Pierre Thoretton narra en el documental 'L'amour fou' la tortuosa historia de Yves Saint Laurent y Pierre Bergé .
.Ni siquiera la apabullante colección de arte que Pierre Bergé e Yves Saint Laurent reunieron a lo largo de 50 años puede competir en interés con su tortuosa historia de amor.
Al menos, no para Pierre Thoretton.
Pocos meses después de que el maestro de la alta costura falleciera (el 1 de junio de 2008), Thoretton inició un documental sobre la colección que su compañero vital y profesional, Pierre Bergé, se disponía a vender.
Entrevistó a marchantes, filmó sus atestados apartamentos y siguió a Bergé en los preparativos de una subasta que, en febrero de 2009, recaudaría más de 374 millones de euros.
"Su historia era veneno para ambos. No fue ningún cuento de hadas"
Escuchando los relatos de los que les habían vendido las pinturas, comprendió que la historia no estaba en las piezas, sino en la relación que mantenían los compradores. Thoretton le propuso a Bergé cambiar el tema de la película. Una semana después, aceptó. Así nació L'amour fou, un documental que se estrenó en el pasado festival de Toronto y que este fin de semana se ha proyectado en Barcelona. Ha sido en el marco de la 16ª edición de Fire!!, la muestra de cine gay y lésbico.
"Pierre Bergé e Yves Saint Laurent vivieron una relación apasionada y extremadamente tumultuosa.
Su historia era veneno para ambos. No fue ningún cuento de hadas", explica el director francés.
Su película apenas se detiene en la moda: es el retrato -no necesariamente agradable- de un amor volcánico e inclasificable.
Tomó formas muy distintas y conoció momentos gloriosos y terribles.
"Bergé me dio absoluta libertad. Puso a mi disposición todos los archivos y no me impidió nada. No vio la película hasta que se proyectó en Toronto.
Lloró. A la salida me dio las gracias y me dijo que había aprendido cosas de sí mismo que no imaginaba".
Se han cumplido tres años de la muerte de Yves Saint Laurent, pero su figura sigue de actualidad.
Tal vez, porque Bergé no está dispuesto a enterrar sus recuerdos.
Además del ejercicio de terapia pública que representa la película, Bergé ha publicado Cartas a Yves. Un libro que recoge su relación epistolar con un fantasma: las misivas que, tras su muerte, le escribió a su compañero.
"Creo que el libro y la película son complementarios", analiza Thoretton. "Parten de la necesidad de Bergé de contar su historia".
Su película parece confirmar que los documentales sobre diseñadores de moda están de moda. Karl Lagerfeld ha protagonizado dos (Lagerfeld confidential y Un roi seul), pero Valentino ha generado el más exitoso.
En parte, porque Valentino, el último emperador también se centraba en la relación entre el creador y su pareja y socio, Giancarlo Giammetti.
Thoretton se distancia del filme de Matt Tyrnauer: "Son películas distintas y no solo porque Valentino está vivo.
Él retrata su extravagante vida.
Yo cuento la historia de amor de alguien que ya no está". La sucesión de los épicos títulos dedicados a diseñadores septuagenarios narra otra historia: la de una forma de entender la moda que desaparece.
4 jul 2011
Rembrandt y Degas, cara a cara
El Rijksmuseum de Ámsterdam confronta los autorretratos de ambos pintores
El Rijksmuseum de Ámsterdam ha viajado al futuro para demostrar la influencia de Rembrandt sobre Edgar Degas.
En un alarde estilístico, la sala nacional holandesa ha confrontado los rostros del maestro del Siglo de Oro, y del impresionista galo, para una muestra de título telegráfico: Rembrandt y Degas, dos artistas jóvenes, y también de carácter intimista.
Una veintena escasa de autorretratos firmados por ambos, que pulveriza la distancia temporal hasta encontrar la mirada del maestro antiguo en los ojos del pintor moderno.
Rembrandt (1606-1669) dio literalmente la cara a lo largo de su biografía pictórica. Las ilusiones del inicio de su carrera, el triunfo de crítica y público y la bancarrota final, marcan sus famosos autorretratos.
Son unos cuadros de diversos tamaños y técnicas (hay óleos y grabados) que, según los expertos, miran al espectador. Vital y gastador, el artista holandés llevó una vida desordenada comparada con Degas.
El impresionista francés (1834-1917) era un hombre conservador, solitario y moderado, que ha pasado a la posteridad por sus cuadros de bailarinas. Pero esa visión no le hace del todo justicia.
Aunque Hilaire-Germain-Edgar de Gas se estrenó, como Rembrandt, con obras de motivos históricos, se tenía por un realista.
Desdeñó el conservadurismo de los críticos de arte de su época, evitando lo que consideraba excesos impresionistas.
Nunca le atrajeron las salidas al exterior de sus compañeros para pintar puestas de sol.
Sin embargo, sus propios experimentos posteriores con el color y las escenas de París, les hermanan.
La exposición del Rijksmuseum se remonta al Degas primerizo y algo ingenuo. Al artista, hijo de un banquero nacido en Italia, fascinado por otras luces en apariencia más sombrías: el famoso claroscuro de Rembrandt. También por las visiones de El Greco, que coleccionó. Durante una estancia en Roma que se prolongó tres años, Degas profundizó en la complejidad psicológica que exige la obra del holandés. Sin olvidar sus grabados. "Si el maestro del Siglo de Oro hubiera conocido la litografía, Dios sabe lo que hubiera hecho", es la frase atribuida al galo. Rembrandt elevó la técnica del grabador a la categoría de arte, y realizó algunos autorretratos sorprendentes por su expresividad a tamaño reducido. Doscientos años después, Degas aprovecharía la fotografía como soporte artístico. Es más, los últimos autorretratos de su vida fueron majestuosas instantáneas.
"Vimos un autorretrato de Degas, con esa mirada que te sigue y una postura rembrandtiana, y sentimos una pulsión similar.
Luego el proyecto acabó cristalizando y pudimos reunir los autorretratos de juventud de ambos", asegura Jenny Reynaerts, conservadora del Rijksmuseum.
La sala ha traído los cuadros de Degas del Metropolitan Museum de Nueva York, la National Gallery of Art de Washington y el Museo Getty de los Ángeles. Abierta en Holanda hasta el próximo 24 de octubre, la muestra viajará luego a Estados Unidos. Primero será instalada en noviembre en el Art Clark Institute, una colección privada de maestros antiguos e impresionistas de Massachusetts.
En febrero, pasará por el Metropolitan de Nueva York.
El Rijksmuseum de Ámsterdam ha viajado al futuro para demostrar la influencia de Rembrandt sobre Edgar Degas.
En un alarde estilístico, la sala nacional holandesa ha confrontado los rostros del maestro del Siglo de Oro, y del impresionista galo, para una muestra de título telegráfico: Rembrandt y Degas, dos artistas jóvenes, y también de carácter intimista.
Una veintena escasa de autorretratos firmados por ambos, que pulveriza la distancia temporal hasta encontrar la mirada del maestro antiguo en los ojos del pintor moderno.
Rembrandt (1606-1669) dio literalmente la cara a lo largo de su biografía pictórica. Las ilusiones del inicio de su carrera, el triunfo de crítica y público y la bancarrota final, marcan sus famosos autorretratos.
Son unos cuadros de diversos tamaños y técnicas (hay óleos y grabados) que, según los expertos, miran al espectador. Vital y gastador, el artista holandés llevó una vida desordenada comparada con Degas.
El impresionista francés (1834-1917) era un hombre conservador, solitario y moderado, que ha pasado a la posteridad por sus cuadros de bailarinas. Pero esa visión no le hace del todo justicia.
Aunque Hilaire-Germain-Edgar de Gas se estrenó, como Rembrandt, con obras de motivos históricos, se tenía por un realista.
Desdeñó el conservadurismo de los críticos de arte de su época, evitando lo que consideraba excesos impresionistas.
Nunca le atrajeron las salidas al exterior de sus compañeros para pintar puestas de sol.
Sin embargo, sus propios experimentos posteriores con el color y las escenas de París, les hermanan.
La exposición del Rijksmuseum se remonta al Degas primerizo y algo ingenuo. Al artista, hijo de un banquero nacido en Italia, fascinado por otras luces en apariencia más sombrías: el famoso claroscuro de Rembrandt. También por las visiones de El Greco, que coleccionó. Durante una estancia en Roma que se prolongó tres años, Degas profundizó en la complejidad psicológica que exige la obra del holandés. Sin olvidar sus grabados. "Si el maestro del Siglo de Oro hubiera conocido la litografía, Dios sabe lo que hubiera hecho", es la frase atribuida al galo. Rembrandt elevó la técnica del grabador a la categoría de arte, y realizó algunos autorretratos sorprendentes por su expresividad a tamaño reducido. Doscientos años después, Degas aprovecharía la fotografía como soporte artístico. Es más, los últimos autorretratos de su vida fueron majestuosas instantáneas.
"Vimos un autorretrato de Degas, con esa mirada que te sigue y una postura rembrandtiana, y sentimos una pulsión similar.
Luego el proyecto acabó cristalizando y pudimos reunir los autorretratos de juventud de ambos", asegura Jenny Reynaerts, conservadora del Rijksmuseum.
La sala ha traído los cuadros de Degas del Metropolitan Museum de Nueva York, la National Gallery of Art de Washington y el Museo Getty de los Ángeles. Abierta en Holanda hasta el próximo 24 de octubre, la muestra viajará luego a Estados Unidos. Primero será instalada en noviembre en el Art Clark Institute, una colección privada de maestros antiguos e impresionistas de Massachusetts.
En febrero, pasará por el Metropolitan de Nueva York.
3 jul 2011
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