Cumplir las recetas, hacer los deberes, respetar los plazos...
No me extraña que la calle esté mostrando el hartazgo que tales cantinelas tutoriales producen en parte de la ciudadanía, joven o no tanto.
Hay otra frase que últimamente se pronuncia a menudo: "Hay que respetar las instituciones", afirman en las tertulias afamados economistas que nunca la vieron venir pero que siguen cobrando por aconsejarnos.
Instituciones. La pena de muerte era en Europa toda una institución, por no hablar de la guillotina y el garrote vil.
Hasta que ya no lo fue.
Mi ejemplo bien puede calificarse de extremo.
Pero es que creo que las recetas para la crisis de esa sacra institución de nuestros días, el Fondo Monetario Internacional -cuyo funcionario más progresista saltaba como un mono de la ducha al acoso del servicio-, se han revelado no solo erradas sino crueles.
Al menos, la guillotina mataba de un solo tajo y de uno en uno a los ciudadanos.
El FMI y su sistema de préstamos con usura al corto plazo decapitan la esperanza de pueblos enteros y convierten el presente en una entelequia cuyo único lugar habitable, real y posible es, insisto, la calle.
Todo esto se produce mientras campeones de otras grandes instituciones -los bancos- también nos exhortan a portarnos bien.
El desapacible señor Fernández Ordóñez insiste en que va mejor, pero no es bastante; y Francisco González, ese pobre paria del BBVA, al tiempo que afirma en México su disposición a invertir 2.000 millones de euros en aquel país, explica que las reformas del señor Zapatero no han llegado a buen camino, porque como es socialista no cree en ellas.
Hartos de tanto sabio, de tanto memo grande solo en ambiciones, y de tanto adalid de la única institución a la que sirven: el capitalismo gore, cuyo medio es nuestro fin.
23 jun 2011
Nunca acabar DAVID TRUEBA
Termina la miniserie dedicada a la vida de Isabel Pantoja.
El género, tan querido por nuestros programadores, del biopic, contracción de biografía y picture, suele ser tan profundo como la conversación de un ascensor y tan riguroso como la valoración sobre un árbitro tras ver perder a tu equipo de penalti.
Pero quizá el caso particular de Isabel Pantoja ha encerrado una injusticia que no podemos dejar pasar por alto.
Isabel Pantoja no se merece una miniserie de dos episodios.
Si las televisiones fueran justas, a la Pantoja tendrían que dedicarle un serial que durara décadas.
Para compensar todo lo que la Pantoja ha dado a las televisiones de este país haría falta que se construyera un monumento audiovisual de capítulos y capítulos. ¿O ya se ha hecho? La racanería de embutir en dos episodios tanta vida, tanta pasión, tanto altibajo no puede provocar más que una sensación de precipitación, algo así como reducir el océano Atlántico a una palangana de agua con sal.
Por más que al terminar la ficción la cadena haya recurrido a la realidad, con programas informativos de complemento, el espectador español sabe que solo colocarle un canal de 24 horas haría justicia a la relevancia que los medios han concedido a su persona, alzándola como el ser humano más importante de la España del cambio de siglo.
Ha regalado música, duelo y balances contables de enorme emoción en una oda a la disfuncionalidad.
En la ficción, el "momento ascensor" donde se conocieron el torero Paquirri y la joven tonadillera apenas ocupa un par de minutos.
La madre de ella, Ana, elevada a personaje mítico sabiamente por la serie, es testigo feliz de ese diálogo maravilloso y brillante que arranca la pasión entre ambos: "Gracias", dice ella al bajarse del ascensor.
"Las que tú tienes", contesta él.
Este retrato recurre a la intimidad pero no para mostrarla depilándose ni en la ducha, sino en escenarios más asequibles para la producción.
Reducir la pantojidad a una miniserie de dos episodios es como meter en un tuit La Odisea.
Información, debate, reporterismo, crónica, adivinación, juicio, ficción y autoficción, todo eso durante años y años, aún nos acompañará en este cuento de nunca acabar retransmitido por casi todas las frecuencias de nuestro televisor.
El género, tan querido por nuestros programadores, del biopic, contracción de biografía y picture, suele ser tan profundo como la conversación de un ascensor y tan riguroso como la valoración sobre un árbitro tras ver perder a tu equipo de penalti.
Pero quizá el caso particular de Isabel Pantoja ha encerrado una injusticia que no podemos dejar pasar por alto.
Isabel Pantoja no se merece una miniserie de dos episodios.
Si las televisiones fueran justas, a la Pantoja tendrían que dedicarle un serial que durara décadas.
Para compensar todo lo que la Pantoja ha dado a las televisiones de este país haría falta que se construyera un monumento audiovisual de capítulos y capítulos. ¿O ya se ha hecho? La racanería de embutir en dos episodios tanta vida, tanta pasión, tanto altibajo no puede provocar más que una sensación de precipitación, algo así como reducir el océano Atlántico a una palangana de agua con sal.
Por más que al terminar la ficción la cadena haya recurrido a la realidad, con programas informativos de complemento, el espectador español sabe que solo colocarle un canal de 24 horas haría justicia a la relevancia que los medios han concedido a su persona, alzándola como el ser humano más importante de la España del cambio de siglo.
Ha regalado música, duelo y balances contables de enorme emoción en una oda a la disfuncionalidad.
En la ficción, el "momento ascensor" donde se conocieron el torero Paquirri y la joven tonadillera apenas ocupa un par de minutos.
La madre de ella, Ana, elevada a personaje mítico sabiamente por la serie, es testigo feliz de ese diálogo maravilloso y brillante que arranca la pasión entre ambos: "Gracias", dice ella al bajarse del ascensor.
"Las que tú tienes", contesta él.
Este retrato recurre a la intimidad pero no para mostrarla depilándose ni en la ducha, sino en escenarios más asequibles para la producción.
Reducir la pantojidad a una miniserie de dos episodios es como meter en un tuit La Odisea.
Información, debate, reporterismo, crónica, adivinación, juicio, ficción y autoficción, todo eso durante años y años, aún nos acompañará en este cuento de nunca acabar retransmitido por casi todas las frecuencias de nuestro televisor.
Récord para Egon Schiele
El cuadro 'Häuser mit bunter Wäsche', subastado por 27,5 millones de euros, cifra que casi dobla la última marca del pintor austriaco.- Una obra de Miró llega a los 4,4 millones de euros .
El cuadro Femme à la voix de rossignol dans la nuit, de Joan Miró, superó anoche los 5 millones de libras (4,4 millones de euros y 7,1 millones de dólares) en una subasta en Sotheby's, en la que la obra Häuser mit bunter Wäsche del austríaco Egon Schiele batió un récord para ese artista.
Ese último lienzo, comprado por la cantidad exacta de 24.681.250 libras (27.635.665 euros y 40.099.627 dólares), era el que partía con el precio de salida más alto de toda la subasta (estimada entre 22 a 30 millones de libras: 19,6 a 26,8 millones de euros y 35,6 a 48,5 millones de dólares).
Häuser mit bunter Wäsche (Casas con ropa tendida de colores), de Egon Schiele, propiedad del Museo Leopold de Viena, y pintado en 1914, se basa en motivos de Krumau (hoy Cesky-Krumlov), una bella y antigua ciudad de Bohemia a la que se retiró el artista con su amante Wally Neuzil en 1911.
Según un portavoz de Sotheby's, el cuadro fue adquirido por un comprador anónimo en una venta gestionada telefónicamente, y batió un récord al venderse "por casi el doble del precio récord alcanzado en una subasta por este artista".
En la puja, Femme à la voix de rossignol dans la nuit, de Joan Miró, se vendió por 4.745.250 libras (5.313.270 euros o 7.709.608 dólares).
Ambos cuadros se incluyeron entre las importantes obras de grandes maestros del siglo XX, como Miró, Picasso, Schiele o Giacometti, y de algunos de los más destacados artistas contemporáneos, entre ellos Bacon, Baselitz y Richter que se ofrecían al mejor postor en la reputada sala londinense.
Femme à la voix de rossignol dans la nuit (Mujer con voz de ruiseñor en la noche, 1971) procedía de una colección particular española y hoy salió por primera vez a subasta con un precio de entre 4,5 y 6 millones de libras (de 5 a 6,7 millones de euros y de 7,2 a 9,7 millones de dólares).
Se trata de un lienzo de colores intensos y es una de las composiciones de gran tamaño -130 por 195 centímetros- que ocuparon a Miró a principios de los años setenta.
Picasso
Sotheby's también halló comprador para Couple, le baiser (1969), un cuadro de Picasso adquirido por 6.537.250 libras (7.319.777 euros o 10.621.070 dólares), y por el que los expertos habían estimado una cifra de entre 6 y 8 millones de libras (5 a 8,9 millones de euros y 9,7 a 12,9 millones de dólares).
Esa obra representa al artista y a su modelo, un tema recurrente en esos años, unidos en estrecho y erótico abrazo en medio de la naturaleza.
De otro contemporáneo de Picasso, el también español Juan Gris, se ofreció un elegante bodegón cubista, Le Broc, pintado en septiembre de 1920 y que muestra los lementos claves de la iconografía cubista: una jarra, un vaso, una fruta y una hoja de papel. Alcanzó comprador por 881.250 libras (986.738 euros o 1.431.767 dólares).
Escultura e Impresionismo
Una escultura filiforme del suizo Alberto Giacometti, titulada Trois hommes qui marchent II, que representa a tres hombres caminando en direcciones divergentes, se subastó por 10.681.250 libras (11.959.826 euros o 17.353.827 dólares).
Entre los maestros impresionistas y postimpresionistas, otra de las obras vendidas, la titulada La liseuse (La lectora), de Toulouse Lautrec, que se puso en venta por primera vez en 70 años, llegó a los 5.641.250 libras (6.316.524 euros o 9.165.339 dólares).
El paisaje de Cézanne, La rivière (El río) también alcanzó comprador en Sotheby's al venderse por 2.505.250 libras (2.805.136 euros o 4.070.280 dólares).
El cuadro Femme à la voix de rossignol dans la nuit, de Joan Miró, superó anoche los 5 millones de libras (4,4 millones de euros y 7,1 millones de dólares) en una subasta en Sotheby's, en la que la obra Häuser mit bunter Wäsche del austríaco Egon Schiele batió un récord para ese artista.
Ese último lienzo, comprado por la cantidad exacta de 24.681.250 libras (27.635.665 euros y 40.099.627 dólares), era el que partía con el precio de salida más alto de toda la subasta (estimada entre 22 a 30 millones de libras: 19,6 a 26,8 millones de euros y 35,6 a 48,5 millones de dólares).
Häuser mit bunter Wäsche (Casas con ropa tendida de colores), de Egon Schiele, propiedad del Museo Leopold de Viena, y pintado en 1914, se basa en motivos de Krumau (hoy Cesky-Krumlov), una bella y antigua ciudad de Bohemia a la que se retiró el artista con su amante Wally Neuzil en 1911.
Según un portavoz de Sotheby's, el cuadro fue adquirido por un comprador anónimo en una venta gestionada telefónicamente, y batió un récord al venderse "por casi el doble del precio récord alcanzado en una subasta por este artista".
En la puja, Femme à la voix de rossignol dans la nuit, de Joan Miró, se vendió por 4.745.250 libras (5.313.270 euros o 7.709.608 dólares).
Ambos cuadros se incluyeron entre las importantes obras de grandes maestros del siglo XX, como Miró, Picasso, Schiele o Giacometti, y de algunos de los más destacados artistas contemporáneos, entre ellos Bacon, Baselitz y Richter que se ofrecían al mejor postor en la reputada sala londinense.
Femme à la voix de rossignol dans la nuit (Mujer con voz de ruiseñor en la noche, 1971) procedía de una colección particular española y hoy salió por primera vez a subasta con un precio de entre 4,5 y 6 millones de libras (de 5 a 6,7 millones de euros y de 7,2 a 9,7 millones de dólares).
Se trata de un lienzo de colores intensos y es una de las composiciones de gran tamaño -130 por 195 centímetros- que ocuparon a Miró a principios de los años setenta.
Picasso
Sotheby's también halló comprador para Couple, le baiser (1969), un cuadro de Picasso adquirido por 6.537.250 libras (7.319.777 euros o 10.621.070 dólares), y por el que los expertos habían estimado una cifra de entre 6 y 8 millones de libras (5 a 8,9 millones de euros y 9,7 a 12,9 millones de dólares).
Esa obra representa al artista y a su modelo, un tema recurrente en esos años, unidos en estrecho y erótico abrazo en medio de la naturaleza.
De otro contemporáneo de Picasso, el también español Juan Gris, se ofreció un elegante bodegón cubista, Le Broc, pintado en septiembre de 1920 y que muestra los lementos claves de la iconografía cubista: una jarra, un vaso, una fruta y una hoja de papel. Alcanzó comprador por 881.250 libras (986.738 euros o 1.431.767 dólares).
Escultura e Impresionismo
Una escultura filiforme del suizo Alberto Giacometti, titulada Trois hommes qui marchent II, que representa a tres hombres caminando en direcciones divergentes, se subastó por 10.681.250 libras (11.959.826 euros o 17.353.827 dólares).
Entre los maestros impresionistas y postimpresionistas, otra de las obras vendidas, la titulada La liseuse (La lectora), de Toulouse Lautrec, que se puso en venta por primera vez en 70 años, llegó a los 5.641.250 libras (6.316.524 euros o 9.165.339 dólares).
El paisaje de Cézanne, La rivière (El río) también alcanzó comprador en Sotheby's al venderse por 2.505.250 libras (2.805.136 euros o 4.070.280 dólares).
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