6 mar 2011
Enter. MANUEL VICENT
Eso mismo que en este momento estás pensando o deseando, lo piensan y desean a la vez millones de personas.
Las neuronas generan pensamientos y deseos comunes, pero ignoran la identidad del ser concreto para el que trabajan.
No saben si debajo de su función hay una víctima o un verdugo, si está Sean Penn o Scarlett Johansson.
Tus neuronas no te reconocen, aunque te creas un gallo con polainas. Fleming, Einstein o madame Curie tenían sueños muy parecidos a los de un conserje o una cajera de supermercado, lo mismo que los maoríes de la selva australiana y los más altos ejecutivos de Manhattan vislumbran también idénticas imágenes oníricas.
Pero hoy los pensamientos y deseos pueden extraerse del cerebro de cada individuo y ser enviados al espacio con solo apretar una tecla del ordenador.
Tal vez el inconsciente colectivo de Jung o las ideas sintéticas a priori que, según Platón, flotan en las esferas como arquetipos no eran otra cosa que el Internet.
Esos pensamientos y sueños comunes forman nubes compactas en suspensión que pueden ser descargadas de nuevo como una lluvia sobre otros cerebros apretando otra tecla.
Quien sepa manipularla tendrá todo el poder de este mundo. Ganará elecciones, llenará plazas y estadios, obligará a vestir, comer, bailar, gritar, aplaudir a todo el rebaño de la misma forma.
El techo de cualquier chabola de la Africa más pobre está coronado con una parabólica, como una boca abierta a las estrellas, que se traga entero un lejano paraíso lleno de pasteles, fiestas, sexos, ingenios, locuras, placeres producidos en este planeta. Allí las descargas digitales han terminado con la magia de los ídolos y con la estructura social de las tribus. Han unificado los sueños del joven de Sierra Leona con los de un jubilado de Hamburgo.
Si a un adolescente musulmán a la hora de soñar se le diera a escoger entre el libro del Corán y el último modelo de iPhone, conectado con la humanidad, su elección podría descifrar el futuro de esa convulsión del pueblo árabe que avanza ahora a ciegas todavía. Pensamos, deseamos y soñamos lo mismo.
Pronto lo sobremos todo de todos. Al final de la historia quedará una sola verdad con una sola tecla bajo el impulso de un solo dedo.
Esa verdad nos hará libres.
Enter.
Las neuronas generan pensamientos y deseos comunes, pero ignoran la identidad del ser concreto para el que trabajan.
No saben si debajo de su función hay una víctima o un verdugo, si está Sean Penn o Scarlett Johansson.
Tus neuronas no te reconocen, aunque te creas un gallo con polainas. Fleming, Einstein o madame Curie tenían sueños muy parecidos a los de un conserje o una cajera de supermercado, lo mismo que los maoríes de la selva australiana y los más altos ejecutivos de Manhattan vislumbran también idénticas imágenes oníricas.
Pero hoy los pensamientos y deseos pueden extraerse del cerebro de cada individuo y ser enviados al espacio con solo apretar una tecla del ordenador.
Tal vez el inconsciente colectivo de Jung o las ideas sintéticas a priori que, según Platón, flotan en las esferas como arquetipos no eran otra cosa que el Internet.
Esos pensamientos y sueños comunes forman nubes compactas en suspensión que pueden ser descargadas de nuevo como una lluvia sobre otros cerebros apretando otra tecla.
Quien sepa manipularla tendrá todo el poder de este mundo. Ganará elecciones, llenará plazas y estadios, obligará a vestir, comer, bailar, gritar, aplaudir a todo el rebaño de la misma forma.
El techo de cualquier chabola de la Africa más pobre está coronado con una parabólica, como una boca abierta a las estrellas, que se traga entero un lejano paraíso lleno de pasteles, fiestas, sexos, ingenios, locuras, placeres producidos en este planeta. Allí las descargas digitales han terminado con la magia de los ídolos y con la estructura social de las tribus. Han unificado los sueños del joven de Sierra Leona con los de un jubilado de Hamburgo.
Si a un adolescente musulmán a la hora de soñar se le diera a escoger entre el libro del Corán y el último modelo de iPhone, conectado con la humanidad, su elección podría descifrar el futuro de esa convulsión del pueblo árabe que avanza ahora a ciegas todavía. Pensamos, deseamos y soñamos lo mismo.
Pronto lo sobremos todo de todos. Al final de la historia quedará una sola verdad con una sola tecla bajo el impulso de un solo dedo.
Esa verdad nos hará libres.
Enter.
"Tu tartamudez es la del rey"
La vencedora de los Oscar da voz al sufrimiento por este trastorno del habla -
En la televisión británica emiten un discurso de Hitler.
Es el año 1939 y Jorge VI, rey de Inglaterra, mira embelesado la pantalla, como si pudiera tomar de allí las claves para afrontar la inminente guerra con Alemania.
En el mismo salón de Buckingham Palace, su hija lo mira y pregunta:
Sin alarma, pero con atención
"La película ha hecho más por nosotros que 100 congresos juntos"
Es un error ayudarle a completar la frase o desviar la mirada si se atasca
-¿Qué dice, papá?
-No sé, pero lo dice muy bien.
Por esta y otras escenas de El discurso del Rey, recibió Colin Firth el Oscar a mejor actor. Por esta y otras, la Fundación de la Tartamudez le daría el premio de honor de este año, que ya entregó a Zapatero por haber derogar en 2007 la cláusula que impedía a los tartamudos presentarse a una oposición pública. "Bendita película. Ha hecho más por normalizar este problema que 100 congresos con expertos juntos", afirma el presidente, Adolfo Sánchez.
"Tu tartamudez es como la del rey", le dijo Ana Bagó, logopeda y psicóloga experta en tartamudez, a un paciente.
Y funcionó. En las sesiones previas el avance se había estancado, pero su mejoría después de la película fue "increíble". El bloqueo en la terapia es uno de los momentos que más preocupan a los terapeutas.
Es peor que una palabra que no quiere arrancar: si no sale, la conciencia del fracaso puede hacer que no salga nunca.
David Seidler, guionista de la película vencedora en los Oscar, transmite en los diálogos el sufrimiento que él mismo padeció. Pese a ello, al principio no fue fácil que tartamudos fueran a ver la película: todos tenían miedo a las burlas.
Uno de los primeros en ir a verla fue Sánchez, presidente de la fundación de este trastorno del habla. Tenía ciertos recelos, pero se sorprendió. Hubo aplausos, pero ninguna risa.
Al llegar a casa, Sánchez la recomendó en el foro de la web de la fundación. Poco a poco se sumaron los comentarios. "Es la única vez en que todos se han mostrado de acuerdo en algo", dice Claudia Groesman, secretaria de la asociación.
Sánchez y Groesman pusieron en marcha la fundación en 2002. Ella es argentina y tiene un hijo tartamudo. Se pregunta qué hubiera pasado de haberlo llevado al logopeda cuando aún no había cumplido los seis años: "Hice todo al revés de lo que debía. Creía ayudar cuando le completaba todas las frases o si miraba para otro lado cuando tartamudeaba..."
Es fundamental que el niño no sienta vergüenza. Por eso, el profesor e investigador Alfonso Salgado, de la Universidad Pontificia de Salamanca, cree que la clave está en que el pequeño no se entere de que hace una terapia. "Supe que lo estábamos haciendo bien cuando unos niños, al venir a mi consulta dijeron: 'Hemos quedado a jugar con Alfonso".
Es incorrecto decir que un niño es tartamudo. Entre los dos y cinco años se habla de disfluencias (interrupciones de la fluidez), que son muy frecuentes a esta edad. Sin embargo, si ocurre a menudo es mejor consultar a un logopeda: un tratamiento a tiempo puede impedir que el problema se haga crónico.
Al crecer, el niño se inventa estrategias para evitar las situaciones incómodas, hasta el punto de que algunos adolescentes abandonan las clases.
Si ha visto El discurso del rey, seguro que recuerda que al final el protagonista no tartamudeó, ¿pero recuerda lo que dijo? "Ocurre así: a veces quien padece este trastorno del habla está tan nervioso por cómo va a hablar que no puede pensar en qué va a decir", asegura Salgado. "La tartamudez es lo que hace el tartamudo para evitar tartamudear", suelen resumir los expertos.
Un punto que quizá induzca a error en la película es el origen de este trastorno, que no es psicológico, sino que tiene una base fisiológica y neuronal, según Bagó. La ansiedad y la angustia vienen después, con el fracaso y la dificultad de relacionarse. "En ocasiones, los pacientes acaban desarrollando fobia social", dice Salgado. Esto es lo que consigue vencer el terapeuta en la película, que interpreta Geoffrey Rush.
"La película habla de nosotros", afirma Bagó con emoción, "he visto a muchos pacientes reflejados".
"La gente no es consciente de la lucha interior que yo tengo para que fluyan las palabras", explica Félix Romo, analista de programas informáticos.
Tiene 39 años y una mente que se mueve cómoda en lo racional. A la cita se presenta con dos libros sobre tratamientos de la tartamudez y unos apuntes con las ideas que quiere dejar claras. Al hablar se traba, pero su naturalidad ante las pausas no transmite inseguridad.
Romo afirma que tartamudea más cuando habla con personas cuya opinión le importa, como su jefe.
Sin embargo, con los años y mucho trabajo el miedo se ha reducido. Entre risas recuerda cuando hace años empezó a ligar: "Ellas me decían: 'Te doy mi número de teléfono y quedamos'.
Yo me quedaba helado pensando en que tendría que enfrentarme al teléfono (entonces no había móviles) y respondía: 'Para qué gastar dinero, mejor quedamos ya".
En la televisión británica emiten un discurso de Hitler.
Es el año 1939 y Jorge VI, rey de Inglaterra, mira embelesado la pantalla, como si pudiera tomar de allí las claves para afrontar la inminente guerra con Alemania.
En el mismo salón de Buckingham Palace, su hija lo mira y pregunta:
Sin alarma, pero con atención
"La película ha hecho más por nosotros que 100 congresos juntos"
Es un error ayudarle a completar la frase o desviar la mirada si se atasca
-¿Qué dice, papá?
-No sé, pero lo dice muy bien.
Por esta y otras escenas de El discurso del Rey, recibió Colin Firth el Oscar a mejor actor. Por esta y otras, la Fundación de la Tartamudez le daría el premio de honor de este año, que ya entregó a Zapatero por haber derogar en 2007 la cláusula que impedía a los tartamudos presentarse a una oposición pública. "Bendita película. Ha hecho más por normalizar este problema que 100 congresos con expertos juntos", afirma el presidente, Adolfo Sánchez.
"Tu tartamudez es como la del rey", le dijo Ana Bagó, logopeda y psicóloga experta en tartamudez, a un paciente.
Y funcionó. En las sesiones previas el avance se había estancado, pero su mejoría después de la película fue "increíble". El bloqueo en la terapia es uno de los momentos que más preocupan a los terapeutas.
Es peor que una palabra que no quiere arrancar: si no sale, la conciencia del fracaso puede hacer que no salga nunca.
David Seidler, guionista de la película vencedora en los Oscar, transmite en los diálogos el sufrimiento que él mismo padeció. Pese a ello, al principio no fue fácil que tartamudos fueran a ver la película: todos tenían miedo a las burlas.
Uno de los primeros en ir a verla fue Sánchez, presidente de la fundación de este trastorno del habla. Tenía ciertos recelos, pero se sorprendió. Hubo aplausos, pero ninguna risa.
Al llegar a casa, Sánchez la recomendó en el foro de la web de la fundación. Poco a poco se sumaron los comentarios. "Es la única vez en que todos se han mostrado de acuerdo en algo", dice Claudia Groesman, secretaria de la asociación.
Sánchez y Groesman pusieron en marcha la fundación en 2002. Ella es argentina y tiene un hijo tartamudo. Se pregunta qué hubiera pasado de haberlo llevado al logopeda cuando aún no había cumplido los seis años: "Hice todo al revés de lo que debía. Creía ayudar cuando le completaba todas las frases o si miraba para otro lado cuando tartamudeaba..."
Es fundamental que el niño no sienta vergüenza. Por eso, el profesor e investigador Alfonso Salgado, de la Universidad Pontificia de Salamanca, cree que la clave está en que el pequeño no se entere de que hace una terapia. "Supe que lo estábamos haciendo bien cuando unos niños, al venir a mi consulta dijeron: 'Hemos quedado a jugar con Alfonso".
Es incorrecto decir que un niño es tartamudo. Entre los dos y cinco años se habla de disfluencias (interrupciones de la fluidez), que son muy frecuentes a esta edad. Sin embargo, si ocurre a menudo es mejor consultar a un logopeda: un tratamiento a tiempo puede impedir que el problema se haga crónico.
Al crecer, el niño se inventa estrategias para evitar las situaciones incómodas, hasta el punto de que algunos adolescentes abandonan las clases.
Si ha visto El discurso del rey, seguro que recuerda que al final el protagonista no tartamudeó, ¿pero recuerda lo que dijo? "Ocurre así: a veces quien padece este trastorno del habla está tan nervioso por cómo va a hablar que no puede pensar en qué va a decir", asegura Salgado. "La tartamudez es lo que hace el tartamudo para evitar tartamudear", suelen resumir los expertos.
Un punto que quizá induzca a error en la película es el origen de este trastorno, que no es psicológico, sino que tiene una base fisiológica y neuronal, según Bagó. La ansiedad y la angustia vienen después, con el fracaso y la dificultad de relacionarse. "En ocasiones, los pacientes acaban desarrollando fobia social", dice Salgado. Esto es lo que consigue vencer el terapeuta en la película, que interpreta Geoffrey Rush.
"La película habla de nosotros", afirma Bagó con emoción, "he visto a muchos pacientes reflejados".
"La gente no es consciente de la lucha interior que yo tengo para que fluyan las palabras", explica Félix Romo, analista de programas informáticos.
Tiene 39 años y una mente que se mueve cómoda en lo racional. A la cita se presenta con dos libros sobre tratamientos de la tartamudez y unos apuntes con las ideas que quiere dejar claras. Al hablar se traba, pero su naturalidad ante las pausas no transmite inseguridad.
Romo afirma que tartamudea más cuando habla con personas cuya opinión le importa, como su jefe.
Sin embargo, con los años y mucho trabajo el miedo se ha reducido. Entre risas recuerda cuando hace años empezó a ligar: "Ellas me decían: 'Te doy mi número de teléfono y quedamos'.
Yo me quedaba helado pensando en que tendría que enfrentarme al teléfono (entonces no había móviles) y respondía: 'Para qué gastar dinero, mejor quedamos ya".
Confabular con Dostoievski
Dostoievski confabulado es el nombre que se ha dado a un ciclo dedicado al autor ruso que se celebra hasta el 27 de marzo en la sala Réplika, uno de esos espacios escénicos de la ciudad donde no solo se hace buen teatro, sino que es además una auténtica cantera de creadores emergentes de diversas artes.
Todos los fines de semana de marzo habrá conferencias y mesas redondas
Dos importantes espectáculos, Noches Blancas y El gran Inquisidor, conferencias, coloquios y recitales musicales en torno al autor desfilarán en este año en el que se celebra el 190º aniversario del nacimiento de Fiodor Dostoievski y también el Año Dual Rusia España.
"Es un intento de dar respuesta al porqué de su actualidad y al carácter de su impronta", comenta Jaroslaw Bielski, responsable, junto con Socorro Anadón, de la sala Réplika y la actriz Alicia Sánchez de esta "confabulación" en la que han logrado reunir a numerosos profesionales que contribuyen a este ciclo de manera desinteresada, dado que el proyecto no ha contado con apoyo económico alguno.
El plato fuerte de Dostoievski confabulado lo conforman los espectáculos estrenados anoche y que se presentan conjuntamente, ya que se trata de dos piezas relativamente cortas. Primero Noches blancas, de Réplika Teatro, obra claramente representativa de la primera etapa de Dostoievski, interpretada por Raúl Chacón y Lorena Roncero y dirigida por Bielski.
Después El Gran Inquisidor, de la compañía Teatro del Mundo, obra de madurez basada en un capítulo de Los hermanos Karamazov, con Alicia Sánchez y Enrique Alcides en el reparto y con dirección de Borís Rotenstein, quien se considera nieto adoptivo del mismísimo Stanivlavski, ya que su maestro en Rusia fue discípulo del creador del más afamado método de interpretación del mundo.
El estreno de estas dos piezas cortas, que contó con la presencia del embajador de Rusia en España, Alexander Kuznetsov, responsable de inaugurar el ciclo con unas palabras sobre las relaciones literarias ruso-españolas, entusiasmó al público, que pudo ver y comparar dos etapas literarias y vitales muy distintas del autor ruso, aunque ambas marcadas por su brillante literatura y una bellísima carga poética.
El ciclo continuará todos los fines de semana de marzo (de viernes a domingo) con conferencias y mesas redondas de especialistas y expertos en la vida y obra de Dostoievski, así como con escritores, músicos y proyecciones de películas, cortometrajes y documentales.
El encuentro entre Teatro del Mundo y Teatro Réplika para llevar a cabo su proyecto escénico tiene dos orígenes.
Por un lado la fascinación de Alicia Sánchez por esa reflexión actual, iconoclasta y satírica sobre la libertad y la religión, cuando la vio dirigida por Peter Brook. Por otro la lectura dramatizada de Noches Blancas, realizada por las conocidas como "salas confabuladas", (Réplika Teatro, Sala Tribueñe, La Guindalera y Teatro de Cámara-Chéjov). "A todos se nos quedaron las ganas de montarla", señala Bielski quien sí la ha puesto en pie, además del Teatro Cámara-Chéjov (ajeno al ciclo), prestigiada sala del centro de Madrid que dirige Ángel Gutiérrez.
"Era una oportunidad única de mostrar dos piezas muy diferentes, tanto por la edad en las que las escribió, como por la temática y el lenguaje; ver la evolución de un escritor es algo fascinante, y más con Dostoievski al que se hace muy poco en teatro, a pesar de estar considerado el mejor dramaturgo novelista", sostiene Bielski, "vivimos en un mundo deshumanizado y cada vez más superficial; hay que recurrir a los hombres que han comprometido su vida por indagar en la esencia del ser humano en un conflicto constante con su vida; además nos pareció una coincidencia muy bonita que la primera obra habla de la juventud, de la soledad de un soñador, y la segunda de una decepción, la de un gran soñador que ha abandonado los sueños".
"En este espectáculo", dice Rotenstein, "nuestra mirada al mundo va a ser a través primero de un microscopio y después de un telescopio. En Noches Blancas vemos pequeños movimientos del alma humana y en El Gran Inquisidor esa mirada es desde muy muy arriba y se dirige a todo lo que pasa al ser humano, pero desde el punto de vista de un soñador, como Jesucristo que ve a dónde ha ido a parar su legado, la consecuencia de su doctrina.
Aquí hay dos miradas y ambas son amargas, y muy distintas", señala el director quien recuerda que en ruso la palabra duda se dice somneie, término formado por las palabras co-opinión, por lo que se podría traducir por contrastar opinión.
"Dostoievski en su propia vida él empezó con una idea y después descubrió hacia dónde va el revolucionario, con sus propios demonios, y porque lo dijo casi fue acusado de reaccionario, y no lo era, pero sí era dialéctico y comprendía las dificultades de tener una solo opinión y por eso ponía en duda muchos postulado, eso para nosotros es importante porque nos habla de qué pasa con una persona y con una sociedad", concluye Rotenstein.
Todos los fines de semana de marzo habrá conferencias y mesas redondas
Dos importantes espectáculos, Noches Blancas y El gran Inquisidor, conferencias, coloquios y recitales musicales en torno al autor desfilarán en este año en el que se celebra el 190º aniversario del nacimiento de Fiodor Dostoievski y también el Año Dual Rusia España.
"Es un intento de dar respuesta al porqué de su actualidad y al carácter de su impronta", comenta Jaroslaw Bielski, responsable, junto con Socorro Anadón, de la sala Réplika y la actriz Alicia Sánchez de esta "confabulación" en la que han logrado reunir a numerosos profesionales que contribuyen a este ciclo de manera desinteresada, dado que el proyecto no ha contado con apoyo económico alguno.
El plato fuerte de Dostoievski confabulado lo conforman los espectáculos estrenados anoche y que se presentan conjuntamente, ya que se trata de dos piezas relativamente cortas. Primero Noches blancas, de Réplika Teatro, obra claramente representativa de la primera etapa de Dostoievski, interpretada por Raúl Chacón y Lorena Roncero y dirigida por Bielski.
Después El Gran Inquisidor, de la compañía Teatro del Mundo, obra de madurez basada en un capítulo de Los hermanos Karamazov, con Alicia Sánchez y Enrique Alcides en el reparto y con dirección de Borís Rotenstein, quien se considera nieto adoptivo del mismísimo Stanivlavski, ya que su maestro en Rusia fue discípulo del creador del más afamado método de interpretación del mundo.
El estreno de estas dos piezas cortas, que contó con la presencia del embajador de Rusia en España, Alexander Kuznetsov, responsable de inaugurar el ciclo con unas palabras sobre las relaciones literarias ruso-españolas, entusiasmó al público, que pudo ver y comparar dos etapas literarias y vitales muy distintas del autor ruso, aunque ambas marcadas por su brillante literatura y una bellísima carga poética.
El ciclo continuará todos los fines de semana de marzo (de viernes a domingo) con conferencias y mesas redondas de especialistas y expertos en la vida y obra de Dostoievski, así como con escritores, músicos y proyecciones de películas, cortometrajes y documentales.
El encuentro entre Teatro del Mundo y Teatro Réplika para llevar a cabo su proyecto escénico tiene dos orígenes.
Por un lado la fascinación de Alicia Sánchez por esa reflexión actual, iconoclasta y satírica sobre la libertad y la religión, cuando la vio dirigida por Peter Brook. Por otro la lectura dramatizada de Noches Blancas, realizada por las conocidas como "salas confabuladas", (Réplika Teatro, Sala Tribueñe, La Guindalera y Teatro de Cámara-Chéjov). "A todos se nos quedaron las ganas de montarla", señala Bielski quien sí la ha puesto en pie, además del Teatro Cámara-Chéjov (ajeno al ciclo), prestigiada sala del centro de Madrid que dirige Ángel Gutiérrez.
"Era una oportunidad única de mostrar dos piezas muy diferentes, tanto por la edad en las que las escribió, como por la temática y el lenguaje; ver la evolución de un escritor es algo fascinante, y más con Dostoievski al que se hace muy poco en teatro, a pesar de estar considerado el mejor dramaturgo novelista", sostiene Bielski, "vivimos en un mundo deshumanizado y cada vez más superficial; hay que recurrir a los hombres que han comprometido su vida por indagar en la esencia del ser humano en un conflicto constante con su vida; además nos pareció una coincidencia muy bonita que la primera obra habla de la juventud, de la soledad de un soñador, y la segunda de una decepción, la de un gran soñador que ha abandonado los sueños".
"En este espectáculo", dice Rotenstein, "nuestra mirada al mundo va a ser a través primero de un microscopio y después de un telescopio. En Noches Blancas vemos pequeños movimientos del alma humana y en El Gran Inquisidor esa mirada es desde muy muy arriba y se dirige a todo lo que pasa al ser humano, pero desde el punto de vista de un soñador, como Jesucristo que ve a dónde ha ido a parar su legado, la consecuencia de su doctrina.
Aquí hay dos miradas y ambas son amargas, y muy distintas", señala el director quien recuerda que en ruso la palabra duda se dice somneie, término formado por las palabras co-opinión, por lo que se podría traducir por contrastar opinión.
"Dostoievski en su propia vida él empezó con una idea y después descubrió hacia dónde va el revolucionario, con sus propios demonios, y porque lo dijo casi fue acusado de reaccionario, y no lo era, pero sí era dialéctico y comprendía las dificultades de tener una solo opinión y por eso ponía en duda muchos postulado, eso para nosotros es importante porque nos habla de qué pasa con una persona y con una sociedad", concluye Rotenstein.
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