Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

20 jun 2011

El Oriente que hechizó a Pasolini

La Filmoteca de Bolonia expone hasta el 7 de octubre las fotos que Roberto Villa realizó durante el rodaje de 'Las mil y una noches' en Yemen .
Pier Paolo Pasolini, compenetrado con su cámara, la abraza con todo el cuerpo, los músculos tensos y concentrados, parece querer colarse por el objetivo; o tendido hacia delante mientras rueda una escena en un patio interior desde lo alto: abajo el cuerpo desnudo de un joven de tez aceitunada (Franco Merli, el protagonista) y dos mujeres enfundadas de negro; o encaramado a una escalera tambaleante, con la máquina de rodaje apoyada al hombro, mientras los colaboradores se la aguantan.
Son algunas de las imágenes capturadas por el fotógrafo Roberto Villa durante el rodaje de Las mil y una noches, último capítulo de la Trilogía de la vida, que Pasolini realizó en 1974, tras El Decamerón (1971) y Los cuentos de Canterbury (1972). "Una película donde tú diriges y yo soy el actor".
El poeta, escritor, cineasta italiano (1922-1975) definió así el trabajo de Villa, que se expone hasta el 7 de octubre en la Filmoteca de Bolonia, ciudad del Norte de Italia donde el intelectual nació y estudió.





La exposición El Oriente de Pasolini constituye una especie de lámpara de Aladino, una estrella a la que perseguir para entrar en el filme, que mereció el premio de la Crítica en Cannes.
Respetando o, mejor dicho, contagiado por el estilo y la cifra del título del libro y de la película, construidos por encajes con una historia dentro de la otra, Villa dibuja un verdadero cuento dentro del cuento.
Los capítulos son imágenes naturales y espontáneas pero a la vez plásticas y extrañamente enigmáticas.



El encuentro entre Villa, entonces treintañero fotógrafo de publicidad, y Pasolini, ya curtido director y famoso intelectual, tuvo algo de hechizo. "Él intervenía en una charla sobre la televisión comercial.
Cuando terminó, me acerqué para hacerle unas preguntas.
Me hubiera gustado discutir con él de semiótica, ya que estaba reflexionando sobre algunos problemas del lenguaje visual.
Él me contestó serio, con ese aire humilde, cercano, nada esnob: "Me encantaría debatir sobre ello, pero ahora estoy ocupado y dentro de dos días me voy a Oriente a rodar. ¿Por qué no viene con nosotros?".
 Ni decirlo, a los tres meses Villa estaba en Yemen.
 Justo el tiempo de cerrar unos trabajos en Italia y de encontrar unas revistas interesadas y arrancó su aventura al lado del creador más poliédrico y controvertido del momento.






El fruto de aquellos cien días como empotrado en el rodaje de Las mil y una noches se publicó en Playboy y Esquire.
Hoy se puede admirar en Bolonia, gracias a los archivos que la cinemateca guarda en formato analógico y digital .
 La acertada selección llevada a cabo por Roberto Chiesi es a la vez un conmovedor documento sobre Pasolini, su manera visceral y concentrada de dirigir, y un fresco de un mundo a punto de derrumbarse por las guerras y la pobreza.





En sus imágenes se documentan los momentos de descanso entre actores y electricistas, la asistente y el operador; la troupe a punto de embarcarse en un avión, en una polvorienta y caótica pista de despegue, o sentada en círculo comiendo, y, una y otra vez, el director centrado en la lectura del guión, animando jugosamente a un actor, preparando una escena.
 Pasolini, delgada figura de gafas negras y pantalones ceñidos, frágil pero movido por una determinación tensa, es el gran maestro de ceremonia y protagonista absoluto del escenario fotográfico.





Sin embargo hay más. No se trata solo de fotografías del rodaje. Villa también retrató a los figurantes en una serie conmovedora de primeros planos: viejos, niños, soldados y mujeres, testigos de la historia de las aldeas de Yemen e Irán elegidas como exteriores. "Es una de los últimas miradas sobre un área geográfica que estaba a punto de transformarse en un enorme y prolongado escenario de guerra", dice Farinelli, director de la Cinemateca. "Lo que da valor a mi trabajo es el contexto", cuenta Villa. El fotógrafo inmortalizó también los centenares de curiosos que se acercaban al set o vivían en los pueblos. Son los retratos de un mundo atávico, polvoriento y lleno de luz y silencio. Algunos de ellos, por su rostro intenso o un detalle que atrapaba la atención visionaria de Pasolini, acabó siendo figurante. Eran rostros y cuerpos sobre los que se coagulaba aquella fuerza mágica y a la vez ultrarrealista que impregna sus películas más logradas.






Oriente fue su esencial fuente de inspiración.
 Un mundo que visitó y contó (a veces junto con sus amigos y colegas escritores Alberto Moravia y Elsa Morante).
Villa documenta la atracción hacia ese universo figurativo y antropológico donde el poeta decide ambientar parte de su sueño, aquellos cuerpos de colores vívidos, las luces y los cromatismos deslumbrantes de los edificios blancos u ocres.
 Resultan imágenes casi escultóricas, plásticas: viejos que desafían el objetivo o grupos de mujeres que dejan escapar una mirada del velo.
Personajes de una miseria absoluta, comprimida en la dignidad humilde que Pasolini amaba por encima de todo, poeta de los últimos y de su íntimo decoro.






"Villa consigue capturar la expresividad inmediata y la historia narrada en un gesto, un ademán, una pose, el parpadeo o la opacidad de una mirada, la comisura curiosa, dejada o aburrida de una boca.
 Quien es observado observa a su vez, y lo hace desde una distancia que de otros siglos, otra cultura, otra religión, un universo de códigos y signos que nunca nos pertenecieron", comenta Roberto Chiari que gestiona el archivo Pasolini en Bolonia.






Solo allí, en ese Oriente hechizado, podían ambientarse Las miles y una noches, una narración a la vez realista (llena de rostros pobres, de polvo, donde las comidas o la indumentaria se describen con una riqueza de detalles casi fotográfica) y visionaria, porque los personajes se mueven como empujados por fuerzas ocultas, un destino que les une, les separa, les pone a prueba, les mejora y les vuelve a unir.
El clásico de la literatura árabe funciona como un guante para ejemplificar la idea que funda la trilogía pasoliniana: "Aún más que en el Decamerón y en Los cuentos de Canterbury -escribió en 1974 el mismo Pasolini en la revista Il Tempo- en Las mil y una noches toma forma y vive un eros particularmente profundo, violento y feliz: es en las épocas de represión cuando el comercio de los sentidos se hace más intenso, afortunado y emocionante.
 Lo importante es la tolerancia popular, no la tolerancia del poder.
Odio el mundo actual, tan pequeño-burgués y falsamente tolerante (por la decisión del poder consumista).
En su contra, me quedo con aquel mundo desaparecido, que sobrevive en alguna zona del Tercer Mundo, de Nápoles por abajo, aunque acosado por los modelos burgueses del consumismo y de la falsa tolerancia.
Para alcanzar niveles de vida occidental, los pueblos árabes acabarán abjurando de su antigua tolerancia real y llegarán a ser horriblemente intolerantes.
Para exorcizar este futuro soñé con una película como Las miles y una noches".

19 jun 2011

Miguel Hernández - Vicente Monera "El sol, la rosa y el niño"

Luis Miguel Cuando Calienta el sol video original

El sol no calienta igual para todos

EE UU pone coto a la publicidad engañosa de cremas solares - No todas protegen del cáncer de piel - La medida abre la puerta a endurecer la regulación en Europa .
.El cáncer de piel en general, y el melanoma en particular, es un problema creciente en los países desarrollados.
 En España se calcula que su incidencia aumenta un 7% anual. Según los últimos datos, recogidos en el estudio Eurocare 2008, la estimación de la incidencia anual de melanoma en España es de 3.602 personas (1.575 hombres y 2.022 mujeres).
 Ese año murieron en España 834 personas por melanoma (455 hombres y 379 mujeres). La incidencia estimada de melanoma en Europa es de alrededor de 86 personas por cada 100.000, y en el mundo, de 102.










Un factor solar de menos de 15 no previene el melanoma



En España, las lociones no son medicamentos, sino cosméticos



El sol es la principal causa del cáncer de piel, pero hay más



Este mes se han presentado los dos primeros fármacos en 30 años


El sol es un factor clave -aunque no el único- en los daños de la piel. Y por eso, de cara al verano, se multiplican los consejos sobre cómo protegerse.
 Pero si en salud pública unificar los criterios suele ser el punto de partida para las políticas de prevención, está claro que esto no sucede con las cremas de protección solar.





Esta desigualdad la ha puesto de manifiesto la Agencia del Medicamento y la Alimentación estadounidense (FDA, en sus siglas en inglés), que el pasado martes publicó las nuevas regulaciones en el etiquetado de las cremas solares.
Resumiéndolas, especifica que no tiene sentido publicitar factores de protección por encima de 50, que no se puede decir que una crema es resistente al agua sino que hay que especificar cuánto tiempo de remojo aguanta (40 u 80 minutos), y que por debajo de un factor de protección 15 no se puede asegurar que hay un efecto de protección contra el cáncer (y, por encima, que solo contribuye a proteger frente al cáncer).



Y, al hacerse pública esta disposición, se han disparado las alertas al otro lado del Atlántico. Por lo menos entre los ciudadanos europeos, que se han sentido, de repente, menos protegidos que los estadounidenses, aunque su situación sea similar.






Claro que no todos los ciudadanos han experimentado la misma sorpresa. Entre los que han visto con normalidad las instrucciones está el presidente de la Academia Española de Dermatología y Venereología, José Carlos Moreno. "El factor de protección indica cuánto se puede aguantar sin quemarse. Por ejemplo si una piel puede estar dos minutos al sol, con un factor de protección 10 el tiempo pasa a 20 minutos", explica Moreno. Y, en esta línea, un factor de más de 50 "tiene muy poco que aportar". "Si ya con esa protección se evita el 97% o 98% de los rayos UVA y UVB , al subir la intensidad se ganan unas décimas", aclara. Por eso la conclusión de los estadounidenses de que no sirve de nada etiquetar una crema como con un factor de protección 70 o más "es lógica", dice Moreno.




Por cierto que el informe de la FDA ya establece que la protección debe ser de amplia gama, es decir, proteger frente a los ultravioleta A -los de siempre, los más conocidos-, pero también los B, que también son muy dañinos, creando una categoría nueva, la protección de amplia gama.






Sobre los otros puntos clave de la regulación de la FDA, son "cosas que se venían diciendo hace tiempo", insiste Moreno.
En este sentido, "una protección de menos de 15 no tiene mucho sentido" si lo que se quiere es reducir el riesgo de tener cáncer, afirma el dermatólogo.
"Tiene que ser superior si quieres tener cierta seguridad de protección, aunque esta nunca es completa", añade el dermatólogo.



En la misma línea, también está "absolutamente de acuerdo" con las restricciones impuestas a los mensajes que publicitan la resistencia al agua de las cremas.
Esta "disminuye mucho" el efecto protector del producto, por lo que lo mejor es "ponérselo con cierta frecuencia", independientemente de lo que diga el fabricante.



Pero lo curioso del asunto es que, aunque parezca lo contrario, "en este caso la FDA ha copiado a la UE", según afirma Juan Luis López, responsable de marketing de los laboratorios Avène, la primera firma del sector de la dermoprotección en España. La diferencia es que la Comisión Europea publicó el 22 de septiembre de 2006 una recomendación al respecto, no una orden.
 Y que esta pasó bastante inadvertida, salvo por los especialistas.
 Por eso en las farmacias el consumidor español puede encontrarse "de todo", dice López. "Hay compañías, que no voy a mencionar, que tienen productos con factor de protección 90, cuando nosotros a lo más que llegamos es a 50+", pone como ejemplo.






El hecho es que esta recomendación es muy similar a lo que ha dispuesto la FDA estadounidense, que incluso prohíbe a partir de ahora que se pueda hablar de protección total (efecto pantalla), algo que ya está regulado en Europa.






Las similitudes, sin embargo, parten de una consideración distinta, que quizá haya influido para que la recomendación europea haya pasado más inadvertida: "En EE UU -y en Australia- las cremas de protección solar se consideran fármacos que se despachan sin receta (OTC, Over the counter en inglés), mientras que en Europa son productos cosméticos", indica López.
Y eso hace que la regulación y, sobre todo, la vigilancia sea distinta.



Entre los puntos que discrepan ambos documentos, la orden de la FDA y la recomendación de la Comisión Europea, está que "en Europa no se puede decir que las cremas, por su carácter de cosméticos, ofrecen protección contra el cáncer.
Y, en cambio, a partir de ahora en EE UU habrá que decir para las de factor de protección inferior a 15 que no protege, lo que es una novedad", indica López.






También el tratamiento de la resistencia al agua es parecido. "En Europa hay dos niveles, resistente y muy resistente, que podrían asimilarse de alguna manera a la imposición estadounidense de decir si la crema dura 40 u 80 minutos después de un baño", añade. Aunque sea mucho más concreta y clara.





Por eso, la conclusión del representante del laboratorio es que con la orden de la FDA ellos, los que ya seguían la recomendación europea, salen fortalecidos, porque ya están en esa línea.
 Y el mayor impacto que esperan es que ese documento de la UE pase a ser una directiva de obligado cumplimiento, con lo que "se unificarían los mensajes con los de la competencia", lo que es bueno para las empresas que ya lo siguen, y para los ciudadanos que van a recibir una publicidad más clara.



La posibilidad de que haya un cambio en este sentido es incierta.
 Un portavoz del Ministerio de Sanidad, del que dependen el Instituto Nacional de Consumo y la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, afirmó que van a estudiar las instrucciones de la FDA para valorar su si es posible su aplicación en España, aun cuando la consideración de estas cremas como productos cosméticos en nuestro país hace que "alegaciones como que protegen o no contra el cáncer aquí ya están prohibidas". Otra cosa sería que ese estudio lo hiciera la Agencia Europea del Medicamento (EMEA por sus siglas en inglés) y se convirtiera en una directiva, algo que, de momento, no se ha planteado.



Lo que está claro es que las instrucciones de la FDA han abierto la puerta a una revisión de estos productos y, sobre todo, de lo que dicen en su etiquetado. En este sentido, un portavoz de Facua-Consumidores en Acción señaló ayer que ellos ya estaban haciendo una batida entre los productos que hay en el mercado, y que, basándose en los informes de la agencia estadounidense, se plantean pedir a las autoridades que actuen contra las empresas por publicidad engañosa. "Nos estamos centrando en la publicidad sobre la resistencia al agua", afirmó el portavoz.



"El Instituto Nacional de Consumo o las comunidades autónomas, que tienen las competencias transferidas, deberían actuar, porque estamos encontrando que hay empresas que anuncian sus productos como de resistencia total, y de acuerdo con la mejor evidencia científica disponible, que es la de la FDA, se ha visto que eso no es verdad", añadió el portavoz. Lo que para él queda claro es que, a la luz del informe de la FDA, "la protección del usuario se puede mejorar".






Pero poner el foco de la protección frente al sol en las cremas es centrarse solo en una parte del problema.
No cabe duda de que la protección frente a la radiación solar es el principal elemento de prevención frente al melanoma.




Pero este tipo de tumores pueden deberse a otras causas. Julián Sánchez Conejo-Mir, presidente de honor de la Academia Española de Dermatología y Venereología, apunta a que el sol es el agente del "30% de los casos".
En el restante 70% "no tiene nada que ver". Este dermatólogo y coordinador de la campaña Euromelanoma apunta, entre otras direcciones, a la genética: "Esto explicaría los tumores que aparecen en partes del cuerpo a las que no les da el sol, como las axilas o las plantas del pie".




La investigación genética está centrando buena parte de los esfuerzos de la lucha contra el melanoma. No solo para conocer su aparición y desarrollo, sino también a la hora de encontrar tratamientos eficaces.






En ello trabaja el Grupo de Melanoma del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO). Los trabajos de secuenciación del ADN han permitido avanzar en la identificación de alteraciones vinculadas a la aparición de esta enfermedad y buscar remedios.
 Y ya comienza a haber resultados gracias a este nuevo enfoque.





Después de tres décadas sin nuevos medicamentos en el mercado contra el melanoma (la terapia farmacológica clásica es la dacarbacina, un tratamiento de quimioterapia de 1978), la reunión de la Sociedad Americana de Oncología Clínica celebrada a principios de este mes fue el escenario de la presentación de dos nuevos fármacos.
 Uno de ellos, el vemurafenib, ataca una de las mutaciones más frecuentes en los melanomas: la vinculada al oncogen BRAF.
La alteración mantiene extraordinariamente activo a un gen que normalmente funciona de forma puntual -que favorece la división celular-, como explica Marisol Soengas, responsable del grupo de Melanoma del CNIO.





En lugar de la estrategia clásica de la quimioterapia, que ataca al tumor, este fármaco interviene en los mecanismos internos celulares para frenar la proliferación celular descontrolada. "En casi 30 años no se habían encontrado respuestas de este tipo", reflexiona Soengas. Aunque la buena respuesta inicial de los pacientes no se mantiene a lo largo del tiempo -"probablemente se generen mecanismos de resistencia que habrá que estudiar", indica la investigadora-, el fármaco promete ser un paso firme en el buen camino.





Este nuevo camino abre una puerta de esperanza para ampliar el frente de combate frente al melanoma.
 Pero conviene no olvidar la estrategia básica contra el tumor, basada en la protección solar y el diagnóstico temprano.
 A ellos hay que agradecer, en buena medida, que la mortalidad del tumor bajara del 80% en 1940 al 41% en 2000.