"Pérez-Reverte vuelve a toparse con el fantasma del plagio", dice el titular de la noticia, publicada el 7 de mayo.
Se refiere a una sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid que condena a Arturo Pérez-Reverte y Manuel Palacios, guionistas de la película Gitano, a indemnizar al cineasta Antonio González-Vigil y a la productora Dato Sur con 161.000 euros en total por haber plagiado gran parte del guion de Corazones púrpura.
Una primera sentencia del Juzgado de lo Mercantil número 5 de Madrid había fallado en diciembre de 2008 a favor de Pérez-Reverte, pero la Audiencia Provincial revoca ahora esa sentencia y declara probado, de forma contundente, que sí ha existido plagio.
No es el aludido en un conflicto el que tiene que perseguir al diario
El cineasta González-Vigil considera que la cobertura informativa de su pleito con el escritor Pérez-Reverte ha sido desequilibrada.
El diario rechazó publicar su versión
Antonio González-Vigil se ha dirigido a la Defensora para quejarse del trato que le ha dispensado el diario.
Considera que la información sobre el conflicto ha sido manifiestamente desequilibrada en favor de Pérez-Reverte.
Alega que la noticia recoge extensamente unas declaraciones del escritor y académico que considera lesivas y falaces, pero en ningún momento se le ha dado, pese a su insistencia, la oportunidad de exponer su versión.
Efectivamente, más de la mitad de la noticia está dedicada a reproducir la reacción del escritor, incluidas duras descalificaciones, tanto del órgano judicial como de los peritos que han intervenido.
Lejos de aceptar el veredicto, Pérez-Reverte se presenta como víctima de un intento de extorsión y de una celada judicial: "Está clarísimo que alguien me ha hecho una emboscada en la Audiencia Provincial de Madrid", afirma. "Lo que me sorprende es que una evidente maniobra de chantaje para sacarme dinero hace más de 10 años, tenga ahora de pronto el extraño respaldo de una juez que de este modo prescinde de las anteriores sentencias de sus colegas".
¿Por qué, dada la gravedad de las acusaciones, no se incluyó la versión de González-Vigil? El redactor jefe de Cultura, Borja Hermoso, responde a esta cuestión:
"El día en que conocimos la noticia seguimos las pautas habituales: explicar el razonamiento de la sentencia condenatoria (así empieza y así acaba la crónica de Elsa Fernández-Santos), recordar que había sido recurrida ante el Supremo y exponer los puntos de vista de los afectados: el condenado, Arturo Pérez-Reverte, y el escritor Antonio González-Vigil, a quien el tribunal daba la razón.
El primero no quiso hablar con nosotros, pero hizo público un comunicado criticando la sentencia. Y reprodujimos algunos de sus pasajes. Al segundo se le llamó hasta en tres ocasiones, sin resultado.
Aquel día, González-Vigil no dio señales de vida: por tanto, fue imposible exponer sus argumentos".
El Libro de estilo de EL PAÍS establece que "en los casos conflictivos, hay que escuchar o acudir siempre a las partes en litigio". Y también establece que "siempre que no se haya podido localizar a una persona supuestamente perjudicada por una información, se hará constar".
No haberlo hecho en este caso puede alimentar la sospecha de que el diario trata de proteger a Arturo Pérez-Reverte, académico y autor de gran éxito, que mantiene vínculos profesionales con el Grupo PRISA.Elsa Fernández-Santos asegura que efectuó varias llamadas para tratar de localizar a González-Vigil, sin éxito.
Admite sin embargo que fue un error no haberlo hecho constar en la información. A González-Vigil le resulta extraño que no figure en el contestador automático de la productora en la que se le puede localizar ninguna llamada de EL PAÍS, pero acepta esta explicación de la redactora. Lo que no acepta es el comportamiento posterior de la sección.
El diario tuvo la oportunidad de publicar la versión de González-Vigil, pero se negó a hacerlo.
La decisión no dependía de la redactora, sino de los responsables de Cultura. Borja Hermoso explica las razones de su decisión: "A los tres días de publicarse, González-Vigil llamó a la autora del artículo y le agradeció 'el tono ponderado' del mismo.
Asimismo, le dijo que le enviaría una documentación para que obrara en su poder, y esta no llegó hasta ocho días después de publicada la noticia.
Entre dicha documentación había una carta dirigida a Pérez-Reverte, al que llamaba 'folclórica decadente'.
Se le dijo que no la publicaríamos y que era mejor que la enviara a la sección Cartas al director. Ahí acabó la responsabilidad de la sección de Cultura en este tema". "Evidentemente", concluye Borja Hermoso, "nos es imposible, por cuestiones de espacio y de sobreabundancia de temas de actualidad, hacer un seguimiento de todas y cada una de las noticias".
He examinado la documentación que el cineasta hizo llegar a la sección. Incluía efectivamente una carta a Pérez-Reverte escrita en un tono no muy diferente del utilizado por el escritor en el comunicado que sí se había publicado.
Pero además de este alegato en clave muy subjetiva, el cineasta remitió un escrito factual y muy correcto, en el que aclaraba algunas cuestiones que, de haberse publicado, hubieran dado a los lectores una información mucho más ajustada a la realidad, según he podido comprobar tras la lectura minuciosa de la sentencia.
Pérez-Reverte se refiere en dos ocasiones y de forma algo despectiva a "una juez" como la autora de la "extraña sentencia que ignora tres sentencias judiciales anteriores que afirman que no hubo plagio".
La sentencia de la Audiencia no es de una juez, sino de un tribunal compuesto por tres magistrados que coinciden en el veredicto.
Y no hay tres sentencias previas, sino una: la que la Audiencia revoca. "Lo que antes se había producido era el archivo provisional de las diligencias abiertas en la vía penal", afirma González-Vigil.
Por otra parte, la información recoge el intento del escritor de desacreditar el peritaje, al afirmar que "el tribunal ha tomado como perito a un 'jugador profesional de ruleta" y que "la juez da más crédito al informe de una perito argentina, hecho en Argentina, y al informe basado en un supuesto cálculo de probabilidades".
González-Vigil pide que se aclare que "la perito argentina cuestionada, María Teresa Forero, es presidenta de Argentores, la sociedad equivalente de la SGAE española, profesora de la Universidad de Belgrano, y goza de gran reconocimiento internacional como experta en peritaciones judiciales sobre plagio". Con relación al perito que la información identifica como "jugador profesional de ruleta", se trata de Gonzalo García-Pelayo, experto en juegos de azar, además de director y guionista profesional de cine. Este perito es el segundo firmante de un informe pericial cuyo primer firmante es el catedrático de Estadística de la Universidad Complutense de Madrid, Conrado M. Manuel García.
La naturaleza de los peritajes está bien explicada en la sentencia, pero el diario solo manejó para hacer esta información una nota de Efe y el comunicado de Pérez-Reverte. Por eso no pudo valorar algo que González-Vigil destaca: "De los 11 peritos que habían intervenido, nueve concluían que existía plagio o podía existir".
Borja Hermoso sostiene que al haber pasado varios días desde la publicación de la noticia, ya no cabía volver sobre el tema.
Discrepo de este criterio. También discrepo de la idea de que si un aludido no reacciona inmediatamente, "no da señales de vida", ya no tiene derecho a que se publique su versión.
No es el aludido en un conflicto el que tiene que perseguir al diario, entre otras cosas porque en este caso ni siquiera sabía que iba a ser aludido.
Es el diario el que debe velar por el rigor y la ecuanimidad de sus informaciones.
Pero en este caso el diario tuvo además la ocasión de volver sobre el tema con un nuevo hecho noticioso.
Unos días después de la sentencia de la Audiencia, el Tribunal Supremo absolvió a González-Vigil de la acusación de atentar contra el honor de Pérez-Reverte, una noticia que otros medios publicaron y el diario decidió ignorar, pese a que en febrero de 2004 había anunciado, en un subtítulo, que se iba a presentar la querella. Habíamos considerado noticia el anuncio de la querella, pero no su desenlace.
Mi conclusión es que la cobertura de este conflicto ha sido claramente desequilibrada. Tanto en la forma de titular como en el contenido.
En las dos noticias publicadas se recogen ampliamente las declaraciones de Pérez-Reverte, pero ni una palabra de la versión de su oponente.
El caso Arturiro que se descubre que tienes un "negro" que escribe para ti mientras te dedicas a hacer críticas y chorradas, mira por donde se descubren las cosas, o le pagas más o te arriesgas a que sucedan estas cosas, por cierto que tu libro anunciado no ha salido aún ¿Despedistes a tu negro ya? o tienes que pagarle para que silencie su boca? Lo tienes bien empleado por tu presencia Chulesca, petulante y prepotente, cuidate de tus tercios y ya sabes, escribe tu, deja los mandobles, las bellacadas y haz lo que tienes que hacer.
12 jun 2011
11 jun 2011
París le dice adiós a Jorge Semprún
Grandes personalidades de la vida intelectual y política francesa y española rinden un emocionante homenaje al escritor fallecido en el instituto parisino donde estudió de adolescente.- "Nadie podía encarnar mejor que él esa labor en un Gobierno socialista", recuerda el expresidente Felipe González .
En el patio del instituto parisino donde estudió de adolescente recién exiliado, a un paso de la plaza del Panteón, que constituyó durante algunos años, como él mismo aseguró, el centro de su universo, fallecido Jorge Semprún, fallecido el miércoles en su casa de París, ha recibido esta mañana un emocionante homenaje público al que acudieron grandes personalidades de la vida literaria intelectual y política francesa y española.
En una hilera de sillas de escuela se sentó el ex presidente del Gobierno Felipe González junto al ex primer ministro francés Dominique de Villepin y los ministros de Cultura de Francia y España, Frédéric Mitterrand y Ángeles González-Sinde, respectivamente.
Muere Jorge Semprún, una memoria del siglo XX
Un gran intelectual europeo
Un rojo español
Jorge Semprún
Pero el que primero se subió al estrado, flanqueado por dos retratos de Semprún, fue uno de sus nietos, Thomas Landmann, que recordó cómo desde ese instituto, el Henri IV, se organizó en 1940 la primera manifestación antinazi en París y cómo el joven estudiante homenajeado, entonces con 16 años, decidió acudir y jugársela.
"Estaba preparado para morir", añadió Landmann. "Nunca he visto alguien tan preparado, con todas las cuentas saldadas con la comunidad de los hombres".
El director actual del instituto, Patrick Corpe, destacó su determinación a la hora de aprender francés, describió su meteórica ascensión de curso en curso saltándose varias etapas, cómo se deshizo del acento español, cómo terminó siendo un "gran antiguo alumno" de ese centro histórico.
Después llegó el turno de los amigos: el filósofo Alain Minc trazó un breve, certero y emocionado retrato de alguien capaz de rebajar su categoría de héroe a la de persona normal gracias a una especial forma de sonreír con ternura, capaz también de mezclar en una misma conversación interesante "a Marx y al Real Madrid, al Barcelona y al sentido de la historia". Y luego concluyó:
"Se me ha ido un príncipe que tenía como amigo; y ese príncipe me falta".
El cineasta franco griego Costa-Gavras, con el que Semprún colaboró en varias películas, recordó al tipo callado, "poco hablador del principio", al excelente jugador de flipper en los bares y caferías de un París que ya no existe, al colega con el que mantenía "una jubilosa relación de trabajo" y, al fin, "al hombre que deja un ejemplo perfecto de intelectual honesto y definitivo".
Sentados escuchaban, entre otros, exministros como Bernard Kouchner, Carlos Solchaga o Claudio Aranzadi, filósofos como Bernard-Henri Lévy o Regis Débray. Y más allá, algunos de los actuales estudiantes del viejo instituto. La hija, Dominique, aguantaba a duras penas el llanto y la pena y recibió, con los ojos llorosos, la medalla de las Artes y las Letras concedida por la ministra de Cultura.
Anne Hidalgo, vicealcaldesa de París, nieta de republicanos españoles, describió a Semprún, simplemente, como un ejemplo personal: "Me enseñó que se pueden tener dos lenguas maternas, que se puede amar a dos países, sin eso sea un problema o una tragedia".
Felipe González, en español, alabó su trayectoria como ministro de Cultura de su Gobierno ("veo que ese episodio no es sólo una breve nota al pie de página en su biografía"), y explicó por qué quiso que se incorporara a su Ejecutivo ("por egoísmo, porque quería recuperarlo, porque, con su biografía, nadie podía encarnar mejor que él esa labor en un Gobierno socialista").
Pero también recordó la última vez que le visitó, pocas semanas atrás: "Me reconoció.
Incluso me preguntó: '¿Pero, qué haces en París?".
Hacía frío. A punto estuvo de llover varias veces.
Un día muy parisino, en fin: el último día en París de Semprún, que mañana será enterrado en el pequeño cementerio de Garentreville, a ochenta kilómetros de la plaza del Panteón, de su centro del universo de adolescente.
Reposará allí junto a su esposa Colette y será inhumado (él, que tenía dos países, el más francés de los escritores españoles, el más español de los escritores franceses), envuelto en una tercera bandera sin territorio: la republicana.
En el patio del instituto parisino donde estudió de adolescente recién exiliado, a un paso de la plaza del Panteón, que constituyó durante algunos años, como él mismo aseguró, el centro de su universo, fallecido Jorge Semprún, fallecido el miércoles en su casa de París, ha recibido esta mañana un emocionante homenaje público al que acudieron grandes personalidades de la vida literaria intelectual y política francesa y española.
En una hilera de sillas de escuela se sentó el ex presidente del Gobierno Felipe González junto al ex primer ministro francés Dominique de Villepin y los ministros de Cultura de Francia y España, Frédéric Mitterrand y Ángeles González-Sinde, respectivamente.
Muere Jorge Semprún, una memoria del siglo XX
Un gran intelectual europeo
Un rojo español
Jorge Semprún
Pero el que primero se subió al estrado, flanqueado por dos retratos de Semprún, fue uno de sus nietos, Thomas Landmann, que recordó cómo desde ese instituto, el Henri IV, se organizó en 1940 la primera manifestación antinazi en París y cómo el joven estudiante homenajeado, entonces con 16 años, decidió acudir y jugársela.
"Estaba preparado para morir", añadió Landmann. "Nunca he visto alguien tan preparado, con todas las cuentas saldadas con la comunidad de los hombres".
El director actual del instituto, Patrick Corpe, destacó su determinación a la hora de aprender francés, describió su meteórica ascensión de curso en curso saltándose varias etapas, cómo se deshizo del acento español, cómo terminó siendo un "gran antiguo alumno" de ese centro histórico.
Después llegó el turno de los amigos: el filósofo Alain Minc trazó un breve, certero y emocionado retrato de alguien capaz de rebajar su categoría de héroe a la de persona normal gracias a una especial forma de sonreír con ternura, capaz también de mezclar en una misma conversación interesante "a Marx y al Real Madrid, al Barcelona y al sentido de la historia". Y luego concluyó:
"Se me ha ido un príncipe que tenía como amigo; y ese príncipe me falta".
El cineasta franco griego Costa-Gavras, con el que Semprún colaboró en varias películas, recordó al tipo callado, "poco hablador del principio", al excelente jugador de flipper en los bares y caferías de un París que ya no existe, al colega con el que mantenía "una jubilosa relación de trabajo" y, al fin, "al hombre que deja un ejemplo perfecto de intelectual honesto y definitivo".
Sentados escuchaban, entre otros, exministros como Bernard Kouchner, Carlos Solchaga o Claudio Aranzadi, filósofos como Bernard-Henri Lévy o Regis Débray. Y más allá, algunos de los actuales estudiantes del viejo instituto. La hija, Dominique, aguantaba a duras penas el llanto y la pena y recibió, con los ojos llorosos, la medalla de las Artes y las Letras concedida por la ministra de Cultura.
Anne Hidalgo, vicealcaldesa de París, nieta de republicanos españoles, describió a Semprún, simplemente, como un ejemplo personal: "Me enseñó que se pueden tener dos lenguas maternas, que se puede amar a dos países, sin eso sea un problema o una tragedia".
Felipe González, en español, alabó su trayectoria como ministro de Cultura de su Gobierno ("veo que ese episodio no es sólo una breve nota al pie de página en su biografía"), y explicó por qué quiso que se incorporara a su Ejecutivo ("por egoísmo, porque quería recuperarlo, porque, con su biografía, nadie podía encarnar mejor que él esa labor en un Gobierno socialista").
Pero también recordó la última vez que le visitó, pocas semanas atrás: "Me reconoció.
Incluso me preguntó: '¿Pero, qué haces en París?".
Hacía frío. A punto estuvo de llover varias veces.
Un día muy parisino, en fin: el último día en París de Semprún, que mañana será enterrado en el pequeño cementerio de Garentreville, a ochenta kilómetros de la plaza del Panteón, de su centro del universo de adolescente.
Reposará allí junto a su esposa Colette y será inhumado (él, que tenía dos países, el más francés de los escritores españoles, el más español de los escritores franceses), envuelto en una tercera bandera sin territorio: la republicana.
No lo comparto pero resulta interesante.
Haciendo recordatorio sobre las cosas más placenteramente imborrables que puede ofrecer la vida, mucha gente coloca el sexo (si, además, es sexo enamorado, ya es la hostia), el nacimiento de los hijos, la realización de un sueño que parecía imposible, la sensación iniciática ante algunas drogas, la impresión difícilmente explicable ante paisajes cegadores, las risas compartidas, la sensación que provoca el primer encuentro con determinadas obras de arte, la plenitud amorosa que no puede ni quiere imaginar la futura aparición de nubes, momentos que sabes irrepetibles.
Supongo que existe gente que cifrará el momento más gozoso de su existencia en los primeros 20 millones que ganaron haciendo un negocio o la batalla poblada por infinitos cadáveres que decidió una guerra, pero no lo puedo constatar debido a mi nulo conocimiento de banqueros, políticos y generales.
Pero es raro que alguien destaque como memorable felicidad una comida, el paladeo de sabores, olores y texturas ante el que solo puedes cerrar los ojos y dar emocionadas gracias.
Hablar del festín de esos sentidos puede parecer esnob a los incorregibles fariseos, o ser considerado como una frivolidad en un mundo donde existe el hambre en proporciones intolerables.
Excepto los anormales, todo cristo debería tener la oportunidad de visitar alguna vez El Bulli, de maravillarse ante esa experiencia dionisiaca.
Por muchos documentales, reportajes, libros que intenten plasmar el paraíso gustativo que se ha inventado alguien genial llamado Ferran Adrià (lo que crea es algo distinto y excepcional, carne de imitación, de impostura, de miserable vilipendio) solo puedes experimentarlo viviéndolo en directo.
Hay magia en lo que comes con los dedos, lo que chupas, lo que bebes.
Hay arte del grande utilizando la química, la experimentación, el hallazgo de lo que no se le había ocurrido a nadie.
Las cinco o seis horas que pasas allí son más que un banquete. Es una película imprevisible, llena de ritmo, sentimiento y armonía, es un circo empeñado con éxito en el más difícil todavía; es una coreografía rebosante de plasticidad, elegancia y eficiencia en la que 80 personas hacen admirablemente lo que tienen que hacer. Si uno imagina la forma más grata de largarse al otro barrio piensas en el orgasmo.
O al terminar de cenar en El Bulli.
Supongo que existe gente que cifrará el momento más gozoso de su existencia en los primeros 20 millones que ganaron haciendo un negocio o la batalla poblada por infinitos cadáveres que decidió una guerra, pero no lo puedo constatar debido a mi nulo conocimiento de banqueros, políticos y generales.
Pero es raro que alguien destaque como memorable felicidad una comida, el paladeo de sabores, olores y texturas ante el que solo puedes cerrar los ojos y dar emocionadas gracias.
Hablar del festín de esos sentidos puede parecer esnob a los incorregibles fariseos, o ser considerado como una frivolidad en un mundo donde existe el hambre en proporciones intolerables.
Excepto los anormales, todo cristo debería tener la oportunidad de visitar alguna vez El Bulli, de maravillarse ante esa experiencia dionisiaca.
Por muchos documentales, reportajes, libros que intenten plasmar el paraíso gustativo que se ha inventado alguien genial llamado Ferran Adrià (lo que crea es algo distinto y excepcional, carne de imitación, de impostura, de miserable vilipendio) solo puedes experimentarlo viviéndolo en directo.
Hay magia en lo que comes con los dedos, lo que chupas, lo que bebes.
Hay arte del grande utilizando la química, la experimentación, el hallazgo de lo que no se le había ocurrido a nadie.
Las cinco o seis horas que pasas allí son más que un banquete. Es una película imprevisible, llena de ritmo, sentimiento y armonía, es un circo empeñado con éxito en el más difícil todavía; es una coreografía rebosante de plasticidad, elegancia y eficiencia en la que 80 personas hacen admirablemente lo que tienen que hacer. Si uno imagina la forma más grata de largarse al otro barrio piensas en el orgasmo.
O al terminar de cenar en El Bulli.
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