Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

2 ago 2011

La actriz Lindsay Lohan ha posado para la campaña NOH8

Grandes fugas de datos como la sufrida por Sony alertan sobre la seguridad de los contenidos alojados en la Red - Los expertos avisan de los riesgos y apelan a la responsabilidad del usuario .
El gran gurú del futuro digital ha oteado el horizonte y vaticina nubes. El consejero delegado de Apple, Steve Jobs, pronostica que el centro de gravedad de la vida digital ya no será más el PC y su disco duro, sino la nube (es decir, los servidores de empresas como Google, Microsoft, Amazon o la misma Apple).
El usuario se independizará de su terminal y accederá a todos sus documentos, programas, música, correo, películas y fotos indistintamente desde el móvil, la tableta, el portátil o el ordenador fijo. Su nuevo PC será la Red entera.
Pero en la nube brillante que anuncia Jobs, otros ven indicios de tormenta.







Almacenes privados


Prácticas seguras en la nube


Steve Jobs: "El centro de la vida digital estará en la nube de Internet"


La nube: Tu vida digital viaja del disco duro a la Red





Almacenar información fuera del control del usuario es peligroso






"Confías en que nadie va a piratear Google o Amazon", señala un experto






Microsoft o Apple han reunido datos sin que sus clientes lo supieran






En 2009, Irán usó las redes sociales para identificar a manifestantes


Los expertos avisan con frecuencia de los riesgos que conlleva almacenar datos fuera del control del usuario (más allá de su PC), pero el pasado abril los temores se confirmaron. Un intruso accedió a los datos personales de 77 millones de miembros de la plataforma en línea PlayStation Network de Sony. A través de las videoconsolas PlayStation 3 y PSP, los clientes facilitan sus datos personales y bancarios a la compañía para poder jugar en red, navegar y descargar contenidos. El pirata obtuvo detalles de los clientes como nombre, dirección, país, correo electrónico, fecha de nacimiento y nombre de acceso, entre otras. Incluso los números de las tarjetas de crédito habrían quedado expuestos (aunque sin la cifra de control).






Es el mayor robo de datos detectado, según el Instituto SANS, que examina la seguridad informática. En España, con tres millones de usuarios registrados en la red de PlayStation, unas 330.000 tarjetas de crédito habrían quedado expuestas. La Agencia Española de Protección de Datos ha abierto de oficio una investigación. Hasta ahora no se ha denunciado ningún uso fraudulento, según indican desde Sony, pero la vulnerabilidad de todo el sistema ha quedado demostrada una vez más. Su caso se suma a muchos otros recientes: la empresa de marketing Epsilon (millones de direcciones electrónicas); AT&T (los correos de unos 100.000 iPad)...






Son riesgos considerables, dado que la nube está cada vez más integrada en nuestra vida cotidiana. La empleamos constantemente. Al buscar en Google, cuando revisamos el correo electrónico, al escuchar música sin descargarla, al ver vídeos en YouTube o al entrar en las redes sociales. Nada de todo eso está en nuestros terminales, sino en un lugar indeterminado, de ahí que se le denomine "la nube". En realidad, están almacenados en un conjunto de servidores situados en un lugar que el cliente ignora. Las ventajas son numerosas, pero los riesgos también.






Puesto que el volumen de datos personales que volcamos en ese entorno etéreo es enorme, el peligro también lo es. "La nube constituye un gran repositorio de información, con datos de empresas, cuentas bancarias y todo tipo de datos delicados; el riesgo es muy grande", sostiene Fausto Montoya, experto en criptografía e investigador de Física aplicada del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Montoya emplea el servicio en nube Dropbox -una especie de escritorio y almacén virtual- que permite trabajar desde casa o simultáneamente con otros colegas.






Los expertos coinciden en identificar cuatro grandes riesgos. Uno: la pérdida de datos, ya sean robados por piratas informáticos o a través de agujeros de seguridad. Dos: el abuso o negligencia en la gestión de los datos acumulados por las empresas que suministran servicios en la nube. Tres: las responsabilidades jurídicas de las empresas. Cuatro: la dependencia de la conectividad; sin acceso a la Red, la nube no sirve de mucho.






El experto estadounidense Nicholas Carr -que vaticinó en 2008 el advenimiento de la nube digital en el ensayo El gran interruptor (Deusto)- enumera que los peligros más destacados son: "La pérdida de datos, agujeros de seguridad, violaciones de la privacidad y caídas del proveedor de servicios". Casos como el de Sony prueban que no son exageraciones. Pero considera que estos riesgos no son específicos de la nube: "Algunos están presentes también cuando te conectas a internet (incluso si almacenas tus datos en el disco duro)", señala por correo electrónico.






Los expertos aconsejan fijarse en el prestigio y el historial del proveedor. "Confías y te dices que nadie va a poder hackear Google o Amazon", sostiene Álvaro Ibáñez, del blog tecnológico Microsiervos. "No es lo mismo un ataque a Sony que a una compañía que se dedica específicamente a la computación en nube; se supone que sus controles de seguridad son mayores". Cuestión de confianza, pues. "La información está deslocalizada y es complicado fiarte, tienes que hacer un acto de fe y confiar en que las empresas aseguren los datos", señala desde Barcelona Jordi Torres, catedrático del departamento de arquitectura de computadores de la Universitat Politècnica de Catalunya. Pero matiza: "El riesgo es mayor si te roban el portátil. Ningún sistema es seguro al 100%".






El consejo más frecuente es usar el sentido común. "La única seguridad es la de tomar las decisiones con responsabilidad, haciendo el esfuerzo de informarse lo mejor que se pueda", recomienda Torres, autor del manual Empresas en la nube (Libros de cabecera), donde aborda las posibilidades que ofrece la nube para la gestión de las empresas (como el ahorro en infraestructura). Por ejemplo, Google, Amazon o Salesforce suministran este tipo de servicios.






El segundo riesgo es que los datos sean mal gestionados por las empresas, sin necesidad de ningún ataque pirata. Un caso reciente lo protagonizó Facebook el pasado otoño. Algunas de sus aplicaciones más populares reenviaban los datos de los usuarios a compañías de publicidad y de análisis (incluso aunque esa información estuviera fijada como privada), según probó un reportaje del Wall Street Journal. Son aplicaciones que recopilan el número único de cada miembro, llamado Facebook ID. Introduciéndolo en un buscador se pueden obtener detalles del usuario o de sus amigos: la edad, residencia o trabajo. Son datos muy jugosos para las compañías de publicidad, porque cruzándolos pueden conocer muy bien las actividades, gustos, preferencias e intereses de los usuarios. Y diseñar anuncios específicos para ellos.






Todo ese rastro que dejan los usuarios forma un inmenso caudal de información que las compañías pueden utilizar de muchas maneras, bien en publicidad o con otros fines menos confesables, advierte José Antonio Millán, experto en tecnologías de la información y autor del Manual de urbanidad y buenas maneras en la Red (Melusina). Los más conocidos son los estudios para percibir los intereses y gustos de los usuarios. "Se trata de estudios de agregación. No usan datos personales individuales sino de forma agregada; es decir, sumando los de todos", explica Álvaro Ibáñez, de Microsiervos. "Son muestras que no te permiten reconstruir individualmente lo que hace cada persona, sino visiones de conjunto". Un ejemplo sería Google Trends, que muestra los términos más solicitados a través de su buscador y ofrece un panorama de lo que buscan los usuarios. Muchos de estos usos son legales, porque la letra pequeña de los contratos de las redes sociales, correos electrónicos y otros servicios en nube suelen incluir cláusulas sobre cesión de datos para estudios demográficos o estadísticas.






De hecho, los gigantes del sector, Microsoft, Apple y Google, han estado recopilando durante los últimos meses todo tipo de datos de localización de clientes de telefonía móvil sin que estos lo supieran. "Las empresas tienen mucha información sobre nosotros que probablemente no van a usar de forma personal", añade Millán, "pero sí que pueden utilizarla para determinar tendencias; por ejemplo mediante análisis léxicos en Gmail pueden cribar temas y elaborar perfiles publicitarios más finos". "Otra cuestión" -añade Millán- "es con qué fines menos santos puedan emplearla". Uno de los más extremos sería el control social: "En un momento de involución, unos algoritmos más finos -que rastreasen tu correo electrónico, tus fotos, tu opinión y tus documentos- podrían marcarte como un sujeto dudoso". No es nada descabellado. El ensayista bielorruso Evgeny Morozov ha advertido de esta posibilidad en The Net Delusion, un correctivo para ciberutópicos. Recuerda el caso de las protestas de Irán en 2009, cuando el Gobierno empleó los perfiles de los manifestantes en Twitter y Facebook para buscar su información personal, sus fotografías y su localización.






El tercer riesgo atañe a las responsabilidades jurídicas de las empresas. Toda esa información concreta y personalizada que acumulan las redes sociales, la proporcionan sus propios usuarios voluntariamente. Facebook registra miles de millones de acciones (fotos, palabras, listas de amigos). Son detalles que se usan para elaborar anuncios personalizados que aparecen cuando navegamos. La red social servirá este año más de un billón de anuncios, según recoge The New York Times. Aun así, en EE UU no hay ninguna autoridad federal que supervise el uso de estos datos o sus garantías de seguridad.






En España, las compañías tienen el deber legal de asegurar la seguridad de la información personal. El artículo 9 de la Ley de Protección de Datos obliga a las empresas a adoptar medidas que garanticen la seguridad de los datos y eviten su alteración, pérdida o acceso no autorizado. Además, una directiva europea de 2009, pendiente de transposición en España, obliga a los proveedores de servicios de comunicaciones electrónicas a notificar las brechas de seguridad a la autoridad nacional competente. Y también a particulares si la violación de datos puede afectar a su intimidad o información personal. En EE UU, en cambio, no hay ninguna ley federal que cubra semejantes vulneraciones de la privacidad, como recuerda The New York Times.






El cuarto gran riesgo es el de la conectividad.
Sin acceso a la Red, la nube no sirve de nada. En España, la infraestructura aún no se puede comparar con la de países vecinos (por no hablar de EE UU o Japón), según Millán. "Con todo, mejora rápidamente", añade Ibáñez, aunque sostiene que queda pendiente igualar la velocidad de subida y de bajada.
"O al menos que se reduzca la desproporción actual; a menudo tienes 10 megas de bajada y 500k de subida, que es fundamental para trabajar en la nube, subiendo fotos o vídeos". La conectividad es el gran reto, considera Torres.
"La nube está deslocalizada, y no se puede depender de un centro de datos al otro lado del mundo; debe haber un suministro de nube próximo y garantizado dentro del territorio español o europeo". Lo ilustra con una comparación: "La informática será un servicio, como el agua, la electricidad o el gas; y no es bueno depender de fuera y dejar de producir aquí".



Lo recomendable sería un modelo mixto, opina Millán, "con los documentos menos sensibles o necesarios en la nube, y la información sensible en soporte, con un disco duro externo".
 Todos los expertos coinciden en que el cambio de modelo del PC a la nube es claro. Queda por ver si las nubes que anuncian los visionarios traerán un paisaje sereno o tiempos tormentosos.

La actriz Lindsay Lohan ha posado para la campaña NOH8

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Lindsay Lohan contra la homofobia

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3 de Febrero de 2011

Lindsay Lohan contra la homofobia

GTRESONLINE
28-06-2011



La actriz Lindsay Lohan ha posado para la campaña NOH8 (leído 'No hate'; 'Sin odio', en inglés), que busca protestar de forma silenciosa (de ahí la cinta sobre la boca de la actriz) para conseguir mejoras legales para el colectivo homosexual. El nombre viene de la crítica contra la llamada propuesta 8, que impide que en el estado de California se celebren matrimonios homosexuales. Además de Lohan, ya han colaborado con la campaña la actriz Emma Roberts, los actores Michael Emerson (¡Perdidos') o Isaiah Washington ('Anatomía de Grey') o las hermanas Kardashian.



La actriz Lindsay Lohan ha posado para la campaña NOH8 (leído 'No hate'; 'Sin odio', en inglés), que busca protestar de forma silenciosa (de ahí la cinta sobre la boca de la actriz) para conseguir mejoras legales para el colectivo homosexual. El nombre viene de la crítica contra la llamada propuesta 8, que impide que en el estado de California se celebren matrimonios homosexuales. Además de Lohan, ya han colaborado con la campaña la actriz Emma Roberts, los actores Michael Emerson (¡Perdidos') o Isaiah Washington ('Anatomía de Grey') o las hermanas Kardashian.






La actriz Lindsay Lohan ha posado para la campaña NOH8 (leído 'No hate'; 'Sin odio', en inglés), que busca protestar de forma silenciosa (de ahí la cinta sobre la boca de la actriz) para conseguir mejoras legales para el colectivo homosexual.
 El nombre viene de la crítica contra la llamada propuesta 8, que impide que en el estado de California se celebren matrimonios homosexuales.
Además de Lohan, ya han colaborado con la campaña la actriz Emma Roberts, los actores Michael Emerson (¡Perdidos') o Isaiah Washington ('Anatomía de Grey') o las hermanas Kardashian.

Aquí se esconde un restaurante

Barcelona lidera la moda de los comedores clandestinos - Ocultos tras la fachada de negocios improbables, suman el ingrediente del secretismo a la experiencia culinaria .
Un hombre entra en una tintorería situada en el centro de Barcelona y pregunta cuánto cuesta limpiar unos pantalones.
El dependiente le dice (sin atisbo de duda o vergüenza alguna) que serán 40 euros. El cliente se asombra.
Desconoce que, a pesar de las apariencias (la ropa en los percheros, el toldo, las tarifas en la fachada...) no ha entrado en una tintorería.
 En realidad está bajo la tapadera de un restaurante oculto tras una puerta que solo se abre con un código de cuatro cifras que se le proporciona al comensal poco antes de la cena. "A los clientes más veteranos se les registra la huella digital y ese es su código de entrada", dice la cicerone Mónica López, que trabaja en el local, mientras muestra los entresijos de este particular "ábrete sésamo" barcelonés: una puerta blanca que da paso a un amplio restaurante de decoración contemporánea.
 "En Estados Unidos hemos visto florecer un mundo de restaurantes clandestinos, pero esto es algo diferente", explica López.
"Queríamos ofrecer al usuario un abanico de posibilidades que van más allá de la gastronomía".




Chi-Tón funciona como una tienda de 'souvenirs', pero alberga un cenador



En París, Chicago o Londres, esta forma de ver la cocina mueve millones

La traslación española de esta tendencia internacional no es exclusivamente barcelonesa. En Madrid (donde hace años en los garitos de copas se daba de comer a los trasnochadores habituales) destaca desde 2005 la tienda madrileña de muebles Asiana, que se convierte de noche en un cenador.
 La tendencia en la capital va más hacia el modelo del chef privado en casa ajena o propia (Sacha Hormaechea tiene un txoko para sus amigos) o las escuelas de cocina donde se come y se aprende en grupos restringidos.



En San Sebastián, Jon Idiakez lidera Cenasclandestinas.com con intención de mezclar show y alta cocina.
Un centenar de comensales ha vivido ya dos experiencias culinarias con atmósfera cinematográfica tipo Eyes wide shut.
 Un SMS con la contraseña puede llevar a una fábrica abandonada reconvertida en restaurante con chefs conocidos, como Rubén Trincado o el colectivo Sukatalde, aunque encapuchados. "Cada cita era sorpresa. Queremos desmarcarnos del local fijo que simplemente esconde algo en la puerta trasera", dice Idiakez, que quiere llevar "con un tres estrellas" la experiencia a Nueva York.





Hasta que llegue ese día, en la tintorería barcelonesa cuentan que el negocio original estaba abierto al público allá por diciembre de 2009: "Nos parecía bonito que las dos cosas funcionaran a un tiempo.
Al principio era muy divertido: el vecindario creía que se trataba de una auténtica tintorería y nos traían la ropa. Nosotros la limpiábamos [el local cuenta con lavadora industrial] y servíamos comidas...
Lo malo fue cuando empezaron a traernos alfombras y cortinas. Tuvimos que dejarlo", dice López entre risas.






La capital catalana contaba ya con varios establecimientos cuya política roza la clandestinidad (al menos a primera vista) en una lista encabezada por el Speakeasy, que funciona con contraseña, pegado a la legendaria coctelería Dry Martini.
Este restaurante de aspecto oscuro y que frecuentan políticos y caras guapas es un tributo a aquellos locales que florecieron en plena ley seca en EE UU para saltarse a la torera la prohibición de vender alcohol.



Y para "quienes saben beber y estar", nació hace un año Mutis, un espacio cabaretero donde se juntan famosos de la cocina y ciudadanos anónimos.
Su impulsor es Kim Díaz, responsable de la solvente tapería Bar Mut. Solo entras en el Mutis si Kim te pasa el teléfono.
Como en el Dopo, donde solo es posible reservar si se dispone del número del jefe de sala.
Una vez allí (después de la llamada correspondiente), sin señales, ni carteles, con un timbre pegado a una puerta pintada de negro, el cliente disfruta de una decoración en tonos rojos y negros que recuerda al Chicago de la prohibición (obviamente, un lema recurrente, no solo aquí sino en Londres, cuyo Chinatown se ha convertido en un vivero de este tipo de locales).
La vuelta de tuerca del Dopo se complementa con la comida italiana que proporciona un célebre chef de la capital catalana.
 Una de las últimas aportaciones en Barcelona ha sido un restaurante de fusión cubana en Poble Nou llamado Jezebels, que ha merecido atenciones de la prensa estadounidense, muy acostumbrada a este tipo de garitos.



"Barcelona no es Nueva York o Londres, pero estamos empezando a entrar en este tipo de negocio, por eso es importante para nosotros intentar darle un toque distinto al producto: en la Tintorería Dontell (un guiño al Don't tell, No lo digas), servimos a la carta mientras que en Chi-Tón hay degustaciones", explica López en la propia tintorería, mientras ofrece una crema fría de melón con menta y una cata de las materias primas del local con la intención de probar que el invento no es solo fachada.
Chi-Tón (más juego de palabras) es otra de las piernas de esta comunidad clandestina: funciona como tienda de souvenirs pero cuenta con entrada secreta a un restaurante donde las cocinas están abiertas a los comensales, para que vean lo que se cuece allí e incluso para intervenir. "Pueden cocinarse su comida si lo desean.
A veces cuando vienen amigos que celebran un cumpleaños el homenajeado acaba haciéndoles la cena".




La gran cuestión es saber cómo se promociona un local que -teóricamente- viven de la exclusividad que genera saberse parte de una comunidad restringida: "Bueno, esa es la pregunta del millón.
 El marketing de una propuesta así se basa totalmente en el boca a boca, no existe otra manera de hacerlo. ¿Qué pasa cuando fallas en el primer paso? La respuesta es que no puedes fallar en el primer paso", dice Mónica López, de Urban Secrets.
 La empresa tras la tintorería cuenta con más de 10.000 socios que acceden mensualmente a los avisos de actividades y que van desde el taller de coctelería a los cursos de ligoteo (para ellos y ellas), las exposiciones, las degustaciones o los maridajes de todo tipo.






Estos locales no notan en demasía la crisis.
 La combinación de una experiencia presuntamente distinta y un entorno poco habitual impulsan la inercia de una forma de entender la gastronomía que en ciudades como París, Chicago o Londres ya mueven millones de euros.
En el Medio Oeste de EE UU han crecido sociedades gastronómicas que impulsan un ideario culinario basado en la exclusividad, con el añadido de ver a chefs prestigiosos fuera de sus entornos habituales.
También es cierto que la idea de clandestinidad ha quedado sepultada por la necesidad de sacar un rendimiento económico.
 Secreto o no, pero negocio al fin y al cabo.