“Contamos con la mayor diversidad en lo que se refiere a tamaños y colores.
Nunca, en ninguna exposición a nivel nacional, se ha conseguido tal variedad. Además, hemos reunido al mayor volumen de cultivadores profesionales”, asegura Caballero.
Funcor es un grupo de siete grandes productores de orquídeas que han venido trabajando conjuntamente desde hace muchos años, pero que no habían formalizado la creación de la fundación sino hasta el pasado marzo.
Caballero comenta que en Foncur se han esforzado por enriquecer la exposición.
Cuenta que han traído flores de los sitios más recónditos del mundo: África, Asia y varios países de Suramérica.
Además, han traído especies de otras exposiciones internacionales y, por supuesto, las halladas en Venezuela.
“Nuestro objetivo, al realizar estas actividades, es diseminar el cultivo, la preservación y el cuidado de estas plantas maravillosas en nuestro país”, explica Armando Ventura, secretario del grupo anfitrión, quien menciona entre los miembros del mismo a Plantío La Orquídea, Orquidiario Cerro Verde, Orqui Miel, Orquídeas Nitsuga, Jardín Karuna, Falerna Orchids y Paya Orchids, todos del centro del país.
Ventura explica que no sólo Foncur está exhibiendo plantas en el evento. Otras asociaciones, como la Sociedad Venezolana de Ciencias Naturales y la Asociación Venezolana de Orquideología, han llevado sus flores.
Productores como Orquídeas Barquisimeto, Jardines Ecológicos Topo Tepuy y la Fundación Planchard también contribuyeron con el montaje.
Además de la exposición, también hay una parte dispuesta a la comercialización de las plantas. Sumado a eso, la artista plástica Luisamelia Guerra vende los diferentes cuadros en que ha plasmado la belleza de las orquídeas.
Foncur tiene en planes realizar esta exposición una o dos veces al año.
Además, organizará muchas otras actividades como charlas y talleres para todo aquel que esté interesado en el cultivo y cuidado de ese tipo de flores.
Las personas que visitan la exposición pueden también inscribirse en el próximo curso que brindarán los organizadores, en el cual se realizarán tres visitas guiadas a viveros profesionales y tendrá un valor de BsF 250.
1 abr 2011
31 mar 2011
Uffffffffff MARUJA TORRES
Observen la frivolidad con que se sacuden, en la escena pública, principios sagrados del bien común -respeto, reflexión, búsqueda de soluciones-, como si el politiqueo indujera a los próceres a menear nuestros derechos cual bata de cola, y a los medios a hacer de palmeros.
Esto no es una feria ni una romería.
Esto es la gestión de un país y la gestión de una oposición a esa gestión.
Con el ejemplo que dan los vociferantes -unos más que otros- y los calumniadores -sobre todo, unos-, y con nuestro encogimiento de hombros, vamos hacia una anarquía de derechas tan ignorante como culpable, caldo de cultivo para que llegue un demagogo con mano dura.
Ah, si Fraga Iribarne estuviera en sus verdes años... No duden de que se le conduciría a hombros hasta La Moncloa.
Por las redes sociales transcurren los verdaderos problemas, las preocupaciones que nos agobian.
No tenemos soluciones.
Ni de una forma ni de otra. Hacemos cosas insignificantes, que solo nos sirven a nosotros. Firmamos manifiestos, divulgamos injusticias. Y esperamos el regreso del sentido del bien común.
Pero lo que hay que hacer ya está inventado. Se llama democracia, y la tenemos, tan imperfecta como la de cualquier otro país democrático, aunque con una especial mala leche compartida. Se llama política, y eso es lo que hay que practicar. Se llama servicio público, derechos, deberes. Amar el país de todos.
En la antigua Mesopotamia, cuando los adivinos predecían una mala racha para el rey, buscaban a un delincuente en las prisiones y lo ponían en el trono, con objeto de que los hados se cebaran en él.
Luego, el monarca verdadero volvía, y al pobre hombre lo ejecutaban.
Ahora el rey somos todos. Hay que pensar.
Y que los delincuentes ocupen su lugar: la cárcel, sea la de barrotes o la de nuestra indiferencia.
Esto no es una feria ni una romería.
Esto es la gestión de un país y la gestión de una oposición a esa gestión.
Con el ejemplo que dan los vociferantes -unos más que otros- y los calumniadores -sobre todo, unos-, y con nuestro encogimiento de hombros, vamos hacia una anarquía de derechas tan ignorante como culpable, caldo de cultivo para que llegue un demagogo con mano dura.
Ah, si Fraga Iribarne estuviera en sus verdes años... No duden de que se le conduciría a hombros hasta La Moncloa.
Por las redes sociales transcurren los verdaderos problemas, las preocupaciones que nos agobian.
No tenemos soluciones.
Ni de una forma ni de otra. Hacemos cosas insignificantes, que solo nos sirven a nosotros. Firmamos manifiestos, divulgamos injusticias. Y esperamos el regreso del sentido del bien común.
Pero lo que hay que hacer ya está inventado. Se llama democracia, y la tenemos, tan imperfecta como la de cualquier otro país democrático, aunque con una especial mala leche compartida. Se llama política, y eso es lo que hay que practicar. Se llama servicio público, derechos, deberes. Amar el país de todos.
En la antigua Mesopotamia, cuando los adivinos predecían una mala racha para el rey, buscaban a un delincuente en las prisiones y lo ponían en el trono, con objeto de que los hados se cebaran en él.
Luego, el monarca verdadero volvía, y al pobre hombre lo ejecutaban.
Ahora el rey somos todos. Hay que pensar.
Y que los delincuentes ocupen su lugar: la cárcel, sea la de barrotes o la de nuestra indiferencia.
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