El cuadro 'Häuser mit bunter Wäsche', subastado por 27,5 millones de euros, cifra que casi dobla la última marca del pintor austriaco.- Una obra de Miró llega a los 4,4 millones de euros .
El cuadro Femme à la voix de rossignol dans la nuit, de Joan Miró, superó anoche los 5 millones de libras (4,4 millones de euros y 7,1 millones de dólares) en una subasta en Sotheby's, en la que la obra Häuser mit bunter Wäsche del austríaco Egon Schiele batió un récord para ese artista.
Ese último lienzo, comprado por la cantidad exacta de 24.681.250 libras (27.635.665 euros y 40.099.627 dólares), era el que partía con el precio de salida más alto de toda la subasta (estimada entre 22 a 30 millones de libras: 19,6 a 26,8 millones de euros y 35,6 a 48,5 millones de dólares).
Häuser mit bunter Wäsche (Casas con ropa tendida de colores), de Egon Schiele, propiedad del Museo Leopold de Viena, y pintado en 1914, se basa en motivos de Krumau (hoy Cesky-Krumlov), una bella y antigua ciudad de Bohemia a la que se retiró el artista con su amante Wally Neuzil en 1911.
Según un portavoz de Sotheby's, el cuadro fue adquirido por un comprador anónimo en una venta gestionada telefónicamente, y batió un récord al venderse "por casi el doble del precio récord alcanzado en una subasta por este artista".
En la puja, Femme à la voix de rossignol dans la nuit, de Joan Miró, se vendió por 4.745.250 libras (5.313.270 euros o 7.709.608 dólares).
Ambos cuadros se incluyeron entre las importantes obras de grandes maestros del siglo XX, como Miró, Picasso, Schiele o Giacometti, y de algunos de los más destacados artistas contemporáneos, entre ellos Bacon, Baselitz y Richter que se ofrecían al mejor postor en la reputada sala londinense.
Femme à la voix de rossignol dans la nuit (Mujer con voz de ruiseñor en la noche, 1971) procedía de una colección particular española y hoy salió por primera vez a subasta con un precio de entre 4,5 y 6 millones de libras (de 5 a 6,7 millones de euros y de 7,2 a 9,7 millones de dólares).
Se trata de un lienzo de colores intensos y es una de las composiciones de gran tamaño -130 por 195 centímetros- que ocuparon a Miró a principios de los años setenta.
Picasso
Sotheby's también halló comprador para Couple, le baiser (1969), un cuadro de Picasso adquirido por 6.537.250 libras (7.319.777 euros o 10.621.070 dólares), y por el que los expertos habían estimado una cifra de entre 6 y 8 millones de libras (5 a 8,9 millones de euros y 9,7 a 12,9 millones de dólares).
Esa obra representa al artista y a su modelo, un tema recurrente en esos años, unidos en estrecho y erótico abrazo en medio de la naturaleza.
De otro contemporáneo de Picasso, el también español Juan Gris, se ofreció un elegante bodegón cubista, Le Broc, pintado en septiembre de 1920 y que muestra los lementos claves de la iconografía cubista: una jarra, un vaso, una fruta y una hoja de papel. Alcanzó comprador por 881.250 libras (986.738 euros o 1.431.767 dólares).
Escultura e Impresionismo
Una escultura filiforme del suizo Alberto Giacometti, titulada Trois hommes qui marchent II, que representa a tres hombres caminando en direcciones divergentes, se subastó por 10.681.250 libras (11.959.826 euros o 17.353.827 dólares).
Entre los maestros impresionistas y postimpresionistas, otra de las obras vendidas, la titulada La liseuse (La lectora), de Toulouse Lautrec, que se puso en venta por primera vez en 70 años, llegó a los 5.641.250 libras (6.316.524 euros o 9.165.339 dólares).
El paisaje de Cézanne, La rivière (El río) también alcanzó comprador en Sotheby's al venderse por 2.505.250 libras (2.805.136 euros o 4.070.280 dólares).
23 jun 2011
22 jun 2011
Van Gogh era otro Van Gogh
El autorretrato, perteneciente a la colección del museo Van Gogh, es del hermano del artista, Theo.- El museo descubre el error gracias a un estudio de la oreja del hermano, "más redonda" que la del pintor .
El Museo Van Gogh de Ámsterdam ha descubierto que un autorretrato del artista fechado en 1887 es, en realidad, un retrato de su hermano, Theo.
La clave del hallazgo está en la oreja. Pero no la de Vincent, que casi la seccionó de un tajo en 1888, cuando trabajaba en Arlés (Francia) con su colega galo Paul Gauguin.
La oreja estudiada por los expertos de la sala holandesa pertenece a Theo van Gogh. Según Louis van Tilborgh, conservador del museo, "la de Theo es redonda y de forma perfecta.
Vincent la tenía más carnosa y rojiza. Su barba era también más pelirroja y le crecía por las mejillas".
El hallazgo coincide con la apertura de la muestra "Van Gogh en Amberes y París, nueva perspectiva", que permanecerá abierta hasta el 18 de septiembre.
Además del gancho de las orejas y los retratos casi gemelos, a través de 93 cuadros podrá seguirse la evolución del pintor, que pasa del realismo al modernismo.
El museo guarda varios dibujos de Theo firmados por Van Gogh, y echaba en falta un cuadro fraternal.
Theo financió a Vincent y le mandaba material de pintura además de sumas en efectivo. Cuando le pedía más suministros, escribía cartas muy largas con una caligrafía excelente y las llenaba de dibujos.
La correspondencia entre ambos fue tan abundante, que es uno de los mayores legados artísticos conservados por el museo holandés.
Theo tenía además una gran frustración, porque nunca pudo vender los lienzos de su hermano.
Van Gogh se hizo famoso a título póstumo y su obra ha sido luego una de las más cotizadas en las subastas internacionales.
Tan unidos estaban, que Theo falleció en 1891, apenas un año después que Vincent.
El museo de Ámsterdam ha hecho aun dos descubrimientos más durante la preparación de la muestra.
En el cuadro titulado "Trigal con alondra" (1887), el ave resulta ser una perdiz. Pero tal vez el hallazgo más curioso sea el último.
El artista vivió en diversos lugares de Francia, entre ellos París. Pues bien, la tela "El jardín de los enamorados", no retrata un paseo del pueblo galo de Asnières, como se creía. Se encuentra en el barrio parisino de Montmartre.
Un lugar tan concurrido en 1887, fecha de ejecución del lienzo, como ahora.
El Museo Van Gogh de Ámsterdam ha descubierto que un autorretrato del artista fechado en 1887 es, en realidad, un retrato de su hermano, Theo.
La clave del hallazgo está en la oreja. Pero no la de Vincent, que casi la seccionó de un tajo en 1888, cuando trabajaba en Arlés (Francia) con su colega galo Paul Gauguin.
La oreja estudiada por los expertos de la sala holandesa pertenece a Theo van Gogh. Según Louis van Tilborgh, conservador del museo, "la de Theo es redonda y de forma perfecta.
Vincent la tenía más carnosa y rojiza. Su barba era también más pelirroja y le crecía por las mejillas".
El hallazgo coincide con la apertura de la muestra "Van Gogh en Amberes y París, nueva perspectiva", que permanecerá abierta hasta el 18 de septiembre.
Además del gancho de las orejas y los retratos casi gemelos, a través de 93 cuadros podrá seguirse la evolución del pintor, que pasa del realismo al modernismo.
El museo guarda varios dibujos de Theo firmados por Van Gogh, y echaba en falta un cuadro fraternal.
Theo financió a Vincent y le mandaba material de pintura además de sumas en efectivo. Cuando le pedía más suministros, escribía cartas muy largas con una caligrafía excelente y las llenaba de dibujos.
La correspondencia entre ambos fue tan abundante, que es uno de los mayores legados artísticos conservados por el museo holandés.
Theo tenía además una gran frustración, porque nunca pudo vender los lienzos de su hermano.
Van Gogh se hizo famoso a título póstumo y su obra ha sido luego una de las más cotizadas en las subastas internacionales.
Tan unidos estaban, que Theo falleció en 1891, apenas un año después que Vincent.
El museo de Ámsterdam ha hecho aun dos descubrimientos más durante la preparación de la muestra.
En el cuadro titulado "Trigal con alondra" (1887), el ave resulta ser una perdiz. Pero tal vez el hallazgo más curioso sea el último.
El artista vivió en diversos lugares de Francia, entre ellos París. Pues bien, la tela "El jardín de los enamorados", no retrata un paseo del pueblo galo de Asnières, como se creía. Se encuentra en el barrio parisino de Montmartre.
Un lugar tan concurrido en 1887, fecha de ejecución del lienzo, como ahora.
Once años de 'embarazo' literario
La escritora madrileña Silvia Grijalba publica 'Contigo aprendí', novela inspirada en su abuela.- "Es el libro de mi vida", asegura la autora .
Un embarazo suele durar nueve meses. Pero a Silvia Grijalba los tiempos se le alargaron bastante más: han tenido que pasar 11 años, cinco libros y siete kilos perdidos a fuerza de escribir y apenas comer para que la autora madrileña diera a luz Contigo aprendí (Planeta), que define como la novela de su vida y a la que trata "como un hijo", según cuenta la propia Grijalba en la sede de la editorial en Madrid.
"Es una novela clásica", detalla la escritora sobre la obra con la que se ha llevado el premio Fernando Lara 2011.
Y en un clásico triángulo amoroso se basa la trama que se desliza por España, Cuba y Nueva York a lo largo de las 298 páginas de Contigo aprendí.
A principios de los años treinta, José, indiano que se ha hecho rico en La Habana, vuelve a Malleza, pueblo del norte de Asturias, con un solo objetivo en la cabeza: casarse con la mujer más bella de la aldea.
Es inevitable que acabe pidiendo y obteniendo la mano de María Luisa, joven hermosa de "ojos maravillosos", relata Grijalba.
O más bien recuerda, ya que se trata de su fallecida abuela. Bajo la piel perfecta de la mujer, late sin embargo un corazón prometido al conde Fernando, antiguo amor y herida abierta en el alma de la joven.
"A un lado está el marido, un casanova rudo al que María Luisa no quiere, pero que la respeta y le ofrece garantías; al otro lado está el conde, don juan adulador en absoluto fiable", sostiene Grijalba.
En medio, María Luisa coge el timón de la novela y la guía con su protagonismo y su fuerza.
"Toda la obra está inspirada en la figura de mi abuela. Además de ser hermosa, era una mujer valiente, sin miedo a romper los convencionalismos. Cuando entraba en un sitio, enseguida pensabas: 'Debe de ser alguien importante", narra Grijalba.
En esta suerte de biografía muy novelizada, o de novela con tintes biográficos, María Luisa se entrega a un viaje cuyas etapas marcan su evolución.
De Malleza y de su educación religiosa, la joven leva sus anclas rumbo a la vida sensual y sin represiones del Caribe.
Y finalmente atraca meses después en el glamour de las fiestas neoyorquinas con Fred Astaire y Cole Porter, donde "se encuentra a sí misma y rompe con todo", afirma Grijalba.
Entusiasta de hablar de su abuela, Grijalba cuenta cómo, a partir de una chispa casual, la mezcla entre ficción y realidad acabó inundando también su vida:
"Estaba en una perfumería y de pronto vi el bote que usaba ella.
Lo compré y acabó siendo la colonia que todavía uso". Tras el perfume vinieron los bolsos de cocodrilo y los abrigos con piel de leopardo de la abuela.
La escritora solitaria se iba transformando en su glamorosa antepasada. La autora se disfrazaba de personaje.
Tanto que Grijalba acabó enfermando de su novela.
"Los últimos dos meses antes de la entrega escribía todo el día. Se me olvidaba comer, soñaba con el libro. Es como un enamoramiento, pero patológico", asegura.
Cuando el idilio llegó a su última página, la pasión se hizo nostalgia. "Siento añoranza por mi novela", sostiene Grijalba. Seguramente añore también a su abuela y a su padre, también fallecido.
Sin embargo quizás fueran el último lazo que mantenía la obra de la escritora atada a sus complejos: "Al principio de mi carrera no me veía capaz de llevar a cabo esta novela.
Me faltaba oficio. Luego, los fallecimientos de mi abuela y de mi padre me hicieron sentir más libre para escribir".
Más allá de sus aventuras, Maria Luisa dejó el legado de unas semillas que van germinando en su nieta.
"Cada día me voy pareciendo más a ella. Me he hecho más valiente, y tengo su misma capacidad de adaptación al cambio", tercia la escritora.
Por mucho que haga hincapié en que su abuela era un animal social aficionado a la moda mientras que ella no es muy de fiestas, Silvia Grijalba parece compartir algo más con María Luisa.
Por ejemplo el "capricho" de un bolso parecido a los de su antepasada que va a poder comprarse con parte del premio Fernando Lara.
Tal vez ayude a alejar la añoranza. O tal vez solo sea una vuelta a la normalidad. 11 años de embarazo hacen mella en cualquiera.
Un embarazo suele durar nueve meses. Pero a Silvia Grijalba los tiempos se le alargaron bastante más: han tenido que pasar 11 años, cinco libros y siete kilos perdidos a fuerza de escribir y apenas comer para que la autora madrileña diera a luz Contigo aprendí (Planeta), que define como la novela de su vida y a la que trata "como un hijo", según cuenta la propia Grijalba en la sede de la editorial en Madrid.
"Es una novela clásica", detalla la escritora sobre la obra con la que se ha llevado el premio Fernando Lara 2011.
Y en un clásico triángulo amoroso se basa la trama que se desliza por España, Cuba y Nueva York a lo largo de las 298 páginas de Contigo aprendí.
A principios de los años treinta, José, indiano que se ha hecho rico en La Habana, vuelve a Malleza, pueblo del norte de Asturias, con un solo objetivo en la cabeza: casarse con la mujer más bella de la aldea.
Es inevitable que acabe pidiendo y obteniendo la mano de María Luisa, joven hermosa de "ojos maravillosos", relata Grijalba.
O más bien recuerda, ya que se trata de su fallecida abuela. Bajo la piel perfecta de la mujer, late sin embargo un corazón prometido al conde Fernando, antiguo amor y herida abierta en el alma de la joven.
"A un lado está el marido, un casanova rudo al que María Luisa no quiere, pero que la respeta y le ofrece garantías; al otro lado está el conde, don juan adulador en absoluto fiable", sostiene Grijalba.
En medio, María Luisa coge el timón de la novela y la guía con su protagonismo y su fuerza.
"Toda la obra está inspirada en la figura de mi abuela. Además de ser hermosa, era una mujer valiente, sin miedo a romper los convencionalismos. Cuando entraba en un sitio, enseguida pensabas: 'Debe de ser alguien importante", narra Grijalba.
En esta suerte de biografía muy novelizada, o de novela con tintes biográficos, María Luisa se entrega a un viaje cuyas etapas marcan su evolución.
De Malleza y de su educación religiosa, la joven leva sus anclas rumbo a la vida sensual y sin represiones del Caribe.
Y finalmente atraca meses después en el glamour de las fiestas neoyorquinas con Fred Astaire y Cole Porter, donde "se encuentra a sí misma y rompe con todo", afirma Grijalba.
Entusiasta de hablar de su abuela, Grijalba cuenta cómo, a partir de una chispa casual, la mezcla entre ficción y realidad acabó inundando también su vida:
"Estaba en una perfumería y de pronto vi el bote que usaba ella.
Lo compré y acabó siendo la colonia que todavía uso". Tras el perfume vinieron los bolsos de cocodrilo y los abrigos con piel de leopardo de la abuela.
La escritora solitaria se iba transformando en su glamorosa antepasada. La autora se disfrazaba de personaje.
Tanto que Grijalba acabó enfermando de su novela.
"Los últimos dos meses antes de la entrega escribía todo el día. Se me olvidaba comer, soñaba con el libro. Es como un enamoramiento, pero patológico", asegura.
Cuando el idilio llegó a su última página, la pasión se hizo nostalgia. "Siento añoranza por mi novela", sostiene Grijalba. Seguramente añore también a su abuela y a su padre, también fallecido.
Sin embargo quizás fueran el último lazo que mantenía la obra de la escritora atada a sus complejos: "Al principio de mi carrera no me veía capaz de llevar a cabo esta novela.
Me faltaba oficio. Luego, los fallecimientos de mi abuela y de mi padre me hicieron sentir más libre para escribir".
Más allá de sus aventuras, Maria Luisa dejó el legado de unas semillas que van germinando en su nieta.
"Cada día me voy pareciendo más a ella. Me he hecho más valiente, y tengo su misma capacidad de adaptación al cambio", tercia la escritora.
Por mucho que haga hincapié en que su abuela era un animal social aficionado a la moda mientras que ella no es muy de fiestas, Silvia Grijalba parece compartir algo más con María Luisa.
Por ejemplo el "capricho" de un bolso parecido a los de su antepasada que va a poder comprarse con parte del premio Fernando Lara.
Tal vez ayude a alejar la añoranza. O tal vez solo sea una vuelta a la normalidad. 11 años de embarazo hacen mella en cualquiera.
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