Paulo Lins, Laura Restrepo, Guillermo Arriaga, Lucrecia Martel y cinco escritores, artistas y cineastas más participan hoy en el especial Babelia en Guadalajara, que lleva a tu ordenador la 24ª Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), en México. Su presencia en este blog es a través del Mapa sonoro de la literatura actual en castellano dedicado a la Novela, a la segunda entrega del Debate cultural latinoamericano, al Cibertaller literario y al Encuentro digital.
La segunda entrega del Debate cultural con Restrepo, Villoro, Arriaga, Casacuberta y Martel tiene como eje central el tema de La identidad y el sentido de pertenencia a la hora de escribir o de crear, siempre teniendo en cuenta la lucha constante contra los estereotipos latinoamericanos.
Dos frases que resumen el debate de hoy se puede apreciar en las palabras del escritor y artista uruguayo Pablo Casacuberta: "No hay nada más patético que tratar de tener una identidad. La identidad viene por añadidura". Por su parte, el escritor y cineasta mexicano Guillermo Arriaga afirma: "El escritor o el creador deben estar vinculados a su obra y comprometidos con su obra, porque si empezamos a pensar en términos de poder y no de la obra, entonces hay un obstáculo grande".
La Novela 1: Mapa sonoro de la literatural actual en castellano.
El género literario en español con más reconocimiento panhispánico y en otras lenguas en los últimos años es sin duda la novela.
No solo por parte de la crítica, sino también de los lectores tanto en narrativas más vinculadas con el best seller como aquella más literaria que muestras los caminos creativos de las nuevas voces.
En esta primera de dos partes dedicadas a la Novela intervienen el mexicano Yuri Herrera, el boliviano Rodrigo Hasbun , la uruguaya Inés Bortagaray y el argentino Leopoldo Brizuela.
Cuatro autores con poca producción literaria, como poco conocidos a nivel hispanohablante, como todos los autores de este Mapa sonoro; pero en cuyos libros ya se aprecia el talento y el potencial que les augura una posición importante en la literatura en español de los próximos años.
1 ago 2011
Marchitar para florecer en los dominios de El Gatopardo
"Al cabo de una hora se despertó descansado y descendió al jardín.
Poníase ya el sol y sus rayos, amortecido su poder, iluminaban con luz cortés las araucarias, los pinos, los robustos carrascos que eran la gloria del lugar.
Desde el fondo del sendero principal que descendía lento entre altos setos de laurel encornisando anónimos bustos de diosas desnarigadas, oíase la dulce lluvia de los surtidores que caía en la fuente de Anfitrite.
Hacía allí se dirigió juvenil y deseoso de volver a verlos. (...) De la fuente de las aguas tibias, de las piedras revestidas de musgos emanaba la promesa de un placer que nunca podría convertirse en dolor.
En un islote en el centro de la redonda taza, modelado por un cincel inexperto pero sensual, un Neptudo expedito y sonriente atrapaba a una Anfitrite anhelante: el ombligo de ella, humedecido por las salpicaduras, brillaba al sol, dentro de poco, de escondidos besos en la umbría acuática.
Don Fabrizio se detuvo, miró, recordó, lamentándose. Se quedó un largo rato.
-Tiazo, ven a ver los melocotones forasteros. Están muy bien. Y déjate de estas indecencias que no están hechas para hombres de tu edad.
La afectuosa malicia de la voz de Tancredi lo distrajo de su aturdimiento voluptuoso".
Fabrizio, el príncipe de Salina, y su sobrino Tancredi acaban de llegar a Donnafugata. Es agosto.
El cambio del mundo de la sociedad siciliana ha empezado en mayo con el desembarco de Garibaldi, y está a punto de ser reforzado por sus estrategias de adaptación y la revolución en sus corazones.
Sólo falta que haga su aparición un personaje para que Giuseppe Tomasi Di Lampedusa enrute el destino conocido de El Gatopardo, su magistral, póstuma y única novela.
Una obra ya clásica de 1958 donde aquel verano de 1860 está hecho para decidir toda clase de futuros, avistar el horizonte, expresar las añoranzas y, sobre todo, un verano que se ofrece para el vivir. Estación perfecta para lo que cuenta y sobre lo que reflexiona Lampedusa (Palermo, 1896-Roma, 1957): Adiós y bienvenida, marchitar y florecer, añoranza y futuro; una estación donde todo final no es mas que un nuevo comienzo.
Ya mucho antes del veraneo, como cada año, en las montañas de Donnafugata, el conde Tancredi ha presagiado y dejado ver a su tío, y a todos nosotros, el corazón de esta novela: "Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie".
La primera versión de una frase tan certera y famosa como manida desde entonces, y que su tío don Fabrizio analizará, comprenderá y explicará a otros en busca de ayudar a que "todo cambie para que todo siga igual".
La esencia de todo eso lo expresa el propio Lampedusa en frases que explican el por qué, aún más, de lo que habrá de acontecer en la vida, en la Italia de entonces: "La riqueza de los muchos siglos de existencia había cambiado en ornamento, en lujo, en placeres; solamente en esto. La abolición de los derechos feudales había decapitado las obligaciones junto con los privilegios; la riqueza, como un vino viejo, había dejado caer en el fono de las botas las heces de la codicia, de los cuidados, incluso las de la prudencia, para conservar solo el ardor y el color. Y de este modo acababa anulándose a sí misma".
Arandelas esenciales para conseguir lo que se quiere vivir. Para entonces ya sabemos lo que piensa el Príncipe sobre el dolor de lo perdido y de lo que se perderá, y claro: "El amor.
Evidentemente, el amor. Fuego y llamas durante un año, cenizas durante treinta. Él sabía lo que era el amor... Y Tancredi, ante quien las mujeres caerían como fruta madura...". Tras estas palabras, a punto está de que los personajes y elementos de esta historia estén cara a cara, creen alianzas impensables y se encaminen todos hacia donde deben ir...
"El instante duró cinco minutos. Luego la puerta se abrió y entró Angélica. La primera impresión fue de deslumbrante sorpresa.
Los Salina se quedron sin aliento. Tancredi hasta sintió latir sus sienes. Bajo el impacto que recibieron entonces ante el ímpetu de su belleza, los hombres fueron incapaces de advertir, analizándola, los no pocos defectos que esta belleza tenía. (...) Avanzaba despacio, haciendo mover la amplia falda blanca y poseía la calma e invencibilidad de la mujer que está segura de su belleza. Hasta muchos meses después no se supo que en el momento de su triunfal entrada había estado a punto de desvanecerse de ansiedad.
No le preocupó el príncipe que acudía a ella, dejo atrás a Tancredi que le sonreía como en sueño".
Todo está en marcha, sólo es cuestión de Tiempo, ese tiempo que tan extraordinariamente maneja Lampedusa, para que nobles y plebeyos se alíen y "suban las escaleras resbaladizas de la nueva sociedad".
Tras aquellas conversaciones, aquellas batallas por la revolución, aquella fiesta y aquel concierto de sensaciones y emociones secretas del agosto de 1860 en Sicilia, El Gatopardo nos adentra aún más en ese verano cuya descripción es premonitoria: "Antes de acostarse, don Fabrizio se detuvo un momento en el balconcito del tocador. El jardín dormía sumido en la sombra, abajo.
En el aire inerte los árboles parecían de plomo fundido. Desde el campanario llegaba el novelesco ulular de los búhos.
El cielo estaba limpio de nubes: aquellas que había saludado por la tarde se habían ido quién sabe a dónde, hacia tierras menos culpables, para las que la cólera divina había decretado una condena menor.
Las estrellas parecían turbias y a sus rayos les costaba penetrar la mortaja del bochorno".
El Gatopardo es una obra que ha tenido muchas interpretaciones y análisis, unas de las últimas ha sido la de Javier Marías que eligió la novela de Lampedusa como la novela representativa del siglo XX.
El artícuo se titula Odiar El Gatopardo, y lo publicó Babelia en marzo pasado. Para el autor español, "es sobre todo una novela sobre la muerte, la preparación para ella y su aceptación".
¿Qué más decir de esta obra? Pues que cualquier página al azar siempre es una grata sorpresa, y un momento de inevitable evocación de la primera vez de su lectura. ¿Qué opinas tú de la novela de Lampedusa?
* El Gatopardo, Giuseppe Tomasi Di Lampedusa, en traducción de Fernando Gutiérrez para Editorial Cátedra.
Imágenes: Fogotogramas de El Gatopardo, de Visconti, 1963, con Burt lancaster, Claudia Cardinale y Alain Delon.
Poníase ya el sol y sus rayos, amortecido su poder, iluminaban con luz cortés las araucarias, los pinos, los robustos carrascos que eran la gloria del lugar.
Desde el fondo del sendero principal que descendía lento entre altos setos de laurel encornisando anónimos bustos de diosas desnarigadas, oíase la dulce lluvia de los surtidores que caía en la fuente de Anfitrite.
Hacía allí se dirigió juvenil y deseoso de volver a verlos. (...) De la fuente de las aguas tibias, de las piedras revestidas de musgos emanaba la promesa de un placer que nunca podría convertirse en dolor.
En un islote en el centro de la redonda taza, modelado por un cincel inexperto pero sensual, un Neptudo expedito y sonriente atrapaba a una Anfitrite anhelante: el ombligo de ella, humedecido por las salpicaduras, brillaba al sol, dentro de poco, de escondidos besos en la umbría acuática.
Don Fabrizio se detuvo, miró, recordó, lamentándose. Se quedó un largo rato.
-Tiazo, ven a ver los melocotones forasteros. Están muy bien. Y déjate de estas indecencias que no están hechas para hombres de tu edad.
La afectuosa malicia de la voz de Tancredi lo distrajo de su aturdimiento voluptuoso".
Fabrizio, el príncipe de Salina, y su sobrino Tancredi acaban de llegar a Donnafugata. Es agosto.
El cambio del mundo de la sociedad siciliana ha empezado en mayo con el desembarco de Garibaldi, y está a punto de ser reforzado por sus estrategias de adaptación y la revolución en sus corazones.
Sólo falta que haga su aparición un personaje para que Giuseppe Tomasi Di Lampedusa enrute el destino conocido de El Gatopardo, su magistral, póstuma y única novela.
Una obra ya clásica de 1958 donde aquel verano de 1860 está hecho para decidir toda clase de futuros, avistar el horizonte, expresar las añoranzas y, sobre todo, un verano que se ofrece para el vivir. Estación perfecta para lo que cuenta y sobre lo que reflexiona Lampedusa (Palermo, 1896-Roma, 1957): Adiós y bienvenida, marchitar y florecer, añoranza y futuro; una estación donde todo final no es mas que un nuevo comienzo.
Ya mucho antes del veraneo, como cada año, en las montañas de Donnafugata, el conde Tancredi ha presagiado y dejado ver a su tío, y a todos nosotros, el corazón de esta novela: "Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie".
La primera versión de una frase tan certera y famosa como manida desde entonces, y que su tío don Fabrizio analizará, comprenderá y explicará a otros en busca de ayudar a que "todo cambie para que todo siga igual".
La esencia de todo eso lo expresa el propio Lampedusa en frases que explican el por qué, aún más, de lo que habrá de acontecer en la vida, en la Italia de entonces: "La riqueza de los muchos siglos de existencia había cambiado en ornamento, en lujo, en placeres; solamente en esto. La abolición de los derechos feudales había decapitado las obligaciones junto con los privilegios; la riqueza, como un vino viejo, había dejado caer en el fono de las botas las heces de la codicia, de los cuidados, incluso las de la prudencia, para conservar solo el ardor y el color. Y de este modo acababa anulándose a sí misma".
Arandelas esenciales para conseguir lo que se quiere vivir. Para entonces ya sabemos lo que piensa el Príncipe sobre el dolor de lo perdido y de lo que se perderá, y claro: "El amor.
Evidentemente, el amor. Fuego y llamas durante un año, cenizas durante treinta. Él sabía lo que era el amor... Y Tancredi, ante quien las mujeres caerían como fruta madura...". Tras estas palabras, a punto está de que los personajes y elementos de esta historia estén cara a cara, creen alianzas impensables y se encaminen todos hacia donde deben ir...
"El instante duró cinco minutos. Luego la puerta se abrió y entró Angélica. La primera impresión fue de deslumbrante sorpresa.
Los Salina se quedron sin aliento. Tancredi hasta sintió latir sus sienes. Bajo el impacto que recibieron entonces ante el ímpetu de su belleza, los hombres fueron incapaces de advertir, analizándola, los no pocos defectos que esta belleza tenía. (...) Avanzaba despacio, haciendo mover la amplia falda blanca y poseía la calma e invencibilidad de la mujer que está segura de su belleza. Hasta muchos meses después no se supo que en el momento de su triunfal entrada había estado a punto de desvanecerse de ansiedad.
No le preocupó el príncipe que acudía a ella, dejo atrás a Tancredi que le sonreía como en sueño".
Todo está en marcha, sólo es cuestión de Tiempo, ese tiempo que tan extraordinariamente maneja Lampedusa, para que nobles y plebeyos se alíen y "suban las escaleras resbaladizas de la nueva sociedad".
Tras aquellas conversaciones, aquellas batallas por la revolución, aquella fiesta y aquel concierto de sensaciones y emociones secretas del agosto de 1860 en Sicilia, El Gatopardo nos adentra aún más en ese verano cuya descripción es premonitoria: "Antes de acostarse, don Fabrizio se detuvo un momento en el balconcito del tocador. El jardín dormía sumido en la sombra, abajo.
En el aire inerte los árboles parecían de plomo fundido. Desde el campanario llegaba el novelesco ulular de los búhos.
El cielo estaba limpio de nubes: aquellas que había saludado por la tarde se habían ido quién sabe a dónde, hacia tierras menos culpables, para las que la cólera divina había decretado una condena menor.
Las estrellas parecían turbias y a sus rayos les costaba penetrar la mortaja del bochorno".
El Gatopardo es una obra que ha tenido muchas interpretaciones y análisis, unas de las últimas ha sido la de Javier Marías que eligió la novela de Lampedusa como la novela representativa del siglo XX.
El artícuo se titula Odiar El Gatopardo, y lo publicó Babelia en marzo pasado. Para el autor español, "es sobre todo una novela sobre la muerte, la preparación para ella y su aceptación".
¿Qué más decir de esta obra? Pues que cualquier página al azar siempre es una grata sorpresa, y un momento de inevitable evocación de la primera vez de su lectura. ¿Qué opinas tú de la novela de Lampedusa?
* El Gatopardo, Giuseppe Tomasi Di Lampedusa, en traducción de Fernando Gutiérrez para Editorial Cátedra.
Imágenes: Fogotogramas de El Gatopardo, de Visconti, 1963, con Burt lancaster, Claudia Cardinale y Alain Delon.
31 jul 2011
Interesante artículo de Dante Andreo para la Revista Coralea sobre "Música colonial" en Iberoamérica.
Interesante artículo de Dante Andreo para la Revista Coralea sobre "Música colonial" en Iberoamérica.
No sólo te da la visión histórica sino que, a través de los audios, te puedes sumergir en todo ese mundo mágico de música y religión, e intercambio de culturas del Viejo y el Nuevo Mundo.
http://coralea.com/la-musica-en-el-nuevo-mundo-durante-la-epoca-colonial-por-dante-andreo
No sólo te da la visión histórica sino que, a través de los audios, te puedes sumergir en todo ese mundo mágico de música y religión, e intercambio de culturas del Viejo y el Nuevo Mundo.
http://coralea.com/la-musica-en-el-nuevo-mundo-durante-la-epoca-colonial-por-dante-andreo
Caza y captura de Winehouse
¿Fue víctima la cantante inglesa del acoso y derribo y la cultura de los famosos? Sus canciones inéditas pueden ayudarnos a entender su calvario .
Este verano visitaba España una vocalista poderosa y recomendable, Nina Zilli. Nos la presentaban como "la Amy Winehouse italiana", una etiqueta grosera que -suponemos- ya habrá sido desechada.
Ahora interesaría determinar cuál ha sido exactamente la aportación musical de Amy: cómo definir su modelo artístico, más allá de su catastrófico final.
Era un secreto a voces que sus teléfonos estaban pinchados
Hay un extraño prejuicio por vender discos de alguien que acaba de morir
Había en Amy algo más que una cantante de soul, aunque sí tenía una convincente voz pastosa.
No ejercía de purista: usaba producciones modernas, incluyendo sampleados. Tampoco recreaba clásicas del soul: cambiaba de ritmo con temas jamaicanos -Monkey man, You're wondering now- y estándares del jazz tipo Moody's mood for love, There is no greater love o Body and soul.
Pero la gran baza estaba en su selección de gemas pop de los sesenta -Cupid, To know him is to love him, It's my party, Will you still love me tomorrow- por el radical contraste entre su candidez con el repertorio propio de Winehouse. Ella convirtió su vida -y la de sus seres cercanos- en materia de inspiración. Amy se reconcome con las infidelidades masculinas: de su padre, en What is it about men, o de su novio, en Back to black; tampoco participa de la solidaridad femenina (Fuck me pumps).
La obsesión subyacente en la obra de Amy es la discrepancia entre el amor de las canciones y la realidad. Ella, una cosita esquelética, sexualizó su imagen, para aproximarse a las voluptuosas Ronettes y demás girl groups neoyorquinos. Sin embargo, más que estilistas habilidosos, necesitaba asistencia para sus episodios de depresión. Reacia a los antidepresivos, se automedicaba con cantidades titánicas de alcohol y drogas. Su chispa londinense se apagó bajo los efectos de semejante ingesta.
Inevitablemente, Winehouse se convirtió en protagonista multimedia de su particular reality show. ¿Era consciente de estar atrapada en esa dinámica de "la vida como espectáculo"?
Un secreto a voces en el mundillo periodístico británico: sus teléfonos -y los de sus padres, hermano, amigas y novios- estaban pinchados.
Los sabuesos hasta tenían acceso a sus informes médicos.
Lo confirma Charles Lavery, periodista de investigación del Sunday Mail escocés.
Eso explica que quedara registrada cada borrachera, cada entrada y salida de una institución. Igual Amy creía que ese acoso era inevitable para cualquier famoso. Lo contrario supone imaginarla desesperadamente paranoica, convencida de que una o más personas de su círculo la vendían a tabloides, a los proveedores de carnaza televisiva. Algo que, advierte Lavery, también pudo ocurrir, ya que los buitres necesitaban disimular su espionaje tecnológico.
Tras su muerte, Amy queda reducida a una historia ejemplar.
Los moralistas pueden despedazarla y pisar sus restos para subir al púlpito habitual. Hay predisposición a consagrarla como una mártir feminista, a pesar de que, incluso en el acto íntimo de componer, siempre colaboró con hombres. Y el truco fácil de retratarla como una víctima de la industria musical.
Por ejemplo, a eso se apunta Piers Morgan. El astro de la televisión, que actualmente ocupa el sillón de Larry King en la CNN, arremete contra aquellos que se contentaron con sacar dinero de Amy, pero que no se esforzaron en ayudarla.
Pero Piers Morgan, en una reencarnación anterior como director del Daily Mirror, se aprovechaba de pinchazos y alardeaba -¡por escrito!- de escuchar un implorante mensaje dejado por Paul McCartney en el móvil de su entonces esposa, Heather Mills.
Y la odiada industria. Circula la idea de que hay algo intrínsecamente perverso en el hecho de vender discos de alguien que acaba de dejarnos: un extraño prejuicio, posiblemente de origen judeo-cristiano, que ignora el humano deseo de honrar a la persona fallecida.
Por cada persona que conocía los dos discos de Winehouse, había 100 que solo tenían una idea nebulosa de su cancionero o que pensaban que lo suyo era un montaje, uno más del circo de famosos desesperados. Frente a las sospechas, la muerte es un argumento tajante.
Así que nada de rasgarse las vestiduras.
Muy al contrario: urge desear que Metrópolis (management) e Island (discográfica) trabajen bien y conviertan sus maquetas en un tercero, un cuarto disco. Siempre se ha hecho y hay buenos motivos, aparte de los puramente económicos: son piezas que nos faltan para intentar montar el rompecabezas, el puzle del artista
Este verano visitaba España una vocalista poderosa y recomendable, Nina Zilli. Nos la presentaban como "la Amy Winehouse italiana", una etiqueta grosera que -suponemos- ya habrá sido desechada.
Ahora interesaría determinar cuál ha sido exactamente la aportación musical de Amy: cómo definir su modelo artístico, más allá de su catastrófico final.
Era un secreto a voces que sus teléfonos estaban pinchados
Hay un extraño prejuicio por vender discos de alguien que acaba de morir
Había en Amy algo más que una cantante de soul, aunque sí tenía una convincente voz pastosa.
No ejercía de purista: usaba producciones modernas, incluyendo sampleados. Tampoco recreaba clásicas del soul: cambiaba de ritmo con temas jamaicanos -Monkey man, You're wondering now- y estándares del jazz tipo Moody's mood for love, There is no greater love o Body and soul.
Pero la gran baza estaba en su selección de gemas pop de los sesenta -Cupid, To know him is to love him, It's my party, Will you still love me tomorrow- por el radical contraste entre su candidez con el repertorio propio de Winehouse. Ella convirtió su vida -y la de sus seres cercanos- en materia de inspiración. Amy se reconcome con las infidelidades masculinas: de su padre, en What is it about men, o de su novio, en Back to black; tampoco participa de la solidaridad femenina (Fuck me pumps).
La obsesión subyacente en la obra de Amy es la discrepancia entre el amor de las canciones y la realidad. Ella, una cosita esquelética, sexualizó su imagen, para aproximarse a las voluptuosas Ronettes y demás girl groups neoyorquinos. Sin embargo, más que estilistas habilidosos, necesitaba asistencia para sus episodios de depresión. Reacia a los antidepresivos, se automedicaba con cantidades titánicas de alcohol y drogas. Su chispa londinense se apagó bajo los efectos de semejante ingesta.
Inevitablemente, Winehouse se convirtió en protagonista multimedia de su particular reality show. ¿Era consciente de estar atrapada en esa dinámica de "la vida como espectáculo"?
Un secreto a voces en el mundillo periodístico británico: sus teléfonos -y los de sus padres, hermano, amigas y novios- estaban pinchados.
Los sabuesos hasta tenían acceso a sus informes médicos.
Lo confirma Charles Lavery, periodista de investigación del Sunday Mail escocés.
Eso explica que quedara registrada cada borrachera, cada entrada y salida de una institución. Igual Amy creía que ese acoso era inevitable para cualquier famoso. Lo contrario supone imaginarla desesperadamente paranoica, convencida de que una o más personas de su círculo la vendían a tabloides, a los proveedores de carnaza televisiva. Algo que, advierte Lavery, también pudo ocurrir, ya que los buitres necesitaban disimular su espionaje tecnológico.
Tras su muerte, Amy queda reducida a una historia ejemplar.
Los moralistas pueden despedazarla y pisar sus restos para subir al púlpito habitual. Hay predisposición a consagrarla como una mártir feminista, a pesar de que, incluso en el acto íntimo de componer, siempre colaboró con hombres. Y el truco fácil de retratarla como una víctima de la industria musical.
Por ejemplo, a eso se apunta Piers Morgan. El astro de la televisión, que actualmente ocupa el sillón de Larry King en la CNN, arremete contra aquellos que se contentaron con sacar dinero de Amy, pero que no se esforzaron en ayudarla.
Pero Piers Morgan, en una reencarnación anterior como director del Daily Mirror, se aprovechaba de pinchazos y alardeaba -¡por escrito!- de escuchar un implorante mensaje dejado por Paul McCartney en el móvil de su entonces esposa, Heather Mills.
Y la odiada industria. Circula la idea de que hay algo intrínsecamente perverso en el hecho de vender discos de alguien que acaba de dejarnos: un extraño prejuicio, posiblemente de origen judeo-cristiano, que ignora el humano deseo de honrar a la persona fallecida.
Por cada persona que conocía los dos discos de Winehouse, había 100 que solo tenían una idea nebulosa de su cancionero o que pensaban que lo suyo era un montaje, uno más del circo de famosos desesperados. Frente a las sospechas, la muerte es un argumento tajante.
Así que nada de rasgarse las vestiduras.
Muy al contrario: urge desear que Metrópolis (management) e Island (discográfica) trabajen bien y conviertan sus maquetas en un tercero, un cuarto disco. Siempre se ha hecho y hay buenos motivos, aparte de los puramente económicos: son piezas que nos faltan para intentar montar el rompecabezas, el puzle del artista
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