Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

9 abr 2011

Ingrid Bergman part 1

La voz de los 8.400 muertos de Ciudad Juárez

Judith Torrea publica un libro sobre la ciudad "más peligrosa del mundo"

Judith Torrea no se lo creía. Parpadeó varias veces. Tenía a su lado a Iñaki Gabilondo y Concha García Campoy. Sus maestros, como les llama, fueron los encargados de presentar Juárez en la sombra (Aguilar), el primer libro de esta periodista navarra que desde hace 14 años vive en Ciudad Juárez (México).
"Es un ser humano y una periodista inverosímil. Recibe el impacto de la realidad por inmersión y luego destila su experiencia en periodismo. No existe una manera más noble de vivir", afirmó Gabilondo durante la presentación del libro en el Club Siglo XXI. Anoche, los tutores se rindieron ante la alumna.



Judith Torrea es una mujer que te devuelve creer en las personas.
Una mujer , siempre lo digo de asècto fragil, pero cuando habla sale de ella esa fuerza combativa que es lo que hace creer en personas como ella, luchadora infatigable,
se expone en un pais al que llegó casualmente y allí se quedó porque supo que era lo que tenía que hacer, luchar, denunciar, combatir y que el mundo se enterase la clase de corrupción y narcos hay con el consentimiento del Presidente Calderón.
Personas como ellas nos dan ejemplo de que no somos nada, ni un grano de arena y que la vida tiene valor cuando luchas por ella y con ella.







Edmond Baudoin describe en el cómic ¡Viva la vida! la convulsa Ciudad Juárez



"Escribo para no convertirme en cómplice de ningún genocidio"

Como sucedió la primera vez que escribió un post en su blog (juarezenlasombra.blogspot.com), que le ayudó a crear una amiga periodista mexicana, Torrea llevaba tiempo esperando a un "editor valiente" que se atreviera a publicar las historias con nombres y apellidos de los más de 8.400 asesinatos que se han producido en esta ciudad fronteriza con EE UU desde que en 2008 comenzara la guerra contra el narcotráfico del presidente Felipe Calderón.






Sus crónicas sobre "la ciudad más peligrosa del mundo" son la voz arrebatada de 10.000 huérfanos, algunos de los cuales juegan a contar cadáveres "acostumbrados a la normalidad del espanto". O la de los jóvenes que rapean en "un grito de resistencia a la muerte". Aunque si hay unas protagonistas en las historias de esta periodista que cambió la comodidad de Nueva York por Juaritos -como se llama en México a esta ciudad- son las mujeres. "Las madres viven en un lugar del mundo que se empeñan en borrar del mapa. Sus hijos han sido asesinados. Y los políticos se justifican diciendo que eran narcotraficantes. Aún así no han perdido la alegría", relataba Torrea.



El ejemplo de estas mujeres, que le robaron el corazón y le enseñaron a vivir para contar, ha sido su ayuda para afrontar la adversidad cuando no sabía si podría continuar. "Para no desmoralizarme leí Una mujer en guerra, de Maruja Torres.
 Pensé que si ella podía yo también.
El universo me iba a proteger. Minutos después me llamaron para decirme que había ganado el Ortega y Gasset", recordó en referencia al premio que recibió el año pasado en la categoría de Periodismo digital.






Juárez en la sombra, prologado por el periodista Juan Cruz, es otra manera de "vomitar" el genocidio de Ciudad Juárez. "Demostrar que no es un problema de imagen o de percepción como dicen las autoridades, porque los muertos son reales". Una manera de remover conciencias para descubrir personas tras las cifras. Asesinatos detrás de cada gramo de cocaína o marihuana que se consume en el mundo. "Es la paradoja de la droga", dijo Torrea.
 "Se vuelve mortífera en su camino desde Colombia hasta la frontera de México para después convertirse en pacífica cuando se consume en EE UU o España".



Aunque reconoce que siente una mezcla de amor y dolor por Ciudad Juárez, no piensa rendirse.
 Seguirá contando historias, fiel a su oficio de periodista para "no convertirme en cómplice de ninguna guerra o genocidio".
 Anoche no se cansó de repetir que no conoce otra forma de vivir.

La bronca de Sarkozy a un periodista por amor

Se sabía que el presidente Nicolas Sarkozy tenía un temperamento impulsivo. Pero la anécdota que revela el director del semanal Le Point, Franz-Olivier Giesbert, en su recién publicada biografía Señor presidente.
 Escenas de la vida política 2005-2011, es quizás de las más sabrosas. Relata una bronca a propósito de un artículo publicado en su revista hace un par de años.
 En él, el periodista Patrick Besson hacía una serie de recomendaciones al mandatario ante su inminente matrimonio con Carla Bruni. "Quiero que sepas que en cuanto deje el puesto voy a romperle la cara" [al periodista], se enfureció el presidente.
"¿Qué dirías si yo dijera que tu mujer es una puta?", llegó a soltar durante la discusión.











La escena se remonta a principios de 2008. El periodista Giesbert pasa la tarde en su residencia del sur de Francia ocupándose de sus olivos cuando le suena el móvil. Una operadora le pasa al mandatario francés, indignado:
"Quiero hablarte de un artículo de Patrick Besson que has publicado en tu diario. Algo que no es digno de vosotros, inmundo, asqueroso, no existen palabras para eso..."
. En el artículo, Besson recordaba la larga lista de amantes de Bruni.
Pero sobre todo, recomendaba al mandatario evitar presentarle a Carla a sus hijos o a cualquier hombre atractivo como, por ejemplo, el presidente Barack Obama.




"¿Sabes qué vas a hacer, pequeño Franz? Una carta de disculpas a Carla", indicó Sarkozy después de que Giesbert asegurara haber editado el texto y cortado los elementos más polémicos.
 Ante la negativa del director, el presidente insistía:
 "Este artículo es una guarrada que justifica una paliza".
Finalmente, parece ser que fue la propia Carla Bruni quien zanjó el incidente con una llamada a Giesbert: "Perdónale. Nicolas está tan enamorado que no soporta que se cuenten este tipo de cosas sobre mí".

"Los franceses tienen respeto por el cine francés"

Guillaume Canet presenta en la Mostra de Valencia su película más personal, 'Les petits mouchoirs' .
El actor y director francés Guillaume Canet, que ganó el Premio César (el homólogo al Goya en el país galo) en 2007 con su segunda película como realizador, Ne le dis à personne (No se lo digas a nadie), ha presentado esta mañana en el marco de la Sección Panorama Mediterráneo de la Mostra de Valencia su último filme, Les petits mouchoirs, que reconoció como su trabajo más personal, que llega avalado por un éxito de taquilla en su país (cinco millones de espectadores) y que la crítica ha alabado como su mejor película.
"Los franceses tienen respeto por el cine francés", ha explicado Canet ante la pregunta de por qué las producciones propias alcanzan en Francia cifras respetables respecto a otros países.




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El realizador ha explicado que en Francia se hace mucho cine, unas 200 películas al año, y "hay un gran apoyo, un respeto, a las películas francesas", aunque matiza que "las películas funcionan bien, pero no todas".
Eso sí, ha insistido en el gran respeto a los realizadores, a los actores y las películas producidas.
 Un comportamiento que ha achacado, hasta ha subrayado, "a que en Francia hay una gran pasión por el cine", quizá cuestionando a que en otros países ocurra de la misma manera.






"La película aborda el tema del egoísmo, del egocentrismo, con algún elemento de cinismo", ha explicado Canet sobre su película más personal,
 "habla de esas pequeñas mentiras que uno se cuenta a sí mismo y a los demás para no hacerse daño y no hacerlo a los otros con el fin último de hacer como si nada mala estuviera pasando".
De hecho la traducción de Les petits mouchoirs (una expresión que hace referencia a los defectos que se tapan con un pañuelo) se podría traducir como las pequeñas mentiras sin importancia'. "Nos ponemos una venda en los ojos para no ver", ha abundado Canet, "nos mentimos a nosotros mismos, escondiendo el polvo debajo de la alfombra, pero si vamos dejando mucho polvo ahí, al final es una montaña y es lo que les pasa a los amigos en la película, que han estado escondiendo cosas durante años que no quieren reconocer".



La película, protagonizada por Marion Cotillard y François Cluzet, ha conmovido al público y aunque los personajes están en la cuarentena, "las preguntas que se hacen los personajes pueden hacérselas cualquiera en cualquier etapa de la vida, preguntas como ¿es esta realmente la vida que quiero? ¿Esta profesión es la que quiero? ¿La sexualidad que tengo es la sexualidad que deseo?"
. En su opinión, algo que además contribuye a que los espectadores se sientan identificados es un tema muy actual, "el hecho de que se vive la vida a toda pastilla, a 100 kilómetros por hora".
 "No digerimos las cosas, esta es la generación del zapping", ha criticado, "pasamos de una actividad a otra sin tomarnos el tiempo para disfrutarlas o apreciarlas".
Por eso, el director ha recomendado que hay que pasar más tiempo con los seres queridos y además transmitirles esos sentimientos en el tiempo presente: "Cuando todavía los tenemos con nosotros".




Y es que el filme cuenta la historia de un grupo de amigos que tras un suceso traumático deciden seguir adelante con sus vacaciones anuales en la playa, en un ejercicio que Canet calificó de "egoísta".
Pero no todo es tan fácil y las vacaciones acaban poniendo a prueba su amistad, sus convicciones, con un sentimiento de culpa creciente que les invade.
Para enfatizarlo, el realizador ha apuntado que usó teleobjetivos para enfocar al intérprete y dejar los fondos desenfocados, para centrarse en el actor.
Su intención era que él, como director, permaneciera al margen y poder "subrayar el trabajo del actor".



Canet ha reconocido que hay muchos primeros planos en su trabajo y lo ha justificado en que es "una película de actor, no de director". Quería ir a la esencia de lo que quería contar por lo que buscó una "cercanía con los intérpretes".
Ha explicado que buscaba darle mucha importancia a las miradas pero también al hecho de escuchar: "Los personajes que escuchan tienen mucha importancia dentro de la película".




Canet ha puntualizado que es la primera vez que escribe el guión él solo y después ha hecho una confesión: "También es la primera vez que en el guión hay tanto de mí, es la primera vez que es tan personal".
Ha añadido que normalmente él protege mucho su vida privada en entrevistas y su vida cotidiana, pero en este filme ha roto esa dinámica.
Y entre bromas ha explicado una ventaja de desnudar sus sentimientos durante los cinco meses de escritura del guión: "Me ha servido como psicoanálisis, que probablemente sale muy caro pero a mí me ha dado beneficios, aunque no tantos como los beneficios del productor".




Para finalizar, Canet ha añadido que la película hace un recorrido por muchas emociones diferentes, fundamentales en la trama, aunque ha pedido expresamente a los periodistas, o a cuantos vean su película, que no desvelen el final de Les petits mouchoirs.



Canet ha participado como actor en dos docenas de largometrajes, la mayoría francesas, y entre sus trabajos con mayor repercusión en España se sitúan La playa (2000), de Danny Boyle, en la que actúo junto a Leonardo di Caprio, o Vidocq (2001), dirigida por Pitof, junto a Gérard Depardieu.
Como realizador, tras rodar cuatro cortos, abordó el largometraje Mon idole (2002). Cinco años después ganó el César con su adaptación de la novela de Harlan Coben No se lo digas a nadie.