Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

24 jun 2011

Una nueva barca solar de Keops emerge del fondo de la historia

Egipto desentierra la segunda embarcación del faraón que ha permanecido desmontada 4.500 años en su fosa original junto a la Gran Pirámide .
Aún quedan misterios por desenterrar en Egipto.
 Ayer un rayo de luz tocó por primera vez uno que había permanecido bajo las arenas del desierto los últimos 4.500 años.
 Como dentro de un asfixiante onsen, baño termal japonés, se desarrolló ayer el alzamiento de la primera piedra de la fosa que ha guardado la segunda barca solar enterrada junto a la Gran Pirámide del faraón Keops.
Húmedo, vaporoso, caliente. Repleto de cuerpos y cámaras que intentaban atisbar por las rendijas de la lona el movimiento de los trabajadores, mientras el sudor empapaba frentes y ropas.





Tras ser restaurada, la pieza se expondrá en un nuevo museo

El cubículo que ocultaba la embarcación se convirtió en el centro del país del Nilo por unas horas.
Un lugar que volvía a reclamar la atención del mundo y de aquellos que han dejado de visitarle tras la revolución.
Todo esto, en un clima y temperatura controlados.
Científicos, ingenieros y operarios accedían cubiertos de pies a cabeza con trajes y máscaras especiales.
 Mientras el aluvión de periodistas, ávidos por inmortalizar el momento, se apiñaban frente al televisor y lanzaban miradas furtivas al sagrario de lona blanca.
 En su interior, el sonido de la radial y el olor de la piedra cortada, ahuecada, lo impregnaban todo.



Vigilados de cerca por el doctor Zahi Hawass, el ministro de Estado para las Antigüedades, los trabajadores alzaban un bloque de más de tonelada y media, centímetro a centímetro.






La expectación era mucha bajo la carpa donde el equipo del director de la restauración de la barca solar, Sakuji Yoshimura, profesor de la Universidad Wa-seda en Japón, ha trabajado los dos últimos años codo con codo con un equipo de egipcios.
 La embarcación fue descubierta en 1954 en un foso contiguo al de la primera barca solar, que se exhibe en el museo situado en la cara sur de la Gran Pirámide.
Se decidió preservarla intacta bajo las 41 losas de caliza que la cubrían, para evitar daños.





Solo 30 años después, en 1987, se iniciaron estudios con ondas electromagnéticas y se tomaron muestras para ver su estado.
Hawass explicó que la filtración de agua y los insectos que entraron tras una prospección de la National Geographic Society en aquella época con una pequeña cámara, introducida a través de un agujero perforado, contribuyeron al deterioro de las piezas.
 Por ese motivo "esperaba encontrar la madera en muy mal estado".
Algo que al parecer no ha sucedido: "Al levantar la losa hemos podido ver que la situación no es tan grave y confiamos en poder restaurar la barca".




Del constructor de la Gran Pirámide, el segundo faraón de la IV dinastía, que reinó entre el 2609 y el 2584 antes de Cristo, apenas se conserva una imagen.
Una pequeña estatuilla de escasos 10 centímetros que se conserva en el Museo de El Cairo.
 Ahora, además de un segundo barco, los arqueólogos han sacado a la luz un cartucho con su nombre, Keops, y un jeroglífico sin cartucho con el nombre de su hijo Kefrén.






La embarcación, de madera de cedro de Líbano y acacia egipcia, según explicó el ministro, será restaurada por el equipo de Yoshimura en un trabajo cuya conclusión esta prevista para dentro de cuatro años (montar la anterior llevó más de 20).
 Posteriormente, se expondrá en el nuevo museo en construcción en la meseta y que se inaugurará en 2015. Lo que verán los visitantes es una de las embarcaciones más antiguas del mundo.
Una belleza estilizada de tonos marrones y remos como agujas que, si bien fue considerada un barco funerario para trasladar los restos del faraón a la capital, según el egiptólogo Zahi Hawass, "no lo es".
En su opinión, "es un barco para el dios, no para el rey". Un barco solar para que Ra pueda recorrer el cielo cada mañana hasta la eternidad.

ENTREVISTA: SAM SHEPARD - Actor y dramaturgo

"La soledad es la experiencia central de la vida moderna"


Acudir a entrevistar a Sam Shepard (Fort Sheridan, 1943) impone un merecido respeto. Más allá de la leyenda que asegura que odia las entrevistas, el artista de rostro curtido por el sol y por una apasionada y conflictiva existencia es el dramaturgo vivo más importante de Estados Unidos.
Premio Pulitzer de teatro a la temprana edad de 36 años por Buried child, Shepard acumula 40 obras de teatro en su bibliografía, junto con varios libros de relatos, memorias y ensayos.






"Este verano grabaré algunas canciones con Patti Smith"



"Nunca he querido ser una estrella porque tu privacidad muere"

Además ha brillado como director de teatro y cine, como guionista (de su talento nació París, Texas) y ha probado su valía como actor en filmes como Elegidos para la gloria, por el que fue candidato al Oscar, o Días del cielo, su primer papel en el cine, que le puso a su pesar en el mapa del estrellato de Hollywood.
Hace dos años aceptó encarnar al resucitado forajido Butch Cassidy en el western Blackthorn, de Mateo Gil y con guion de Miguel Barros, que se estrena en España el próximo viernes 1 de julio.



Criado en las amplias llanuras del Oeste americano, donde se forjó el mito del cowboy solitario que transpira en toda su obra, Shepard, a sus 67 años, aún transmite ese magnetismo que sedujo a artistas extraordinarias como Patti Smith, o Jessica Lange, su pareja desde hace tres décadas.
Sentado en el restaurante de un hotel neoyorquino, sonríe afable y extiende su mano, desmesuradamente grande, para saludar. La excusa es Blackthorn, pero la charla fluye por cualquier tema.



Pregunta. Usted es esencialmente un escritor, no acepta muchos papeles como actor. ¿Por qué aceptó Blackthorn?



Respuesta. Porque es uno de los mejores guiones que he leído en mucho tiempo. Está muy bien estructurado. Y era un western, un género fabuloso que siento muy cercano porque me crié con él.
 Además, Butch Cassidy es un personaje mítico en el que se mezcla la leyenda y la realidad.
 La idea de que no muriera y se escondiera en Bolivia, y que al final de su vida sintiera la necesidad de reconectar con lo único que le unía al pasado, el hijo que quizás tuvo con la novia de Sundance Kid, me pareció muy poética.



P. ¿Cómo fue para usted, que ha dirigido a tantos actores, ponerse a las órdenes de un realizador como Mateo Gil?



R. Hubo algunos conflictos con Mateo porque su acercamiento al guion era muy intelectual y apenas le concedía libertad a los intérpretes.
En alguien que empieza entiendo el pánico por la presión del dinero, las restricciones y las dificultades de un rodaje muy duro, pero acabó haciendo un trabajo fantástico, aunque a veces hubiera tensiones.



P. Le da mucha importancia a la música en su obra y en Black-thorn incluso interpreta tres temas. ¿Le hubiera gustado ser músico?



R. Lo soy [risas]. Sé cantar y tocar, aunque no se me conozca como músico.
Me encanta tocar con amigos y este verano grabaré algunas canciones con Patti Smith, que me ha invitado a participar en un disco que está preparando de viejos clásicos americanos.
Envidio mucho a los músicos por la camaradería que hay entre ellos. Comparten un lenguaje propio y esa sensación es increíble.



P. En su libro de memorias Crónicas de motel cuenta cómo le echaron de un local donde trabajaba de camarero por escuchar embobado a Nina Simone.



R. Sí, fue en los sesenta, en el Village Gate.
 Allí también actuaba Thelonious Monk, y Woody Allen hacía monólogos. Fue una época de Nueva York muy interesante con mucho intercambio entre artistas.
 Ya no pasa y creo que la culpa es de la tecnología.
 Se habla mucho de que Internet y los teléfonos móviles nos han acercado, pero es una estupidez. La gente está mucho más aislada. En los cafés nadie se habla ni se mira. Están pegados a sus pantallas.



P. La soledad es un tema recurrente en su obra. ¿Por qué?






R. Porque es la experiencia central de la vida moderna.
Todos luchamos contra la soledad. Hay quien la elude buscando la seguridad de una familia, otros se rodean de gente.
Yo escribo porque es una compañía constante. Llevo mis cuadernos a todas partes. Cuando escribo no me siento solo y necesito esa soledad para escribir.
 Es un conflicto sin solución.



P. Supongo que hay mucho de búsqueda.



R. Sin búsqueda no hay creación. Si sientes que has encontrado las respuestas se acabó. Ya no hay razón para hacerlo. Ocurre con todas las artes.
 Lo interesante es mantener ese martilleo porque no tienes respuestas o porque siguen surgiendo preguntas.



P. También ha escrito mucho sobre amores paternofiliales. Con su padre, alcohólico, su relación fue conflictiva y usted mismo ha tenido problemas con la bebida. ¿Le persigue ese fantasma?



R. Claro. Mi padre murió conduciendo borracho cuando tenía mi edad. Yo aspiro a vivir unos cuantos años más [risas].






P. En una de sus últimas obras, Ages of the moon, dos hombres mayores conversan sobre arrepentimientos. ¿Es algo que llega con la edad?





R. Bob Dylan dice que no se arrepiente de nada. Me cuesta creerlo. Arrepentirse es clave para tratar de no repetir errores.
El problema es que la edad no necesariamente te hace más sabio. El potencial está ahí, pero... [risas].






P. Vive en un rancho en Kentucky, lejos de los focos. ¿Huye de la fama?



R. Nunca he querido ser una estrella de cine porque tu privacidad muere. Y yo soy un escritor, necesito privacidad. No soy una estrella de Hollywood. Quizá ellos puedan soportarlo, yo no.



P. ¿Hay vacío detrás del éxito?



R. Hay vacío prácticamente detrás de todo, una razón por la que muchos artistas famosos caen en adicciones.
 Es una situación trágica. Tener éxito en el cine no significa tener éxito en la vida.
Está claro que trabajas para un público. Lo que haces está en relación con los otros. No escribes o actúas en un armario.
Pero lo deseable es que no te conviertas en la víctima de esa relación.
No es fácil.