Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

22 abr 2011

El grito de Iker

El capitán del Madrid inyectó coraje a la plantilla, aturdida tras los tropiezos en la Liga, para que no dejara escapar la Copa frente al Barcelona .
Hay algo marcial en Iker Casillas.
Una severidad en la disposición de ánimo, un laconismo, una austeridad en los gestos que quizás heredó de sus predecesores, Raúl y Hierro, sin quererlo.
El hombre es hermético.
No deja escapar emociones. Fue asimilando alegrías y sinsabores con aparente serenidad, sin decir nada. La capitanía ha acentuado estos formalismos, quizá aprendidos en casa, en donde padres y abuelos practicaron la vocación de servicio público. Es muy extraño verle expresar sus sentimientos abiertamente.










La tarde del 2 de abril, quienes le acompañaron al vestuario del Bernabéu tras el pitido final, asistieron a una de esas transformaciones.
Consciente de que el Madrid acababa de perder la Liga, tras la derrota contra el Sporting (0-1), la válvula que contiene la presión en el cerebro del portero saltó por los aires. Dirigiéndose a todos, pero sobre todo a Mourinho, Marcelo y Pepe, Casillas comenzó a gritar algo así como un mensaje codificado de rabia:






-¡Ya veréis cómo mañana no se ríe nadie! ¡A ver si nos dejamos de risa y de cachondeo y nos tomamos las cosas en serio! ¡Porque hoy no hemos entrado en el partido en serio! ¡Siempre igual...!



Alarmado, Zidane, consejero de Mourinho, acudió a templar los ánimos de su excompañero.



-Tranquilízate, Iker.



-¡Tranquilízate y una polla!, replicó el portero.



Mourinho asistió a atónito a las manifestaciones del jugador.
 Hay dos cosas que sacan de quicio a Casillas.Dos cosas que le sacan de sus casillas,
 Que le metan un gol y que le confirmen que ha perdido un campeonato. Esa misma tarde Miguel de las Cuevas le había hecho un gol que prácticamente sepultaba las posibilidades madridistas de ganar la Liga.
Ante la toma de conciencia del percance, el portero reaccionó contra la falta de ambición de su equipo en el partido.
 Inmediatamente, asoció la dejadez a ciertas muestras de frivolidad de Pepe y Marcelo, los bromistas de la plantilla, muy unidos a Cristiano y a Mourinho en los corros que se forman cada mañana, antes de entrenarse.
 La filípica fue por ellos y fue para todos. El 2 de abril al Madrid se le acabó el tiempo de las especulaciones.



Si hay un jugador que ha experimentado el peso de la responsabilidad ha sido Casillas. A sus 30 años, es la primera temporada que ejerce como primer capitán y lo hace en solitario tras la marcha de Raúl. Aglutina los viejos valores frente a la llegada de Mourinho y sus lugartenientes.
Es el líder del grupo de españoles, siempre un poco menos valorado por el técnico, que se siente más cómodo tratando con Cristiano, Di María, Marcelo o Pepe.





Casillas se había impuesto la conquista de la Copa y trasladó esa urgencia al resto de la plantilla.
 "Es una prioridad", dijo hace poco.
Era el único título que se le había resistido a su generación.
Y era un reto particular. De modo que, tras perder dos finales en 2002 y 2004, afrontó la final de Mestalla con la conciencia de estar ante un momento irrepetible. Con la clase de tensión competitiva que le caracteriza. Como dijo hoy un dirigente del Madrid: "A Casillas se le pueden detectar carencias como portero, pero cuando llegan los momentos importantes, con él la pelota no entra".






Entre el clásico del sábado y la final del miércoles, el Barça remató nueve veces entre los tres palos del Madrid. No remató cualquiera. Messi tiró cuatro veces, Villa tres, Iniesta una y Pedro una.
 Casillas hizo ocho paradas. La única pelota que fue dentro fue la del penalti de Messi en el Bernabéu.






El entramado defensivo de Mourinho atenazó al Barça en el medio campo en la primera parte de la final.
 Durante un tiempo, Casillas vivió al amparo de diez compañeros que salieron a presionar arriba, con la misión especial de tapar el inicio del juego rival, para que ni Piqué ni Busquets salieran tocando cómodos.
Pero cuando la barrera se aflojó y el Barça llegó en tromba, en la segunda parte, su intervención se hizo imprescindible.
Cuando Messi gastó su última bala, un zurdazo raso, fuerte al segundo palo, el portero estiró el brazo con el alma para desviar la trayectoria de la pelota y alzar la Copa del Rey. "Si se hubiera cortado las uñ 


as no llegaba", bromeó un compañero.

Estética

DAVID TRUEBA
Sin permiso del Real Madrid y el F. C. Barcelona, el mundo sigue girando.
Hay un momento en el que la información deportiva, con sus ruedas de prensa, especulaciones y entrevistas a los aficionados a pie de calle se parece demasiado a sacudir una alfombra. Por mucho que le atices siempre saca algo de polvo. De ahí la insistencia de los medios.
 La televisión especialmente, que ha hecho del relleno un arte, sabe que un gran partido de fútbol es una garantía de material para pasar por la trituradora.
 Como si los programadores se levantaran por la mañana y suspiraran aliviados al ver que ya tienen tres o cuatro horas de la jornada resueltas de un plumazo.




Entre todo eso, destacaba aún más que La 2 dedicara un espacio al escultor vasco Jorge Oteiza.
La televisión, con su jerarquía de cosas y personas importantes tan particular, ha convertido la presencia de un escultor en una rareza.
Al menos, los neurocientíficos dan consejos de autoayuda disimulados en la jerga profesional y a los pintores se les puede retratar dando unas pinceladas en su estudio.
 Por suerte Oteiza, muerto en 2003 a los 94 años, ofrecía suficientes aristas para liberar a la emisión del recorrido por la piedra y el metal de sus mejores obras.
Escritor, agitador y controvertido, ya solo el retrato de su personalidad más cotidiana era una acumulación de contradicciones.



Alguno de sus familiares recordaba cómo se enfadaba con los libros de texto que le hacían estudiar a sus sobrinos y los tiraba al suelo asegurando que allí no iban a aprender nada.
En un momento dado su voz sonaba en una antigua grabación para recordar que sin una educación estética, cualquier formación estaría siempre incompleta.
Sonaba extraño oírlo en la televisión, que se empeña tan a menudo en arrasar cualquier propuesta estética frente a lo acumulativo.
 La televisión es una ducha que cae sobre el espectador sin dejar huella, como un proceso cotidiano en el que la acción de mirar está vacía de contenido y la propuesta estética es un estorbo.
Igual que Oteiza sostenía que el arte no era para los museos, sino para el hombre, podríamos preguntarnos para quién es la televisión.
Mucho me temo que es solo para la propia televisión.

Los 100 más influyentes en 2011

Wael Gohnim, ejecutivo de Google en Egipto, encabeza la lista de este año de la revista 'Time' .
La lista de la revista Time de las 100 personas más influyentes en 2011 no la coronan políticos famosos o empresarios de éxito.
El número uno es alguien cuyo nombre ha sido prácticamente desconocido antes y después de la gesta por la que le honra Time.
Se trata de Wael Gohnim, ejecutivo de Google en Egipto que, con el uso de las redes sociales, desafió a la censura del régimen que controlaba aquel país y provocó una oleada de cambio que ahora mismo sigue viva en Oriente Próximo.






En la lista vuelve a estar el presidente norteamericano Barack Obama, pero bastante por debajo de una mujer a la que ha homenajeado abundantemente en 2010: la congresista Gabrielle Giffords, herida de gravedad por un tiroteo en su Arizona natal.
 Obama, de hecho, escribió el texto con el que se la honra: "El de Gabrielle Giffords puede no haber sido un nombre muy familiar. Pero la razón por la que siempre ha sido admirada por gente de todas las tendencias políticas es que encarna lo mejor de lo que debe ser el servicio público: arduo trabajo, juego limpio, esperanza y resistencia, la voluntad de escuchar y la determinación para hacer lo mejor en este mundo".



Los números dos y tres de la lista los ocupan el economista Joseph Stiglitz y Reed Hastings, el director de Netflix, la empresa de alquiler de vídeos online. En un sorprendente número cuatro aparece la actriz y comediante Amy Poehler, de la factoría de Saturday Night Live, cuya serie Parks & Recreation ha sido uno de los éxitos televisivos de la temporada. Tras Angela Merkel, presidenta alemana, y Mark Zuckerberg, presidente de Facebook, aparece Julian Assange, fundador de la página de revelación de secretos WikiLeaks. El año pasado, Assange dejó a la diplomacia norteamericana y al Pentágono al desnudo al publicar cientos de miles de cables clasificados de las redes secretas del Pentágono.



En la lista de las 100 personas más influyentes del mundo aparecen únicamente dos latinoamericanos, entre los que se eleva en primer lugar la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, la primera mujer en ocupar ese cargo en la historia del país, al colocarse en el número 27 de la lista.
Y, el futbolista argentino Lionel Messi, que se posiciona como la persona número 86 de las 100 más influyentes del globo, justo por debajo del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, que ocupa el puesto 85.

¿Qué será de las librerías? JUAN CRUZ

La era electrónica convierte el futuro de la creación en papel en una incógnita - Los lobreros reflexionan sobre su porvenir, entre la pasión y la incertidumbre .

La librería es un centro cultural. En muchos lugares son los únicos centros en los que sirven de altavoz a las inquietudes de la sociedad a la que sirven.




"Quien está en una librería está en el centro del mundo"

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El 41% de la población afirma que nunca lee libros



En España resisten 4.500 establecimientos, y el número baja



El futuro pasa por ligar la oferta a otros componentes culturales



La experiencia de leer en pantalla es esencialmente distinta

En algún tiempo, en España, las librerías tuvieron tanta importancia social (y política) que resultaron objeto del odio de los que, como Goebbels, veían en la cultura una amenaza. En la revista Texturas (marzo 2011) Lola Larumbe, de la Librería Rafael Alberti (Madrid), recuerda cuando su establecimiento fue asaltado por terroristas que entonces, en el inmediato posfranquismo, tenían los libros en el punto de mira de su odio nostálgico.



Ahora los problemas de las librerías no son esos, dice Larumbe. Ahora el problema de las librerías se encierra en una pregunta: ¿Resistirán? Los libreros dicen que sí, pero tienen muchos problemas, y en primera fila está el que afecta a la edición de libros, a la música, al cine y a la prensa: ¿resistirán el desafío tecnológíco? ¿Resistirán, sobre todo, a la piratería?



Los datos no animan al optimismo. Actualmente quedan en en España 4.500 librerías. Desde 2005 el sector vive una cierta estabilidad (los años anteriores cerraban 90 por cada 60 que abrían), pero se espera que su número vuelva a bajar.



En la Feria Internacional de Guadalajara dijo el escritor Fernando Vallejo, autor de La virgen de los sicarios: "Cuando cunda en serio el libro electrónico esta profesión tan honorable [la de editor] que empezó algo después de Gütenberg hace 500 años va a quedar más descontinuada que la de relojero o la de deshollinador".





Para los libreros no es menos preocupante la situación. Por lo menos, dice Paco Goyanes, de la librería Cálamo (Zaragoza), es "enrevesada". Dice Goyanes, en cuya librería se juntaron 125 libreros, editores y distribuidores para hablar de estos asuntos: "Sufrimos (literalmente: casi nadie subraya la carga de dolor que supone la crisis para la mayoría de la población) la crisis económica y social que soportamos todos los españoles, aderezada con algunos elementos propios del sector".



Esos elementos son preocupación común de los libreros: la fuerte caída de las compras institucionales (bibliotecas, centros de enseñanza, Ayuntamientos); un mercado sobredimensionado, con un exceso de oferta que estrangula las librerías y que, dice Goyanes, "recuerda la crisis inmobiliaria".

Tampoco las cifras de lectores son buenas. Un 91,1% de la población declara leer, pero de ellos solo el 55% dice que libros. Eso sí, de estos, el 41,3% afirma que lo hace a diario.

Goyanes ve la situación "enrevesada". Pere Duch, de Babel (Castellón), la ve "mal, muy mal". "Nunca habíamos vivido una situación tan crítica". Los bajos índices de lectura, la progresiva implantación de las nuevas teconologías y su incidencia en el mundo de las librerías, los sistemas de venta de libros de texto impuestos por la Administración, la "desmesurada" competencia en una ciudad pequeña, y la crisis económica son los que convierten en "muy mala" esta situación "enrevesada".


Ese es el presente. ¿Y el futuro? Duch cree que "es muy incierto"; para seguir, "las librerías habrán de dar cabida al libro de papel y a los contenidos digitales" y "deberán buscar la fuerza del asociacionismo, librerías interconectadas que serán capaces de proporcionar mayores ventajas y servicios a sus clientes". Para sobrevivir, dice Concha Quirós (Cervantes, Oviedo), lo que han de hacer los libros es "ejercer su función, que no es otra que ejercer de asesor e intermediario entre el autor y el lector. Las librerías independientes, las que quedamos, tenemos asegurada nuestra pervivencia si somos capaces de ejercer como libreros".










Rodrigo Rivero (Lé, Madrid) añade un sustantivo a la lista de adjetivos fatales: la situación actual, dice, es "de incertidumbre". Pero él es optimista. En primer lugar, "el libro en papel seguirá teniendo durante un gran plazo de tiempo un papel preponderante con respecto al libro electrónico". Pero, para que se cumpla esa versión optimista, "lo que tendríamos que hacer las librerías es adecuarnos a los tiempos, reformar nuestros sistemas informáticos, tener potentes webs de venta para todos los formatos, aparecer en las redes sociales, ofertarnos como espacios culturales para dinamizar las zonas geográficas donde nos ubicamos..." Y, además, "maridarel libro con otros componentes culturales como la gastronomía, la fotografía, la pintura, los viajes... Y, por supuesto, estar muy pendientes del desarrollo e incoporación a la demanda del libro electrónico".










Juan Manuel Cruz, de la librería Rayuela (Málaga), dice que "la situación es bastante complicada". El libro ha perdido mercado, al menos "en un 30%" en los últimos tres años, lo cual ha puesto en riesgo "la viabilidad de las empresas". Las librerías han sido dañadas por "políticas demagógicas" como las que hablan de "la gratuidad de los libros de texto que han convertido a estos libros en mercado de votos electorales".










Hace aún más complicada esta situación lo que Cruz llama "cruzadacontra el libro papel y la alabanza al libro digital". Dice que "lo que durante siglos ha sido un valioso objeto social, se ve degradado a un objeto obsoleto que hay que sustituir con urgencia"; esa prisa para sustituir el libro tradicional deja "como marginales" los problemas de la piratería y la pérdida de derechos de autor.



El presente es, afirma Cruz, "tan tormentoso como atractivo". Ya se ve por qué es tormentoso, "pero también supone un reto. Hasta hoy, el mundo de la librería independiente ha sido capaz de superar las amenazas de muerte que han significado los distintos cambios tecnológicos (como el CD-ROM)".



Fernando Valverde, presidente de la Confederación de Gremios y Asociaciones de Libreros (Cegal), considera que "el impacto de la crisis ha tardado algo más en llegar" al mundo del libro que a otros sectores. Pero la crisis convierte la situación "en un momento complicado a la vez que interesante". Se nota "el descenso en las adquisiciones de libros para las redes bibliotecarias" y "ha descendido la venta directa en las librerías".



"La alarma" ante la llegada de los formatos digitales es como una gota malaya; se ha suavizado a medida que ha habido más información sobre los dispositivos de lectura. Valverde cree que las pequeñas y medianas librerías "están soportando mejor estos momentos que las cadenas y las grandes tiendas".



Según él, "tienen una mayor capacidad de adaptación a los momentos duros"; saben, además, "que no es posible crecer siempre y a cualquier precio"; cree que "las dificultades de grandes cadenas en Estados Unidos e Inglaterra, caso de Borders; el cierre de las librerías Crisol en España, y la reciente absorción de la cadena Bertrand por Casa del Libro, hablan por sí solo de las dificultades de soportar estructuras gigantescas, en donde el elemento humano, la calidez del trato, la integración con los entornos es más complicada que en la red de librerías independientes".



Esas sombras no le hacen perder el optimismo. "Nunca como ahora se ha leído tanto. Abren nuevas librerías, con gente joven al frente... En la última década también han irrumpido en el mercado nuevos editores, jóvenes, haciendo apuestas por literatura de calidad, haciendo objetos bellos y apetecibles".



El miedo está ahí. Paraliza, dice. "Pero no debemos perder energías en intentar enfrentar los soportes. No son excluyentes porque la experiencia de leer en papel y la de hacerlo en pantalla son esencialmente distintas.
Y las dos son buenas. Y las dos pueden y deben y creo que convivirán mucho tiempo".



"La peor amenaza", afirma, "es no hacer nada.
Es resistirse numantinamente a los cambios que se están produciendo. Junto a esto es obvio que el anuncio de la llegada de plataformas como Amazon, o la irrupción en el mercado digital de operadores ajenos hasta ahora al sector del libro suponen nervios y expectación, y, por qué no decirlo, algo de miedo.
 Es imprescindible que la actitud de la Administración y de los editores sea inequívoca a la hora de buscarse los mejores aliados". Y él cree que los mejores aliados "son los libreros españoles".



Montse Moragas, de Laie (Barcelona), pone énfasis en los peligros que trae la piratería al mundo del libro, "ese es el problema más grave", pero avisa de otra amenaza: "La desintermediación", que el librero "se quede fuera de juego, que no sepa evolucionar para seguir jugando un papel determinante en el mundo de la cultura; que adopte una actitud defensiva y victimista y deje pasar la oportunidad de posicionarse claramente en el mundo digital".
Según ella, esa oportunidad llevará al librero "a nuevos públicos, que hasta ahora no frecuentaban las librerías.
Las librerías tienen que vender libros en todos los formatos, y además de la presencia física tienen que vender virtualmente".



¿Y qué puede hacer la Administración? La respuesta es unánime: tomarse en serio las librerías como centros de agitación cultural, como otra forma de bibliotecas, algo así como lo que dice Luis Landero: recuperar las librerías "como centro del mundo".



A eso apunta Lola Larumbe: "Creo que la salud de las ciudades, de los barrios, de los pueblos de un país se debería estimar por el número de librerías que alberga y por la calidad de éstas.
Parece que no ha habido mucha gente con capacidad de decidir que haya visto esto, que le haya importado el empobrecimiento paulatino que han sufrido los barrios de una ciudad tan importante como Madrid con el despojamiento de sus librerías.
Librería y biblioteca, formando un núcleo duro de actividad, deberían estar siempre en el horizonte de los gestores culturales públicos".



"Ir a la librería", concluye Larumbe, "es un signo de humanismo, de humanidad, y es la pérdida de ésta la gran amenaza".
Tal y como tratan a sus clientes algunas librerías les será una bendición que cierren, así no tendrás de forma antipática de molestarse cuando vas a comprar alguno.