2 jul 2011
variaciones
Nunca probó mi boca tu vino rojo,
pero quisieron fortuna o diosa,
Mariposa, yacer a tu costado
para fundirse infierno en paraíso.
Nunca apagaron su incendio,
ni tanta sed,
por no tomar sin permiso
tu delicada copa
y mojar en ella la lengua
en tan dulce nectar,
uniendo labios sumisos.
Me atormenta saber
que he perdido poder poner
mi labios
sobre los pétalos de tu boca en flor,
y libar de ellos lo que me ofrecían
a quemapiel y quemarropa.
Y, para mi desgracia,
me atormenta pensar
que algún intruso,
hermoso y diferente,
puede estar bebiendo
de tu lujosa copa.
Un beso
con las primeras luces
llega la solitaria débil música,
que fluye, tal vez,
con la rubia mañana.
Mas ahora en la música hay tristeza,
y en las cálidas palabras
recuerdos de frases de antaño,
vahas y de hecizo hondo.
Resurge pálido el oro mustio
de otro día caído y se enreda
en mi memoria como un rosal
que me clava sus espinas y aroma.
Nace el día y estoy solo,
la música sigue sonando triste
y mi alma, que la acoge, es lento cauce
donde la vida sus exilios vierte.
Siento tus canciones recuperadas
conforme se ilumina tu paisaje añejo,
ya apagadas las ascuas mortecinas
de la pasión no encontrada
en las entrañas de tu monte,
y mis labios son esponjas de tristezas
que no bebieron de la miel de tus pechos.
La canción acaba. No surgen tus besos.
Sólo huérfanas palabras.
Pasos precipitados que se alejan
por los largos corredores
que parten de este cuarto fantasmagórico.
La luz llegó con su brusquedad solícita.
Y, yo, esclavo de tus nostalgias
no tengo más remedio
que asumir que estoy solo.
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