.Los escándalos de corrupción acabaron con la era socialista de Felipe González.
Él mismo lo ha admitido con el tiempo, como también ha admitido (cosa que creo) que su tendencia a delegar en otros contribuyó a formar a grandes políticos pero también a que se cometieran muchas tropelías que no estaban sometidas al necesario sistema de control. De cualquier manera, una sociedad civil que aún tenía por costumbre reaccionar ante los malos usos de una joven democracia castigó al jefe, que es, al fin y al cabo, el último responsable.
Los años han demostrado que de aquella experiencia no se obtuvo ninguna enseñanza. Desde entonces, la corrupción ha tocado prácticamente a todos los partidos que han tenido algún tipo de responsabilidad.
De la local a la autonómica, los casos no han dejado de sucederse.
Cierto es que hemos visto entrar y salir de los juzgados a más de un alcalde o un presidente autonómico, pero el triste resultado es que a día de hoy la corrupción, que a mi entender incluye cualquier aprovechamiento que se haga de un cargo público, ha llegado a normalizarse de tal manera que nadie piensa que pueda afectar en el curso de unas elecciones generales.
Los ciudadanos tenemos derecho a señalar que a la práctica de la corrupción se añade la sinvergonzonería con la que los políticos la aceptan, a sabiendas de que no les va a costar un voto.
Pero ¿y nosotros? Los votantes nos hemos contagiado de tal manera del partidismo obtuso que pocas veces castigamos en las urnas a los nuestros.
A ellos se les paga por tener una responsabilidad, pero ¿y la nuestra?
Si la sociedad civil ha limitado su activismo a votar cuando toca y vota sin ningún sentido crítico, para qué reclamar transparencia.
Los ciudadanos se merecen una democracia limpia, pero este sistema imperfecto solo funciona si tiene ciudadanos que asumen su papel correctivo.
6 abr 2011
Sabina y amigos, de fiesta en Buenos Aires
La embajada de España premió al cantante, en un acto al que asistieron Cecilia Roth, Imanol Arias o Federico Luppi .
Joaquín Sabina, invitado de honor, y sus amigos Cecilia Roth, Imanol Arias, Federico Luppi y Charly García protagonizaron en Buenos Aires la noche del lunes la nueva edición de la Fiesta Cultural del Equinoccio, que organiza la embajada de España en Argentina, y que pretende reunir y premiar a los referentes del mundo artístico que contribuyen a acercar a los dos países.
El grupo de amigos bromeó, bailó, habló con los más de 200 asistentes a la fiesta y demostró sin ningún esfuerzo que las relaciones artísticas entre España y Argentina son formidables y están basadas en un mutuo afecto y reconocimiento.
Entre los participantes se encontraban también el ministro de Economía, Amado Boudou, y el secretario de Cultura, Jorge Coscia.
Uruguay multará a un hotel por permitir que Sabina fumara
El embajador, Rafael Estrella, citó en varias ocasiones al escritor peruano-español Mario Vargas Llosa, objeto de una reciente polémica en medios culturales argentinos, y recordó que la patria de los creadores literarios, como dijo en su día Ernesto Sábato, es la lengua. El Nobel concedido a Vargas Llosa, explicó Estrella, es un premio a la literatura en español y debe proporcionarnos alegría y orgullo.
La fiesta del Equinoccio, resaltó Estrella, celebra el cambio de estaciones, no un hecho único ni histórico, sino algo que recuerda el latido de la vida.
"Nosotros queremos celebrar aquí el latido cultural que une a los dos países", aseguró. Joaquín Sabina es el primer premiado español, ya que en las tres ediciones anteriores fueron objeto de homenajes el bailarín Julio Bocca, el actor Ricardo Darin y la actriz Norma Aleandro.
"Sabina representa seguramente mejor que nadie lo que supone esta fiesta porque para los argentinos es ya uno más de la familia y porque Joaquín se mueve en Buenos Aires en pantuflas y en pijama.
Si se descuidan, acabará montando su jaima en Luna Park".
"Quien me iba a decir a mi que me encontraría en una embajada como en casa", bromeó el cantautor español.
"Los dos países han tenido pasados borrascosos y demasiadas veces la embajada era el enemigo", explicó y recordó su paso juvenil por Granada donde conoció a Estrella, el ahora embajador.
Sabina, que ha tenido que prolongar sus actuaciones en Buenos Aires, dentro de su gira El penúltimo tren , ha sido también objeto de un homenaje por parte de la ciudad de Buenos Aires, que le dedicó una baldosa en la céntrica plaza Rodríguez Peña, donde ya existen otras con letras de canciones de artistas argentinos y españoles.
"Me encanta que me pisen las minas porteñas", se rió Sabina.
Joaquín Sabina, invitado de honor, y sus amigos Cecilia Roth, Imanol Arias, Federico Luppi y Charly García protagonizaron en Buenos Aires la noche del lunes la nueva edición de la Fiesta Cultural del Equinoccio, que organiza la embajada de España en Argentina, y que pretende reunir y premiar a los referentes del mundo artístico que contribuyen a acercar a los dos países.
El grupo de amigos bromeó, bailó, habló con los más de 200 asistentes a la fiesta y demostró sin ningún esfuerzo que las relaciones artísticas entre España y Argentina son formidables y están basadas en un mutuo afecto y reconocimiento.
Entre los participantes se encontraban también el ministro de Economía, Amado Boudou, y el secretario de Cultura, Jorge Coscia.
Uruguay multará a un hotel por permitir que Sabina fumara
El embajador, Rafael Estrella, citó en varias ocasiones al escritor peruano-español Mario Vargas Llosa, objeto de una reciente polémica en medios culturales argentinos, y recordó que la patria de los creadores literarios, como dijo en su día Ernesto Sábato, es la lengua. El Nobel concedido a Vargas Llosa, explicó Estrella, es un premio a la literatura en español y debe proporcionarnos alegría y orgullo.
La fiesta del Equinoccio, resaltó Estrella, celebra el cambio de estaciones, no un hecho único ni histórico, sino algo que recuerda el latido de la vida.
"Nosotros queremos celebrar aquí el latido cultural que une a los dos países", aseguró. Joaquín Sabina es el primer premiado español, ya que en las tres ediciones anteriores fueron objeto de homenajes el bailarín Julio Bocca, el actor Ricardo Darin y la actriz Norma Aleandro.
"Sabina representa seguramente mejor que nadie lo que supone esta fiesta porque para los argentinos es ya uno más de la familia y porque Joaquín se mueve en Buenos Aires en pantuflas y en pijama.
Si se descuidan, acabará montando su jaima en Luna Park".
"Quien me iba a decir a mi que me encontraría en una embajada como en casa", bromeó el cantautor español.
"Los dos países han tenido pasados borrascosos y demasiadas veces la embajada era el enemigo", explicó y recordó su paso juvenil por Granada donde conoció a Estrella, el ahora embajador.
Sabina, que ha tenido que prolongar sus actuaciones en Buenos Aires, dentro de su gira El penúltimo tren , ha sido también objeto de un homenaje por parte de la ciudad de Buenos Aires, que le dedicó una baldosa en la céntrica plaza Rodríguez Peña, donde ya existen otras con letras de canciones de artistas argentinos y españoles.
"Me encanta que me pisen las minas porteñas", se rió Sabina.
Joumana Haddad, la luz feminista de Oriente
La escritora publica su manifiesto 'Yo maté a Sherezade'
Yo maté a Sherezade es un espejo que dispara como haces de luz los derechos de las mujeres en todas direcciones, también hacia Occidente.
La escritora y periodista Joumana Haddad (Beirut, 1970) ha parido este ensayo (editorial Mondadori) con tanta "furia" que ha iluminado, incluso, a los que ella denomina "los oscurantistas retrógrados que pueblan los países árabes".
La libanesa es la editora de 'Jasad', única revista erótica del mundo árabe
"Es un manifiesto -ya se estudia como tal en la Universidad Americana de Beirut- de una mujer un poco loca, pero sobre todo convencida de sus ideas, que no quiere pasar fugazmente por la vida", cuenta en español esta mujer que habla otros seis idiomas. Haddad es responsable de las páginas culturales de An Nahar, uno de los periódicos más importantes de Líbano, además de redactora jefa de Jasad, única publicación erótica del mundo árabe aunque la autora la define como "revista cultural sobre el cuerpo".
Se publica trimestralmente en Líbano, ya que "en el resto de los países árabes está censurada".
El ensayo aborda como un cuadernillo de estrategias militares las tácticas para superar la guerra por la que la autora cree que pasa cada mujer.
"Un estado necesario para conseguir una vida más rica. No podemos creer que la lucha ha acabado y echarnos a descansar porque en ese justo momento volvería a empezar nuestro retroceso".
Por eso ha pasado del entusiasmo al escepticismo con las revoluciones en Egipto y Túnez.
"Las mujeres han desaparecido.
Creen que sus demandas son importantes pero las han dejado en un segundo plano. No se dan cuenta de que no puede haber una democracia real si no se respetan los derechos de las mujeres", exhorta.
Y aunque la actualidad es la literatura de sus últimos artículos periodísticos, en Yo maté a Sherezade aborda con firmeza aspectos que, por derrochados en papel, no deja de acentuar con cada golpecito que da sobre la mesa.
"Las mujeres son sus propias enemigas.
Deben usar esa fuerza para cambiar su vida y no justificar contradicciones internas como el velo o el burka.
Es la libertad de no ser libre". Haddad se toca el pelo y lo desposee de su aparente erotismo: "Es humillante también para el hombre, lo convierte en un animal incapaz de controlar sus instintos".
"No estamos asistiendo a un cambio que mejore la situación de las mujeres. Internet es rápido y eficiente pero superficial", argumenta sobre el papel que juegan las redes sociales.
"La cultura, la educación y en especial la literatura pueden provocar el verdadero tsunami.
Son una manera de independizarse, también económicamente". La esencia del libro está en su cubierta: un dibujo en espiral de la palabra libertad.
"Si hay un título para mi vida es este".
La batalla culmina con la muerte de Sherezade y la resurrección del mito de Lilith, la primera mujer antes de Eva.
"No tuvo que negociar con los hombres para conseguir lo que quería" y abandonó el paraíso para no someterse a la voluntad de Adán. "Lilith es la esencia de la identidad de la mujer. Somos fuertes pero debemos creerlo de verdad".
Postales de un tiempo confiado
El retrato en la 'belle époque' es objeto de una gran exposición en Valencia - La muestra desmiente la mala fama del género durante las vanguardias .
Una Europa optimista y confiada se dejaba arrullar por su propia decadencia, la aparente placidez de los acontecimientos, las sensacionales transformaciones tecnológicas y económicas y cierta, engañosa, estabilidad política.
Durante la belle époque, todo un continente, ajeno al horror que se avecinaba con la Primera Guerra Mundial, se las prometía muy felices.
Se diría que fue un tiempo diletante, como viene a demostrar la exposición Retratos de la belle époque que hoy se inaugura en las rehabilitadas salas del Centro del Carmen de Valencia (a partir del 19 de julio en la sede barcelonesa de Caixaforum).
Una época obsesionada con la belleza, con la propia y la ajena.
Unos años en los que los poderosos sentían la llamada de la posteridad y el género del retrato adquirió un inédito auge nunca igualado.
Tomás Llorens: "Aquí está el origen de la vitalidad del arte del siglo XX"
Artistas como Sargent, Sorolla, Zorn, Munch, Repin, Serov, Vrubel y Toulouse-Lautrec, Vuillard, Kokoschka, Schiele o Kirchner se beneficiaron de aquellas ansias.
Y estos días lucen en la nómina de los 42 pintores de una muestra que reúne casi un centenar de obras prestadas por coleccionistas de todo el mundo.
Considerada durante tiempo como la "pintura mala" en unos años de eclosión de las vanguardias, Tomás Llorens plantea una nueva lectura de este periodo.
El historiador y crítico quiere devolver la dignidad a un tipo de arte devaluado, despachado con desdén por complaciente y por responder al mero encargo.
El primer argumento a favor de su tesis está contenido en la selección misma de los artistas. Son algunos de los nombres capitales del arte de su tiempo.
Incluso algunos acuden al medio en busca de un campo fértil para la experimentación. "Fue el crítico Robert Rosenblum", argumenta Llorens, "el primero en aproximarse sin prejuicios a la pintura realizada en torno a 1900.
La hipótesis que yo planteo aquí es que el origen de la vitalidad del arte en la primera mitad del siglo XX está precisamente en el naturalismo con el que trabajan estos artistas. Evolucionan luego al simbolismo y, finalmente, al expresionismo.
Para mí es evidente que no hay nada ligero ni frívolo en su forma de abordar el retrato".
Ningún método estilístico predomina en la muestra sobre los demás.
Llorens cita a Sargent, gran amigo de Monet, como ejemplo de retratista oficial y consolidado en el mercado, algo que durante un tiempo jugó en su propia contra. "La National Gallery llegó a pagar lo mismo por un retrato de Velázquez que por uno de Sargent en 1890. Esto puede ser tan bueno como malo", añade ante el inquietante óleo de la escritora Violette Pay pintado por el artista británico.
La temprana aceptación en el mercado de la obra de Sorolla, presente en la muestra con una docena de cuadros, también perjudicó el prestigio del pintor valenciano durante muchos años.
Por suerte, hace tiempo que este quedó fuera de duda.
Distribuidas en las dos salas de exposiciones temporales que rodean los claustros renacentista y gótico del antiguo convento, Tomás Llorens ha organizado nueve diferentes formas de abordar el retrato: los autorretratos, los retratos de sociedad; temperamento y carácter; retratos de grupo; ambientes y conversaciones; una sección monográfica dedicada a Toulouse-Lautrec; retratos al aire libre; y, por último, el retrato como símbolo y la crisis.
Un documental con espeluznantes imágenes históricas de la Primera Guerra Mundial sirve al término del recorrido para que el visitante despierte al final del sueño, plácido y confiado de la belle époque.
Una Europa optimista y confiada se dejaba arrullar por su propia decadencia, la aparente placidez de los acontecimientos, las sensacionales transformaciones tecnológicas y económicas y cierta, engañosa, estabilidad política.
Durante la belle époque, todo un continente, ajeno al horror que se avecinaba con la Primera Guerra Mundial, se las prometía muy felices.
Se diría que fue un tiempo diletante, como viene a demostrar la exposición Retratos de la belle époque que hoy se inaugura en las rehabilitadas salas del Centro del Carmen de Valencia (a partir del 19 de julio en la sede barcelonesa de Caixaforum).
Una época obsesionada con la belleza, con la propia y la ajena.
Unos años en los que los poderosos sentían la llamada de la posteridad y el género del retrato adquirió un inédito auge nunca igualado.
Tomás Llorens: "Aquí está el origen de la vitalidad del arte del siglo XX"
Artistas como Sargent, Sorolla, Zorn, Munch, Repin, Serov, Vrubel y Toulouse-Lautrec, Vuillard, Kokoschka, Schiele o Kirchner se beneficiaron de aquellas ansias.
Y estos días lucen en la nómina de los 42 pintores de una muestra que reúne casi un centenar de obras prestadas por coleccionistas de todo el mundo.
Considerada durante tiempo como la "pintura mala" en unos años de eclosión de las vanguardias, Tomás Llorens plantea una nueva lectura de este periodo.
El historiador y crítico quiere devolver la dignidad a un tipo de arte devaluado, despachado con desdén por complaciente y por responder al mero encargo.
El primer argumento a favor de su tesis está contenido en la selección misma de los artistas. Son algunos de los nombres capitales del arte de su tiempo.
Incluso algunos acuden al medio en busca de un campo fértil para la experimentación. "Fue el crítico Robert Rosenblum", argumenta Llorens, "el primero en aproximarse sin prejuicios a la pintura realizada en torno a 1900.
La hipótesis que yo planteo aquí es que el origen de la vitalidad del arte en la primera mitad del siglo XX está precisamente en el naturalismo con el que trabajan estos artistas. Evolucionan luego al simbolismo y, finalmente, al expresionismo.
Para mí es evidente que no hay nada ligero ni frívolo en su forma de abordar el retrato".
Ningún método estilístico predomina en la muestra sobre los demás.
Llorens cita a Sargent, gran amigo de Monet, como ejemplo de retratista oficial y consolidado en el mercado, algo que durante un tiempo jugó en su propia contra. "La National Gallery llegó a pagar lo mismo por un retrato de Velázquez que por uno de Sargent en 1890. Esto puede ser tan bueno como malo", añade ante el inquietante óleo de la escritora Violette Pay pintado por el artista británico.
La temprana aceptación en el mercado de la obra de Sorolla, presente en la muestra con una docena de cuadros, también perjudicó el prestigio del pintor valenciano durante muchos años.
Por suerte, hace tiempo que este quedó fuera de duda.
Distribuidas en las dos salas de exposiciones temporales que rodean los claustros renacentista y gótico del antiguo convento, Tomás Llorens ha organizado nueve diferentes formas de abordar el retrato: los autorretratos, los retratos de sociedad; temperamento y carácter; retratos de grupo; ambientes y conversaciones; una sección monográfica dedicada a Toulouse-Lautrec; retratos al aire libre; y, por último, el retrato como símbolo y la crisis.
Un documental con espeluznantes imágenes históricas de la Primera Guerra Mundial sirve al término del recorrido para que el visitante despierte al final del sueño, plácido y confiado de la belle époque.
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