Nunca probó mi boca tu vino rojo,
pero quisieron fortuna o diosa,
Mariposa, yacer a tu costado
para fundirse infierno en paraíso.
Nunca apagaron su incendio,
ni tanta sed,
por no tomar sin permiso
tu delicada copa
y mojar en ella la lengua
en tan dulce nectar,
uniendo labios sumisos.
Me atormenta saber
que he perdido poder poner
mi labios
sobre los pétalos de tu boca en flor,
y libar de ellos lo que me ofrecían
a quemapiel y quemarropa.
Y, para mi desgracia,
me atormenta pensar
que algún intruso,
hermoso y diferente,
puede estar bebiendo
de tu lujosa copa.