El fallecimiento del periodista Joaquim Ibarz ha sido objeto ya de sentidos recuerdos.
En este artículo quiero reflejar su labor tomándola como símbolo de algo que el periodismo ha perdido: maestros.
Desde que el concepto máster se impuso como escuela y, a la vez, como probable agencia de empleo, el término maestro se usa únicamente en los obituarios.
Ya nadie aprende en las redacciones, y si lo hace es por su propia cuenta y, a menudo, amargas lecciones.
Pero aquel hombre, aquella mujer que te devolvían lo que habías escrito y te exigían más, aquellos que te enseñaban cómo hacerlo, han desaparecido.
Y no solo por muerte natural. No son rentables.
Joaquim Ibarz gozó de la deferencia de que sus empleadores reconocieran su valía y le mantuvieran en activo hasta el final.
Se dan casos así.
Conozco a algunos -me sobran dedos con una mano- que aún continúan trabajando pese a su edad, aunque no les sé en puestos de mando, sino ejerciendo corresponsalías.
Maestros no quedan, aunque sobra gente que va dando lecciones sobre el periodismo del futuro, el futuro del periodismo, el periodismo sin futuro y el futuro sin periodismo. Ruido.
Me dan pena los jóvenes sin maestros, es decir, me dan pena los jóvenes.
Y no solo en este oficio nuestro, sino en todos.
Me da pena el actor que entra directamente a hacer el ganso en una teleserie y que no ha servido antes café a sus compañeros de compañía teatral.
No hay maestros ni aprendizaje.
No hay más que provecho inmediato.
Joaquim Ibarz, antes de cumplir su sueño de ser corresponsal en América Latina, fue jefe en varios sitios.
Y no cometió un pecado mortal que hoy es rutina, un crimen habitual que permanece impune.
Jamás malversó la inteligencia de aquellos que tenía a sus órdenes.
17 mar 2011
Primera dama, hortelana y escritora
La primera dama de Estados Unidos Michelle Obama está escribiendo un libro sobre la huerta que ha plantado en la Casa Blanca y sus esfuerzos para promover la alimentación saludable.
Michelle Obama entra en guerra por la comida sana
Michelle Obama, la mujer más poderosa del mundo
El libro, aún sin título, se publicará en abril de 2012, y en él Michelle Obama describirá cómo se inspiró para cultivar plantas comestibles en la zona sur de la Casa Blanca, en la que Eleanor Roosevelt denominó durante la Segunda Guerra Mundial el "jardín de la victoria."
Michelle también compartirá algunas de las recetas saludables favoritas de su familia, según informa Random House Publishers, editora del libro.
Michelle Obama donará las ganancias a una organización benéfica que determinará posteriormente.
El libro incluirá fotos de la familia Obama, del jardín de la Casa Blanca, así como de los huertos escolares creados en Estados Unidos que han tomado como ejemplo el impulsado por la primera dama
Michelle Obama es una firme defensora de la alimentación sana y el ejercicio . En febrero de 2010 lanzó su "vamos a pasar!" iniciativa destinada a combatir la obesidad infantil y mejorar la calidad de los alimentos en las escuelas de EE UU.
Michelle Obama entra en guerra por la comida sana
Michelle Obama, la mujer más poderosa del mundo
El libro, aún sin título, se publicará en abril de 2012, y en él Michelle Obama describirá cómo se inspiró para cultivar plantas comestibles en la zona sur de la Casa Blanca, en la que Eleanor Roosevelt denominó durante la Segunda Guerra Mundial el "jardín de la victoria."
Michelle también compartirá algunas de las recetas saludables favoritas de su familia, según informa Random House Publishers, editora del libro.
Michelle Obama donará las ganancias a una organización benéfica que determinará posteriormente.
El libro incluirá fotos de la familia Obama, del jardín de la Casa Blanca, así como de los huertos escolares creados en Estados Unidos que han tomado como ejemplo el impulsado por la primera dama
Michelle Obama es una firme defensora de la alimentación sana y el ejercicio . En febrero de 2010 lanzó su "vamos a pasar!" iniciativa destinada a combatir la obesidad infantil y mejorar la calidad de los alimentos en las escuelas de EE UU.
Cómo suena un terremoto
El Laboratorio de Aplicaciones Bioacústicas (LAB) de la Universidad Politécnica de Cataluña graba el sonido del seísmo de Japón gracias a una red de observatorios submarinos .
El 11 de marzo, a las 14.45 horas (hora local), la tierra y el mar temblaron en Japón.
Hoy, cinco días después y con el país nipón sumido en una crisis nuclear , cualquiera puede escuchar el sonido de esta catástrofe natural gracias a un sistema (LIDO) que detectó y registró acústicamente el terremoto en los observatorios submarinos de la agencia JAMSTEC, situados frente a la costa de Kushiro y Hatsushima.
La grabación está disponible a través de la web del proyecto LIDO (en el apartado 'Sound Library', en 'Earthquakes'), y en la que se puede escuchar y visionar en directo el flujo de datos acústicos, donde se detectan continuamente las réplicas del seísmo.
Los datos publicados en esta web han sido acelerados 17 veces para que puedan ser audibles por el oído humano.
EE UU alerta de radiaciones "extremadamente altas" en la central nuclear de Fukushima
Vocabulario nuclear
¿Qué es la escala INES?
La OMS y la OCDE creen que los riesgos para la salud de la radiactividad de Fukushima son bajos
Japón eleva a 180 el número de técnicos que trabajan en el interior de la central
El emperador japonés se dirige a sus súbditos para expresar su "profunda preocupación"
Estado de los reactores de Fukushima
Lucha contra reloj en Fukushima para evitar una fusión
Alerta por radiación en la central de Fukushima I
El Laboratorio de Aplicaciones Bioacústicas (LAB) de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC), que dirige el profesor Michel André, ha hecho posible que se detecte el sonido del terremoto gracias a la grabación que se ha hecho desde una red de observatorios submarinos de la Agencia Japonesa de Ciencia y Tecnología Marítimo-Terrestre (JAMSTEC), ubicada alrededor del epicentro del terremoto, cerca de la localidad nipona de Hatsushima.
La plataforma, utilizada por LAB en el marco del proyecto internacional Listening to The Deep Ocean Environment (LIDO), lidera este laboratorio de la UPC.
"El objetivo del proyecto es registrar, por primera vez en tiempo real, los sonidos del fondo marino y evaluar el impacto de los ruidos artificiales en el estado de conservación del medio marino", explica Michel André.
El sonido del seísmo y sus réplicas se están captando mediante este sistema LIDO, equipado con hidrófonos que registran, en tiempo real y a través de Internet, los sonidos del fondo marino.
Estos aparatos electroacústicos obtienen un registro automático de los eventos acústicos detectados, identifican y clasifican las fuentes según sean de origen biológico o antropogénico.
Gracias a este sistema se pueden escuchar simultáneamente lo que pasa en varios puntos observados.
En la web de LIDO se reflejan la intensidad y la distribución de la energía del sonido del terremoto a través de imágenes que indican su frecuencia y su intensidad con una gama de colores: cuanto más rojo, más intenso.
Aunque los efectos del terremoto y el tsunami de Japón no se pueden comparar con el impacto dramático que está teniendo en la población, se considera que los cetáceos son bioindicadores del equilibrio acústico natural de los océanos por su sensibilidad al ruido. La sensibilidad de estos animales y su papel clave en los ecosistemas marinos permite calibrar la tolerancia de la cadena alimentaria a la exposición de fuentes sonoras artificiales.
Por tanto, el sistema implementado por LIDO ha permitido el acceso a estos datos geofísicos excepcionales, procedentes de Japón y otras áreas de actividad sísmica en todo el mundo, que ya se utilizan en otros ámbitos como bioindicadores del equilibrio natural de los océanos.
A partir de ahora, el estudio de las reacciones de los cetáceos al ruido puede ayudar a desarrollar futuros modelos que sean indicadores del riesgo geológico ante una importante actividad sísmica.
Llegar a entender la relación entre los procesos naturales y los de origen antropogénico es esencial para predecir la magnitud del impacto de los cambios que se producen en el equilibrio natural de los océanos, algo que convierte a los observatorios submarinos en claves para hacer un seguimiento y monitorización de estos cambios.
A través del uso de la información obtenida de los observatorios submarinos actuales y futuros, LIDO ayuda a evaluar el impacto del ruido natural y el procedente de la actividad humana en el medio marino, y describe las tendencias a largo plazo en los niveles de ruido ambiental.
Ahora, cualquiera puede saciar su curiosidad y escuchar a través de Internet cómo sonó el origen natural de la catástrofe de Japón, pero el objetivo de la Agencia japonesa de Ciencia y Tecnología Marítimo-Terrestre (JAMSTEC) es predecir y entender los fenómenos de cambios globales provocados por desastres naturales a gran escala y los daños medioambientales causados por el cambio climático, los terremotos, los maremotos y las erupciones volcánicas.
El 11 de marzo, a las 14.45 horas (hora local), la tierra y el mar temblaron en Japón.
Hoy, cinco días después y con el país nipón sumido en una crisis nuclear , cualquiera puede escuchar el sonido de esta catástrofe natural gracias a un sistema (LIDO) que detectó y registró acústicamente el terremoto en los observatorios submarinos de la agencia JAMSTEC, situados frente a la costa de Kushiro y Hatsushima.
La grabación está disponible a través de la web del proyecto LIDO (en el apartado 'Sound Library', en 'Earthquakes'), y en la que se puede escuchar y visionar en directo el flujo de datos acústicos, donde se detectan continuamente las réplicas del seísmo.
Los datos publicados en esta web han sido acelerados 17 veces para que puedan ser audibles por el oído humano.
EE UU alerta de radiaciones "extremadamente altas" en la central nuclear de Fukushima
Vocabulario nuclear
¿Qué es la escala INES?
La OMS y la OCDE creen que los riesgos para la salud de la radiactividad de Fukushima son bajos
Japón eleva a 180 el número de técnicos que trabajan en el interior de la central
El emperador japonés se dirige a sus súbditos para expresar su "profunda preocupación"
Estado de los reactores de Fukushima
Lucha contra reloj en Fukushima para evitar una fusión
Alerta por radiación en la central de Fukushima I
El Laboratorio de Aplicaciones Bioacústicas (LAB) de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC), que dirige el profesor Michel André, ha hecho posible que se detecte el sonido del terremoto gracias a la grabación que se ha hecho desde una red de observatorios submarinos de la Agencia Japonesa de Ciencia y Tecnología Marítimo-Terrestre (JAMSTEC), ubicada alrededor del epicentro del terremoto, cerca de la localidad nipona de Hatsushima.
La plataforma, utilizada por LAB en el marco del proyecto internacional Listening to The Deep Ocean Environment (LIDO), lidera este laboratorio de la UPC.
"El objetivo del proyecto es registrar, por primera vez en tiempo real, los sonidos del fondo marino y evaluar el impacto de los ruidos artificiales en el estado de conservación del medio marino", explica Michel André.
El sonido del seísmo y sus réplicas se están captando mediante este sistema LIDO, equipado con hidrófonos que registran, en tiempo real y a través de Internet, los sonidos del fondo marino.
Estos aparatos electroacústicos obtienen un registro automático de los eventos acústicos detectados, identifican y clasifican las fuentes según sean de origen biológico o antropogénico.
Gracias a este sistema se pueden escuchar simultáneamente lo que pasa en varios puntos observados.
En la web de LIDO se reflejan la intensidad y la distribución de la energía del sonido del terremoto a través de imágenes que indican su frecuencia y su intensidad con una gama de colores: cuanto más rojo, más intenso.
Aunque los efectos del terremoto y el tsunami de Japón no se pueden comparar con el impacto dramático que está teniendo en la población, se considera que los cetáceos son bioindicadores del equilibrio acústico natural de los océanos por su sensibilidad al ruido. La sensibilidad de estos animales y su papel clave en los ecosistemas marinos permite calibrar la tolerancia de la cadena alimentaria a la exposición de fuentes sonoras artificiales.
Por tanto, el sistema implementado por LIDO ha permitido el acceso a estos datos geofísicos excepcionales, procedentes de Japón y otras áreas de actividad sísmica en todo el mundo, que ya se utilizan en otros ámbitos como bioindicadores del equilibrio natural de los océanos.
A partir de ahora, el estudio de las reacciones de los cetáceos al ruido puede ayudar a desarrollar futuros modelos que sean indicadores del riesgo geológico ante una importante actividad sísmica.
Llegar a entender la relación entre los procesos naturales y los de origen antropogénico es esencial para predecir la magnitud del impacto de los cambios que se producen en el equilibrio natural de los océanos, algo que convierte a los observatorios submarinos en claves para hacer un seguimiento y monitorización de estos cambios.
A través del uso de la información obtenida de los observatorios submarinos actuales y futuros, LIDO ayuda a evaluar el impacto del ruido natural y el procedente de la actividad humana en el medio marino, y describe las tendencias a largo plazo en los niveles de ruido ambiental.
Ahora, cualquiera puede saciar su curiosidad y escuchar a través de Internet cómo sonó el origen natural de la catástrofe de Japón, pero el objetivo de la Agencia japonesa de Ciencia y Tecnología Marítimo-Terrestre (JAMSTEC) es predecir y entender los fenómenos de cambios globales provocados por desastres naturales a gran escala y los daños medioambientales causados por el cambio climático, los terremotos, los maremotos y las erupciones volcánicas.
La memoria en el río JUAN CRUZ
.Era leve e intensa a la vez Josefina Aldecoa; la levedad la llevaba como un velo, para no molestar; y su intensidad provenía de su compromiso: con su hija Susana, con su nieto Ignacio, con Isaac, su yerno, con sus amigos, con la escuela.
Con la memoria. Con Ignacio Aldecoa.
Algunos se preguntaban por qué, siendo ella misma una escritora, se puso de apellido, para escribir tras la muerte del marido, el apellido de este.
Era para que ambos siguieran tan juntos como cuando él estaba vivo y eran felices.
La levedad, esa levedad de Josefina Aldecoa, era la que se quedaba atrás de su propia figura, como si estuviera no estando, elegante, a veces distante, distinguida, tímida, cuya mirada sobrepasaba las cabezas ajenas para ocultarse en un punto fijo donde no había que ser muy avispado para saber que allí estaba la memoria de su marido. Su pasión, su amor inolvidable.
En ese punto fijo estaba la intensidad que habitaba en su memoria dolorida, apasionada, y finalmente frágil como una despedida, la despedida que ella misma ha hecho de la vida, en medio de las brumas de lo que ya no se recuerda en absoluto.
Así vivió en los últimos tiempos, no recordando, ella que lo había recordado todo.
Era muy hermoso escucharle hablar de su amor por Ignacio.
A este la muerte le había venido como del rayo cuando tenía 44 años, en 1969.
De repente, en su casa; habían vivido la literatura y España al mismo tiempo, en un país oscurecido en el que ellos fabricaron una razón de amor para la tierra.
Se quedaron ella y Susana, y fue admirable cómo ambas, comprometidas al final con Ignacio y con la escuela, hicieron de la memoria del escritor una hoja de ruta para rescatarlo y divulgarlo, para que no muriera jamás, al menos mientras ellas estuvieran alrededor, su literatura que ahora han agigantado su calidad y el tiempo.
La suya fue una gran historia de amor que la vida prolongó hasta ahora mismo, y que persiste sin duda en Susana y los suyos.
En el caso de la pareja Josefina-Ignacio, ella habló de él siempre como si aún fuera a aparecer después de alguno de sus viajes; estos viajes de Ignacio fueron luego leyenda, pero mientras fueron realidad, mientras los hizo para buscar en el infinito del mar o de las islas solitarias la sustancia de su literatura cortada a pico, contaron en Josefina con la complicidad amorosa de la lealtad. Ignacio buscaba en las islas -en La Graciosa, por ejemplo- el paraíso imposible; durante años Josefina, su hija, Isaac e Ignacio el chico viajaron para estar cerca de ese paraíso que Aldecoa encontró y en el que situó esta novela de barcos y naufragios que es parte de una historia.
Josefina miraba ese paisaje desde el Mirador del Río, en Lanzarote; esa era la brisa que alimentó sus melancolías; su escritura, su trabajo en la enseñanza, su peregrinaje generoso por el aprendizaje de los otros, tenía cada año su parada en ese paisaje.
Ella no cruzó el río, veía La Graciosa desde lejos, como quien estuviera acompañando tan solo con la mirada la fuga de un navegante al que se quiere ver curado de sus melancolías al regreso de su travesía.
Ignacio volvió, claro, vivieron juntos aquellas noches que con tanta ternura como gracia y desgarro contaron Carmen Martín Gaite y la propia Josefina, y últimamente Medardo Fraile, otro compañero literato de épocas tan plenas; y luego vino la muerte, tan apresurada como traicionera.
Y desde entonces Josefina, incansable en su amor, indoblegable, ha seguido mirando desde lo alto del mirador de su vida la estela que dejó Ignacio esperando el regreso en el que iban a encontrarse.
No es solo la historia de una pareja, es la del amor a la vida que la muerte quiso interrumpir en vano, porque era un amor que solo podía interrumpirse con la muerte de ambos.
Pero incluso esto es incierto, porque ella deja una herencia de inmensa ternura, de modo que ahí siguen, los Aldecoa, alimentando la memoria en el río.
Con la memoria. Con Ignacio Aldecoa.
Algunos se preguntaban por qué, siendo ella misma una escritora, se puso de apellido, para escribir tras la muerte del marido, el apellido de este.
Era para que ambos siguieran tan juntos como cuando él estaba vivo y eran felices.
La levedad, esa levedad de Josefina Aldecoa, era la que se quedaba atrás de su propia figura, como si estuviera no estando, elegante, a veces distante, distinguida, tímida, cuya mirada sobrepasaba las cabezas ajenas para ocultarse en un punto fijo donde no había que ser muy avispado para saber que allí estaba la memoria de su marido. Su pasión, su amor inolvidable.
En ese punto fijo estaba la intensidad que habitaba en su memoria dolorida, apasionada, y finalmente frágil como una despedida, la despedida que ella misma ha hecho de la vida, en medio de las brumas de lo que ya no se recuerda en absoluto.
Así vivió en los últimos tiempos, no recordando, ella que lo había recordado todo.
Era muy hermoso escucharle hablar de su amor por Ignacio.
A este la muerte le había venido como del rayo cuando tenía 44 años, en 1969.
De repente, en su casa; habían vivido la literatura y España al mismo tiempo, en un país oscurecido en el que ellos fabricaron una razón de amor para la tierra.
Se quedaron ella y Susana, y fue admirable cómo ambas, comprometidas al final con Ignacio y con la escuela, hicieron de la memoria del escritor una hoja de ruta para rescatarlo y divulgarlo, para que no muriera jamás, al menos mientras ellas estuvieran alrededor, su literatura que ahora han agigantado su calidad y el tiempo.
La suya fue una gran historia de amor que la vida prolongó hasta ahora mismo, y que persiste sin duda en Susana y los suyos.
En el caso de la pareja Josefina-Ignacio, ella habló de él siempre como si aún fuera a aparecer después de alguno de sus viajes; estos viajes de Ignacio fueron luego leyenda, pero mientras fueron realidad, mientras los hizo para buscar en el infinito del mar o de las islas solitarias la sustancia de su literatura cortada a pico, contaron en Josefina con la complicidad amorosa de la lealtad. Ignacio buscaba en las islas -en La Graciosa, por ejemplo- el paraíso imposible; durante años Josefina, su hija, Isaac e Ignacio el chico viajaron para estar cerca de ese paraíso que Aldecoa encontró y en el que situó esta novela de barcos y naufragios que es parte de una historia.
Josefina miraba ese paisaje desde el Mirador del Río, en Lanzarote; esa era la brisa que alimentó sus melancolías; su escritura, su trabajo en la enseñanza, su peregrinaje generoso por el aprendizaje de los otros, tenía cada año su parada en ese paisaje.
Ella no cruzó el río, veía La Graciosa desde lejos, como quien estuviera acompañando tan solo con la mirada la fuga de un navegante al que se quiere ver curado de sus melancolías al regreso de su travesía.
Ignacio volvió, claro, vivieron juntos aquellas noches que con tanta ternura como gracia y desgarro contaron Carmen Martín Gaite y la propia Josefina, y últimamente Medardo Fraile, otro compañero literato de épocas tan plenas; y luego vino la muerte, tan apresurada como traicionera.
Y desde entonces Josefina, incansable en su amor, indoblegable, ha seguido mirando desde lo alto del mirador de su vida la estela que dejó Ignacio esperando el regreso en el que iban a encontrarse.
No es solo la historia de una pareja, es la del amor a la vida que la muerte quiso interrumpir en vano, porque era un amor que solo podía interrumpirse con la muerte de ambos.
Pero incluso esto es incierto, porque ella deja una herencia de inmensa ternura, de modo que ahí siguen, los Aldecoa, alimentando la memoria en el río.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)


