Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

4 abr 2011

"Sandro Filipepi, nacido en Florencia en 1445 y llamado Botticelli por el apodo de su hermano mayor, Giovanni el Botticello, pasó, al parecer, por los talleres de fra Filippo Lippi y Andrea del Verrocchio antes de establecerse como pintor independiente en 1470 o quizá algo antes. Las obras de sus primeros años, en su mayor parte de temática religiosa, nos le muestran construyendo su propio léxico personal a partir de las aportaciones de sus maestros. Pero la tradición florentina fue para él sólo un punto de partida para la configuración de un código propio en el que son elementos esenciales el esteticismo, la importancia del factor lineal, la utilización de formas flexibles, sinuosas, cuyos ritmos se entrelazan melodiosamente, y el predominio del primer plano, al que el fondo permanece indisolublemente unido, pero también claramente subordinado, de tal forma que el patrón lineal en superficie, aun sin negar la profundidad, adquiere significación por sí mismo. Incluso en su primera época de tanteos Botticelli persigue su propio camino y éste pasa, por una parte, por el refinamiento formal y el antinaturalismo y, por otra, por el rechazo de la acción para acogerse a una actitud que pudiéramos definir como contemplativa y de la que emana en buena medida otro rasgo que casi siempre se suele sacar a colación a propósito suyo: el lirismo, la delicadeza, la capacidad para la recreación de ambientes poéticos. En definitiva: a Botticelli no le interesa tanto la acción como el sentimiento.






A partir de 1475 y durante todo el período central de su carrera. Botticelli se nos aparece como el pintor de los Médicis. No sólo realizó para ellos innumerables encargos sino que supo asumir y traducir a términos plásticos el mundo de ideas del neoplatonismo alentado por Lorenzo de Médicis y el grupo de humanistas (Marsilio Ficino, Poliziano...) que le rodeaba. Su pintura se convirtió así en intérprete y portavoz de las aspiraciones vitales e ideológicas del grupo intelectual más sofisticado de su tiempo, un círculo que aspiraba a la armonía universal y de todas las potencias del hombre, que identificaba bondad con belleza viendo en ésta una emanación de la luz divina y que creía, por otra parte, en la posibilidad de conciliar la filosofía platónica con la Revelación cristiana, lo que conllevaba una recuperación de la cultura clásica y de sus mitos." (Alvarez Lopera, José, ob., cit., págs. 111-112)



El análisis de esta obra, hasta completar sus significados simbólicos, exige, en una primera fase, la identificación preiconográfica de figuras y objetos, así como la valoración de las soluciones formales que el pintor les ha dado; se aprecia un ambiente melancólico, no se usa la perspectiva, las líneas marcan ritmos suaves, de manera que las figuras parecen flotar, y se observa un gran detallismo; la composición es equilibrada, con una luz homogénea y un color delicado.



La segunda fase implica un riguroso análisis iconográfico: en el centro aparece Venus, la diosa del amor; a la derecha, Céfiro, el viento que persigue a la ninfa de la Tierra, Cloris, que al ser tocada por él se trasforma en Flora, diosa de la vegetación y de las flores; encima de Venus está Cupido, que dirige sus flechas a las tres Gracias, en concreto a la del centro, Castitas, que mira al dios Mercurio, mensajero de los dioses y nexo entre el cielo y la tierra.



La aplicación de una tercera fase de análisis será tanto más correcta cuanto se combinen, con precisión, el mayor número de datos culturales e históricos sobre el cuadro y el artista, con objeto de recuperar el sentido que tuvo en su época. Es preciso tener en cuenta el conocimiento de Botticelli de la filosofía neoplatónica: el amor carnal surge de la tierra como pasión, pero desaparece, como Cloris al ser tocada por Céfiro, mientras el verdadero, el que nace de la contemplación espiritual, se eleva al cielo.



El cuadro es, pues, una alegoría del amor platónico. A pesar de todo, en la combinación de información pueden surgir discrepancias entre historiadores, en particular cuando se buscan razones complejas, vinculadas a usos concretos: Gombrich y Panofsky, suponiendo que el cuadro estuvo colocado en una villa campestre donde se educaba el joven Lorenzo de Pierfrancesco, primo de Lorenzo de Medici, y basándose en textos antiguos y en el programa pedagógico del filósofo neoplatónico Marsilio Ficino, lo interpretan como una exhortación moral, con el fin de que el adolescente se fijara en Venus como la virtud de la humanidad.



Sin embargo, otros autores (Bredekamp) han excluido esa función pedagógica en favor de una alegoría política: la Primavera-Flora, personificación de Florencia, resurgiría con el gobierno de Lorenzo de Pierfrancesco, gracias a Mercurio, dios del comercio, que disipa las nubes.





La Primavera es una obra que también se ha interpretado en términos musicales: el episodio de la derecha con Céfiro persiguiendo a Flora, a la que sigue una Hora de la Primavera, se ha parangonado con un allegro; después con un andante melancólico, la figura central de la Venus vestida; en el siguiente episodio, la melodía parece variar, moviéndose como en un ritmo perpetuo, en las Tres Gracias, para llegar a un trillo muy acusado en las dos manos levantadas de este mismo grupo, y extinguirse, finalmente, como en un morendo, en el Mercurio que, en actitud relajada, señala el cielo.





También se puede considerar esta pintura como una alegoría del reino de Venus, interpretada según la filosofía neoplatónica: Venus = Humanitas, es decir, unidad, armonía, entre naturaleza y civilización. Hay quien ha vista una alegoría del amor entre Juliano de Médicis y Simonetta Cattaneo Vespucci, o de la muerte de ésta el 1476 (Simonetta cogida por la muerte -el Céfiro- y su renacer en el Elíseo). Incluso se puede ver la representación de los meses, desde el febrero (Céfiro) a septiembre (Mercurio).





Se trata de una pintura muy sugestiva en la que elementos incluso eróticos (Céfiro persiguiendo a Flora) se elevan hacia una espiritualidad refinada, melancólica, como en las Gracias desnudas bajo sus velos y donde, en la penumbra del bosque florido, las gráciles figures en su linealismo melódico, leve, adquieren verdaderamente una cualidad mítica, como de ensueño. Estas cualidades de ritmo, de sublimación del realismo, de misterioso y fascinante mensaje, justifican para una obra similar la frase de Leonardo: "la pintura es una poesía muda".





Botticelli posee los conocimientos de todos sus predecesores: perspectiva, anatomía, construcción de la imagen humana, movimiento. No obstante, se sirve de mala gana de todo lo que ha aprendido y marca el principio de la crisis de la cultura florentina de finales del siglo XV. Es la crisis de la fe en el hombre y en su poder absoluto. En Botticelli todo esto se expresa por un temperamento sensual e ingenuo: todos los personajes parecen ángeles que tienen en el alma un sentimiento de abandono y de vacío, una tristeza de exiliados, una inefable melancolía. Parece retornar a la fe medieval y al estilo gótico.





La visión de Botticelli está centrada sobre las líneas de los contornos. En esta preferencia por las líneas más que por las masas y los colores reside su límite; pero constituye al mismo tiempo el motivo de su fuerza y de su gloria. La línea es el valor contemplativo de sus imágenes y de sus composiciones. Ella produce la síntesis de Botticelli; el resto es detalle. Porque, así como Leonardo quiere analizar y descubrir la realidad (quiere, por tanto, la experiencia), Botticelli quiere sobrepasarla, trascenderla (persigue, por tanto, la idea). Y la idea se encuentra más allá del tiempo. Si los signos ya no tienen que explicar la realidad, sino superarla, entran en crisis todos los factores de conocimiento positivo que se habían acumulado en la pintura florentina: desaparece la perspectiva como estructura del espacio, la luz como realidad física, la búsqueda de la masa y del volumen como concreción de las cosas y del espacio. Por ello la falta de perspectiva del alineamiento de los troncos paralelos o el bordado de hojas sobre el fondo de Primavera. Pero es precisamente en referencia a este fondo sin profundidad y a la cadencia de estas paralelas cómo adquiere valor el fluir de los ritmos lineales de las figuras, de la misma manera que las tenues transiciones de color adquieren valor con referencia al preciso recorte de las masas oscuras de los árboles sobre la claridad del cielo.

El año estacional

El año estacional







Hace un par de semanas que entró la primavera, y como Fukushima y Libia no me han dejado respirar, no he comentado hecho tan importante, porque en muchas culturas la medida del tiempo comienza con esta estación.
En Occidente no, todo se parece al curso escolar, que empieza a finales de verano y llega otra vez al verano, lo mismo que los parlamentos o la liga de fútbol.
 Nuestro año empieza en vísperas del otoño y por eso no damos a la primavera el trato que merece.




Por otra parte, la estación tiene muy mala prensa, porque se habla de tendencias a la depresión, de alergias múltiples y de una salud siempre en el filo de la navaja.
No debería ser así, porque atrás queda el invierno, que se supone es la estación más dura, pero la cultura impone sus reglas y, aunque cada 31 de diciembre la gente hace fiesta para despedir el año, en realidad es solo un paréntesis en el recorrido vital que ha empezado en septiembre.
 En todo caso, que tengan un buen año estacional.

Emilio González Déniz, de Bardinia
 
 

 
 

Harleys on Route 66

Herederos a ritmo de turistas japoneses

El príncipe Carlos y Camila pasan cuatro horas en la capital andaluza .

. .El príncipe de Gales y la duquesa de Cornualles continúan su visita a España enSevilla a la velocidad del más disciplinado grupo de turistas japoneses.
 A las 13.26 los herederos al trono británico llegaron al palacio de San Telmo, sede de la presidencia del Gobierno andaluz, donde les esperaban el presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, y su esposa, María Teresa Caravaca.
A partir de ahí y hasta las cinco de la tarde, hora en que está previsto que despeguen del aeropuerto sevillano en un avión de las Fuerzas Armadas Británicas, Carlos de Inglaterra y Camila Parker-Bowles, acompañados por una comitiva bastante nutrida de personal de la Embajada británica y de periodistas ingleses, han recorrido la capital andaluza a ritmo de maratón, sufriendo más de 30 grados y sin perder la sonrisa.





En su primera estación sevillana, mientras el príncipe de Gales mantenía una reunión con Griñán, en la que hablaron del trabajo de la Fundación Tres Culturas del Mediterráneo -institución dependiente de la Junta- y de la riqueza medioambiental de Andalucía, la duquesa de Cornualles visitó la capilla barroca del Buen Aire, una de las joyas del palacio de San Telmo, acompañada por la consejera de la Presidencia, Mar Moreno, y María Teresa Caravaca.
Fue en la misma capilla, restaurada en su totalidad por el Instituto del Patrimonio Histórico Andaluz, donde los visitantes firmaron en el libro de honor de la Junta de Andalucía.
La pareja, que tenía esperándole un Mercedes blindado cuando aterrizó en Sevilla, prefirió un coche al que se le pudiesen bajar las ventanillas; así que el viaje del aeropuerto de San Pablo al centro de la ciudad lo realizaron en el coche oficial de la consejera de la Presidencia quien, con lo inesperado del cambio, no le dio tiempo ni a recoger sus papeles.



La comitiva salió de palacio por la puerta que da a la calle Palos de la Frontera y que linda con los jardines de la antigua Fábrica de Tabaco, una de las sedes de la Universidad de Sevilla.
Tras el fugaz vistazo al edificio con más metros cuadrados en planta que tiene España, el Príncipe de Gales y su esposa tomaron el tranvía -uno reservado en exclusiva para ellos- rumbo al Ayuntamiento de Sevilla. En el corto recorrido, poco más de un kilómetro, Carlos de Inglaterra se mostró interesado por el Archivo de Indias, que guarda todos los documentos relacionados con el descubrimiento de América. "Han alabado los monumentos de la ciudad, especialmente el Archivo de Indias, se han mostrado muy amables con la gente que les esperaba para verlos pasar y, sobre todo, han comentado el calor que hace en Sevilla", asegura Mar Moreno.



A las 14.05, con solo 10 minutos de retraso sobre la agenda prevista, los herederos de la corona británica llegaron al Ayuntamiento donde, en el primer piso, les esperaba la Corporación municipal, excepto los tres concejales de IU. El príncipe, en traje de chaqueta gris con corbata roja y pañuelo a juego, y su esposa, que vestía un traje estampado en tonos verdes y beis y llevaba una sombrilla también beis para resguardarse del sol, saludaron a los ediles que permanecían en formación. Carlos de Inglaterra preguntó a los ediles quién hablaba inglés para, acto seguido, disculparse por el retraso, preocupado por si los concejales habían tenido que esperarlos de pie durante mucho rato. En la reunión que mantuvieron con el alcalde, Alfredo Sánchez Monteseirín, hablaron de la lucha contra el cambio climático y la necesidad de reconvertir las ciudades para reducir las emisiones de CO2.



"El príncipe Carlos está interesado en las actuaciones que hemos llevado a cabo en Sevilla para luchar contra el cambio climático, pero también hemos hablado de arquitectura contemporánea.
Respecto a este tema, el príncipe cree que las ciudades deben mantener su identidad.
Yo le he contestado que en Sevilla no tenemos ese problema, sino todo lo contrario: hay que luchar para que los ciudadanos acepten algún cambio", comenta Sánchez Monteseirín. El alcalde obsequió a sus invitados con una réplica del centro del mosaico romano Los Pájaros, hallado en el recién inaugurado Antiquarium del complejo Metrosol Parasol, y con un abanico sevillano de palo santo pintado a mano.



Tras dejar constancia de su visita, con la firma en el libro de honor que se realizó en la sala Capitular, los herederos a la corona británica pasaron brevemente por la Catedral para llegar, a las tres de la tarde, al Real Alcázar.
 Los turistas que visitaban el conjunto, que es palacio real desde el siglo XI, se sumaron, cámara de fotos en mano, a la veintena de periodistas que esperaba la aparición de los ilustres visitantes.
Como otras veces durante el recorrido, la pareja se saltó el protocolo para saludar e intercambiar algunas palabras con la gente que se les acercaba.
 La pareja se separó poco después.
 Mientras Carlos de Inglaterra se reunía con empresarios británicos y españoles en el salón Gótico del Alcázar, Camila Parker-Bowles asistió a un corto espectáculo (20 minutos) que la bailaora y coreógrafa Cristina Hoyos había preparado especialmente para ella en el Museo del Baile Flamenco.



El príncipe también tuvo tiempo de acudir al seminario Desarrollando las capacidades de las comunidades musulmanas: la diversidad como ventaja competitiva en la Fundacíon Tres Culturas y de conocer el airbus A400M, un avión de transporte militar; todo eso antes de las cinco de la tarde, hora en que sus altezas despegaron rumbo a Granada, donde pasarán el fin de semana en visita privada a la finca que los duques de Wellighton tienen en Íllora.
Sevilla en escasas cuatro horas, un récord que ni los japoneses pueden superar.