.No conozco a nadie que en el fondo no se sienta inferior a su propio ordenador, que no ponga cara de idiota cuando sin saber por qué, de pronto el aparato se bloquea, el cursor deja de obedecer al ratón, la pantalla se apaga y todo el trabajo se pierde en el bosque informático poblado de malvados enanitos.
A las radios, televisores y otros cacharros antiguos bastaba con darles un puñetazo para que volvieran a funcionar, pero frente a la rebeldía del ordenador no sirve de nada aporrear con odio el teclado.
En este caso, según aconsejan los técnicos, la única solución consiste en resetear, esto es, en apagar e incluso en desenchufar por completo el sistema y en volverlo a encender para que todo empiece de nuevo.
Pues bien, resetear es hoy una acción casi mística, que cada cual debería aplicar también a su propia vida cuando uno se siente muy mal, pero no sabe qué le pasa. Volver siempre al principio es una fórmula budista de absoluta actualidad.
Cuando arrastrado por la corriente política, con los años te has vuelto en un tipo esquinado de extrema derecha con el pelo teñido de azabache, si te reseteas, puede que vuelva a emerger del pasado aquel chico solidario, ecologista, que quería librar al mundo de la injusticia universal.
Cuando el tedio ha desactivado la pasión que sentías por un amante ya gastado, si te reseteas, puede que recuperes aquel novio nunca olvidado del todo o aparezca en el horizonte otro más joven, más guapo y más simpático.
Cuando tu cuerpo con la edad se ha convertido en una ruina y no sin razón te crees amortizado para el sexo, si te reseteas, puede que seas aún más feliz dedicándote a la erudición y a cazar mariposas como Nabokov.
Cuando uno era una hormiga petulante que creía que este planeta no corría ningún peligro con las centrales atómicas, si te reseteas, tal vez pensarás que la energía limpia se deriva de una inteligencia clara y entonces te harás un militante antinuclear.
Cuando te duelen cosas que antes no te dolían y tampoco sabes qué va a ser del mundo ni de ti en el futuro, vete a la cama.
Uno se resetea todas las noches durante el sueño.
El cerebro se apaga, pone en orden los cables y de ti depende encenderlo cada mañana para ver el sol en la ventana como si fuera la pantalla del ordenador de nuevo iluminada.
13 mar 2011
Adán y Eva se entendían a besos
La humanidad moderna surgió en el sur de África de una población de bosquimanos - El primer lenguaje fue el khoisán, donde las consonantes suenan como chasquidos y besos .
El artefacto ideal para responder la pregunta del millón -¿de dónde venimos?- sería una máquina del tiempo, pero el segundo mejor es un secuenciador de genes.
Un equipo de genetistas y matemáticos ya tiene la respuesta: toda la humanidad actual proviene de una población de cazadores-recolectores que se originó en el sur de África hace 200.000 años.
Nuestros primeros padres eran bosquimanos y se comunicaban en khoisán: la lengua ancestral de la humanidad, donde las consonantes eran chasquidos como el sonido de un beso.
En el continente africano está casi un tercio de los idiomas del mundo
Las primeras migraciones se produjeron hace unos 60.000 años
Los humanos más antiguos presentan una enorme diversidad genética
Algunas lenguas diferencian 120 consonantes con un matiz de chasquido
Pese a las masivas extinciones, quedan 250.000 hablantes de khoe
La Enciclopedia Británica contiene muestras de miles de lenguajes
Brenna Henn y sus colegas de Stanford y otras seis universidades, entre ellas la Pompeu Fabra de Barcelona, acaban de presentar en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) la comparación genómica -entre los genomas de los humanos actuales- más amplia y avanzada hasta la fecha. Como los genomas van acumulando cambios a lo largo del tiempo, estas comparaciones sirven para deducir el pasado de la especie: las poblaciones ancestrales muestran muchos cambios, tanto dentro de la población -entre un bosquimano y otro, por ejemplo- como fuera de ella -entre un bosquimano y un vecino bantú o un europeo, siguiendo con el ejemplo-.
Los resultados confirman con fuerza ciertos indicios anteriores, pero también enmiendan algunas percepciones erróneas. Las poblaciones dispersas de cazadores-recolectores que perviven en África, como los bosquimanos, provienen de un ancestro común claramente distinto del ancestro común de los pueblos agricultores y ganaderos que los rodean.
Los bosquimanos del sur, hablantes de lenguajes clic -donde las consonantes suenan como besos y chasquidos de fastidio-, revelan una variedad genética interna mucho mayor que cualquier otra población humana actual. La razón es que toda la humanidad actual proviene del sur de África -y no de Etiopía, como se pensaba-, y que los actuales hablantes de lenguajes clic son los herederos en línea directa de nuestros primeros padres.
Nuestra especie, el Homo sapiens, evolucionó en África hace unos 200.000 años. Esa es la datación de los primeros cráneos fósiles con morfología moderna que han hallado los paleontólogos, en yacimientos de Etiopía. Y también es la época en que vivió la Eva africana -la mujer de la que provienen todas las mujeres vivas-, según han podido inferir los genetistas comparando el ADN de las poblaciones actuales.
Los humanos modernos -inicialmente una pequeña población- se extendieron pronto por todo el continente africano. Su salida de allí, en un pequeño número de migraciones que acabaron colonizando todo el planeta, ocurrió mucho después, hace solo unos 60.000 años.
Como los humanos modernos llevan en África más tiempo que en ninguna otra parte -y como solo una pequeña fracción de ellos colonizó el resto del mundo-, los africanos actuales son mucho más diversos que todo el resto de la humanidad junta. Por ejemplo, de las 6.909 lenguas que se hablan actualmente en el mundo, casi un tercio (2.110) son africanas. Como comparación, en Europa solo se han catalogado 234 lenguas.
Lo mismo vale para la diversidad genética. De hecho, la población mundial no africana es tan homogénea que los genetistas calculan que proviene de no más de 1.000 o 1.500 individuos que salieron de África hace unos 60.000 años. La mayor parte de la diversidad genética humana se quedó en África, y sigue estando allí.
El análisis de Brenna Henn y sus colegas es el más completo hasta la fecha, con datos de 580.000 snips (cambios de una sola letra en el ADN; las siglas son de single nucleotide polymorphisms) en 26 poblaciones africanas, incluidas seis poblaciones de cazadores-recolectores, como los hadza y los sandawe de Tanzania y los bosquimanos namibios y khomani del sur de África.
Los resultados descartan que nuestra especie surgiera en el este de África, y apuntan con fuerza a un origen surafricano (técnicamente, lo segundo es entre 300 y 1.000 veces más probable que lo primero).
Y también señalan a las poblaciones de cazadores-recolectores hablantes de lenguajes clic como los descendientes en línea directa de aquellos primeros humanos.
Dos de los autores del trabajo son Laura Rodríguez-Botigué y David Comas, del Instituto de Biología Evolutiva de la Pompeu Fabra. "El trabajo", dice Comas, "analiza la diversidad genética autosómica de tres poblaciones de cazadores-recolectores de Tanzania y Sudáfrica, y las compara con otras poblaciones africanas.
El estudio de la evolución y la historia demográfica del continente africano supone un gran reto para los genetistas debido a la gran diversidad genética que existe entre los cientos de poblaciones que viven allí".
Las poblaciones cazadoras-recolectoras, explica el evolucionista de Barcelona, son una minoría y están bastante aisladas geográficamente, pero tienen un especial interés porque llevan un modo de vida anterior a la aparición de la agricultura y el pastoreo en África, que solo ocurrió hace unos 5.000 años.
"Para inferir la historia demográfica de las poblaciones de cazadores-recolectores actuales", prosigue el científico, "hemos analizado su diversidad genética y la hemos comparado con la de 24 poblaciones más, representativas de la compleja estructura demográfica del continente africano; hasta ahora, la variación genética en estos grupos no había sido muy estudiada, y se desconocía si las poblaciones cazadoras-recolectoras son en realidad descendientes de los agricultores que, en algún momento, revirtieron su modo de vida, o en cambio son los herederos de los antiguos grupos que poblaban el continente antes de la expansión de la agricultura".
Los resultados demuestran que las poblaciones de cazadores-recolectores "son mucho más diversas genéticamente que el resto de poblaciones africanas", subraya Comas. "Esto descarta la hipótesis de que estas poblaciones sean descendientes de agropastoralistas, y revela la profunda antigüedad de los grupos de cazadores-recolectores".
Estos datos genéticos muestran que "la localización geográfica más probable del origen de los humanos se sitúa al sur del continente africano, lo que discrepa de la hipótesis demográfica más aceptada hasta el momento, que postula que el origen del hombre moderno se podría situar en África del este".
Todos los lenguajes khoisán del sur de África utilizan cuatro clics básicos, que los lingüistas representan con símbolos como
, que es idéntico a nuestro chasquido de desaprobación;
, parecido al sonido ts; o q, que es exactamente el sonido de un beso.
Fue el antropólogo y lingüista Joseph Greenberg, que también trabajó en Stanford hasta su muerte en 2001, quien propuso en los años sesenta que los lenguajes clic, hablados por pequeñas poblaciones de bosquimanos salpicadas por el sur y el este de África, formaban en realidad una sola familia lingüística, el khoisán. Según su clasificación, el khoisán era de hecho una de las cuatro grandes familias en que se agrupan los más de 2.000 lenguajes africanos (las otras tres, abrumadoramente mayoritarias, se llaman níger-congo, nilo-sahariano y afroasiático).
Pero la propuesta de Greenberg sobre el khoisán fue muy polémica desde su formulación, y sigue siéndolo, porque el único rasgo común que tienen estas lenguas es el uso de clics. Por lo demás, no se parecen en nada: ni en el vocabulario, ni en la manera en que se forman las palabras ni en la construcción de oraciones.
No solo las lenguas clic de África oriental difieren por completo de las del sur, sino también estas entre sí.
Persona, por ejemplo, se dice !kwi en el extremo sur, khoe un poco más al norte, y ju otro poco más aún, ya en el norte de Namibia. De ahí que los lingüistas llamen !kwi, khoe y ju a las lenguas clic de esas tres zonas.
Pese a las extinciones masivas de bosquimanos -y de sus lenguas- acaecidas en los últimos siglos, quedan aún un cuarto de millón de hablantes de khoe.
Las otras lenguas clic son mucho más raras: algunas agonizan con solo un centenar de hablantes, y muchas otras se han extinguido en los últimos tres siglos. La Universidad Nacional de Taiwan y la Enciclopedia Británica contienen muestras de audio de muchas de estas lenguas.
Pese al parco repertorio de chasquidos básicos, los hablantes de khoisán pueden matizar cada clic de varias formas -nasalizándolo, aspirándolo, sonorizándolo- y combinarlo con distintas consonantes convencionales, hasta producir algunos de los sistemas fonéticos más complejos que se conocen.
El lenguaje !xoo llega a distinguir de este modo más de 120 consonantes, un récord mundial seguramente imbatible.
Aparte de los bosquimanos, las principales poblaciones actuales de cazadores-recolectores que perviven en África son los pigmeos.
Lluis Quintana-Murci, del Instituto Pasteur de París, ha demostrado que todos los pigmeos, pese a vivir en poblaciones aisladas y muy separadas geográficamente, tienen un origen común: solo evolucionaron una vez.
Los signos arqueológicos de una inteligencia humana plenamente actual -arte, rituales, pericia técnica, gran diversidad de herramientas- solo tienen 50.000 años, pese a que el cráneo humano moderno ya existía hace 195.000, que es la edad del fósil más antiguo de nuestra especie, hallado en Etiopía.
Estos fósiles con forma moderna pero más antiguos de 50.000 años suelen llamarse "humanos anatómicamente modernos".
Las primeras evidencias de Homo sapiens fuera de África son unos esqueletos fósiles hallados en cuevas en el sur del actual Israel, datados entre 120.000 y 90.000 años antes del presente. Son escasos.
La salida del continente africano ocurrió entre 80.000 y 60.000 años atrás, lo que coincide con la aparición, precisamente en el sur de África, de unas culturas caracterizadas por el uso de herramientas avanzadas, e incluso de símbolos abstractos.
Se denominan Still Bay (SB) y Howieson's Poort (HP), y aparecen en estratos repartidos por muchos yacimientos del sur del continente. El mejor caracterizado es la cueva Blombos, en la Provincia del Cabo, en el extremo meridional de África.
En esa cueva aparecieron dos piezas de arcilla roja con unos grabados geométricos. Constituyen la evidencia aceptada más antigua de arte abstracto, 70.000 años antes de Kandinsky.
El artefacto ideal para responder la pregunta del millón -¿de dónde venimos?- sería una máquina del tiempo, pero el segundo mejor es un secuenciador de genes.
Un equipo de genetistas y matemáticos ya tiene la respuesta: toda la humanidad actual proviene de una población de cazadores-recolectores que se originó en el sur de África hace 200.000 años.
Nuestros primeros padres eran bosquimanos y se comunicaban en khoisán: la lengua ancestral de la humanidad, donde las consonantes eran chasquidos como el sonido de un beso.
En el continente africano está casi un tercio de los idiomas del mundo
Las primeras migraciones se produjeron hace unos 60.000 años
Los humanos más antiguos presentan una enorme diversidad genética
Algunas lenguas diferencian 120 consonantes con un matiz de chasquido
Pese a las masivas extinciones, quedan 250.000 hablantes de khoe
La Enciclopedia Británica contiene muestras de miles de lenguajes
Brenna Henn y sus colegas de Stanford y otras seis universidades, entre ellas la Pompeu Fabra de Barcelona, acaban de presentar en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) la comparación genómica -entre los genomas de los humanos actuales- más amplia y avanzada hasta la fecha. Como los genomas van acumulando cambios a lo largo del tiempo, estas comparaciones sirven para deducir el pasado de la especie: las poblaciones ancestrales muestran muchos cambios, tanto dentro de la población -entre un bosquimano y otro, por ejemplo- como fuera de ella -entre un bosquimano y un vecino bantú o un europeo, siguiendo con el ejemplo-.
Los resultados confirman con fuerza ciertos indicios anteriores, pero también enmiendan algunas percepciones erróneas. Las poblaciones dispersas de cazadores-recolectores que perviven en África, como los bosquimanos, provienen de un ancestro común claramente distinto del ancestro común de los pueblos agricultores y ganaderos que los rodean.
Los bosquimanos del sur, hablantes de lenguajes clic -donde las consonantes suenan como besos y chasquidos de fastidio-, revelan una variedad genética interna mucho mayor que cualquier otra población humana actual. La razón es que toda la humanidad actual proviene del sur de África -y no de Etiopía, como se pensaba-, y que los actuales hablantes de lenguajes clic son los herederos en línea directa de nuestros primeros padres.
Nuestra especie, el Homo sapiens, evolucionó en África hace unos 200.000 años. Esa es la datación de los primeros cráneos fósiles con morfología moderna que han hallado los paleontólogos, en yacimientos de Etiopía. Y también es la época en que vivió la Eva africana -la mujer de la que provienen todas las mujeres vivas-, según han podido inferir los genetistas comparando el ADN de las poblaciones actuales.
Los humanos modernos -inicialmente una pequeña población- se extendieron pronto por todo el continente africano. Su salida de allí, en un pequeño número de migraciones que acabaron colonizando todo el planeta, ocurrió mucho después, hace solo unos 60.000 años.
Como los humanos modernos llevan en África más tiempo que en ninguna otra parte -y como solo una pequeña fracción de ellos colonizó el resto del mundo-, los africanos actuales son mucho más diversos que todo el resto de la humanidad junta. Por ejemplo, de las 6.909 lenguas que se hablan actualmente en el mundo, casi un tercio (2.110) son africanas. Como comparación, en Europa solo se han catalogado 234 lenguas.
Lo mismo vale para la diversidad genética. De hecho, la población mundial no africana es tan homogénea que los genetistas calculan que proviene de no más de 1.000 o 1.500 individuos que salieron de África hace unos 60.000 años. La mayor parte de la diversidad genética humana se quedó en África, y sigue estando allí.
El análisis de Brenna Henn y sus colegas es el más completo hasta la fecha, con datos de 580.000 snips (cambios de una sola letra en el ADN; las siglas son de single nucleotide polymorphisms) en 26 poblaciones africanas, incluidas seis poblaciones de cazadores-recolectores, como los hadza y los sandawe de Tanzania y los bosquimanos namibios y khomani del sur de África.
Los resultados descartan que nuestra especie surgiera en el este de África, y apuntan con fuerza a un origen surafricano (técnicamente, lo segundo es entre 300 y 1.000 veces más probable que lo primero).
Y también señalan a las poblaciones de cazadores-recolectores hablantes de lenguajes clic como los descendientes en línea directa de aquellos primeros humanos.
Dos de los autores del trabajo son Laura Rodríguez-Botigué y David Comas, del Instituto de Biología Evolutiva de la Pompeu Fabra. "El trabajo", dice Comas, "analiza la diversidad genética autosómica de tres poblaciones de cazadores-recolectores de Tanzania y Sudáfrica, y las compara con otras poblaciones africanas.
El estudio de la evolución y la historia demográfica del continente africano supone un gran reto para los genetistas debido a la gran diversidad genética que existe entre los cientos de poblaciones que viven allí".
Las poblaciones cazadoras-recolectoras, explica el evolucionista de Barcelona, son una minoría y están bastante aisladas geográficamente, pero tienen un especial interés porque llevan un modo de vida anterior a la aparición de la agricultura y el pastoreo en África, que solo ocurrió hace unos 5.000 años.
"Para inferir la historia demográfica de las poblaciones de cazadores-recolectores actuales", prosigue el científico, "hemos analizado su diversidad genética y la hemos comparado con la de 24 poblaciones más, representativas de la compleja estructura demográfica del continente africano; hasta ahora, la variación genética en estos grupos no había sido muy estudiada, y se desconocía si las poblaciones cazadoras-recolectoras son en realidad descendientes de los agricultores que, en algún momento, revirtieron su modo de vida, o en cambio son los herederos de los antiguos grupos que poblaban el continente antes de la expansión de la agricultura".
Los resultados demuestran que las poblaciones de cazadores-recolectores "son mucho más diversas genéticamente que el resto de poblaciones africanas", subraya Comas. "Esto descarta la hipótesis de que estas poblaciones sean descendientes de agropastoralistas, y revela la profunda antigüedad de los grupos de cazadores-recolectores".
Estos datos genéticos muestran que "la localización geográfica más probable del origen de los humanos se sitúa al sur del continente africano, lo que discrepa de la hipótesis demográfica más aceptada hasta el momento, que postula que el origen del hombre moderno se podría situar en África del este".
Todos los lenguajes khoisán del sur de África utilizan cuatro clics básicos, que los lingüistas representan con símbolos como
, que es idéntico a nuestro chasquido de desaprobación;
, parecido al sonido ts; o q, que es exactamente el sonido de un beso.
Fue el antropólogo y lingüista Joseph Greenberg, que también trabajó en Stanford hasta su muerte en 2001, quien propuso en los años sesenta que los lenguajes clic, hablados por pequeñas poblaciones de bosquimanos salpicadas por el sur y el este de África, formaban en realidad una sola familia lingüística, el khoisán. Según su clasificación, el khoisán era de hecho una de las cuatro grandes familias en que se agrupan los más de 2.000 lenguajes africanos (las otras tres, abrumadoramente mayoritarias, se llaman níger-congo, nilo-sahariano y afroasiático).
Pero la propuesta de Greenberg sobre el khoisán fue muy polémica desde su formulación, y sigue siéndolo, porque el único rasgo común que tienen estas lenguas es el uso de clics. Por lo demás, no se parecen en nada: ni en el vocabulario, ni en la manera en que se forman las palabras ni en la construcción de oraciones.
No solo las lenguas clic de África oriental difieren por completo de las del sur, sino también estas entre sí.
Persona, por ejemplo, se dice !kwi en el extremo sur, khoe un poco más al norte, y ju otro poco más aún, ya en el norte de Namibia. De ahí que los lingüistas llamen !kwi, khoe y ju a las lenguas clic de esas tres zonas.
Pese a las extinciones masivas de bosquimanos -y de sus lenguas- acaecidas en los últimos siglos, quedan aún un cuarto de millón de hablantes de khoe.
Las otras lenguas clic son mucho más raras: algunas agonizan con solo un centenar de hablantes, y muchas otras se han extinguido en los últimos tres siglos. La Universidad Nacional de Taiwan y la Enciclopedia Británica contienen muestras de audio de muchas de estas lenguas.
Pese al parco repertorio de chasquidos básicos, los hablantes de khoisán pueden matizar cada clic de varias formas -nasalizándolo, aspirándolo, sonorizándolo- y combinarlo con distintas consonantes convencionales, hasta producir algunos de los sistemas fonéticos más complejos que se conocen.
El lenguaje !xoo llega a distinguir de este modo más de 120 consonantes, un récord mundial seguramente imbatible.
Aparte de los bosquimanos, las principales poblaciones actuales de cazadores-recolectores que perviven en África son los pigmeos.
Lluis Quintana-Murci, del Instituto Pasteur de París, ha demostrado que todos los pigmeos, pese a vivir en poblaciones aisladas y muy separadas geográficamente, tienen un origen común: solo evolucionaron una vez.
Los signos arqueológicos de una inteligencia humana plenamente actual -arte, rituales, pericia técnica, gran diversidad de herramientas- solo tienen 50.000 años, pese a que el cráneo humano moderno ya existía hace 195.000, que es la edad del fósil más antiguo de nuestra especie, hallado en Etiopía.
Estos fósiles con forma moderna pero más antiguos de 50.000 años suelen llamarse "humanos anatómicamente modernos".
Las primeras evidencias de Homo sapiens fuera de África son unos esqueletos fósiles hallados en cuevas en el sur del actual Israel, datados entre 120.000 y 90.000 años antes del presente. Son escasos.
La salida del continente africano ocurrió entre 80.000 y 60.000 años atrás, lo que coincide con la aparición, precisamente en el sur de África, de unas culturas caracterizadas por el uso de herramientas avanzadas, e incluso de símbolos abstractos.
Se denominan Still Bay (SB) y Howieson's Poort (HP), y aparecen en estratos repartidos por muchos yacimientos del sur del continente. El mejor caracterizado es la cueva Blombos, en la Provincia del Cabo, en el extremo meridional de África.
En esa cueva aparecieron dos piezas de arcilla roja con unos grabados geométricos. Constituyen la evidencia aceptada más antigua de arte abstracto, 70.000 años antes de Kandinsky.
Piqueteros intelectuales MARIO VARGAS LLOSA
El grupo Carta Abierta pidió a la Feria del Libro de Buenos Aires que me retirara la invitación para inaugurarla, por mi posición "liberal" y "reaccionaria". ¿Qué quieren, una nueva Cuba? .
Un puñado de intelectuales argentinos kirchneristas, vinculados al grupo Carta Abierta, encabezados por el director de la Biblioteca Nacional Horacio González, pidió a los organizadores de la Feria del Libro de Buenos Aires, que se abrirá el 20 de abril, que me retirara la invitación para hablar el día de su inauguración.
La razón del veto: mi posición política "liberal", "reaccionaria", enemiga de las "corrientes progresistas del pueblo argentino" y mis críticas a los Gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner.
Bastante más lúcida y democrática que sus intelectuales, la presidenta Cristina Fernández se apresuró a recordarles que semejante demostración de intolerancia y a favor de la censura no parecía una buena carta de presentación de su Gobierno ni oportuna cuando parece iniciarse una movilización a favor de la reelección.
Obedientes, pero sin duda no convencidos, los intelectuales kirchneristas dieron marcha atrás.
El ministro del Interior de la dictadura prohibió 'La tía Julia y el escribidor' por ofensiva
El nacionalismo es una ideología que ha servido siempre a los sectores más cerriles
Me alegra coincidir en algo con la presidenta Cristina Fernández, cuyas políticas y declaraciones populistas en efecto he criticado, aunque sin llegar nunca al agravio, como alegó uno de los partidarios de mi defenestración.
Nunca he ocultado mi convencimiento de que el peronismo, aunque haya impulsado algunos progresos de orden social y sindical, hechas las sumas y las restas ha contribuido de manera decisiva a la decadencia económica y cultural del único país de América Latina que llegó a ser un país del primer mundo y a tener en algún momento un sistema educativo que fue un ejemplo para el resto del planeta.
Esto no significa, claro está, que aliente la menor simpatía por sus horrendas dictaduras militares cuyos crímenes, censuras y violaciones de los derechos humanos he criticado siempre con la mayor energía en nombre de la cultura de la libertad que defiendo y que es constitutivamente alérgica a toda forma de autoritarismo.
Precisamente la única vez que he padecido un veto o censura en Argentina parecido al que pedían para mí los intelectuales kirchneristas fue durante la dictadura del general Videla, cuyo ministro del Interior, el general Harguindey, expidió un decreto de abultados considerandos prohibiendo mi novela La tía Julia y el escribidor y demostrando que ésta era ofensiva al "ser argentino". Advierto con sorpresa que los intelectuales kirchneristas comparten con aquel general cierta noción de la cultura, de la política y del debate de ideas que se sustenta en un nacionalismo esencialista un tanto primitivo y de vuelo rasero.
Porque lo que parece ofender principalmente a Horacio González, José Pablo Feinmann, Aurelio Narvaja, Vicente Battista y demás partidarios del veto, por encima de mi liberalismo es que, siendo un extranjero, me inmiscuya en los asuntos argentinos. Por eso les parecía más justo que abriera la Feria del Libro de Buenos Aires un escritor argentino en consonancia con las "corrientes populares".
Si tal mentalidad hubiera prevalecido siempre en Argentina el general José de San Martín y sus soldados del Ejército Libertador no se hubieran ido a inmiscuir en los asuntos de Chile y Perú y, en vez de cruzar la Cordillera de los Andes impulsados por un ideal anticolonialista y libertario, se hubieran quedado cebando mate en su tierra, con lo que la emancipación hubiera tardado un poco más en llegar a las costas del Pacífico sudamericano.
Y si un rosarino llamado Ernesto Che Guevara hubiera profesado el estrecho nacionalismo de los intelectuales kirchneristas, se hubiera eternizado en Rosario ejerciendo la medicina en vez de ir a jugarse la vida por sus ideas revolucionarias y socialistas en Guatemala, Cuba, el Congo y Bolivia.
El nacionalismo es una ideología que ha servido siempre a los sectores más cerriles de la derecha y la izquierda para justificar su vocación autoritaria, sus prejuicios racistas, sus matonerías, y para disimular su orfandad de ideas tras un fuego de artificio de eslóganes patrioteros.
Está visceralmente reñido con la cultura, que es diálogo, coexistencia en la diversidad, respeto del otro, la admisión de que las fronteras son en última instancia artificios administrativos que no pueden abolir la solidaridad entre los individuos y los pueblos de cualquier geografía, lengua, religión y costumbres pues la nación -al igual que la raza o la religión- no constituye un valor ni establece jerarquías cívicas, políticas o morales entre la colectividad humana.
Por eso, a diferencia de otras doctrinas e ideologías, como el socialismo, la democracia y el liberalismo, el nacionalismo no ha producido un solo tratado filosófico o político digno de memoria, sólo panfletos a menudo de una retórica tan insulsa como beligerante. Si alguien lo vio bien, y lo escribió mejor, y lo encarnó en su conducta cívica fue uno de los políticos e intelectuales latinoamericanos que yo admiro más, el argentino Juan Bautista Alberdi, que llevó su amor a la justicia y a la libertad a oponerse a la guerra que libraba su propio país contra Paraguay, sin importarle que los fanáticos de la intolerancia lo acusaran de traidor.
Los vetos y las censuras tienden a imposibilitar todo debate y a convertir la vida intelectual en un monólogo tautológico en el que las ideas se desintegran y convierten en consignas, lugares comunes y clisés.
Los intelectuales kirchneristas que sólo quisieran oír y leer a quienes piensan como ellos y que se arrogan la exclusiva representación de las "corrientes populares" de su país están muy lejos no sólo de un Alberdi o un Sarmiento sino también de una izquierda genuinamente democrática que, por fortuna, está surgiendo en América Latina, y que en países donde ha estado o está en el poder, como en Chile, Brasil, Uruguay, ha sido capaz de renovarse, renunciando no sólo a sus tradicionales convicciones revolucionarias reñidas con la democracia "formal" sino al populismo, al sectarismo ideológico y al dirigismo, aceptando el juego democrático, la alternancia en el poder, el mercado, la empresa y la inversión privadas, y las instituciones formales que antes llamaba burguesas. Esa izquierda renovada está impulsando de una manera notable el progreso económico de sus países y reforzando la cultura de la libertad en América Latina.
¿Qué clase de Argentina quieren los intelectuales kirchneristas? ¿Una nueva Cuba, donde, en efecto, los liberales y demócratas no podríamos jamás dar una conferencia ni participar en un debate y donde sólo tienen uso de la palabra los escribidores al servicio del régimen?
La convulsionada Venezuela de Hugo Chávez es tal vez su modelo.
Pero allí, a diferencia de los miembros del grupo Carta Abierta, la inmensa mayoría de intelectuales, tanto de izquierda como de derecha, no es partidaria de los vetos y censuras.
Por el contrario, combate con gran coraje contra los atropellos a la libertad de expresión y la represión creciente del gobierno chavista a toda forma de disidencia u oposición.
De quienes parecen estar mucho más cerca de lo que tal vez imaginan Horacio González y sus colegas es de los piqueteros kirchneristas que, hace un par de años, estuvieron a punto de lincharnos, en Rosario, a una treintena de personas que asistíamos a una conferencia de liberales, cuando el ómnibus en que nos movilizábamos fue emboscado por una pandilla de manifestantes armados de palos, piedras y botes de pintura.
Durante un buen rato debimos soportar una pedrea que destrozó todas las lunas del vehículo, y lo dejó abollado y pintarrajeado de arriba abajo con insultos.
Una experiencia interesante e instructiva que parecía concebida para ilustrar la triste vigencia en nuestros días de aquella confrontación entre civilización y barbarie que describieron con tanta inteligencia y buena prosa Sarmiento en su Facundo y Esteban Echeverría en ese cuento sobrecogedor que es El matadero.
Me apena que quien encabezara esta tentativa de pedir que me censuraran fuera el director de la Biblioteca Nacional, es decir, alguien que ocupa ahora el sitio que dignificó Jorge Luis Borges.
Confío en que no lo asalte nunca la idea de aplicar, en su administración, el mismo criterio que lo guió a pedir que silenciaran a un escritor por el mero delito de no coincidir con sus convicciones políticas. Sería terrible, pero no inconsecuente ni arbitrario.
Supongo que si es malo que las ideas "liberales", "burguesas" y "reaccionarias" se escuchen en una charla, es también malísimo y peligrosísimo que se lean.
De ahí hay sólo un paso a depurar las estanterías de libros que desentonan con "las corrientes progresistas del pueblo argentino".
© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2011. © Mario Vargas Llosa, 2011.
Un puñado de intelectuales argentinos kirchneristas, vinculados al grupo Carta Abierta, encabezados por el director de la Biblioteca Nacional Horacio González, pidió a los organizadores de la Feria del Libro de Buenos Aires, que se abrirá el 20 de abril, que me retirara la invitación para hablar el día de su inauguración.
La razón del veto: mi posición política "liberal", "reaccionaria", enemiga de las "corrientes progresistas del pueblo argentino" y mis críticas a los Gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner.
Bastante más lúcida y democrática que sus intelectuales, la presidenta Cristina Fernández se apresuró a recordarles que semejante demostración de intolerancia y a favor de la censura no parecía una buena carta de presentación de su Gobierno ni oportuna cuando parece iniciarse una movilización a favor de la reelección.
Obedientes, pero sin duda no convencidos, los intelectuales kirchneristas dieron marcha atrás.
El ministro del Interior de la dictadura prohibió 'La tía Julia y el escribidor' por ofensiva
El nacionalismo es una ideología que ha servido siempre a los sectores más cerriles
Me alegra coincidir en algo con la presidenta Cristina Fernández, cuyas políticas y declaraciones populistas en efecto he criticado, aunque sin llegar nunca al agravio, como alegó uno de los partidarios de mi defenestración.
Nunca he ocultado mi convencimiento de que el peronismo, aunque haya impulsado algunos progresos de orden social y sindical, hechas las sumas y las restas ha contribuido de manera decisiva a la decadencia económica y cultural del único país de América Latina que llegó a ser un país del primer mundo y a tener en algún momento un sistema educativo que fue un ejemplo para el resto del planeta.
Esto no significa, claro está, que aliente la menor simpatía por sus horrendas dictaduras militares cuyos crímenes, censuras y violaciones de los derechos humanos he criticado siempre con la mayor energía en nombre de la cultura de la libertad que defiendo y que es constitutivamente alérgica a toda forma de autoritarismo.
Precisamente la única vez que he padecido un veto o censura en Argentina parecido al que pedían para mí los intelectuales kirchneristas fue durante la dictadura del general Videla, cuyo ministro del Interior, el general Harguindey, expidió un decreto de abultados considerandos prohibiendo mi novela La tía Julia y el escribidor y demostrando que ésta era ofensiva al "ser argentino". Advierto con sorpresa que los intelectuales kirchneristas comparten con aquel general cierta noción de la cultura, de la política y del debate de ideas que se sustenta en un nacionalismo esencialista un tanto primitivo y de vuelo rasero.
Porque lo que parece ofender principalmente a Horacio González, José Pablo Feinmann, Aurelio Narvaja, Vicente Battista y demás partidarios del veto, por encima de mi liberalismo es que, siendo un extranjero, me inmiscuya en los asuntos argentinos. Por eso les parecía más justo que abriera la Feria del Libro de Buenos Aires un escritor argentino en consonancia con las "corrientes populares".
Si tal mentalidad hubiera prevalecido siempre en Argentina el general José de San Martín y sus soldados del Ejército Libertador no se hubieran ido a inmiscuir en los asuntos de Chile y Perú y, en vez de cruzar la Cordillera de los Andes impulsados por un ideal anticolonialista y libertario, se hubieran quedado cebando mate en su tierra, con lo que la emancipación hubiera tardado un poco más en llegar a las costas del Pacífico sudamericano.
Y si un rosarino llamado Ernesto Che Guevara hubiera profesado el estrecho nacionalismo de los intelectuales kirchneristas, se hubiera eternizado en Rosario ejerciendo la medicina en vez de ir a jugarse la vida por sus ideas revolucionarias y socialistas en Guatemala, Cuba, el Congo y Bolivia.
El nacionalismo es una ideología que ha servido siempre a los sectores más cerriles de la derecha y la izquierda para justificar su vocación autoritaria, sus prejuicios racistas, sus matonerías, y para disimular su orfandad de ideas tras un fuego de artificio de eslóganes patrioteros.
Está visceralmente reñido con la cultura, que es diálogo, coexistencia en la diversidad, respeto del otro, la admisión de que las fronteras son en última instancia artificios administrativos que no pueden abolir la solidaridad entre los individuos y los pueblos de cualquier geografía, lengua, religión y costumbres pues la nación -al igual que la raza o la religión- no constituye un valor ni establece jerarquías cívicas, políticas o morales entre la colectividad humana.
Por eso, a diferencia de otras doctrinas e ideologías, como el socialismo, la democracia y el liberalismo, el nacionalismo no ha producido un solo tratado filosófico o político digno de memoria, sólo panfletos a menudo de una retórica tan insulsa como beligerante. Si alguien lo vio bien, y lo escribió mejor, y lo encarnó en su conducta cívica fue uno de los políticos e intelectuales latinoamericanos que yo admiro más, el argentino Juan Bautista Alberdi, que llevó su amor a la justicia y a la libertad a oponerse a la guerra que libraba su propio país contra Paraguay, sin importarle que los fanáticos de la intolerancia lo acusaran de traidor.
Los vetos y las censuras tienden a imposibilitar todo debate y a convertir la vida intelectual en un monólogo tautológico en el que las ideas se desintegran y convierten en consignas, lugares comunes y clisés.
Los intelectuales kirchneristas que sólo quisieran oír y leer a quienes piensan como ellos y que se arrogan la exclusiva representación de las "corrientes populares" de su país están muy lejos no sólo de un Alberdi o un Sarmiento sino también de una izquierda genuinamente democrática que, por fortuna, está surgiendo en América Latina, y que en países donde ha estado o está en el poder, como en Chile, Brasil, Uruguay, ha sido capaz de renovarse, renunciando no sólo a sus tradicionales convicciones revolucionarias reñidas con la democracia "formal" sino al populismo, al sectarismo ideológico y al dirigismo, aceptando el juego democrático, la alternancia en el poder, el mercado, la empresa y la inversión privadas, y las instituciones formales que antes llamaba burguesas. Esa izquierda renovada está impulsando de una manera notable el progreso económico de sus países y reforzando la cultura de la libertad en América Latina.
¿Qué clase de Argentina quieren los intelectuales kirchneristas? ¿Una nueva Cuba, donde, en efecto, los liberales y demócratas no podríamos jamás dar una conferencia ni participar en un debate y donde sólo tienen uso de la palabra los escribidores al servicio del régimen?
La convulsionada Venezuela de Hugo Chávez es tal vez su modelo.
Pero allí, a diferencia de los miembros del grupo Carta Abierta, la inmensa mayoría de intelectuales, tanto de izquierda como de derecha, no es partidaria de los vetos y censuras.
Por el contrario, combate con gran coraje contra los atropellos a la libertad de expresión y la represión creciente del gobierno chavista a toda forma de disidencia u oposición.
De quienes parecen estar mucho más cerca de lo que tal vez imaginan Horacio González y sus colegas es de los piqueteros kirchneristas que, hace un par de años, estuvieron a punto de lincharnos, en Rosario, a una treintena de personas que asistíamos a una conferencia de liberales, cuando el ómnibus en que nos movilizábamos fue emboscado por una pandilla de manifestantes armados de palos, piedras y botes de pintura.
Durante un buen rato debimos soportar una pedrea que destrozó todas las lunas del vehículo, y lo dejó abollado y pintarrajeado de arriba abajo con insultos.
Una experiencia interesante e instructiva que parecía concebida para ilustrar la triste vigencia en nuestros días de aquella confrontación entre civilización y barbarie que describieron con tanta inteligencia y buena prosa Sarmiento en su Facundo y Esteban Echeverría en ese cuento sobrecogedor que es El matadero.
Me apena que quien encabezara esta tentativa de pedir que me censuraran fuera el director de la Biblioteca Nacional, es decir, alguien que ocupa ahora el sitio que dignificó Jorge Luis Borges.
Confío en que no lo asalte nunca la idea de aplicar, en su administración, el mismo criterio que lo guió a pedir que silenciaran a un escritor por el mero delito de no coincidir con sus convicciones políticas. Sería terrible, pero no inconsecuente ni arbitrario.
Supongo que si es malo que las ideas "liberales", "burguesas" y "reaccionarias" se escuchen en una charla, es también malísimo y peligrosísimo que se lean.
De ahí hay sólo un paso a depurar las estanterías de libros que desentonan con "las corrientes progresistas del pueblo argentino".
© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2011. © Mario Vargas Llosa, 2011.
"El poder pasa del editor al lector"
. .Lo primero que dice Riccardo Cavallero cuando se sienta ante la mesa del comedor de su casa, un edificio en el que vivió el fundador de Mondadori, Arnoldo Mondadori, en Milán, es que este cambio va en serio; aquello que siempre se dijo, que un día iba a cambiar este universo, es por fin verdad. Y en una frase muy simple ("El poder pasa del editor al lector"), este mánager de editoriales que ha cruzado de Europa a América y luego ha hecho el viaje de vuelta, pasando por España, propone actuaciones ante la nueva situación. Gutenberg está todavía por ahí, y seguirá, pero Internet, "lo digital", como dice él, marca ya el futuro.
La selección
La noticia en otros webs
•webs en español
•en otros idiomas
"El 'e-book' como tal no vale nada. Ya nace viejo. Lo importante es cambiar nuestra forma de trabajar contando con el lector"
"Ser pirateado es casi una satisfacción para el autor, porque significa que vende mucho. El pirata nunca se equivoca"
Cavallero es director general de Libros de Mondadori para Italia, España y América Latina; Mondadori engloba los sellos Einaudi, Piemme, Sperling a Kupfer, Mondadori y Random House Mondadori. Él nació cerca de Turín, tiene 48 años; está casado con Teresa, toscana, y tiene un hijo, Giulio, de 13 años, nacido en Barcelona. Además del amor a Cadaqués, dejó en España (donde ocupó diversos cargos editoriales, primero en Grijalbo y después en Random House-Mondadori) muchos afectos (entre otros, el de su añorado maestro Toni López) y experiencias que ahora forman parte de su memoria de editor... La suya ha sido una tarea ejecutiva, como consejero delegado de Random House-Mondadori primero en Nueva York y después en Barcelona...
Es economista y nadador. Acaso esas dos características le sirvan ahora para saber cómo se nada en las aguas del futuro en el que aún flota el universo Gutenberg.
Pregunta. Es la primera vez que cambia algo de verdad, parece.
Respuesta. Sí, por primera vez está cambiando el mundo editorial. El digital supone un gran impacto porque el poder pasa del editor al lector. Desde Gutenberg no cambia nada. Hubo cambios mecánicos, pero el proceso y el negocio no cambiaban. Los editores tenían el poder de decidir lo que se leía en un país. Esto conllevaba que los editores malentendieran su actividad, que la hayan confundido con la de impresor o distribuidor, olvidándose de la de editor.
P. Y con el libro digital, esto cambia.
R. El poder pasa al lector, que es quien decide lo que quiere, cuándo lo quiere, cómo lo quiere y a qué precio. Podríamos compararlo con la revolución de Copérnico. No es el mundo el que da vueltas alrededor de la Tierra, sino que la Tierra es un planeta que da la vuelta alrededor de un sol, el consumidor, el lector. Este es el gran cambio.
P. ¿Y se recibe naturalmente?
R. El mundo editorial no está listo para esto. Lo que marcará la diferencia -como con los dinosaurios- es que para sobrevivir hay que cambiar de hábitat. Y hay muchos que en este momento no tienen la fuerza mental para cambiar su forma de trabajar...
P. Al menos ya está el e-book ocupando su terreno..., y las editoriales son las que los están adoptando...
R. El e-book como tal no vale nada. Ya nace viejo. Lo importante es la revolución digital, cambiar nuestra forma de trabajar contando con el lector que está al otro lado. Tenemos que entender por primera vez lo que el lector quiere. Hasta ahora hemos vivido en una burbuja de lujo donde podías casi prescindir de lo que el lector quería.
P. ¿El editor tiene que ser distinto?
R. Lo será sin duda. Ha habido un momento en que no se sabía si el editor era impresor o distribuidor... Cambia la forma de vehicular y entregar un contenido. Creo que en cinco o diez años el editor será un bibliotecario. Manejaremos un contenido que tendremos que alquilar. Ya no seremos propietarios de algo, sino que poseeremos lo que nos sirvan en el momento.
P. Entonces, el papel del editor será menos importante.
R. Seguirá siendo muy importante, pero no será el mismo, será un poco diferente. La revolución digital es un cambio impresionante, pero lo que no cambiará durante un tiempo largo de este camino es la forma de creación, de escribir. Lo digital no va a influir en esto a corto plazo. El escritor hará experimentos. Ya se han hecho libros de SMS, libros para móviles... En esta primera fase hay una gran borrachera: el autor está convencido de que el editor ya no le sirve, que es el agente el que tiene que hacer su labor. Lo que ocurre es que hoy día encuentras un montón de informaciones disponibles, montones de libros que uno se puede autoeditar sin ningún problema, pero no sabes cómo manejarlo... El editor encontrará y mantendrá su papel, que es el de enseñar a hacer una selección, y por otro lado tendrá que estar muy atento a lo que los lectores quieren... Si no, se quedará fuera. Las posiciones de privilegio de estos últimos siglos, reducidas básicamente a la distribución física, se acaban... En diez años, esto no existirá. Los editores de grandes grupos, que han basado su éxito en la distribución, tendrán que buscar nuevas ventajas competitivas porque todo esto se va a liberar...
P. ¿Qué va a pasar con los derechos de autor? ¿Se escurrirán como el agua en la cesta, como cantaba Harry Belafonte?
R. ¡Ja, ja, ja! Más o menos. Sí es verdad que cambia el papel del editor. Será un editor que no venderá algo, sino que lo prestará. Creo que en el mundo digital, el editor tendrá lo que hoy día es una televisión de pago, con unos canales que venderá por suscripciones... Entonces inevitablemente tiene que buscar también la fórmula de liquidar los derechos. Estamos acostumbrados a hacerlo de una manera simple: liquidamos los derechos por cada ejemplar vendido. Esto ya no puede ser así, como en las películas de cine. La entrada generaba unos derechos para la película. Creo que eso tendrá que cambiar también con respecto a los libros. Es más complicado, porque el cambio se producirá en unos veinte años, posiblemente. Y hoy día el digital ya está generando muchos problemas para los abogados porque es difícil cuantificar el dinero necesario para pagar los derechos. Ese es el problema.
P. ¿Usted cree que se entenderá que no compramos el libro, sino que lo tenemos en préstamo?
R. Cuidado. Como editores, el partido lo ganará quien consiga trabajar sobre el contenido. Mi objetivo es vender, y por eso no creo que desaparezca el libro en papel. Como en los periódicos, creo que estamos en el amanecer del digital. Si yo compro el Financial Times desde la suscripción digital, tengo también derecho a recibir la copia en papel. Igual que un libro. Si quiero venderte el último libro de Murakami y tú compras el libro físico, con el precio que me estás pagando por ese libro tienes derecho a otras opciones: lo tienes en papel, lo tienes en digital. Y esta es una forma de comprar que seguirá existiendo, pero conectadas ambas formas, porque el papel sin digital no se podrá hacer a corto plazo...
P. Y luego está el alquiler...
R. Sí, la forma por la que opta otro tipo de lector que no quiere comprar ese libro, sino que quiere alquilarlo, como en una biblioteca. El que dice: "Yo quiero una suscripción de diez euros al mes con la que tenga acceso a una oferta de libros". Y esos libros pueden ser todas las novedades, o toda la novela rosa, o lo que sea... Son dos clientes diferentes, pero, cuidado, son dos formas de disfrutar de un libro... Puede ser que mucha gente quiera comprar libros de Murakami, García Márquez o Vargas Llosa para conservarlos en la biblioteca y prefiera otros libros de entretenimiento, como la novela histórica, con la que disfrute leyendo pero que no quiere guardar en casa...
P. El editor parece el capitán de un barco, y el mar convoca dos sensaciones: soledad y miedo. ¿Tiene usted ahora alguna de esas dos sensaciones?
R. Si me permite bromear, soy muy bueno en natación y por eso el mar no me da mucho miedo. El mar te produce una sensación de profundo respeto porque sabes que tienes delante una ola muy fuerte que te puede arrastrar. En el mundo literario ocurre más o menos lo mismo... Producir libros es la cosa más simple. El trabajo de un editor es entregar los libros al lector de una forma clara e inteligible y eso solo lo puedes hacer a través de tus colecciones y de tus sellos. Y desde el punto de vista de la gestión, de la que también me encargo como publisher [el responsable global de una editorial], de eso es de lo que me encargo. La empresa se construye alrededor de la figura de los editores; ellos son el corazón del negocio. Mi receta es muy simple, es la única que conozco y es la que aplico en América, en Europa, y hasta ahora ha funcionado. Nada de soledad o de miedo. El miedo empieza cuando empiezas a olvidarte de esto y subes la producción para llegar a una facturación que es efímera, a recoger devoluciones...; es entonces cuando el mar te hunde y acabas como en la película La tormenta perfecta.
P. ¿Estamos en una tormenta?
R. No, no es ninguna tormenta. Estamos en el momento del gran cambio por lo que ocurre con el digital. Un momento en el que debemos tener las agallas de renunciar a los privilegios que hemos conseguido, y que nos han mantenido como líderes hasta ahora; es un momento para reinventar nuestro trabajo; como todos los momentos de cambio, este puede ser doloroso, incómodo, porque como mínimo hasta ahora lo controlabas todo, lo sabías todo de tu mundo. Ahora hay que asumir riesgos, hay que tener mucha curiosidad, experimentar y, sobre todo, estar entrenados para equivocarnos.
Quien en los próximos cinco años no se equivoque, y no se equivoque de manera importante, creo que no llegará a los diez años.
P. Ya hay riesgos. El pirata está ahí esperando a que sea rentable robar libros.
R. Sí. La piratería es un hecho muy serio, muy doloroso, en algunos países más que en otros. Pero, si me lo permite, los piratas son los únicos que conocen de verdad los best sellers. Para un autor, ser pirateado es casi una satisfacción porque significa que está vendiendo mucho. ¡El pirata nunca se equivoca...! Ahora, hablando seriamente, el asunto de la piratería es correcto combatirlo todo lo que se pueda, pero si le digo la verdad, la responsabilidad de la piratería (hablo de la digital sobre todo) la tienen los editores... La música no tenía barreras de idioma, la vendían muy cara, te obligaban a comprar un cedé para que terminaras escuchando una sola canción. A nivel comercial, esto era sin duda un estímulo para piratear. Todos hemos pirateado música; a los doce o a los quince años hemos grabado una canción de un disco para darle una casete a una novia que nos gustaba. Creo que no hay nadie en el mundo que no lo haya hecho. Por tanto, no hay que asustarse por eso.
P. Pero es un problema para el editor...
R. Cuando la piratería se convierte en un fenómeno económico tan relevante, no es la policía la que lo tiene que solucionar. Hay que buscar una solución económica a nivel editorial. Para el libro, sin duda, ha sido la edición de bolsillo, que no ha tenido hasta ahora un desarrollo completo ni en el mundo de habla hispana ni en el italiano. Pasará lo mismo con el libro digital. Piratear el digital es mucho más fácil. Y además, si el consumidor digital quiere algo, lo quiere ya, no está dispuesto a aceptar los planes de la editorial
. Lo quiere ya, y si lo encuentra en otro sitio, lo piratea.
P. ¿Así de fácil?
R. Yo no soy un pirata, pero me cargo los Beatles en mi iPod si no los puedo comprar. En el digital, lo que los editores tienen que entender cuando digo que perdemos el poder es esto: nosotros no mandamos ya, ya no decimos: "Esto te lo doy, esto no te lo doy". Alguien dice: "Si no me lo das, lo encontraré, existe en algún lugar del mundo...". Tenemos que cambiar nuestra actitud, perder el poder significa que no mandamos nosotros y que tenemos que respetar de verdad al consumidor. Respetarlo significa darle lo que quiere y al precio que quiere. Tenemos que cambiar nuestra mentalidad, saber construir una estructura económica que pueda aguantar este cambio. Si no somos capaces, no mereceremos seguir como editores. Eso se llama selección natural. ¡Creo que Darwin sigue siendo mi luz!
P. ¿Todo el poder es del consumidor?
R. No. El poder lo tienen el escritor y el consumidor.
El editor es un intermediario, un contacto. Lo que hará es poner en contacto al escritor con su público, que también cambiará porque es un público que tiene una comunidad de intereses, ya no es el público de antes que todos conocíamos.
No. Se sabía quiénes eran aquellos a los que les gusta la novela rosa en la que hay sexo... Con la novela digital estamos vendiendo mucho más el sello de la novela rosa porque hay mucha gente que se avergüenza de ir por la calle con un libro rosa. Y se lo lee en el digital. Como pasaba con el porno, que lo llevabas dentro del Financial Times... Por volver al principio, ¿pierde poder el editor? Sí, por supuesto, tiene que perderlo. El poder lo tiene el autor que escribe, y mi trabajo como publisher es ponerle en contacto con su público. Si no, el autor me dejará por otro que sabe cómo llegar a su público. Antes el problema principal era saber distribuir y llegar con la distribución, y eso era verdad tanto para el editor grande como para el pequeño. Ahora no hay distinción entre el editor grande y el pequeño. La herramienta ha bajado tanto el coste que ya no existe esa diferencia. Ahora no hay excusas para decir que uno no consigue ser exitoso porque es pequeño y los grandes grupos lo están matando. Ahora se va a ver de verdad quién vale algo.
La selección
Le pedimos a Riccardo Cavallero una selección de sus preferencias como lector. Su estantería es un reflejo de su gusto, "pero no la puedo poner toda". Así que le faltan, en esta lista, "Faulkner, Lobo Antunes, Primo Levi, Dickinson, Phalaniuk, Orwell, David Foster Wallace, Pamuk y muchos, muchos más".
Y del uno al diez nos enumeró estos como los libros de su preferencia:
1. El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger.
2. Moby Dick, de H. Melville.
3. El coronel no tiene quien le escriba, de García Márquez.
4. Desgracia, de J. M. Coetzee.
Lo primero que dice Riccardo Cavallero cuando se sienta ante la mesa del comedor de su casa, un edificio en el que vivió el fundador de Mondadori, Arnoldo Mondadori, en Milán, es que este cambio va en serio; aquello que siempre se dijo, que un día iba a cambiar este universo, es por fin verdad. Y en una frase muy simple ("El poder pasa del editor al lector"), este mánager de editoriales que ha cruzado de Europa a América y luego ha hecho el viaje de vuelta, pasando por España, propone actuaciones ante la nueva situación. Gutenberg está todavía por ahí, y seguirá, pero Internet, "lo digital", como dice él, marca ya el futuro.
"El 'e-book' como tal no vale nada. Ya nace viejo. Lo importante es cambiar nuestra forma de trabajar contando con el lector"
"Ser pirateado es casi una satisfacción para el autor, porque significa que vende mucho. El pirata nunca se equivoca"
Cavallero es director general de Libros de Mondadori para Italia, España y América Latina; Mondadori engloba los sellos Einaudi, Piemme, Sperling a Kupfer, Mondadori y Random House Mondadori.
Él nació cerca de Turín, tiene 48 años; está casado con Teresa, toscana, y tiene un hijo, Giulio, de 13 años, nacido en Barcelona. Además del amor a Cadaqués, dejó en España (donde ocupó diversos cargos editoriales, primero en Grijalbo y después en Random House-Mondadori) muchos afectos (entre otros, el de su añorado maestro Toni López) y experiencias que ahora forman parte de su memoria de editor... La suya ha sido una tarea ejecutiva, como consejero delegado de Random House-Mondadori primero en Nueva York y después en Barcelona...
Es economista y nadador. Acaso esas dos características le sirvan ahora para saber cómo se nada en las aguas del futuro en el que aún flota el universo Gutenberg.
Pregunta. Es la primera vez que cambia algo de verdad, parece.
Respuesta. Sí, por primera vez está cambiando el mundo editorial. El digital supone un gran impacto porque el poder pasa del editor al lector.
Desde Gutenberg no cambia nada. Hubo cambios mecánicos, pero el proceso y el negocio no cambiaban. Los editores tenían el poder de decidir lo que se leía en un país. Esto conllevaba que los editores malentendieran su actividad, que la hayan confundido con la de impresor o distribuidor, olvidándose de la de editor.
P. Y con el libro digital, esto cambia.
R. El poder pasa al lector, que es quien decide lo que quiere, cuándo lo quiere, cómo lo quiere y a qué precio. Podríamos compararlo con la revolución de Copérnico. No es el mundo el que da vueltas alrededor de la Tierra, sino que la Tierra es un planeta que da la vuelta alrededor de un sol, el consumidor, el lector. Este es el gran cambio.
P. ¿Y se recibe naturalmente?
R. El mundo editorial no está listo para esto. Lo que marcará la diferencia -como con los dinosaurios- es que para sobrevivir hay que cambiar de hábitat.
Y hay muchos que en este momento no tienen la fuerza mental para cambiar su forma de trabajar...
P. Al menos ya está el e-book ocupando su terreno..., y las editoriales son las que los están adoptando...
R. El e-book como tal no vale nada. Ya nace viejo. Lo importante es la revolución digital, cambiar nuestra forma de trabajar contando con el lector que está al otro lado. Tenemos que entender por primera vez lo que el lector quiere. Hasta ahora hemos vivido en una burbuja de lujo donde podías casi prescindir de lo que el lector quería.
P. ¿El editor tiene que ser distinto?
R. Lo será sin duda. Ha habido un momento en que no se sabía si el editor era impresor o distribuidor... Cambia la forma de vehicular y entregar un contenido. Creo que en cinco o diez años el editor será un bibliotecario. Manejaremos un contenido que tendremos que alquilar. Ya no seremos propietarios de algo, sino que poseeremos lo que nos sirvan en el momento.
P. Entonces, el papel del editor será menos importante.
R. Seguirá siendo muy importante, pero no será el mismo, será un poco diferente. La revolución digital es un cambio impresionante, pero lo que no cambiará durante un tiempo largo de este camino es la forma de creación, de escribir.
Lo digital no va a influir en esto a corto plazo. El escritor hará experimentos. Ya se han hecho libros de SMS, libros para móviles... En esta primera fase hay una gran borrachera: el autor está convencido de que el editor ya no le sirve, que es el agente el que tiene que hacer su labor. Lo que ocurre es que hoy día encuentras un montón de informaciones disponibles, montones de libros que uno se puede autoeditar sin ningún problema, pero no sabes cómo manejarlo... El editor encontrará y mantendrá su papel, que es el de enseñar a hacer una selección, y por otro lado tendrá que estar muy atento a lo que los lectores quieren... Si no, se quedará fuera. Las posiciones de privilegio de estos últimos siglos, reducidas básicamente a la distribución física, se acaban... En diez años, esto no existirá. Los editores de grandes grupos, que han basado su éxito en la distribución, tendrán que buscar nuevas ventajas competitivas porque todo esto se va a liberar...
P. ¿Qué va a pasar con los derechos de autor? ¿Se escurrirán como el agua en la cesta, como cantaba Harry Belafonte?
R. ¡Ja, ja, ja! Más o menos. Sí es verdad que cambia el papel del editor. Será un editor que no venderá algo, sino que lo prestará. Creo que en el mundo digital, el editor tendrá lo que hoy día es una televisión de pago, con unos canales que venderá por suscripciones... Entonces inevitablemente tiene que buscar también la fórmula de liquidar los derechos. Estamos acostumbrados a hacerlo de una manera simple: liquidamos los derechos por cada ejemplar vendido. Esto ya no puede ser así, como en las películas de cine. La entrada generaba unos derechos para la película. Creo que eso tendrá que cambiar también con respecto a los libros. Es más complicado, porque el cambio se producirá en unos veinte años, posiblemente. Y hoy día el digital ya está generando muchos problemas para los abogados porque es difícil cuantificar el dinero necesario para pagar los derechos. Ese es el problema.
P. ¿Usted cree que se entenderá que no compramos el libro, sino que lo tenemos en préstamo?
R. Cuidado. Como editores, el partido lo ganará quien consiga trabajar sobre el contenido. Mi objetivo es vender, y por eso no creo que desaparezca el libro en papel. Como en los periódicos, creo que estamos en el amanecer del digital. Si yo compro el Financial Times desde la suscripción digital, tengo también derecho a recibir la copia en papel. Igual que un libro. Si quiero venderte el último libro de Murakami y tú compras el libro físico, con el precio que me estás pagando por ese libro tienes derecho a otras opciones: lo tienes en papel, lo tienes en digital. Y esta es una forma de comprar que seguirá existiendo, pero conectadas ambas formas, porque el papel sin digital no se podrá hacer a corto plazo...
P. Y luego está el alquiler...
R. Sí, la forma por la que opta otro tipo de lector que no quiere comprar ese libro, sino que quiere alquilarlo, como en una biblioteca. El que dice: "Yo quiero una suscripción de diez euros al mes con la que tenga acceso a una oferta de libros". Y esos libros pueden ser todas las novedades, o toda la novela rosa, o lo que sea... Son dos clientes diferentes, pero, cuidado, son dos formas de disfrutar de un libro... Puede ser que mucha gente quiera comprar libros de Murakami, García Márquez o Vargas Llosa para conservarlos en la biblioteca y prefiera otros libros de entretenimiento, como la novela histórica, con la que disfrute leyendo pero que no quiere guardar en casa...
P. El editor parece el capitán de un barco, y el mar convoca dos sensaciones: soledad y miedo. ¿Tiene usted ahora alguna de esas dos sensaciones?
R. Si me permite bromear, soy muy bueno en natación y por eso el mar no me da mucho miedo. El mar te produce una sensación de profundo respeto porque sabes que tienes delante una ola muy fuerte que te puede arrastrar. En el mundo literario ocurre más o menos lo mismo... Producir libros es la cosa más simple. El trabajo de un editor es entregar los libros al lector de una forma clara e inteligible y eso solo lo puedes hacer a través de tus colecciones y de tus sellos. Y desde el punto de vista de la gestión, de la que también me encargo como publisher [el responsable global de una editorial], de eso es de lo que me encargo. La empresa se construye alrededor de la figura de los editores; ellos son el corazón del negocio. Mi receta es muy simple, es la única que conozco y es la que aplico en América, en Europa, y hasta ahora ha funcionado. Nada de soledad o de miedo. El miedo empieza cuando empiezas a olvidarte de esto y subes la producción para llegar a una facturación que es efímera, a recoger devoluciones...; es entonces cuando el mar te hunde y acabas como en la película La tormenta perfecta.
P. ¿Estamos en una tormenta?
R. No, no es ninguna tormenta. Estamos en el momento del gran cambio por lo que ocurre con el digital. Un momento en el que debemos tener las agallas de renunciar a los privilegios que hemos conseguido, y que nos han mantenido como líderes hasta ahora; es un momento para reinventar nuestro trabajo; como todos los momentos de cambio, este puede ser doloroso, incómodo, porque como mínimo hasta ahora lo controlabas todo, lo sabías todo de tu mundo. Ahora hay que asumir riesgos, hay que tener mucha curiosidad, experimentar y, sobre todo, estar entrenados para equivocarnos. Quien en los próximos cinco años no se equivoque, y no se equivoque de manera importante, creo que no llegará a los diez años.
P. Ya hay riesgos. El pirata está ahí esperando a que sea rentable robar libros.
R. Sí. La piratería es un hecho muy serio, muy doloroso, en algunos países más que en otros.
Pero, si me lo permite, los piratas son los únicos que conocen de verdad los best sellers.
Para un autor, ser pirateado es casi una satisfacción porque significa que está vendiendo mucho.
¡El pirata nunca se equivoca...! Ahora, hablando seriamente, el asunto de la piratería es correcto combatirlo todo lo que se pueda, pero si le digo la verdad, la responsabilidad de la piratería (hablo de la digital sobre todo) la tienen los editores...
La música no tenía barreras de idioma, la vendían muy cara, te obligaban a comprar un cedé para que terminaras escuchando una sola canción. A nivel comercial, esto era sin duda un estímulo para piratear.
Todos hemos pirateado música; a los doce o a los quince años hemos grabado una canción de un disco para darle una casete a una novia que nos gustaba. Creo que no hay nadie en el mundo que no lo haya hecho. Por tanto, no hay que asustarse por eso.
P. Pero es un problema para el editor...
R. Cuando la piratería se convierte en un fenómeno económico tan relevante, no es la policía la que lo tiene que solucionar.
Hay que buscar una solución económica a nivel editorial. Para el libro, sin duda, ha sido la edición de bolsillo, que no ha tenido hasta ahora un desarrollo completo ni en el mundo de habla hispana ni en el italiano. Pasará lo mismo con el libro digital. Piratear el digital es mucho más fácil.
Y además, si el consumidor digital quiere algo, lo quiere ya, no está dispuesto a aceptar los planes de la editorial. Lo quiere ya, y si lo encuentra en otro sitio, lo piratea.
P. ¿Así de fácil?
R. Yo no soy un pirata, pero me cargo los Beatles en mi iPod si no los puedo comprar. En el digital, lo que los editores tienen que entender cuando digo que perdemos el poder es esto: nosotros no mandamos ya, ya no decimos: "Esto te lo doy, esto no te lo doy". Alguien dice: "Si no me lo das, lo encontraré, existe en algún lugar del mundo...". Tenemos que cambiar nuestra actitud, perder el poder significa que no mandamos nosotros y que tenemos que respetar de verdad al consumidor.
Respetarlo significa darle lo que quiere y al precio que quiere.
Tenemos que cambiar nuestra mentalidad, saber construir una estructura económica que pueda aguantar este cambio.
Si no somos capaces, no mereceremos seguir como editores.
Eso se llama selección natural. ¡Creo que Darwin sigue siendo mi luz!
P. ¿Todo el poder es del consumidor?
R. No. El poder lo tienen el escritor y el consumidor. El editor es un intermediario, un contacto.
Lo que hará es poner en contacto al escritor con su público, que también cambiará porque es un público que tiene una comunidad de intereses, ya no es el público de antes que todos conocíamos. No. Se sabía quiénes eran aquellos a los que les gusta la novela rosa en la que hay sexo...
Con la novela digital estamos vendiendo mucho más el sello de la novela rosa porque hay mucha gente que se avergüenza de ir por la calle con un libro rosa. Y se lo lee en el digital.
Como pasaba con el porno, que lo llevabas dentro del Financial Times...
Por volver al principio, ¿pierde poder el editor? Sí, por supuesto, tiene que perderlo.
El poder lo tiene el autor que escribe, y mi trabajo como publisher es ponerle en contacto con su público.
Si no, el autor me dejará por otro que sabe cómo llegar a su público.
Antes el problema principal era saber distribuir y llegar con la distribución, y eso era verdad tanto para el editor grande como para el pequeño. Ahora no hay distinción entre el editor grande y el pequeño.
La herramienta ha bajado tanto el coste que ya no existe esa diferencia. Ahora no hay excusas para decir que uno no consigue ser exitoso porque es pequeño y los grandes grupos lo están matando. Ahora se va a ver de verdad quién vale algo.
La selección
La noticia en otros webs
•webs en español
•en otros idiomas
"El 'e-book' como tal no vale nada. Ya nace viejo. Lo importante es cambiar nuestra forma de trabajar contando con el lector"
"Ser pirateado es casi una satisfacción para el autor, porque significa que vende mucho. El pirata nunca se equivoca"
Cavallero es director general de Libros de Mondadori para Italia, España y América Latina; Mondadori engloba los sellos Einaudi, Piemme, Sperling a Kupfer, Mondadori y Random House Mondadori. Él nació cerca de Turín, tiene 48 años; está casado con Teresa, toscana, y tiene un hijo, Giulio, de 13 años, nacido en Barcelona. Además del amor a Cadaqués, dejó en España (donde ocupó diversos cargos editoriales, primero en Grijalbo y después en Random House-Mondadori) muchos afectos (entre otros, el de su añorado maestro Toni López) y experiencias que ahora forman parte de su memoria de editor... La suya ha sido una tarea ejecutiva, como consejero delegado de Random House-Mondadori primero en Nueva York y después en Barcelona...
Es economista y nadador. Acaso esas dos características le sirvan ahora para saber cómo se nada en las aguas del futuro en el que aún flota el universo Gutenberg.
Pregunta. Es la primera vez que cambia algo de verdad, parece.
Respuesta. Sí, por primera vez está cambiando el mundo editorial. El digital supone un gran impacto porque el poder pasa del editor al lector. Desde Gutenberg no cambia nada. Hubo cambios mecánicos, pero el proceso y el negocio no cambiaban. Los editores tenían el poder de decidir lo que se leía en un país. Esto conllevaba que los editores malentendieran su actividad, que la hayan confundido con la de impresor o distribuidor, olvidándose de la de editor.
P. Y con el libro digital, esto cambia.
R. El poder pasa al lector, que es quien decide lo que quiere, cuándo lo quiere, cómo lo quiere y a qué precio. Podríamos compararlo con la revolución de Copérnico. No es el mundo el que da vueltas alrededor de la Tierra, sino que la Tierra es un planeta que da la vuelta alrededor de un sol, el consumidor, el lector. Este es el gran cambio.
P. ¿Y se recibe naturalmente?
R. El mundo editorial no está listo para esto. Lo que marcará la diferencia -como con los dinosaurios- es que para sobrevivir hay que cambiar de hábitat. Y hay muchos que en este momento no tienen la fuerza mental para cambiar su forma de trabajar...
P. Al menos ya está el e-book ocupando su terreno..., y las editoriales son las que los están adoptando...
R. El e-book como tal no vale nada. Ya nace viejo. Lo importante es la revolución digital, cambiar nuestra forma de trabajar contando con el lector que está al otro lado. Tenemos que entender por primera vez lo que el lector quiere. Hasta ahora hemos vivido en una burbuja de lujo donde podías casi prescindir de lo que el lector quería.
P. ¿El editor tiene que ser distinto?
R. Lo será sin duda. Ha habido un momento en que no se sabía si el editor era impresor o distribuidor... Cambia la forma de vehicular y entregar un contenido. Creo que en cinco o diez años el editor será un bibliotecario. Manejaremos un contenido que tendremos que alquilar. Ya no seremos propietarios de algo, sino que poseeremos lo que nos sirvan en el momento.
P. Entonces, el papel del editor será menos importante.
R. Seguirá siendo muy importante, pero no será el mismo, será un poco diferente. La revolución digital es un cambio impresionante, pero lo que no cambiará durante un tiempo largo de este camino es la forma de creación, de escribir. Lo digital no va a influir en esto a corto plazo. El escritor hará experimentos. Ya se han hecho libros de SMS, libros para móviles... En esta primera fase hay una gran borrachera: el autor está convencido de que el editor ya no le sirve, que es el agente el que tiene que hacer su labor. Lo que ocurre es que hoy día encuentras un montón de informaciones disponibles, montones de libros que uno se puede autoeditar sin ningún problema, pero no sabes cómo manejarlo... El editor encontrará y mantendrá su papel, que es el de enseñar a hacer una selección, y por otro lado tendrá que estar muy atento a lo que los lectores quieren... Si no, se quedará fuera. Las posiciones de privilegio de estos últimos siglos, reducidas básicamente a la distribución física, se acaban... En diez años, esto no existirá. Los editores de grandes grupos, que han basado su éxito en la distribución, tendrán que buscar nuevas ventajas competitivas porque todo esto se va a liberar...
P. ¿Qué va a pasar con los derechos de autor? ¿Se escurrirán como el agua en la cesta, como cantaba Harry Belafonte?
R. ¡Ja, ja, ja! Más o menos. Sí es verdad que cambia el papel del editor. Será un editor que no venderá algo, sino que lo prestará. Creo que en el mundo digital, el editor tendrá lo que hoy día es una televisión de pago, con unos canales que venderá por suscripciones... Entonces inevitablemente tiene que buscar también la fórmula de liquidar los derechos. Estamos acostumbrados a hacerlo de una manera simple: liquidamos los derechos por cada ejemplar vendido. Esto ya no puede ser así, como en las películas de cine. La entrada generaba unos derechos para la película. Creo que eso tendrá que cambiar también con respecto a los libros. Es más complicado, porque el cambio se producirá en unos veinte años, posiblemente. Y hoy día el digital ya está generando muchos problemas para los abogados porque es difícil cuantificar el dinero necesario para pagar los derechos. Ese es el problema.
P. ¿Usted cree que se entenderá que no compramos el libro, sino que lo tenemos en préstamo?
R. Cuidado. Como editores, el partido lo ganará quien consiga trabajar sobre el contenido. Mi objetivo es vender, y por eso no creo que desaparezca el libro en papel. Como en los periódicos, creo que estamos en el amanecer del digital. Si yo compro el Financial Times desde la suscripción digital, tengo también derecho a recibir la copia en papel. Igual que un libro. Si quiero venderte el último libro de Murakami y tú compras el libro físico, con el precio que me estás pagando por ese libro tienes derecho a otras opciones: lo tienes en papel, lo tienes en digital. Y esta es una forma de comprar que seguirá existiendo, pero conectadas ambas formas, porque el papel sin digital no se podrá hacer a corto plazo...
P. Y luego está el alquiler...
R. Sí, la forma por la que opta otro tipo de lector que no quiere comprar ese libro, sino que quiere alquilarlo, como en una biblioteca. El que dice: "Yo quiero una suscripción de diez euros al mes con la que tenga acceso a una oferta de libros". Y esos libros pueden ser todas las novedades, o toda la novela rosa, o lo que sea... Son dos clientes diferentes, pero, cuidado, son dos formas de disfrutar de un libro... Puede ser que mucha gente quiera comprar libros de Murakami, García Márquez o Vargas Llosa para conservarlos en la biblioteca y prefiera otros libros de entretenimiento, como la novela histórica, con la que disfrute leyendo pero que no quiere guardar en casa...
P. El editor parece el capitán de un barco, y el mar convoca dos sensaciones: soledad y miedo. ¿Tiene usted ahora alguna de esas dos sensaciones?
R. Si me permite bromear, soy muy bueno en natación y por eso el mar no me da mucho miedo. El mar te produce una sensación de profundo respeto porque sabes que tienes delante una ola muy fuerte que te puede arrastrar. En el mundo literario ocurre más o menos lo mismo... Producir libros es la cosa más simple. El trabajo de un editor es entregar los libros al lector de una forma clara e inteligible y eso solo lo puedes hacer a través de tus colecciones y de tus sellos. Y desde el punto de vista de la gestión, de la que también me encargo como publisher [el responsable global de una editorial], de eso es de lo que me encargo. La empresa se construye alrededor de la figura de los editores; ellos son el corazón del negocio. Mi receta es muy simple, es la única que conozco y es la que aplico en América, en Europa, y hasta ahora ha funcionado. Nada de soledad o de miedo. El miedo empieza cuando empiezas a olvidarte de esto y subes la producción para llegar a una facturación que es efímera, a recoger devoluciones...; es entonces cuando el mar te hunde y acabas como en la película La tormenta perfecta.
P. ¿Estamos en una tormenta?
R. No, no es ninguna tormenta. Estamos en el momento del gran cambio por lo que ocurre con el digital. Un momento en el que debemos tener las agallas de renunciar a los privilegios que hemos conseguido, y que nos han mantenido como líderes hasta ahora; es un momento para reinventar nuestro trabajo; como todos los momentos de cambio, este puede ser doloroso, incómodo, porque como mínimo hasta ahora lo controlabas todo, lo sabías todo de tu mundo. Ahora hay que asumir riesgos, hay que tener mucha curiosidad, experimentar y, sobre todo, estar entrenados para equivocarnos.
Quien en los próximos cinco años no se equivoque, y no se equivoque de manera importante, creo que no llegará a los diez años.
P. Ya hay riesgos. El pirata está ahí esperando a que sea rentable robar libros.
R. Sí. La piratería es un hecho muy serio, muy doloroso, en algunos países más que en otros. Pero, si me lo permite, los piratas son los únicos que conocen de verdad los best sellers. Para un autor, ser pirateado es casi una satisfacción porque significa que está vendiendo mucho. ¡El pirata nunca se equivoca...! Ahora, hablando seriamente, el asunto de la piratería es correcto combatirlo todo lo que se pueda, pero si le digo la verdad, la responsabilidad de la piratería (hablo de la digital sobre todo) la tienen los editores... La música no tenía barreras de idioma, la vendían muy cara, te obligaban a comprar un cedé para que terminaras escuchando una sola canción. A nivel comercial, esto era sin duda un estímulo para piratear. Todos hemos pirateado música; a los doce o a los quince años hemos grabado una canción de un disco para darle una casete a una novia que nos gustaba. Creo que no hay nadie en el mundo que no lo haya hecho. Por tanto, no hay que asustarse por eso.
P. Pero es un problema para el editor...
R. Cuando la piratería se convierte en un fenómeno económico tan relevante, no es la policía la que lo tiene que solucionar. Hay que buscar una solución económica a nivel editorial. Para el libro, sin duda, ha sido la edición de bolsillo, que no ha tenido hasta ahora un desarrollo completo ni en el mundo de habla hispana ni en el italiano. Pasará lo mismo con el libro digital. Piratear el digital es mucho más fácil. Y además, si el consumidor digital quiere algo, lo quiere ya, no está dispuesto a aceptar los planes de la editorial
. Lo quiere ya, y si lo encuentra en otro sitio, lo piratea.
P. ¿Así de fácil?
R. Yo no soy un pirata, pero me cargo los Beatles en mi iPod si no los puedo comprar. En el digital, lo que los editores tienen que entender cuando digo que perdemos el poder es esto: nosotros no mandamos ya, ya no decimos: "Esto te lo doy, esto no te lo doy". Alguien dice: "Si no me lo das, lo encontraré, existe en algún lugar del mundo...". Tenemos que cambiar nuestra actitud, perder el poder significa que no mandamos nosotros y que tenemos que respetar de verdad al consumidor. Respetarlo significa darle lo que quiere y al precio que quiere. Tenemos que cambiar nuestra mentalidad, saber construir una estructura económica que pueda aguantar este cambio. Si no somos capaces, no mereceremos seguir como editores. Eso se llama selección natural. ¡Creo que Darwin sigue siendo mi luz!
P. ¿Todo el poder es del consumidor?
R. No. El poder lo tienen el escritor y el consumidor.
El editor es un intermediario, un contacto. Lo que hará es poner en contacto al escritor con su público, que también cambiará porque es un público que tiene una comunidad de intereses, ya no es el público de antes que todos conocíamos.
No. Se sabía quiénes eran aquellos a los que les gusta la novela rosa en la que hay sexo... Con la novela digital estamos vendiendo mucho más el sello de la novela rosa porque hay mucha gente que se avergüenza de ir por la calle con un libro rosa. Y se lo lee en el digital. Como pasaba con el porno, que lo llevabas dentro del Financial Times... Por volver al principio, ¿pierde poder el editor? Sí, por supuesto, tiene que perderlo. El poder lo tiene el autor que escribe, y mi trabajo como publisher es ponerle en contacto con su público. Si no, el autor me dejará por otro que sabe cómo llegar a su público. Antes el problema principal era saber distribuir y llegar con la distribución, y eso era verdad tanto para el editor grande como para el pequeño. Ahora no hay distinción entre el editor grande y el pequeño. La herramienta ha bajado tanto el coste que ya no existe esa diferencia. Ahora no hay excusas para decir que uno no consigue ser exitoso porque es pequeño y los grandes grupos lo están matando. Ahora se va a ver de verdad quién vale algo.
La selección
Le pedimos a Riccardo Cavallero una selección de sus preferencias como lector. Su estantería es un reflejo de su gusto, "pero no la puedo poner toda". Así que le faltan, en esta lista, "Faulkner, Lobo Antunes, Primo Levi, Dickinson, Phalaniuk, Orwell, David Foster Wallace, Pamuk y muchos, muchos más".
Y del uno al diez nos enumeró estos como los libros de su preferencia:
1. El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger.
2. Moby Dick, de H. Melville.
3. El coronel no tiene quien le escriba, de García Márquez.
4. Desgracia, de J. M. Coetzee.
Lo primero que dice Riccardo Cavallero cuando se sienta ante la mesa del comedor de su casa, un edificio en el que vivió el fundador de Mondadori, Arnoldo Mondadori, en Milán, es que este cambio va en serio; aquello que siempre se dijo, que un día iba a cambiar este universo, es por fin verdad. Y en una frase muy simple ("El poder pasa del editor al lector"), este mánager de editoriales que ha cruzado de Europa a América y luego ha hecho el viaje de vuelta, pasando por España, propone actuaciones ante la nueva situación. Gutenberg está todavía por ahí, y seguirá, pero Internet, "lo digital", como dice él, marca ya el futuro.
"El 'e-book' como tal no vale nada. Ya nace viejo. Lo importante es cambiar nuestra forma de trabajar contando con el lector"
"Ser pirateado es casi una satisfacción para el autor, porque significa que vende mucho. El pirata nunca se equivoca"
Cavallero es director general de Libros de Mondadori para Italia, España y América Latina; Mondadori engloba los sellos Einaudi, Piemme, Sperling a Kupfer, Mondadori y Random House Mondadori.
Él nació cerca de Turín, tiene 48 años; está casado con Teresa, toscana, y tiene un hijo, Giulio, de 13 años, nacido en Barcelona. Además del amor a Cadaqués, dejó en España (donde ocupó diversos cargos editoriales, primero en Grijalbo y después en Random House-Mondadori) muchos afectos (entre otros, el de su añorado maestro Toni López) y experiencias que ahora forman parte de su memoria de editor... La suya ha sido una tarea ejecutiva, como consejero delegado de Random House-Mondadori primero en Nueva York y después en Barcelona...
Es economista y nadador. Acaso esas dos características le sirvan ahora para saber cómo se nada en las aguas del futuro en el que aún flota el universo Gutenberg.
Pregunta. Es la primera vez que cambia algo de verdad, parece.
Respuesta. Sí, por primera vez está cambiando el mundo editorial. El digital supone un gran impacto porque el poder pasa del editor al lector.
Desde Gutenberg no cambia nada. Hubo cambios mecánicos, pero el proceso y el negocio no cambiaban. Los editores tenían el poder de decidir lo que se leía en un país. Esto conllevaba que los editores malentendieran su actividad, que la hayan confundido con la de impresor o distribuidor, olvidándose de la de editor.
P. Y con el libro digital, esto cambia.
R. El poder pasa al lector, que es quien decide lo que quiere, cuándo lo quiere, cómo lo quiere y a qué precio. Podríamos compararlo con la revolución de Copérnico. No es el mundo el que da vueltas alrededor de la Tierra, sino que la Tierra es un planeta que da la vuelta alrededor de un sol, el consumidor, el lector. Este es el gran cambio.
P. ¿Y se recibe naturalmente?
R. El mundo editorial no está listo para esto. Lo que marcará la diferencia -como con los dinosaurios- es que para sobrevivir hay que cambiar de hábitat.
Y hay muchos que en este momento no tienen la fuerza mental para cambiar su forma de trabajar...
P. Al menos ya está el e-book ocupando su terreno..., y las editoriales son las que los están adoptando...
R. El e-book como tal no vale nada. Ya nace viejo. Lo importante es la revolución digital, cambiar nuestra forma de trabajar contando con el lector que está al otro lado. Tenemos que entender por primera vez lo que el lector quiere. Hasta ahora hemos vivido en una burbuja de lujo donde podías casi prescindir de lo que el lector quería.
P. ¿El editor tiene que ser distinto?
R. Lo será sin duda. Ha habido un momento en que no se sabía si el editor era impresor o distribuidor... Cambia la forma de vehicular y entregar un contenido. Creo que en cinco o diez años el editor será un bibliotecario. Manejaremos un contenido que tendremos que alquilar. Ya no seremos propietarios de algo, sino que poseeremos lo que nos sirvan en el momento.
P. Entonces, el papel del editor será menos importante.
R. Seguirá siendo muy importante, pero no será el mismo, será un poco diferente. La revolución digital es un cambio impresionante, pero lo que no cambiará durante un tiempo largo de este camino es la forma de creación, de escribir.
Lo digital no va a influir en esto a corto plazo. El escritor hará experimentos. Ya se han hecho libros de SMS, libros para móviles... En esta primera fase hay una gran borrachera: el autor está convencido de que el editor ya no le sirve, que es el agente el que tiene que hacer su labor. Lo que ocurre es que hoy día encuentras un montón de informaciones disponibles, montones de libros que uno se puede autoeditar sin ningún problema, pero no sabes cómo manejarlo... El editor encontrará y mantendrá su papel, que es el de enseñar a hacer una selección, y por otro lado tendrá que estar muy atento a lo que los lectores quieren... Si no, se quedará fuera. Las posiciones de privilegio de estos últimos siglos, reducidas básicamente a la distribución física, se acaban... En diez años, esto no existirá. Los editores de grandes grupos, que han basado su éxito en la distribución, tendrán que buscar nuevas ventajas competitivas porque todo esto se va a liberar...
P. ¿Qué va a pasar con los derechos de autor? ¿Se escurrirán como el agua en la cesta, como cantaba Harry Belafonte?
R. ¡Ja, ja, ja! Más o menos. Sí es verdad que cambia el papel del editor. Será un editor que no venderá algo, sino que lo prestará. Creo que en el mundo digital, el editor tendrá lo que hoy día es una televisión de pago, con unos canales que venderá por suscripciones... Entonces inevitablemente tiene que buscar también la fórmula de liquidar los derechos. Estamos acostumbrados a hacerlo de una manera simple: liquidamos los derechos por cada ejemplar vendido. Esto ya no puede ser así, como en las películas de cine. La entrada generaba unos derechos para la película. Creo que eso tendrá que cambiar también con respecto a los libros. Es más complicado, porque el cambio se producirá en unos veinte años, posiblemente. Y hoy día el digital ya está generando muchos problemas para los abogados porque es difícil cuantificar el dinero necesario para pagar los derechos. Ese es el problema.
P. ¿Usted cree que se entenderá que no compramos el libro, sino que lo tenemos en préstamo?
R. Cuidado. Como editores, el partido lo ganará quien consiga trabajar sobre el contenido. Mi objetivo es vender, y por eso no creo que desaparezca el libro en papel. Como en los periódicos, creo que estamos en el amanecer del digital. Si yo compro el Financial Times desde la suscripción digital, tengo también derecho a recibir la copia en papel. Igual que un libro. Si quiero venderte el último libro de Murakami y tú compras el libro físico, con el precio que me estás pagando por ese libro tienes derecho a otras opciones: lo tienes en papel, lo tienes en digital. Y esta es una forma de comprar que seguirá existiendo, pero conectadas ambas formas, porque el papel sin digital no se podrá hacer a corto plazo...
P. Y luego está el alquiler...
R. Sí, la forma por la que opta otro tipo de lector que no quiere comprar ese libro, sino que quiere alquilarlo, como en una biblioteca. El que dice: "Yo quiero una suscripción de diez euros al mes con la que tenga acceso a una oferta de libros". Y esos libros pueden ser todas las novedades, o toda la novela rosa, o lo que sea... Son dos clientes diferentes, pero, cuidado, son dos formas de disfrutar de un libro... Puede ser que mucha gente quiera comprar libros de Murakami, García Márquez o Vargas Llosa para conservarlos en la biblioteca y prefiera otros libros de entretenimiento, como la novela histórica, con la que disfrute leyendo pero que no quiere guardar en casa...
P. El editor parece el capitán de un barco, y el mar convoca dos sensaciones: soledad y miedo. ¿Tiene usted ahora alguna de esas dos sensaciones?
R. Si me permite bromear, soy muy bueno en natación y por eso el mar no me da mucho miedo. El mar te produce una sensación de profundo respeto porque sabes que tienes delante una ola muy fuerte que te puede arrastrar. En el mundo literario ocurre más o menos lo mismo... Producir libros es la cosa más simple. El trabajo de un editor es entregar los libros al lector de una forma clara e inteligible y eso solo lo puedes hacer a través de tus colecciones y de tus sellos. Y desde el punto de vista de la gestión, de la que también me encargo como publisher [el responsable global de una editorial], de eso es de lo que me encargo. La empresa se construye alrededor de la figura de los editores; ellos son el corazón del negocio. Mi receta es muy simple, es la única que conozco y es la que aplico en América, en Europa, y hasta ahora ha funcionado. Nada de soledad o de miedo. El miedo empieza cuando empiezas a olvidarte de esto y subes la producción para llegar a una facturación que es efímera, a recoger devoluciones...; es entonces cuando el mar te hunde y acabas como en la película La tormenta perfecta.
P. ¿Estamos en una tormenta?
R. No, no es ninguna tormenta. Estamos en el momento del gran cambio por lo que ocurre con el digital. Un momento en el que debemos tener las agallas de renunciar a los privilegios que hemos conseguido, y que nos han mantenido como líderes hasta ahora; es un momento para reinventar nuestro trabajo; como todos los momentos de cambio, este puede ser doloroso, incómodo, porque como mínimo hasta ahora lo controlabas todo, lo sabías todo de tu mundo. Ahora hay que asumir riesgos, hay que tener mucha curiosidad, experimentar y, sobre todo, estar entrenados para equivocarnos. Quien en los próximos cinco años no se equivoque, y no se equivoque de manera importante, creo que no llegará a los diez años.
P. Ya hay riesgos. El pirata está ahí esperando a que sea rentable robar libros.
R. Sí. La piratería es un hecho muy serio, muy doloroso, en algunos países más que en otros.
Pero, si me lo permite, los piratas son los únicos que conocen de verdad los best sellers.
Para un autor, ser pirateado es casi una satisfacción porque significa que está vendiendo mucho.
¡El pirata nunca se equivoca...! Ahora, hablando seriamente, el asunto de la piratería es correcto combatirlo todo lo que se pueda, pero si le digo la verdad, la responsabilidad de la piratería (hablo de la digital sobre todo) la tienen los editores...
La música no tenía barreras de idioma, la vendían muy cara, te obligaban a comprar un cedé para que terminaras escuchando una sola canción. A nivel comercial, esto era sin duda un estímulo para piratear.
Todos hemos pirateado música; a los doce o a los quince años hemos grabado una canción de un disco para darle una casete a una novia que nos gustaba. Creo que no hay nadie en el mundo que no lo haya hecho. Por tanto, no hay que asustarse por eso.
P. Pero es un problema para el editor...
R. Cuando la piratería se convierte en un fenómeno económico tan relevante, no es la policía la que lo tiene que solucionar.
Hay que buscar una solución económica a nivel editorial. Para el libro, sin duda, ha sido la edición de bolsillo, que no ha tenido hasta ahora un desarrollo completo ni en el mundo de habla hispana ni en el italiano. Pasará lo mismo con el libro digital. Piratear el digital es mucho más fácil.
Y además, si el consumidor digital quiere algo, lo quiere ya, no está dispuesto a aceptar los planes de la editorial. Lo quiere ya, y si lo encuentra en otro sitio, lo piratea.
P. ¿Así de fácil?
R. Yo no soy un pirata, pero me cargo los Beatles en mi iPod si no los puedo comprar. En el digital, lo que los editores tienen que entender cuando digo que perdemos el poder es esto: nosotros no mandamos ya, ya no decimos: "Esto te lo doy, esto no te lo doy". Alguien dice: "Si no me lo das, lo encontraré, existe en algún lugar del mundo...". Tenemos que cambiar nuestra actitud, perder el poder significa que no mandamos nosotros y que tenemos que respetar de verdad al consumidor.
Respetarlo significa darle lo que quiere y al precio que quiere.
Tenemos que cambiar nuestra mentalidad, saber construir una estructura económica que pueda aguantar este cambio.
Si no somos capaces, no mereceremos seguir como editores.
Eso se llama selección natural. ¡Creo que Darwin sigue siendo mi luz!
P. ¿Todo el poder es del consumidor?
R. No. El poder lo tienen el escritor y el consumidor. El editor es un intermediario, un contacto.
Lo que hará es poner en contacto al escritor con su público, que también cambiará porque es un público que tiene una comunidad de intereses, ya no es el público de antes que todos conocíamos. No. Se sabía quiénes eran aquellos a los que les gusta la novela rosa en la que hay sexo...
Con la novela digital estamos vendiendo mucho más el sello de la novela rosa porque hay mucha gente que se avergüenza de ir por la calle con un libro rosa. Y se lo lee en el digital.
Como pasaba con el porno, que lo llevabas dentro del Financial Times...
Por volver al principio, ¿pierde poder el editor? Sí, por supuesto, tiene que perderlo.
El poder lo tiene el autor que escribe, y mi trabajo como publisher es ponerle en contacto con su público.
Si no, el autor me dejará por otro que sabe cómo llegar a su público.
Antes el problema principal era saber distribuir y llegar con la distribución, y eso era verdad tanto para el editor grande como para el pequeño. Ahora no hay distinción entre el editor grande y el pequeño.
La herramienta ha bajado tanto el coste que ya no existe esa diferencia. Ahora no hay excusas para decir que uno no consigue ser exitoso porque es pequeño y los grandes grupos lo están matando. Ahora se va a ver de verdad quién vale algo.
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