Triste, solitario y final es la primera novela del escritor y periodista argentino Osvaldo Soriano publicada en 1973. En esta obra ya se advierten las dos características principales de su obra: la perfecta combinación de épica y sentido del humor.
La critica considera esta novela como un homenaje al género policial negro.
ArgumentoUn Philip Marlowe acabado (detective creado por Raymond Chandler) es contratado por Stan Laurel (el mítico "Flaco" de la pareja "Laurel y Hardy") para averiguar la causa del "olvido" al que lo condena Hollywood durante los últimos años de su vida.
Un Osvaldo Soriano convertido en personaje de ficción deambula por Los Ángeles en busca de información sobre el cómico muerto años atrás.
A partir del encuentro de ambos queda conformada, en inesperada combinación, la dupla protagónica de la novela.
A través de la amistad entre estos dos marginados que recorren los caminos de Hollywood desde la vereda del fracaso, se reedita la trama de violentas aventuras típica de la novela negra norteamericana. Hay piñas, escapadas, y hasta entrevistas con personalidades como John Wayne y el mismo Charles Chaplin.
17 abr 2011
Cuento chino
BORIS IZAGUIRRE
Cuando éramos niños, en los años setenta, algunos padres gustaban de relatarnos que el comunismo era una bonita idea, pero pésima en la práctica al no funcionarles la economía.
Resulta ahora que el comunismo es el salvador del capitalismo
En vez de ofrecerles un transatlántico, debieron sugerirles un crucero de lujo
En la segunda década del siglo XXI, China, un país comunista, no solo es la segunda potencia económica del mundo, sino que este propio periódico lo calificaba ayer como "gran banco del mundo".
Resulta ahora que el comunismo es el salvador del capitalismo.
Y que lo que una vez llamamos "la amenaza amarilla" es ahora "la solución amarilla". La revolución de Mao es la gran triunfadora de la sociedad moderna.
Y eso que también de niños nos alucinaba la imagen de la viuda de Mao, defendiéndose con vehemencia en el juicio en su contra por los desmanes de la Revolución Cultural. Viéndola desenfrenada, con la boca abierta y el gesto amenazante, no podíamos evitar pensar por qué un señor tan afable y redondo como Mao pasó tanto tiempo casado con una mujer así.
Pero es que a los chinos jamás les hemos entendido. Siempre los asociamos con cosas misteriosas, bolas, polvos, cuentos, torturas y ahora cajas. Incluso cuando alguien es muy astuto se le adjudica el don de saber chino. El problema es que durante todos estos años de desconocimiento por nuestra parte, los chinos trabajaron como chinos y ahora estamos en el mundo al revés, precisamente viajando al centro de la Tierra, como vaticinó Julio Verne, entrando por París y saliendo por Pekín.
El viaje del presidente y la llamada "fuerza empresarial" (que continúa en gira de primavera) a China aporta una imagen sorprendente: Zapatero con las gafas del extinto Caiga quien caiga, protegiendo su mirada leonesa del exotismo oriental.
Habría que preguntarse qué pensaron las autoridades chinas cuando les vieron descender del avión. Occidentales trajeados con gafas negras, como los Blues Brothers en una alfombra roja, que vienen a vender la idea de un transatlántico potente, con sobrecarga de pisos sin vender.
Entrenados para no hacer ninguna pregunta que maltreche el acuerdo, como indagar por el artista desaparecido Ai Weiwei, acusado de evasión de impuestos, un delito común en el Oeste y hoy al parecer en alza en el Este.
Ni mencionar las palabras derechos humanos.
En la idea de vender un país no conviene levantar liebres que salten sobre tus propios problemas. Si a los chinos les molesta hablar de derechos humanos, a lo mejor a nuestros dirigentes les incomodaría igualmente que los chinos preguntaran por María José Campanario, Garzón, Camps o Chaves.
Muchos nombres, muchas preguntas. ¿Por qué un juez va al banquillo antes que los acusados? ¿Por que la esposa de un torero, ATS de profesión, está implicada en una trama de fraude a la Seguridad Social? ¿Por qué un expresidente autonómico defiende a sus hijos como normales y el de otra comunidad quiere prohibir el uso de las palabras imputado y corrupción, consiguiendo que su partido le obligue a reconsiderarlo, recordándole que es "un partido que defiende la libertad de prensa"? No, no estábamos allí para enfrentar ese cuestionario.
Queríamos dinero amarillo para nuestras cajas y luego turistas chinos descubriendo nuestras costas.
Ligando famosas en Ibiza, poniendo la palabra fusión en todos los restaurantes, alcanzando la posibilidad de que las niñas dejen de llamarse Vanessa y pasen a ser reconocidas como Ling Liu o Miau Yau.
Pese a este ejercicio de autocontrol, de impedir que ninguno de nuestros políticos ni la "fuerza empresarial" metiera la pata con los derechos humanos en el régimen de Hu Jintao, en el avión la promesa de un fondo inversor de miles de millones casi se convirtió en cuento chino.
La avanzadilla no perdió el optimismo. Hu calificó a Zapatero como viejo amigo y Zapatero le insistió a Hu con la metáfora del transatlántico el mismo día del aniversario del hundimiento del Titanic.
En futuras expediciones de venta de España hay que aprender de esta visita china. Ningún país quiere comprar los problemas de otro.
En China lo que quieren saber es cómo se vive el lujo.
Hasta hace dos décadas era un país comunista más de cooperativas que de políticas de mercados y expansión.
El periodista argentino Jorge Lanata conoció durante el rodaje de una serie documental a la mujer que adquirió la patente para comercializar en China los productos L'Oréal.
Es una de las nuevas millonarias chinas, que en un país de 1.300 millones de personas pueden ser fácilmente seis millones de nuevos millonarios.
Todos con necesidad de aprender cómo se es millonario, cómo se disfruta y exhibe el lujo,cómo se decoran las casas (la de la ciudad y la del campo), los yates, los aviones privados, los relojes, las discotecas...
"Están desesperados", me explicaba Lanata, "quieren aprenderlo todo. Buenos vinos, comprar arte, conocer restaurantes, alojarse en buenos hoteles en todo el mundo".
Quizás la "fuerza empresarial" y nuestro Gobierno calibraron mal la oferta. En vez de ofrecer un transatlántico potente, cargado de ladrillos, han debido sugerir un crucero de amor y lujo.
Cuando éramos niños, en los años setenta, algunos padres gustaban de relatarnos que el comunismo era una bonita idea, pero pésima en la práctica al no funcionarles la economía.
Resulta ahora que el comunismo es el salvador del capitalismo
En vez de ofrecerles un transatlántico, debieron sugerirles un crucero de lujo
En la segunda década del siglo XXI, China, un país comunista, no solo es la segunda potencia económica del mundo, sino que este propio periódico lo calificaba ayer como "gran banco del mundo".
Resulta ahora que el comunismo es el salvador del capitalismo.
Y que lo que una vez llamamos "la amenaza amarilla" es ahora "la solución amarilla". La revolución de Mao es la gran triunfadora de la sociedad moderna.
Y eso que también de niños nos alucinaba la imagen de la viuda de Mao, defendiéndose con vehemencia en el juicio en su contra por los desmanes de la Revolución Cultural. Viéndola desenfrenada, con la boca abierta y el gesto amenazante, no podíamos evitar pensar por qué un señor tan afable y redondo como Mao pasó tanto tiempo casado con una mujer así.
Pero es que a los chinos jamás les hemos entendido. Siempre los asociamos con cosas misteriosas, bolas, polvos, cuentos, torturas y ahora cajas. Incluso cuando alguien es muy astuto se le adjudica el don de saber chino. El problema es que durante todos estos años de desconocimiento por nuestra parte, los chinos trabajaron como chinos y ahora estamos en el mundo al revés, precisamente viajando al centro de la Tierra, como vaticinó Julio Verne, entrando por París y saliendo por Pekín.
El viaje del presidente y la llamada "fuerza empresarial" (que continúa en gira de primavera) a China aporta una imagen sorprendente: Zapatero con las gafas del extinto Caiga quien caiga, protegiendo su mirada leonesa del exotismo oriental.
Habría que preguntarse qué pensaron las autoridades chinas cuando les vieron descender del avión. Occidentales trajeados con gafas negras, como los Blues Brothers en una alfombra roja, que vienen a vender la idea de un transatlántico potente, con sobrecarga de pisos sin vender.
Entrenados para no hacer ninguna pregunta que maltreche el acuerdo, como indagar por el artista desaparecido Ai Weiwei, acusado de evasión de impuestos, un delito común en el Oeste y hoy al parecer en alza en el Este.
Ni mencionar las palabras derechos humanos.
En la idea de vender un país no conviene levantar liebres que salten sobre tus propios problemas. Si a los chinos les molesta hablar de derechos humanos, a lo mejor a nuestros dirigentes les incomodaría igualmente que los chinos preguntaran por María José Campanario, Garzón, Camps o Chaves.
Muchos nombres, muchas preguntas. ¿Por qué un juez va al banquillo antes que los acusados? ¿Por que la esposa de un torero, ATS de profesión, está implicada en una trama de fraude a la Seguridad Social? ¿Por qué un expresidente autonómico defiende a sus hijos como normales y el de otra comunidad quiere prohibir el uso de las palabras imputado y corrupción, consiguiendo que su partido le obligue a reconsiderarlo, recordándole que es "un partido que defiende la libertad de prensa"? No, no estábamos allí para enfrentar ese cuestionario.
Queríamos dinero amarillo para nuestras cajas y luego turistas chinos descubriendo nuestras costas.
Ligando famosas en Ibiza, poniendo la palabra fusión en todos los restaurantes, alcanzando la posibilidad de que las niñas dejen de llamarse Vanessa y pasen a ser reconocidas como Ling Liu o Miau Yau.
Pese a este ejercicio de autocontrol, de impedir que ninguno de nuestros políticos ni la "fuerza empresarial" metiera la pata con los derechos humanos en el régimen de Hu Jintao, en el avión la promesa de un fondo inversor de miles de millones casi se convirtió en cuento chino.
La avanzadilla no perdió el optimismo. Hu calificó a Zapatero como viejo amigo y Zapatero le insistió a Hu con la metáfora del transatlántico el mismo día del aniversario del hundimiento del Titanic.
En futuras expediciones de venta de España hay que aprender de esta visita china. Ningún país quiere comprar los problemas de otro.
En China lo que quieren saber es cómo se vive el lujo.
Hasta hace dos décadas era un país comunista más de cooperativas que de políticas de mercados y expansión.
El periodista argentino Jorge Lanata conoció durante el rodaje de una serie documental a la mujer que adquirió la patente para comercializar en China los productos L'Oréal.
Es una de las nuevas millonarias chinas, que en un país de 1.300 millones de personas pueden ser fácilmente seis millones de nuevos millonarios.
Todos con necesidad de aprender cómo se es millonario, cómo se disfruta y exhibe el lujo,cómo se decoran las casas (la de la ciudad y la del campo), los yates, los aviones privados, los relojes, las discotecas...
"Están desesperados", me explicaba Lanata, "quieren aprenderlo todo. Buenos vinos, comprar arte, conocer restaurantes, alojarse en buenos hoteles en todo el mundo".
Quizás la "fuerza empresarial" y nuestro Gobierno calibraron mal la oferta. En vez de ofrecer un transatlántico potente, cargado de ladrillos, han debido sugerir un crucero de amor y lujo.
Talentos desordenados
El trastorno bipolar sufrido por Catherine Zeta-Jones no es nuevo en Hollywood .
El lujo y el glamour que rodea la vida de los personajes célebres es solo una de las muchas caras de la existencia de los famosos.
Sus admiradores envidian sus amistades, su tren de vida y sus vacaciones, pero lo que no trasciende a menudo es que, como el resto de los mortales, ellos también pueden ser víctimas de todo tipo de enfermedades, entre ellas algunas con estigma histórico, como las dolencias mentales.
Y cuando estas atacan, no son muchos los que se atreven a decirlo en alto.
La actriz cobró un duro peaje por el cáncer de su marido, Michael Douglas Britney Spears y Mel Gibson figuran entre los famosos en tratamiento
Pero esta semana, la actriz Catherine Zeta-Jones ha roto esa barrera y ha hecho público un diagnóstico que también recibe el 2% de la población estadounidense y que suele mantenerse en secreto: la actriz sufre un desorden bipolar.
A mitad de semana su agente envió un comunicado a la prensa en el que explicaba que la galesa, ganadora de un oscar a la mejor actriz por Chicago, había pasado unos días en una clínica especializada en salud mental puesto que padece un desorden bipolar del tipo 2. Esta enfermedad también se conoce como psicosis maníaco-depresiva y se caracteriza por fuertes cambios de humor que hacen que el camino entre la depresión y la alegría se acelere peligrosamente y machaque emocionalmente al enfermo.
Los brotes más graves de esta enfermedad crónica suelen ocurrir después de que el paciente se vea sometido a experiencias traumáticas. En el caso de Zeta-Jones, parece que el diagnóstico de cáncer de su marido, el también actor Michael Douglas, y su posterior tratamiento le han cobrado a la intérprete un duro peaje. No obstante, según explicó la agente de la galesa el miércoles, "Zeta-Jones se encuentra estupendamente y tiene muchas ganas de volver a trabajar".
Stephen Frears y Gabriele Muccino son los dos directores que han requerido sus servicios para sendas películas que arrancarán en breve, los dos siguen contando con ella. "Creo que es una gran idea combatir este estigma y ayudar a que se entienda que quien sufre un desorden bipolar puede mantener una vida absolutamente funcional y productiva", declaró a la agencia AFP Martin Evers, un médico especializado en desórdenes del comportamiento del hospital de Northern Westchester.
"La franqueza de Zeta-Jones ayudará a otras personas a eliminar el estigma que pesa sobre muchos pacientes y que daña sus vidas", afirma Sue Baker, directora de la campaña Time to change, organizada en Reino Unido para cambiar la percepción que se tiene de quienes padecen enfermedades mentales.
A lo largo de la historia, han sido muchas las personalidades que han sufrido trastorno bipolar, entre ellas el presidente Winston Churchill, los escritores Graham Greene y Jack London, el pintor Jackson Pollock o la cantante Nina Simone.
En Hollywood, lo que le ocurre a Zeta-Jones tampoco es una novedad: Mel Gibson y Carrie Fisher son algunos de los nombres que citaba esta semana la revista Hollywood Reporter en relación a la enfermedad.
Además también afirmaba que el músico Brian Wilson y la cantante Britney Spears llevan años en tratamiento por la misma causa, pero solo algunos se atreven a hablar de ello abiertamente.
Carrie Fisher lo contaba con mucho humor en un monólogo teatral que triunfó en Broadway el pasado año.
La cantante Sinead O'Connor también se atrevió a hablar abiertamente de su caso en el diario The Guardian, al igual que Axl Rose, de Guns N'Roses. De hecho, la lista de artistas con desorden bipolar es tan larga que hay quien sostiene que esta enfermedad tiene una conexión directa con el talento artístico, algo sobre lo que se ha escrito en libros como Touched by fire, de la psicóloga Kay Redfield.
El lujo y el glamour que rodea la vida de los personajes célebres es solo una de las muchas caras de la existencia de los famosos.
Sus admiradores envidian sus amistades, su tren de vida y sus vacaciones, pero lo que no trasciende a menudo es que, como el resto de los mortales, ellos también pueden ser víctimas de todo tipo de enfermedades, entre ellas algunas con estigma histórico, como las dolencias mentales.
Y cuando estas atacan, no son muchos los que se atreven a decirlo en alto.
La actriz cobró un duro peaje por el cáncer de su marido, Michael Douglas Britney Spears y Mel Gibson figuran entre los famosos en tratamiento
Pero esta semana, la actriz Catherine Zeta-Jones ha roto esa barrera y ha hecho público un diagnóstico que también recibe el 2% de la población estadounidense y que suele mantenerse en secreto: la actriz sufre un desorden bipolar.
A mitad de semana su agente envió un comunicado a la prensa en el que explicaba que la galesa, ganadora de un oscar a la mejor actriz por Chicago, había pasado unos días en una clínica especializada en salud mental puesto que padece un desorden bipolar del tipo 2. Esta enfermedad también se conoce como psicosis maníaco-depresiva y se caracteriza por fuertes cambios de humor que hacen que el camino entre la depresión y la alegría se acelere peligrosamente y machaque emocionalmente al enfermo.
Los brotes más graves de esta enfermedad crónica suelen ocurrir después de que el paciente se vea sometido a experiencias traumáticas. En el caso de Zeta-Jones, parece que el diagnóstico de cáncer de su marido, el también actor Michael Douglas, y su posterior tratamiento le han cobrado a la intérprete un duro peaje. No obstante, según explicó la agente de la galesa el miércoles, "Zeta-Jones se encuentra estupendamente y tiene muchas ganas de volver a trabajar".
Stephen Frears y Gabriele Muccino son los dos directores que han requerido sus servicios para sendas películas que arrancarán en breve, los dos siguen contando con ella. "Creo que es una gran idea combatir este estigma y ayudar a que se entienda que quien sufre un desorden bipolar puede mantener una vida absolutamente funcional y productiva", declaró a la agencia AFP Martin Evers, un médico especializado en desórdenes del comportamiento del hospital de Northern Westchester.
"La franqueza de Zeta-Jones ayudará a otras personas a eliminar el estigma que pesa sobre muchos pacientes y que daña sus vidas", afirma Sue Baker, directora de la campaña Time to change, organizada en Reino Unido para cambiar la percepción que se tiene de quienes padecen enfermedades mentales.
A lo largo de la historia, han sido muchas las personalidades que han sufrido trastorno bipolar, entre ellas el presidente Winston Churchill, los escritores Graham Greene y Jack London, el pintor Jackson Pollock o la cantante Nina Simone.
En Hollywood, lo que le ocurre a Zeta-Jones tampoco es una novedad: Mel Gibson y Carrie Fisher son algunos de los nombres que citaba esta semana la revista Hollywood Reporter en relación a la enfermedad.
Además también afirmaba que el músico Brian Wilson y la cantante Britney Spears llevan años en tratamiento por la misma causa, pero solo algunos se atreven a hablar de ello abiertamente.
Carrie Fisher lo contaba con mucho humor en un monólogo teatral que triunfó en Broadway el pasado año.
La cantante Sinead O'Connor también se atrevió a hablar abiertamente de su caso en el diario The Guardian, al igual que Axl Rose, de Guns N'Roses. De hecho, la lista de artistas con desorden bipolar es tan larga que hay quien sostiene que esta enfermedad tiene una conexión directa con el talento artístico, algo sobre lo que se ha escrito en libros como Touched by fire, de la psicóloga Kay Redfield.
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