rodearte de jóvenes. Y hacerles creer que puedes gestionarles correctamente la vida y el aguacate. Dejad que los niños se acerquen a mí.
De pronto, Madrid se vio atrapada en el redil de la violencia.
Y la violencia se extendió, como el aguacate en el guacamole, hasta el gran evento futbolístico que milagrosamente coincidió con las jornadas. Mucho se ha comentado el dedazo de Mourinho en el ojo de Vilanova, pero convendría observarlo, por el otro ojo, como uno de los grandes momentos del verano.
Lo primero es el perfecto sentido de orientación del técnico portugués para inferir daño. Uno practica meterle el dedo a alguien en casa y no consigue semejante puntería.
No debería extrañarnos que se desatara violencia en el partido.
Vivimos necesitando acontecimientos permanentes, no nos basta con ganar o perder, anhelamos el plus gigantesco de la emoción súper fuerte que nos haga creer que formamos parte de algo inmenso, extraordinario, que está sucediendo en directo delante de nosotros.
Se ha vuelto una demostración de Dios en el mundo, la clave de la cultura de masas. Lástima que Ratzinger no se refiriera a ello en su homilía, porque es la creación de una fascinación por el mal: nos enloquece todo lo que transpire mal rollo, barullo y agresión.
Mourinho, sin necesidad de dietas, es el líder indiscutible de los malos oficiales, sin los cuales no podemos vivir.
Si Aída Nízar es la villana oficial de Telecinco; Mourinho es su réplica testosterónica.
Todo parece estar guionizado para satisfacer esa necesidad de agitación caliente que hemos aceptado para sentirnos también protagonistas y menos mediocres.
Un día de estos alguien dirá: la culpa de todo es la falta de aguacate.
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