Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

11 jul 2011

Se casaron y (a veces) fueron felices


'Weddings and Movie Stars' es el mayor álbum de fotos de bodas famosas .
.Las bodas ya no son lo que eran.
Ahora tenemos cuentos de hadas, príncipes tímidos o de sonrisa perenne y numeritos como el protagonizado por Alberto de Mónaco. Sin embargo, en el Hollywood dorado, dentro y fuera de la pantalla las cosas eran diferentes.
Eso es lo que pretende demostrar Weddings and Movie Stars, un libro que está arrasando en Estados Unidos y que recopila las mejores bodas (reales y de ficción) de las últimas seis décadas.
En la introducción del volumen, un tomo de casi 300 páginas editado por Reel Art Press (www.reelartpress.com), la escritora June Marsh se acuerda del que fue durante muchos años el lema de la Metro Goldwyn Mayer: "Hazlo grande, hazlo correctamente, hazlo con clase". Un lema que marcó muchas de aquellas bodas cuyos protagonistas eran estrellas en el más amplio sentido del termino.








Weddings and Movie Stars explora especialmente la relación entre moda y cine, especialmente cuando menciona nombres como los de Edith Head, Banton, Irene Sharaff, Adrian o Jean Louis, cuyos diseños vistieron a algunas de las actrices más glamurosas de todos los tiempos y que, sin embargo, han permanecido siempre en segunda fila.
El propio Oleg Cassini, que pasó de dejar su indeleble huella en Hollywood a convertirse en el diseñador de cabecera de la que ha sido la primera dama de EE UU más famosa de todos los tiempos: Jacqueline Kennedy.





En el libro, con más de 600 fotografías de todos los formatos, en color y blanco y negro, se arremolinan los clásicos de toda la vida, como la boda de la maravillosa Grace Kelly con Raniero III de Mónaco, un capítulo que incluye la historia de la modista Helen Rose, amiga de la novia.
Sus servicios fueron el regalo de la Metro, que le pagó para que diseñara diversas prendas que la actriz lució tanto en la ceremonia civil como en la religiosa.
Y no podía faltar el romance, convertido después en matrimonio, que protagonizaron una chica de 19 años llamada Lauren Bacall y un señor de 44 llamado Humphrey Bogart. Se conocieron en 1944 en la película Pasaje a Marsella, se enamoraron en Tener o no tener, ese mismo año, y el 21 de mayo de 1945 se casaban en una ceremonia exprés que duró tres minutos.





Tampoco faltan parejas como Katherine Hepburn y Spencer Tracy (probablemente uno de los romances más longevos y delicados de toda la historia del séptimo arte) o el irrompible binomio que formaron el legendario Paul Newman y su compañera Joanne Woodward.



Otro momento cumbre es el fallido encuentro entre cultura y belleza que representó el enlace del dramaturgo Arthur Miller con la actriz Marilyn Monroe. La prensa estadounidense lo calificó en su momento como "el matrimonio del genio y la diosa", y les siguió de forma obsesiva durante los cinco años que duró su relación.



Pero el libro también tiene ojos para otras bodas, quizás no tan felices o memorables como las de verdad pero igualmente relevantes. Así, consigue un curioso efecto al contraponer las relaciones cinematográficas a las de la vida real. El ejemplo más curioso son las instantáneas de Al Pacino esposando a la actriz Simonetta Stefanelli en El Padrino. Curioso porque Pacino, el actor, se ha casado más de una vez en la gran pantalla pero no en la vida real.



También hay uniones que marcaron tendencia, como el matrimonio entre el cantante de los Stones Mick Jagger y la modelo nicaragüense Bianca Pérez, ambos vestidos por Yves Saint Laurent en dos tonalidades de blanco, o la cacareada boda sorpresa entre Matthew Broderick y su chica de toda la vida, la cándida Sarah Jessica-Parker, fotografiados en blanco y negro.
Naturalmente, el hombre que más veces aparece citado en el libro es Frank Sinatra. El mujeriego por excelencia luce palmito junto a Ava Gardner y una Mia Farrow visiblemente emocionada.

La última bofetada de Chaplin al Führer

La filmoteca de Bolonia descubre un fotograma inédito de 'El gran dictador', su primer filme íntegramente sonoro .
Taberna Beer Garden, plano general. La cámara capta a Hynkel de espaldas, sentado encima de un barril. Las manos en el aire, está pontificando frente al gordo y tontorrón Herring, que será su ministro de Guerra, y a Garbitsch, afilado futuro titular de Propaganda.
 De repente, Hinkel se levanta. La cámara Dolly se acerca a sus nalgas, donde la madera ha dejado impresa la marca de la cerveza, dos pequeñas cruces. Él se mira y exclama entusiasta: "¡Qué bonita imagen para representar mi Imperio!".


"Ahora sabemos el origen de la parodia de la esvástica", dice un experto



Mientras rodaba la película, un colaborador le robó mucho material


Se trata de un extracto del guion que Charlie Chaplin escribió para El gran dictador. La escena representaba el nacimiento de aquel símbolo que parodia la esvástica nazi y atrapa en la ficción cinematográfica a los fanáticos de un régimen que pretendía dominar el mundo.
La escena no aparece en la versión definitiva de 1940.
Hasta hace una semana nadie sabía que el artista llegó a interpretarla en 1938. EL PAÍS publica en exclusiva la única foto del rodaje de esa escena, la última irreverente bofetada que Chaplin destina al Führer: su vacua retórica triunfante brota por casualidad una noche de borrachera.




Es la primera película en la que el genio inglés utiliza integralmente el sonido, en la que escribe un guion con diálogos, movimientos de escena, focos y cámaras.
 Le costó tres años de trabajo intenso (de 1937 a 1940), 45 versiones distintas y una montaña de recortes, apuntes y castings. "Preparar un guión es como cultivar un árbol: lo riegas, lo abonas.
Crece, crece y al final debes sacudirlo para que se caigan las hojas que sobran", confesaba Chaplin a Jean Cocteau.
Estaba acostumbrado a desarrollar sketches, a usar su instinto para dirigir o a acaparar la escena, no a trabajar de la forma organizada que le imponía el sonido. Por eso, la parodia del Tercer Reich constituye el apartado más voluminoso de su archivo.



Chaplin fue un escrupuloso conservador de su obra. Todo lo que produjo hasta su muerte en 1977 pertenece a su familia, a la Asociación Chaplin de París, dirigida por su hija Josephine y su asistente Kate Guyonvarch. El material de 60 años de vida y cine -más de 130.000 archivos entre guiones, notas de rodaje, cartas, contratos, fotogramas y fotos- se conserva en Bolonia.
Los estudiosos de la filmoteca municipal lo catalogan, restauran y digitalizan. "Lo ponemos a salvo", dice Cecilia Cenciarelli, que coordina el proyecto



[se puede consultar en línea: www.charliechaplinarchive.org]. "De El gran dictador tenemos más de 5.000 folios". La semana pasada, Cenciarelli estaba preparando un congreso sobre la película y, buceando, encontró un negativo denominado Double cross. Lo reveló y entre sus manos apareció la escena de la taberna Beer Garden, con el bautizo de aquella ideología fatal y megalómana en un barril de cerveza en lugar de una pila bautismal.



"Ahora sabemos cómo a Chaplin se le ocurrió la parodia de la esvástica o, mejor dicho, cómo quería que se le ocurriera a Hitler-Hynkel: de forma frívola, casual.
En inglés, double cross significa hacer un doble juego, engañar.
De la misma manera que Herring significa arenque y Garbitsch suena como garbage (basura)". Kevin Brownlow, el mayor experto de Chaplin del mundo, comentó emocionado el hallazgo: "Ni yo sabía que la escena había sido rodada. Significa que era crucial para él".






El historiador del cine -que dedicó un precioso documental a las afinidades entre Hitler y Charlot, que además de compartir bigotes y la fuerza escenográfica, también nacieron con solo cuatro días de distancia en abril de 1889- estaba en Bolonia para dar una charla sobre otra importante novedad en el universo Chaplin.
Aunque este siempre se mostró riguroso a la hora de conservar y tutelar su obra, mientras rodaba El gran dictador un colaborador le robó bastante material.
"En el set trabajaba un periodista", cuenta Cenciarelli, corresponsal de la revista francesa Cinemonde, "que era un verdadero fetichista chapliniano, Robert Florey. De vez en cuando le sustraía unos recortes de cinta, negativos o fragmentos de guion que el director descartaba.
Preparó un álbum que regaló a su redactor jefe y que los herederos interceptaron y lograron adquirir hace poco en una subasta de Christie's".
 De allí salió otro fragmento inédito de la estrella cómica: una página llena de indicaciones del director para la actriz Paulette Goddard.



"Es la primera prueba escrita de cómo Chaplin dirigía a sus actores.
 Solíamos pensar que él mismo interpretaba la escena y luego pretendía de ellos nada más que una emulación suya. Ahora descubrimos que no siempre fue así", concluye Cenciarelli.

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